Fueron
370 años que nuestros pueblos nativos guerrearon contra la invasión española y
más tarde contra las fuerzas nacionales criollas.
Hubo
cientos de ejemplos que la guerra obedecía a un “principio de acción y
reacción”, por la postura avasalladora de los “buenos” y la costumbre de luchar
por la sobrevivencia de los “malos”.
En
tantos años de lucha podemos encontrar ejemplos de nativos comiéndose (literalmente), a los invasores
españoles y robando mujeres de las poblaciones “blancas”, hasta formando parte
de la defensa en las invasiones inglesas, como parte del Ejército del Norte con
Belgrano o ayudando a San Martín con el Cruce de los Andes.
Durante
220 años se firmaron más de 50 tratados de paz y equidad, sin embargo todo
terminó resolviéndose por la fuerza, y de la manera más inequitativa.
Ojalá
miremos con ojos críticos el pasado y podamos encontrar el equilibrio humano
con el universo al que todos pertenecemos.
A los de mi generación nos
hicieron creer, cuando niños, que los aborígenes eran “malos” por que atacaban
a las poblaciones de los españoles y más tarde a los fortines de los criollos,
matando soldados valientes, raptando mujeres (“las cautivas”) y niños, pero
casi nunca nos explicaron el porqué de tal situación.
En las imágenes de las
revistas de historietas (El Cabo Savino), y en muchos libros de historia infantil
y de la otra aparecían estos “malos,
sucios y mal vestidos”. ¿Eran malos en realidad? ¿Por qué hicieron lo que
hicieron?
Hace 12.000 años ya estaban por el sur, y hace unos
8.000 años por Córdoba, Catamarca y San Luis.
Al parecer hasta esos momentos los “malos” solo se
encargaban de conseguir el sustento para la familia, pero más cerca en el
tiempo descubrieron que podían no solo vivir de la caza y la pesca sino también
asentarse en un territorio sembrando y cuidando animales para su comida, casa,
juegos y vestimenta.
Mientras que a nadie en Europa se le ocurría navegar
hacia el Oeste, en estas tierras estaban escribiendo su propia historia los
Atacamas, Omaguacas, Chiriguanos, Lules y Diaguitas en el Noroeste; los Tobas,
Guaycurúes, Mocovíes y Guaraníes en el Noreste; los Tonocotes, Sanavirones y
Comechingones en el Centro; los Coronda, Caigang y Charrúas en el Litoral; los
Huarpes, Pehuenches y Guenaken en Cuyo; los Pampas y Querandíes en la Región
Pampeana y los Chonecas y Selknam en la Patagonia.
Los de la “madre patria” venían por riquezas no por
evangelización. Secuestraron a Atahualpa a cambio de
toneladas de oro y plata en obras de arte y artículos rituales que
transformaron en lingotes para llevárselos al rey y a la iglesia.
Y como dijo Carlos V: “La lengua más desarrollada de estos
naturales es incapaz de expresar los misterios de nuestra santa fe católica”.
“Se les debe retirar de la poligamia, se les debe enseñar el alfabeto y buenos
hábitos, artes y costumbres para que puedan vivir mejor”.
López de Gómara, una de los
voceros del rey decía: “Todo ello vale
mucho más que las plumas, las perlas y el oro que les tomamos, sobre todo
porque no hacía uso de esos metales como moneda, que es su uso adecuado y la
verdadera manera de sacarles provecho”.
Está visto que las
intenciones de los invasores eran despojar a los nativos con violencia
cometiendo injusticias imperdonables. También está visto que los nacidos en
estos suelos, aunque casi siempre en desigualdad de condiciones, no estaban
dispuestos a ceder su cultura, sus espacios y sus derechos tan fácilmente.
Cabe aquí preguntarse cuál es el concepto de “malo”
y “bueno” que sobrevive hasta nuestro tiempo:
- ¿Los aborígenes eran malos por ser antropófagos y cocinarse a más de un español y otros enemigos tribales?
- ¿Los nativos eran malos por defender su tierra y sus bienes del ataque de los invasores (otros nativos o los procedentes de otras tierras)?
- ¿Los españoles eran buenos por querer convertir a los nativos a sus mismos usos, religiones y costumbres?
