El 28 de septiembre del año 1966, durante el Gobierno de facto del General Juan Carlos Onganía, un grupo de jóvenes civiles, militantes de un comando peronista de “izquierda”, denominado Movimiento Nueva Argentina (MNA). Estos pertenecían al nacionalismo católico. Acompañados por un conocido periodista, secuestraron un avión DC4 de Aerolíneas Argentinas que, con rumbo a Rio Gallegos, fue desviado a Malvinas con el objetivo de izar la bandera nacional y cantar el himno en las islas luego de 133 años. Esta acción llevó como nombre Operación Cóndor.
Con armas intimidatorias
pero sin proyectiles (ya que se trataba de una acción pacífica), cumplieron con
el objetivo planteado. Casualmente, entre los pasajeros del avión se encontraba
el Gobernador de facto del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del
Atlántico Sur, Contraalmirante José María Guzmán, ante quien ofrecieron
las armas antes de entregarlas a los militares ingleses y solicitaron que
siendo la máxima autoridad argentina, ejerciera sus funciones ante los
militares ingleses.
Lejos de
aceptar esto, el funcionario pidió alojarse en la casa del Gobernador de las
islas, tratando a los militantes de “locos y terroristas”, y despegándose de la
acción. Ante la
requisitoria de los efectivos británicos de la isla para que se rindan,
entregaron las armas al piloto del avión y fueron protegidos por la iglesia
católica del archipiélago.
Los 18
jóvenes, entre 18 y 32 años, fueron devueltos al continente para ser
encarcelados en Ushuaia, donde recibieron malos tratos a pesar de la bienvenida
que el pueblo civil les había brindado. Muchos de ellos murieron años más tarde
bajo las balas del peronismo de derecha y luego de la dictadura militar
implantada en 1976.
Unos pocos
sobrevivientes siguieron dando testimonio de la Operación Cóndor, en la que la
Justicia no encontró delito en el accionar del operativo en las islas, pero sí
por portación de armas y privación ilegítima de la libertad.
Corría el año 1966. La Operación Cóndor fue el
nombre del primer secuestro de un avión DC4 de
Aerolíneas Argentinas que fue desviado a Malvinas con el objetivo de izar la bandera
nacional en las islas luego de 133 años.
Se llevó a cabo el 28 de septiembre.
¿Quiénes
lo llevaron a cabo?
Un grupo de 18
jóvenes de entre 18 y 32 años, integrantes de un comando peronista de
“izquierda”, el denominado Movimiento Nueva Argentina (MNA),
nacionalismo católico escindido
del Movimiento Nacionalista
Revolucionario Tacuara (MNR-T), planificó el secuestro de manera muy sigilosa a
los fines de evitar que otro grupo de la interna “le ganara de mano”.
Tacuara fue una organización política argentina de
extrema derecha, falangista, fascista y neonazi que actuó entre 1957 y 1966.
Estos jóvenes fueron:
Dardo Cabo (25): Periodista, obrero metalúrgico y Jefe de la operación; María
Verrier (27): periodista, única mujer del grupo y novia de Dardo Cabo; Juan
Carlos Rodríguez (31); Andrés Ramón Castillo (23); Pablo Tursi (29); Alejando Armando
Giovenco (21); Aldo Omar Ramírez (18); Edgardo Jesús Salcedo (24); Ramón Adolfo Sánchez; Edelmiro Ramón Navarro (27);
Juan Carlos Bovo (21); Víctor Chazarreta (32); Pedro Bernardini (28); Fernando
José Aguirre (20); Fernando Lisardo (20); Luis Francisco Caprara (20); Ricardo
Alfredo Ahe (20); Norberto Eduardo Karasiewicz (20): responsable de la toma de
prisioneros
En 1966, Karasiewicz era obrero de la
UOM (Unión Obrera Metalúrgica), que participaba activamente de la resistencia
peronista, nacida bajo las bombas del golpe de 1955.
Edelmiro Navarro, compañero de
militancia y del operativo, fue quien lo acercó a Dardo Cabo,
ideólogo del plan. Enseguida se pusieron manos a la obra.
"Nos
llevó bastante tiempo hasta reunir a los muchachos. Hicimos como un retiro
espiritual, por si alguno quería desistir. Ahí nos repartimos las tareas e
hicimos inteligencia previa sobre el lugar donde aterrizar y las distintas
alternativas".
