lunes, 25 de junio de 2018

Juana Koslay, entre la leyenda y la historia



Opinan algunos que “cuando se mezcla la leyenda con la historia, es mejor quedarse con la leyenda”, y tal vez es el caso de la Princesa Juana (o Arocena), considerada como el alma fundadora de San Luis.

El poeta puntano dijo de ella “porque tú fuiste la semilla nuestra, y nos diste color americano, centurias antes que la patria fuera”. Y hablaba así porque estamos hablando del siglo XVI.

La bella Arocena es ofrecida y elegida por un Capitán español quien la rebautiza Juana, y hasta la propia realeza española le da como herencia muchas tierras puntanas hasta el actual límite con la Provincia de Córdoba.

Era hija de un cacique Michilingüe, una parcialidad comechingona que habitaba los llanos de San Luis.

Este es uno de los tantos casos donde la gente “necesita” que una leyenda se haga realidad. Si Juana fue el origen de la “puntaneidad” siendo cabezas de muchas familias, bienvenida sea.

El contexto de época
Aunque se ha perdido el acta de fundación de la ciudad de San Luis, y con noticias entrecruzadas de la época (redactadas en diversos documentos manejados con poca prudencia), se han detectado errores en el proceso fundacional de la ciudad, transformándose de este modo en un oasis de leyendas, misterios y cuentos populares.

Más allá del acta desaparecida, se cree que su capital fue fundada el 25 de agosto de 1594 por Luis Jufré de Loaysa y Meneses, teniente corregidor de Cuyo.

Algunos autores aseguran que dos años después de haber sido abandonada, Martín García Oñez de Loyola, capitán general de Chile, la fundó nuevamente.

Los desconocidos Michilingües (o Michilingues)

La Presencia del hombre en el territorio puntano se remonta a 8.500 años del presente. Los cazadores primitivos que se refugiaron entonces en las cuevas de sus serranías están emparentados con sus similares de Córdoba y la pre cordillera, con quienes forman el horizonte arqueológico de Ayampitín, y con no muchas diferencias con los que se dispersaron por las pampas del Sur y la Patagonia.

Un sitio de su asentamiento fue la gruta de Intihuasi, en la serranía cercana a la Carolina, lugar donde en 1951 el científico argentino Alberto Rex González hizo el primer fechado prehistórico para Sudamérica utilizando el método de datación del radiocarbono 14, que fijó ese primer asentamiento en más de 6.000 años a.c

Hasta mediados del siglo XVI habitaban el territorio de la actual provincia varias culturas indígenas que venían de territorios aledaños: Olongastas, Comechingones, Puelches, Pampas y Huarpes.

Los Michilingues (denominación atribuida al geógrafo Juan W. Gez), ocuparon el sur de La Rioja y el extremo norte de San Luis. Fueron vecinos de los Huarpes mendocinos y de los Comechingones cordobeses.
Es probable que provengan del grupo de naciones del antiguo quichuismo con quienes compartían costumbres y creencias con ambas etnias contiguas.  Se expresaban en lengua michilingue y también fueron adoradores del Padre Sol.
Fueron habitantes del territorio llano de la Provincia de San Luis, y según algunos autores serían una parcialidad de los Comechingones habitantes de las sierras.
¿Quién era Arocena?
Arocena Koslay (o Coslay, ya que los españoles de aquella época no conocían la letra k), habría nacido en lo que hoy es la ciudad de Justo Daract, en los llanos, al sudeste de Villa Mercedes muy cerca del límite con la Provincia de Córdoba. Fue la hija primogénita del cacique de la parcialidad comechingona de los michilingües llamado Cabeytú Koslay. 
Desde muy pequeña fue formada por su padre y la tribu para ser la futura conductora. Con un carácter fuerte e indomable, pero de conducta serena, además de contar con una belleza física e inteligencia inigualable, cautivo la atención de nativos y conquistadores.
Los estudiosos aseguran que era una joven de mirada serena, de dulce voz, desenfadada pero prudente y amante “a más no poder” de la naturaleza.
Arocena a veces lloraba y sus lágrimas y sus defectos la hacían sensiblemente humana y mujer. Dentro de la tribu, por  su  particular capacidad  de  entender hasta  los pensamientos más íntimos,  muchas  veces, dejó  sin  palabras  a  los sabios.  

Una mañana salió de su valle, cruzó la montaña y fue al río a buscar raíces. Sintió un silencio poco común. Intuyó que algo no estaba bien. A orillas del cauce recibió la noticia de que hombres blancos merodeaban la región. Mujeres de otras tribus lo comentaban mientras recogían alimentos para escapar.

Intuyó que se venían tiempos de cambio, nadie en su tribu, ni ella misma estaban preparados para este futuro. Y todo cambió. Los europeos sellaron con su llegada un antes y un después rotundo.

