martes, 9 de agosto de 2016

Camino de las postas. Ingeniería, servicio y logística al servicio de la patria


Imaginar que varias de nuestras actuales rutas y ferro carriles troncales se construyeron siguiendo casi siempre el camino de las Postas “construido” en la época colonial, no es difícil.

Lo difícil es imaginarnos que los Maestros de Postas, los Postillones y los Correos hacían semejante sacrificio durante las luchas por la independencia para que la patria creciera.

Morían pobres y olvidados, pero la historiografía actual los reivindica ya que muchos de nuestros pueblos, parajes y ciudades de nuestro tiempo fueron antiguas Postas.

Fueron más de 300 verdaderos “paradores”  en las rutas de la época que, durante 100 años, brindaban al viajero alimento y reposo, se le cambiaba el caballo, y a la sociedad toda se le alcanzaba la correspondencia.

Las hubo famosas por el paso y reposo de nuestros héroes, por el fusilamiento de traidores, o por la muerte de inocentes. El ferrocarril les cambió la vida a las mejores ubicadas, pero siguieron teniendo vigencia aquellas que quedaron postergadas por el avance los medios de comunicación.

Hay muchas formas de imaginarse como se fue construyendo nuestro país, tanto desde el punto de vista cultural, social, económico y político, sin embargo todas estas tienen una única base: la comunicación.

Las civilizaciones pre incaicas, las “rastrilladas” de nuestros aborígenes y los caminos de postas aprovecharon huellas, picadas y senderos (…que vaya a saber que “ingenieros” los iniciaron), que fueron entrelazándose hasta llegar a formar una verdadera red.

Esta red a su vez fue la base de nuestras principales rutas actuales y muchas de las postas dieron lugar a grandes pueblos y ciudades de hoy.

Debemos imaginar su uso por parte de chasquis llevando correspondencia urgente, mercaderes trasladando plata del Potosí o mantas y tejidos desde el interior hasta el puerto, o regresando familias completas en viaje de radicación, muebles y enseres domésticos, como también carretas de esclavos “legales”.

No todas las “rutas” tenían la misma importancia, y estas las iban adquiriendo a medida que se movían los ejércitos, el comercio y la industria.

¿Que eran las postas?
En la época colonial y hasta más allá de la mitad del siglo XIX se denominaban “Postas”  a las casas ubicadas en determinados puntos del camino, con corrales y caballerizas, donde se detenían las cabalgaduras y los carruajes en viaje. Allí se relevaban los caballos (podía haber hasta 500 animales por Posta), y se proporcionaba descanso y comida a los viajeros, facilitándole la etapa siguiente.

Mas de 60 años antes que empezáramos a tener forma de país, entre 1747 y 1748, la Corona española establece los “correos fijos” en la región, y recién en 1762 se dicta una “Ordenanza que deben observar los funcionarios de correos, caminos y postas”.

Esta estableció oficialmente la localización y condiciones de las “postas” y los “caminos” que las comunicaban. Nacieron así los “caminos reales” que se conservan, con algunas variantes de localización, hasta nuestros días.

Hasta ese momento las correspondencias (cartas y encomiendas), los viajes y transporte de mercancías se realizaban generalmente mediante expediciones militares, o se confiaban a la bondad de algún viajero.

El tiempo que se empleaba para cubrir el camino desde Buenos Aires a Lima era de cincuenta días. En una jornada se hacían aproximadamente ocho leguas (mas o menos dos Postas), en tanto que el traslado de animales tardaba entre cuatro y ocho meses, según el clima y los accidentes a vencer. Los medios de transporte habituales eran el caballo, la mula y la carreta. Esta última comenzó a utilizarse hacia fines del Siglo XVI.

Esta Ordenanza Real no solo establece oficialmente la localización y condiciones de las postas y caminos sino también las funciones de los Administradores de Correos.

En realidad habría que hablar en singular, ya que dicha administración era privada y estaba monopolizada en manos de la familia Galíndez de Carvajal, teniendo como función transportar la correspondencia entre los centros de poder: Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima y Potosí.

