viernes, 15 de diciembre de 2017

Juan Larrea. Una curiosa forma de patriotismo, corrupción y muerte



Español de nacimiento, Juan Larrea abrazó la causa patriota luchando contra las invasiones inglesas, siendo vocal de la Primera Junta, Constituyente en la Asamblea de 1813, Triunviro, Ministro de Hacienda y Embajador, sin embargo una sombra de corrupción lo seguirá hasta su muerte.

En los inicios de su actividad fue “alzaguista” (en contra de Liniers), “morenista” (en contra de Saavedra), y anti rosista hacia el final.

Si bien se dice que contribuyó con parte de su fortuna a la formación de las fuerzas armadas de una patria en formación, su sociedad con William Pio White, un norteamericano de moral sospechosa, lo coloca en muy mala posición con la compra de armas.

Refugiado y empobrecido decide el peor camino, suicidándose al cortar su cuello con la navaja de afeitar.


¿Quién fue Juan?
Juan Larrea nació en CataluñaEspaña, en 1782. Luego de la muerte de su padre, su madre decide trasladarse a Buenos Aires, cuando Juan tenía 18 años. Se destacó en poco tiempo como un hábil comerciante de cueros, vinos y azúcar, vinculándose al avezado e influyente comerciante español Martín de Álzaga.
A los 24 años ejerció como síndico del Consulado de Comercio de Buenos Aires y comienza a comprometerse con la causa patriota participando en la defensa contra las Invasiones Inglesas. Fue uno de los fundadores del Tercio de Miñones de Cataluña (Voluntarios de Cataluña), participando en la lucha con el grado de Capitán.
En enero de 1809, durante la asonada de Álzaga, fue uno de los candidatos a vocales de la primera junta de gobierno porteña, que no llegó a formarse.
Se conoce como asonada de Álzaga a un intento de destituir al virrey Liniers, por parte de un grupo afín encabezado por uno de sus miembros, el alcalde Martín de Álzaga.
En 1810, aparentemente por su alianza con el mismo grupo de comerciantes, fue nombrado vocal de la Primera Junta. Tenía solo 27 años, siendo el miembro más joven de nuestro primer gobierno patrio. Junto a Domingo Matheu (comerciante también vinculado al grupo de Álzaga), fueron los únicos españoles designados para participar en la junta de 1810.
Se unió al grupo liderado por Mariano Moreno en oposición a las posturas del presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, tanto antes como después de la transformación de la misma en la Junta Grande. Como consecuencia del alzamiento del 5 y 6 de abril de 1811, fue depuesto y desterrado a San Juan.
La Revolución del 5 y 6 de abril de 1811, o Movimiento o Revolución de los Orilleros, fue un golpe cívico militar por el cual el sector moderado partidario de Cornelio Saavedra, se aseguró el control de la Junta Grande de gobierno, eliminando a la minoría radical partidaria de Mariano Moreno.
Las sociedades ocultas y la compra-venta de armas
En 1812 Larrea presentó a los miembros del Segundo Triunvirato, un oficio “reservadísimo” proponiendo un contrato para adquirir en Estados Unidos 20.000 fusiles con sus bayonetas por 20.000 onzas de oro en plata sellada.
Las armas serían provistas por un ciudadano "cuyo nombre se oculta". De la declaración de Jonte en el proceso de 1815,​ se infiere que se trata de William Porter (Pio) White, un inescrupuloso comerciante estadounidense, socio y apoderado de Larrea.
El contrato autorizaba además al proveedor, antes incluso de la entrega de las armas, a entrar al país un cargamento por 100.000 pesos en mercaderías y a sacar otros 100.000 pesos en plata sellada (operación no permitida), todo libres de derechos de Aduana.
Juan José Paso, con experiencia e intereses comerciales en el tráfico de armas, planteó objeciones al negociado pero finalmente el contrato fue aprobado y ratificado en pleno por el Poder Ejecutivo.
Las condiciones del contrato, especialmente la importación de mercaderías y exportación de metálico, no obedecían sólo a la situación de necesidad del gobierno, por cuanto poco después, en diciembre de 1812, se adquirieron al inglés Jorge Hilton 5.000 fusiles con bayoneta de primera clase y 1.000 sables de caballería sin concederse similares beneficios, lo cual torna más evidente el carácter de “negociado” de la operación.
