sábado, 30 de diciembre de 2023

Operación Cóndor. Una aventura política en Malvinas

 


El 28 de septiembre del año 1966, durante el Gobierno de facto del General Juan Carlos Onganía, un grupo de jóvenes civiles, militantes de un comando peronista de “izquierda”, denominado Movimiento Nueva Argentina (MNA). Estos pertenecían al nacionalismo católico. Acompañados por un conocido periodista, secuestraron un avión DC4 de Aerolíneas Argentinas que, con rumbo a Rio Gallegos, fue desviado a Malvinas con el objetivo de izar la bandera nacional y cantar el himno en las islas luego de 133 años. Esta acción llevó como nombre Operación Cóndor. 

Con armas intimidatorias pero sin proyectiles (ya que se trataba de una acción pacífica), cumplieron con el objetivo planteado. Casualmente, entre los pasajeros del avión se encontraba el Gobernador de facto del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Contraalmirante José María Guzmán, ante quien ofrecieron las armas antes de entregarlas a los militares ingleses y solicitaron que siendo la máxima autoridad argentina, ejerciera sus funciones ante los militares ingleses.

Lejos de aceptar esto, el funcionario pidió alojarse en la casa del Gobernador de las islas, tratando a los militantes de “locos y terroristas”, y despegándose de la acción. Ante la requisitoria de los efectivos británicos de la isla para que se rindan, entregaron las armas al piloto del avión y fueron protegidos por la iglesia católica del archipiélago.

Los 18 jóvenes, entre 18 y 32 años, fueron devueltos al continente para ser encarcelados en Ushuaia, donde recibieron malos tratos a pesar de la bienvenida que el pueblo civil les había brindado. Muchos de ellos murieron años más tarde bajo las balas del peronismo de derecha y luego de la dictadura militar implantada en 1976.

Unos pocos sobrevivientes siguieron dando testimonio de la Operación Cóndor, en la que la Justicia no encontró delito en el accionar del operativo en las islas, pero sí por portación de armas y privación ilegítima de la libertad.

Corría el año 1966. La Operación Cóndor fue el nombre del primer secuestro de un avión DC4 de Aerolíneas Argentinas que fue desviado a Malvinas con el objetivo de izar la bandera nacional en las islas luego de 133 años.  Se llevó a cabo el 28 de septiembre.

¿Quiénes lo llevaron a cabo?

Un grupo de 18 jóvenes de entre 18 y 32 años, integrantes de un comando peronista de “izquierda”, el denominado Movimiento Nueva Argentina (MNA), nacionalismo católico escindido del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNR-T), planificó el secuestro de manera muy sigilosa a los fines de evitar que otro grupo de la interna “le ganara de mano”.

Tacuara fue una organización política argentina de extrema derecha, falangista, fascista y neonazi que actuó entre 1957 y 1966.

Estos jóvenes fueron: Dardo Cabo (25): Periodista, obrero metalúrgico y Jefe de la operación; María Verrier (27): periodista, única mujer del grupo y novia de Dardo Cabo; Juan Carlos Rodríguez (31); Andrés Ramón Castillo (23); Pablo Tursi (29); Alejando Armando Giovenco (21); Aldo Omar Ramírez (18); Edgardo Jesús Salcedo (24); Ramón Adolfo Sánchez; Edelmiro Ramón Navarro (27); Juan Carlos Bovo (21); Víctor Chazarreta (32); Pedro Bernardini (28); Fernando José Aguirre (20); Fernando Lisardo (20); Luis Francisco Caprara (20); Ricardo Alfredo Ahe (20); Norberto Eduardo Karasiewicz (20): responsable de la toma de prisioneros

En 1966, Karasiewicz era obrero de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), que participaba activamente de la resistencia peronista, nacida bajo las bombas del golpe de 1955.

Edelmiro Navarro, compañero de militancia y del operativo, fue quien lo acercó a Dardo Cabo, ideólogo del plan. Enseguida se pusieron manos a la obra.

"Nos llevó bastante tiempo hasta reunir a los muchachos. Hicimos como un retiro espiritual, por si alguno quería desistir. Ahí nos repartimos las tareas e hicimos inteligencia previa sobre el lugar donde aterrizar y las distintas alternativas".

Pese al temor por tamaña empresa, el metalúrgico no dudaba: "Estábamos tan pero tan seguros de lo que íbamos a hacer, que solamente pensábamos en el rol de cada uno. Yo me encomendé a Dios y a la Virgen y les pedí que me protegieran. Eso me dio un escudo para hacer lo que debía". 

Un personaje extraño al movimiento también fue parte de la aventura, obsesionado con la “causa Malvinas” y en la búsqueda de primicias y exclusividades periodísticas. Este fue Héctor Ricardo García, periodista y fundador del Diario Crónica, quien había tomado contacto con Cabo algunos días antes.

Los preparativos

La noche anterior al día del vuelo a secuestrar, Cabo llega a un local de la UOM, en la zona norte. Allí se encuentra con cinco de su grupo. El resto se presentaría directamente en el Aeroparque Jorge Newbery.

El fundador de Crónica apareció en Aeroparque cargando los bolsos de corresponsal. “Me había olvidado de decirte que el enviado era yo”, le confiesa socarronamente el periodista al líder de la misión.

¿Por qué esa fecha?

El Operativo Cóndor estaba planeado para el 20 de noviembre, día de la Soberanía, pero la agenda política del 28 de septiembre en la Argentina, el día del operativo, contenía otros “condimentos” que obligaron a adelantarlo: el Canciller Nicanor Costa Méndez abordaría el tema Malvinas ante la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y el propio Presidente de facto Juan Carlos Onganía, esa misma jornada debía asistir a una reunión de hipismo con el príncipe Felipe, consorte de la reina de Inglaterra, de visita oficial en el país.

Onganía hacía apenas tres meses había derrocado al gobierno constitucional de Arturo Illia, instaurando un nuevo gobierno de facto.

Con la noticia instalada, distintos sectores gremiales se manifestaron secretamente en apoyo al Operativo Cóndor y José Timoteo Vandor (Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica), llegó a amenazar con un paro general.