Pese al temor por tamaña empresa, el
metalúrgico no dudaba: "Estábamos tan pero tan seguros de lo que íbamos a hacer, que
solamente pensábamos en el rol de cada uno. Yo me encomendé a Dios y a la
Virgen y les pedí que me protegieran. Eso me dio un escudo para hacer lo que
debía".
Un personaje
extraño al movimiento también fue parte de la aventura, obsesionado con la
“causa Malvinas” y en la búsqueda de primicias y exclusividades periodísticas.
Este fue Héctor Ricardo García, periodista y fundador del Diario Crónica, quien
había tomado contacto con Cabo algunos días antes.
Los preparativos
La noche
anterior al día del vuelo a secuestrar, Cabo llega a un local de la UOM, en la
zona norte. Allí se encuentra con cinco de su grupo. El resto se presentaría
directamente en el Aeroparque Jorge Newbery.
El fundador de Crónica apareció en Aeroparque cargando los bolsos de corresponsal. “Me había olvidado de decirte que el enviado era yo”, le confiesa socarronamente el periodista al líder de la misión.
¿Por qué esa fecha?
El Operativo Cóndor estaba planeado
para el 20 de noviembre, día de la Soberanía, pero la agenda política del 28 de septiembre en la Argentina, el día del
operativo, contenía otros “condimentos” que obligaron a adelantarlo: el
Canciller Nicanor Costa Méndez abordaría el tema Malvinas ante la Asamblea de
la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y el propio Presidente de facto
Juan Carlos Onganía, esa misma jornada debía asistir a una reunión de hipismo
con el príncipe Felipe, consorte de la reina de Inglaterra, de visita oficial
en el país.
Onganía hacía apenas tres meses había derrocado al gobierno constitucional de Arturo Illia, instaurando un nuevo gobierno de facto.
Con la noticia instalada, distintos sectores gremiales se manifestaron secretamente en apoyo al Operativo Cóndor y José Timoteo Vandor (Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica), llegó a amenazar con un paro general.
Vandor, apodado “el Lobo”, un ex cabo de la Armada Argentina, fue fundador del “neoperonismo “o “peronismo sin Perón”.
El desarrollo del secuestro
Esa noche,
cada uno por su cuenta, tomaron transportes públicos o fueron acompañados en
autos particulares de otros compañeros hasta el Aeroparque Jorge Newbery. Se
fueron divisando de a uno, los 18 miembros.
En la terminal aérea porteña, se mezclaron entre los pasajeros y abordaron el avión que viajaba a Río Gallegos. Sus bolsos, a diferencia del resto, llevaban ropa de fajina y armas (pistolas y fusiles que estaban descargados). El Douglas DC 4 de la línea de bandera, tenía horario de salida a las 00:34.
La nave
viajaba con 25 pasajeros, entre quienes se encontraba el Gobernador de facto del Territorio Nacional de Tierra del Fuego,
Antártida e Islas del Atlántico Sur, Contraalmirante José María Guzmán y
su edecán.
Un par de horas después de que se inició el viaje, a mitad de
camino, cuando la nave estaba a la altura de Puerto San
Julián (Santa Crzu), el operativo se activó: dos de ellos, les avisaron a las
azafatas que la nave estaba siendo secuestrada.
Dardo Cabo consiguió llegar a la cabina de los pilotos abordando al Comandante Ernesto Fernández García. Les indicaron que se trataba de un secuestro y que la nave debía ser desviada a las Islas Malvinas: No conozco la ruta dijo el piloto. Acá tenés la carta de navegación. Rumbo 1-0-5, fue la respuesta.
El lugar concreto para el aterrizaje era la misma pista en la que años
atrás, en 1964, Miguel Fitzgerald, que, en un vuelo solitario, se había
convertido en el primer argentino en hacerlo. Este permaneció en la isla solo
10 minutos, tiempo suficiente para colgar una bandera en el alambrado de la
pista de carreras de caballos y evitar que lo tomaran prisionero.
Menos de dos
horas después, la aeronave conseguía aterrizar “de prepo” y casi sin
combustible en el archipiélago austral con los comandos argentinos a bordo,
vestidos todos con anorak verde militar y portando siete banderas celestes y
blancas listas para flamear en el sur insular.
