domingo, 22 de noviembre de 2015

El Chacho Peñaloza y el centralismo porteño

  



¿Por qué escribo sobre el Chacho Peñaloza, señor de los llanos riojanos, si no soy ni historiador, ni nada que se le parezca? 

Esta pregunta me la hicieron varios, y quizás sea este el momento de aclararlo. Nací y pasé mi infancia, y una parte de la juventud, en Cruz del Eje (al noroeste de Córdoba, límite con la Rioja), donde mi viejo tenía una ferretería, corralón y “almacén de ramos generales” como se le decía en la época.

El era proveedor de insumos del campo en los llanos riojanos. Con el viajaba a Olta, Catuna y Milagro llevando postes y alambres.



En la Hostería de Turismo de Olta, donde nos alojábamos a fines de la década del ‘50, descubrí sobre un estante del comedor una pequeña estatua del Chacho Peñaloza tallada en algarrobo. Yo tenía la curiosidad de los niños de 11 o 12 años y allí me enseñaron quien fue el Chacho.

Allí presencié también, un tiempo después, una “pueblada” que le cambió el nombre a una calle de Olta: Sarmiento (el autor intelectual del asesinato del Chacho), por el de Victoria Romero, su esposa.

Quizás por todo esto los pagos del sur del La Rioja signifiquen “cosas” para mí, y tal vez por ello quiera recordar a quien fue su mayor representante.

Amé y amo a las instituciones en las que trabajo. Sufro por su futuro, y es por eso he querido estudiar estas historias de fidelidades, traiciones y daños casi irreparables del centralismo porteño en estos tiempos, y los de don Ángel Vicente Peñaloza.

¿Quiénes son los “decentes” y quienes los “barbaros”?

Esta recopilación solo pretende poner sobre la mesa al hombre de aquella época con sus bienes y sus males, pero tratando de rescatar (…y muchas veces justificar), las acciones verdaderamente importantes de porque hizo lo que hizo.

Esta puede ser una historia de fidelidades y traiciones, pero siempre fue así, hasta nuestros días. Las circunstancias van cambiando y los hombres también y eso genera una historia flexible, transparente y comprensiva, pero guardando siempre la esencia de la gente y el mensaje que nos legaron. 

Peñaloza persona

Ángel Vicente Peñaloza nació en Guaja (o Huaja), La Rioja, en 1798. Hoy se accede a ese paraje sobre la Ruta Provincial 29 entre Chepes y Punta de los Llanos, ingresando por Malanzan y pasando por Atiles.

Algunos autores citan que nació en un hogar de “estancieros” pudientes y reconocidos, pero seguramente no conocen esos pagos. Los llanos riojanos distan muchos de la imagen que la gente de este país “casi pampeano” tiene de las estancias, y es difícil ser pudiente cuando los recursos naturales son escasos y mezquinos.

Tuvo 5 hermanos de los que se sabe muy poco y fue criado por su tío abuelo, el presbítero y Doctor Ángel V. Peñaloza quien fuera el autor de su sobrenombre Chacho, apócope de “muchacho” por su dificultad en el habla. Aparece también como contradictorio que, proviniendo de una familia culta, el Chacho no era educado y casi no sabía escribir. Fue considerado siempre como un iletrado, situación que no es necesariamente cierta por la correspondencia que de él se conoce, aunque casi siempre hizo uso de un “escriba”.

No se sabe mucho de su infancia, y era apenas un adolescente cuando Argentina comenzó a formarse como país entre 1810 y 1816. Quizás tentado por su otro tío, un comandante de Los Llanos, a quien luego reemplazó Facundo Quiroga, elige su destino y comienza a formar parte de las “caballerías llanista” o los “llaneros riojanos”.

Estos, durante muchos años, tendrán fama de hombres bien montados, valientes, de gran aguante físico y fidelidad a sus principios, pero pobres y sin formación militar. Muchas veces sus lanzas tenían en su extremo solo un clavo o media hoja de una tijera de esquilar.

Mozo de mediana estatura, huesudo, rubio, de ojos celestes (quizás por su ascendencia aragonesa), fuerte de contextura y una salud “de fierro”, lo que lo mantuvo siempre alejado de los médicos, con quienes no simpatizaba.

Admirador de los caballos, montó siempre animales excelentes en los que se basaba su fuerza, además de su profundo conocimiento de los llanos del sureste de La Rioja.

A pesar de poder utilizar su uniforme militar, casi siempre vistió ropa gaucha, como su gente, y hasta hizo alarde de ello frente a las clases pudientes. Casi siempre usó un pañuelo a modo de vincha (como lo retratan la mayoría de los pintores), y casi nunca utilizó sombrero.

Se casó a los 24 años con Victoria Romero, proveniente de “la costa riojana”, de 18 años, y tuvieron 2 hijas: María Mercedes y María Facunda, fallecidas por causas desconocidas a muy corta edad. Ya viejos adoptaron un hijo varón.

Victoria (“doña Vito” o “la Chacha”, como la llamaba la tropa), será la compañera para toda la vida.

Valiente y luchadora como él, lo acompañó tantas veces como pudo a sus destinos duros y sufridos, a tal punto que por defenderlo en una batalla cuando ella solo tenía 27 años, un sablazo le corta la cara desde la frente hasta la boca lo que le obligó a cubrirse el rostro durante buena parte de su vida. Los poetas populares dijeron:
Doña Victoria Romero,
si usted quiere que le cuente,
se vino de Tucumán
con una herida en la frente

A pesar que muchos se esforzaron (… y se esfuerzan aún hoy), para mostrarlo como un “gaucho malo y sanguinario”, fue una persona por demás bondadosa, humilde como el que más, astuto, obediente, servicial, apegado a los placeres sencillos de la vida campesina. Sincero y absolutamente fiel a su causa: la libertad, su tierra y su gente.

A pesar que Sarmiento fue su mas encarnizado enemigo dijo después de su horrible muerte: A pocos ha hecho morir por orden o venganza suya, aunque millares hayan perecido en los desórdenes que fomentó. No era codicioso y su mujer mostraba mas inteligencia y carácter que el. Alguna cualidad verdaderamente grande debía de haber en el carácter de aquel viejo gaucho.

Al decir de Eduardo Gutiérrez, el Chacho ha sido el único caudillo verdaderamente prestigioso que haya tenido la República Argentina. Fue para muchos el más riojano de los riojanos.

Peñaloza militar y político (desde 1817 a 1863)

Quizás su mayor debilidad haya sido ser muy ingenuo, políticamente hablando, y crédulo de los “ilustrados” que lo rodeaban, lo que fue aprovechado por los poderosos de su época (de todos los bandos), sabiendo que su figura era querida y respetada por los paisanos, quienes lo llamaban “padrecito” o “padre de los pobres”.

Peñaloza fue un amante de la paz y el orden, y sus luchas tuvieron siempre que ver con esas consignas y su fuerte compromiso con las libertades del interior, particularmente con sus gauchos, su Rioja y las provincias vecinas.

A decir de Sarmiento, “Su papel, su modo de ganar la vida, digámoslo así, era intervenir en las cuestiones y conflictos de los partidos, cualesquiera que fuesen, en las ciudades vecinas. Apenas ocurría un desorden, el Chacho acudía, dándose por interesado de alguna manera”.

Su carrera de 46 años como soldado se inicia como termina: sin formación militar en táctica, estrategia o logística. Solo se guía por su sentido común, su conocimiento del terreno, la fidelidad de su tropa y el apego a su gente y a sus pagos.
Participó en más de 30 combates importantes y decenas de encuentros armados y fueron más las grandes batallas perdidas que las ganadas, sin embargo todo el arco político de la época sabía bien de quien se trataba y lo quisieron tener de su lado.
Lejos de ser “un gaucho sanguinario” como lo hicieron ver sus enemigos políticos, Peñaloza fue un soldado honrado y de buenos sentimientos. Tenía fama, y bien ganada, de “abogado de los pobres” y “arreglador de entuertos” sociales y familiares de su gente.
Prestó muchas veces su puñal (que le regaló Urquiza), para que lo empeñaran y resolver, temporalmente, los problemas de plata de un necesitado.
Tal vez, estadísticamente, haya perdido mas batallas, escaramuzas y combates que los que ganó. Pero el no estaba para satisfacer estadísticas.
Si bien nunca estudió movimientos tácticos militares, Peñaloza había diseñado los suyos: entrar en combate en terrenos conocidos y, en determinado momento, habiendo causado el menor daño posible, ordenar un desbande en todas las direcciones para evitar la persecución unidireccional por parte de sus adversarios.
Antes de cada encuentro el Chacho indicaba a su tropa el lugar de reunión posterior, sabiendo que se retiraría antes de seguir “manchándose las manos con sangre de sus hermanos”, y esos “desbandes” les habría dado el “triunfo” a sus adversarios. Entraba en combate con centenas o miles de hombres, y en el “rejunte” podía duplicar esa cantidad.
Tres etapas marcan la vida político militar del Chacho:
  •    Etapa federal nacional
  •    Etapa de vaivén unitario
  •    Etapa federal regional
Estas, comunes a muchos militares y políticos de la época, estuvieron marcadas por las diferencias que los caudillos federales del interior tuvieron con Rosas, y esto mostraba que los federales anti rosistas fuesen considerados “cuasi” unitarios.