Vandor, apodado “el Lobo”, un ex cabo de la Armada Argentina, fue fundador del “neoperonismo “o “peronismo sin Perón”.

El desarrollo del secuestro

Esa noche, cada uno por su cuenta, tomaron transportes públicos o fueron acompañados en autos particulares de otros compañeros hasta el Aeroparque Jorge Newbery. Se fueron divisando de a uno, los 18 miembros.

En la terminal aérea porteña, se mezclaron entre los pasajeros y abordaron el avión que viajaba a Río Gallegos. Sus bolsos, a diferencia del resto, llevaban ropa de fajina y armas (pistolas y fusiles que estaban descargados). El Douglas DC 4 de la línea de bandera, tenía horario de salida a las 00:34.

La nave viajaba con 25 pasajeros, entre quienes se encontraba el Gobernador de facto del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Contraalmirante José María Guzmán y su edecán.

Un par de horas después de que se inició el viaje, a mitad de camino, cuando la nave estaba a la altura de Puerto San Julián (Santa Crzu), el operativo se activó: dos de ellos, les avisaron a las azafatas que la nave estaba siendo secuestrada.

Dardo Cabo consiguió llegar a la cabina de los pilotos abordando al Comandante Ernesto Fernández García. Les indicaron que se trataba de un secuestro y que la nave debía ser desviada a las Islas Malvinas: No conozco la ruta dijo el piloto. Acá tenés la carta de navegación. Rumbo 1-0-5, fue la respuesta.

El lugar concreto para el aterrizaje era la misma pista en la que años atrás, en 1964, Miguel Fitzgerald, que, en un vuelo solitario, se había convertido en el primer argentino en hacerlo. Este permaneció en la isla solo 10 minutos, tiempo suficiente para colgar una bandera en el alambrado de la pista de carreras de caballos y evitar que lo tomaran prisionero.

Menos de dos horas después, la aeronave conseguía aterrizar “de prepo” y casi sin combustible en el archipiélago austral con los comandos argentinos a bordo, vestidos todos con anorak verde militar y portando siete banderas celestes y blancas listas para flamear en el sur insular.

Difícil todo porque por aquellos años una bruma suspendida a media altura, sobre los techos de las viviendas, producto de la combustión de la turba que se utilizaba para calefaccionar las casas, impedía la visual.

El avión dio varias vueltas a la zona antes de descender. El piloto, entonces, consideró que el mejor sitio para el arribo era sin dudas la pista de “cuadreras” de caballos, detrás del casco urbano. La llegada no fue trágica, aunque la aeronave quedó atrapada en la turba ubicada al final de la recta.

Al ver un DC-4 de Aerolíneas, que no era usual, los pobladores se empezaron a acercar con curiosidad.

Los miembros del comando emergieron incrédulos y triunfantes del interior de la nave. Cuando lo hicieron, ya estaban rodeados por pobladores, mercenarios belgas y oficiales del SAS (Servicio Aéreo Especial de las fuerzas armadas británicas). Los argentinos portaban armas cortas y largas que jamás hubieran disparado por carecer de proyectiles.

“Cuando bajamos, sin ningún tipo de inconvenientes, tomamos prisioneras a las personas que teníamos que tomar, para neutralizar un posterior ataque de ellos. Eso nos permitió cumplir con todas las fases y no tener una batalla", explica Karasiewicz en un reportaje.

Una vez en la tierra, los ejecutores de la “Operación Cóndor” llevaron a cabo la primera y significativa acción, que fue colgar siete banderas argentinas en postes y alambrados cercanos al avión. Después de eso cantaron el Himno Nacional. 

Pasajeros rezando, aferrados a los asientos del Douglas. El fotógrafo García sin parar de disparar una foto detrás de otra. El comando consiguió su cometido. En las islas, mientras tanto, la situación se tornó dramática.

A las 09:57 informaron a través de la radio del avión:

“Operación Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición puesto Rivero. Autoridades inglesas nos consideran detenidos. Jefe de Policía e Infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador inglés anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino”.

El mensaje fue captado por el radioaficionado Anthony Hardy y retransmitido a Tierra del Fuego, Santa Cruz y Chubut. Pronto Buenos Aires y el resto del mundo sabrían lo que ocurría en las Islas. La presencia del fundador de Crónica y la celeridad para difundir los hechos fueron clave para evitar que el “onganiato” los fusilara. Se habían garantizado la cobertura mediática.

El plan era muy sencillo: plantar las banderas argentinas y leer un comunicado titulado “Las islas son nuestras” y trasmitirlo por frecuencia de radio. Luego rebautizaron Puerto Argentino/Stanley como Puerto Rivero. Era la forma de homenajear al Gaucho Rivero, aquel peón de ovejas entrerriano que en el siglo XIX había resistido a duras penas la llegada de los ingleses.

Los ingleses miraban, dejando que el comando argentino actuara. Las banderas argentinas flameaban en Malvinas. Ninguno comprendía qué hacer ni qué más decir. ¿Había que disparar? ¿Debían ser arrestados?

El frío comenzó a hacer su trabajo sobre los cuerpos. El hambre hizo lo propio. La aventura tenía que terminarse por una inercia natural de cansancio, hastío y cierta sensación de misión cumplida.

Alguno se atrevió a decir: “Nos vamos a quedar acá porque este lugar es nuestro”. La frase parecía ser llevada por el viento frío mientras que los kelpers, habitantes de las islas, y efectivos del SAS formaban un círculo a su alrededor,

En Argentina continental, Onganía ya se enteraba y unos minutos después expresaba en un comunicado: “la recuperación de las Islas Malvinas no puede ser una excusa para facciosos. Es causa profunda de la vocación de patria de cada argentino".

Mientras tanto, en Malvinas, Cabo intentó acercarse hasta la residencia oficial del mandatario de las Islas para informarle que la misión era "reafirmar la soberanía argentina" sobre el archipiélago y que se trataba de una operación pacífica.

A un par de horas del inicio del operativo, los “cóndores” liberaron a los pasajeros del avión, quienes se alojaron en casas particulares incluyendo la del Gobernador inglés. 

