Si escuchamos por ahí “Eulogia Tapia en La Poma…” o “Ese que canta es Barboza…”, seguramente
lo podremos relacionar con Salta, y con el noble y antiguo oficio de ser
pastor.
Efectivamente, Eulogia Tapia
y Leopoldo “El Chola” Barboza, tienen en común que son salteños y pastores de
cabras y ovejas, vecinos a algunos kilómetros, y fuente de inspiración del
poeta Manuel J. Castilla.
Detrás de dos zambas
preciosas están los tres, llenos de historia, que cuando algún día se junten en
alguna nube, bendecirán haberse conocido.
Para buenas “letras” de un
poema hacen falta buenas “músicas”, y es por eso que el Cuchi Leguizamón y
Fernando Portal, aportaron melodías bellísimas.
Conozcamos estas dos
historias.
Eulogia, una pastora de 18 años, nunca imaginó que
provocando un “contrapunto de bagualas” (desafío de 4 versos
improvisados, con rima y acompañados por una caja), con unos forasteros
que bebían en un boliche de La Poma, sería famosa.
Ella no lo quiso ser, solo estaba en juego su amor
propio para ganar. Tampoco sabía que a quien estaba desafiando era nada más ni
nada menos que el poeta Manuel J. Castilla.
Castilla perdió la primera vuelta pero no se dio
por vencido, al día siguiente fue hasta su casa y también perdió el desafío.
Eulogia se enteró mucho tiempo después, pero vive
para contarlo y relatarlo en primera persona tantas veces como se lo piden.
Disfruta de su fama, a lo que debe agregarse que la
nombraron Ciudadana Ilustre y Patrimonio Cultural
Artístico Viviente de La Poma.
Hoy sigue siendo una pastora que vive en La Poma, a
3.000 m s.n.m., localidad que hoy solo tiene unos 700 habitantes, ubicada al
oeste de la ciudad de Salta, y que se accede por la Cuesta del Obispo.
Allí nació el 13 de setiembre de 1945, se crio con
sus padres pastores, se casó con “su” Albino (Avilo), a los 27 años y tuvo 2
hijas.
Carnaval
y contrapunto
Es frecuente que en las fiestas carnavaleras de
norte, los copleros se junten para realizar contrapunto de bagualas. Es una
especie de payada entre contrincantes, resultando perdedor quien no pueda
contestar los versos de su adversario circunstancial.
Promediaba la década del `60 cuando Manuel Castilla
y el Cuchi Leguizamón llegaron a La Poma, y para variar, se fueron a refrescar
las gargantas al almacén/boliche llamado La Flor del Pago. Fue allí cuando
vieron entrar a una adolescente de 18 años, cubierta su cara con harina (como se
festeja el carnaval en el norte), y una caja coplera entre las manos para
comprar algo para su casa.
Castilla
“la provocó” y, con timidez, Eulogia aceptó el desafío de cantar en
contrapunto.
Luego
de un tiempo de idas y vueltas, Castilla hizo silencio, dándose por vencido en
el contrapunto. La joven ganó en la improvisación, y sin decir más, salió a
buscar su caballo blanco que había quedado en el frente del almacén.
Hace unos años, Eulogia dio su versión:
“Yo he bajado de mi casa al pueblo para cantar. Ahí
armaban carpas durante carnaval y se juntaban todos. Yo llegué con mi caballo
blanco, como dice la canción. El “Cuchi” y Castilla estaban también ahí
cantando con sus guitarras. Éramos muchos hasta que empezaron los contrapuntos.
La gente se fue yendo y yo me quedé sola con ellos dos en un duelo, hasta que
le gané con una última copla que decía:
«Esta noche va a llover /agua que manda la
luna/mañana han de amanecer/como pato en la laguna.”
«Ellos me preguntaron qué quería por haber ganado y yo les dije que me hicieran una canción».
Al día siguiente Castilla todavía no asumía su derrota. Pidió el tractor verde de la Municipalidad (que aún camina la Puna) y fue hasta el rancho de adobe de los Tapia, ubicado en Ampostuya. En esa oportunidad tampoco fue bien recibido Manuel ya que don Joaquin, el padre de Eulogia, era “bravo como el cardón”.
Repitieron allí el contrapunto, en presencia de la mirada adusta del padre de ella, y nuevamente la adolescente derrotó a quien ya era considerado un maestro de la poesía.
Eulogia dijo
sobre el día después:
“Yo estaba
con mi padre sembrando, entre la alfalfa, como dice el tema. También estaba el
sauce, que está como llorando. Todo eso vieron ellos. Y cuando hablan de “por
qué te roban Eulogia, carnavaleando” era porque me habían robado una chiva.
