viernes, 30 de abril de 2021

Isidro Velázquez. Una delgada línea entre el bandolerismo rural y el santo pagano

 

Existieron, en nuestra historia reciente, un grupo importante de “héroes populares” que hoy son venerados en muchas localidades del país. Isidro Velázquez (también conocido como “el vengador”), fue un correntino que vivió en el Chaco y es uno de los últimos personajes, abatido ilegalmente durante la presidencia de facto de Juan Carlos Onganía. 

Al igual que muchos personajes “subversivos” de América Latina, las fotos súper expuestas de su muerte, la eliminación del árbol donde fue prácticamente fusilado y el entierro en algún cementerio desconocido, fueron hechos que, lejos de servir de escarmiento, hicieron de Isidro un santo pagano a quien los pobladores del nordeste argentino veneran. 

Como en tantos otros hechos de nuestra historia, la documentación que prueba sus fechorías no es transparente ni completa, y, aparentemente, el actuar de las fuerzas policiales “forzaron” a este baqueano y peón rural a delinquir y devolverle algo a los que menos tenían. 

Tal vez su nombre “le suene” si alguna vez escuchó un chamamé muy popular que dice: Isidro Velázquez ha muerto enancao en un sapucayEsta es su breve historia, ya que encontró la muerte a los 39 años.

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El “bandolerismo rural” en la Argentina ha dado lugar a mitos y leyendas populares que hasta hoy están vivas en la conciencia colectiva. Por amor, por desamor, por venganza, por cuestiones políticas y por causas altruistas, existieron hombres y mujeres “fuera de la ley”, pero dentro del pecho de las clases mas desprotegidas. Isidro Velázquez no fue la excepción.

Algunos historiadores y sociólogos coinciden en que:

“Los héroes” populares que han aparecido con rasgos más o menos similares en lugares y tiempos diversos reciben la adhesión devota de sus coterráneos; de origen humilde, se desenvuelven en ámbitos rurales en los que predomina un orden político que se percibe como represivo, dando lugar a que mucha gente común vea como actos justicieros sus actividades ilícitas.

“Estos personajes son los sujetos de canciones populares y de relatos que se difunden en voz baja, enriquecidos con los poderes mágicos que se les atribuyen, y algunos intelectuales “racionalizan” al personaje, conforman su estética y lo convierten en definitiva en un héroe de consumo popular en el que ven un anticipo de rebeliones sociales más elaboradas y sistemáticas.

“No se debe perder de vista el carácter singular de estos personajes, que se diferencian de los delincuentes comunes y a los que la credulidad popular les atribuye poderes mágicos y por diferentes motivos les disculpa sus actividades ilícitas.

Isidro Velázquez, como en la década de 1930 Bairoletto y Mate Cosido, reunió estos rasgos. La novedad es que su leyenda se constituyó en la década de 1960, cuando se pensaba que la aparición de este tipo de bandolero en el Chaco era ya imposible por el cambio en las relaciones económicas y las relaciones de poder, demostrando que más allá de modernizaciones (más aparentes que reales), continuaban predominando formas de explotación tradicionales en sociedades campesinas cuyos imaginarios no eran muy diferentes a los de treinta o más años antes. 

¿Quién fue “el vengador”?

Isidro Velázquez nació en Mburucuyá (Corrientes), en mayo de 1928. Era uno de los 22 hijos de Tomasa Ortiz y Feliciano Velázquez.

Desde niño se familiarizó con la vida en el monte y a sobrevivir en él tanto de día como de noche. Tenía 21 años cuando su familia se trasladó a Resistencia (Chaco), en busca de trabajo y de ahí a Lapachito, una pequeña localidad que surgió como pueblo tras la llegada de un gran aserradero.

La familia se asentó en una estancia sobre la Ruta 16, a pocos kilómetros de Makallé, donde su papá Feliciano trabajó como capataz y algunos de sus hijos como jornaleros

En 1961 Isidro Velázquez vivía con su mujer y cuatro hijos en Colonia Elisa y trabajó 12 años como peón rural sin que se le conozcan delitos. En la zona era tenido como el mejor baqueano, rastreador y cazador de los esteros y los montes.