La llegada de los españoles

Era un día de intenso calor cuando los españoles llegaron a las tierras de Arocena. Desmontaron en medio de un silencio solemne…
Ellos tenían las armas y sus posturas y manifestaciones fueron intuidas por los indígenas como sentencias de esclavitud. Todo parecía que serían prisioneros.

El cacique Cabeytú ofreció entonces agua y alimentos para pactar una convivencia en paz, que los invasores parecían entender.
Fue Arocena, la responsable de dar el primer paso. Ofreciendo un canasto con piquillín y algarroba, se paró frente a ellos y miró al invasor a los ojos.

Ella percibió lo que iba a ocurrir y aconsejó a su padre no resistir al invasor, tratarlo con respeto, brindándose a sí misma como ofrenda de paz.
Los españoles que tomaron posesión de las tierras michilingues tomaron a la princesa Koslay y aceptaron casarla con el oficial español Juan Gómez Isleño, interpretando que se merecía un premio de la conquista “ganada”.

Antes eras Arocena y ahora te llaman Juana
La boda no se hizo esperar. En 1594 se casaron según las ofrendas de la religión católica (totalmente ajena a los Michilingues), después de ser bautizada con el nombre de Juana.
El Rey de España mandó expedir una real cédula por la cual consideraba a la desconocida de Juana con el honroso título de Señora de Primera Clase. Los indígenas Michilingües, a través de doña Juana pasaron a ser propietarios de tierras que se extendían desde Río V hasta el límite con Córdoba.
Juana se dedicó a la enseñanza y de ella descienden miles de puntanos de las primeras familias Sosa y Díaz Barroso entre otras. Uno de los más destacados que lleva su sangre fue el mismo Juan Pascual Pringles.
Este ejemplo siguieron varios de sus compañeros, contrayendo enlace matrimonial con las mujeres indígenas. Juana Koslay, la del apelativo lagunero, las comprendía a todas. La llamaron Doña, tuvo tierras y mereció el canto de los poetas.
Si quieres conocer lo que busca el viento chorrillero
Se enamoró el indio aquel de la más bella mujer
pero el destino los separó sin contemplar su razón.

Se casó para salvar a su pueblo
pero ella presentía la traición del invasor
que partió en dos nuestra raza tan milenaria y de sol
junto con el amor de ese indio crucificando su honor.

Juana Koslay, ese fue el nombre
que te eligieron los que vinieron de allá.

Tu indio llora, llora la pena por su amor.
Y él se fue a los montes para no ver a su amada
en los brazos de aquel capitán

Hoy su alma es el viento que baja desde los cerros
llamando a Juana Koslay

 Hugo A. Guzmán

Las otras doncellas debieron partir con sus esposos a tierras lejanas. Aquellas sonrisas felices de antes fiel reflejo del goce de la libertad, se convirtieron en caras serias y miradas de tristeza infinita.

Dicen  que  Arocena  tardó  en  partir,  aún  vivía  en  su  tierra  pero añoraba sus paseos por el  valle  con el  viento en  la  cara. Entonces  recordó  las palabras de  los  ancianos para  alimentar  su  esperanza  agotada por  los sucesos acaecidos que hacían encoger su corazón: “el agua se purifica fluyendo y el hombre se purifica avanzando”.

Cuenta la layenda que la noche anterior a la partida con su marido Arocena se encontraba a orillas del río y el espíritu del pueblo le habló:

”Un poco de mí no ha muerto, vivirá eternamente en la esperanza que reside dentro tuyo. Arocena, eres la única de nosotros que aún posee alma, espíritu y sentir y mientras vivan en tu interior nunca van a dejar morir la existencia de éste pueblo porque eres la vida misma”.

Entonces la madre naturaleza, quien había presenciado este momento, sentenció:

“Arocena, desde hoy tu espíritu pertenece al viento, al agua, a la tierra y a las plantas de este lugar. Toda tu existencia pintará con los colores más hermosos y brillantes cada rincón de este espacio vital. Y tu voz, tus sueños, tu mirada, tu magia, tu sonrisa, tus angustias, tu danza, tus silencios, tus palabras quedarán grabados para dar vida a esta región”.