Difícil todo
porque por aquellos años una bruma suspendida a media altura, sobre los techos
de las viviendas, producto de la combustión de la turba que se utilizaba para
calefaccionar las casas, impedía
la visual.
El avión dio
varias vueltas a la zona antes de descender. El piloto, entonces, consideró que
el mejor sitio para el arribo era sin dudas la pista de “cuadreras” de caballos,
detrás del casco urbano. La llegada no fue
trágica, aunque la aeronave quedó atrapada en la turba ubicada al final de la
recta.
Al ver un DC-4 de Aerolíneas, que no
era usual, los pobladores se empezaron a acercar con curiosidad.
Los miembros
del comando emergieron incrédulos y triunfantes del interior de la nave. Cuando
lo hicieron, ya estaban rodeados por pobladores, mercenarios belgas y oficiales
del SAS (Servicio Aéreo Especial de las fuerzas armadas británicas). Los
argentinos portaban armas cortas y largas que jamás
hubieran disparado por carecer de proyectiles.
“Cuando
bajamos, sin ningún tipo de inconvenientes, tomamos prisioneras a las personas
que teníamos que tomar, para neutralizar un posterior ataque de ellos. Eso nos
permitió cumplir con todas las fases y no tener una batalla", explica Karasiewicz
en un reportaje.
Una vez en la
tierra, los ejecutores de la “Operación Cóndor” llevaron a cabo la primera y
significativa acción, que fue colgar
siete banderas argentinas en postes y alambrados cercanos al avión.
Después de eso cantaron el Himno Nacional.
Pasajeros
rezando, aferrados a los asientos del Douglas. El fotógrafo García sin parar de
disparar una foto detrás de otra. El
comando consiguió su cometido. En las islas, mientras tanto, la situación se
tornó dramática.
A las 09:57 informaron a través de la radio del avión:
“Operación Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes
y equipo sin novedad. Posición puesto Rivero. Autoridades
inglesas nos consideran detenidos. Jefe de Policía e Infantería tomados como
rehenes por nosotros hasta tanto gobernador inglés anule detención
y reconozca que estamos en territorio argentino”.
El mensaje fue captado por el
radioaficionado Anthony Hardy y retransmitido a Tierra del Fuego, Santa Cruz y
Chubut. Pronto Buenos Aires y el resto
del mundo sabrían lo que ocurría en las Islas. La presencia del fundador de
Crónica y la celeridad para difundir los hechos fueron clave para evitar que el
“onganiato” los fusilara. Se habían garantizado la cobertura mediática.
El plan era
muy sencillo: plantar las banderas argentinas y leer un comunicado titulado
“Las islas son nuestras” y trasmitirlo por frecuencia de radio. Luego
rebautizaron Puerto Argentino/Stanley como Puerto Rivero. Era la forma de homenajear al Gaucho
Rivero, aquel peón de ovejas entrerriano que en el siglo XIX había resistido a
duras penas la llegada de los ingleses.
Los ingleses miraban, dejando que el comando argentino actuara. Las banderas argentinas flameaban en Malvinas. Ninguno comprendía qué hacer ni qué más decir. ¿Había que disparar? ¿Debían ser arrestados?
El frío comenzó a hacer su trabajo sobre los cuerpos. El hambre hizo lo propio. La aventura tenía que terminarse por una inercia natural de cansancio, hastío y cierta sensación de misión cumplida.
Alguno se atrevió a decir: “Nos vamos a quedar acá porque este lugar es nuestro”. La frase parecía ser llevada por el viento frío mientras que los kelpers, habitantes de las islas, y efectivos del SAS formaban un círculo a su alrededor,
En Argentina continental, Onganía ya se enteraba y unos minutos después
expresaba en un comunicado: “la recuperación de las Islas Malvinas no
puede ser una excusa para facciosos. Es causa profunda de la vocación de
patria de cada argentino".
Mientras tanto, en Malvinas, Cabo intentó acercarse hasta la residencia
oficial del mandatario de las Islas para informarle que la misión era "reafirmar
la soberanía argentina" sobre el archipiélago y que se
trataba de una operación pacífica.
A un par de horas del inicio del operativo, los “cóndores” liberaron a
los pasajeros del avión, quienes se alojaron en casas particulares incluyendo
la del Gobernador inglés.