Siendo miembro de la cooperadora escolar del único establecimiento primario del pueblo donde asistían sus hijas, no parecía candidato a un destino relevante.

Se lo describe alto, delgado, de rostro enjuto y mirada penetrante, aceptado como buen vecino, hasta que, por alguna razón, no muy clara, comenzó a ser hostigado por la policía.

Su vida al margen de la Ley

Como en tantas otras ocasiones y en otros parajes de nuestro país, la policía era “generadora” de delincuentes, “plantando” pruebas, y provocando reacciones violentas, muchas veces para justificar sus cargos y responsabilidades.

¿Cómo se transforma un baqueano y peón de carácter tranquilo en un delincuente?

La respuesta popular culpa a la provocación policial y a las acusaciones infundadas.

Las primeras noticias sobre Velázquez fueron por el hurto de unas rejas de arado. Los hermanos Isidro y Claudio Velázquez se defendieron argumentando que el dueño, un tal Cuéllar, les debía dinero y ellos habían pretendido cobrarse de esa manera. Fue inútil: se los detuvo y envió a Resistencia.

Cuatro meses después Isidro quedó en libertad pero a Claudio le comprobaron otras raterías y lo condenaron a cuatro años de reclusión.

Cuando volvió Claudio después de purgar la condena, los vecinos recuerdan que la policía comenzó a acosarlos, acusándolos de todos los delitos que se cometían en la zona.

A Claudio le gustaba el juego y, no obstante tener mujer e hijos, su presencia era habitual de las bailantas y prostíbulos de la zona, donde se lucía

Los testigos de la huída sostienen que Isidro repite que está decidido a no dejarse prender nuevamente.

En 1962 se los identificó robando un almacén en Lapachito: el propietario se resistió y mataron al hijo del dueño y a un vecino.

Cometieron otras fechorías por la zona y aunque se enfrentaron a tiros con la policía, no pudieron ser detenidos.

Hasta las clases “pudientes” le endilgaron violaciones de mujeres que no figuran en ningún expediente ni prontuario.

En poco tiempo su prontuario registraba tres causas abiertas por robos y hurtos, y una por evasión al fugarse en una oportunidad de la cárcel de Colonia Elisa.

Tras su fuga, y al parecer por los dichos de vecinos, abandonó a su familia y tras 33 años de vida tranquila, Isidro Velázquez con su hermano Claudio se transformaron en fugitivos de la justicia y acosadores de las autoridades policiales, de quienes siempre quisieron vengarse, iniciando así una corta pero violenta carrera delictiva.

El 25 de junio de 1962 los Velázquez, armados con un rifle Winchester y revólveres se encontraron en una picada en las afueras de Colonia Elisa con una patrulla policial que portaba carabinas, metralletas y pistolas y pudieron escapar pese a su inferioridad numérica.

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Mientras fugaban la gente de menores recursos los protegía de las comisiones policiales, que habían tomado la persecución de Isidro y su hermano casi como una causa única.

Las recompensas por la protección popular eran abundantes, muchas veces acompañadas por grandes festejos.

En oportunidad del cumpleaños de su hermano Claudio, asaltaron el paraje de Costa Guaycurú y llamaron a los vecinos para que bebieran lo que quisieran, a su cargo.

Wenceslao Ceniquel, Comisario de Zapallar, enterado de la reunión marchó hacia la localidad y en el enfrentamiento hubo dos policías heridos, Claudio murió de un balazo e Isidro huyó sin que se supiera de él por un año.

Tres días después protagonizaron un tiroteo a caballo frente al destacamento policial de Colonia Popular, comenzando allí una serie de robos y hurtos de dinero y provisiones, algunos muy violentos con muertos y heridos

En 1964 apareció en Zapallar en la compañía de Vicente Gauna, hombre de carácter violento e irracional que había iniciado su carrera delictiva en la adolescencia. A los robos y hurtos se le suman los secuestros de ricos hacendados.