Palabras de la historia
Históricamente está documentado que el matrimonio de Juana Coslay con Juan Gómez Isleño se realizó, pero no en la fecha de la fundación (1594), sino alrededor de 1633.
Los únicos dos documentos que mencionan a Juana Coslay (así está escrito el testamento), uno es de 1700 y el otro de 1720. La leyenda surge en 1880 con el periódico El Oasis y luego es tomada por el historiador y geógrafo Juan W. Gez.
Si Juana Coslay hubiese estado, como dice la leyenda, en 1594 (año de la fundación), hubiese procreado a sus hijos a los 60 o más años de edad y eso es una prueba incontrastable.
Homenajes y recuerdos
Una localidad puntana lleva el nombre de Juana Koslay.
Está muy cerca de la ciudad Capital, camino a las sierras, y como dice la leyenda donde se disfruta las maravillosas sensaciones que ofrecen los colores y aromas que encierra el paisaje que amara la princesa. 
Epílogo:
Este es uno de los tantos casos donde la gente “necesita” que una leyenda se haga realidad. Si Juana fue el origen de la “puntaneidad” siendo cabezas de muchas familias, bienvenida sea.
Alguien unió a la necesidad de reemplazar las actas perdidas de las fundación, con el relato popular sobre Juana, y lograr una combinación creíble, aunque no haya nacido entre las sierras, ni siquiera fuese de una tribu nativa y aunque no haya ajustes en las fechas.
Digo a Juana Koslay

Capitanes vinieron del poniente
por horizontes de nevada piedra
más allá del Arauco hasta las rucas
donde los Huarpes aguzaban flechas,
o machacaban maíz en la conanas,
o pintaban sus ánforas de greda;
capitanes de yelmo y armadura
sobre caballos con la crin espesa,
que asentaban sus cascos españoles
en este suelo por la vez primera;
masculinos y duros, con la espada
sobre los muslos, y en la faz severa
cicatrices de herida o de malaria
y la fatiga de un millar de leguas.
´
Recorrieron llanuras donde el jume
les prestaba su luz en las hogueras,
y arenales de luna, y salitrales
donde la Vida se tomaba yerma,
y vadearon un Río en cuyas aguas
era la sed una amargura nueva.

Y una tarde los duros Capitanes,
consumidos de páramo y espera,
hacia el Este del sol y la calandria
vieron de pronto levantarse sierras.

"Aquí será" - dijo una voz de mando -
porque el aire es azul, el agua buena,
y la montaña nos ofrece amparo
si el indio quiere provocarnos guerra".
Y al sentir esa voz descabalgaron,
y tres veces ondearon las banderas.

El Capitán entonces con la espada
trazó en el aire una ciudad aérea,
dibujando la plaza y el ejido,
acá el cabildo, más allá la iglesia,
el fortín al llegar a las colinas,
allá los ranchos de la soldadesca.
Y al mirar una fuga de venados,
con ese nombre bautizó a las Sierras
y a la ausente Ciudad que dibujaba
con el acero de su espada nueva.

Y después silenciosos Michilingues
con su Jefe, Koslay, a la cabeza,
les trajeron la paz en el saludo
y las cosas y frutos de la tierra;
Y entretanto Koslay permanecía
rodeado por arqueros y doncellas,
la hija suya, una hija que tenía
suave los ojos y la cara fresca
y nocturnos cabellos que apretaba
una vincha de plumas como seda,
miraba sonriente y en los ojos
nido le hacia a la mirada tierna
de un soldado español en cuyo pecho
amor ardía en olorosa hoguera;
Gómez Isleño se llamaba, aquí
digo su nombre para que la tierra
no lo olvide jamás porque el soldado
se desposó con la muchacha aquella
y fundó la progenie cuya sangre
da a nuestra gente claridad morena.

Juana Koslay, Juana Koslay, ¡Oh, Madre!
Virgen dulce de Cuyo, Flor de América,
reverente me inclino y te saludo
porque tú fuiste la semilla nuestra
y nos diste color americano
centurias antes que la patria fuera.

Juana Koslay, Juana Koslay, ¡Oh, Madre!
nada guarda tu nombre, ni siquiera
plaza civil, o silenciosa calle,
o troquel de medalla o de moneda,
o fuente comunal o flor de bronce
en San Luis del Venado y de las Sierras.

Pero yo, tu hijo, tu memoria canto,
y hago del verso corazón de piedra
Juana KoslayJuana Koslay, ¡Oh, Madre!
para que nunca en los puntanos muera.



Antonio Esteban Agüero
("Un hombre dice a su pequeño país")

Bibliografía

AGENCIA DE NOTICIAS SAN LUIS. 2015. ¿Juana Koslay? Historia de San Luis. http://agenciasanluis.com/notas/2015/12/25/juana-coslay/
AGÜERO, A.E. Digo Juana Koslay http://biblioteca.unsl.edu.ar/website/bibls/escritores/locales/
ESCUELA PÚBLICA DIGITAL. http://contenidosdigitales.ulp.edu.ar/
mitosyleyendasdesanluis     

PACI, G. 2015. La leyenda de Juana Koslay. https:// sites.google.com/site/

WIKIPEDIA. Juana Koslay (princesa). https://es.wikipedia.org/wiki/Juana_Koslay_(princesa)

ZAMUDIO, T. Pueblos de San Luis. Derecho de los pueblos indígenas. http://indigenas.bioetica.org/base/base-d1.htm

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