- ¿Los españoles eran buenos por pretender explotar las riquezas para su reino?
Voy a intentar recorrer
algunos rincones de los últimos 500 años de nuestra historia tratando de
demostrar que, como dijo Ramón de Campoamor:
En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira
todo es según el color
del cristal
con que se mira
Como en los 370 años que
duraron las luchas desparejas (de un lado y del otro entre nativos, españoles y
criollos), fueron muchas las situaciones, trataremos de dividir (convencionalmente),
los períodos de enfrentamiento para intentar entender mejor este segmento de
nuestra historia.
El primer
período iría entre el momento de la llegada de los invasores en 1516 hasta
mediados de 1700 (unos 200 años), desarrollado sobre la geografía de la
búsqueda de oro y plata por los “caminos reales”, comprometiendo a los pueblos
del noroeste del actual territorio argentino y parte de los caminos hacia el
sur del antiguo Imperio Inca (en el oeste) y los pueblos del litoral y noreste
camino a las Misiones Jesuíticas.
El segundo
período iría desde mediados del 1700 hasta fines de 1800 (unos 150 años),
desarrollado sobre dos ámbitos geográficos que hasta ese momento era ambiente
“exclusivo” de los pueblos originarios:
§ El
“chaco” del noreste y litoral, camino a Asunción
§ La
pampa y patagonia donde se pretendía el avance “blanco” sobre inmensas
superficies de tierra, comprometiendo a los pueblos Pampa Querandí, Pehuenches
y Guenaken
Ámbitos geográficos de los períodos de luchas entre
aborígenes y españoles/criollos.
En amarillo el Primer período y en verde el Segundo
Período
· Antes
ya peleaban
Los pueblos aborígenes luchaban entre sí mucho antes que
llegasen los españoles a estas tierras. Los había grandes guerreros y poderosos
imperialistas que podían someter a otros pueblos debido al desarrollo alcanzado
y a las necesidades de expandirse (como los Quechuas), o simplemente por la
sobrevivencia como los Lules o los Abipones.
La zona del norte y noroeste del actual territorio
argentino comenzó a ser habitada hacia el año 7.000 a C. Los
distintos grupos étnicos que habitaron la región andina (sin contar los Andes
patagónicos), fueron los Omaguacas, Atacamas, Diaguitas, Capayanes
y Huarpes.
Estos pueblos fueron dominados entre 1480 a 1533 por los Incas, incorporando sus
territorios al Imperio (Tahuantinsuyu). Los
invasores Quechuas fueron aliados de los Aimaras
procedentes del Perú y
de la cuenca del lago Titicaca en el sur de Perú y el
norte de Bolivia.
Si bien la duración del Incario o
Imperio Inca fue relativamente breve dejó notoria influencia (principalmente en
la toponimia),
ya que aún luego de la conquista española a partir de 1535 el idioma quechua,
era la lengua vehicular de gran parte de la región
andina.
Por otra parte los Omaguacas
fueron un pueblo de espíritu guerrero
utilizando (tanto para las invasiones incaicas como luego por las españolas),
arcos y flechas, boleadoras, hondas y las temidas “rompecabezas” (arma
compuesta de dos bolas metálicas, muchas veces estrelladas), sujetas a los
extremos de un mango corto y flexible). Hacían culto del cráneo/trofeo.
A la población de origen Omaguaca, Diaguita-calchaqui y Atacameña, los Incas les sumaron
grupos de mitimaes (colonos de tribus
pacíficas trasplantados por la fuerza), principalmente Chichas que dieron comienzo al mestizaje que continuó con las encomiendas y traslados
poblacionales que efectuaron los españoles.
Otra comunidad guerrera eran los Lules. Eran
gente nómade, vivían de la caza y
del pillaje que ejercitaban sobre sus vecinos del sur, los Tonocotés de
Santiago del Estero. Según algunas referencias históricas, de no haber mediado
la conquista de los españoles, los Lules habrían exterminado a sus vecinos.
Los Lules comían carne humana, guardaban
cabelleras como trofeos de guerra y utilizaban flechas envenenadas. En sus
incursiones, tomaban como prisioneros a sus enemigos, a los que luego conducían
a sus aldeas, para hacerlos engordar y posteriormente comérselos.