Durante los días siguientes el clima fue de extrema tensión debido a que
los militantes no se rendían ni tenían intención de hacerlo ante los
británicos. La mediación estuvo a cargo del párroco local, el holandés Rodolfo
Roel, quien ofició una misa a bordo de la aeronave que terminó con la entrega
de las armas, y el sacerdote se ofreció como mediador con las autoridades
inglesas.
Cosmo Haskard, el Gobernador inglés,
no estaba en las islas al momento de los hechos, por eso el poder lo ejercía
Leslie Charles Gleadell, el tesorero de Malvinas. El comandante del avión y
Roer pidieron que no tensaran más la situación, que el mundo ya sabía del
operativo, y que no había por qué derramar sangre. Después de 36 horas,
liberaron a los rehenes.
"Les dijimos que no íbamos
a agredir a nadie, que habíamos cumplido la misión y que se quedaran
tranquilos. Enseguida montaron todas las ametralladoras antiaéreas alrededor
del avión, pusieron reflectores. Montaron un operativo con los pobladores,
porque todos están armados allá. Nos pidieron la rendición por los altavoces y
amenazaban con bombardear el avión".
Cabo le dijo al Contraalmirante Guzmán. “Señor gobernador de nuestras Islas Malvinas, le
entrego como máxima autoridad aquí, en nuestra patria, estas siete banderas. Una
de ellas flameó durante 36 horas en estas islas y bajo su amparo se cantó por
primera vez el Himno Nacional”, a lo que el militar le respondió con una
negativa y los trató de locos y terroristas.
El
Gobernador de facto del Territorio Nacional
de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur se perdió la
oportunidad de demostrar su honorabilidad, asumiendo su poder político en las
propias islas.
Los comandos
de Dardo Cabo capitularon y entregaron sus armas al piloto de la
aeronave, única persona a la que reconocían como
autoridad luego de la negativa del Contraalmirante Guzmán. Las autoridades de
la isla los detuvieron y los
trasladaron a la iglesia local durante dos días, bajo la protección del
sacerdote.
Mientras eso ocurría Guzmán se alojaba y compartía su tiempo con las autoridades inglesas de las islas.
Luego de ello, los británicos decidieron trasladarlos para que vuelvan a la Argentina continental. Fue a través de dos viajes en los que debían llevarlos a mar abierto, donde los esperaba el buque ARA Bahía Buen Suceso (hundido años más tarde en el conflicto del Atlántico Sur), que había partido desde el continente para buscarlos, previo contacto entre el gobierno argentino y los ingleses. En la nave viajaban un juez, policías y casi 300 infantes de Marina.
Dice Karasiewicz:
"Guzmán tampoco dio la orden para que el buque entrara y desembarcara a los infantes. Eso también nos dio bronca; era un cobarde. Nos trasladaron a una lancha carbonera, pero el clima impidió que podamos subir. Fuimos a la iglesia y, cuando mejoró el tiempo, volvimos a la lancha y ahí llegamos".
Agotados, lograron trepar por
una soga a la cubierta sin que ninguno cayera al agua helada. Los marinos los
recibieron como héroes. Al correrse el rumor del regreso, una
multitud clamorosa, entre vecinos, curiosos y periodistas, se concentró en el
puerto fueguino. Las autoridades militares ordenaron que el buque atracara en
la madrugada, hecho que ocurrió el día 3 de octubre.
El viaje de los
“cóndores” hasta Tierra del Fuego duró varios días y al llegar quedaron
detenidos en las jefaturas de Policía Federal de Ushuaia y Río Grande, acusados
de delitos de privación de libertad y tenencia de armas de guerra. Ante el juez
del caso, los militantes dieron su versión: "Fui a Malvinas a reafirmar nuestra
soberanía". Otro
de ellos amplió: “Lo volvería a
hacer".
Cabo sintetizó así
lo pactado:
“Fui a Malvinas a
reafirmar la soberanía nacional y quiero aclarar que en ningún momento me he
entregado a las autoridades inglesas, sino que acepté el hospedaje de la
Iglesia católica ofrecido a través del arzobispo de las islas Malvinas; que me
consideré detenido por la autoridad argentina que allí reconocí en el
comandante de Aerolíneas, entregándole al gobernador de Tierra del Fuego e
Islas Malvinas, señor almirante Guzmán, las banderas argentinas que flamearon
en tierra malvineña durante treinta y seis horas”.