El Correo siguió en manos privadas hasta su “estatización” en 1768, momento en que el mismo pasó a ser gestionado directamente por la Corona española. Las cédulas se pusieron en práctica en 1769, cuando el gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli y Úrsula, nombró a Domingo de Basavilbaso como “Administrador del Correo Marítimo y Ramo de Comercio”.

Al crearse el Virreinato del Río de la Plata se mejoró ostensiblemente la infraestructura de los caminos, garantizando y proporcionando comodidades a los viajeros. En 1794 se dictó una nueva cédula real que perfeccionó la anterior de 1762, y organizó el Correo en el Río de la Plata, otorgando las características que mantuvo, aún, después del período colonial.

En ellas se establecieron los alcances de responsabilidades de cada funcionario en la estructura burocrática de la Administración de Correo, y las condiciones que debían cumplir las Postas y Estafetas postales. Además se establecieron las condiciones y obligaciones en la construcción y mantenimiento de los caminos, y las obligaciones de los viajeros. 

Por lo general se trataba de ranchos precarios con una galería de pilares de quebracho mirando al camino y techo de caña “torteado”  con dos o tres cuartos de adobe, una ramada abierta y una cocina rústica.

Los catres de tiento disponibles, tenían aspecto de “haber aliviado la fatiga de tres generaciones”. Las paredes de los cuartos se veían llenas de firmas y otras inscripciones, obra de los viajeros, dictada por ese “sentimiento profundamente humano, casi irresistible: la protesta de lo efímero frente a la naturaleza inmortal, la tentativa desesperada de sobrevivirse y durar”.

Valga el relato de Concolocorvo (seudónimo del Alonso Carrió de la Vandera, conocido cronista de la época): “Las postas se dicen así, no solamente porque son mansiones, sino porque hay caballos de remuda para hacer los viajes con celeridad. Esta policía es muy útil al Estado para comunicar y recibir con presteza las noticias importantes, de que se pueden servir también los particulares para sus negocios, precediendo las licencias necesarias prevenidas en cédulas reales, y ordenanza de correos para la precaución de que no caminen por la posta delincuentes, sino personas libres de toda sospecha.” 

Doce años después de nuestra Independencia, en junio de 1828, el Gobierno de Tucumán dictó un nuevo reglamento para las Postas de las Provincias. Dispuso que los encargados debían “construir o mandar arreglar un cuarto decente, aseado, con puerta de llave, catre y mesas de la calidad que permitan las circunstancias del lugar, para la comodidad y seguridad de los viajeros”.
Este alojamiento debía darse "sin precio alguno", y debían asegurar al pasajero víveres, como "gallinas, ovejas, y otras aves y animales domésticos, huevos y frutas”.
La comida se dará “a precios módicos, cobrando el trabajo del cocinado". Los Maestros de Postas debían cuidar asimismo, "la conservación y el aseo del cuarto, el no desfigurar las paredes y desasearlas con poner sus nombres y algunas expresiones indecentes, pues uno y otro es impropio de la buena educación y religión".
La mayoría de las postas eran muy pobres, pero tenían al menos un cuarto, naturalmente de acuerdo con su pobreza. Había zonas en el país, en que era preferible dormir al aire libre, porque en los cuartos había toda clase de insectos. Puertas, mesas y sillas no existían por regla general, salvo honrosas excepciones.
Cuando era posible las Postas se ubicaban en las proximidades de ríos y arroyos para dar bebida a los animales y aprovechar las pasturas aledañas. "En tiempo de aguas" los viajeros eran trasladados de una a otra orilla en "pelotas de cuero" empujadas en algunos casos por expertas aborígenes nadadoras, y a los carruajes se cruzaba en balsas de toneles.

Tomando la palabra Posta se conformó el Correo Postal (sinónimo del correo en papel que viaja de lugar en lugar hasta llegar a su destinatario),y  que lo distinguimos hoy del Correo Electrónico.

Hoy las antiguas Postas se asemejarían a los paradores de las rutas donde encontramos alojamiento, comida, combustible y servicios varios al pasajero.

