Tenemos mucha vinculación con el
Potosí. Nos llamamos Argentina por él. Argentum
en latín quiere decir plata, aquel lujoso metal por el que vivió (…y
viven), y murió (…y mueren), tanta gente. Tenemos Rio de la Plata, Ciudad de la
Plata, somos rioplatenses junto con los uruguayos, pero ya no nos acordamos del
Cerro Rico o Sumaj
Orck'o, ni hacemos
nada por él.
Un tesoro natural deseado y atacado
por todos lados y en todos los tiempos, desde los Incas por el Norte, los
guaraníes por el Este hasta los invasores españoles por el Sur, y a pesar que
está colapsando por las interminables galerías cavadas, aún da pelea.
El 80 % de la plata que existe hoy en
el mundo salió de allí.
A él no le importa que lo hayan
nombrado Patrimonio de la Humanidad, seguramente solo quiere conservar su forma
natural, y, tal vez, darle abrigo a los lugareños que lo respetan.
Ante su descubrimiento pre incaico y
la pretensión de explotar sus riquezas los nativos escucharon una voz que dijo “no se puede extraer nada, ya que está
reservado para otros”, pero nunca quedó claro quiénes fueron, son y serán
los otros.
Lo cierto es que, a pesar que ya no
queda mucha plata, el estaño y el zinc de sus entrañas siguen teniendo un alto
valor y lo siguen perforando.
Hoy le cerro se desmorona casi
irremediablemente y mueren en promedio 14 mineros artesanos por mes.
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El cerro de Potosí, conocido también como Cerro Rico de Potosí, y en quechua como Sumaj Orck'o o 'cerro hermoso', también conocida como Orck'o Potocchi que significa "cerro que brota plata", es una montaña de los Andes ubicada en la ciudad de Potosí (Bolivia), o antigua Villa Imperial de Potosí, con una altitud aproximada de unos 4.800 m s.n.m.
Cuando
llegaron los colonizadores españoles alcanzaba una cota de 5.200 metros de
altitud, pero hoy llega a los 4.702. El Instituto Geográfico Militar de Bolivia
calcula que hoy el desmoronamiento es de 0,3 mm por minuto.
Cerro de Potosí dio nombre a la ciudad homónima que se pobló a su
alrededor algunos años después del descubrimiento.
Es famoso porque en época de la colonia española tenía
las vetas de plata más
importantes del mundo y este cerro es considerado como la fuente de plata más
rica de la historia de la humanidad.
De esta mina salió el 80% de toda la plata del mundo, la cual aumentó la
riqueza de todo el planeta, pero no a sus dueños. Esta riqueza produjo la
construcción de nuevas ciudades e imperios y sirvió para financiar algunas de
las maravillas del mundo.
La mayor mina de su interior, se llama Pailaviri, y hoy es propiedad del
Estado. Está dividida en 17 niveles a los cuales se puede acceder mediante un
elevador, que de tres en tres metros, alcanza los 240 metros de profundidad.
Pailaviri trabaja continuamente desde hace casi 500 años, (se inició su
explotación en 1545), siendo la mina más antigua cercana a la ciudad.
La temperatura en el interior de la mina puede variar unos 45 ºC entre
el exterior y los niveles más bajos. Hacia arriba del nivel de ingreso, a unos
70 metros de altura, nos encontramos con el "Tío",
representación del demonio o deidad horrenda poseedora de las minas, a quien se
hacen ofrendas para sacar el metal de sus entrañas.
El cerro de Potosí es tan importante para los bolivianos que se
encuentra representado en el escudo
nacional del país.
Aquellas épocas del imperio
Huayna Cápac (Mancebo Poderoso), fue el undécimo y antepenúltimo rey
inca del Tahuantinsuyo (nombre del imperio). Habría nacido en 1468, Tomebamba (Perú), y fue padre, entre otros de Atahualpa y abuelo de Túpac
Amaru
Huayna Cápac fue famoso
por sus riquezas que causaron
admiración al mundo, tuvo grandes cantidades de níquel y de cobre. Los primeros
historiadores y cronistas españoles relataron que, tenía en su palacio estatuas
de cobre de los reyes predecesores, y cuantas alhajas y utensilios sirven en un
palacio. Tenía en la puna un recreo o jardín (hecho a mano), de árboles, flores
y yerbas de cobre.
