sábado, 31 de octubre de 2020

La Rubia Moreno. Algo más que una pulpera


 

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Cuando escuché por primera vez esa zamba llamada La Rubia Moreno en la voz del “turco” Cafrune, quedé sorprendido por la descripción de esta mujer. La “ví” cientos de veces, ya que la letra de don Cristóforo Juárez permitía que la imaginación volara.

Ahora que tengo tiempo de meditar las cosas y tratar de documentarlas, veo que mi imaginación se quedó corta. La Rubia Moreno era mucho más que una pulpera.

Valiente como pocas y comprometida política y socialmente, merece que conozcamos un poco más de su corta, pero rica historia. Parte de su vida está poco documentada y se mezcla con la leyenda, pero como dijo el poeta: “cuando se mezcla la leyenda con la historia, es mejor quedarse con la leyenda”.

Quien fue “la rubia”


Habría nacido en 1840 en Santiago del Estero. Su familia, de origen vasco francés, dedicados al traslado de carretas entre Tucumán y Rosario, se establecieron en “los pagos del Dulce” con un comercio de ramos generales, que incluía la pulpería.

Este estaba ubicado en la bajada del antiguo camino del El Polear, cerca del Río Dulce, aproximadamente donde hoy se encuentra el barrio Misky Mayu (nombre del Rio Dulce en quechua), en La Banda, al sudeste de la ciudad Capital. 

El matrimonio esperaba la llegada de un varón, pero la naturaleza quiso que naciera una hermosa niña de cabellos rubios y ojos claros. Como el nombre ya estaba elegido, y nadie estuvo dispuesto a cambiarlo la llamaron Santos. 

Como nadie quería reconocer su nombre de Santos para llamarla, se la conocía como “La Rubia Moreno”. 

De niña le enseñaron a cazar animales en el monte y a “eludir acciones indebidas”. Dicen que maneaba hacienda con tanta o más habilidad que los varones y que jugaba muy bien al “visteo”, un juego en que luego de tiznarse los dedos se jugaba a la espada, donde perdía el que se dejaba manchar la cara. 

Luego siguió el juego usando palitos tiznados, lo cual, naturalmente, la preparó para el uso del puñal, que su padre le regaló cuando cumplió los 15 años. Ella acostumbraba llevarlo adelante, del lado izquierdo, no atrás como lo hacían los gauchos. Completando su imagen se asegura que era muy buena jugando al truco y a la taba. 

Siendo adolescente murió su mamá, y fue su padre quien la crio y educó en las tareas rudas de la vida de campo de aquella época. Cuando la joven tenía unos 20 años, su padre decidió que le ayudara en el negocio de la familia.

 

Según cuenta Cristóforo Juaréz, autor de la letra de la zamba que la recuerda, y que lo había escuchado de don Clodomiro Carabajal (hombre nacido en 1866), la Rubia Moreno hablaba español y quechua, sabía leer y escribir, y se destacó por ser una buena nadadora que competía con el oleaje del río en las crecidas.

 

Su padre la puso a llevar la cuenta de los que cruzaban y la carga que llevaban por el paso de Horno Bajada sobre el Río Dulce. 

Dicen las mentas que Santos Moreno era una bellísima mujer, rubia, de ojos verdes, con una presencia que se destacaba en aquél lugar. Más allá de su carácter duro, con gestos imperativos y acostumbrada mandar y dar órdenes (posiblemente como consecuencia de la adaptación al ambiente de la pulpería), era frecuentada por quienes pasaban por ese camino, generalmente soldados, reseros y troperos. 

La identificación con el medio llegaba a tal punto que las ropas femeninas usuales en la época las había cambiado por una falda roja, cuyo origen sería un poncho, los cabellos ceñidos por una vincha y calzada con alpargatas. 

Se dice que cuando entraba en la pulpería se hacía un silencio casi marcial, ante el respeto y la imponencia de aquella joven que imponía sus pasos en los tablones con un talero (rebenque corto y grueso), en su mano. 