Mientras los jóvenes prisioneros ya estaban en el continente, en las
Islas aún estaban los pasajeros del vuelo que fue secuestrado. Entre ellos Héctor Ricardo García, alojado
en la casa del Gobernador junto a la tripulación del vuelo, una familia y una
madre y su hija de 9 años, cuyo nombre es Lucía Miriam del Milagro París
Fue la destinataria de una particular misión ideada por García: le tenía que avisar cuándo
levantaban el teléfono en la planta baja para, sin hacer ruido, levantarlo él
en la planta alta para escuchar las conversaciones de los residentes ingleses.
“Yo tenía que espiar desde el balcón; y
cuando la servidumbre atendía el teléfono, tenía que levantar la mano”,
relata.
¿Qué pasó después?
Tras su llegada, la dictadura envió al
grupo al viejo penal Ushuaia, ya devenido en Museo, donde empezaron una huelga
de hambre debido a los malos tratos, hasta que los trasladaron a la Jefatura de
Policía, a cargo de un hermano del Contraalmirante Guzmán.
Después de dos motines y peleas con la Policía,
a siete de ellos los trasladaron a Río Grande, en un lugar que fue
acondicionado.
El
periodista Héctor Ricardo García fue excarcelado de inmediato. Quince
“cóndores” recuperaron la libertad nueve meses después.
Cuando la mayoría de ellos
fueron liberados, volvieron a Buenos Aires y se reintegraron a las
organizaciones a las que pertenecían. Poco tiempo después estaban todos en la
lucha de nuevo.
Cabo,
Giovenco y Rodríguez cumplieron su sentencia y fueron liberados tres años más
tarde a causa de sus antecedentes como militantes de la Juventud
Peronista.
Varios días después, los pasajeros argentinos del avión secuestrado
hicieron el mismo trayecto que los “cóndores”: en
lanchas militares inglesas viajaron hasta el ARA Bahía Buen Suceso, que los
llevó de regreso al continente.
La tripulación del avión debió esperar que el mismo
fuese movilizado hacia la pista ya que estaba con parte del tren de aterrizaje
enterrado, y cargar combustible para el regreso.
El 22 de noviembre
de 1966, los integrantes del grupo fueron procesados por el Juez Federal de
Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Lima, por los delitos de
«privación de la libertad personal
calificada» y «tenencia de armas de guerra».
El secuestro de
aviones no estaba contemplado en la legislación de la época. Fueron
patrocinados por el abogado de la Confederación General del
Trabajo y la Unión Obrera Metalúrgica Fernando
Torres, el fueguino José
Salomón, y otros profesionales.
El procesamiento
se refirió a los hechos ocurridos al desviar la nave aérea y no a lo ocurrido
en Malvinas, que la justicia entendió que no constituía delito. Fueron
condenados el 26 de junio de 1967.
El 13 de octubre,
la Cámara Federal de Bahía
Blanca confirmó la sentencia, aunque hizo algunas
modificaciones menores; por ejemplo, ordenó la devolución de las banderas a
Cabo, su dueño, sosteniendo que:
“Las banderas
argentinas, por el hecho de haber tremolado sobre una porción irredenta de
tierra de la Patria, no son ni pueden ser consideradas instrumento de delito.
Por ello corresponde su oportuna devolución a quien ha demostrado actuar como
su propietario”.
Cabo se casó con María Verrier en la cárcel y a su
salida recuperó las siete banderas que
habían flameado en las Islas Malvinas.
En una nota
publicada por la agencia Télam, el periodista y escritor Ricardo Ragendorfen
enumera qué fue de los principales cabecillas:
Juan Carlos Rodríguez y Pablo Tursi (convertidos en guardaespaldas de la UOM), cayeron acribillados en sendos tiroteos tras el golpe de Estado de 1976. Andrés Castillo (uno de los fundadores de la Juventud Trabajadora Peronista), sobrevivió al secuestro en el centro de detenciones de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), y llegó a ser un dirigente la Asociación Bancaria.
Con el tiempo Cabo y Giovenco devinieron enemigos irreconciliables. El primero formó la agrupación Descamisados que en 1972 se incorporó a Montoneros. Giovenco quedó como custodio en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y estuvo a cargo de los grupos armados de la banda ultraderechista Concentración Nacional Universitaria (CNU). En 1974 una granada le explotó en las manos y murió en la sede de la UOM.
