Varias veces pasé por el túnel sub fluvial Santa Fe-Paraná cuando el mismo llevaba el nombre de Hernandarias, que se comenzó a construir en 1962 durante la presidencia de Arturo Frondizi.
Luego los “buenos
políticos” (hace relativamente poco), decidieron cambiar la designación del
túnel por el de “Raúl Uranga – Carlos Sylvestre Begnis” (los gobernadores de ambas
provincias que firmaron el convenio de construcción).
De esa manera
se olvidaron de quien fue el primer criollo Gobernador del Río de la Plata y
del Paraguay durante 4 períodos alternos, elegido por superiores y subalternos.
Y con el cambio
de nombre también se fue el recuerdo de un tipo honesto, transparente, progresista,
protector de los aborígenes, promotor de legislaciones laborales, escuelas y
fábricas, luchador contra el contrabando de bienes y personas, y el monopolio.
Sus inicios
Llamado
abreviadamente Hernandarias (se
llamaba en realidad Hernando Arias de
Saavedra o mejor dicho Hernando
Suárez de Sanabria, ya que tomó el apellido de su padre), nació solo 50 años
después que los primeros españoles descubrieran estas tierras, en Asunción en 1561,
población que pertenecía a la Gobernación del Río de la Plata y del Paraguay del Virreinato del Perú.
Fue el primer criollo, nacido en América, que ocupó en numerosas
oportunidades el puesto de Gobernador de una región colonial.
Fue el segundo hijo de Martín Suárez de
Toledo
(oficial de Álvar
Nuñez Cabeza de Vaca,
quien descubriera las Cataratas del Iguazú), y de María de Sanabria Calderón.
Vivió, desde su
infancia según los usos, lengua y costumbres de los nativos de la tierra, lo
cual le valió gran ascendencia. Como nació en América hablaba la lengua como
los mismos naturales, y conocía sus costumbres y casi hasta sus pensamientos.
Emprendió la carrera militar a temprana edad
y participó de numerosas expediciones de exploración y conquista en los
actuales territorios de Paraguay, Uruguay y Argentina.
A los
18 años, participó de la expedición a la "Ciudad de los Césares", con el Gobernador Gonzalo de
Abreu. En su primera juventud le tocó defenderse de ataques aborígenes que se
habían iniciado algunas décadas atrás contra la invasión española, pero pronto
comprendió que los pueblos originarios podían ser educados y contenidos socialmente.
Contribuyó
después a la repoblación de Buenos Aires, luego de la fundación de Garay. Éste
sería su suegro, pues se casó en 1582, con su hija Jerónima de Contreras, en la
ciudad de Santa Fe. Tuvieron
tres hijas: Jerónima, Isabel y María.
Después de la
muerte de Garay, acompañó a Alonso de Vera, "el cara de
perro", en la empresa que culminó con la fundación de Concepción de Nuestra Señora del
Bermejo, de la que fue uno de sus primeros cabildantes en 1585, siendo designado, por los
méritos acreditados en la campaña, alcalde de primer voto.
Cooperó, en la
fundación de Corrientes, habiendo alcanzado para entonces un sólido prestigio
entre la población del Paraguay y Buenos Aires. Así fue que es designado,
respondiendo a las exigencias de los criollos y mestizos, Gobernador del área
colonial Río de la Plata. Era medio hermano de Hernando de Trejo y Sanabria
(fundador de la Universidad Nacional de Córdoba), y quien fue nombrado obispo
del Tucumán.
“A los 25 años era, por su coraje,
lealtad y reposado juicio, el hombre de mayor gravitación en el Río de la
Plata”
Hernandarias no se caracterizó por ser un
fundador, pero fue un caudillo político, gestor y administrador prolijo que no
dudó cambiar impopularidad por manejo honesto al oponerse a las clases
pudientes contrabandistas y negreras.
Para él “la patria” (como llamaba al litoral
del Plata mucho antes que fuese la República Argentina), estaba por encima de
los intereses personales y materiales. Conoció como nadie a esa “patria” de
blancos, mestizos e indios.