"Con mi hermana dejamos tiradas
las chivas en el cerro y vinimos
a pasear al carnaval. Yo me confié, porque ellas conocían
el camino y bajaban solas. Al otro día, cuando volvimos, faltaban varias", contó en referencia al verso de la canción que dice eso.
Aquel día nació la leyenda. “Su hija es excelente cantora, le haremos una zambita”, le aseguró
Castilla al padre de la joven, el que respondió “Será buena cantora, pero se dejó robar las chivas”.
Todo tiznado por el humo del tractor el poeta
regresó, y entre cervezas frías desnudó sobre el mostrador su bagaje de penas.
A la mañana siguiente Castilla se fue. Tal vez
desde la ciudad de Salta quiso vengar su derrota escribiendo La Pomeña, obra
que registraran en 1969.
Eulogia Tapia, en La
Poma,
al aire da su ternura,
si pasa sobre la arena
iba pisando la luna.
El trigo que va
cortando
madura por su cintura,
mirando flores de alfalfa
sus ojos negros se azulan.
El sauce de tu casa
está llorando
porque te roban,
Eulogia,
carnavaleando.
La cara se le
enharina,
la sombra se le enarena,
cantando y desencantando,
se le entreveran las penas.
Viene en un caballo
blanco,
la caja en sus manos tiembla,
y cuando se hunde en la tarde
es una dalia morena.
Para endulzar el oído podemos escuchar esta versión por Mercedes Sosa, la preferida de Eulogia.
Años más tarde Eulogia recordaba:
“Ellos –por el Cuchi y Castilla – vinieron una vez
al carnaval y nunca más volvieron. Al año o a los dos, alguien me avisó:
‘Eulogia, la están nombrando en la radio’. Mi mamá escuchó y me dijo que era yo
(“¡Eulogia, te han hecho una zamba!”).
No me lo he creído al principio que hablaba de mí.
Después me llenó de emoción.»
“Me gusta la canción porque cuenta cosas que son
ciertas. Cuando dice ‘el trigo que va cortando madura por su cintura’, se
refiere a mi trabajo de entonces. También nombran al caballo blanco que yo
tenía”.
Eulogia hoy
Eulogia vive en la
actualidad en un puesto de campo, apenas alejada de La Poma. Cada mañana de
verano se la puede encontrar de botas de goma y ordeñando, con la mirada de la
timidez perdida en el piso de tierra, a punto de sacar unas hojas de coca de su
bolsita verde, o mateando con su marido bajo el alero de su casa de adobe,
disfrutando de sus 7 nietos.
Como una promesante más, asegura que seguirá yendo a la Virgen de La Peña (una pequeña imagen que fue hallada en un paraje cercano), donde, junto a otros vecinos llevan todos sus pedidos. A cambio dejan flores y una fe misteriosa.
Leopoldo Barboza: pastor de nubes
Cuando escuchamos la zamba que dice “Ese que canta es Barboza, pastorcito tastileño, apenas se lo divisa, cuando llovizna en el cerro…”, se nos representa todo el paisaje de esas alturas salteñas, que accidentalmente vivió Manuel J. Castilla, el poeta.
Cuando “El Chola” Barboza y “El Barba” Castilla se encontraron, se mezcló la magia del paisaje, la vida sencilla y la pluma que “dibujó” con letras esa conjunción.
Un gran músico, Fernando
Portal, le puso encanto al poema y nació Pastor de Nubes, zamba que
interpretaron muchos, ganase premios otros tantos y encantara a todos los que
nos gusta el buen folklore.
“El Chola” como le dicen, nació, se casó con Teólifa Zerpa y tuvo a sus seis hijos en su amada Tastil.
Su profesión de pastor de cabras y ovejas sigue inalterable en el tiempo. Toda una vida en medio de los cerros, lugar que eligió para quedarse definitivamente.
Nombra a su pago y se conmueve:
“Voy a morirme en
Tastíl, a mi no me gusta la ciudad”. “Por supuesto, sigo teniendo mi rebaño de
ovejas y de cabras, y conozco los cerros estos como la palma de mi mano mi
amigo”.
Una tarde de invierno, a los fines de los ´50, “el Barba” Castilla fue hasta Tastíl a visitar a un cuñado que trabajaba como telegrafista en el lugar.
La estadía del poeta salteño
iba a ser breve, pero la naturaleza le cerró los caminos con una fuerte nevada
que clausuró el túnel ferroviario de Diego de Almagro.