Durante los días siguientes el clima fue de extrema tensión debido a que los militantes no se rendían ni tenían intención de hacerlo ante los británicos. La mediación estuvo a cargo del párroco local, el holandés Rodolfo Roel, quien ofició una misa a bordo de la aeronave que terminó con la entrega de las armas, y el sacerdote se ofreció como mediador con las autoridades inglesas.

Cosmo Haskard, el Gobernador inglés, no estaba en las islas al momento de los hechos, por eso el poder lo ejercía Leslie Charles Gleadell, el tesorero de Malvinas. El comandante del avión y Roer pidieron que no tensaran más la situación, que el mundo ya sabía del operativo, y que no había por qué derramar sangre. Después de 36 horas, liberaron a los rehenes.

"Les dijimos que no íbamos a agredir a nadie, que habíamos cumplido la misión y que se quedaran tranquilos. Enseguida montaron todas las ametralladoras antiaéreas alrededor del avión, pusieron reflectores. Montaron un operativo con los pobladores, porque todos están armados allá. Nos pidieron la rendición por los altavoces y amenazaban con bombardear el avión".

Cabo le dijo al Contraalmirante Guzmán. “Señor gobernador de nuestras Islas Malvinas, le entrego como máxima autoridad aquí, en nuestra patria, estas siete banderas. Una de ellas flameó durante 36 horas en estas islas y bajo su amparo se cantó por primera vez el Himno Nacional”, a lo que el militar le respondió con una negativa y los trató de locos y terroristas.

El Gobernador de facto del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur se perdió la oportunidad de demostrar su honorabilidad, asumiendo su poder político en las propias islas.

Los comandos de Dardo Cabo capitularon y entregaron sus armas al piloto de la aeronave, única persona a la que reconocían como autoridad luego de la negativa del Contraalmirante Guzmán. Las autoridades de la isla los detuvieron y los trasladaron a la iglesia local durante dos días, bajo la protección del sacerdote.

Mientras eso ocurría Guzmán se alojaba y compartía su tiempo con las autoridades inglesas de las islas.

Luego de ello, los británicos decidieron trasladarlos para que vuelvan a la Argentina continental. Fue a través de dos viajes en los que debían llevarlos a mar abierto, donde los esperaba el buque ARA Bahía Buen Suceso (hundido años más tarde en el conflicto del Atlántico Sur), que había partido desde el continente para buscarlos, previo contacto entre el gobierno argentino y los ingleses. En la nave viajaban un juez, policías y casi 300 infantes de Marina.

Dice Karasiewicz:

"Guzmán tampoco dio la orden para que el buque entrara y desembarcara a los infantes. Eso también nos dio bronca; era un cobarde. Nos trasladaron a una lancha carbonera, pero el clima impidió que podamos subir. Fuimos a la iglesia y, cuando mejoró el tiempo, volvimos a la lancha y ahí llegamos".

Agotados, lograron trepar por una soga a la cubierta sin que ninguno cayera al agua helada. Los marinos los recibieron como héroes. Al correrse el rumor del regreso, una multitud clamorosa, entre vecinos, curiosos y periodistas, se concentró en el puerto fueguino. Las autoridades militares ordenaron que el buque atracara en la madrugada, hecho que ocurrió el día 3 de octubre.

El viaje de los “cóndores” hasta Tierra del Fuego duró varios días y al llegar quedaron detenidos en las jefaturas de Policía Federal de Ushuaia y Río Grande, acusados de delitos de privación de libertad y tenencia de armas de guerra. Ante el juez del caso, los militantes dieron su versión: "Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía". Otro de ellos amplió: “Lo volvería a hacer".

Cabo sintetizó así lo pactado:

“Fui a Malvinas a reafirmar la soberanía nacional y quiero aclarar que en ningún momento me he entregado a las autoridades inglesas, sino que acepté el hospedaje de la Iglesia católica ofrecido a través del arzobispo de las islas Malvinas; que me consideré detenido por la autoridad argentina que allí reconocí en el comandante de Aerolíneas, entregándole al gobernador de Tierra del Fuego e Islas Malvinas, señor almirante Guzmán, las banderas argentinas que flamearon en tierra malvineña durante treinta y seis horas”.

Mientras los jóvenes prisioneros ya estaban en el continente, en las Islas aún estaban los pasajeros del vuelo que fue secuestrado. Entre ellos Héctor Ricardo García, alojado en la casa del Gobernador junto a la tripulación del vuelo, una familia y una madre y su hija de 9 años, cuyo nombre es Lucía Miriam del Milagro París

Fue la destinataria de una particular misión ideada por García: le tenía que avisar cuándo levantaban el teléfono en la planta baja para, sin hacer ruido, levantarlo él en la planta alta para escuchar las conversaciones de los residentes ingleses. “Yo tenía que espiar desde el balcón; y cuando la servidumbre atendía el teléfono, tenía que levantar la mano”, relata.

¿Qué pasó después?

Tras su llegada, la dictadura envió al grupo al viejo penal Ushuaia, ya devenido en Museo, donde empezaron una huelga de hambre debido a los malos tratos, hasta que los trasladaron a la Jefatura de Policía, a cargo de un hermano del Contraalmirante Guzmán.

Después de dos motines y peleas con la Policía, a siete de ellos los trasladaron a Río Grande, en un lugar que fue acondicionado.

El periodista Héctor Ricardo García fue excarcelado de inmediato. Quince “cóndores” recuperaron la libertad nueve meses después.

Cuando la mayoría de ellos fueron liberados, volvieron a Buenos Aires y se reintegraron a las organizaciones a las que pertenecían. Poco tiempo después estaban todos en la lucha de nuevo.

Cabo, Giovenco y Rodríguez cumplieron su sentencia y fueron liberados tres años más tarde a causa de sus antecedentes como militantes de la Juventud Peronista.

Varios días después, los pasajeros argentinos del avión secuestrado hicieron el mismo trayecto que los “cóndores”: en lanchas militares inglesas viajaron hasta el ARA Bahía Buen Suceso, que los llevó de regreso al continente.