¿Quiénes trabajaban en las postas?
Su encargado se denominaba Maestro de Posta, puesto de gran responsabilidad que podía tener carácter vitalicio (de padres a hijos, de esposos a su viuda, de viuda a sus hijos). Eran contratados por el gobierno por "dos años precisos y dos voluntarios". Más tarde se contrataban por cinco o más años. Cobraban al público según una tarifa establecida.
Tanto él como el personal a su cargo gozaban de fueros que los protegían de levas y reclutamientos para el ejército y excepción de cargos elegibles en los Cabildos. Sus bienes no podían ser embargables y gozaba de algunas exenciones impositivas vinculadas con la caballada. Sus animales de montar tenían prioridad de pastaje de la localidad.

Eran designados en su jurisdicción por la Administración de Correos, y tenían la obligación de asegurar el transporte de Posta en Posta de la correspondencia que le llegara.

Para poder ejercer sus funciones estaban autorizados a portar armas y no podían ser detenidos por la justicia. El contrato con el que les era otorgado el cargo les exigía esencialmente la disposición de una determinada cantidad de caballos (en general no menos de 50), para remuda de los viajeros contra el pago de una tarifa reglamentada.
Todo viajero por las postas, debía llevar su "pasaporte", extendido por autoridad competente y acompañado del "parte" u hoja de ruta expedido por el Administrador de Correos. Sin este requisito ningún Maestro de Postas podía facilitarles caballos.
El pasaporte era expedido por la policía u autoridad militar, y servía para controlar a los viajeros e impedir la libre circulación de personas “indebidas” por el territorio.
En el parte, el Maestro de Posta anotaba la fecha y hora de llegada y salida de los viajeros, y su nuevo destino. En el caso de que no lo tuviesen debían denunciarlo a las autoridades para que los detuviera.
Durante algún tiempo ningún viajero individualmente podía llevar caballos propios, debiendo tomarlos en cada posta del camino, pagando los derechos según tarifa. Por lo general la tarifa establecida era de "medio real por legua" yendo a caballo (cuando era terreno llano), y el doble en las travesías por los desiertos.
Los carruajes pagaban "un real por caballo y por legua", aumentándose los caballos según el peso que condujesen. La carga normal por caballo se estimaba en "seis y medio a siete arrobas" (75 a 80 kg).
Los Maestros de Posta no podían autorizar la presencia de mujeres de la zona, pero se les permitía tener pulperías en el tramo de su Posta.

Se permitía a los Maestros “el establecimiento de mesón o pulpería y otras granjerías en su misma casa”, y debían cuidar “con toda la consideración debida al huésped o pasajero, auxiliándolo en cuanto necesite o esté a su alcance por su dinero, bajo pena de ser removidos de la función”.

Era obligación de los Maestros tener Postillones, nombre que se daba a los mozos que corrían de Posta a Posta, arreando los caballos cansados hasta su lugar de origen, solo o acompañado de pasajeros a su regreso. Estos eran nombrados en cantidad determinada por el Maestro de Posta, eran personal de confianza y protegidos particularmente por estos.

Su función era guiar personalmente a los viajeros entre Posta y Posta, controlando que se respetara la velocidad que no debía superar la de tres leguas por hora. El viajero debía pagar el caballo del Postillón a "medio real por legua a la ida". Si le ayudase a tirar de la cincha u otros menesteres, debía gratificarlo en forma adicional a su pago normal.

Al llegar a la Posta siguiente traía de regreso los caballos utilizados para permitir que continuara el ciclo de funcionamiento del itinerario. La importancia de estos queda manifestada en los múltiples relatos de viajeros donde se muestra la actividad de estos jóvenes que debían tener como mínimo 18 años, aunque esto raras veces se cumplía.

