jueves, 30 de noviembre de 2023

El “negro Carrillo”. Un médico de esos…..

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Tenía 11 años cuando casi me fui al otro mundo por una peritonitis aguda que solo algunos pocos pudieron detectar en mi pueblo, de la que salí “bien parado” luego de una cirugía de varias horas en el Hospital Aurelio Crespo de Cruz del Eje.

Hace poco me enteré que este hospital fue inaugurado bajo el ministerio del Dr. Ramón Carrillo, yes por eso que quiero traerlo en el recuerdo, de un tipo que, más allá de sus posturas políticas (por las que fue usado y maltratado por “amigos” y enemigos), le dio al país más necesitado algo impensado en su momento: SALUD PUBLICA.

Ramón Carrillo era neurocirujano, pero él se presentaba con su chispa santiagueña como “negrocirujano”.

Al lado de sus colegas fue quien llevó a cabo hazañas para la época como eliminar prácticamente el paludismo (malaria), tifus, brucelosis, sífilis y otras enfermedades venéreas, y minimizar la mortalidad por tuberculosis. Parecía que mientras más logros obtenía Carrillo menos reconocimientos conseguía, hasta que el “sistema político” se lo sacó de encima y debió exiliarse en Brasil, donde falleció.

El reconocimiento le llegó muy tarde, y como dijo Séneca (filósofo romano nacido en el año 4), “cuando la justicia es lenta, no es justicia”


Los problemas de la Medicina, como rama del Estado, no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría. […] Solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo.

Ramón Carrillo

¿Quién fue Ramón?

Hijo de Ramón Carrillo Saavedra y de María Salomé Gómez Carrillo, Ramón Carrillo nació en 1906 en Santiago del Estero, en el seno de una familia acomodada, con 10 hermanos.

Su padre fue docente del Colegio Nacional de Santiago del Estero, periodista y tres veces diputado por el conservadurismo, siendo un referente provincial del General Julio Argentino Roca.

En tanto, su bisabuelo, don Marcos Carrillo, fue un oficial español nacido en Murcia, quien luchó para el bando realista y cayó prisionero del General Manuel Belgrano en la batalla de Salta.

El español Marcos Carrillo no solo era el abuelo de su padre, sino también, a su vez, el bisabuelo de su madre, razón por la cual el apellido Carrillo se repite en ambos progenitores.

Luego de cursar sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, partió rumbo a Buenos Aires para iniciar la carrera de medicina. Cursó la misma de manera brillante y se graduó como médico a los 23 años, obteniendo la medalla de oro al mejor alumno de su promoción.

Al acercarse el final de su etapa universitaria, comenzó con sus primeras manifestaciones políticas públicas.

¿Qué hizo?

Desde su época de estudiante, se inclinó hacia la neurología y la neurocirugía. Ya graduado, abrazó definitivamente estas especialidades y obtuvo una beca universitaria para perfeccionarse en Europa, donde trabajó e investigó junto a los más destacados especialistas del mundo durante tres años.

En 1930 estuvo a cargo de la dirección de una publicación mensual, cuyo objetivo era difundir las investigaciones médicas de los estudiantes, doctores jóvenes y de algunos notables de la Facultad de Medicina. Dicha publicación se destacó por la vehemencia con que sus autores abogaron por la renovación de los conocimientos, la estructura y la sociabilidad médica.

Se perfeccionó en Holanda, Francia y Alemania, y regresó a Buenos Aires en 1933, en plena “década infame”, una etapa que se caracterizó por la ausencia de la participación popular, la persecución a la oposición, la tortura a los detenidos políticos, la creciente dependencia de nuestro país y la proliferación de los negociados.

Tomó contacto con figuras emblemáticas de una corriente de fuertes raíces nacionales de auge en aquella época. Se vinculó con su compañero de estudios primarios Homero Manzi y otros hombres, como Arturo JauretcheRaúl Scalabrini Ortiz impulsores de esas ideas, donde el concepto de Patria era lo más importante.