La tripulación del avión debió esperar que el mismo fuese movilizado hacia la pista ya que estaba con parte del tren de aterrizaje enterrado, y cargar combustible para el regreso.

El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del grupo fueron procesados por el Juez Federal de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Lima, por los delitos de «privación de la libertad personal calificada» y «tenencia de armas de guerra».

El secuestro de aviones no estaba contemplado en la legislación de la época. Fueron patrocinados por el abogado de la Confederación General del Trabajo y la Unión Obrera Metalúrgica Fernando Torres, el fueguino José Salomón, y otros profesionales.

El procesamiento se refirió a los hechos ocurridos al desviar la nave aérea y no a lo ocurrido en Malvinas, que la justicia entendió que no constituía delito. Fueron condenados el 26 de junio de 1967.

El 13 de octubre, la Cámara Federal de Bahía Blanca confirmó la sentencia, aunque hizo algunas modificaciones menores; por ejemplo, ordenó la devolución de las banderas a Cabo, su dueño, sosteniendo que:

“Las banderas argentinas, por el hecho de haber tremolado sobre una porción irredenta de tierra de la Patria, no son ni pueden ser consideradas instrumento de delito.
Por ello corresponde su oportuna devolución a quien ha demostrado actuar como su propietario”.

Cabo se casó con María Verrier en la cárcel y a su salida recuperó las siete banderas que habían flameado en las Islas Malvinas.

En una nota publicada por la agencia Télam, el periodista y escritor Ricardo Ragendorfen enumera qué fue de los principales cabecillas:

Juan Carlos Rodríguez y Pablo Tursi (convertidos en guardaespaldas de la UOM), cayeron acribillados en sendos tiroteos tras el golpe de Estado de 1976. Andrés Castillo (uno de los fundadores de la Juventud Trabajadora Peronista), sobrevivió al secuestro en el centro de detenciones de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), y llegó a ser un dirigente la Asociación Bancaria.

Con el tiempo Cabo y Giovenco devinieron enemigos irreconciliables. El primero formó la agrupación Descamisados que en 1972 se incorporó a Montoneros. Giovenco quedó como custodio en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y estuvo a cargo de los grupos armados de la banda ultraderechista Concentración Nacional Universitaria (CNU). En 1974 una granada le explotó en las manos y murió en la sede de la UOM. 

Rodríguez y Pedro Tursi fueron abatidos en un tiroteo. Dardo Cabo, ya convertido en un cuadro de Montoneros, fue asesinado por la dictadura militar, durante un traslado desde una cárcel de La Plata, en 1977.

 

Diferentes artículos históricos señalan que el financiamiento de la aventura podría haber corrido por cuenta del sindicalista metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, del empresario metalúrgico César Cao Saravia y del mismísimo Héctor Ricardo García, a cambio de la primicia periodística (versión que García rechazó años después).

César Cao Saravia, fue un salteño muy vinculado a Juan Domingo Perón, intentó recuperar nuestras islas mediante una operación financiera.

La idea original era tomar estratégicamente posesión de la isla al adquirir el paquete accionario de la Falkland Island Company, una sociedad anónima que virtualmente monopolizaba la producción de bienes y servicios en el archipiélago de las islas Malvinas.

En marzo de 1977, César Cao Saravia se comunicó, mediante telégrafo, con la casa matriz de la empresa, que tenía sede en Londres, informándoles a sus responsables que tenía la intención de iniciar conversaciones por una operación a realizarse a través del Banque Occidentale.  En ese momento, durante una entrevista que le hizo un medio argentino, César Cao Saravia informó:

“Estimo que la transacción será de unos diez millones de dólares”.

La lucha que emprendió Saravia hasta hoy, ningún gobierno pudo continuar ni afrontar con éxito: recuperar la soberanía de las islas. Son conocidas hoy muchas obras filantrópicas de él.

El destino de las banderas, honores y recreaciones

Sobre las banderas que llevaron hacia las Malvinas, María Cristina Verrier, una de las militantes que había participado en la operación, le entregó seis de ellas a la entonces Presidenta Cristina Kirchner en 2012. La otra fue cedida por Susana Arrechea, viuda de Cao Saravia. 

La más embarrada está en el mausoleo de Néstor Kirchner en Rio Gallegos. Las otras banderas que fueron izadas en Malvinas están en la Basílica de Nuestra Señora de Itatí, en Corrientes; en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, en la ex-ESMA; en el denominado patio Malvinas Argentinas de Casa Rosada; en la Cámara de Diputados; el Museo del Bicentenario, en Balcarce 50; y en la Basílica de Luján.

Entre los reconocimientos:

·         Monumento en la Plaza San Martín y Calle Dardo Cabo, en uno de los accesos a la Autopista de Oeste, en Ituzaingó (Buenos Aires)

·         Calle Operativo Cóndor en el Partido de Merlo (Buenos Aires).

·         Sesión especial de homenaje en el Senado de la Provincia de Buenos Aires donde se entregaron diplomas y medallas a los cóndores asistentes y familiares de los fallecidos.

·         Declaración de homenaje en la Cámara de Diputados de la Nación Argentina.

La serie de ficción Cóndor Uno Cero Cinco recrea los hechos. Se trató de un proyecto ganador del concurso Renacer Audiovisual del Ministerio de Cultura y la Secretaria de Medios y Comunicación Pública en la categoría de ficción histórica, que rescata del olvido los acontecimientos ocurridos en septiembre de 1966.

Bibliografía

JAURETCHE, A. (1967). El comando “cóndor” y el almirante Guzmán. En: JAURETCHE, A. (1969).  Mano a mano entre nosotros. Buenos Aires. Edit. Corregidor: 94:96

PERFIL (2023). Cómo fue el "Operativo Cóndor" para izar la bandera argentina en las Islas Malvinas https://www.perfil.com/noticias/actualidad/como-fue-el-operativo-condor-para-izar-la-bandera-argentina-en-las-islas-malvinas.phtml

RODRÍGUEZ FREIRE, J. (2021). En primera persona: cómo fue el Operativo Cóndor y la recuperación simbólica de Malvinas. https://www.ambito.com/informacion-general/malvinas/

SANCHEZ, G. (2023). “Nos vamos a quedar acá porque este lugar es nuestro”. Clarin.com. Sociedad. 06/05/2023 https://www.clarin.com/sociedad/operacion-condor-primer-avion-secuestrado-historia-izar-bandera-argentina-malvinas_

 

WIKIPEDIA. Operativo Cóndor. https://es.wikipedia.org/wiki/Operativo_C%C3%B3ndor

 

 

 




jueves, 30 de noviembre de 2023

El “negro Carrillo”. Un médico de esos…..