Sus puestos de
gobierno
Sus dotes como oficial y administrador lo llevaron
a los 31 años a su nombramiento como Gobernador alternativamente de Asunción y Buenos Aires (o
mejor dicho Gobernador del Río de la Plata y del Paraguay), ocupando el cargo
con solvencia durante cuatro períodos, totalizando 13 años: el 17º (1592-1593), el 22º (1597-1599), el 25º (1602-1609), y el 30º (1615-1618).
El 13 de julio de
1592 fue elegido gobernador, en medio del beneplácito general y llegó al poder
mediante el voto popular. Cumplió su función hasta 1593. Por primera vez un
hijo de América llegaba a tan alta distinción.
En este período de
gobierno “ejerció el dicho oficio con
mucha paz y quietud y satisfacción de los vecinos y moradores de Asunción,
reedificando y levantando los templos y procurando se hiciesen y dibujasen en
ellos con mucha decencia las cosas del culto divino y ansí mismo obras públicas
de aquella ciudad, la cual limpió de vagamundos y gente viciosa y castigó los
que vivían mal en ella y la defendió y amparó de los naturales de la provincia
con quienes tuvo muchos encuentros y le dieron muchos asaltos...”.
Se preocupó por el progreso, promovió la instrucción pública, fundó reducciones para los nativos, moralizó las “malas costumbres de la época”, combatió el contrabando, fomentó la industria y el comercio, estimuló la ganadería y defendió sus tierras de los ataques externos.
Se preocupó por el progreso, promovió la instrucción pública, fundó reducciones para los nativos, moralizó las “malas costumbres de la época”, combatió el contrabando, fomentó la industria y el comercio, estimuló la ganadería y defendió sus tierras de los ataques externos.
Fue un verdadero
estadista, y por su defensa de la legalidad cosechó muchos enemigos que terminaron
agotando su existencia. No hubo senda, monte, selva, o río que lo
detuviera. Por agua o por tierra, recorrió varias veces nuestra tierra,
midiendo cada palmo de terreno.
Defendía a los
naturales, luchando contra los factores de poder que los agobiaban, estableciendo
leyes protectoras, hasta tal punto que el pueblo y el cabildo asunceno,
manteniendo esa fervorosa adhesión al caudillo, escribieron en una carta:
“… entendemos que el día de hoy
es tan estimado Vuestra Señoría desta pobre fábrica suya que no hay viejo ni
mozo que no lo tenga representado en el alma;... que es padre verdadero de la
tierra".
Estando con base en Buenos Aires, durante el
período 1602-1609, tomó numerosas medidas para estimular el crecimiento de
la entonces pequeña villa portuaria, incluyendo la creación de las primeras
escuelas de primeras letras, la instalación de hornos de cocción de ladrillos y tejas (para sustituir la construcción de adobe), y la
reconstrucción del fortín que protegía la
ciudad de los piratas.
Promovió la exportación controlada de harina,
cecina (carne salada seca al aire), sebo y corambre (cuero sin curtir), y la
importación de lienzos, calzados y hierro, los que no se podían comercializar
fuera del ejido. Protegió la “industria nacional” ya que la harina debía
provenir de las chacras locales y ser molida en la ciudad, lo mismo que la
carne salada y los cueros. Controló a favor de los vecinos el aprovechamiento
del ganado cimarrón.
Todos estos esfuerzos generaron el disgusto
de los contrabandistas portugueses que comenzaron a comprar los derechos de
importación/exportación a quienes Hernandarias se los otorgaba, quedándose así
con el negocio.
En 1603 Hernandarias modificó la legislación sobre el trabajo de
los aborígenes, promoviendo la supresión de las mitas y encomiendas, por las cuales los
españoles gozaban de los frutos del trabajo de los nativos a cambio de su
evangelización, en la práctica inexistente.