Se asoció con la escuela neurobiológica argentina activa en el Hospicio de las Mercedes (hoy Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda), y el Hospital de Alienadas (hoy Hospital Neuropsiquiátrico Braulio A. Moyano).

Durante esos años, Carrillo se dedicó únicamente a la investigación y a la docencia, hasta que en 1939 se hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central en Buenos Aires. Este empleo le permitió conocer con mayor profundidad la realidad sanitaria del país.

Carrillo aportó nuevas técnicas de diagnóstico neurológico (yodoventriculografía; tomografía, que por carencia en la época de medios electrónicos no pudo integrar la computación, pero fue precursora de lo que hoy se conoce como tomografía computada; su combinación con el electroencefalograma, llamada tomoencefalografía).

Durante quince años investigó las hernias del cerebro que ocurren en sus cisternas (hernias cisternales) y los síndromes que ocurren tras una conmoción o traumatismo cerrado cerebral (síndromes postconmocionales); descubrió la luego llamada enfermedad de Carrillo o papilitis aguda epidémica; describió las esclerosis cerebrales durante cuya investigación realizó numerosos trasplantes de cerebro vivo entre conejos, y reclasificó histológicamente los tumores cerebrales y las inflamaciones de la envoltura más íntima del cerebro (aracnoides), inflamaciones llamadas aracnoiditis.

También propuso una "Clasificación de las enfermedades mentales" que fue empleada antes de los DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales).

Agreguemos que a esta práctica se suman los aportes que Carrillo produjo como sanitarista, campo en el que se le debe una obra pionera: su Teoría del Hospital en 1951).

En ella señala tres categorías médicas y sus respectivas equivalencias arquitectónicas:

·         La medicina asistencial, a la que corresponde la arquitectura hospitalaria

·         La medicina sanitaria, servida por la ingeniería sanitaria,

·         La medicina social, a la que responde físicamente el Centro Sanitario.

En esta última categoría sustentará Carrillo la piedra basal de su revolucionaria política de salud, en tanto está destinada a la protección preventiva del hombre sano antes que al tratamiento del enfermo. De esta nueva concepción emergieron dos prototipos arquitectónicos sobre los que se levantarían las obras fundamentales del Ministerio: el Centro Sanitario y la Ciudad Hospital.

El primero estaba integrado por un conjunto de consultorios polivalentes y un eficiente servicio social destinados a captación de enfermos, reconocimiento de sanos y tratamientos ambulatorios, tipología plasmada en los Centros levantados en Catamarca, Corrientes, Jujuy, Salta, Santiago del Estero y Tucumán, provincias del NOA y NEA históricamente abandonadas a su suerte.

A su vez, la Ciudad Hospital tenía la envergadura de un polo de alta complejidad destinado a ciudades que, por su gravitación poblacional, histórica y económica, tenían el valor de epicentros regionales. De allí que fuese planeada en Horco Molle, en las afueras de San Miguel de Tucumán (a diferencia de los Centros ésta fue parcialmente construida, y abandonada tras el golpe de 1955).

Pero es interesante señalar que Carrillo tenía, además, opiniones fundadas sobre la arquitectura hospitalaria, pues le importaba que ésta no se divorciase de la memoria colectiva.

Por su misma procedencia gustaba de la tradición constructiva hispano criolla (galerías, muros blancos, techos de teja española), que se conoció entre nosotros como “estilo californiano”. A esto apuntaba cuando sugería que “los arquitectos deberán concebir las formas no sólo en función de su sentir personal, que es respetable, sino del sentimiento colectivo que perdura entre todos y permite reconocer lo que es de todos”.

No obstante sus preferencias personales, cuando los arquitectos le proponían nuevas soluciones funcionales y estéticas, las discutía a fondo.

Su diagnóstico del país 

En el Hospital Militar tomó contacto con las historias clínicas de los aspirantes al servicio militar, que procedían de toda la Argentina, y pudo comprobar la prevalencia de enfermedades vinculadas con la pobreza, sobre todo en los aspirantes de las provincias menos desarrolladas.