Los Guaraníes, guerreros por definición (guariní = guerrero), practicaban
la antropofagia con los prisioneros de guerra atribuyéndole un carácter ritual
que consiste en la consumición de los restos de los enemigos muertos, mientras
celebraban grandes danzas o fiestas.
Más cerca en el
tiempo, a fines de los años 1700, ocurrió la guerra Pehuenche / Huiliche /
Ranquel, una serie de encarnizados enfrentamientos entre estos grupos étnicos,
donde luego de intercambio de prisioneros e hijas de caciques cautivas, se
consolida la presencia Ranquel en la pampa.
En realidad muchos de estos pueblos no eran ni
buenos ni malos. Tenían idearios, ambiciones y costumbres ancestrales y las
practicaban como lo sabían hacer.
Primer período
Empezaron
mal
En 1515 Juan Díaz de Solís emprendió lo que sería su último
viaje en la búsqueda del pasaje transoceánico. En caso de encontrarlo, planeaba
atravesar el Pacífico hasta alcanzar el Extremo Oriente.
Al
llegar a estas costas sudamericanas Díaz de Solís se
adentró en el estuario (de lo que luego sería el Río de La Plata), con una
carabela, e hizo escala en una isla para sepultar al despensero de la
embarcación, fallecido a bordo, llamado Martín García, nombre que le quedó a la
isla.
Viendo indígenas
en la costa oriental, Díaz de Solís intentó desembarcar con algunos de
sus tripulantes con la sola misión de apoderarse de lo ajeno en nombre de Dios
y del Rey. Solís y los suyos fueron atacados por un grupo de indígenas que los
ejecutaron ante la mirada del resto de los marinos, que observaban impotentes
sus muertes desde la borda del buque, fondeado “a tiro de piedra” de la costa.
Los cadáveres
fueron asados y devorados por los indígenas, que algunos autores identificaron
como Charrúas, sin embargo, dado que éstos no eran caníbales y
sí lo eran sus vecinos guaraníes, que vivían en las islas situadas en la costa
opuesta, es a estos últimos a quienes se atribuye actualmente el hecho.
Paradójicamente, y
fuese como fuese, el único sobreviviente que quedó de los desembarcados fue un
joven llamado Francisco del Puerto, que por alguna razón los nativos lo
llevaron a vivir con ellos y que con el tiempo formó pareja con una joven de la
tribu con la que tuvo 2 hijos.
¿Eran malos o simplemente
defendieron sus posesiones?. Hicieron lo que hicieron como muestra de poder porque
eran carnívoros, y culturalmente antropófagos por uso y costumbre.
Aquí
no los queremos
Sebastián Gaboto salió de
España en 1526 con la intención de
hacer el recorrido bioceánico a través del Canal de Magallanes, pero al llegar
a estas tierras se sintió tentado por los mitos y leyendas del Rey Blanco, con
palacio de paredes de plata y tesoros de todo tipo.
Al saber de la vida del
joven Francisco del Puerto, aquel sobreviviente de la expedición de Solís, abandonó su misión inicial y se internó por
el río Paraná hasta la desembocadura del río Carcarañá donde fundo el Fuerte
Sancti Spiritu, primera población española en estas tierras.
Gaboto siguió subiendo el
Paraná y los pobladores del fuerte, fieles a su espíritu conquistador
comenzaron a esclavizar y a maltratar a los nativos. Los caciques Siripo y
Marangoré se rebelaron contra los invasores, y en setiembre de 1529 redujeron el fuerte a ruinas,
incendiándolo y dejando unos pocos sobrevivientes.
Muchos años después un
armero del General Belgrano bautizó a uno de sus cañones con el nombre de
Marangoré, en honor a la resistencia de éste frente a los invasores.
· ¿Quién
se come a quién?
En 1536 Pedro de Mendoza (un saqueador de la ciudad de
Roma), fundó sobre la margen austral del Río de la Plata, un puerto
defendido por dos primitivos fuertes al
que llamó Santa María del Buen Ayre. En
este sitio se estableció junto con sus expedicionarios, a quienes les empezó a
repartir tierras que no eran de él y que seguramente sus verdaderos
propietarios no estaban dispuestos a tolerar mucho tiempo.