                                                                                                               Descargar en pdf

Tenía 11 años cuando casi me fui al otro mundo por una peritonitis aguda que solo algunos pocos pudieron detectar en mi pueblo, de la que salí “bien parado” luego de una cirugía de varias horas en el Hospital Aurelio Crespo de Cruz del Eje.

Hace poco me enteré que este hospital fue inaugurado bajo el ministerio del Dr. Ramón Carrillo, yes por eso que quiero traerlo en el recuerdo, de un tipo que, más allá de sus posturas políticas (por las que fue usado y maltratado por “amigos” y enemigos), le dio al país más necesitado algo impensado en su momento: SALUD PUBLICA.

Ramón Carrillo era neurocirujano, pero él se presentaba con su chispa santiagueña como “negrocirujano”.

Al lado de sus colegas fue quien llevó a cabo hazañas para la época como eliminar prácticamente el paludismo (malaria), tifus, brucelosis, sífilis y otras enfermedades venéreas, y minimizar la mortalidad por tuberculosis. Parecía que mientras más logros obtenía Carrillo menos reconocimientos conseguía, hasta que el “sistema político” se lo sacó de encima y debió exiliarse en Brasil, donde falleció.

El reconocimiento le llegó muy tarde, y como dijo Séneca (filósofo romano nacido en el año 4), “cuando la justicia es lenta, no es justicia”


Los problemas de la Medicina, como rama del Estado, no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría. […] Solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo.

Ramón Carrillo

¿Quién fue Ramón?

Hijo de Ramón Carrillo Saavedra y de María Salomé Gómez Carrillo, Ramón Carrillo nació en 1906 en Santiago del Estero, en el seno de una familia acomodada, con 10 hermanos.

Su padre fue docente del Colegio Nacional de Santiago del Estero, periodista y tres veces diputado por el conservadurismo, siendo un referente provincial del General Julio Argentino Roca.

En tanto, su bisabuelo, don Marcos Carrillo, fue un oficial español nacido en Murcia, quien luchó para el bando realista y cayó prisionero del General Manuel Belgrano en la batalla de Salta.

El español Marcos Carrillo no solo era el abuelo de su padre, sino también, a su vez, el bisabuelo de su madre, razón por la cual el apellido Carrillo se repite en ambos progenitores.

Luego de cursar sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, partió rumbo a Buenos Aires para iniciar la carrera de medicina. Cursó la misma de manera brillante y se graduó como médico a los 23 años, obteniendo la medalla de oro al mejor alumno de su promoción.

Al acercarse el final de su etapa universitaria, comenzó con sus primeras manifestaciones políticas públicas.

¿Qué hizo?

Desde su época de estudiante, se inclinó hacia la neurología y la neurocirugía. Ya graduado, abrazó definitivamente estas especialidades y obtuvo una beca universitaria para perfeccionarse en Europa, donde trabajó e investigó junto a los más destacados especialistas del mundo durante tres años.

En 1930 estuvo a cargo de la dirección de una publicación mensual, cuyo objetivo era difundir las investigaciones médicas de los estudiantes, doctores jóvenes y de algunos notables de la Facultad de Medicina. Dicha publicación se destacó por la vehemencia con que sus autores abogaron por la renovación de los conocimientos, la estructura y la sociabilidad médica.

Se perfeccionó en Holanda, Francia y Alemania, y regresó a Buenos Aires en 1933, en plena “década infame”, una etapa que se caracterizó por la ausencia de la participación popular, la persecución a la oposición, la tortura a los detenidos políticos, la creciente dependencia de nuestro país y la proliferación de los negociados.

Tomó contacto con figuras emblemáticas de una corriente de fuertes raíces nacionales de auge en aquella época. Se vinculó con su compañero de estudios primarios Homero Manzi y otros hombres, como Arturo JauretcheRaúl Scalabrini Ortiz impulsores de esas ideas, donde el concepto de Patria era lo más importante.

Se asoció con la escuela neurobiológica argentina activa en el Hospicio de las Mercedes (hoy Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda), y el Hospital de Alienadas (hoy Hospital Neuropsiquiátrico Braulio A. Moyano).

Durante esos años, Carrillo se dedicó únicamente a la investigación y a la docencia, hasta que en 1939 se hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central en Buenos Aires. Este empleo le permitió conocer con mayor profundidad la realidad sanitaria del país.

Carrillo aportó nuevas técnicas de diagnóstico neurológico (yodoventriculografía; tomografía, que por carencia en la época de medios electrónicos no pudo integrar la computación, pero fue precursora de lo que hoy se conoce como tomografía computada; su combinación con el electroencefalograma, llamada tomoencefalografía).

Durante quince años investigó las hernias del cerebro que ocurren en sus cisternas (hernias cisternales) y los síndromes que ocurren tras una conmoción o traumatismo cerrado cerebral (síndromes postconmocionales); descubrió la luego llamada enfermedad de Carrillo o papilitis aguda epidémica; describió las esclerosis cerebrales durante cuya investigación realizó numerosos trasplantes de cerebro vivo entre conejos, y reclasificó histológicamente los tumores cerebrales y las inflamaciones de la envoltura más íntima del cerebro (aracnoides), inflamaciones llamadas aracnoiditis.

También propuso una "Clasificación de las enfermedades mentales" que fue empleada antes de los DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales).

Agreguemos que a esta práctica se suman los aportes que Carrillo produjo como sanitarista, campo en el que se le debe una obra pionera: su Teoría del Hospital en 1951).