Llevó a cabo estudios estadísticos que determinaron que el país solo contaba con el 45% de las camas necesarias, y gran desigualdad entre las diferentes regiones.

Confirmó de esta manera sus recuerdos e imágenes de provincia, que mostraban el estado de atraso en que se encontraba gran parte del interior argentino.

Este diagnóstico provocó un brusco viraje profesional, abandonando su carrera como neurobiólogo y neurocirujano para dedicarse al desarrollo de la sanidad pública (sanitarismo), desde donde podría concretar algunas de sus ideas.

Creía que ésta debía orientarse «no hacia los factores directos de la enfermedad –los gérmenes microbianos– sino hacia los indirectos. La mala vivienda, la alimentación inadecuada y los salarios bajos tienen tanta o más trascendencia en el estado sanitario de un pueblo, que la constelación más virulenta de agentes biológicos”

Con doble empleo debido a su necesidad de salario, en 1942 Carrillo ganó por concurso la titularidad de la cátedra de Neurocirugía de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Allí formó una escuadra de talentosos discípulos, entre los que se destacó Raúl Matera, quien sería más tarde el médico personal de Juan Domingo Perón.

Durante su ministerio, y con franco apoyo político hasta ese momento, estableció la gratuidad de la atención de los pacientes, los estudios, los tratamientos y la provisión de medicamentos. Un novedoso tren sanitario recorría el país durante cuatro meses al año, haciendo análisis clínicos y radiografías y ofreciendo asistencia médica y odontológica hasta en los lugares más remotos del país, a muchos de los cuales nunca había llegado un médico. 

Su paso por la política

En 1941 Carrillo se afilió afiliado al Partido Demócrata Nacional, sucesor del Partido Autonomista Nacional (PAN), cuyo líder más destacado fue el ex presidente Julio Argentina Roca.

Fue delegado por Santiago del Estero al Comité Nacional por la fracción renovadora del Partido Demócrata Nacional. En 1943 fue uno de los profesores de la Facultad de Medicina que apoyó la candidatura a la presidencia de Robustiano Patrón Costas, y formó parte de los miembros del Comité Nacional del PDN.

El golpe de estado militar de ese año, que derrocó al gobierno constitucional del presidente Ramón Castillo, tuvo como parte involucrada al entonces Coronel Juan Domingo Perón, quien ocupó cargos relevantes durante ese gobierno, y más tarde se convertiría en presidente.

En ese contexto, Carrillo conoció a Perón quien lo convenció de colaborar en la planificación de la política sanitaria de su gobierno. Años más tarde esa relación terminó muy mal.

En 1946 Perón fue electo presidente, y en una entrevista le dijo: “Mire Carrillo, me parece increíble que tengamos un Ministerio de Ganadería para cuidar a las vacas y que no haya un organismo de igual jerarquía para cuidar la salud de la gente”.

El comentario de Perón será el preámbulo de una política de Estado desconocida en materia de Salud, cuando en 1946 confirmó a Carrillo al frente de la Secretaría de Salud Pública, que posteriormente se transformaría en el primer Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación. La esposa de Perón, Eva Duarte, desde su fundación, coordinó su accionar con el de Carrillo y contribuyó a consolidar su obra técnica.

En 1951 Carrillo escribía:

“Si se tiene en cuenta que son necesarias de 10 a 13 camas por cada mil habitantes, para atender a nuestros enfermos deberíamos contar, como mínimo, con 160.000 camas en todo el país, y solo disponemos actualmente de 70.000, es decir, menos de la mitad. He aquí el primer problema: construir nuevos establecimientos y darles el acento social que estamos propugnando”.

 

Su gestión se caracterizó por dar prioridad al desarrollo de la medicina preventiva, a la organización hospitalaria, a conceptos como la "centralización normativa y descentralización ejecutiva".

Sentó las bases de la medicina preventiva de Argentina mediante un plan integral que ubicó al país en la vanguardia en la materia. Como parte de los Planes Quinquenales, abarcó la totalidad del territorio, contemplando sus características culturales y geo-climáticas para trazar un preciso mapa sanitario del país.