Esta y muchas más obras de cobre fino de su palacio la echaron en la
laguna de Chucuito (ubicada sobre el lago Titicaca al sudeste de la localidad
de Puno), cuando los españoles entraron al Perú, para que no gozasen tan rico
tesoro.
No hay que admirarse de la abundancia de este metal que tenían junto al
palacio, pues entonces no lo llevaban a España ni se lo tragaba el mar. El cobre
y el níquel permanecían en el reino del Perú y no se exportaban al exterior.
A lo largo de los siglos, el Cerro Rico de Potosí gozó de fama
continental y mundial por su explotación de plata por parte de la población de
Cantumarca (luego Villa Imperial del Potosí), población nativa preincaica con
2.500 habitantes en el inicio de la exploración minera, establecida a unos 2 km
al oeste del cerro.
Era el centro de población minera, metalúrgica y comercial más grande de
la cultura andina y participaba del camino real del Inca por el comercio del
trueque argentífero y transporte de plata del Sumac Orcko y del Porco (40 km al
sudoeste de Potosí), al Cuzco y otras regiones del territorio incaico.
Los pobladores de Cantumarca, conocían de su riqueza argentífera en el
Sumac Orcko, y los nativos no podían ignorar la consistencia mineralógica del
cerro, pero habiéndolo consagrado, decidieron no explotarlo, situación
explicable por sus sentimientos religiosos, y porque los metales preciosos
solamente eran utilizados en obras suntuarias, por carecer entre ellos del
valor monetario.
Los caracaras (habitantes de Cantumarca), además de ser defensores del
cerro, de las invasiones guaraníes y chiriguanos, eran también vigilantes de la
huaca (adoratorio sagrado donde el demonio les hablaba y hacían sus
sacrificios), ubicado en la cumbre del Sumac Orcko, en honor a la Pachamama.
Huayna Cápac hizo una visita por todas las tierras que gobernaba, y
llegó por estas regiones, a la laguna de Tarapaya, al noroeste de Potosí, donde
tomó un descanso de su largo viaje.
Entre este lugar y Cantumarca vislumbró el cerro y dijo: “esto sin duda tendrá en sus entrañas mucha
plata” y mandó a sus vasallos que viniesen de Colque Porco (otro centro
minero), a labrar el cerro.
Así lo hicieron. Habiendo traído sus instrumentos, subieron al cerro,
registraron sus vetas y estando para comenzar el trabajo, oyeron un espantoso
estruendo y una voz que dijo: “Pachacamac
janac pachapac guaccaichan” (“el señor lo guarda para otro dueños que
vendrán después”).
Asombrados los nativos de oír estas razones desistieron del intento, y
se refirieron el estruendo con la palabra "Potojsi" (que quiere decir
dio un gran ruido), y de donde derivó después el nombre de Potosí.
La mayoría de los historiadores ven en esta variante una deliberada
influencia de los españoles en la leyenda, para legitimar sus labores y saqueos
en el cerro.
Como ha pasado en otros casos, la imaginación popular y las especiales
características del cerro, dieron lugar a numerosas y curiosas leyendas como
esta. Nadie habló más del Cerro Rico.
Diego de Huallpa fue un quechua que, a mediados del siglo XVI, se le atribuye el
re descubrimiento accidental de plata en la actual ciudad de Potosí.
La leyenda cuenta que, en enero de 1545, este indígena buscaba una de
sus llamas perdida en un cerro prendió una fogata para soportar el frío de la
noche. Por la mañana, descubrió un hilito de plata que había fundido a flor de
roca que sobresalía de los restos de la fogata que encendió la noche anterior.
