lunes, 11 de junio de 2018

Poemas y músicas con historias: La Zamba del Chaguanco


Antiguo plano de localización de los Chaguancos


Tratar de entender lo que se canta debería ser una actitud primaria, sin embargo muchas veces las ganas de cantar le gana a la curiosidad y al conocimiento.

La Zamba del Chaguanco tiene los misterios de esta etnia poco conocida y los autores otras historias que se entrelazan con aquellos aborígenes y que sirve como hilo conductor: el tiempo.

Me siento cerca de ambos. A los Chaguancos los conocí en mis viajes al norte, y la autora de la música es del mismo pueblo de mis abuelos maternos (Capilla del Monte), y fue a la misma escuela que mi madre en la ciudad de Córdoba.

Quizás el tiempo también sea el responsable de querer profundizar más sobre estas historias, que casi nunca se conocen: el tiempo en que las circunstancias le permitieron sobrevivir a los Chaguancos; el largo tiempo que se tomó la autora para colocarle música a la zamba, y el muy corto tiempo en que luego armó sus pentagramas.

Parece que la música, cuando se añeja, es como los vinos de una buena cava.

Cada composición de nuestro cancionero folklórico tiene una historia por detrás, y esta no es la excepción. Los Chaguancos no fueron ni son parte de la aguerrida historia de los Guaraníes ni del violento comportamiento de los Chiriguanos “clásicos”.
Fue un pueblo “extraño” del que la leyenda llegó a decir que, por su conducta y sus costumbres, “podrían venir de otro mundo.

¿Quiénes son los Chaguancos?

El origen de esta etnia es controvertida. Se supone que habitaba en el chaco boliviano y que lentamente fueron llegando al actual territorio argentino, a veces empujados por las guerras tribales y más tarde por oportunidad de trabajo. Una leyenda dice que migran buscando La Tierra sin Mal.

Algunos autores aseguran que son descendientes de los Ava-guaraní, llamados también Chiriguanos. Esta denominación despectiva (“los que se mueren de frío”), fue impuesta por los Incas), pero ellos prefieren que se los denomine Chaguancos (o Chavancos), descendientes de la etnia Simba. Chaguanco también es despectivo que quiere decir en quechua “piernas flacas”.
Algunos estudiosos aseguran que Ava guaraní debe ser la denominación que se debe adoptar actualmente para esta cultura indígena mixogenizada guaraní-arahuaca antes más conocida como Chiriguana, que está asentada principalmente en el sur de Bolivia, oeste de Paraguay y noreste de Argentina.
Hoy se acepta que entre los Chiriguanos se distinguen en tres grupos que presentan pequeñas diferencias lingüísticas, culturales y de ubicación geográfica: los ava, los simbas y los izoceños. Estos últimos son los descendientes menos guaranizados de la antigua etnia arahuaca de los chanés.
La Simba (trenza en quechua), era el peinado característico de hombres y mujeres que nunca se cortaban el pelo, aunque eran especialistas en mantenerlo limpio y ordenado.
Su aspecto aseado tiene que ver con su relación con el agua, particularmente del río Bermejo, aunque en el momento de la llegada de los españoles en el siglo XVI, ocupaban las cabeceras de los ríos Pilcomayo y Guapay.
Hoy se han ubicado mayoritariamente a lo largo de la Ruta 34 (entre General Güemes y Yacuiba), que fue a los inicios de la conquista el camino de las misiones franciscanas y luego el “camino de los ingenios”.
Son reconocidos como expertos regadores por el dominio que tienen del manejo del agua, medio en el que se desarrollaron, y su trabajo siempre fue reconocido en las explotaciones agrícolas del norte. 

Los simbas en Bolivia viven principalmente en las provincias Luis Calvo y Hernando Siles del Departamento de Chuquisaca y en las de Gran Chaco y O'Connor Del departamento de Tarija.

¿Qué dice la Zamba del Chaguanco?

Cuenta que Juan, un joven “piernas flacas” acostumbrado a vivir en su selva (…y de su selva), tucumano-oranense, a la que ve invadida por la “civilización agrícola”, se emborracha, provoca en defensa de sus derechos, y pelea hasta caer muerto.

El río será el responsable de llevarse su voz herida con las jangadas. Si la naturaleza no vence, y el color de la tierra regresa con las palomas (bumbunas), su piel flotando en el ambiente será una melodía oscura que nadie quiere bailar.

Hachan calientes los bombos
picando la selva turbia
mientras Juan, Chaguanco herido,
se va en sangre hacia la luna.

Con el cuchillo en el vino
la muerte andaba de chupa
luego, Juan, sintió la vida
yéndose por las achuras.

Pobre Juan, sombra del monte,
rumbo animal del Bermejo
para vivir como vives
mejor no morir de viejo.