Si bien el contrato se dejó sin efecto, "setenta mil pesos se entregaron a un inglés para armas a renglón seguido de haber desechado la propuesta a que se opuso don Juan José Paso, sin seguridad alguna, según se lo expresó don Tomás Guido, los cuales hasta ahora cree el declarante que están en descubierto", como declararía el ciudadano José Belvis en el juicio de residencia de 1813.
Integró la Asamblea del Año XIII como Diputado por Córdoba. En ese ámbito fue el cuarto Presidente de las sesiones durante 3 días y apoyó en ese período la extinción de los títulos nobiliarios en el territorio nacional, la prohibición del uso de torturas y la creación de un instituto de formación militar, entre otras medidas.
Lleva su firma el acta que declaró canción patria al Himno Nacional. Fue el autor de la ley de Aduanas sancionada por la Asamblea, que liberaba de derechos a las máquinas, libros, imprentas y artículos de guerra.
Hacia el poder y la justificación de la carrera armamentista
En noviembre de 1813 por la renuncia del Dr. José Julián Pérez se incorpora Juan Larrea al Segundo Triunvirato, junto a Gervasio Antonio Posadas y Nicolás Rodríguez Peña.
Solo un mes después se cerró el convenio con White para que "...proceda a comprar y reunir cuanto se haga necesario para poner en el río una fuerza tan respetable, que no sea aventurado el éxito...sin detenerse en los precios, pues que una vez comenzados los gastos toda mezquindad que retardase el armamento, podría ser muy fatal y acaso hacer que todo fuese perdido."
Cuando aparece en el texto de las resoluciones…”sin detenerse en los precios”, la máquina de sospechar comienza a funcionar.
Larrea se unió a la Logia Lautaro, dirigida por el entonces Teniente Coronel Carlos María de Alvear. De la mano del sector “alvearista” de la logia (el otro sector era el “sanmartiniano”), el tío de Carlos María de Alvear, Gervasio Posada, que en ese momento ejercía como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, lo designó, en 1814, Ministro de Hacienda.
Larrea justifica su carrera armamentista por la “situación difícil del momento”, y la describe en una carta a su socio White:
"Cuando en diciembre de 1813, por misión del Señor D. José Julián Pérez, fui nombrado individuo del poder ejecutivo, las Provincias del Río de la Plata presentaban un cuadro verdaderamente triste. 
El ejército del Perú, mandado por el General Belgrano, había sido completamente derrotado en Vilcapugio, y venía retirándose de Tucumán; la Plaza de Montevideo tenía una guarnición doble en número al ejército que la sitiaba, y nada indicaba que pudiese tomarse, porque no tenía el Gobierno con qué batirla en brecha pues no tenía cañones, y en los almacenes de artillería apenas había 200 quintales de pólvora; el Coronel Artigas, en guerra abierta con la Capital, había revolucionado y era obedecido en todo el territorio de la Banda Oriental hasta el Paraguay; el reino de Chile se hallaba atacado por las tropas de Lima, y las divisiones intestinas que lo agitaban anunciaban ya de antemano la ocupación que aconteció poco después; el tesoro de Buenos Aires agotado y su crédito enteramente perdido; por último en lugar de la confianza que es necesaria para salir de los grandes peligros, se notaba un desaliento general.
En tan críticas circunstancias, conocí que era preciso concentrar los esfuerzos, y poniendo en movimiento cuantos recursos presentasen, dar un golpe a los enemigos que desembarazándose de ellos, restableciese la confianza, y pusiese al Gobierno en estado de proseguir la guerra con nuevo vigor y con esperanzas probables de un feliz resultado.
Discurriendo con Usted sobre tan importante objeto, buscamos el punto en donde el enemigo pudiese ser atacado con más prontitud, nos convencemos de que era Montevideo, siempre que fuese posible armar una fuerza naval que, batiendo a la que los enemigos tenían en el Río, la obligase a encerrarse en su Puerto, y lo bloquease estrechamente. Aunque era fácil convenir en acierto el proyecto, parecía imposible que pudiesen encontrarse los medios necesarios para realizarlo.