La guerrillera 

Las luchas políticas de la época no le fueron ajenas. Se convirtió en ferviente adherente al partido liberal, que en Santiago del Estero lideraban los unitarios Ramón Antonio ‘Antonino’ y Manuel Baldomero Taboada Ibarra, aliados de Mitre y, paradójicamente, sobrinos del líder federal Juan Felipe Ibarra. 

Para entonces, la Rubia Moreno, a sus 27 años,  ya era esposa de Juan Manuel Barrionuevo, aunque hay autores que dudan de que haya tenido una pareja estable. 

En este marco, y ante el inminente enfrentamiento con las fuerzas federales de Felipe Varela, fue ella quien convenciera a su padre y a su esposo a hacer un importante aporte a la causa de los Taboada, con una gruesa parte del patrimonio familiar, incluyendo hacienda vacuna y caballos. 

Además, los convenció para que se alistaran en sus tropas, llevando también a sus peones. 

El 10 de abril de 1867 tuvo lugar uno de los más  cruentos enfrentamientos de las guerras civiles argentinas: la batalla del Pozo de Vargas (La Rioja), de la cual la historiografía y el folklore han escrito muchas páginas y versiones. 

Los federales fueron rechazados y obligados a la dispersión propia de las derrotas, sin embargo la “Rubia Moreno” no podía festejar el resultado: su propio padre fue muerto a degüello. 

La militante social

El negocio familiar quedó a su cargo. Su fama y respeto la hicieron intocable. Allí se sembraba como para alimentar a una tropa de paso, se acopiaban cuero, lana, lazos, riendas, jerguillas, bozales y tejidos de todo tipo.

 

Sus fiestas de carnaval con las consabidas “trincheras” eran de renombre. La fama de su dueña y su buen trato hizo de ella la madrina preferida de todos los niños, los que luego de crecidos la llamaban Mamá Rubia. 

La Rubia Moreno no tuvo hijos de sangre, pero se llenó de hijos “del corazón” cuando les daba de comer, los vestía y los calzaba a todos los changuitos de sus pagos aunque su estado de pobreza no se lo permitiera. 

Ya que estaba los hacía bautizar y en muchos casos, hasta tenía que ponerles nombre, y lo mismo acontecía con más de un paisano que precisaba una palabra de aliento o apoyo. 

Pobre y abandonada 

Hacia 1870, cuando los Taboada perdieron su poder, ella perdió lo poco que le quedaba, asediada por la oposición quienes la identificaban políticamente “taboadista”.

El ocaso encontró a la Rubia Moreno en la más absoluta soledad y pobre, y el nuevo poder político la despojó de todos sus bienes. Nada se sabe de su esposo. Murió cerca de 1890, en la pobreza, cuando tendría solo 50 años. Sus restos, descansan hoy en el cementerio La Misericordia en Santiago del Estero, al lado del calicanto, según se dice.

Homenajes y reconocimientos  

La historia oficial nos tiene acostumbrados a que cuando muere “una persona común”, aunque haya sido notable durante su vida, no tiene reconocimiento alguno, pero por suerte existe la trasmisión oral de los hechos, los poetas y los músicos. 

A escasos 7 km del centro de Santiago del Estero se levanta una histórica finca que rememora un capítulo valioso en la luchas por la defensa de los ideales imperantes, enalteciendo, con su nombre, a una aguerrida mujer.

La figura de la Rubia Moreno perdura en la zamba que por título lleva su nombre, con versos de Cristóforo Juárez, musicalizada por Agustín Carabajal y registrada en SADAIC  el 18 de mayo de 1966, y que dice:

 

Rubia Moreno, pulpera gaucha
de falda roja, vincha y puñal.
No había viajero que no te nombre
por el antiguo camino real.


Hecha entre el bronco bramar del Dulce
solo sabía tu voz mandar.
Eran tus ojos dos nazarenas
bravas espuelas en el mirar.


Rubia Moreno guarda mi pueblo
a orillas del río natal.
Tu nombre heroico como figura,
como figura de cuño real.