Castilla no tuvo más remedio
que quedarse en Tastíl por varias semanas. Cuentan que, con Castilla en el
pueblo, lo primero que quedó sin stock fueron las bebidas alcohólicas.
“Cuando El Barba se quedó, andaba deambulando por
el pueblo, y una tarde nos conocimos. Nos pusimos a charlar justo al frente de
la falda de la montaña por donde yo bajaba con mi rebaño de ovejas por las
tardes.
Barboza tenía por entonces 21 años y Castilla 40. Los dos
se pusieron a conversar mirando la falda de una montaña, aquél lugar que fue
inspiró al poeta y que lo describe como nunca y por siempre. El pastor le contaba al poeta sobre la vida del cerro, sobre los
rituales para enamorar a las chinitas y las tristezas del hombre de la montaña.
Leopoldo El Chola Barboza
siempre dice: el “Pastor de nubes” soy
yo. Castilla no me puso el nombre en la zamba, me dejó como bosta de cojudo,
pero sé que soy yo porque me lo dijo el Barbudo”.
“El Barbudo era muy preguntón y observador. Todo quería saber. Yo le
contaba todo sobre nuestra vida, sobre el significado de la flor amarilla para
Pascua, el carnaval y el Fin de Año que son nuestras únicas fiestas. Y él me
miraba si yo me iba para el cerro a pastorear”.
“Después se fue contento, y al tiempo volvió con Leguizamón, con la
novedad de que ya estaba la zamba”.
Castilla le pidió a Fernando Portal (fundador de Los Cantores de Quilla Huasi junto a
Carlos Lastra, Carlos Vega Pereda y Ramón Nuñez), que le pusiera música y la inscribieron en 1967.
PASTOR
DE NUBES - Zamba
Letra: Manuel José Castilla - Música: Fernando Portal
Ese que canta es Barboza,
pastorcito tastileño.
Apenas se lo divisa,
cuando llovizna en el cerro.
Cada cardón de la falda
se le parece por dentro.
Un poco por las espinas,
pero más por el silencio.
La florcita amarilla
de tu sombrero,
pastora, dámela en Pascua, que es tiempo de andar queriendo.
Mirando pasar las nubes,
encima ‘el cerro me quedo,
y de golpe me parece
que soy yo el que se está yendo
Pastores como Barbosa,
puede ser que estén habiendo.
Pero ninguno como él,
que de amor ande muriendo.
Pero mejor que leer es escuchar, y las versiones mas difundidas son:
·
Dúo Salteño https://www.youtube.com/watch?v=ufIEH4My6bI
·
Las Voces Blancas https://www.youtube.com/watch?v=VjAt9GhT4ds
Gracias a la zamba, que lo describe como nadie, Barboza llegó a conocer a muchas personalidades.
“A Tastíl
llegó hasta Pipo Mancera (NdR: Afamado conductor de TV en los años
’60), pero vino solo, sin cámaras ni nada
porque quería conocerme a mí y al lugar, nada más. Fue una linda charla con un
hombre sensible”, rememora.
Sus historias
En las interminables charlas entre Barboza y Castilla, surgieron
historias increíbles.
“En medio de esos cerros pasaron muchas cosas, vi
desde plato voladores hasta almas en pena, la viuda, al duende, al mandinga.
Los cerros guardan cosas que pocos saben, y yo pude verlas señor”, y
suelta el relato.
“Una noche venía solo, yo, mi caballo y mis ovejas. Cuando de pronto levanté la vista hacia el cielo y vi un círculo grande, como si fuera una rueda de una chata (NdR: así le llaman a esos carros de cargas grandes que eran tirados por bueyes, cuya circunferencia es mayor a los carros tradicionales) que tenía tres colores.
Esa cosa pasó a toda velocidad y se perdió por detrás de los cerros. Yo agarré mi caballo pensando que se iba a asustar, pero nada, al igual que mi rebaño, que siguió caminando como si nada”, recuerda Barboza.
Dijo EL Chola: “Un día me iré de este mundo, y quizás me encuentre con el Barba Castilla allá arriba, si es que llegó, porque dicen que primero se deben pagar las culpas en el purgatorio y recién seguir viaje hacia el paraíso”.
Seguramente ambos pagarán sus culpas. Desde el cielo El Chola seguirá protegiendo y amando a su Santa Rosa de Tastil y El Barba tirando poesías.
Epilogo
Sana envidia…si las hay. ¿Cómo se puede ser y vivir tan coherentemente? Pastor nací, pastor moriré y pastor me enterrarán al lado de mis antepasados.
Así fueron, son y serán Eulogia y “El Chola”.
Bibliografía
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