La Marina de Montevideo era numerosa, y Buenos Aires sólo tenía una balandra despreciable y el lanchón del Capitán del Puerto. En el arsenal no había más que 30 cañones y carronadas de diferentes calibres y muy usados. No había pólvora y se ignoraba de donde sacaría marineros y oficiales de mar.
Confieso que arredrado por el cúmulo de dificultades que se presentaba, habría abandonado el proyecto creyéndolo irrealizable si el genio de Usted no me hubiese persuadido que no faltarían recursos para superarla. Convencido de que todo era menester crearlo, y autorizarlo por mis colegas del Ejecutivo con la plenitud de sus facultades, le conferí a Usted las más amplias para que emprendiese el armamento.
Buenos Aires vio con asombro que cuando a fines de marzo de 1814 se comenzó a hablar seriamente de estas empresas aparecieron ya armados y como extraídos del seno del mar una porción de buques, entre los cuales había algunos que en el mes de diciembre de 1813 estaban aún en los mares de Europa. Esfuerzo prodigioso debido a la constancia actividad e inteligencia con que Usted desempeñó esta comisión…"
Desde ese cargo impulsó la creación de la escuadra naval que, al mando de Guillermo Brown, se impuso a la Real Armada Española en la Campaña Naval de 1814 asegurando la caída de Montevideo, uno de los hechos más trascendentes para la suerte de la guerra de la independencia.
Algunos historiadores afirman que perdió buena parte de su fortuna en la formación de la flota de guerra, en parte por los manejos turbios de fondos de su apoderado, el norteamericano William Pío White.
De su bolsillo también habría financiado un batallón de caballería y buena parte de las necesidades de la fábrica de armamentos. 
No había tanta impunidad
En agosto de 1815 es procesado, causa que llevaba por título “Proceso por delitos contra la patria y su seguridad contra Juan Larrea”, bajo la acusación de Martín Basavilbaso.
Todo esto ocurría a pesar de la protección de quien en ese momento era su protector, el Director Supremo Carlos María de Alvear
Se lo procesó por 9 cargos. En uno solo de ellos (el número 6), el Estado expresaba que no tenía explicación alguna que bajo su responsabilidad se hayan vendido tres corbetas (Neptuno, Belfast y Agradable), cuyo valor era de $ 62.000 por solo $ 30.000 al señor Manuel Lorenzo, y que por lo tanto esta venta por menos de la mitad de su valor implicaba un “retorno” para quien decidió la operación.
La sentencia contra Juan Larrea, en octubre de ese año, se tradujo en la expatriación a ultramar y el secuestro de sus bienes por $ 82.310 que adeudaba a la Aduana.
Su socio Pio White también fue encarcelado.
Pasó por Montevideo, para luego instalarse en BurdeosFrancia. El nuevo Director Supremo,  Juan Martín de Pueyrredón, de indisimulable afinidad con ese país, lo nombró cónsul de las Provincias Unidas del Río de la Plata en esa ciudad.
En 1822, ya bajo el gobierno de Martín Rodríguez volvió a Buenos Aires, dedicándose a negocios de fabricación de navíos, saladeros y extracción de tasajo para exportación.
De 1828 a 1830 vivió en Burdeos, desempeñándose como cónsul nombrado por el Gobernado Manuel Dorrego, consiguiendo durante ese período el reconocimiento de la Independencia Argentina por parte del gobierno francés y formar nuevamente un considerable patrimonio.
El final
Regresó al Río de la Plata, y por varios años más intentó crear diversas empresas, aunque la persecución de Rosas, traducida en cargas impositivas y multas a su actividad como fabricante de navíos, lo llevó a la ruina. Se radicó en Montevideo, desde donde manejaba sus negocios en Buenos Aires.
Volvió a Buenos Aires, donde a los 64 años, en 1847, se suicidó perseguido por problemas económicos, degollándose con su navaja de afeitar.
Era el último sobreviviente de los miembros de la Primera Junta Patria.



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