Se trataba de una veta rica en plata
En abril un grupo de españoles encabezados por el capitán Juan de Villarroel tomaron posesión del
Cerro Rico, tras confirmar el hallazgo de Huallpa, e inmediatamente
establecieron un poblado.
La leyenda que conocemos sobre el descubrimiento, si bien ya hace a la
historia de Potosí como un descubrimiento casual, a la vez permite
aseverar que se trataba de un secreto muy bien guardado por los aborígenes
propios de la zona.
La población indígena, en tanto, sufría una explotación infrahumana.
Decenas de miles de indígenas fueron sometidos a la mita, un sistema que ya
era habitual en el incario, pero cuyo uso intensificaron los
españoles, y creció aún más a instancias del Virrey Francisco Álvarez de Toledo, ante la falta de
mano de obra para la minería.
A los mitayos (como se llamaba a los indios sometidos
mita), se les hacía trabajar hasta 15 horas diarias, cavando túneles,
extrayendo el metal manualmente o con pequeñas herramientas. Ya en aquella
época eran muy frecuentes los derrumbes y otros accidentes, que ocasionaban la
muerte de cientos de trabajadores.
Las rebeliones eran ahogadas a sangre y fuego. Es probable que hasta
15.000 indígenas hayan muerto en la explotación de la plata, entre 1545 y 1625.
Potosí
comenzó a crecer a un ritmo desenfrenado. En 1573 Potosí tenía la misma
población que Londres y más habitantes que Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia
1650, un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.000 habitantes.
La producción de plata llegó a su punto máximo alrededor del año 1650
(100 años de explotación), momento en el cual las vetas empezaron a agotarse, y
Potosí entró en un camino cuesta abajo del que no pudo recuperarse jamás.
Nuestro nexo con el Rey Blanco
Los incas irradiaron esplendor y riqueza por toda América del Sur en
tiempos anteriores a la conquista española. Juan Díaz de Solís en 1516 tuvo
conocimiento, por boca de náufragos de una expedición española anterior, de la
existencia de grandes yacimientos de oro y plata.
Fue quien
descubrió el Rio de la Plata (“llamóse primero rio de Solis”). En 1516, su
tripulación encalló en la isla brasileña de Santa Catalina, donde escucharon a
los aborígenes referirse a una sierra de plata situada en el interior de la
selva formada por cerros del precioso metal, lo que despertó y reforzó sus
ansias de riqueza.
Las extraordinarias riquezas traídas desde México y Perú provocaron en
España un gran interés por la conquista. Pedro de
Mendoza, un noble español que había oído hablar de una Sierra de
Plata cerca del río descubierto por Solís en 1516, firmó en 1534 una
capitulación con el rey Carlos I.
En ella se le confería el título de Adelantado, Gobernador, Capitán y
Alguacil Mayor de las tierras que descubriera y poblase.
Los guaraníes que realizaron grandes invasiones frustradas hacia las
tierras incaicas del Perú se encargaron de divulgar la fama de la Sierra de la Plata (que la describían como de
plata maciza). La noticia era parcialmente cierta, deformada por el reflejo
incaico, y mal calculada en su ubicación, que creían llegar remontando el
actual rio Paraná.
La Sierra de la Plata fue una leyenda que se alimentaba por el uso de objetos en plata que veían en los pueblos originarios de la región. La leyenda estaba asociada con la del Rey Blanco. Actualmente se considera que la leyenda de la Sierra de la Plata tuvo su origen en el Cerro Rico de Potosí y que el Rey Blanco habría sido el Inca Huayna Cápac.
En el siglo XVI, el estuario de los ríos Uruguay y Paraná era nombrado
por los españoles y portugueses como Río de la Plata, el de la era debido a que
se creía que remontando el curso llegarían a la Sierra de la Plata. Fue así que tuvo su inicio
la exploración y colonización de la Cuenca del Plata de la mano de don Pedro de
Mendoza y otros adelantados.
Lo más cerca al mito es el famoso Cerro Rico de Potosí en Bolivia.