Don Ramón J. Cárcano expresa estos conceptos referentes al Postillón: “Ordinariamente era un niño que sin reparar en el tiempo, cruzaba sin descanso, ni recelo las distancias desiertas. Era un fiel compañero de viaje, auxilio y apoyo en todo momento. Era la hermana de caridad del caminante. Regresaba de una jornada, y con frecuencia sucedía que apenas mudaba de caballos, tenía que emprender de nuevo el regreso. Marchaba a caballo toda la vida, sin pesares, ni cansancio, alegre y feliz, cantando los aires del lugar”

Miles de Postillones pasaron a la historia “sin pena ni gloria”, sin embargo hay tristes recuerdo de solo uno, José Luis Basualdo, un niño de 12 años que acompañaba la comitiva de Juan Facundo Quiroga desde la Posta de Ojo de Agua cuando este fue asesinado en Barranca Yaco (Córdoba). El niño postillón fue fusilado también sin miramientos.

“Entre los que van a ser sacrificados va un niño postillón, José Luis Basualdo, se ha incorporado al servicio del convoy en la parada de Ojo de Agua. Apenas ha cumplido doce años. Aterrorizado por lo que ve y no alcanza a entender, llora sin consuelo llamando a su mamita. El miliciano Benito Guzmán, vecino de Totoral Chico, conoce al niño y a su familia. Se empeña ante Santos Pérez en querer salvarle la vida.
Es una pobre criatura inocente (...) El sargento Marcelo Figueroa lleva a la tierna víctima al sitio del holocausto. Su martirio sería la atroz ofrenda de la barbarie a la Patria en formación”.
Los Correos eran mensajeros especiales que recorrían velozmente a caballo los itinerarios transportando correspondencia, encomiendas urgentes y “situados” (dinero y joyas), llegando a transitar distancias de hasta 200 km por día. Eran en general de un valor y una honestidad increíble. Dentro de los denominados Correos estaban incluidos los Enviados, que fueron correos militares.

La correspondencia debía ser enviada en "valijas de baqueta" de cuero o de suela, con cinturones y hebillas. Estaba prohibido enviar cartas “sueltas” ya que llegaban a destino muy maltrechas.

Cartas enviadas "de posta en posta" eran de carácter urgente, y debían ser "despachadas en el acto de llegar", como las cartas "expreso" en la actualidad.

Los Correos generales y los comisionados militares cuando no tenían el dinero efectivo para pago de los caballos necesarios, extendían al maestro un vale o "papeleta" que decía "Vale por dos caballos, incluso el del postillón, que me ha facilitado el maestro de postas Dn. .. (nombre). Posta de (nombre), y fecha. Firma.".

Los Maestros de Postas  debían presentar estos vales a las Administraciones de Correos de que dependían, para su cobro. Como el Estado casi no tenía recursos para este fin, se iban acumulando, y los maestros tardaron años en cobrar sus derechos,… o nunca.

Por esto muchos hacían donación al Estado de la deuda atrasada, que fue admitida como un signo de patriotismo.

La labor de los Correos era tan exigente que en su mayoría, en pocos años, eran víctimas de la tuberculosis, el reumatismo u otras afecciones propias de su exposición a las crudas condiciones climáticas y la fatiga.

En las Postas trabajaban además personal de cocina, de arreo, de carga y descarga y cuidado de los animales.
El caballo fue el actor principal en todos los tipos de transporte de la época. Si bien en esos años existían carruajes en la ciudad, no estaban construidos para soportar la dureza de los caminos que recorría el Correo. Para distinguir los caballos de Posta de otros cualesquiera, se los marcaba con una "P", y eran considerados “bienes del Estado”.
Las posibilidades de marcha que brindaban con un solo caballo eran dos:
  •    Velocidad al galope (algo más de 25 km/hora), que podía ser sostenida durante una hora y media, cubriendo unos 45 kilómetros.
  •   Velocidad del trote (algo más de 15 km/hora), que podía ser sostenida durante 3 horas, de modo que un jinete llegaba a recorrer de 50 a 55 kilómetros por día sin efectuar relevos.

Lamentablemente la situación de la caballada de Postas distaba mucho del respeto que nativos y gauchos tenían por su tropilla personal. La circunstancias y el continuo cambio de jinetes de estas derivaron muchas veces en una dura explotación no exenta de crueldad.

Los malones aborígenes llegaban a alcanzar los 250 km/día, siendo esto posible porque cabalgaban con varios caballos, entrenados para hacerlo junto al jinete, e iban saltando de uno a otro durante la marcha casi sin detenerse.