Ángel Persoglia, uno de los productores rurales raptado a principios de ese año, declaró que le había sorprendido “la corrección del bandolero”, agregando: “se despidió de mí diciendo que ya era tarde para cambiar de vida”.

Inquietos, los miembros de la Sociedad Rural chaqueña ofrecieron entonces una recompensa de dos millones de pesos "a toda persona que entregue a estos delincuentes de cualquier forma o suministre información concreta que permita su detención".

Fueron pegados carteles con sus fotos y el aviso en paredes de los poblados, troncos de los árboles, en pulperías, almacenes y prostíbulos. La persecución ya se había transformado en una obsesionada causa provincial y nacional, y se buscaba un escarmiento para quienes los quisieran imitar.

La policía se dirigió a General Obligado al tener noticias de que allí estaban los fugitivos, y en una movilización sin antecedentes, 800 policías bien armados y con perros cortaron caminos, tomaron poblados, rastrillaron picadas y pajonales.

Velázquez y Gauna emboscaron a una de las patrullas y mataron al Agente Juan Ramón Mieres. Después de estar quince días rodeados en la zona por el cerco policial lo eludieron y volvieron a la zona que mejor conocían, sosteniendo un nuevo tiroteo en Lapachito.

Velázquez menospreciaba a sus perseguidores policiales, les enviaba mensajes burlones y les hacía dibujos como los de las historietas en unos cuadernos, varios de los cuales le encontró encima la policía cuando lo abatió.

Crece el mito y se hace leyenda

Entre la población circulaban versiones atribuyéndole a Velázquez cualidades sobrehumanas que algunos explicaban por la protección del payé de los esteros (creencia ancestral de los pueblos guaraníes), y que muchas personas, incluidos policías, juraban haber constatado, tales como que podía paralizar a quien lo perseguía, que las balas no le entraban o que era capaz de desaparecer de golpe, como evaporándose en el aire o transformándose en un animal.

Los carteles con el encabezado de “Vivo o Muerto” que el gobierno chaqueño había pegado en todo el territorio solían aparecer arrancados o cruzados con leyendas tales como: “Isidro Velázquez no se entregará”.

Ciertamente que solía tener el apoyo de los pobladores más humildes, a los que recompensaba con generosidad, y muchos interpretaban eso no como la lógica retribución que hace un fugitivo para continuar gozando de amparos sino como una suerte de redistribución violenta de la riqueza, y empezó a ser conocido como “El Vengador” por los vecinos.

Dentro de este orden de ideas encajaba que elegía sus víctimas de robos y secuestros entre personas que por tener bienes podían ser personajes odiados por su condición social y económica, sin advertirse que obviamente sólo de ellos podía obtener el dinero que necesitaba para continuar esa vida.

Así La Razón del 3 de diciembre de 1967 decía:

“El halo de leyenda que rodeaba a estos salteadores de la selva, como a los bandoleros de todos los países y de todas las épocas, los hacía acreedores del afecto y la simpatía de las poblaciones campesinas, que en no pocas oportunidades recibieron los beneficios de sus manos, sobre todo entre la gente más pobre”. 

“La gente de campo los ampara en su vida errante, de eternos prófugos de la justicia, los ayuda en la procura de abastecimientos y en oportunidades los oculta o les facilita los medios para ocultarse”.

Con el tiempo los recuerdos reales se mezclaron con los imaginados y algunas personas oponían la personalidad de Juan Vicente Gauna, alias “Chiflón”, el correntino con una carrera delictiva violenta e irracional, que lo acompañaba en sus acciones, que es visto como el sujeto cruel e inflexible, que tiene por víctimas, tanto a pobres hacheros como hacendados, en contraste con Velázquez, a quien la leyenda pasa a retratarlo como un hombre común que había llevado una vida honesta hasta sus 33 años y fue empujado por la injusticia fuera de la ley.

En sus relatos los pobladores enfatizaban que en ocasiones Isidro había evitado violencias innecesarias de su hermano Claudio o de Vicente Gauna y salvado vidas, y que ayudado por los pobres luchaba en desventaja contra su destino, sólo roba a gente adinerada y paga generosamente los servicios que recibe de los humildes.