Juntito al vado, tu rancho amigo
alzaba al cielo su banderín.
Por los carriles de cuatro vientos
venía el alerta de algún clarín.


¿Tuviste amores?..., ¿tuviste celos?...
Rubia pulpera sin corazón.
Eras más brava que las leonas
de los juncales del Albardón

 

Ahora que la conocés un poco mas, escuchá la versión de Jorge Cafrune en: 

https://www.youtube.com/watch?v=xkNoNEtg9RA

 

Bibliografía 

 

CUELLO, R. (2016). Historia de la zamba "La Rubia Moreno". EL FORO DE LOS CANTORES DEL ALBA :: HISTORIA. https://cantoresdelalba.foroactivo.com/.

 

LA BANDA DIARIO. (2009. LA RUBIA MORENO. https://labandadiario. com/rubia-moreno

 

LA GAZETA. DOÑA SANTOS MORENO “LA RUBIA MORENO” mujer santiagueña que se convirtió en leyenda ejemplar. www.lagazeta.com.ar

 

SABOLDELLI, C. (2014). La “Rubia Moreno”, capitana. Serie: Caciques, cautivas y algunos héroes sin recuerdo. Especial para UNO. https://www.unoentrerios.com.ar/a-fondo/la-rubia-moreno-capitana-928253.html.

 

WIDMANN MIGUEL, E.F. (2017). La Rubia Moreno. IberInfo.   Historias y Sucesos. Buenos Aires. https://iberinfonoticias.wixsite.com/buenos-aires/ 

 

Revisiones relacionadas

BURBA, J.L, (2016). Pozo de Vargas. ¿Quién escribe la historia y quien la canta? Revisión Monográfica 8. http://100historiasargentinas.blogspot.com/

BURBA, J.L. (2018). Felipe Varela. El señor de Guandacol. Revisión Monográfica 75. http://100historiasargentinas.blogspot.com/

 

 

 

 

 

 

jueves, 1 de octubre de 2020

¿Lo tenías a Campana?

 

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Se llamaba Joaquín Campana, y fue la mano derecha de Cornelio Saavedra mientras éste era Presidente de la Junta Grande. Ocupó el lugar de Mariano Moreno cuando este fue enviado a Europa.

 También fue el ideólogo y la voz cantante de la Revolución de los Orilleros, también llamada “revolución de la gente de medio pelo”, considerada por algunos historiadores como el primer movimiento realmente popular luego de la formación del Primer Gobierno Patrio.

 Como siempre, su paso en los acontecimientos de 1810 y 1811 es juzgada de manera opuesta entre los partidarios de la historia “oficial” y de “revisionistas”, lo que no anula lo que dijo e hizo, que no fue poco.

 A pesar de todo, su nombre sigue siendo discutido a la luz de las ideologías de aquel entonces y las de ahora.

¿Quién era Joaquín Campana?

Hijo de un inmigrante irlandés (de apellido Campbell, traducido a Campana), Joaquín Campana nació en San Carlos, unos pocos kilómetros al norte de Punta del Este (hoy República Oriental del Uruguay), en mayo de 1773.

Habría cursado sus estudios primarios y secundarios entre Maldonado y Montevideo. Su familia se radica en Buenos Aires en 1797 cuando Joaquíntenía 24 años de edad.

Se trasladó a Córdoba donde se graduó en leyes, luego de lo cual se radicó nuevamente en Buenos Aires. Algunos historiadores insisten en que se recibió de abogado en la Universidad de Chile.

En 1803 fue habilitado como Agente Fiscal de la Real Hacienda, cargo que desempeñaba al producirse la Primera Invasión Inglesa en 1806, y en la que participó en la defensa de la ciudad a las órdenes de Martín de Álzaga, a quien apoyó en el Cabildo Abierto que consiguió la suspensión del Virrey Rafael de Sobremonte, e imponiendo como General en Jefe a Santiago de Liniers. 