Desde la gestión de Carrillo se comenzaron a cumplir normas sanitarias como las campañas masivas de vacunación (antivariólica y antidiftérica), y la obligatoriedad de presentar los certificados de esas vacunas en las escuelas y para realizar ciertos trámites.

Se implementaron campañas masivas a nivel nacional contra la fiebre amarilla, las enfermedades venéreas y otros flagelos.

También se destaca la creación de EMESTA (Empresa Medicinal del Estado), primera fábrica nacional de medicamentos, y el apoyo a los laboratorios nacionales por medio de incentivos económicos para que los remedios pudieran estar disponibles para la mayoría de la población.

Durante su gestión, se inauguraron casi 500 nuevos establecimientos sanitarios y hospitales, por ejemplo: Hospital de Roque Sáenz Peña, Chaco; Hospital de Jobson-Vera, Santa Fe; Hospital de Pinto, Santiago del Estero; Hospital de Chos Malal; Hospital de Valcheta, Río Negro; y el Instituto de Gastroenterología, Hemoterapia y de Dermatología de Capital Federal, entre muchos otros, y terminó la construcción de varios otros que estaban abandonados, como el Hospital de Cruz del Eje (Córdoba).

Las estructuras de varios hospitales que comenzó a construir durante su gestión fueron abandonadas tras su exilio y nunca fueron habilitadas, muchas fueron derribadas o abandonadas por el gobierno militar que terminó con el gobierno de Perón en 1955.

Un mal ejemplo que de alguna manera resume las conductas de muchos de nuestros gobiernos, es el caso del llamado “Elefante Blanco” de Villa Lugano en la ciudad de Buenos Aires, que tenía como destino ser el hospital más grande de toda Latinoamérica, pero nunca se llegó a cumplir, ya que, luego de que Carrillo dejara el Ministerio, el edificio quedó abandonado.

Esta es su triste historia:

Fue proyectado en 1923 (Presidencia de Torcuato de Alvear), para dar lugar a la Liga Argentina contra la Tuberculosis, iniciativa impulsada por el legislador socialista Alfredo Palacios.

En 1935 la municipalidad de Buenos Aires donó el terreno, y el Estado nacional (Presidencia de Agustín Justo), y distintas sociedades de beneficencia reunieron el dinero suficiente para iniciar los trabajos.

En 1939 (Presidencia de Ortiz), la estructura de la obra concluyó en el piso 14º, 63.600   m2, pero no se realizaron las obras interiores por problemas presupuestarios. 

La construcción se retomó en 1948 por gestión de Ramón Carillo, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, quien expropió el edificio. En 1955 el proyecto quedó abandonado por el golpe de estado de la autodenominada Revolución Libertadora.

En 1957 (Presidencia de facto de Aramburu), el edificio fue devuelto a la Liga Argentina contra la Tuberculosis, pero no se hicieron las obras por falta de fondos. Desde la década del sesenta el edificio fue ocupado a lo largo del tiempo por cientos de familias.

En diciembre de 2007 (Presidencia de Néstor Kirchner), el entonces jefe de gobierno porteño Jorge Telerman le cedió un espacio a la Fundación Madres de Plaza de Mayo, la que instaló un jardín maternal, aulas para capacitación, comedores y un taller de costura.

A fines de 2013, un recurso de amparo ordenó al gobierno porteño (a cargo de Mauricio Macri), a que “en forma urgente proceda a la limpieza del basural” y a la “limpieza periódica de los tanques de agua, la fumigación y desratización”.

Un nuevo proyecto prevé el llamado a licitación para llevar adelante un estudio estructural que permita demoler a pico y pala los 11 pisos superiores y conservar las tres primeras plantas del Elefante Blanco.

El gobierno porteño, de Rodríguez Larreta, en 2019, terminó la obra destinada al funcionamiento del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat que tiene más de 21.000 metros cuadrados.

Similar fue el destino de la ampliación del Hospital Borda, que se dejó sin uso hasta 2004, año en que se la demolió.

