Antiguo plano de localización de los Chaguancos |
Tratar de entender lo que se
canta debería ser una actitud primaria, sin embargo muchas veces las ganas de
cantar le gana a la curiosidad y al conocimiento.
La Zamba del Chaguanco tiene
los misterios de esta etnia poco conocida y los autores otras historias que se entrelazan
con aquellos aborígenes y que sirve como hilo conductor: el tiempo.
Me siento cerca de ambos. A
los Chaguancos los conocí en mis viajes al norte, y la autora de la música es
del mismo pueblo de mis abuelos maternos (Capilla del Monte), y fue a la misma
escuela que mi madre en la ciudad de Córdoba.
Quizás el tiempo también sea
el responsable de querer profundizar más sobre estas historias, que casi nunca
se conocen: el tiempo en que las circunstancias le permitieron sobrevivir a los
Chaguancos; el largo tiempo que se tomó la autora para colocarle música a la
zamba, y el muy corto tiempo en que luego armó sus pentagramas.
Parece que la música, cuando
se añeja, es como los vinos de una buena cava.
Cada composición de nuestro
cancionero folklórico tiene una historia por detrás, y esta no es la excepción.
Los Chaguancos no fueron ni son parte de la aguerrida historia de los Guaraníes
ni del violento comportamiento de los Chiriguanos “clásicos”.
Fue un pueblo “extraño” del
que la leyenda llegó a decir que, por
su conducta y sus costumbres, “podrían
venir de otro mundo.
¿Quiénes
son los Chaguancos?
El origen de esta etnia es controvertida. Se supone que habitaba en el
chaco boliviano y que lentamente fueron llegando al actual territorio
argentino, a veces empujados por las guerras tribales y más tarde por
oportunidad de trabajo. Una leyenda dice que migran
buscando La Tierra sin Mal.
Algunos autores aseguran que son descendientes de los Ava-guaraní,
llamados también Chiriguanos. Esta denominación despectiva (“los que se mueren de frío”), fue impuesta por los Incas), pero
ellos prefieren que se los denomine Chaguancos (o Chavancos), descendientes de
la etnia Simba. Chaguanco también es despectivo que quiere decir en quechua “piernas flacas”.
Algunos estudiosos aseguran que Ava guaraní debe ser la denominación que se debe adoptar actualmente para esta
cultura indígena
mixogenizada guaraní-arahuaca antes más conocida como Chiriguana, que está asentada principalmente en el sur de Bolivia,
oeste de Paraguay
y noreste de Argentina.
Hoy se acepta que entre los Chiriguanos se distinguen en tres grupos que
presentan pequeñas diferencias lingüísticas, culturales y de ubicación
geográfica: los ava, los simbas y los izoceños. Estos últimos son los
descendientes menos guaranizados de la antigua etnia arahuaca de los chanés.
La Simba (trenza en quechua), era el peinado característico de hombres y
mujeres que nunca se cortaban el pelo, aunque eran especialistas en mantenerlo
limpio y ordenado.
Su aspecto aseado tiene que ver con su
relación con el agua, particularmente del río Bermejo, aunque en el momento de la
llegada de los españoles en el siglo XVI, ocupaban las cabeceras de los
ríos Pilcomayo y Guapay.
Hoy se han ubicado mayoritariamente a lo largo de la Ruta 34 (entre
General Güemes y Yacuiba), que fue a los inicios de la conquista el camino de
las misiones franciscanas y luego el “camino de los ingenios”.
Son
reconocidos como expertos regadores por el dominio que tienen del manejo del
agua, medio en el que se desarrollaron, y su trabajo siempre fue reconocido en
las explotaciones agrícolas del norte.
Los
simbas en Bolivia viven principalmente en las provincias Luis Calvo y Hernando
Siles del Departamento de Chuquisaca y en las de Gran Chaco y O'Connor Del
departamento de Tarija.
¿Qué
dice la Zamba del Chaguanco?
Cuenta que Juan, un joven
“piernas flacas” acostumbrado a vivir en su selva (…y de su selva),
tucumano-oranense, a la que ve invadida por la “civilización agrícola”, se
emborracha, provoca en defensa de sus derechos, y pelea hasta caer muerto.
El río será el responsable
de llevarse su voz herida con las jangadas. Si la naturaleza no vence, y el
color de la tierra regresa con las palomas (bumbunas), su piel flotando en el
ambiente será una melodía oscura que nadie quiere bailar.
Hachan calientes los bombos
picando la selva turbia
mientras Juan, Chaguanco herido,
se va en sangre hacia la luna.
Con el cuchillo en el vino
la muerte andaba de chupa
luego, Juan, sintió la vida
yéndose por las achuras.
Pobre Juan, sombra del monte,
rumbo animal del Bermejo
para vivir como vives
mejor no morir de viejo.
Sobre las champas del río
la tarde tiró su pena.
y una voz, arriando troncos,
la fue echando norte afuera.