Apenas
instalados, los españoles descubrieron una gran hueste de indios Pampas Querandíes, de
al menos 3.000 hombres, quienes, a pesar de todo, les dieron obsequios y
alimentos y se mostraron afables con los recién llegados.
Pero
al poco tiempo los graves problemas comenzaron. La ciudad, por impericia de su
fundador, estaba establecida en una zona baja e inundable, pantanosa e
insalubre. Durante dos semanas los Querandíes abastecieron a los españoles. El
maltrato de algunos españoles a los indígenas motivó que estos dejaran de
frecuentar el campamento abasteciéndolos con alimentos.
La
falta de comida obligó al adelantado a enviar guarniciones en todas direcciones
a buscarla para paliar la hambruna. Deseoso de terminar con el problema, don
Pedro envió un ejército comandado por su hermano Diego de Mendoza para atacar “a cualquier precio, matando a todos los
indígenas y apropiarse de su pueblo”.
Ambos
bandos se enfrentaron en el "Combate de Corpus Christi", el 15
de junio de 1536, cerca de la Laguna de Rocha y
del emplazamiento del actual partido de Esteban Echeverría de la provincia
de Buenos Aires. En el enfrentamiento
los indios vencieron y exterminaron a dos tercios de las tropas españolas.
El
éxito de este combate dio confianza a los Querandíes, que comenzaron a atacar
con más y más frecuencia la ciudad, impidiendo que los españoles saliesen de
sus refugios para conseguir alimentos.
De
esta forma, a la enfermedad y la violencia se sumó la inanición como causa
común de muerte entre los conquistadores.
A
finales de junio los indígenas reunieron un gran ejército, de 23.000 lanzas
entre Querandíes, Guaraníes, Charrúas y
Chanás. Tras fracasar en asaltar sus defensas se dedicaron a asediarla.
Finalmente,
en diciembre de 1536 los querandíes consiguieron por primera vez vulnerar las
defensas de la ciudad, penetrar en ella e incendiarla, provocando su
destrucción total.
La
hambruna provocó que tres soldados carnearan un caballo para comer, pero, al
ser descubiertos fueron enviados a la horca. Esa noche otros tres españoles
cortaron los muslos y otras partes de los ahorcados y los cocinaron para saciar
su hambre.
Pedro
de Mendoza y algunos españoles consiguieron escapar del asedio indígena y se
encaminaron al norte para refugiarse en el fuerte que había sido establecido
sobre el río Carcarañá diez años antes por Sebastián Gaboto.
Desde
allí, Mendoza envió una pequeña partida al mando de su lugarteniente Juan de Ayolas hacia
el norte, reconociendo las orillas del río. Ayolas, acosado por las pestes, el
hambre y los continuos ataques de los nativos, no pudo cumplir con la tarea
encomendada y, derrotado, regresó a Sancti Spiritu.
Cabe preguntarnos si la antropofagia por hambre
español es mejor o peor que la antropofagia aborigen por costumbre ritual.
· Quilmes es algo más que una marca de cerveza
Durante
el siglo XVII se produjeron en el Tucumán dos grandes sublevaciones indígenas
históricamente conocidos como “Levantamientos Calchaquíes”. El primero de ellos
ocurrió entre los años 1626 y 1637 y
el segundo entre 1657 y 1667.
Estos
alzamientos contra el sistema de opresión colonial que se pretendía imponer a
los indios, se llevaron a cabo en la jurisdicción de Londres, en Catamarca
(comprendida entre los Andes al oeste, el Aconquija al este, la jurisdicción de
Salta al norte y la de la Rioja al sur).
Los Quilmes fueron una de las
más célebres parcialidades de la etnia Diaguita que
habitaba el oeste de la actual provincia de Tucumán. Su principal población, ubicada a unos
2000 m s.n.mm, (una pequeña ciudadela ubicada en el cerro Alto del Rey, que aún
hoy pueden visitarse sus ruinas), fue destruida por los españoles en 1667, tras la derrota
final ante el gobernador de Tucumán, Alonso Mercado y Villacorta, luego del levantamiento del líder Felipe Calchaquí.