En ella señala tres categorías médicas y sus respectivas equivalencias arquitectónicas:

·         La medicina asistencial, a la que corresponde la arquitectura hospitalaria

·         La medicina sanitaria, servida por la ingeniería sanitaria,

·         La medicina social, a la que responde físicamente el Centro Sanitario.

En esta última categoría sustentará Carrillo la piedra basal de su revolucionaria política de salud, en tanto está destinada a la protección preventiva del hombre sano antes que al tratamiento del enfermo. De esta nueva concepción emergieron dos prototipos arquitectónicos sobre los que se levantarían las obras fundamentales del Ministerio: el Centro Sanitario y la Ciudad Hospital.

El primero estaba integrado por un conjunto de consultorios polivalentes y un eficiente servicio social destinados a captación de enfermos, reconocimiento de sanos y tratamientos ambulatorios, tipología plasmada en los Centros levantados en Catamarca, Corrientes, Jujuy, Salta, Santiago del Estero y Tucumán, provincias del NOA y NEA históricamente abandonadas a su suerte.

A su vez, la Ciudad Hospital tenía la envergadura de un polo de alta complejidad destinado a ciudades que, por su gravitación poblacional, histórica y económica, tenían el valor de epicentros regionales. De allí que fuese planeada en Horco Molle, en las afueras de San Miguel de Tucumán (a diferencia de los Centros ésta fue parcialmente construida, y abandonada tras el golpe de 1955).

Pero es interesante señalar que Carrillo tenía, además, opiniones fundadas sobre la arquitectura hospitalaria, pues le importaba que ésta no se divorciase de la memoria colectiva.

Por su misma procedencia gustaba de la tradición constructiva hispano criolla (galerías, muros blancos, techos de teja española), que se conoció entre nosotros como “estilo californiano”. A esto apuntaba cuando sugería que “los arquitectos deberán concebir las formas no sólo en función de su sentir personal, que es respetable, sino del sentimiento colectivo que perdura entre todos y permite reconocer lo que es de todos”.

No obstante sus preferencias personales, cuando los arquitectos le proponían nuevas soluciones funcionales y estéticas, las discutía a fondo.

Su diagnóstico del país 

En el Hospital Militar tomó contacto con las historias clínicas de los aspirantes al servicio militar, que procedían de toda la Argentina, y pudo comprobar la prevalencia de enfermedades vinculadas con la pobreza, sobre todo en los aspirantes de las provincias menos desarrolladas.

Llevó a cabo estudios estadísticos que determinaron que el país solo contaba con el 45% de las camas necesarias, y gran desigualdad entre las diferentes regiones.

Confirmó de esta manera sus recuerdos e imágenes de provincia, que mostraban el estado de atraso en que se encontraba gran parte del interior argentino.

Este diagnóstico provocó un brusco viraje profesional, abandonando su carrera como neurobiólogo y neurocirujano para dedicarse al desarrollo de la sanidad pública (sanitarismo), desde donde podría concretar algunas de sus ideas.

Creía que ésta debía orientarse «no hacia los factores directos de la enfermedad –los gérmenes microbianos– sino hacia los indirectos. La mala vivienda, la alimentación inadecuada y los salarios bajos tienen tanta o más trascendencia en el estado sanitario de un pueblo, que la constelación más virulenta de agentes biológicos”

Con doble empleo debido a su necesidad de salario, en 1942 Carrillo ganó por concurso la titularidad de la cátedra de Neurocirugía de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Allí formó una escuadra de talentosos discípulos, entre los que se destacó Raúl Matera, quien sería más tarde el médico personal de Juan Domingo Perón.

Durante su ministerio, y con franco apoyo político hasta ese momento, estableció la gratuidad de la atención de los pacientes, los estudios, los tratamientos y la provisión de medicamentos. Un novedoso tren sanitario recorría el país durante cuatro meses al año, haciendo análisis clínicos y radiografías y ofreciendo asistencia médica y odontológica hasta en los lugares más remotos del país, a muchos de los cuales nunca había llegado un médico. 

Su paso por la política

En 1941 Carrillo se afilió afiliado al Partido Demócrata Nacional, sucesor del Partido Autonomista Nacional (PAN), cuyo líder más destacado fue el ex presidente Julio Argentina Roca.

Fue delegado por Santiago del Estero al Comité Nacional por la fracción renovadora del Partido Demócrata Nacional. En 1943 fue uno de los profesores de la Facultad de Medicina que apoyó la candidatura a la presidencia de Robustiano Patrón Costas, y formó parte de los miembros del Comité Nacional del PDN.

El golpe de estado militar de ese año, que derrocó al gobierno constitucional del presidente Ramón Castillo, tuvo como parte involucrada al entonces Coronel Juan Domingo Perón, quien ocupó cargos relevantes durante ese gobierno, y más tarde se convertiría en presidente.

En ese contexto, Carrillo conoció a Perón quien lo convenció de colaborar en la planificación de la política sanitaria de su gobierno. Años más tarde esa relación terminó muy mal.

En 1946 Perón fue electo presidente, y en una entrevista le dijo: “Mire Carrillo, me parece increíble que tengamos un Ministerio de Ganadería para cuidar a las vacas y que no haya un organismo de igual jerarquía para cuidar la salud de la gente”.

El comentario de Perón será el preámbulo de una política de Estado desconocida en materia de Salud, cuando en 1946 confirmó a Carrillo al frente de la Secretaría de Salud Pública, que posteriormente se transformaría en el primer Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación. La esposa de Perón, Eva Duarte, desde su fundación, coordinó su accionar con el de Carrillo y contribuyó a consolidar su obra técnica.

En 1951 Carrillo escribía:

“Si se tiene en cuenta que son necesarias de 10 a 13 camas por cada mil habitantes, para atender a nuestros enfermos deberíamos contar, como mínimo, con 160.000 camas en todo el país, y solo disponemos actualmente de 70.000, es decir, menos de la mitad. He aquí el primer problema: construir nuevos establecimientos y darles el acento social que estamos propugnando”.

 

Su gestión se caracterizó por dar prioridad al desarrollo de la medicina preventiva, a la organización hospitalaria, a conceptos como la "centralización normativa y descentralización ejecutiva".