Los elementos del mito ya estaban presentes en vida de Isidro Velázquez y las circunstancias de su muerte sirvieron para confirmar su leyenda de bandido con fama de ladrón que robaba a los ricos para repartir entre los pobres, obligado a enfrentar a la ley como respuesta a los atropellos de un orden político abusivo e injusto.

El principio del fin

Corría 1967. Los socios, refugiados en Quitilipi, preparaban el asalto a la sucursal del Banco de la Nación Argentina en la localidad, de Machagai. El refugio durante algún tiempo fue una reserva de la comunidad toba cuyos pobladores les daban alimento y protección.

Trabajos de inteligencia policial indicaron como posibles contactos de los fugitivos en Quitilipi a la maestra Leonor Marinovich de Cejas, y al cartero Ruperto Lula Aguilar.

La información era verosímil, y con métodos “no muy santos” los convencieron para que colaboren en atrapar a los fugitivos.

Día tras día siguieron a sol y a sombra a la mujer, hasta que la perseverancia rindió frutos. Agentes apostados en la citada localidad informaron que la maestra iba a Resistencia en su auto, un Fiat 1.500 rojo, con el cartero del pueblo.

Leonor habría sido amiga de Velázquez desde mucho tiempo atrás y colaborado con él en otras ocasiones.

En la capital, vieron que entraban en una tienda. Compraron cosas y se retiraron. Policías de civil le pidieron al comerciante los billetes con los que pagaron.

 

Los cotejaron con la numeración que tenían, y saltó: eran billetes con los que se había pagado un secuestro perpetrado por los bandidos. Detuvieron a la maestra y al cartero. 

 

Les dieron dos alternativas: o entregaban a Isidro o iban presos. Prefirieron lo de la entrega. Contaron lo que proyectaban hacer, y con los datos que aportaron diseñaron una trampa para cerrar el círculo fatal en torno de los delincuentes.

El plan pergeñado por la policía en aquel anochecer del 1° de diciembre de 1967, consistía en que Leonor y Aguilar debían trasladar en el automotor de ella a Velázquez y Gauna desde Quitilipi hasta Machagai.

Velázquez llevaba su Winchester y un calibre 38, así como un cinturón con balas. Al llegar al puente de Pampa Bandera, y tal como acordara con la policía, debía hacer guiño de luces que permitieran a los policías identificar el auto

La maestra detuvo el auto simulando un desperfecto y junto con Aguilar salieron del vehículo permitiendo la acción de unos 30 hombres bien armados que aguardaban escondidos junto al camino.

Comenzó el fuego graneado sobre el vehículo. En el tiroteo hubo más de quinientos balazos en pocos minutos.  Algún policía tiró una granada, que rebotó en el techo y vino hacia los uniformados ubicados en el lado opuesto. Todos corrieron. Segundos después la granada explotó, abriendo un pozo.

El jefe de la patrulla, Wenceslao Ceniquel, dio orden de parar el fuego. Se acercó al auto, abrió la puerta trasera y sólo vio el acribillado cadáver de Vicente Gauna, quien alcanzó a herir en una pierna a Aguilar.

Velázquez usó su Winchester, hirió al cabo Santos Medina y se abrió camino a tiros durante trescientos metros en la oscuridad del monte.

Sus perseguidores iluminaron el lugar con los faros de sus autos y cuando el bandido, herido en una pierna y en un hombro estaba a punto de alcanzar la arboleda espesa, prácticamente lo fusilaron.

Su cadáver mutilado y el de Vicente Gauna fueron exhibidos en público en diversas localidades y reproducidos en fotografías que circularon en medios provinciales y nacionales.

Existe documentación que demuestra que fue un fusilamiento realizado por la policía del Chaco, violando todos los derechos e inclusive apelando a torturas y violando leyes para matarlos en una emboscada. Ninguna fuerza del Estado (ni los gobiernos de facto como el de Juan Carlos Onganía), puede usar una emboscada para matar aunque sea el más peligroso delincuente.

La gente fue la que después de muerto lo sacó de las páginas policiales para llevarlo a los altares populares, entronizándolo como un santo pagano.