Etapa federal nacional (1817 a 1835 – desde los 19 años hasta los 37 años)

El Chacho, como muchos de su época, da sus primeros pasos como soldado cuando apenas tenía 19 años, incorporándose a la Caballería de Los Llanos.
A los 22 años se incorpora a las huestes del Gral. Facundo Quiroga (su vecino de los llanos, diez años mayor que él), y hombre prestigioso del federalismo del interior.

Tuvo su bautismo de fuego al sur de Tucumán, en la batalla de El Tala en 1826, contra el Gral. Gregorio Aráoz de Lamadrid (o La Madrid), representante del gobierno unitario de Bernardino Rivadavia. El Chacho fue seriamente herido, pero, por su rol en la batalla fue ascendido a Capitán.

Lamadrid, que tiempo después sería acompañado temporalmente por el Chacho, fue un líder de la independencia, oficial de Belgrano en el Ejército del Norte y de Juan Bautista Bustos, pero a pesar de su permanente servicio en las guerras internas y en los gobiernos (fue Gobernador de Tucumán, Córdoba y Mendoza),  como veremos, no fue un general exitoso.

En 1829, a los 31 años, Peñaloza pelea nuevamente bajo el mando de Quiroga en Serrezuela (Córdoba, en el límite con La Rioja), y en La Tablada (hoy al ingreso del Barrio Cerro de las Rosas en Córdoba), ocupando una de las Divisiones de Caballería contra el Gral. José María Paz, quien es el triunfador. 
A pesar de la derrota, Peñaloza, a cargo de una unidad de Caballería, se destaca por sus habilidades al enlazar cañones enemigos y arrastrarlos hasta sus filas.
Sigue bajo el mando de Quiroga en 1830 en la Batalla de Oncativo (o de Laguna Larga, en Córdoba), contra José María Paz quien nuevamente gana la partida. Paz era militar de carrera, formado en el arma de artillería, e hizo valer sus conocimientos para la guerra. Paz había formado parte del Estado Mayor del Ejército Republicano en la guerra contra Brasil, donde perdió una mano. De allí su apodo de “el manco Paz”.
En 1831, bajo las órdenes de quien fuera lugarteniente de Quiroga y dos veces gobernador de la Rioja, Tomás (“el zarco”), Brizuela, y ex compañero de El Tala, La Tablada y Oncativo, vence al Gobernador unitario de La Rioja Domingo Antonio Villafañe en Amilgancho.
Acompaña nuevamente a Quiroga y, formando parte de su escolta, vencen nuevamente a Lamadrid en la Batalla de La Ciudadela (Tucumán), acompañado de José Ruiz Huidobro, Martín Yanzón y Nazario Benavidez.
Todas sus vidas estarían entrelazadas, como aliados o adversarios.
Ruiz Huidobro era un militar español, ganado a la causa federal. Yanzón y Benavidez serán luego Gobernadores de San Juan y sus alianzas y desavenencias forman parte de una de las bisagras de nuestra historia.
Lo siguió a Facundo Quiroga durante 15 años, pero, fiel a sus principios, regresa a La Rioja mientras Facundo se va a Buenos Aires a “intentar” una carrera política, que, definitivamente no consiguió consolidar.
Etapa de vaivén unitario (1835 a 1845 – desde los 37 hasta los 47 años)
Hubo al menos dos grandes razones para que los “federales del interior” hicieran alianzas temporales con los unitarios.
Por un lado la crisis económica y la pobreza que esta arrastra en las provincias, por pérdidas de los mercados (agrícolas, pecuarios y artesanales), debido al centralismo que monopolizaba las rentas de la aduana e instrumentaba, en sus beneficios, las ventajas del libre comercio.
La porteña Ley de Aduanas no alcanzó a evitar la creciente miseria de las provincias sin “protectores”. El régimen impuesto por Juan Manuel de Rosas decepcionó a los dirigentes federales del interior.
Rosas, después de la Campaña al Desierto, se niega a ser gobernador ya que solo lo aceptaría con facultades extraordinarias que la Legislatura de Buenos Aires no estaba dispuesta a conceder. Don Juan Manuel, fiel a su postura conservadora, se manifiesta en contra que el país se organizara constitucionalmente bajo un régimen federal, y dice:
“…no existen los elementos básicos para hacerlo, recién sale de una guerra civil, las provincias están destrozadas, las cicatrices son aún muy hondas. Dejemos que las cosas se vayan arreglando con el tiempo”.
Por el otro lado, y tras el asesinato de Facundo Quiroga en 1835, y al estar Peñaloza convencido que Rosas fue el responsable del mismo, se vuelve en contra de él a las órdenes del “zarco” Brizuela (a quien Rosas le prohibió acuñar moneda riojana), y, equivocadamente, se pone del lado del Gral. Juan Galo Lavalle y Lamadrid (su antiguo enemigo) en la Coalición del Norte.
Lavalle, militar de la independencia y soldado de San Martín (quien dijera de él “es una espada sin cabeza”), fue hombre temperamental y con escasas convicciones políticas. Fue quien fusiló a su ex jefe Manuel Dorrego, marcando un hito en nuestra historia.
Brizuela y Peñaloza rechazan en 1836 la invasión desde San Juan del Gobernador Martín Yanzón, otro ex compañero de armas.
La alianza con Lavalle y Lamadrid es impensada. Estos se aprovechan del poder de convocatoria de Peñaloza, y, mientras El Chacho les cubre las espaldas en los llanos riojanos, lo dejan solo.
El Cnel. Lucas Llanos lo vence en Algarrobal Largo (aunque hay versiones contrarias), en una de las primeras batallas que lo tuvo como protagonista principal. Peñaloza contaba ya con 38 años.
Acompaña a Tomás Brizuela en la Liga del Norte en 1840 contra la política de Rosas. Lavalle se queda en el norte mientras que Lamadrid abre un frente de batalla en Cuyo. Todo será un error. Lavalle será derrotado en Tucumán (Famaillá).
En 1841 forma parte de las tropas de Lamadrid en la Batalla de Rodeo del Medio (Mendoza), a cargo del ala izquierda de ataque. El federal Ángel Pacheco gana y muchos de los perdedores, entre ellos Peñaloza, huyen a Coquimbo (Chile). Los que quedaron en Mendoza dieron lugar al paraje denominado Coquimbito.
Sarmiento, con su odio ancestral por el gaucho, pero sorprendido por los hechos dirá de ellos: “Llamaba la atención de todos en Chile la importancia que sus compañeros, generalmente cultos, daban a este paisano semi bárbaro, con su acento riojano tan golpeado, con su chiripá y atavíos de gaucho”.
Las derrotas de Lavalle en Famaillá y de Lamadrid en Rodeo del Medio marcan el fin de la Coalición del Norte y le garantizan a Rosas el dominio del país por diez años, hasta la Batalla de Caseros.
En 1842, a los 44 años, regresa de Chile, ocupa Jachal (San Juan), mientras su lugarteniente Felipe Varela ocupa Guandacol (La Rioja). Vence en Copacabana en el mes de mayo a Rentería y pierde en junio con Nieva y Castillo en Catamarca y siguen a Tucumán. Las fuerzas federales de las cuatro provincias a cargo de su ex compañero Nazario Benavidez lo derrotan en julio en Manantiales (o El Manantial), en la provincia de Tucumán). 