En una carta, el destituido Marqués de Sobremonte manifiesta “que el abogado Joaquín Campana había tomado la palabra en aquel Cabildo junto con otros revolucionarios quienes eran los cabecillas que dijeron al pueblo que tenía autoridad para elegir mandatario”. 

Cornelio Saavedra certificó que Joaquín Campana revistaba como oficial del Regimiento de Patricios, participando también en tal carácter en los combates de 1807.

Su ingreso a la política 

En los prolegómenos del Pronunciamiento de Mayo de 1810, Campana actuó en el grupo que buscaba un cambio, en la estructura política y social del Virreinato, desempeñándose como secretario personal de Saavedra que lo honraba con su amistad y confianza. 

Figuró en la lista de invitados al Cabildo Abierto del 22 de Mayo, votando en contra de Cisneros y apoyando la fórmula propiciada por Saavedra, y transformándose en ese momento en uno de los principales enfrentados con Moreno. 

Aparentemente Campana (hay un enorme vacío documental en este período de su vida), ocupó un rol secundario durante el período de la Primera Junta, y seguramente volvió a sus actividades como abogado. 

Instalada la Primera Junta, ésta ordenó el envío de una circular a los Cabildos del interior invitándolos a designar un representante, en carácter de Diputado, para incorporarse al nuevo gobierno nacional. 

Hacia diciembre de 1810, la gran mayoría de los Diputados provinciales ya habían arribado a la Capital para incorporarse a la Junta. Los representantes del interior exigían el cumplimiento del derecho que les asistía a sus ciudades de manejar conjuntamente con Buenos Aires los destinos de la revolución. 

Estos tropezaron con la decida oposición de Mariano Moreno y Juan José Paso, los secretarios de la Junta, que querían que los Diputados formaran un Congreso Constituyente, originándose la primera gran crisis en el seno del gobierno nacional. 

Finalmente se resolvió, por votación, que los Diputados del interior se incorporaran formalmente a la Junta, constituyéndose la denominada Junta Grande. De inmediato Moreno presentó su renuncia, que fue rechazada por la Junta revolucionaria, en cambio lo enviaron a Gran Bretaña, muriendo en situación “extraña” durante el viaje. 

Uno de los mayores desafíos que enfrentó este nuevo gobierno fue la conspiración permanente contra ella, dentro y fuera de la Junta, por parte de los seguidores de Moreno, aunque este grupo no congeniaba exactamente con su postura política. 

Eran jóvenes ilustrados que formaron la Sociedad Patriótica, que habría de influir, de la mano de Bernardo de Monteagudo, en forma decisiva en la marcha de la revolución en los años venideros.

Ciertamente, la Junta Grande resultó demasiado numerosa para gobernar con rapidez y eficacia. Con el paso del tiempo se fue desprestigiando y creciendo notablemente el grupo opositor.


La Revolución de los Orilleros

La pluma y la palabra encendidas de Joaquín Campana fueron las que el que arrastraron a los “orilleros” a salir de los arrabales para realizar el primer acto popular de que se tenga memoria en ambas márgenes del Río de la Plata (tanto en Buenos Aires como en Montevideo).

Este acontecimiento también es recordado con desdén como la “revolución de la gente de medio pelo”, siendo Campana el verdadero inspirador de la sedición e intérprete de la voluntad popular.

Fue el autor de los diecisiete puntos que exigieron que el gobierno pusiese en marcha, para poner punto final al conflicto.

La revuelta se inició la noche anterior al 6 de abril de 1811, dirigida por el Alcalde de Barrio, Tomás Grigera, un quintero porteño de Lomas de Zamora.

La llegada nocturna de mucha gente montada a la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo), generó preocupación entre los que vivían “en el centro”. Como dice José María Rosa “la clase vecinal porteña siempre había tenido desprecio por los provincianos”.

A media noche Vieytes, sabiendo de Grigera está al frente de los “orilleros” lo increpa para saber quien es el responsable de tal movimiento, a lo que el viejo quintero de Lomas de Zamora le responde “el pueblo tiene que pedir cosas interesantes a la Patria”. 