Durante varios días posteriores al suceso, medios gráficos nacionales y provinciales, que habían visibilizado en sus páginas el rastrillaje policial, publicaron en sus portadas fotos de los cuerpos muertos, resaltando en los textos la “hazaña” llevada adelante por los efectivos armados con esta captura.

Si bien la mayoría de las imágenes dieron a ver los dos cadáveres mutilados, el foco principal de las repercusiones estuvo puesto en Velázquez, cuya imagen en el relato popular ya había cobrado fama de legendario antes del asesinato.

Las circunstancias violentas de la muerte de este gaucho (quien a diferencia de Gauna se había ganado más simpatía popular), sumadas a la disposición y exposición pública de su cuerpo pos mortem y la transposición fotográfica de esas escenas, como también su reproducción en la prensa, causaron gran conmoción en la sociedad chaqueña.

Los relatos circulantes de la época, interpelados por las peripecias de este “gaucho alzado” (cuyo ámbito de difusión de sus acciones fue la zona rural del Chaco, Formosa, Corrientes y Paraguay), fueron construyendo la imagen de Velázquez en la memoria colectiva.

Los sectores populares lo consideraban un “vengador” de los humildes porque no se sometía a las explotaciones patronales y robaba a los ricos para repartir entre los pobres, en tanto para los grupos dominantes era un “bandido rural”, un delincuente, que había cometido varios robos y secuestros a comerciantes y hacendados.

Para las instituciones y los sectores sociales que habían impulsado las capturas, el hecho se transformó en un festejo. En ese sentido, puede leerse el propio decreto gubernamental que fijó al 1 de diciembre como Día de la Policía del Chaco. Con ello la “celebración” pudo actualizarse todos los años en la fecha que se conmemora el “suceso” del fusilamiento.

El Estado buscaba mostrar hacia dentro y fuera de la sociedad chaqueña el “triunfo” del accionar policial, estatal, militar sobre el bandolerismo, la delincuencia y la insurrección que representaban –a la luz del discurso oficial– los fusilados.

En este sentido, los cuerpos violentados y las fotos que los recrean se construyen como textos que cumplen diversas funciones: la de servir como “pruebas” de las muertes que muchos no podían creer y también como “instrumentos pedagógicos”.

Poco tiempo después, y para evitar que hicieran de ese lugar una cuestión de culto, las autoridades dispusieron que fuera talado, astillado y quemado el árbol bajo el cual murió Velázquez.

Pobladores del lugar se llevaron como amuleto un poco astillas y de ceniza del árbol y a veces aparecen allí flores y otras ofrendas, al igual que donde estaban sus restos en el cementerio de Machagai, donde finalmente las autoridades decidieron borrar las señas de la tumba.

Recuerdos y homenajes

Velázquez también originó, como otros bandoleros anteriores, canciones populares que ponderaban sus hazañas, lamentaban su muerte e insistían en sus virtudes de hombre valiente. 

El chamamé El último sapukay, de Oscar Valles; El puente de la traición, de Cardozo y Domínguez Agüero, La ratonera, de Raúl Barboza y Bandidos rurales, de León Gieco y Hugo Chumbita, cantan a las andanzas de Velázquez.

Entre 1970 y 1972 Pablo Szir, cineasta de orientación política Montonera, dirigió la película del género de docudrama Los Velázquez sobre su propio guion escrito en colaboración con Lita Stantic y Guillermo Shetzke según el ensayo Isidro Velázquez: formas prerrevolucionarias de la violencia (1968), del sociólogo Roberto Carri. El filme nunca fue estrenado comercialmente pues si bien estaba terminado el positivo desapareció cuando el director fue secuestrado y desaparecido.

En 1987 Quiko García comenzó a filmar Los Velázquez, crónica de dos bravos famosos, cómo pelearon, cómo murieron y cómo siguen vivos en la memoria del pueblo sobre su propio guion escrito en colaboración con Marcelo Vernet y Ricardo Gil Soria pero que por razones económicas no pudo terminarse.