Sentó las bases de la medicina preventiva de Argentina mediante un plan integral que ubicó al país en la vanguardia en la materia. Como parte de los Planes Quinquenales, abarcó la totalidad del territorio, contemplando sus características culturales y geo-climáticas para trazar un preciso mapa sanitario del país.

Desde la gestión de Carrillo se comenzaron a cumplir normas sanitarias como las campañas masivas de vacunación (antivariólica y antidiftérica), y la obligatoriedad de presentar los certificados de esas vacunas en las escuelas y para realizar ciertos trámites.

Se implementaron campañas masivas a nivel nacional contra la fiebre amarilla, las enfermedades venéreas y otros flagelos.

También se destaca la creación de EMESTA (Empresa Medicinal del Estado), primera fábrica nacional de medicamentos, y el apoyo a los laboratorios nacionales por medio de incentivos económicos para que los remedios pudieran estar disponibles para la mayoría de la población.

Durante su gestión, se inauguraron casi 500 nuevos establecimientos sanitarios y hospitales, por ejemplo: Hospital de Roque Sáenz Peña, Chaco; Hospital de Jobson-Vera, Santa Fe; Hospital de Pinto, Santiago del Estero; Hospital de Chos Malal; Hospital de Valcheta, Río Negro; y el Instituto de Gastroenterología, Hemoterapia y de Dermatología de Capital Federal, entre muchos otros, y terminó la construcción de varios otros que estaban abandonados, como el Hospital de Cruz del Eje (Córdoba).

Las estructuras de varios hospitales que comenzó a construir durante su gestión fueron abandonadas tras su exilio y nunca fueron habilitadas, muchas fueron derribadas o abandonadas por el gobierno militar que terminó con el gobierno de Perón en 1955.

Un mal ejemplo que de alguna manera resume las conductas de muchos de nuestros gobiernos, es el caso del llamado “Elefante Blanco” de Villa Lugano en la ciudad de Buenos Aires, que tenía como destino ser el hospital más grande de toda Latinoamérica, pero nunca se llegó a cumplir, ya que, luego de que Carrillo dejara el Ministerio, el edificio quedó abandonado.

Esta es su triste historia:

Fue proyectado en 1923 (Presidencia de Torcuato de Alvear), para dar lugar a la Liga Argentina contra la Tuberculosis, iniciativa impulsada por el legislador socialista Alfredo Palacios.

En 1935 la municipalidad de Buenos Aires donó el terreno, y el Estado nacional (Presidencia de Agustín Justo), y distintas sociedades de beneficencia reunieron el dinero suficiente para iniciar los trabajos.

En 1939 (Presidencia de Ortiz), la estructura de la obra concluyó en el piso 14º, 63.600   m2, pero no se realizaron las obras interiores por problemas presupuestarios. 

La construcción se retomó en 1948 por gestión de Ramón Carillo, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, quien expropió el edificio. En 1955 el proyecto quedó abandonado por el golpe de estado de la autodenominada Revolución Libertadora.

En 1957 (Presidencia de facto de Aramburu), el edificio fue devuelto a la Liga Argentina contra la Tuberculosis, pero no se hicieron las obras por falta de fondos. Desde la década del sesenta el edificio fue ocupado a lo largo del tiempo por cientos de familias.

En diciembre de 2007 (Presidencia de Néstor Kirchner), el entonces jefe de gobierno porteño Jorge Telerman le cedió un espacio a la Fundación Madres de Plaza de Mayo, la que instaló un jardín maternal, aulas para capacitación, comedores y un taller de costura.

A fines de 2013, un recurso de amparo ordenó al gobierno porteño (a cargo de Mauricio Macri), a que “en forma urgente proceda a la limpieza del basural” y a la “limpieza periódica de los tanques de agua, la fumigación y desratización”.

Un nuevo proyecto prevé el llamado a licitación para llevar adelante un estudio estructural que permita demoler a pico y pala los 11 pisos superiores y conservar las tres primeras plantas del Elefante Blanco.

El gobierno porteño, de Rodríguez Larreta, en 2019, terminó la obra destinada al funcionamiento del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat que tiene más de 21.000 metros cuadrados.

Similar fue el destino de la ampliación del Hospital Borda, que se dejó sin uso hasta 2004, año en que se la demolió.

Carrillo aumentó el número de camas existentes en el país, de 66.300 en 1946 a 132.000 en 1954.

Carteándose con Norbert Wiener (llamado "creador de la cibernética", Carrillo la aplicó al arte de gobernar con el nombre de cibernología, creando un Instituto de Cibernología o Planeamiento estratégico en 1951.

Su amplio criterio y su visión de futuro le permitieron decir:

“El hombre de hoy ha hecho sus esclavos a la electricidad y a la fuerza nuclear y será pronto el empresario de las fuerzas del mar y del sol. Estamos frente a un poder catastrófico que puede ser peligroso para el hombre mismo. La civilización vuela en aviones y cohetes, mientras que la cultura recorre todavía a pie los caminos del mundo. El hombre actual ha perdido la buena costumbre de la reflexión y la meditación. Llegará a la luna antes de haber extirpado de sí mismo algunos resabios bárbaros que lo empujan a la guerra y a la destrucción. A la destrucción de su propia obra. ¡Tremenda y trágica paradoja!”

Socios y ejemplo para el mundo

Carrillo manifestaba:

“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”.

Aseguraba que la medicina más efectiva era disponer de agua potable y cloacas.

Obviamente no todo lo hizo solo. Por un lado contaba con respaldo político, y por otro supo aprovechar la capacidad de sus colaboradores a quienes respaldó con fuerza.

Llevó adelante una campaña para erradicar el paludismo o malaria, dirigida por los doctores Carlos Alberto Alvarado (compañero en la Facultad de Medicina y notable investigador), y Héctor Argentino Coll.

Al Dr. Alvarado le llamó la atención que la malaria era típica de zonas húmedas y pantanosas (donde el paludismo se mostraba en brotes epidémicos de corta duración), pero aparecía con mucha fuerza en Catamarca, La Rioja o Santiago del Estero, donde la enfermedad se presentaba en forma endémica), y cuyo ambiente era completamente distinto.