Rodríguez y Pedro Tursi fueron abatidos en un tiroteo. Dardo Cabo, ya convertido en un cuadro de Montoneros, fue asesinado por la dictadura militar, durante un traslado desde una cárcel de La Plata, en 1977.
Diferentes
artículos históricos señalan que el financiamiento de la aventura podría haber
corrido por cuenta del sindicalista metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, del
empresario metalúrgico César Cao Saravia y del mismísimo Héctor Ricardo García,
a cambio de la primicia periodística (versión que García rechazó años después).
César Cao Saravia, fue un salteño muy vinculado a Juan Domingo Perón, intentó recuperar nuestras islas mediante una operación financiera.
La idea original era tomar estratégicamente posesión de la isla al adquirir el paquete accionario de la Falkland Island Company, una sociedad anónima que virtualmente monopolizaba la producción de bienes y servicios en el archipiélago de las islas Malvinas.
En marzo de 1977, César Cao Saravia se comunicó, mediante telégrafo, con la casa matriz de la empresa, que tenía sede en Londres, informándoles a sus responsables que tenía la intención de iniciar conversaciones por una operación a realizarse a través del Banque Occidentale. En ese momento, durante una entrevista que le hizo un medio argentino, César Cao Saravia informó:
“Estimo que la transacción será de unos diez millones de dólares”.
La lucha que emprendió Saravia hasta hoy, ningún gobierno pudo continuar ni afrontar con éxito: recuperar la soberanía de las islas. Son conocidas hoy muchas obras filantrópicas de él.
El destino de las banderas, honores y recreaciones
Sobre las banderas que llevaron hacia las Malvinas, María Cristina Verrier, una de las
militantes que había participado en la operación, le
entregó seis de ellas a la entonces Presidenta Cristina Kirchner en 2012. La otra fue cedida por Susana Arrechea, viuda de
Cao Saravia.
La más embarrada está en el mausoleo de Néstor
Kirchner en Rio Gallegos. Las otras
banderas que fueron izadas en Malvinas están en la Basílica de Nuestra Señora
de Itatí, en Corrientes; en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, en la
ex-ESMA; en el denominado patio Malvinas Argentinas de Casa Rosada; en la
Cámara de Diputados; el Museo del Bicentenario, en Balcarce 50; y en la
Basílica de Luján.
Entre los reconocimientos:
·
Monumento en la Plaza San Martín y Calle Dardo
Cabo, en uno de los accesos a la Autopista de Oeste, en Ituzaingó (Buenos
Aires)
·
Calle Operativo Cóndor en el Partido de Merlo (Buenos Aires).
·
Sesión especial de homenaje en el Senado de
la Provincia de Buenos Aires donde
se entregaron diplomas y medallas a los cóndores asistentes y familiares de los
fallecidos.
·
Declaración de homenaje en la Cámara de Diputados de la
Nación Argentina.
La serie de
ficción Cóndor Uno Cero Cinco recrea
los hechos. Se trató de un proyecto ganador del concurso Renacer Audiovisual
del Ministerio de Cultura y la Secretaria de Medios y Comunicación Pública en
la categoría de ficción histórica, que rescata del olvido los acontecimientos
ocurridos en septiembre de 1966.
Bibliografía
JAURETCHE,
A. (1967). El comando “cóndor” y el almirante Guzmán. En: JAURETCHE, A.
(1969). Mano a mano entre nosotros.
Buenos Aires. Edit. Corregidor: 94:96
PERFIL (2023). Cómo fue el "Operativo Cóndor"
para izar la bandera argentina en las Islas Malvinas
https://www.perfil.com/noticias/actualidad/como-fue-el-operativo-condor-para-izar-la-bandera-argentina-en-las-islas-malvinas.phtml
RODRÍGUEZ FREIRE, J. (2021). En primera persona: cómo
fue el Operativo Cóndor y la recuperación simbólica de Malvinas. https://www.ambito.com/informacion-general/malvinas/
SANCHEZ, G. (2023). “Nos vamos a quedar acá porque
este lugar es nuestro”. Clarin.com. Sociedad. 06/05/2023 https://www.clarin.com/sociedad/operacion-condor-primer-avion-secuestrado-historia-izar-bandera-argentina-malvinas_
WIKIPEDIA. Operativo Cóndor. https://es.wikipedia.org/wiki/Operativo_C%C3%B3ndor