Sobre las champas del río
la tarde tiró su pena.
y una voz, arriando troncos,
la fue echando norte afuera.

Cuando el color de la tierra
regrese con las bumbunas,
la piel de Juan en el aire
será una baguala oscura.

Letra Antonio Nella Castro

Música Hilda Herrera



¿Cómo nace esta zamba?

De la pluma de Antonio Nella Castro, uno de esos poetas salteños inevitables, con una capacidad descriptiva difícil de igualar, salieron, entre otras, dos zambas brutalmente descriptivas: Bajo el azote del sol (con música de Cuchi Leguizamón) y Zamba del Chaguanco

Antonio se fue muy joven a Buenos Aires y se hospedó en una pensión de una tía de quien fuese después la autora de la música, doña Hilda Herrera (la “nena”), una cordobesa introvertida de Capilla de Monte, emparentada a lo lejos con Atahualpa Yupanqui.

En un viaje de Hilda a Buenos Aires, alojándose en la casa de su tía, y con apenas 19 años, conoce a Antonio que en ese momento contaba con 31 años. Cuando la escucha interpretar al piano sus zambas dijo: “¡Que lindas zambas! ¿Tienen letras?”, a lo que Hilda, con la mayor de las timideces le dijo: ¡No!

No debe haber mayor desafío para un poeta que escribe zambas sin músicas encontrarse con una joven pianista que tiene músicas pero no tiene letras.
De esa combinación nacieron varias zambas, y a partir de allí la dupla cumplió con creces la demanda de letras bien cantadas con músicas armónicas.

La “Zamba del Chaguanco” fue un largo parto. Antonio le entrega la letra a Hilda y esta estuvo un largo tiempo (9 años), sin poder ponerle música. Según sus propias declaraciones nunca encontraba la fuerza de la letra en su música.  Al ver que los intentos eran infructuosos la dejó.

Así quedó olvidada, hasta que casualmente en un festival de Cosquín se encontró con Antonio. Después de la alegría del encuentro éste le preguntó si tenía la letra de esa zamba, porque él no conservaba copia.  Desesperada por incumplir tanto tiempo, y rebuscando entre sus papeles, finalmente la encontró.

Tenía la necesidad y la urgencia de devolverla con música. En el corto tiempo de un viaje a Rosario la compuso de memoria y cuando ella cumplía 28 años se la devolvió y la registraron en 1966.

Kiko (un hermano de Hilda) le contó esto a un amigo (*):

"Estaban en la casa de Yupanqui en Cerro Colorado con Tucho Spinassi, su pareja de entonces, y la Nena intentaba escuchar la transmisión del festival de Cosquín en una radio a transistores. La recepción era muy mala y Yupanqui, que estaba cocinando un guiso de arroz, muy molesto por las interferencias, le dijo en un momento ´Nena, por qué no apaga esa radio´...

Tucho entonces le explica que esa noche actuaban Los Trovadores y presentaban la zamba, justamente. Como se sabe, la zamba ganó esa noche, y luego de malamente escucharla entre el ruido de la transmisión, el comentario de Yupanqui fue: modernosita, ¿no?´"

Hilda comentó luego "Sí, me enojé mucho con él a raíz de eso, y me duró mucho tiempo el enojo, después nos hicimos muy amigos"

De ahí en más, luego del éxito en Cosquín, Nella compartió con Herrera “La poncho colorado” (1968),” “La diablera” (1969), “Juanito Laguna se baña en el río” (1970), “Navidad 2000” (1971), y “Los pueblos del vino” (1981).

Existen muchas versiones grabadas de la Zamba del Chaguanco, pero son inolvidables la de Los Trovadores y la de Mercedes Sosa.

Ambos autores comparten, con otros tantos, decenas de composiciones folklóricas de la más alta calidad poética y musical.

(*) Julio Villarroel. Comunicación personal

Alguien se salvó por recordar la zamba

No hace demasiado tiempo un viejo Chaguanco, nativo de Pichanal llamado Ramón, se perdió en el monte del chaco salteño mientras buscaba cedros para talar. Él trabajaba en la reforestación del “Camino de la Porcelana”, un paraje donde sacan madera y reforestan con cedros, lapachos y quinas. El mismo le cuenta esta historia a un amigo que Beto Aguirre repite.

Ramón siempre salía a ubicar grandes cedros (que luego talan y transportan), llevando chuchillo, machete y coca. Cuando quiso cruzar una cañada perdió pie y cayo, rodando hasta el fondo. No sabe cómo pero se encontró caminando por el monte desconcertado y sin saber qué hacer, raspado y golpeado, y muerto de sed.