La multitud integrada por agricultores, peones rurales, artesanos y gauchaje, decidió en forma pacífica, pero decidida, dar un golpe de fuerza y expulsar a los morenistas de la Junta. A las tres de la mañana la plaza estaba “llena de gentes de a caballo, sin notarse la menor voz ni susurro alguno”

Solicitaban la separación de todos los funcionarios nacidos en España, que se expulsara de Buenos Aires a los europeos que resultaran sospechosos para la causa, y que Manuel Belgrano fuera enjuiciado por su derrota en el Paraguay (esa era una norma de la época para rendir cuentas).

Al día siguiente recibió el apoyo de la mayor parte de los regimientos de Buenos Aires, y presentó un petitorio a la Junta Grande.

El gobierno accedió al petitorio y deportó a distintos puntos del interior a los morenistas Miguel de Azcuénaga, Gervasio Posadas, Nicolás Rodríguez PeñaJuan LarreaHipólito Vieytes, Domingo French y Antonio Luis Beruti.

Campana fue nombrado Secretario de la Junta Grande en lugar de Moreno, la que fue dominada por él, por Saavedra y por los diputados del interior. 

Como resultado de la asonada quedaron enfrentados porteños y provincianos, ya irremediablemente, y los saavedristas, triunfadores, debieron asumir toda la responsabilidad del gobierno y la conducción de la guerra. 

Mitre, enemigo de exteriorizaciones populares dijo: “es la única revolución de la historia argentina cuya responsabilidad nadie se ha atrevido a asumir ante la posteridad a pesar de haber triunfado completamente”

Durante el gobierno de la Junta Grande se aplacaron las políticas extremistas del grupo de Moreno y se mantuvo una posición moderada y socialmente conservadora (aunque con un fuerte sistema de vigilancia interna), y su influencia duró hasta septiembre, en que comenzó a gravitar la Logia Lautaro, apoyada por el Reino Unido de Gran Bretaña.

Para entonces los ingleses, a quienes no convenía la guerra en América, tramitaban una mediación entre España y sus antiguas colonias. Tarea difícil y por demás complicada, que encontró obstáculos insalvables. Por supuesto que la designación de Campana como Secretario no fue del agrado de Lord Strangford, encargado de llevar a buen término la negociación, pues se lo sabía demasiado independiente y poco inclinado a entrar en ningún tipo de componendas.

Los funcionarios británicos se habían acostumbrado a tratar con hombres a quienes conducían fácilmente. Joaquín Campana no era de ésos y los ingleses lo sabían. El 18 de Mayo de 1811, en un documento de notable factura, Campana decía a Lord Strangford:

Estas Provincias, exigen manejarse por sí mismas y sin riesgo de aventurar sus caudales a la rapacidad de manos infieles….. Para que el gobierno inglés pudiese hacer los efectos de un mediador imparcial es preciso que reconociese la independencia recíproca de América y de la Península, pues ni la Península tiene el derecho al gobierno de América ni América al de la Península”.

Fue esta la primera vez que en forma oficial se habló tan concretamente de independencia, lo cual indignó a Strangford que envió de inmediato a Sarratea a Buenos Aires, para que pusiese coto a las “locuras de la chusma de medio pelo” que dominaba al gobierno. 

Las noticias que venían del norte sobre la terrible derrota del ejército en Huaqui (que significó la pérdida de los territorios del Alto Perú, hoy Bolivia), debilitó enormemente la situación de la Junta, a la par que crecían las críticas por su ineptitud e ineficiencia. 

El peligro que acechaba por la invasión de los realistas obligó a Cornelio Saavedra en setiembre del año 1811, a alejarse de su presidencia para marchar a fin de reorganizar el ejército en su cargo de General en Jefe del Ejército Auxiliar del Alto Perú. 

El Cabildo aprovecharía estas circunstancias para imponer la creación de un nuevo órgano ejecutivo que devolviera a Buenos Aires el manejo del movimiento revolucionario centralista, en sustitución de la Junta Grande, disolviéndola y creando el Primer Triunvirato en setiembre de ese año.