Promovió una serie de ordenanzas sobre el
trato a los aborígenes: lugar de habitación, sitios de labor, prohibición del
trabajo de mujeres, menores y ancianos y doble descanso dominical. También
promovió la prohibición del juego, el uso de bebidas alcohólicas peleas y
escándalos, que el mismo supervisaba en sus permanentes recorridas.
Durante su período como gobernador,
Hernandarias emprendió varios viajes de exploración, incluyendo expediciones a Uruguay y Brasil para contener a los bandeirantes portugueses y
explorar la navegabilidad de los ríos, y expediciones a la Patagonia para buscar la
mítica Ciudad de los
Césares.
En esta última, en 1604 (que fue un verdadero fracaso), fue capturado por los
nativos tehuelches casi 1.000 km al sur de Buenos Aires, aunque pudo escapar
con vida.
Ordenó además la construcción de un torreón
defensivo para el puerto, ubicado a la desembocadura del Riachuelo en la actual Vuelta de Rocha, tras el robo y
saqueo de dos navíos anclados por parte de corsarios ingleses el 18 de marzo de 1607. Tomó también medidas contra el contrabando, causado por
la prohibición del comercio de frutos del país y de negros esclavos.
Era
un inquieto “recorredor” de estos pagos. Entre 1607 y 1608, habiendo cruzado el
río Uruguay al frente de una expedición compuesta de un centenar de personas,
recorrió la costa de ese río hasta llegar al Río de la Plata, y bordeando las
costas de este último alcanzó, el 13 de diciembre de 1607, la desembocadura del
río que llamó de Santa Lucía, nombre con que se le designa actualmente. No llega a Montevideo pues regresó
atravesando el río Uruguay a la altura de Salto.
En 1608 luego de obtener la aprobación de las reformas por parte
del rey Felipe III de España, se dispuso la
creación de las reducciones
jesuíticas
y franciscanas en la región del Guayrá (actual Paraguay). En 1611 consiguió que se declaren libres de encomiendas los
indios convertidos por los jesuitas, y dictó sus famosas
ordenanzas.
También realizó una importante
obra de gobierno instalando familias pobres con mercedes de tierras (en
carácter de colonos), reunió las vacadas cimarronas para su mejor
aprovechamiento, creó en Santa Fe un internado para mujeres jóvenes.
Fundó dos reducciones en esa
provincia: las de San Lorenzo de Los Mocoretáes y San Miguel de los Calchines
(actualmente Los Cerrillos y Santa Rosa de Calchines), San Pedro Chico, Cayastá
y la más conocida de todas, la de San Javier. Muchas de estas fueron de corta
duración debido a la tremenda mortandad producida por la viruela.
Muchas de las reducciones
dieron lugar a poblaciones actuales, como fueron los casos de los abipones de
San Jerónimo del Rey (Reconquista), y de San Jerónimo del Sauce (que mantiene
el nombre).
Impulsó la enseñanza, difundió
la agricultura y la ganadería y otras obras de diversa índole, no sólo en la
Santa Fe de sus amores, sino en todas las ciudades de su gobernación.
En 1615 inicia un
nuevo período gubernamental. Por iniciativa suya se dividió la gobernación del
Río de la Plata en dos: Paraguay (que abarcaba Asunción, Santiago de Jerez,
Villa Rica y Ciudad Real) y Buenos Aires. Decretada en 1617, recién se concretó
en 1620.
La real cédula del 16 de
diciembre de 1617, aclara perfectamente la intención de esta modificación:
“…habiendo entendido que algunas ciudades del Río de la Plata, se
hallaban en gran peligro de ser destruidas de los indios guaycurús y payaguás, naciones que están rebeldes
y aunadas y que hacen grandes daños, y que para remedio de esto convenía se
dividiera aquel gobierno, que tiene más de quinientas leguas de distrito, y en
él ciudades muy distantes, sin poder socorrerse las unas a las otras y
entenderse que no se puede gobernar por sólo una persona de más que, siendo
como eran cosa forzosa que el gobernador asista lo más del tiempo en el puerto
de Buenos Aires, para su guarda y defensa, queda todo lo de arriba desamparado;
y que respecto de lo sobredicho, es cosa conveniente y necesaria que la dicha
provincia de Guayrá tenga gobierno de por sí, en la ciudad de Asunción…
Le tocaba a Buenos Aires ser la
capital de casi todos implicados en el contrabando, por lo que le llevó muchos
esfuerzos, aunque no siempre con la misma suerte.