Fue en esta batalla que Victoria Romero se pone al frente de un grupo cuando ve acorralado al Chacho y es herida por un sablazo desde la frente hasta la boca.
En enero de 1843 vuelve a pelear en contra de las fuerzas del Gobernador Benavidez, pero es derrotado en Ilisca (La Rioja). En febrero vence a Burgos en Vinchina pero es derrotado en Leoncito por De los Ríos y regresa nuevamente a Chile. Pasa un año en Copiapó e intenta regresar, pero es detenido por las autoridades chilenas en Guasco.
En 1845 regresa de Chile e invade nuevamente La Rioja. Presenta batalla en Tama venciendo a Tello, pero este lo derrota pocos días después en Telarillo.
Vuelve al destierro, pero es ayudado por su antiguo adversario y ex compañero de armas, Nazario Benavidez (“el caudillo manso”), nuevamente gobernador federal de San Juan.
Etapa federal regional (1848 a 1863). Desde los 50 a los 65 años
Benavidez desobedece a Rosas de apresar al Chacho y enviarlo a Buenos Aires, y, por el contrario, lo aloja en San Juan y pide al resto de las provincias que lo indulten y respeten. Allí comienzan algunos años felices para Peñaloza.
A los 50 años, y en un estado de pobreza extrema, regresa a La Rioja y es nombrado Comandante de Milicias. En un movimiento contra el gobernador de La Rioja, derrota a Vicente Mota (o De la Mota), en setiembre en la Batalla de Los Sauces, y ayuda Manuel Vicente Bustos a ganar la gobernación de La Rioja. Este lo introduce en el círculo de Urquiza.
La Batalla de Caseros en 1852, en que triunfa Urquiza frente a Rosas, da inicio a una etapa importante de la vida nacional. Si bien Caseros está considerada como un punto bisagra de la historia, en realidad no fue la lucha que marcó el triunfo de los unitarios contra los federales, sino una interna entre federales por el poder político, y económico del momento.
Peñaloza se identifica con el federalismo “del interior” de Urquiza y partir de ese momento cuenta con su apoyo político, y se cartea permanentemente. En 1854 este lo nombra Comandante de Armas de La Rioja
Tenía 57 años cuando Urquiza lo nombra Coronel Mayor y luego General por Ley del Congreso. Llegar a General por esta vía no fue para cualquiera. Méritos le sobraban al Chacho.
El nuevo gobernador de La Rioja, Solano Gómez, en 1856, toma una serie de medidas que provocan que Urquiza (en ese momento Presidente de la Confederación), envíe una comisión para intervenir en los asuntos provinciales. 
Estalla una revolución promovida por Manuel Vicente Bustos y apoyada por Peñaloza que destituyen al Gobernador.
Bustos asume el gobierno, pero la armonía duró poco tiempo y se distancia del Chacho, quien le pide la renuncia. Peñaloza toma el poder, convoca a elecciones en las que resulta Domingo Villafañe como nuevo Gobernador. Algún tiempo después Villafañe, quien había acompañado a Tomas Brizuela y a Peñaloza en su momento, para congraciarse con Mitre, traiciona al Chacho.
En 1858 asesinan a su amigo Nazario Benavidez y este hecho inaugura una nueva escalada belicista. El Chacho Peñaloza se levantó en armas para vengar la muerte de su antiguo enemigo y tomó algunas poblaciones del norte y el este sanjuanino, manifestando luego su apoyo a la intervención federal de la provincia. Esto le granjeó la buena voluntad de Urquiza.

Peñaloza quedaría como comandante de la División Oeste (La Rioja y Catamarca). El asesinato de Benevídez durante la presidencia de Urquiza, y kla intervención federal a San Juan tensaron la situación con Buenos Aires, cortando todos los diálogos para que se reincorporara a la Confederación Argentina, y precipitando el enfrentamiento bélico que se daría en la Batalla de Cepeda.


Gral. Ángel Vicente Peñaloza – El Chacho. Tomado de J.M. Rosa. Este retrato lo hace fraguar Sarmiento tomando solo uno que lo muestra de la cintura hacia arriba y le agrega un paisaje con un caballo casi de cartón y ropa que el Chacho no usaba.

Luego del triunfo de Urquiza sobre Mitre en la Batalla de Cepeda, en octubre de 1859, Peñaloza inicia su campaña contra el centralismo porteño lo que da lugar a su carrera como líder de la guerra de montoneras o de guerrillas.
El Chacho goza de un gran respeto tanto entre los antiguos federales (luego urquicistas), como por los antiguos unitarios (luego liberales).
Peñaloza montonero (desde 1861 a 1863)
Conocía el centro noroeste del país como nadie, se rodeaba de buena caballada y tenía a su disposición los mejores baqueanos. Esto le significó disponer de gran poderío.

En 1861, contando ya con 63 años, Urquiza lo nombra Comandante en Jefe de la circunscripción militar de La Rioja y Catamarca, pero sin tropas ni armas. Sus gauchos fueron su único ejército.

Después del resultado de la batalla de Pavón (el 17 de setiembre de 1861), en que Urquiza triunfa pero, vergonzosamente, se retira del campo de batalla y lo deja a Mitre como ganador, aquel se declara neutral e ignora al Chacho.

Urquiza le brindó apoyo por algunos años pero luego, embarcado en sus negocios personales, no solo se olvida del Chacho sino que prácticamente reniega de él.

Con la claudicación de Urquiza, la Confederación se derrumbó y el país quedó en mano de “la gente decente” o “los de levita” porteños, una de las páginas más tristes y sangrientas de nuestra historia.

Sintiendo que Urquiza los abandonó, Peñaloza toma la bandera política del federalismo “del interior” y se ofrece como mediador entre los gobiernos de Santiago del Estero, Salta y Tucumán.

¿Por qué el Chacho, ya sin apoyo de los “viejos federales”, continúa su lucha defendiendo al interior? La Ley de Aduanas porteña, y las consecuencias de su aplicación seguramente fueron el disparador de tantos enfrentamientos montoneros.
El Gral. Navarro y el Gobernador Molina, de Catamarca, le piden apoyo para enfrentar a los hermanos Taboada que quieren atacar a esa provincia desde Santiago del Estero.
Dijo Peñaloza: “¿Por qué hacer una guerra a muerte entre hermanos, contra hermanos?”
En enero del ’62, con 600 llaneros, desaloja a los Taboada y sigue a Tucumán y con los urquicistas del norte. Allí se entera que los “ganadores” de Pavón quieren ocupar el interior para someterlo a los intereses del puerto.
Le escribe a Taboada para convenir las condiciones de paz en la región. Taboada lo entretiene ganando tiempo para que lleguen los mitristas Wenceslao Paunero y Marcos Paz desde Córdoba.

No entra a Tucumán por no saber si las fuerzas del Gobernador José María Campo (o Del Campo), son leales. De hecho, no lo son, y los liberales lo enfrentan en la Batalla de Río Colorado (cerca de Famaillá, en Tucumán), en febrero de 1862, donde son derrotados.  
Mientras El Chacho está en el norte, columnas provenientes de Córdoba (coroneles Echegaray y Carranza), San Luis (Cnel. Loyola), y San Juan (Cnel. Ambrosio Sandes), todos dirigidos por el Gral. Wenceslao Paunero invaden La Rioja, donde el Gobernador Villafañe se pliega a la causa porteña.
Se inicia aquí la persecución implacable que terminará pronto con su vida. Mitre, elegido presidente de la Nación unificada, lleva a cabo la política que denominó “pacificación nacional” llevada a cabo “a palos” por terminar con el federalismo e imponer el liberalismo político a ultranza.
Mitre le escribe a Marcos Paz: “Mejor que entenderse con el animal de Peñaloza, es voltearlo. Aprovecharemos la oportunidad de los caudillos que quieren suicidarse para ayudarlo a bien morir”.
Noticias de Buenos Aires
 para afligir han venido,
 porque han de pelearlo al Chacho
 como si fuera un bandido
(Deje nomás – Vidala chayera de A. Abalos y L. Benarós)

El Chacho acampa los primeros días de marzo cerca de La Rioja con 600 milicianos, mientras que el Cnel. Ambrosio Sandes (el mas sanguinario de los oficiales del ejército), ataca un campamento chachista a cargo de Cicerón Quiroga y lo vence en Aguadita de los Valdeses y Salinas de Moreno, pasando a degüello a todos los prisioneros.
Movimientos de los Ejércitos Liberales y de las Montoneras Federales. Tomado de José M. Rosa

Sarmiento dice al respecto: “Si Sandes mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos, de tan perversa condición, que no se que se obtenga con tratarlos mejor”.
Peñaloza está en Guaja y concentra centenares de llaneros. Tanto los llanos como las zonas vecinas están “al rojo vivo”. Por simpatía con la causa del Chacho, Carlos Ángel está en Chilecito, Severo Chumbita en Arauco, Felipe Varela en Guandacol y Fructuoso Ontiveros en el oeste de la provincia.
Todos hostigan al ejército de Sandes con guerra de guerrillas, pero este espera la llegada de Rivas desde San Juan y a Arredondo desde Catamarca.
Este incendia pueblos a su paso, como Aimogasta, Arauco y Malanzan, en represalia a la fidelidad de la gente con el Chacho. Pero ya no fusila a la gente, los lancea (“para ahorrar balas”), y los cuelga en la plaza como señal de escarmiento.
Como la gente “no canta”, comienza el rapto de mujeres y niños que terminan en los prostíbulos del ejército o de Buenos Aires.