Carrillo aumentó el número de camas existentes en el país, de 66.300 en 1946 a 132.000 en 1954.

Carteándose con Norbert Wiener (llamado "creador de la cibernética", Carrillo la aplicó al arte de gobernar con el nombre de cibernología, creando un Instituto de Cibernología o Planeamiento estratégico en 1951.

Su amplio criterio y su visión de futuro le permitieron decir:

“El hombre de hoy ha hecho sus esclavos a la electricidad y a la fuerza nuclear y será pronto el empresario de las fuerzas del mar y del sol. Estamos frente a un poder catastrófico que puede ser peligroso para el hombre mismo. La civilización vuela en aviones y cohetes, mientras que la cultura recorre todavía a pie los caminos del mundo. El hombre actual ha perdido la buena costumbre de la reflexión y la meditación. Llegará a la luna antes de haber extirpado de sí mismo algunos resabios bárbaros que lo empujan a la guerra y a la destrucción. A la destrucción de su propia obra. ¡Tremenda y trágica paradoja!”

Socios y ejemplo para el mundo

Carrillo manifestaba:

“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”.

Aseguraba que la medicina más efectiva era disponer de agua potable y cloacas.

Obviamente no todo lo hizo solo. Por un lado contaba con respaldo político, y por otro supo aprovechar la capacidad de sus colaboradores a quienes respaldó con fuerza.

Llevó adelante una campaña para erradicar el paludismo o malaria, dirigida por los doctores Carlos Alberto Alvarado (compañero en la Facultad de Medicina y notable investigador), y Héctor Argentino Coll.

Al Dr. Alvarado le llamó la atención que la malaria era típica de zonas húmedas y pantanosas (donde el paludismo se mostraba en brotes epidémicos de corta duración), pero aparecía con mucha fuerza en Catamarca, La Rioja o Santiago del Estero, donde la enfermedad se presentaba en forma endémica), y cuyo ambiente era completamente distinto.

Sus investigaciones lo llevaron a concluir que los controles se los mosquitos trasmisores que se realizaba hasta ese momento era el utilizado en zonas húmedas y pantanosas, sin efectividad y que en regiones áridas los mosquitos hembras necesitaban aguas limpias y clima soleado y seco para proliferar.

La enfermedad, que generaba 120.000 víctimas anuales se consideró erradicada en solo dos años, con solo 120 casos, mediante una técnica meticulosa y práctica de ir cercando las fuentes de aguas claras.

Estos descubrimientos logrados por Carrillo y Alvarado fueron silenciados por “la envidia, los celos y la pequeñez de amigos y enemigos” al decir de Arturo Jauretche, reconocidos muchos años después cuando otros países utilizaban la técnica desarrollada en el nuestro.

Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y otras enfermedades venéreas. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por 100.000. Terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis. En tanto que la mortalidad infantil bajó del 90 por mil en 1943 al 56 por mil en 1955.

¿Porque lo denostaron y lo usaron?

Carrillo, que no gozaba de la simpatía de Raúl Apold (el Secretario de Prensa y Difusión del gobierno peronista), comenzó a exigirle al gobierno una mayor “apertura política”, que terminara con la “propaganda reiterativa”, que realizara un “replanteo de la política educativa” y que se terminara con la “falta de imaginación” del aparato propagandístico.

La situación se fue desgastando, y en 1954, Perón le exigió la renuncia, tanto por sus dichos como por la enemistad de Carillo con el vicepresidente Alberto Teisaire (por ser este último masónico y anticatólico), y quien traicionó a Perón luego de su caída.

Ramón Carrillo se negó a renunciar oficialmente, pero dejó una carta a Perón en la que le expresó su dolor por el hecho de que lo hiciera renunciar, señalando asimismo que no hacía falta su renuncia escrita ya que hacía más de un año que sus palabras no eran escuchadas.

Tras ello, el Dr. Carrillo debió exiliarse.