Los Quilmes
sobrevivientes y apresados fueron “arriados” a pie en forma masiva y compulsiva
más de 1.200 km desde Tucumán hasta la reducción de Exaltación de
la Santa Cruz, casi a orillas del Río de la Plata. Frente ante semejante vejamen las mujeres
prefirieron arrojarse al vacío con sus criaturas en brazos antes de verse
sometidas.
Los sobrevivientes al traslado fueron
utilizados como mano de obra en actividades propias de la ciudad, así como en
la producción agrícola. Con esto se resolvía un grave problema de la sociedad
colonial porteña para desarrollar las actividades productivas, frente a la
escasez de mano de obra indígena.
Esta reducción,
que duró hasta 1812, devino en la actual ciudad de Quilmes en el Sudeste del Gran Buenos Aires.
El
orgullo de los Quilmes no alcanzó ante el poderío español, y una vez más
triunfó el despojo.
Segundo
período
A pesar que durante la época de los Virreyes se comienza a planificar el
exterminio de los indios Pampas, hubo momentos en que la comunión de las partes
era posible, tal es el caso del cacique Mayupilquián, a quien el Cabildo de
Buenos Aires en 1717 le confiere el
título de Guarda Mayor para el control de la frontera.
En 1760 comienza un plan
sistemático, aunque no muy bien ordenado, para el exterminio del “indio” que
comenzaba a comprometer los negocios de los hacendados.
A partir de aquí se empieza a desarrollar la política de “indios amigos”
e “indios enemigos”.
Mas de 50 tratados de paz fueron firmados entre 1662 y 1884, año en que
se borran las últimas esperanzas de compartir con los nativos espacios comunes
en igualdad de condiciones.
Para aquella época se estima que en las provincias de Buenos Aires,
Santa Fe, Córdoba, La Pampa, San Luis, Neuquén y Rio Negro, había algo más de
15 cacicazgos de las etnias Tehuelches, Mapuches, Ranqueles y Vorogas (o
Borogas).
· Hay suficiente lugar para todos
Fue el cacique Tehuelche o Puelche llamado Lorenzo (Calfilquí), quien
por 1790 definió claramente su
postura diciendo “Hay lugar suficiente
para indios y cristianos. Armonía es posible y útil, pero si buscan pelea,
tendrán pelea”.
Lamentablemente las tratativas de paz quedaron en la nada y los
enfrentamientos continuaron.
· Estamos dispuestos a ayudar
Luego de la Primera Invasión Inglesa, en 1806, las comunidades indígenas de la actual Provincia de Buenos
Aires, le ofrecieron al Cabildo su ayuda para derrotar “a los colorados”. En
varias oportunidades se escuchó decir a los caciques Pampas, a través de sus
lenguaraces, Felipe, Catemilla, Epugner
y otros, frases como estas:
- “Estamos listos para franquear gente, caballos y auxilios”
- “Hicimos paces con ranqueles para proteger a los cristianos”
- “Les ofrecemos veinte mil de nuestros súbditos, todos gente de guerra y cada cual con cinco caball
- “Queremos pelear unidos con ustedes”
Estos ofrecimientos no fueron aceptados plenamente por los cabildantes,
temerosos que miles de indígenas armados fuesen un riesgo para la tranquilidad
de la ciudad. Aceptaron que custodiasen la costa de la actual provincia de
Buenos Aires, sin entrar en los poblados.
El Batallón de Naturales combatieron a sangre y fuego a los ingleses,
oportunidad en que estos fueron definitivamente rechazados. Pasado el hecho se
condecoraron a los líderes aborígenes, considerados “fieles hermanos”.
· ¿De quién es la sal?
El Coronel Pedro Andrés García fue un español que quedó a cargo, después
de 1810, del Regimiento 4º, y fue
comisionado a las Salinas Grandes a buscar sal (insumo estratégico para el
momento), para abastecer a Buenos Aires. Este yacimiento estaba en pleno
enclave de los nativos. Su segunda intención fue “detectar” a los caciques
amigos y a los hostiles.
Luego de dos meses García encontró respuesta de una parcialidad para
compartir las salinas, y fueron a los caciques (Epumur, Quinteleu, Pallatur y
Antenau), a quienes se les escucharon estas frases dichas al Coronel:
- “Yo fui criado donde se respeta a los mayores y se hacen parlamentos y acuerdos de los que nunca nos separamos”.