¿Quiénes usaban las postas?
Podemos imaginarnos que durante los 100 años que sirvieron al futuro país, las postas recibían:

·         Chasquis de correo
·         Familias que viajaban para colonizar
·         Patrullas militares
·         Comerciantes que trasladaban importaciones y exportaciones
·         Industriales que trasladaban equipos
·         Arrieros y troperos
·         Gauchos solitarios

¿Cómo estabas organizadas las postas?
La secuencia de Postas, que se iba formando hasta generar una verdadera red, tenía “carreras”, es decir orígenes y destinos los que variaban en importancia en función del momento histórico. Las carreras eran distancias a cubrir de punto a punto (Buenos Aires – Lima / Buenos Aires- Asunción / Buenos Aires- Santiago de Chile), o Posta a Posta.

Las Postas estaban ubicadas a 4 a 5 leguas entre ellas. La legua (distancia en que se puede recorrer a pie o en cabalgadura al paso durante una hora), es una distancia variable según la topografía del terreno, pero oscila entre 4 km y 5,2 km, por lo que las Postas estaban separadas entre 15 km y 25 km, la distancia a cubrir tranquilamente en un día yendo al paso de carreta.

No en todas las carreras esta distancia entre Posta y Posta era posible, y si bien comenzaban con distancias mayores, a medida en que el camino era más utilizado, las distancias entre estas se acortaban para mejorar la logística.

El actual territorio argentino llegó a tener algo más de 300 Postas. Las provincias que más Postas tenían en sus carreras norte/sur y este/oeste fueron Córdoba (58), por su posición mediterránea de tránsito hacia Chile y Potosí-Lima, Entre Ríos (34), por su posición de tránsito hacia Asunción, lo mismo que Santa Fe y Corrientes (30), y Buenos Aires (28).

Algunas Postas “famosas”
Cada Posta tiene su historia y bien vale la pena conocerla, sin embargo muchas de ellas pasaron a la historia “oficial” por haber sido testigo de hechos de relevancia. Algunas han sido declaradas monumentos nacionales o provinciales y se las puede ver restauradas en homenaje a tantos sacrificios de sus Maestros y Postillones, tal es el caso de:
·  
   Posta de Las Piedritas.  Es el lugar exacto donde el 6 de agosto de 1810 es apresado el ex virrey Santiago de Liniers. Fue interceptado por el Coronel Antonio Balcarce cuando llevaba a cabo su su marcha hacia el Alto Perú con el fin de organizar la contrarrevolución. A pesar de las órdenes que traía Balcarce desde Buenos Aires, Liniers no fue fusilado aquí.

    Posta de San Francisco Viejo. Fue aquí donde halló la muerte, el 10 de julio de 1821, el caudillo entrerriano Francisco Ramírez, quien se enfrentó con Estanislao López. Ambas fuerzas se enfrentaron en el sur de la provincia de Córdoba y presionaron al caudillo entrerriano que se encaminó hacia el norte de Córdoba. Las tropas cordobesas estaban al mando de Coronel Francisco de Bedoya y las santafecinas al mando de Dorrego. Se cuenta que su muerte estuvo ligada a la vida de Delfina, su amada, y que en el intento de rescatarla antes de que caiga en las manos de los contrincantes, Ramírez volvió su caballo para rescatarla y allí fue herido fatalmente.

·    Posta de Intihuasi. La Estancia comenzó a funcionar oficialmente como posta en 1802. Fue “un centro estratégico de las comunicaciones de la región”. Por este sitio pasó, en su último viaje, Juan Facundo Quiroga quien pernoctó en la Posta el 14 de febrero de 1835. Al día siguiente fue emboscado y asesinado en Barranca Yaco. También Lamadrid en 1841 acampó con sus tropas en las inmediaciones, mientras era perseguido, junto a Lavalle, por el Ejército de la Confederación.