Comenzó a caminar buscando salir, pero como no había sol le dificultó orientarse, por lo que termino perdiéndose en ese monte lleno de cañadones y laderas empinadas. En resumen “un infierno para no salir más”.

Ramón, baqueano duro, no perdió la calma. Una vez que su cabeza se tranquilizó por la caída y la desorientación, empezó la tarea de retomar el camino para salir, reviso sus acreencias y había perdido la coca, el cuchillo y el machete, quedando solo un acullico grande en la boca, y así empezó a caminar tratando de salir de esta verdadera infierno que duró más de tres días.

En un momento de su tragedia se dio cuenta que algo mala pasaba. Empezó a mirar para todos lados, tomo un palo de izcayante (esta madera es utilizada por los aborígenes para fabricar lanzas), y vio un yaguareté encaramado en un árbol, descansando, mirándolo de reojo. Rápido de reflejos se alejó sin que nada pasara.

Algunas horas después, junto algunos frutos, raíces e insectos para paliar su hambre, encendió fuego a la vieja usanza y mientras descansaba llegó a su memoria la melodía de la Zamba del Chaguanco, que repiquetaba en su cabeza. La zamba lo representaba y se sentía identificado como buen Chaguanco que era.

No quería morir, pero la zamba le recordaba “para vivir como vives, mejor no morir de viejo”· Yo no voy a ser de esos se repetía.

Al amanecer la sed lo consumía hasta que llega a una cañada con agua que le permitió beber hasta el cansancio. Mejoraba su espíritu cuando un rugido lo sobresaltó. Fue gateando a ver, y se encontró con un yaguareté que había cazado una corzuela y estaba echado más allá durmiendo. La “bicha” destripada y a medio comer yacía inerte en un pajonal bajo.

Se arrastró hasta la corzuela muerta, tomo un pedazo de carne y tripas y reculo para salir. En ese momento sintió un rugido tremendo que lo sentó del susto y el “tigre overo” le tiro un manotazo que casi lo alcanzo de pleno en el vientre.

Retrocedió varios metros asustado y desde allí con el palo de izcayante se encomendó, dispuesto a enfrentar a la fiera enojada, pero, para su sorpresa, esta se sentó sobre el cuerpo de la corzuela y bostezaba sin mirarlo, casi con indiferencia por el fastidioso intruso que interrumpió su descanso “siesteando”.

Una vez más gateando se alejó una distancia prudencial y reviso sus heridas. Estaba cortado con un fuerte raspón a la altura del estómago.
Comprobó que caminar era doloroso y pensó que dejaba sus huesos en el monte. Ramón empezó a silbar y tararear con fuerza la Zamba del Chaguanco para alimentar el alma con un impulso que le permitiera seguir viviendo y evitar que la vida se le vaya “por las achuras”.

Siguió caminando lento un trecho hasta que se hizo nuevamente de noche. Al despertar al día siguiente el aire fresco de la mañana le trajo el inconfundible olor a humo, y siguió buscando de donde venía. Caminó, según su sapiencia chaqueña, hasta que de pronto sintió voces.

Torció su dirección hacia donde las escuchaba, de pronto salió en un campamento de madereros, quienes al verlo lo auxiliaron inmediatamente. Ramón quería solo “coca nueva y un vinito, si había”. Entre risas se las concedieron, recién allí tiro su acullico de coca, y poco tiempo después descansaba en el hospital de Embarcación. Había caminado más de 40 km en tres días.

Ramón les contó a sus amigos que en su juventud fue cuatrero, pero como los chaqueños arreglan a tiros y a cuchillo despanzurran a estos sinvergüenzas y tiran sus osamentas como escarmiento, había decidido cambiar de actividad y se hizo hachero “para tener una vejez tranquila”

Quien escuchó y repitió el relato de Ramón dijo que a la Zamba del Chaguanco se le debería agregar algo de esta historia que contradijo la profecía de Antonio Nella Castro, y destacar la fuerza de una melodía que salvó una vida al darle confianza y optimismo.


Bibliografía

AGUIRRE, B. 2013. Chaco salteño. Ramón chaguanco perdido, confronta al tigre. FORO FULL AVENTURA http://www.fullaventura.com.ar/foro/viewtopic.php?t=107298

ARANCIBIA, G. Hilda Herrera: Una de las cosas más importantes que un instrumentista debe tener es estilo propio. https://www.folkloretradiciones.com.ar/

OGANDO, A. Pueblo Guaraní: Identidad, cultura y lucha en noroeste argentino. http://www.latice.org/ind/es/ariel0906es.html 

PORTAL DE SALTA. Comunidades aborígenes en Salta. http://www.portaldesalta.gov.ar/comsalta.htm

WIKIPEDIA. Ava Guaranies. https://es.wikipedia.org/wiki/





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