Su triste final

En octubre de 1954, Carrillo se embarcó rumbo a Nueva York con el fin de exiliarse en Estados Unidos. Allí dio una serie de conferencias en la Universidad de Harvard, no obstante, comenzó a enfrentar dificultades económicas, ya que debió exiliarse sin recibir ninguna ayuda del gobierno.

A raíz de una progresiva enfermedad se sometió a un intenso tratamiento con el cual logró algunas mejorías transitorias. Debido a que la vida en Nueva York se le hizo demasiado onerosa, Carrillo consiguió un empleo en la empresa norteamericana Hanna Mineralization & Co., la cual tenía una explotación en Brasil, a 150 kilómetros de Belem do Pará.

En noviembre de 1955 llegó a Brasil, y desde el primer momento se vinculó con el hospital de la universidad local de Belem do Pará, el llamado Santa Casa de Misericórdia, sin darse a conocer, sin embargo, en el hospital le dijeron que no podían emplearlo como médico, a lo que él le respondió que solo deseaba colaborar.

Allí conoció a un joven médico, el doctor Jourdy, quien se convirtió en su amigo y discípulo. Los avanzados conocimientos que Jourdy recibió de Carrillo llamaron la atención de los profesionales del hospital.

Por esta razón, sus autoridades pidieron informes a Río de Janeiro sobre el doctor Carrillo, a través de las cuales se enteraron de su actuación científica y política. Desde ese momento, Carrillo fue llamado para importantes consultas, exponer en conferencias y dar clases en el Hospital de Aeronáutica de Belém y en la Santa Casa de Misericórdia.

Pese a su actividad en Belem do Pará, en marzo de 1956, Carrillo, luego de analizar un examen médico que se había realizado le anunció a su esposa que le quedaban pocos meses de vida. Su pronóstico fue acertado: el 28 de noviembre de 1956 sufrió un accidente cerebrovascular y el creador del sanitarismo argentino falleció el 20 de diciembre de ese año, con apenas 50 años.

Mientras tanto, en Buenos Aires sus propiedades fueron allanadas y Carrillo fue acusado de enriquecimiento ilícito y malversación de fondos. Le dijo a un amigo:

«Si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre mi esfuerzo donde dejé la vida. No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino»

A Ramón Carrillo lo tironearon de varios lados, y lo usaron tanto como pudieron. Lo usó el peronismo para su propaganda y luego lo echó de su lado. La “Revolución Libertadora” suspendió todas las obras iniciadas. Pocos se encargaron los gobiernos sucesivos para reparar tanto daño por el olvido, y, como una forma de popularizarse, un Presidente de facto (Lanusse), repatrió sus restos en 1972 (18 años luego de su exilio y 16 después de su muerte.

Los homenajes

En 2005 su hermano, Arturo Carrillo, editó un libro que expone la magnitud de sus logros y sacrificios.

El 9 de diciembre del mismo año, el gobierno argentino decretó a 2006 "Año de homenaje a Ramón Carrillo", produciéndose numerosos actos de desagravio y volviéndose a publicar las ideas de medicina social que guiaron su labor.

En 2023, un billete de $ 2.000 honra su memoria.

Bibliografía

JAURETCHE, A. (2011). La derrota del paludismo, una victoria argentina. En: Mano a mano entre nosotros. Ed. Corregidor, Buenos Aires, pág. 33-38 

ORDOÑEZ, M.A. (2004). Ramón Carrillo, el Gran Sanitarista Argentino. Electroneurobiología 2004: 12 (2): 144–147. 

PETRINA, A. (2023). La historia de Ramón Carrillo, el "negrocirujano" que será la cara de los billetes de dos mil pesos.  Página 12. https://www.pagina12.com.ar/264709-la-revolucion-de-ramon-carrillo 

PIGNA, F. (¿?). Ramón Carrillo, precursor del sanitarismo argentino. El Historiador. www.elhistoriador.com.ar 

TISSERA, E. y PEREYRA, G. (¿?). Carrillo, un profeta de la APS. El aporte del pensamiento y obra del Dr. Carrillo a la atención primaria de la salud en la argentina. Facultad de Psicología Universidad de Buenos Aires. pdf. 22 p.