Desde entonces, los porteños comenzaron a derribar y cambiar los gobiernos sin consultar a las provincias. Así comenzaba a formarse el partido unitario.

Arresto, secuestro y exilio

Campana ocupó la Secretaría de Gobierno hasta el 16 de setiembre de 1811, momento en que es desplazado, arrestado y secuestrado por orden del Primer Triunvirato por presiones del Cabildo de Buenos Aires y de la “Sociedad Patriótica”.

En Areco pasó 11 años muy duros, sometido a todo tipo de privaciones junto a su familia.

El Alcalde Grigera, también confinado en Areco, fue favorecido por una ley sancionada por la Asamblea General Constituyente reunida en 1813, que otorga el perdón a todos los incursos en delitos políticos y militares con las únicas excepciones expresas de Cornelio Saavedra y Joaquín Campana.

Durante el exilio había publicado un Manual del Agricultor, posiblemente escrito por su amigo Grigera, texto que sirvió de base a numerosas publicaciones agronómicas de entonces.

A Cornelio Saavedra, después de muchas vicisitudes, lo rehabilitan en 1818, permitiéndole regresar a Buenos Aires, restituyéndole su grado militar y asignándole un cargo en el ejército. Ninguno de los dos, ni Grigera ni Saavedra, abogaron por la libertad de Joaquín Campana. 

Por su vinculación con José Artigas, al menos desde el punto de vista de sus captores, Campana siguió preso hasta el decreto de mayo de 1822 conocido como la “Ley del Olvido”, que en su único artículo señala: 

“Las causas suscitadas, por opiniones políticas, anteriores a este día, no embargarán a ningún individuo el pleno goce de la seguridad que la ley concede en la provincia de Buenos Aires a las personas y a las propiedades.”

Luego de su liberación se traslada con su familia a la localidad bonaerense de Chascomús, donde ejerce como Juez de Primera Instancia en la Campaña hasta 1829.

De nuevo a Uruguay 

En 1829 se embarcó rumbo a Montevideo con el propósito de radicarse definitivamente en esta ciudad para ejercer su profesión de abogado. La Provincia Oriental ya se había independizado y en virtud de su nueva Constitución de 1830 elige su primer Cuerpo Legislativo. 

Joaquín Campana no había sido olvidado entre sus compatriotas, a pesar de los muchos años de reclusión, y tiene el privilegio de resultar electo por el sufragio de sus conciudadanos para formar parte de la primera Legislatura instalada en la nueva República, en calidad de Senador, siendo posteriormente reelegido varias veces, llegando a desempeñar la Vicepresidencia del Cuerpo por un período.

Cuando ejercía su mandato de legislador, la Asamblea General en mérito a su prestigio intelectual, lo designó miembro del Superior Tribunal de Justicia. En esa importante función cumplió una delicada tarea ante el gobierno argentino, relacionada con los pasos para embarcaciones en el estuario del Río de la Plata.

Su gestión en ese espinoso asunto fue tan eficaz que conformó a los dos gobiernos y dio bases jurídicas para futuros acuerdos. Dedicado posteriormente a promover la cultura y la educación, desempeñó sucesivamente los cargos de inspector general de Escuelas e inspector general de instrucción pública, en la década del 30.

Durante la Presidencia de Manuel Oribe se dedica a promover la cultura y la educación, pasando a desempeñar el cargo ejecutivo de Inspector General de Instrucción Pública, a la vez que ocupa la Cátedra de Filosofía a nivel universitario.

Regreso y final 

En 1839 preside la apertura de la Academia Teórico Práctica de Jurisprudencia en Montevideo, pero debido al cambio de gobierno forzoso que se procesa a fines del año anterior, se ve obligado a mudarse otra vez a Buenos Aires, donde permaneció hasta su muerte, ocurrida el 12 de setiembre de 1847, cuando contaba con 74 años.