La Montonera del Chacho
Los “coroneles de Mitre” (todos, curiosamente, uruguayos), mejor entrenados y armados combaten y triunfan parcialmente, pero La Rioja no se sosiega. Los montoneros chachistas de Córdoba, Catamarca y San Luis se movilizan.
Paunero sabe que si el Chacho no cae no habrá paz en la región, y sabiendo que es prácticamente imposible doblegarlo le ofrecen indulto, residencia fuera del país, y un sueldo “de su clase”. El Chacho no acepta, solo pide que no degüellen a su gente ni rapten a mujeres y niños.
Rivas le informa a Paunero que Peñaloza está en El Bagual (frontera con San Luis), y que lo está persiguiendo. El Chacho lo esquiva mientras que la montonera crece a más de 2.000 gauchos y la cifra aumenta a medida que avanza y los hombres de la campaña se pliegan a la causa.
A mediados de marzo marcha hacia San Luis. En el camino presenta batalla en Casa Viejas (La Rioja) el 12 abril. Llega a sitiar la ciudad y obliga que el Gobernador Barbeito capitule. El Chacho, a pesar que es el vencedor, pide amnistía y el ex gobernador la gestiona ante Mitre.
El Chacho sabe que han enviado una misión para proponerle la paz, lo mas ansiado por el y su gente, y se repliega a los llanos a la espera de la respuesta de Mitre.
Pero en vez de esto Rivas, que lo persigue, asesina una partida de chachistas en San Isidro de las Mulitas (La Rioja), Los Gigantes y Las Salinas.
En el camino hacia los llanos Peñaloza se encuentra en Valle Fértil con una partida que Sarmiento le enviaba a Sandes con una gran caballada. Se queda con los caballos y deja en libertad a la gente y envía una carta al destinatario de la tropilla.
Dirá luego Paunero a Mitre: “es tanto más singular esta conducta noble de parte de Peñaloza en cuanto Sandes y Rivas le han hecho la guerra a muerte. Sandes se ha quedado completamente desarmado, y le ha contestado que en adelante no fusilará ni un solo nombre” (…cosa que nunca cumplió).
El gobierno mitrista, a través del Gral. Paunero, envía al sacerdote Dr. Eusebio Bedoya, Rector de la Universidad de Córdoba, y a un amigo del caudillo, el estanciero Manuel Recalde a ofrecerle un plan de paz.
Por sospechas de la gente, nadie les da información en una búsqueda que duró un mes. Siguiendo a una partida de gauchos, encuentran a Peñaloza en la estancia La Banderita, y este acepta de buen grado un plan, donde, a partir de allí, el propio Peñaloza estará encargado de la pacificación de La Rioja.
No hubo firma del Tratado de La Banderita, solo el acuerdo y un apretón de manos como única garantía, siendo Bedoya y Recalde garantías del plan de paz. Peñaloza le escribe a Paunero sobre su aceptación al plan, y este a principios de junio le ordena a Rivas desarmar a los montoneros.
Peñaloza marcha con su tropa y prisioneros hacia el campamento de Rivas para el intercambio de prisioneros. Los militares mitristas Rivas, Arredondo y Sandes rodean a Bedoya que ya sospecha algo. A pedido de Paunero el Chacho desarma las partidas que conducen Puebla, Ontiveros y Carmona y les pide a estos que confíen en el gobierno nacional.
Peñaloza entrega sus prisioneros “sin haberles tocado un botón” diciendo “¡Ustedes dirán si los han tratado bien!”, “ ¡Viva el General Peñaloza!” fue la única respuesta.
El Chacho pregunta ¿Dónde están los míos? Se produce un profundo y vergonzoso silencio. ¿Por qué no me responden? ¡Que! ¿Será cierto lo que se dice? ¿Será verdad que todos han sido fusilados?
¡Y era verdad nomás! Los chachistas habían sido todos degollados sin piedad y arrebatadas sus mujeres. Bedoya y Recalde se conmueven y se sienten asqueados de haber participado en la negociación.
Conmovido Peñaloza se preguntaba: “¿Y este es el Ejército civilizado que nos persigue como a horda de salvajes, y degüellan a nuestros leales y azotan a nuestras mujeres?.¿Y esos son los valientes que vienen a enseñarnos el goce de la Ley bajo las banderas del Gobierno?”
Paunero le escribe a Mitre que confía plenamente en la palabra empeñada por Peñaloza para tranquilizar la región. Este solo pide alimentos y ropa y una subvención para mantener a su gente en el proceso de pacificación. Mientras esto ocurre, su lugarteniente, Felipe Varela, se hace cargo de la comandancia de la provincia en reemplazo del jefe liberal. Los liberales riojanos, que comulgan con Sarmiento, no están conformes con el acuerdo.
La pobreza es extrema. Los paisanos cuatrerean las provincias vecinas. San Juan pide que se controle a los cabecillas de las montoneras riojanas.
Paunero le escribe a Mitre: “Sarmiento y los de Mendoza están mudos después de los tratados con el Chacho porque, indudablemente querían y quieren que se los demos colgados en algunas de sus plazas, olvidándose que si nosotros no hemos podido “poner el cascabel al gato”, menos lo pueden ellos que tiemblan con la sola idea que asomase en el extremo de sus fronteras”.
A fines de julio Peñaloza se va a Guaja. Desde allí le escribe a Paunero denunciando que ni Sarmiento ni Barbeito han respetado las amnistías ni el plan de paz y que continúan hostigándolo.
A principios de octubre del ’62, el gobernador Villafañe renuncia argumentando que no puede gobernar sin el apoyo del Chacho, pero que no está dispuesto a apoyarlo.
Barbeito en San Luis y Posse en Córdoba comienzan a ver nuevamente montoneras en su territorio y le escriben a Paunero. Este le pide a Peñaloza que aquiete a su gente, quien a su vez les pide paciencia y confianza.
En los primeros meses del año ’63 Peñaloza no puede, o no quiere, contener a los riojanos que se lanzan sobre las provincias vecinas y Paunero manda a Sandes a reprimir las montoneras.
Sandes tiene un encuentro con fuerzas chachistas, y, como era su costumbre, todos los prisioneros son fusilados. Los sobrevivientes escapan en busca del Chacho. Sandes le escribe al Chacho que ha sido comisionado para operar en San Juan, San Luis y La Rioja y le exige la entrega de Puebla y Ontiveros.
Peñaloza le contesta: “no tomaré medidas en abierta oposición a la voluntad de los pueblos, que, cansados de una dominación despótica y arbitraria, se levantan unánimemente. No puede usted oponerse al torrente invencible que se llama “voz del pueblo”.
Sarmiento, Director de Guerra de Mitre, es su peor enemigo y le declara la guerra abiertamente.
Frente a la traición, Peñaloza regresa a La Rioja. El Chacho arenga a su gente: El viejo soldado de la Patria os llama en nombre de la Ley de la Nación, para combatir y hacer desaparecer los males que aquejan a nuestra tierra.
¿Qué siente por ese Chacho
 la paisanada devota?
Lo sigue sin desertarse
en el triunfo o la derrota
(Triunfo del Chacho – Triunfo de E. Falú y L. Benarós)