Luego de su designación
ingresa a Buenos Aires rodeado de una escolta de santafesinos ya que los
porteños no resultaban de confiar. Inmediatamente encarcela a los principales
contrabandistas y negreros y les inicia un proceso que amenaza ser terrible
(llegó a tener 16.000 fojas), sin embargo estos terminan huyendo de la cárcel o
de los medios de transporte del traslado a través del soborno.
Hernandarias se
sorprende del poco eco que tiene sus medidas tanto en la población como en el
reino de España, y le escribe a Felipe III diciendo que es “mal querido y odiado” por “los enemigos de la patria”, y le rogaba
apoyo para “cuidar su honra por los 43
años sirviendo al rey y más de 20 gobernando estas provincias”.
Un caso especial de poblamiento
inspirado por Hernandarias fue el de las reducciones (misiones evangelizadoras),
que estaban al servicio de un nuevo concepto del trato hacia el aborigen,
inspirado éste en las leyes nuevas de 1542. En el mismo se reconocía los abusos
incalificables de los encomenderos que pretendían el desarrollo separado de las
comunidades europeas y las aborígenes a cargo de religiosos.
Una de las más conocidas
misiones jesuíticas a nivel mundial fue las del Paraguay, que ocupaban parte
del territorio actual de dicho país, de Brasil, de la Argentina y de Uruguay.
Prohibido tomar mate
Como gobernador de Buenos Aires, el 20 de mayo de 1616 hizo publicar un
bando en el que prohibía la yerba mate en cualquier uso. Algunos españoles
pensaban que era “sugestión clara del demonio”, “vicio
abominable y sucio que es tomar algunas veces al día la yerba con gran cantidad
de agua caliente” que “hace a los hombres holgazanes, que es total
ruina de la tierra”.
La práctica de tomar mate -común en Buenos Aires- llegó a ser denunciada
ante el Tribunal de la Santa Inquisición de Lima, se alegaba que los chamanes
guaraníes aspiraban el polvo de las hojas de yerba como un narcótico que les
permitía entrar en trance.
Hernandarias ordenó que “nadie en adelante fuese ni enviase
indios a haber hierba a ninguna parte donde la haya, ni la traiga, ni traten ni
contraten so pena de pérdida de ella, que se ha de quemar en la plaza pública”.
También impuso multas de 100 pesos a los españoles, o 100 azotes si eran
aborígenes, a quien “la metiere o quisiese meter en la ciudad”.
En vano, la ley intentó erradicar una costumbre demasiado enraizada en
la cultura local.
Algunas de las formas de
poblamiento promovidas por Hernandarias fueron las fundaciones de casas-fuertes,
puertos y ciudades. A esto se debe agregar los fuertes secundarios que se
levantaban para proteger la entrada a centros urbanos mayores, como fue el caso
del fuerte del Paso del Salado (actual Santo Tomé), respecto de Santa Fe.
Creó postas para el recambio de
animales de tiro, en las rutas de las carretas, alrededor de las cuales se
agrupaban algunos ranchos, para facilitar la mutua defensa que con el tiempo
también dieron origen a ciudades o pueblos.
Su enérgico
gobierno, contra el monopolio y el contrabando, le creó un grupo de enemigos,
que le calumniaron y se complotaron para provocar su caída. Lo reemplazó Diego
de Góngora, designado por Felipe III como primer gobernador del Rio de la Plata
con sede en Buenos Aires en esta nueva división administrativa.
Góngora era un militar corrupto
que zarpó de España en 1618 con tres naves que
transportaban contrabando de tejidos y otros enseres, esclavos, y una enorme
suma de dinero (300.000 ducados). La carga era ajena a su misión oficial, la
que aprovechó para su beneficio personal pretendiéndola ingresar por Buenos
Aires.