- “Ningún cacique va a faltar a los tratados de paz, pero que a ningún cacique ni sus gentes se estorbe por entrar a Buenos Aires"
- “La laguna es de todos los hombres, como los pastos del campo a los animales”
- “Mi padre me enseñó a respetar la tierra y a vivir en paz con todos, y nunca hacer la guerra sino en defensa. Que los que buscan pendencias salen al final descalabrados”.
El Coronel García, si bien era desconfiado de los nativos, dejó asentado
en sus notas que era “crítico de la
política equivocada de los españoles de querer sujetar a los indios con las
bayonetas”.
· San Martín y los Pehuenches
José de San Martín, como a muchos de su generación (Belgrano, Castelli,
Artigas, Dorrego, Moreno), participaron de una ideología política en que los
nativos formaban parte de una nación que estaba pariendo. Él fue quien decía “nuestros paisanos los indios”.
Cuando el General propone como táctica la “guerra de zapas” para el
Cruce de los Andes, incluye a los Pehuenches del sur de Mendoza, con quienes
tiene varios encuentros o “consultas”, a los fines de sellar alianzas para la
provisión de pertrechos y caballada, y aprovecharse de algunos caciques
infieles para engañar a los realistas en Chile sobre el lugar en que cruzaría
para dar batalla.
Fue en el parlamento de San Martín con el cacique Necuñán llevado a cabo
en 1816 en el Fuerte de San Carlos
cuando a este se le escuchó decir “Todos
los Pehuenches a excepción de tres caciques que nosotros sabremos contener,
aceptamos tus propuestas”.
En la segunda reunión en El Plumerillo, San Martín manifiesta a los
caciques, y es escuchado por Manuel Olazabal, “yo también soy indio” y “necesito
pasar los Andes pero para ello necesito licencia de ustedes, que son los dueños
del país”.
A partir de ese momento los
caciques y capitanejos lo abrazaron al grito de “viva el indio San Martín” y “moriremos
por el indio San Martín”.
· El malón como táctica sistemática de guerra
Hubo períodos que podemos llamar “de fusión” en que “cristianos” (…y no
tanto) y nativos efectuaban alianzas temporales en función de sus intereses.
Algunos de estos eran solo territoriales, pero la mayoría eran económicos.
El país en marcha estaba ocupado con las guerras de la independencia y
más tarde con las guerras civiles de unitarios y federales. Durante el primer
cuarto del 1800 el malón fue la táctica utilizada para arrasar poblaciones y
robar mujeres y ganado.
Estos son algunos ejemplos:
· 1820. El ex Director Supremo de Chile José Miguel Carrera, con sus hombres y 2.000 indígenas de los caciques Pablo, Yanquetruz y Ancafilú, y 500 desertores, bandoleros y prófugos de la
justicia, destruyeron el Fuerte de Salto (Buenos Aires), y su población.
· 1821. Unos 1.500 Mapuches bajo el mando de José Luis Molina atacaron el pueblo
de Dolores (Buenos Aires), destruyéndolo completamente.
Se hicieron con 150.000 cabezas de ganado.
· 1823. Una coalición de 5.000 Ranqueles, Pampas y Tehuelches atacaron
simultáneamente el sur de Santa Fe, Luján, Tandil y Chascomús. Juan Manuel de Rosas, al frente de milicias, logró rescatar de los Tehuelches 120.000 reses.
· La política de “indios amigos”
Esta
política llegó a su momento de plenitud durante el gobierno de Juan Manuel de
Rosas en 1830, que la llamaba
“negocio pacífico con los indios”, cuyo objetivo era acercar a las tribus
amigas a la línea de frontera y aislar de alguna manera a las hostiles, que
quedarían alejadas.
Las tribus
de Catriel, Coliqueo y Chipitruz entre otros formaron parte de aquel cordón
amistoso. Esta “amistad” se quebraba cada vez que los tratados de paz no se
cumplían por parte del gobierno, que no respetaba los pedidos de ropa,
hacienda, armas y fundamentalmente “sus campos”.