   Posta de Sinsacate. Fue testigo del paso del general José de San Martín cuando marchó para hacerse cargo del Ejército del Norte, donde recibió ayuda de caballada por parte de los vecinos. En la capilla de la Posta de Sinsacate fueron velados los restos del general Juan Facundo Quiroga y de su secretario, Dr. José Santos Ortiz, luego de su asesinato en el cercano paraje de Barranca Yaco, antes de ser trasladados a la ciudad de CórdobaTambién tuvo estadía en 1840 el general Juan Lavalle, cuando iba derrotado a su trágico destino final en la ciudad de Jujuy, siendo asesinado al año siguiente.

   Posta de Hornillos data de la época colonial, ubicada en plena Quebrada de Humahuaca. Fue construida en 1772, y fue, durante la época del Virreinato del Río de la Plata, paso obligado para los que iban de Potosí a Buenos Aires. Poco después de la Revolución de mayo de 1810, se convirtió en uno de los cuarteles del Ejército del Norte, a cargo del coronel Manuel Álvarez PradoEn 1813, descansó allí el general Manuel Belgrano, tras vencer en varias batallas a los españoles. Hoy se puede visitar la Posta transformada en Museo.

    Posta Pozo del Tigre se encuentra desde 1771 en el norte de Córdoba luego de pasar por el pueblo de San Francisco del Chañar. Fue el lugar donde se redactó el parte que informaba que el virrey Santiago de Liniers y su comitiva habían sido detenidos al fracasar la contrarrevolución organizada en Córdoba. La Posta Pozo del Tigre además fue testigo del paso de los soldados de la Independencia y también del triste paso de Manuel Belgrano, enfermo y abandonado por el gobierno, en su penoso viaje desde Tucumán hacia Buenos Aires, donde finalmente murió a los pocos meses. Hoy se puede visitar restaurada.

  Posta Cabeza de Tigre, creada a finales del siglo XVIII, se encuentra actualmente a la salida del poblado Los Surgentes (Departamento Marcos Juárez, Córdoba), camino a la ciudad Capital de la provincia.En las cercanías, en un sitio llamado Monte de los Papagayos, el 26 de agosto de 1810, los próceres argentinos Juan José Castelli y Domingo French mandaron fusilar al ex virrey francés Santiago de Liniers, quien había organizado una contrarrevolución para evitar que Argentina se independizara de España.

    Posta de Yatasto está situada cerca de Metán, (Salta), Argentina. Es conocida por el famoso encuentro entre Manuel Belgrano y José de San Martín en 1814. La posta fue usada también por los Generales patriotas para hacer el traspaso de mando, por ejemplo cuando Juan Martín de Pueyrredón fue reemplazado por el general Manuel Belgrano como jefe del Ejército del Norte en 1812.

  Posta del Espinillo en Santa Fe, fue donde los Granaderos a Caballo descansaron y ensillaron nuevos caballos con los cuales cargarían a la mañana siguiente contra los realistas en la Batalla de San Lorenzo. En 1950 y con motivo de la conmemoración del Centenario del fallecimiento del General José de San Martín, se le cambió el nombre por el de Capitán Bermúdez, nombre que permaneció hasta hoy. Cuando en 1857 se instala la primera línea férrea del Ferrocarril Oeste se dará inicio a la decadencia del sistema de postas, hasta quedar en desuso.



    
    Bibliografía


BLEYNAT, Carlos. Nuestras Postas Su actuación en las Guerras de la                            Independencia (1810-1820) ahrfirmat@hotmail.com
BOSÉ, Walter B. L. 1966. Las postas en las provincias del Norte y Cuyo en la época del Congreso de Tucumán, vol. 15, p. 107-134 Trabajos y Comunicaciones, 15, 107-134. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.1025/pr.1025.pdf
CAMINO REALY SUS POSTAS. http://roccasuturismologa.blogspot.com.ar/p/camino-real-y-sus-postas.html
GOBIERNO DE CORDOBA http://caminoreal.cba.gov.ar/historia.html#sthash.iyHWrbzK.dpuf

PAEZ DE LA TORRE, C. (h). 2008. Reglamento de Postas de 1828. Sitio de descanso de viajeros y de relevo de animales. Redacción La Gaceta. Sábado 22 de Noviembre de 2008.

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