En abril Peñaloza convoca a una guerra nacional contra los “salvajes”, confiando en que Urquiza reaccionaría y tomaría el mando, pero esto no ocurre y a mediados del mes le escribe a Mitre una explícita declaración de guerra, lo que luego se llamará “El grito de Guaja”:
“Los gobernadores de estos pueblos, convertidos en verdugos de provincias, destierran y manda matar sin forma de juicio a ciudadanos respetables sin mas crimen que haber pertenecido al partido federal. Los hombres todos, no teniendo ya mas que perder que su existencia, quieren sacrificarla mas bien en el campo de batalla”.
Sus compañeros Navarro, Saa, Nazar y Gutiérrez no reaccionaron al levantamiento propuesto. Peñaloza está solo y marcha a San Francisco (San Luis), pero se entera que Sandes está invadiendo los llanos y Taboada está La Rioja.
Vuelve a sus pagos, y, en nombre de Urquiza, se enfrenta el 20 de mayo en Loma Blanca (La Rioja), con las fuerzas comandadas por Ambrosio Sandes, secundado por el My. Pablo Irrazabal y es derrotado. Sandes fusila a todos los prisioneros y los incinera dando lugar a la famosa “Carbonera de Sandes”. Peñaloza le quita la caballada y se va rumbo a Córdoba y Posse le pide ayuda a Paunero.
Urquiza no apoyó la revuelta, por el contrario la condenó en público. El entrerriano se apura a escribirle a Mitre que el no avala lo que los caudillos del oeste proponen, mientras mantiene ambiguas posturas con el Chacho y con el puntano Juan Saa.
La revista El Mosquito de Junio de 1863 reproduce la figura agigantada de Urquiza caracterizado como Lucifer que con una mano en el hombro de un Chacho casi escuálido, y señalando a la ciudad de Córdoba dice: ¡Alli estaré contigo! a lo que Peñaloza le responde ¿Y si me deja en la estacada? (Tomado de José M. Rosa)
Sarmiento le sugiere a Mitre: “No economice sangre de gauchos, es lo único que tienen de humanos”. Al Chacho le quedaban muy pocos meses de vida. Mitre simplifica las cosas para no exponerse políticamente y declara ladrones a los montoneros y no contendientes partidarios y autoriza matarlos en cuanto se los capturaba.
El Chacho ya no puede continuar luchando con tantas diferencias. Sus adversarios con formación militar, y provistos de armas modernas, mientras que sus montoneros solo con lanzas, sables y puñales.
En junio, unas semanas después de su derrota, entra en Córdoba por el Valle de Punilla, pero el Gral. Paunero lo derrota en Las Playas y fusila a todos los prisioneros.
Huye una vez mas a La Rioja y sigue un largo recorrido para agotar al adversario que lo persigue: Sandes desde Córdoba, Iseas desde San Luis y Arredondo desde San Juan.
En Agosto reaparece en Patquía (La Rioja), con un millar de hombres salidos “del fondo de la tierra”, con la intención de llegar a La Rioja y destituir al gobernador impuesto por las fuerzas nacionales, sin embargo decide ir hacia San Juan
A fines de octubre Peñaloza se acerca a San Juan, pero Sarmiento envía al Cnel. Arredondo y a Irrazabal (chileno famoso por su torpeza intelectual y su carácter violento), que lo derrotan en Caucete (San Juan), y lo siguen hasta el sur de La Rioja. En noviembre Arredondo lo vence en el combate de Bajo del Gigante.
Sarmiento luego reconocerá que el ejército montonero de Peñaloza no estaba compuesto por “gauchos bárbaros” y dirá: “De los prisioneros tomados, solo quince de cien no tuvieron quien solicitase su libertad y los acreditase de honrados, lo que probaba que era toda gente conocida y con familia”.
El Chacho, ya viejo y cansado, se refugió en la casa de su amigo Pablo Oros en Olta (La Rioja), junto con su esposa y su hijo adoptivo. Desde allí le escribe a Urquiza: “Tomaré el partido de abandonar la situación retirándome con todo mi ejército fuera de nuestro querido suelo argentino a mendigar el pan en el extranjero antes que poner la garganta a la cuchilla del enemigo”.
Esto no iba a ocurrir. Irrazabal cruza una partida chachista, los tortura en la búsqueda del paradero del Chacho. Muchos no sobrevivieron al “cepo colombiano”, pero un tal Pancho “el Minero” es el infidente que denuncia su paradero. Este envía una avanzada de 30 hombres.
Fue en las primeras horas de la mañana del 12 de noviembre de 1863. Peñaloza, a sus 65 años, entrega su única arma (el puñal, regalo de Urquiza), al Cap. Ricardo Vera (pariente de Victoria Romero), en señal de rendición incondicional. Como Vera y Peñaloza se conocían, este supuso que tendría un trato digno de soldado a soldado. No por nada era General de la Nación.
Pero nada tan lejos de esto. El My. Irrazabal, que en ese momento tenía 44 años, llega y pregunta ¿Quién es el bandido del Chacho?, a lo que el Chacho le responde Yo soy el Gral. Peñaloza, pero no soy un bandido. Sin mediar palabra Irrazabal le quita la tacuara a un soldado, lo lancea en el vientre, lo apuñala, lo acribilla a balazos y lo decapita.
Yo he visto gemir al tigre
y vi llorando al quebracho,
han de dejar que les cuente,
como mataron al Chacho

Mudos quedan de sorpresa
 quienes lo están contemplado
 se le hundió hasta la moharra
 y el asta quedó temblando.

 Todavía moribundo pudo firme ser oído:
 ¡Cobarde!  murmura el Chacho,
 ¡matar a un hombre rendido!.
(La Muerte del Chacho – Romance de L. Benarós)

El 12 de noviembre de 1863 el asesino informa al Cnel. José Arredondo: Pongo en conocimiento de VE el buen éxito de nuestra jornada, que ha dado el triunfo sobre el vandalaje.
Expone su cabeza en una pica en la Plaza de Olta, le corta una oreja y se la envían a Natal Luna en La Rioja, quien la tendrá durante mucho tiempo sobre su escritorio.
Peñaloza diz’ que es muerto,
no hay duda que así será,
tengan cuidado salvajes,
no vaya a resucitar.

Al conocer la noticia Sarmiento exclamó: “No sé qué pensarán de le ejecución del Chacho. Yo inspirado en los hombres pacíficos y honrados he aplaudido la medida precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza al inveterado pícaro, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”.
Dicen que Mitre desaprobó las palabras de Sarmiento y la muerte del Chacho por no ajustarse a derecho. Peñaloza era un General de la Nación y debió juzgarse en un Consejo de Guerra. José Hernández le anticipó a Urquiza… “no se haga ilusiones General Urquiza. El puñal que acaba de cortar el cuello del General Peñaloza, bajo la infame traición de los unitarios en momentos de proponerles paz, es el mismo que se prepara para él en medio de las caricias y de los halagos que le prodigan traidoramente sus asesinos”.
Paradójica y simultáneamente, mientras Sarmiento ordenaba la muerte de Peñaloza, Mitre fundaba el Colegio Nacional de Buenos Aires, homologías de la “civilización y la barbarie”.
Victoria Romero, con sus 60 años a cuesta, es tomada prisionera, torturada y llevada a San Juan. Despojada de todos sus bienes es obligada a barrer la plaza principal, engrillada, por orden del Gobernador Sarmiento.
Este condecora a Irrazabal por la muerte de Peñaloza, pero esta distinción no lo libra de un estado de locura en que cae, viendo en cada remolino de viento y tierra a la montonera chachista que lo persigue. Renuncia al ejército por vergüenza, pero la superioridad no se la acepta y lo cambian de destino.
Algunos años después Martina Chapanay, hija de un compañero de armas del Chacho y miembro de su montonera como rastreadora y baqueana, se encuentra en un baile de oficiales con Irrazabal y lo desafió a duelo, pero este rehusó argumentando que no me bato con ladrones. Martina, sin negar los hechos le responde jamas me quedé con nada porque lo repartí con los pobres.
Designados los padrinos y resuelta la situación de quien se había sentido mas ofendido, la Chapanay le cede a su rival la elección del arma. Sería duelo a sable.
Antes del inicio del duelo Martina lo increpa “defendete, porque te voy a matar como matan los hombres, no como vos asesinaste al Chacho”.
Irrazabal queda preso de sus recuerdos y con un ataque de nervios y aparentes convulsiones se retira del duelo de manera vergonzosa.
En 1864 Victoria Romero le escribe a Urquiza relatando todas sus penurias y solicitando ayuda para recuperar sus bienes, pero esta nunca vendrá. Ella muere en 1889, a los 85 años.
Viuda durante 25 años, su historia se fue perdiendo. La entierran por pedido suyo en Atiles, cerca de Malanzán, tal vez como señal velada de donde quedaron enterrados los restos de su esposo descuartizado.
Queda en nuestra historia saber quienes eran los salvajes y quienes “la gente decente”. Joaquin V. González dijo: “En ningún período de la historia política, La Rioja presenció mayores horrores que en el quinquenio que siguió a su muerte”.
Quien fuera juzgado como un bárbaro a quien seguía el gauchaje le escribe en alguna oportunidad a Marcos Paz “…esa influencia, ese prestigio lo tengo porque como soldado he compartido al lado de ellos por espacio de 43 años, compartiendo los azares de la guerra, los sufrimientos de la campaña, las amarguras del destierro y he sido con ellos mas que jefe un padre que he mendigado el pan del extranjero prefiriendo sus necesidades a las mías propias.
Y por fin como argentino y como riojano he sido siempre el protector de los desgraciados, sacrificando lo último que he tenido para llenar sus necesidades. Así es señor, tengo influencia y mal que les pese, la tendré”.
¿Quien fue quien?: amigos y enemigos íntimos

Lo que luego sería nuestro país, se debatía en el campo de la diplomacia, la política y la guerra. Costaba encontrar un camino que conformara a todos.

¡¡ Que difícil resultaba en la época (y aún hoy), entender los vaivenes de la política, ya que nada en la época era blanco o negro ¡!. Todo fue muy confuso.