Cuando el color de la tierra
regrese con las bumbunas,
la piel de Juan en el aire
será una baguala oscura.
picando la selva turbia
mientras Juan, Chaguanco herido,
se va en sangre hacia la luna.
Con el cuchillo en el vino
la muerte andaba de chupa
luego, Juan, sintió la vida
yéndose por las achuras.
Pobre Juan, sombra del monte,
rumbo animal del Bermejo
para vivir como vives
mejor no morir de viejo.
Sobre las champas del río
la tarde tiró su pena.
y una voz, arriando troncos,
la fue echando norte afuera.
Cuando el color de la tierra
regrese con las bumbunas,
la piel de Juan en el aire
será una baguala oscura.
Letra Antonio
Nella Castro
Música Hilda
Herrera
¿Cómo
nace esta zamba?
De la pluma de Antonio Nella Castro, uno de esos
poetas salteños inevitables, con una capacidad descriptiva difícil de igualar,
salieron, entre otras, dos zambas brutalmente descriptivas: Bajo el azote del sol (con música de Cuchi
Leguizamón) y Zamba del Chaguanco.
Antonio se fue muy joven a Buenos Aires y se hospedó en una
pensión de una tía de quien fuese después la autora de la música, doña Hilda
Herrera (la “nena”), una cordobesa
introvertida de Capilla de Monte, emparentada a lo lejos con Atahualpa Yupanqui.
En un viaje de Hilda a Buenos Aires, alojándose en la casa de
su tía, y con apenas 19 años, conoce a Antonio que en ese momento contaba con
31 años. Cuando la escucha interpretar al piano sus zambas dijo: “¡Que lindas zambas!
¿Tienen letras?”, a lo que Hilda, con la mayor de las timideces le dijo: ¡No!
No debe haber mayor desafío
para un poeta que escribe zambas sin músicas encontrarse con una joven pianista
que tiene músicas pero no tiene letras.
De esa combinación nacieron
varias zambas, y a partir de allí la dupla cumplió con creces la demanda de
letras bien cantadas con músicas armónicas.
La “Zamba del Chaguanco”
fue un largo parto. Antonio le entrega la letra a Hilda y esta estuvo un largo
tiempo (9 años), sin poder ponerle música. Según sus propias declaraciones
nunca encontraba la fuerza de la letra en su música. Al ver que los
intentos eran infructuosos la dejó.
Así quedó olvidada, hasta
que casualmente en un festival de Cosquín se encontró con Antonio. Después de
la alegría del encuentro éste le preguntó si tenía la letra de esa zamba,
porque él no conservaba copia. Desesperada por incumplir tanto tiempo, y
rebuscando entre sus papeles, finalmente la encontró.
Tenía la necesidad y la
urgencia de devolverla con música. En el corto tiempo de un viaje a Rosario la
compuso de memoria y cuando ella cumplía 28 años se la devolvió y la
registraron en 1966.
Kiko (un hermano de Hilda) le contó esto a un amigo (*):
"Estaban en la casa de
Yupanqui en Cerro Colorado con Tucho Spinassi, su pareja de entonces, y la Nena
intentaba escuchar la transmisión del festival de Cosquín en una radio a
transistores. La recepción era muy mala y Yupanqui, que estaba cocinando un
guiso de arroz, muy molesto por las interferencias, le dijo en un momento ´Nena, por qué no apaga esa radio´...
Tucho entonces le explica que esa
noche actuaban Los Trovadores y presentaban la zamba, justamente. Como se sabe,
la zamba ganó esa noche, y luego de malamente escucharla entre el ruido de la
transmisión, el comentario de Yupanqui fue: modernosita, ¿no?´"
Hilda comentó luego
"Sí, me enojé mucho con él a raíz de eso, y me duró mucho tiempo el
enojo, después nos hicimos muy amigos"
De ahí en más, luego del
éxito en Cosquín, Nella compartió con Herrera “La poncho colorado” (1968),” “La
diablera” (1969), “Juanito Laguna se baña en el río” (1970), “Navidad 2000”
(1971), y “Los pueblos del vino” (1981).
Existen muchas versiones grabadas de la Zamba
del Chaguanco, pero son inolvidables la de Los Trovadores y la de Mercedes
Sosa.
Ambos autores comparten, con otros tantos,
decenas de composiciones folklóricas de la más alta calidad poética y musical.
(*) Julio Villarroel. Comunicación personal
Alguien
se salvó por recordar la zamba
No hace demasiado tiempo un
viejo Chaguanco, nativo de Pichanal llamado Ramón, se perdió en el monte del
chaco salteño mientras buscaba cedros para talar. Él trabajaba en la
reforestación del “Camino de la Porcelana”, un paraje donde sacan madera y reforestan con cedros, lapachos y
quinas. El mismo le cuenta esta historia a un amigo que Beto Aguirre repite.
Ramón siempre salía a ubicar grandes cedros (que luego talan y
transportan), llevando chuchillo, machete y coca. Cuando quiso cruzar una
cañada perdió pie y cayo, rodando hasta el fondo. No sabe cómo pero se encontró
caminando por el monte desconcertado y sin saber qué hacer, raspado y golpeado,
y muerto de sed.