Sus investigaciones lo llevaron a concluir que los controles se los mosquitos trasmisores que se realizaba hasta ese momento era el utilizado en zonas húmedas y pantanosas, sin efectividad y que en regiones áridas los mosquitos hembras necesitaban aguas limpias y clima soleado y seco para proliferar.

La enfermedad, que generaba 120.000 víctimas anuales se consideró erradicada en solo dos años, con solo 120 casos, mediante una técnica meticulosa y práctica de ir cercando las fuentes de aguas claras.

Estos descubrimientos logrados por Carrillo y Alvarado fueron silenciados por “la envidia, los celos y la pequeñez de amigos y enemigos” al decir de Arturo Jauretche, reconocidos muchos años después cuando otros países utilizaban la técnica desarrollada en el nuestro.

Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y otras enfermedades venéreas. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por 100.000. Terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis. En tanto que la mortalidad infantil bajó del 90 por mil en 1943 al 56 por mil en 1955.

¿Porque lo denostaron y lo usaron?

Carrillo, que no gozaba de la simpatía de Raúl Apold (el Secretario de Prensa y Difusión del gobierno peronista), comenzó a exigirle al gobierno una mayor “apertura política”, que terminara con la “propaganda reiterativa”, que realizara un “replanteo de la política educativa” y que se terminara con la “falta de imaginación” del aparato propagandístico.

La situación se fue desgastando, y en 1954, Perón le exigió la renuncia, tanto por sus dichos como por la enemistad de Carillo con el vicepresidente Alberto Teisaire (por ser este último masónico y anticatólico), y quien traicionó a Perón luego de su caída.

Ramón Carrillo se negó a renunciar oficialmente, pero dejó una carta a Perón en la que le expresó su dolor por el hecho de que lo hiciera renunciar, señalando asimismo que no hacía falta su renuncia escrita ya que hacía más de un año que sus palabras no eran escuchadas.

Tras ello, el Dr. Carrillo debió exiliarse.

Su triste final

En octubre de 1954, Carrillo se embarcó rumbo a Nueva York con el fin de exiliarse en Estados Unidos. Allí dio una serie de conferencias en la Universidad de Harvard, no obstante, comenzó a enfrentar dificultades económicas, ya que debió exiliarse sin recibir ninguna ayuda del gobierno.

A raíz de una progresiva enfermedad se sometió a un intenso tratamiento con el cual logró algunas mejorías transitorias. Debido a que la vida en Nueva York se le hizo demasiado onerosa, Carrillo consiguió un empleo en la empresa norteamericana Hanna Mineralization & Co., la cual tenía una explotación en Brasil, a 150 kilómetros de Belem do Pará.

En noviembre de 1955 llegó a Brasil, y desde el primer momento se vinculó con el hospital de la universidad local de Belem do Pará, el llamado Santa Casa de Misericórdia, sin darse a conocer, sin embargo, en el hospital le dijeron que no podían emplearlo como médico, a lo que él le respondió que solo deseaba colaborar.

Allí conoció a un joven médico, el doctor Jourdy, quien se convirtió en su amigo y discípulo. Los avanzados conocimientos que Jourdy recibió de Carrillo llamaron la atención de los profesionales del hospital.

Por esta razón, sus autoridades pidieron informes a Río de Janeiro sobre el doctor Carrillo, a través de las cuales se enteraron de su actuación científica y política. Desde ese momento, Carrillo fue llamado para importantes consultas, exponer en conferencias y dar clases en el Hospital de Aeronáutica de Belém y en la Santa Casa de Misericórdia.

Pese a su actividad en Belem do Pará, en marzo de 1956, Carrillo, luego de analizar un examen médico que se había realizado le anunció a su esposa que le quedaban pocos meses de vida. Su pronóstico fue acertado: el 28 de noviembre de 1956 sufrió un accidente cerebrovascular y el creador del sanitarismo argentino falleció el 20 de diciembre de ese año, con apenas 50 años.

Mientras tanto, en Buenos Aires sus propiedades fueron allanadas y Carrillo fue acusado de enriquecimiento ilícito y malversación de fondos. Le dijo a un amigo:

«Si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre mi esfuerzo donde dejé la vida. No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino»

A Ramón Carrillo lo tironearon de varios lados, y lo usaron tanto como pudieron. Lo usó el peronismo para su propaganda y luego lo echó de su lado. La “Revolución Libertadora” suspendió todas las obras iniciadas. Pocos se encargaron los gobiernos sucesivos para reparar tanto daño por el olvido, y, como una forma de popularizarse, un Presidente de facto (Lanusse), repatrió sus restos en 1972 (18 años luego de su exilio y 16 después de su muerte.

Los homenajes

En 2005 su hermano, Arturo Carrillo, editó un libro que expone la magnitud de sus logros y sacrificios.

El 9 de diciembre del mismo año, el gobierno argentino decretó a 2006 "Año de homenaje a Ramón Carrillo", produciéndose numerosos actos de desagravio y volviéndose a publicar las ideas de medicina social que guiaron su labor.

En 2023, un billete de $ 2.000 honra su memoria.

Bibliografía

JAURETCHE, A. (2011). La derrota del paludismo, una victoria argentina. En: Mano a mano entre nosotros. Ed. Corregidor, Buenos Aires, pág. 33-38 

ORDOÑEZ, M.A. (2004). Ramón Carrillo, el Gran Sanitarista Argentino. Electroneurobiología 2004: 12 (2): 144–147. 

PETRINA, A. (2023). La historia de Ramón Carrillo, el "negrocirujano" que será la cara de los billetes de dos mil pesos.  Página 12. https://www.pagina12.com.ar/264709-la-revolucion-de-ramon-carrillo 

PIGNA, F. (¿?). Ramón Carrillo, precursor del sanitarismo argentino. El Historiador. www.elhistoriador.com.ar 

TISSERA, E. y PEREYRA, G. (¿?). Carrillo, un profeta de la APS. El aporte del pensamiento y obra del Dr. Carrillo a la atención primaria de la salud en la argentina. Facultad de Psicología Universidad de Buenos Aires. pdf. 22 p.