Algunos
párrafos de las cartas enviadas por los caciques a Rosas, Urquiza y Mitre y a
los comandantes de frontera decían:
· “No me canso de aconsejar a los caciques a mi mando que no faltemos en
un ápice a los tratados de paz y alianza con los señores argentinos”. “Amistad
si habrá, pero dominio y autoridad sobre nosotros no, eso no lo consentiremos
jamás. Primero seremos víctimas, pero no ser dominados” (1830).
· “Allí le mando de regalo mi traje y un caballo, pero le pido que me haga
el favor de mandarme 20 camisas, 20 calzoncillos, 20 chalecos, 20 chaquetas y
20 sombreros para mis caciquejos y capitanejos para que no le hagan traiciones”.
“También necesito tres ponchos de paño y uno bien fino para mí, un par de
espuelas de hierro y 20 ponchos ingleses para chiripá, dos barriles de ginebra
de Holanda y cuatro damajuanas llenas de bebidas” (1856).
· Este pueblo está muy alegre porque han venido muchos indios a tratar
negocios. Nosotros no dejamos de decirles a todos los indios que los cristianos
son buenos y que desean vivir con los indios en paz, como hermanos y buenos
amigos, y por esto es que han venido tantos este año, y como todos se han ido
contentos porque los han recibido bien y los han regalado” (1861).
· Nos prometió que el gobierno nos daría tierras en que vivir y todos los
recursos necesarios, pero hasta el presente nada se ha cumplido con respecto a
los terrenos y ya vamos para los cuatro años” (1875).
Las
“internas” entre los nativos (que no eran pocas), y los incumplimientos
sistemáticos de los acuerdos, conformaron un ambiente hostil que se tradujo en
ataques de los malones de indios “enemigos”, tales como:
· 1836. El cacique Voroga Railef, procedente de Chile y Neuquén, realizó un malón
con 2.000 guerreros sobre Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Obtuvo 100.000
cabezas de ganado, pero, cuando iba de vuelta a Chile, el cacique Calfucurá lo emboscó y derrotó.
· 1855. Calfucurá, Catriel y Cachul arrasaron la localidad bonaerense de Azul al frente de 2.000 guerreros, muriendo 300 personas
y llevándose cautivas a 150 familias y 60.000 cabezas de ganado.
· 1857. El jefe Coliqueo invadió Pergamino y se apoderó de
40.000 reses.
· 1859. la Fortaleza Protectora Argentina fue invadida por
Calfucurá con entre 2.000 y 3.000 hombres, en lo que fue el último malón a la
ciudad de Bahía Blanca.
· 1872. Calfucurá, con un ejército de 6.000 combatientes, atacó los pueblos de General Alvear (Buenos Aires), Veinticinco de
Mayo (Buenos Aires) y Nueve de Julio (Buenos Aires),
matando a 300 criollos y haciéndose con 200.000 cabezas de ganado.
· 1875. El "Malón Grande", fue una conjunción de
lanzas de Namuncurá, lanzas chilenas, Ranqueles, indios de Pincén y los Pampas
de Catriel que se sublevaron contra el Gobierno nacional. Un
total de 3.500 lanzas asolaron los
partidos de Azul, Tandil, Olavarría, Juárez, Tapalqué, Tres Arroyos y Alvear. Solamente en Azul dejaron 400 muertos. Se llevaron 500 cautivos y un
total de 300.000 reses. Fueron vencidos el 18 de marzo de 1876 en la batalla de
Paragüil, recuperándose numerosos animales.
Las campañas al desierto con el objetivo de extinción y correr la
frontera de los nativos por parte del General Rauch (1826-1827), Juan Manuel de
Rosas (1833 y 1834), y 50 años después, la de Julio Argentino Roca (1878 y
1885I), fueron la respuesta a tanta locura desatada por las partes.
La Gaceta
Mercantil de Buenos Aires publicó el 24 de diciembre de 1833 que la
campaña de Rosas resultó en 3.200 indios muertos, 1.200 individuos de ambos
sexos prisioneros y se rescataron en total unos mil cristianos cautivos.
El Informe Oficial
de la Comisión Científica que acompañó al Ejército Argentino durante las
acciones de Roca dice que 14.000 indígenas resultaron muertos o tomados
prisioneras. Los prisioneros
fueron tanto combatientes como no combatientes.