Comenzó a caminar buscando salir, pero como no había sol le dificultó orientarse,
por lo que termino perdiéndose en ese monte lleno de cañadones y laderas
empinadas. En resumen “un infierno para no salir más”.
Ramón, baqueano duro, no perdió la calma. Una vez que su cabeza se
tranquilizó por la caída y la desorientación, empezó la tarea de retomar el
camino para salir, reviso sus acreencias y había perdido la coca, el cuchillo y
el machete, quedando solo un acullico grande en la boca, y así empezó a caminar
tratando de salir de esta verdadera infierno que duró más de tres días.
En un momento de su tragedia se dio cuenta que algo mala pasaba. Empezó
a mirar para todos lados, tomo un palo de izcayante (esta madera es utilizada
por los aborígenes para fabricar lanzas), y vio un yaguareté encaramado en un
árbol, descansando, mirándolo de reojo. Rápido de reflejos se alejó sin que
nada pasara.
Algunas horas después, junto algunos frutos, raíces e insectos para
paliar su hambre, encendió fuego a la vieja usanza y mientras descansaba llegó
a su memoria la melodía de la Zamba del Chaguanco, que repiquetaba en su
cabeza. La zamba lo representaba y se sentía identificado como buen Chaguanco
que era.
No quería morir, pero la zamba le recordaba “para vivir como vives, mejor no morir de viejo”· Yo no voy a ser
de esos se repetía.
Al amanecer la sed lo consumía hasta que llega a una cañada con agua que
le permitió beber hasta el cansancio. Mejoraba su espíritu cuando un rugido lo
sobresaltó. Fue gateando a ver, y se encontró con un yaguareté que había cazado
una corzuela y estaba echado más allá durmiendo. La “bicha” destripada y a
medio comer yacía inerte en un pajonal bajo.
Se arrastró hasta la corzuela muerta, tomo un pedazo de carne y tripas y
reculo para salir. En ese momento sintió un rugido tremendo que lo sentó del
susto y el “tigre overo” le tiro un manotazo que casi lo alcanzo de pleno en el
vientre.
Retrocedió varios metros asustado y desde allí con el palo de izcayante
se encomendó, dispuesto a enfrentar a la fiera enojada, pero, para su sorpresa,
esta se sentó sobre el cuerpo de la corzuela y bostezaba sin mirarlo, casi con
indiferencia por el fastidioso intruso que interrumpió su descanso
“siesteando”.
Una vez más gateando se alejó una distancia prudencial y reviso sus
heridas. Estaba cortado con un fuerte raspón a la altura del estómago.
Comprobó que caminar era doloroso y pensó que dejaba sus huesos en el
monte. Ramón empezó a silbar y tararear con fuerza la Zamba del Chaguanco para
alimentar el alma con un impulso que le permitiera seguir viviendo y evitar que
la vida se le vaya “por las achuras”.
Siguió caminando lento un trecho hasta que se hizo nuevamente de noche.
Al despertar al día siguiente el aire fresco de la mañana le trajo el
inconfundible olor a humo, y siguió buscando de donde venía. Caminó, según su
sapiencia chaqueña, hasta que de pronto sintió voces.
Torció su dirección hacia donde las escuchaba, de pronto salió en un
campamento de madereros, quienes al verlo lo auxiliaron inmediatamente. Ramón
quería solo “coca nueva y un vinito, si
había”. Entre risas se las concedieron, recién allí tiro su acullico de
coca, y poco tiempo después descansaba en el hospital de Embarcación. Había
caminado más de 40 km en tres días.
Ramón les contó a sus amigos que en su juventud fue cuatrero, pero como
los chaqueños arreglan a tiros y a cuchillo despanzurran a estos sinvergüenzas
y tiran sus osamentas como escarmiento, había decidido cambiar de actividad y
se hizo hachero “para tener una vejez
tranquila”
Quien escuchó y repitió el relato de Ramón dijo que a la Zamba del
Chaguanco se le debería agregar algo de esta historia que contradijo la
profecía de Antonio Nella Castro, y destacar la fuerza de una melodía que salvó
una vida al darle confianza y optimismo.
Bibliografía
AGUIRRE, B. 2013. Chaco
salteño. Ramón chaguanco perdido, confronta al tigre. FORO FULL AVENTURA
http://www.fullaventura.com.ar/foro/viewtopic.php?t=107298
ARANCIBIA, G. Hilda
Herrera: Una de las cosas más importantes que un instrumentista debe tener es
estilo propio. https://www.folkloretradiciones.com.ar/
OGANDO, A. Pueblo Guaraní: Identidad, cultura y lucha en noroeste argentino. http://www.latice.org/ind/es/ariel0906es.html
PORTAL DE SALTA. Comunidades aborígenes en Salta. http://www.portaldesalta.gov.ar/comsalta.htm
WIKIPEDIA. Ava Guaranies. https://es.wikipedia.org/wiki/
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