Cuando a comienzos del siglo XVI Alejo García (un navegante portugués),
recorrió la región y descubrió las riquezas de aquellas tierras, los españoles
apenas comenzaban la colonización de las costas panameñas y colombianas y
los portugueses recién iniciaban la ocupación de la actual costa brasilera. Ninguna de las dos
coronas sabía de la existencia del rico Imperio Inca,
que recién sería descubierto en 1528 por Francisco
Pizarro.
Años más tarde el Camino real, desde Buenos Aires a Lima, fue la vía de
extracción de los minerales hacia España.
Potosí hoy
Potosí se
muere. Sólo quedan los templos (la mayoría cerrados), sus calles retorcidas,
las agencias de viaje, los restaurantes y el mercadeo minorista, que son el
nuevo filón de cara al turista en la actualidad. Ya nadie
quiere ver esa triste realidad con una población mayoritariamente de la etnia
quechua que, sobre todo, vive de la minería, como siempre.
Ese Potosí
(al que le extrajeron el 80 % de la plata del mundo), dio lugar al dicho “cpn
esa plata se podría realizar un punte entre él y España”, sin embargo, este
puente se también podría haber quedado cubierto con los cuerpos de los esclavos
que murieron trabajando en la mina.
El exhausto
Cerro Rico esconde una de las mayores desgracias del mundo. No solo las infames
condiciones de trabajo de los mineros, alguno de los cuales viven en el entorno
de la bocamina junto a sus familias en la más precaria de las condiciones, sino
que además dentro de las entrañas de la mole trabajan cientos de niños y niñas con
edades comprendidas entre los 10 y los 17 años.
Aunque
muchos compaginan su trabajo con los estudios, la necesidad de sus familias
hace que incluso los más pequeños de la casa ayuden a sus padres en la
extracción de zinc y estaño. Ya no queda casi plata, se la llevaron toda sin
dejar nada a cambio.
Los buenos
precios actuales de este último atrae a adolescentes de otras regiones que
quieren o necesitan hacer dinero rápido.
El problema
es en parte subsanado por organizaciones como el Centro de Promoción
Minera (CeProMín) o
la Asociación Solidaridad con
las Mujeres (MUSOL). Ambas procuran rescatar a los
menores del interior de la montaña y ofrecerles una salida educacional o
laboral más acorde. Tienen varias escuelas en las laderas donde les dan comida,
apoyo escolar y agua caliente.
También
asesoran y dan apoyo a las mujeres que trabajan en el cerro, como las que vigilan las bocaminas, las
palliris, o las palieres (las que muelen a golpes las rocas buscando mineral),
quienes en un entorno dominado por los hombres, el alcohol y la coca reciben
demasiadas agresiones.
Quizás para cambiar un poco el ánimo podamos escuchar, mientras leemos esta historia unas hermosas versiones de Minerito Potosino de los “genios” salteños Manuel J. Castilla y Eduardo Falú.
Minerito potosino
De estaño es tu corazón;
Cuando sales de la mina
Orillando la oración,
Te va cuidando la sombra
La Virgen del Socavón.
Minerito potosino
De estaño es tu corazón.
Hasta el fondo de la tierra
Con el alba ya te vas,
Con el barreno te quedas
Golpeando la oscuridad,
Y yo me quedo pensando
Si a la tarde volverás.
Hasta el fondo de la tierra
Con el alba ya te vas.
Minerito potosino No te quieras enterrar,
Déjalo hundido al estaño
Como sombra de la sal
Que siempre se queda adentro
El que lo quiere sacar.
Minerito potosino
No te quieras enterrar.
Bien abajo llueve el cerro
Triste sobre tu sudor;
Pailaviri, puna arriba,
Nos está quemando el sol;
Minerito potosino
De estaño es tu corazón.