Poco después Roca
precisó ante el Congreso de la Nación que se habían tomado como prisioneros a
10.539 mujeres y niños y 2.320 guerreros. Se estima que la campaña argentina fue
causa directa de la muerte de más de 1.000 indígenas (hombres, mujeres y
niños). Una parte de los
sobrevivientes fueron desplazados a las zonas más periféricas y estériles de la
Patagonia. Unas 3.000 personas fueron enviadas a Buenos Aires, donde los
separaron por sexo, a fin de evitar que procrearan hijos.
Los prisioneros
fueron trasladados a pie por más de mil kilómetros y luego por barco hasta
Buenos Aires. Algunos sobrevivientes han relatado la crueldad del trato,
incluyendo el asesinato, la mutilación e incluso la castración de las personas
que no podían continuar por el cansancio.
Al llegar a Buenos
Aires, algunos hombres, mujeres y niños prisioneros, fueron obligados a
desfilar encadenados por las calles de Buenos Aires. Durante el acto, un grupo
de militantes anarquistas, aplaudieron a los vencidos al grito de "bárbaros son los que les pusieron
cadenas”.
Con posterioridad
los prisioneros fueron trasladados a la isla Martín García, desde donde luego de permanecer allí un tiempo fueron llevados
nuevamente a Buenos Aires y recluidos en el Hotel de Inmigrantes. El gobierno “roquista” dispuso entonces que los niños y las mujeres fueran entregados para
trabajar forzadamente como sirvientes de familias ricas.
“AVISO: ENTREGA DE INDIOS. Los miércoles y los viernes se efectuará la
entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la
Sociedad de Beneficencia”
Diario El Nacional
Al final de
tantas luchas el cacique Foyel Payllakamino sentenció en 1885:
“Nuestras tribus eran
nómades, pero nunca robaron ni molestaron a ninguno de los huincas. Esa era la
vida de nuestros antepasados”.
El último
gran malón en territorio argentino se produjo en 1919 al norte de la actual provincia de Formosa, conocido como la masacre de Fortín Yunká. Se les atribuye a los indios Pilagá o a una fracción de los Maka. Las
fuerzas del ejército nacional persiguió a los Pilagá y 120 familias indígenas (unas 700 personas entre hombres
mujeres y niños), que fueron “masacradas
por una tropa enfurecida”.
Epílogo
Repasando estas líneas precedentes me surge que el ser humano traería en
su ADN un patrón de conducta que, tal vez, tenga que ver con la supervivencia,
pero, en la mayoría de los casos, por el no respeto “del otro”.
Durante más de 18 generaciones de compartir el suelo entre españoles,
criollos y nativos, las relaciones pasaron por todas las etapas de
amigos-enemigos con idas y vueltas en función de los intereses de todas las
partes.
A lo que hoy es nuestro país los conquistadores/invasores vinieron para
expandir los territorios de los reinos europeos sin tener demasiado en cuenta
que estas tierras ya tenían dueños. Dueños que de alguna manera estaban de
acuerdo en compartirla, pero negados a que se las arrebaten. Ellos tenían una
determinada visión del universo que los españoles no compartían. La llegada de
los extranjeros les trajo caballos y hacienda bovina y ovina que rápidamente
asimilaron y también el cambio de alimentación.
Para ellos disponer “graciosamente” de ganado mostrenco o cimarrón (pero
que luego tendrían dueños), se hizo costumbre sin hacer demasiados esfuerzos.
Ni los buenos que venían “por todo” eran tan buenos, ni los malos que
“resistían a todo” eran tan malos. Ojalá hayamos aprendido algunas lecciones
donde el respeto por el otro tenga el máximo valor.
Bibliografía
ALDAO, M.I. 2010. Hambre y
monstruosidad: el problema de la antropofagia en las crónicas del Río de la
Plata (siglos XVI y XVII). En: IV CONGRESO
INTERNACIONAL DE LETRAS. Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires.
MARTINEZ SARASOLA, C.
2014. La Argentina de los caciques: o el país que no fue. Del Nuevo Extremo.
Buenos Aires. 432 p.
PIGNA, F. 2011. Los
mitos de la historia argentina 1. Booket. Buenos
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