¿Quiénes eran amigos y enemigos? ¿Cuánto duraba la amistad, y cual era el “precio” para pasar de un bando a otro? En algunos casos fueron las desavenencias, las envidias, los espacios de poder, pero en otros fue el dinero y los sobornos de todo tipo. Veamos algunos ejemplos:
  •    Los unitarios en lo político, luego liberales en lo filosófico y centralistas por sus propios intereses económicos estaban representados por Mitre. Pero los unitarios/liberales del interior, como Sarmiento, no tenían mucho que ver con los unitarios/liberales del puerto.
  •   Los federales/conservadores centralistas por su parte, como Rosas, mantenían fuertes diferencias con los federales autonomistas del interior, como Peñaloza.
  •   Quiroga y Peñaloza (federales del interior), pelean contra Lamadrid (unitario que venía de las filas de Belgrano en el Ejército del Norte), en El Tala.
  •   Urquiza (acompañado en ese momento en la tropa por Sarmiento y Mitre), luchan contra Rosas en Caseros, y poco tiempo después Urquiza (acompañado por Paunero), se enfrenta contra Mitre en Cepeda y Pavón.
  •   Irrazabal se incorpora al ejército de Rosas luego de Caseros, pero luego se pasa al bando contrario y pelea con Mitre en Cepeda y Pavón.
  •    Algún tiempo después Peñaloza y Lamadrid pelean contra los federales en Rodeo del Medio.
  •   En Catamarca, La Rioja y San Juan se suceden traiciones tras traiciones.
  •   Paunero, con los avales de Mitre y Sarmiento inician sendas controversias contra Urquiza y declaran la guerra a Peñaloza.

El centralismo porteño

Para entender como se llega al centralismo de hoy debemos repasar, aunque sea brevemente, el centralismo de ayer, o mejor dicho el de siempre.

En las vísperas de la fundación de Buenos Aires en 1580 ya existían tres ciudades, que, aunque pobres, pretendían ser prósperas: Santiago del Estero, Tucumán y Córdoba. Las tres unidas por el camino a la plata del Potosí (fuente de la riqueza de los conquistadores españoles).

A alguien se le planteó (un tal Juan Matienzo), la necesidad geopolítica de “una puerta a la tierra”, es decir una salida al Atlántico mas o menos donde don Pedro de Mendoza había fundado la primera Buenos Aires.

Así nació la Buenos Aires de Juan de Garay, que de ser “la mas pobre ciudad de las Indias”, va buscando un destino que no encuentra hasta bastante tiempo después.

Al decir de Félix Luna, los porteños de aquella época padecían necesidades, y no tenían ningún elemento para sobrevivir ni podían fabricarlo, y es así como comienzan a vivir del contrabando, recurso cómodo y una triste manera de nacer como ciudad. A pesar de los primeros esfuerzos de Hernandarias (Hernando Arias de Saavedra), los porteños adquirieron la costumbre sistemática de burlar la ley.

Al decir de J.L. Romero, Hernandarias, patriota y gran administrador, ya a los inicios de los 1600 comprendió que Asunción y Buenos Aires “no eran compatibles”. Una fruto del esfuerzo de su gente, la otra producto del contrabando. Este, hijo de la libertad de los mares, floreció y contribuyó a formar una rica burguesía porteña.

Con el correr de los años las provincias proponen que cada una se especialice en ciertas producciones con una especie de “perímetro de protección” de las otras. La Rioja con aguardiente y vino; Santiago del Estero con tejidos y mulas; Córdoba con carretas, Catamarca con tejidos y “cada cual con lo suyo”.

¿De que se ocuparía Buenos Aires si su mejor negocio era el comercio ilícito? ¿Con que pagarían los porteños el contrabando que recibían? El ganado bovino se había multiplicado generosamente en “la pampa” y los vecinos comienzan a organizar “las vaquerías”, que no fueron ni mas ni menos que cacería de vacas “desgarretadas” para el solo aprovechamiento del cuero para su comercialización.

Estas vaquerías sirvieron para fijar límites geográficos, por ejemplo entre Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba para evitar las disputas territoriales de las cacerías.

Hacia 1715 el Cabildo prohíbe las vaquerías porque “si siguen así las cosas, nos vamos a quedar sin cueros y en cueros”

Por su parte los comerciantes de Lima comienzan a quejarse contra Buenos Aires ya que esta, no solo era la puerta de entrada del contrabando sino que también era la puerta ilegal de salida de la plata del Potosí, con lo que provocaba un incontrolable drenaje de divisas.

El primer mapa de lo que sería el territorio argentino comenzaba a dibujarse en 1776 cuando las gobernaciones del Río de la Plata, del Paraguay y del Tucumán y los territorios de Cuyo, Potosí, Santa Cruz de la Sierra y Charcas quedaron unidos bajo la autoridad del virrey Pedro de Cevallos, al crearse el Virreinato del Río de la Plata, antecedente directo del actual territorio argentino.

El tráfico de carretas se hizo intenso entre las ciudades del interior que crecían y se desarrollaban, pero, a partir de 1791, al autorizarse que las naves esclavistas regresaran a viejo continente con sus bodegas llenas de producciones regionales, la aduana porteña intensificó su tradicional política: recaudar y no repartir.

A pesar de su origen contrabandista de bienes y esclavos, Buenos Aires eleva su prestigio con la defensa contra los ingleses, sin embargo el interior, asediado por los aborígenes que defendían sus intereses, luchaba para controlarlos y la mayoría de las provincias acudían con su gente, salvo Buenos que siempre tuvo alguna excusa para no hacerlo. Esta actitud generó aún mas diferencias entre los intereses políticos de ambos sectores.

A partir del Gobierno de la Primera Junta la relación entre Buenos Aires y las provincias del interior se fue tensando, y estas cada vez reforzaban mas la sospecha que la Revolución solo había sustituido el despotismo de Madrid por el de Buenos Aires. Artigas era el guía de este pensamiento anti centralista contra los porteños.

La Junta de Gobierno debía afrontar las relaciones con el resto del virreinato. Montevideo, Asunción, Córdoba y Mendoza mostraron su hostilidad frente a Buenos Aires que entrecruzaba intereses: los liberales y conservadores por sus opiniones, los porteños y los del interior por sus intereses, y estos comienzan su cruzada contra la aduana y su funcionamiento.

Había que ajustar el virreinato al nuevo país y la hegemonía de Buenos Aires (puerto y aduana), dominaba al resto del país, que languidecía.

Con el pasar de los años los resentimientos se fueron acentuando de manera dramática. Por un lado Buenos Aires se sintió eximida de su condición de hermana mayor (¿?), pero sede del Gobierno Nacional. Los derechos de aduana que recaudaba fueron dedicados exclusivamente a cubrir sus propias necesidades de la mano de Bernardino Rivadavia, un “progresista” a costa de los intereses del interior.

Mientras que en Buenos Aires existía un gobierno (ya sea Primera Junta, Junta Grande, Triunviratos o Directorios), convencido que fue heredero de todos los derechos, recaudaba dinero a través de la aduana y lo destinaba mayoritariamente a la propaganda interna y externa de la causa, sin embargo tanto Belgrano como San Martín luchaban a brazo partido no solo sus batallas independentistas sino también contra el centralismo.

En 1813 se produce el estallido entre Buenos Aires y las provincias cuando la Asamblea rechaza las credenciales de los federalistas de Artigas. A medida que pasaban los meses la situación se agravaba.

Alvear y sus seguidores aumentan sus pretensiones porteñistas contra los hombres que surgían liderando las poblaciones del interior. En 1816, los diputados adictos a Buenos Aires enviados a Tucumán, apoyarían solamente un régimen centralista, mientras que los seguidores de las ideas artiguistas propondrían un régimen federal.

En 1818 Francisco “Pancho” Ramírez vence a Buenos Aires en la batalla de Saucecito mientras San Martín ganaba Maipú empeñado en liberar de realistas a los territorios sudamericanos y opuesto a participar en las guerras civiles internas.

El Congreso de 1819, que sesionaba en Buenos Aires, sanciona una Carta Constitucional para las Provincias Unidas inspirada solo en los principios aristocráticos y centralistas que el interior rechaza de pleno.

En 1820, luego del Tratado de Pilar (que proclamaba la unidad nacional dentro del sistema federal propuesto por Artigas), comienza una etapa donde las provincias buscan su propio destino mientras Rivadavia se esforzaba en hacer crecer solo a Buenos Aires a expensas del resto del pías, incluyendo la creación de colegios que recibieran a provincianos para “empaparlos” de las ventajas del centralismo. Quiroga enarbola la bandera antirivadaviana.

A mediados de la década de ’20 las provincias reclamaban una constitución mientras que Buenos Aires le escapaba a esta responsabilidad, que se realizarse, seguramente atentaría contra sus intereses. De esta manera el Congreso sanciona la Constitución Unitaria de 1826 que establece un régimen centralista, y legitima la designación de Rivadavia como Presidente y a Buenos Aires como Capital.