Cuando la flotilla
llegó a la Bahía de Todos los Santos (hoy San Salvador, Brasil), le llegaron
noticias de que la operación había sido descubierta. Góngora argumentó primero
que el cargamento era de “uso personal”, pero, dado lo inverosímil de la excusa
optó por desembarcarlo en la bahía dejando que se hiciera cargo la red de
contrabando ya existente, y conocida por Góngora, de transportarlo por tierra.
El 17 de mayo de 1618 asumió la gobernación. Ni bien llegó, Góngora mandó a apresar a Hernandarias. No sólo lo apresó sino que vendió sus bienes y propiedades, esto en
concurso con la red de contrabando establecida en la ciudad, a la que aquel
había perseguido.
Hernandarias
protestó ante la Audiencia de Charcas, y luego de seis meses es liberado, pero
embargado de sus bienes, sin dinero alguno, y con 64 “cargos” gestados por los
amigos de Góngora, para su juicio de residencia.
De hecho, excluyendo
a Hernandarias casi todos los gobernadores y funcionarios, e incluso la iglesia, estuvieron
comprometidos en mayor o menor grado con el contrabando y Góngora no fue una
excepción.
Entre los
principales contrabandistas que perseguía Hernandarias y que los expulsó de la
ciudad, eran el sevillano Juan de Vergara, notario del Santo Oficio (el más poderoso contrabandista
que recuerda la historia del Río de la Plata en el siglo XVII), y el portugués Diego de Vega (el mayor de los negreros conocidos en la época).
Con Góngora en el
gobierno se convirtieron en los verdaderos dueños de la ciudad. Las fuerzas del
contrabando en Buenos Aires tenía connotaciones, no sólo obviamente delictivas,
sino razones económicas profundas originadas en las restricciones al comercio
por parte de la Monarquía que favorecían los intereses de la península, y en
segundo lugar de Lima, en perjuicio del Alto Perú y Buenos Aires.
Góngora no se
limitó solamente a apoyar con entusiasmo el contrabando. En épocas en que la
actividad corsaria comprometía los dominios españoles, insistió a las
autoridades en que precisaba con urgencia recursos de armas, municiones y
fondos extraordinarios dado que contaba con información que hacía prever
inminentes ataques de corsarios holandeses. La información
era falsa y fue simplemente un negociado más.
Buenos Aires se
llenó de patrones de buques negreros y capataces de esclavos que hicieron
crecer el negocio rápidamente. Tan bueno era el negocio que muchos abogados
llegaron por primera vez a esa ciudad, pero el Cabildo (que aún conservaba
seguidores de Hernandarias), no quiso admitirlo por temor a la corrupción que
promoverían.
En el juicio de
residencia, Góngora fue hallado culpable de permitir la introducción de más de
5.000 negros esclavos y la salida ilegal de exportaciones de cueros. Ya muerto,
el Consejo Real de Indias condenó a la
familia de Góngora a pagar una fortuna, gravando su herencia. Hernandarias fue
reivindicado durante dicho juicio, retirándole los 64 cargos “plantados” por
este, absolviéndolo y devolviéndole todos los honores por ser “buen juez, de entero y limpio proceder en
la administración de justicia”.
Retirado a Santa Fe, cuando en 1627 el
nuevo Gobernador Céspedes intentó nuevamente encarcelar y dar muerte al
contrabandista Juan de Vergara, el mismo obispo,
fray Pedro Carranza, primo de Vergara,
forzó la cárcel y lo liberó llegando a excomulgar al Gobernador Céspedes, lo
que provocó que las tropas lo abandonaran.
Céspedes recurrió a la ayuda de Hernandarias.
Este, autorizado por la Audiencia de Charcas, viajó desde
Santa Fe a Buenos Aires y gestionó que el obispo Carranza levantara la
excomunión, e hizo procesar a Vergara lejos de la diócesis de aquel.