Camilo José Gómez dirigió sobre su propio guion el documental Isidro Velázquez, la leyenda del último sapucay que se estrenó el 2 de diciembre de 2010 en Resistencia.

La historia de Isidro Velázquez recobró aire con el último largometraje de Albertina Carri que se estrenó en el 2017 en el Gaumont, y que se exhibió durante mucho tiempo en el MALBA (Buenos Aires)

Tal vez el chamamé El último sapukay de Oscar Valles es la versión más conocida de la historia de Isidro y su último compinche, en la voz de Jorge Cafrune.

Quizás si leemos este texto escuchando esa versión podemos ambientarnos en esa realidad (https://www.youtube.com/watch?v=NRObfJ49sFM).


La muerte apago la risa
del sol que duerme ardiendo en el Chaco
porque Machagai se ha vuelto
un llanto triste de sangre y barro.

Ya no está Isidro Velázquez
la brigada lo ha alcanzado
y junto a Vicente Gauna
hay, dos sueños sepultados.

 

            Estribillo

 

Camino de Pampa Bandera
lo esperan en una emboscada
y en una descarga certera
ruge en la noche la metrallada.

Isidro Velazquez ha muerto
enancao en un sapucay
pidiéndole rescate al viento
que lo vino a delatar,
pidiéndole rescate al viento
que lo vino a delatar.

 

La muerte apagó la risa
de los machetes en los quebrachos
la pólvora entre los huesos
se hizo ceniza en dos pechos bravos.


Sin una vela encendida
sin una flor a su lado,
sin una cruz en la tierra
hay, dos sueños sepultados.

La traición de su amiga también ha quedado en el cancionero popular a través de El Puente de la Traición, de Los Hermanos Cardozo. 

Allá en Pampa Bandera,
junto a un añoso quebracho,
esta clavada la cruz de un macho
que aquí lo voy a nombrar...

Isidro Velázquez, no podrán borrar
la huella de tu destino
permiso chamigo correntino si me atrevo a recordarte...

Vibra en la selva chaqueña
bajo clamor de valiente
que va cayendo doliente
gritando su rebelión.

El suelo tiñe de rojo
con esa sangre caliente
bañando el blanco salitre
del puente de la traición...
 

Estribillo

Correntino hasta la muerte
Dios bendiga su valor
alumbrando en cada rancho
la bondad de su favor.

Yo te rindo este Homenaje
enjugando un lagrimón
a vos Isidro Velázquez
inolvidable varón.

En cada rancho chaqueño
hay una vela encendida
esta alumbrando la vida
de aquel valiente varón.

Acusado de injusticia
perseguido sin descanso
salió del monte seguro
que tanto lo cobijó
Para caer traicionado
sin entregarse vencido
allá en Pampa Bandera
que cuantas veces cruzó...


Bibliografía

BARRIOS, C. y GIORDANO, M. (2018). Violencia, memoria y mito. Espectacularización de la muerte en la fotografía de Isidro Velázquez (Argentina). Estudos Ibero-Americanos, vol. 44, núm. 1, 2018. Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul.

 

CHIMENTO, M. (2020). Isidro Velázquez: el bandido rural que cayó por un engaño. https:

          //www.elagrario.com/conociendo-lo-nuestro-isidro-velazquez-el-bandido-rural-que-cayo-por-un-engano-8375.html

 

DEVICENZI, J.L Isidro y Claudio Velázquez - Los Vengadores. https://www.lagazeta.com.ar/velazquez.htm

 

JARA, F. (2017). La historia de Isidro Velázquez, el cuatrero que hoy es venerado en el Chaco. Infobae https://www.infobae.com/sociedad/policiales/2017/02/11/la-historia-de-isidro-velazquez-el-cuatrero-que-hoy-es-venerado-en-el-chaco/

VIDAL, M. (2017). A 50 años de la muerte de Isidro Velázquez. https://chacoonline.com.ar/contenido/3802/a-50-anos-de-la-muerte-de-isidro-velazquez

WIKIPEDIA. Isidro Velázquez. https://es.wikipedia.org/wiki/

 

 

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