El rechazó de esa Constitución por parte del interior, y el fracaso diplomático para terminar la guerra contra Brasil acabó con el suelo rivadaviano.

La guerra civil recomienza y al inicio de los ’30 “dos naciones” se enfrentan, cada una defendiendo sus intereses y concepción política.

Estanislao López en el litoral, Facundo Quiroga en el interior y Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires compartían principios, sin embargo todos ellos competían por un liderazgo nacional.

López y Quiroga apresuran una reunión del Pacto Federal. Rosas se opone dejando sus argumentos reflejados en la Carta de Hacienda de Figueroa en 1834, que reflejó el pensamiento de Rosas, quien impuso su punto de vista y gobernó otros 17 años mas.

La guerra con Brasil, el fusilamiento de Dorrego por cuenta de Lavalle, el avance de la política librecambista y la postura de Rosas en contra de la defensa de las industrias regionales (vinos, trigo, cueros), termina con el Pacto Federal entre Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes.

Muerto Quiroga, cuyo prestigio continuaba creciendo, Rosas consolidó la hegemonía de Buenos Aires controlando el crecimiento de las provincias del litoral y del interior. El puerto seguía beneficiando solo a Buenos Aires y en pocas manos.

Si bien Rosas habló siempre de Federación, su gobierno fue obstinadamente centralista. Desde Buenos Aires recaudaba para si y solo entregaba subsidios a algunas provincias en caso de estricta necesidad.

El centralismo de la Federación cosechaba cada día mas adversarios. Por untado genuinos unitarios como Lamadrid, y por el otro lado federales “no centralistas” desilusionados con el sistema vigente.

Urquiza deja de prestarle apoyo a Rosas ya que sus intereses chocaban abruptamente con los de Buenos Aires.

Sin que Rosas tomara real conciencia, Urquiza enarbola la bandera de la rebelión de las provincias, hasta derrotarlo en la batalla de Caseros en 1852.
En realidad no fue una lucha de unitarios contra federales, fue una “interna” federal donde un viejo caudillo es sustituido por un nuevo caudillo.

Luego del triunfo de Urquiza en Caseros, batalla a la que se llega por la “guerra aduanera” con Rosas, se sanciona la Constitución Nacional del ’53. El federalismo impone dos acuerdos: la nacionalización de las rentas aduaneras y la transformación económica y social del país.

Los viejos unitarios comienzan a entender la necesidad de llegar a la unidad nacional pero en un régimen federal, pero la unificación no sería posible debido a las asimetrías en el desarrollo económico de las diferentes regiones.

A mediados del ’53 las 14 provincias, a excepción de Buenos Aires, juran la Constitución, y la tensión entre ambos “países” termina en una abierta guerra económica. Buenos Aires poco tiempo después se declara como estado independiente.

El conflicto político de San Juan en 1858 que termina con el asesinato del Gobernador de San Juan y amigo de Peñaloza, Nazario Benavidez,  promueve la movilización de los ejércitos que terminan enfrentándose en Cepeda en 1959, donde Urquiza vence a Mitre.

El Pacto de San José de Flores establecía las pautas para el ingreso de Buenos Aires a la Confederación, que verificaría su adhesión por medio de la aceptación y jura solemne de la Constitución de 1853, previa revisión de la misma. En 1860 (siete años después), luego de muchas idas y vueltas, Buenos Aires jura la Constitución.

Otro conflicto en San Juan y la declaración de nulidad del Pacto de San José de Flores genera que la Confederación intervenga Buenos Aires. Urquiza y Mitre se enfrentan en Pavón en 1861 “previo arreglo de los resultados” y con la vergüenza del retiro de Urquiza se inicia el dominio absoluto del dominio de Mitre.

La eventual estabilidad política del gobierno de Mitre contrasta con la creciente inestabilidad social, y fueron las provincias del interior, con Peñaloza a la cabeza, quienes mejor representarían el descontento del acuerdo Urquiza-Mitre como alianza para beneficiar a las regiones mas privilegiadas del país.

Se inicia una brutal escalada de eliminación de caudillos del interior como Virasoro, Peñaloza y mas tarde Urquiza, a través de lo que José Hernández llamó “la política del puñal”.

El 20 de setiembre de 1880 una Ley del Congreso Nacional convierte a Buenos Aires en la Capital Federal de la República Argentina.
Los porteños mas extremistas entendieron que el ciclo de enfrentamientos estaba cerrado, sin embargo el reclamo de la nacionalización de la renta aduanera seguía estando en la agenda de los dirigentes del interior.

Dos grandes partidos se enfrentaban: el federal de Urquiza y el liberal de los porteños, pero las luchas internas de estos últimos dio lugar a la subdivisión de los autonomistas de Alsina (que reivindicaban la Aduana para la Provincia de Buenos Aires), y los “nacionalistas” de Mitre, que comenzaba a mirar resueltamente hacia el exterior beneficiando a unos pocos. Al decir de este se debe lograr la unidad nacional por las buenas o por las malas, sin embargo su espíritu centralista estaba lejos de los “trece ranchos” como llamaba a las provincias.

Los movimientos demográficos ampliaron las asimetrías. Solo Buenos Aires incremento su población 53 % en solo diez años (1865-1875).
La expansión de los ferrocarriles solo beneficiaba a Buenos Aires y los porteños, con una ciudad totalmente europeizada, hicieron galas de sus diferencias con el interior.

Durante la existencia de la “república liberal”, entre 1880 y 1916, se acentuaron las asimetrías demográficas hacia la región pampeana y litoral. Entre 1895 y 1914 tanto Buenos Aires como Rosario en menos de 20 años aumentaron su población 2,5 veces en detrimento del “interior”.

Los ferrocarriles privados explotarían las áreas ricas y el estado las “áreas improductivas” al decir de Roca y Juárez Celman. Ya en nuestros días algunos políticos “progresistas” los imitarían.

En los primeros años del 1900 el radicalismo de Yrigoyen aglutina a los pequeños y medianos productores rurales contra la política de Alsina. A pesar de los esfuerzos colonizadores y las políticas de inmigración, gracias a lo cual comenzaba a haber mas propietarios de la tierra, la población rural decreció a un ritmo de 1 % anual entre 1916 y 1930.

Esta población rural estaba compuesta por chacareros, peones y operarios de la caña de azúcar, vid, frutas, algodón, yerba y madera, con escasa posibilidad de ascenso económico y social. Por el otro lado las grandes ciudades crecían y desarrollaban a una nutrida “clase pudiente”.

Comienzan a aparecer los “nuevos caudillos” del interior contra la política conservadora, mientras que la estructura económica fundada en el latifundio y los frigoríficos se mantenía incólume y la situación de las clases sociales menos favorecidas empeoraba.

Entre 1930 y 1943 la política conservadora en manos de Justo, profundiza una red caminera pampeana que inquieta a los intereses de los ferrocarriles ingleses. A fines de 1940 las migraciones internas se profundizan y más de 3 millones de personas salieron de sus lugares de nacimiento. El 50 % se radicaría en el Gran Buenos Aires, el 28 % en el Litoral y el 22 % en algunas ciudades del interior.

Durante el período 1943-1955 el peronismo fomenta fuertemente la industrialización y los grandes centros urbanos vuelven a promover migraciones internas que exageran las diferencias con el interior. Entre 1936 y 1947 los emigrantes del interior pasan de 12 % a 30 %.

Sería durante el gobierno de facto de Onganía que su ministro de economía. Adalberto Krieger Vasena, en 1967, consolidara las retenciones a las exportaciones agrícolas, suprimiera subsidios indirectos a las economías regionales y con una gran masa de dinero construyera “en el interior” obras para beneficio de la Capital Federal y Gran Buenos Aires, como los complejos hidroeléctricos El Chocon, Nihuil, el túnel subfluvial Santa Fe - Paraná y los accesos a la Capital Federal.

El interior se subleva una vez mas y el “Cordobazo” de 1969 “hiere de muerte” al gobierno militar de Onganía. Las crisis políticas e ideológicas se suceden. Los problemas entre “el puerto” y “el resto” parecieran haber desaparecido, pero fue solo un manto de horror el que tapó un viejo error.

Fue José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía de la junta Militar (…y descendiente del primer administrador de la aduana porteña en épocas coloniales, contrabandista y esclavista reconocido), quien redujo la presencia del estado en la economía nacional y el mandato ideológico y pragmático de su pariente se encarnó nuevamente, sacrificando la industria nacional (cierre de fábricas, especulaciones financieras privadas, ganancias rápidas y generación de “la patria contratista” en el corazón de la Capital Federal).

Algunos años después solo los “hijos del interior” volverían a ser sacrificados en la guerra de las Malvinas como lo fueron también en las de la independencia donde siempre hubo un solo ganador: el puerto de Buenos Aires.