Hernandarias fue convocado nuevamente ante
posteriores disturbios, con lo que mantuvo junto al respeto de parte de sus
vecinos y el odio de otros, su influencia en la política local.
Luego de recorrer el territorio actual del Uruguay
durante unos seis meses, se dirigió a Buenos Aires, desde donde comunicó al Rey
de España las observaciones que efectuara, describiendo las tierras al este del
río
Uruguay como muy buenas y recomendando que fueran pobladas con
ganados con lo que, consideraba, en pocos años prosperarían abundantemente.
Siguiendo la recomendación que remitiera al Rey, pocos
años después Hernandarias volvió a viajar a lo que más tarde sería la Banda
Oriental, transportando una importante tropa de ganado vacuno que
liberó en su territorio.
Este hecho dio origen, en parte, a lo que constituyó una
gran riqueza ganadera, cuya explotación fue una de las razones determinantes de
los importantes procesos históricos que culminaron en la efectiva colonización
del actual territorio de Uruguay, que había quedado despoblado por parte de los
españoles.
En la historiografía clásica Hernandarias es considerado
el padre de la ganadería uruguaya, aunque existió otro origen, tal vez más
importante aún, que fueron las vaquerías jesuíticas.
Diversos autores coinciden que hacia 1630 ya había ganado
vacuno y equino al norte del Río Negro, procedente de San Juan de Vera de las
Siete Corrientes y las misiones de Santa Teresa, San Miguel y Jesús María (en
el actual estado de Rio Grande do Sul).
El ganado que pobló de forma masiva el territorio
oriental, y dio origen a la Vaquería del Mar (entre las cuencas de los ríos Tacuarí
y Cebollatí), provino de esa fuente y no del ganado introducido por
Hernandarias a orillas del Río Uruguay.
La abundancia del ganado vacuno, que se reprodujo rápidamente
debido a las condiciones favorables de las pasturas del territorio, atrajo por
el norte las incursiones de los portugueses desde el Brasil, así como el
establecimiento furtivo de campamentos de faeneros, dedicadas a obtener el
cuero, que era inicialmente el único producto aprovechado de ese ganado.
Este hecho también determinó que los portugueses fundaran
posteriormente la Colonia del Sacramento, y que el
gobierno español decidiera fundar Montevideo.
Hernandarias es considerado para la época el “más grande de los gobernantes del Río de la
Plata y Paraguay, y uno de los más ilustres que España tuvo en América”.
Hernandarias murió pobre en su residencia de
Santa Fe 1634, a los 72 años. Sus restos se encuentran en la Iglesia de San Francisco, en Cayastá, a
80 km al norte de Santa Fe, junto con los de Doña Jerónima de Contreras, su
esposa.
Corolario
Se puede inferir por los relatos historiográficos que
Hernandarias era “un buen tipo con pasta de estadista”, valiente, honesto como
el que más, sensible a la justicia social, progresista en la obra pública y
promotor de la educación en esas primeras horas, de la que más de 200 años
después, sería la Argentina.
Tal vez por todo esto no haya en nuestro país demasiados
monumentos, ni calles, ni barrios, ni escuelas con su nombre.
Cualquier semejanza de lo ocurre actualmente será pura
coincidencia. ¡Así somos!
Bibliografía
CHERVO, S. (h) y MIGLIARINI, M.A. 1592.
Hernandarias. Primer gobernador del Río de la Plata y Paraguay. Historia de San
Nicolás de los Arroyos y su Pago. SN Ciudad. www.sannicolas.gov.ar
MOLINA,
R. A. 1948. Hernandarias. El hijo de la tierra. Buenos Aires.
LEVENE, R. 1970. Historia Argentina y Americana. Buenos Aires, Ameba.
ROSA, J.M. 1972.
Historia Argentina. Tomo 1. Editorial oriente S.A. Buenos Aires.
TORRE REVELLO, J.
"Los gobernadores de Buenos Aires (1617-1777)". EN: Historia de la
Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, vol. III.
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