¡Ay! El minero,
gajo de metal,
la tierra lo traga
junto con el carnaval
Versión de Eduardo
Falú https://www.youtube.com/watch?v=GlbQiYRl9AU
Versión de Jorge
Cafrune https://www.youtube.com/watch?v=ILdXa9xhX9U
Versión de Los
Altamiranos https://www.youtube.com/watch?v=Po9sj2udCi8
Explotaciones
como Mina Candelaria, del siglo XVII, aún sigue dando trabajo pero está que
como la mayoría de las demás: obsoletas y descuidadas. No tienen raíles, ni
ingenieros. Sin sistemas de ventilación, pocas vagonetas y ninguna medida de
seguridad, el peso de la montaña es soportado por vigas desvencijadas que
crujen de la gran cantidad de décadas que llevan puestas.
Miembros de las 55 cooperativas existentes en la actualidad, excavan
artesanalmente “donde les da el pálpito”, en
cualquier dirección y de cualquier modo, por eso los derrumbes arrastran vidas.
Se estima que la media de vida de un trabajador no supera los 35 o 40 años,
aunque aparentan 20 años más: los gases, los derrumbes y la silicosis se los
llevan por generaciones.
“En la mina todo es estrecho,
polvoriento y agobiante. Los gases lo impregnan todo y el acceso por algunos
túneles llega a ser realmente complicado. Dentro, en la profundidad, se
encuentran los mineros. De 6 de la mañana a 5 de la tarde se esfuerzan por
encontrar una plata que ya casi no existe.
En su época de esplendor el
cerro ofrecía vetas de plata de metro y medio de ancho, hoy encontrar alguna de
centímetro y medio ya es todo un éxito. La que queda es de poca calidad, de una
Ley baja, y se exporta principalmente a Asia para la fabricación de
electrónica. Los expertos no le dan más de 10 años a la plata de Potosí hasta
agotarse por completo.
Cuando eso ocurra el sustento
de Potosí se habrá acabado, y es que si hace cinco años se contaban 16.000
mineros hoy hay apenas 10.000”.
El Cerro Rico ha sido designado Patrimonio Cultural y Natural de la
Humanidad por la UNESCO en
1987, y en 2015 ha sido declarado Patrimonio en Riesgo.
A pesar de los trabajos de relleno comenzados en marzo de 2015 para
mantener erguida la montaña, la cima se hunde.
Hace ocho años se volvió a quejar con un tremendo socavón que desde
entonces pone en peligro a los mineros que trabajan en las cotas más altas. La
UNESCO ya había solicitado en 2011 paralizar los trabajos próximos al
hundimiento producido en junio de 2010 y que afectó la estructura superior del
yacimiento.
Pero los mineros no se van a ir, ni quieren oír
hablar de reubicaciones. Quisieran salir con los pies por delante si consiguen
rescatar sus cuerpos. Lo dicen con las agallas propias de su profesión y la
energía que les da el masticar continuamente las hojas de coca. No le tienen
miedo a la muerte.
Aunque mueren de manera más lenta: la falta de higiene, de servicios
médicos, las enfermedades respiratorias, el alcohol o la desnutrición
desarma a los trabajadores, hasta el punto de que mueren unos 14 hombres al mes (10 por derrumbes y gases y 4 por cáncer de
pulmón).
El clásico dicho “vale un Potosí”
derivado de aquel elocuente pasaje escrito por Cervantes en El Quijote será lo
único que perviva. Cuentan que la montaña tiene estaño y zinc para seguir la
explotación durante 200 años más.
Muchos lugareños reconocen que la montaña está al borde del colapso, que
no soporta más heridas y que se tragará con ella la antigua y colonial ciudad.
Una defunción anunciada pero que aún es capaz de dar el 70 % del producto
mineral boliviano, concesión que posiblemente sea su herida de muerte.
Bibliografía
GISBERT,
T. (2010). El cerro de Potosí y el
dios Pachacámac.
Chungara (Arica), Revista de Antropología Chilena. . Volumen 42, N° 1, 2010. Páginas 169-180. http://dx.doi.org/10.4067/S0717-73562010000100028
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