Las crisis políticas volvieron a enmascarar los problemas de fondo y con tal de afianzar la necesaria institucionalidad democrática durante el gobierno de Alfonsín, se postergaron las políticas de distribución de ingresos entre clases y provincias.

Carlos Menem privatiza empresas estratégicas y Cavallo, su ministro de economía, comienza a imponer el concepto de “provincias inviables”, con fuerte concentración de capitales en pocas manos. La alianza opositora tampoco consiguió revertir las asimetrías, y los cambios de frente de centro izquierda original a nuevamente una centro derecha “cavallista” no resolvió el problema.

La caída del gobierno de De la Rúa, la presencia de muchos Presidentes en pocos días, la transición de Eduardo Duhalde y la imposición de su delfín (en ese momento), Néstor Kirchner y luego la esposa de este, Cristina Fernández, daría lugar a una Argentina traicionada por los “porteños del interior”, que rápidamente se acomodaron, como tantos otros, a las tan afamadas diez manzanas alrededor de la Casa Rosada.

Pocas veces se vio, en los últimos tiempos, un gobierno que concentrara tanto poder para manejarlo discrecionalmente disfrazado de “política federal”. Pocas veces también se ha visto la complicidad de la oposición en este sentido.

Todos pregonan por una ley razonable de coparticipación federal, pero pocos hacen algo por ella. Antes recaudaba la Aduana y el poder central no distribuía o distribuía mal. Hoy se recauda a través de numerosos impuestos y retenciones, muchos de los cuales no son coparticipables a pesar que todo el país genera las ganancias.

Hernandarias, Artigas, Castelli, Belgrano, San Martín y tantos otros no podían estar equivocados cuando se oponían al centralismo de Buenos Aires. Todo nace y muere en el puerto, hasta hoy. O se está de acuerdo con él o persiste el riesgo es ser eliminado. Así fue, y parece que así será hasta, que haya muchos Peñaloza. Nosotros, los del “interior profundo” (como les gusta decir a muchos periodistas porteños), seguiremos esperando.
Mendoza, fines del 2011
Anexo 1
Sinopsis de la participación de Ángel Vicente Peñaloza en más de 30 batallas en 37 años (1826 – 1863), en las tres etapas políticas de su vida. (Los apellidos en negritas indican al victorioso)


Federales y/o Confederación Argentina

AÑO

Batalla
Unitarios y/o
Ejército Grande
Quiroga -Peñaloza
27-10-26
El Tala  (Catamarca )
Lamadrid
Quiroga -Peñaloza
06-07-27
R. de Valladares  (Tucumán)
Lamadrid
Quiroga -Peñaloza
1829
Serrezuela (Córdoba)
Allende
Quiroga -Peñaloza
22-06-29
La Tablada  (Córdoba)
Paz
Quiroga -Peñaloza
25-02-30
Oncativo (Córdoba)
Paz
Brizuela -  Peñaloza
¿?-¿?-31
Amilgancho  (La Rioja)
Villafañe
Quiroga - Peñaloza
04-11-31
La Ciudadela  (Tucumán)
Lamadrid
Llanos
¿?-¿?-40
Algarrobal Largo (La Rioja)
Peñaloza
Pacheco
24-09-41
Rodeo del Medio (Mendoza)
Lamadrid - Peñaloza
Benavidez
18-07-42
El Manantial (Tucumán)
Peñaloza
Rentería
17-05-42
Copacabana (Catamarca)
Peñaloza
Nieva y Castillo
¿?-06-42
Catamarca (Catamarca)
Peñaloza
Gutierrez

Los Aguirre (Tucumán)
Peñaloza
Benavidez
15-01-43
Ilisca (La Rioja)
Peñaloza
Burgos
02-02-43
Vinchina (La Rioja)
Peñaloza
De los Ríos
08-02-43
Leoncito (La Rioja)
Peñaloza
Tello
01-02-45
Tama (La Rioja)
Peñaloza
Tello
09-02-45
Telarillo (La Rioja)
Peñaloza
Peñaloza
09-09-48
Los Sauces (La Rioja)
De la Mota
Rosas
03-02-52
Caseros (Buenos Aires)
Urquiza
Urquiza
23-10-59
Cepeda (Santa Fe)
Mitre
Urquiza
18-09-61
Pavón (Santa Fe)
Mitre
Peñaloza
10-02-62
Río Colorado (Tucumán)
Del Campo
(Peñaloza) – C. Quiroga
09-03-62
Agta. de los Valdeses (La Rioja)
Sandes
Peñaloza
11-03-62
Salinas de Moreno (La Rioja)
Sandes
Peñaloza
12-04-62
Casas Viejas (La Rioja)
Ortiz
Peñaloza
21-04-62
Sitio de San Luis (San Luis)
Barbeito
(Peñaloza)
27-04-62
S. Isidro de las Mulitas (La Rioja)
Rivas
Peñaloza
02-05-62
Los Gigantes (La Rioja)
Rivas
Peñaloza
¿?-¿?-62
Las Salinas (La Rioja)
Rivas
Peñaloza
20-05-63
Lomas Blancas (La Rioja)
Sandes
Peñaloza
28-06-63
Las Playas (Córdoba)
Paunero
Peñaloza
30-10-63
Caucete (San Juan)
Irrazabal
Peñaloza
09-11-63
Bajo del Gigante (La Rioja)
Arredondo

Alguna bibliografía recomendada

·         ANDRADE, O. Oda al General Ángel Vicente Peñaloza
·         BAZÁN, A.R. 1991. Historia de La Rioja. Ed. Plus Ultra. Buenos Aires
·         CHÁVEZ, F. 1974. Vida del Chacho. Ed. Theoría. Buenos Aires
·         CHUMBITA, H. 1999. Jinetes rebeldes. Ed. Vergara. Buenos Aires
·         DEL FRADE, C. 2005. José Hernández y el asesinato de Peñaloza. Argenpress. Info
·         FEIMANN, J.P. 2003. La sangre derramada. Seix Barral, Buenos Aires, 384 p.
·         GARCÍA MELLAD, A. Montoneras y caudillos en la historia argentina.
·         GUTIÉRREZ, E. La muerte de un héroe
·         HERNÁNDEZ, J. 1967. Vida del Chacho. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires
·         HERNANDEZ, J. La guerra de exterminio. Agenda de Reflexión. 234 (3). Buenos Aires.  www.agendadereflexion.com.ar
·         LUNA, F. 1971. Los caudillos. Ed. Peña Lillo. Buenos Aires
·         LUNA, F. 1993. Breve historia de los argentinos. Ed. Planeta. Buenos Aires. 288 p.
·         MERCADO, G.M.1966. La degollación del Chacho. Ed. Theoría. Buenos Aires
·         O’ DONNELL, P. 2008. Caudillos federales. Grupo Editorial Norma. 351 p.
·         O’ DONNELL, P. 2006. Historias Argentinas. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 352 p.
·         ROMERO, J.L. 2008. Breve historia de la Argentina. Fondo de la Cultura Económica. Ed. Tierra Firme, 216 p.
·         ROSA, J.M. 1973. Historia Argentina. Tomo VI. Ed. Oriente SA. Buenos Aires. 431 p.
·         ROSA, J.M. 1973. Historia Argentina. Tomo VII. Ed. Oriente SA. Buenos Aires. 381 p.
·         SARMIENTO, D.F. El Chacho, último caudillo de la montonera de los llanos
·         http://es.wikipedia.org
·         www.revisionistas.com.ar

Agradecimiento

Quiero agradecer al Profesor Aníbal Mario Romano la revisión de este escrito, aunque posiblemente algunos no saben quién es.

Para sus pares es un Miembro de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, pero para mí es un hermano de la vida en los últimos 50 años, y al que puedo “tener a mano” en las buenas y en las malas.

No puedo decir el “hermano que nunca tuve” (… como dicen las novelas), porque tuve uno aunque no lo compartí casi nada por las tristes circunstancias que nos tocó vivir, y ahora, que tengo más tiempo para intentar ganar lo perdido, a él lo tocó irse demasiado temprano.

Al “gordo Romano” todavía lo tengo y quiero disfrutarlo aunque no lo vea todos los días. Con los recuerdos me basta.

Cuando le llevé el borrador de este escrito para que corrigiera mis errores históricos o de interpretación, se tomó todo el tiempo, y como a sus miles de alumnos revisó palabra por palabra para darme su opinión y su crítica.

No me devolvió solamente los papeles con las observaciones. Se vino a mi casa, cenamos juntos en familia y cuando todo terminó cambió su lugar en la mesa (tomó la cabecera), se puso los anteojos, y en silencio casi sepulcral, y página por página, fue dándome su opinión de los hechos que relato.

Por eso y mucho más, GRACIAS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.