Los porteños siempre le
temieron a Córdoba por lo que la docta significaba en materia política, y no se
perdieron la oportunidad de burlarse, seguramente
con motivos, de Miguel Juárez Celman.
Una vez más un provinciano
les “había robado” la nominación a Presidente de la Nación, y esta vez no estaban
dispuestos a dejarla pasar.
A la seguidilla del
sanjuanino Sarmiento, de los tucumanos Avellaneda y Roca, les llegaba (de la
mano del “zorro del desierto”), este ignoto cordobés con ínfulas
aristocráticas.
Pero como el poder corrompe
y no respeta lealtades, la salida de Juárez Celman con el tiempo fue
inevitable, y al grito de “Y ya se fue, y
ya se fue, el burrito cordobés”, la poblada porteña que, aunque ganadora de
la Revolución del Parque, despedía la cobardía de don Miguel.
¿Quién
fue Miguel?
Miguel Ángel Juárez Celman, nacido en Córdoba en 1844, fue un abogado cuya carrera estuvo marcada por la
influencia de su concuñado, Julio Argentino Roca, que lo
impulsó a la carrera legislativa.
Fue el 10º
Presidente de la Nación desde 1886. Su acción de gobierno se caracterizó
por el fuerte impulso de la obra pública (casi siempre teñida de corrupción), pero
su soberbia, su postura privatista extrema y la ceguera de una época próspera
no le permitieron mantener la estabilidad económica.
Fue un destacado
impulsor de la separación de la Iglesia y el Estado,
y un liberal de corte
aristocrático, fomentando la educación pública y la inmigración.
El contexto de la época
Roca era
Presidente de la Nación. En 1881 la situación financiera del país era grave
(anarquía monetaria por circulación de falsas monedas, abultada deuda externa,
sobregastos estatales), y los prestamistas extranjeros se pusieron en alerta.
Pellegrini, por
mandato de Roca intervino en un “arreglo” con la banca europea para salvar la
situación.
Mientras tanto la
pelea con la iglesia católica tomaba ribetes de discusión y violencia en todos
los ambientes, y Sarmiento “fogoneaba” desde el diario El Nacional, la
eliminación de la enseñanza católica en las escuelas.
En 1884 no solo
huno ley de enseñanza laica sino que se agregaba la del Registro Civil,
institución que hasta ese momento manejaba la iglesia.
Dardo Rocha,
Gobernador de Buenos Aires, se postulaba para la Presidencia de la Nación en
las próximas elecciones, pero Roca no se la haría fácil. Diplomáticamente, con
la astucia “del zorro”, le impedía hacer campaña política en las provincias,
ámbito donde Juarez Celman se movía. Poco tiempo después Rocha y Roca rompían
relaciones.
A pesar de la
existencia de otras candidaturas como la de Bernardo de Irigoyen, el “delfín”
de Roca y candidato oficial a la presidencia sería Juárez Celman, acompañado
“obligatoriamente” por un porteño: Carlos Pellegrini, el “gringo”.
Gobierno para unos pocos
Finalizada la presidencia de Julio A. Roca (1880
- 1886), la sucesión presidencial, tras una ardua lucha, recayó (en elecciones
fraudulentas), en Miguel
Juárez Celman, ex gobernador de Córdoba, hermano menor de
Marcos Juárez Celman (aunque este no usaba el apellido materno), influyente
senador nacional y concuñado de Roca, siendo su compañero de fórmula Carlos Pellegrini.
El 12 de octubre de 1886 asumió
la presidencia. En su discurso inaugural anunció su ideario liberal, que incluía la promoción
de la educación, de la inmigración europea y de la empresa privada.
Desde un primer momento, el
nuevo presidente exacerbó un marcado presidencialismo, lo que rápidamente generó conflictos
con su concuñado y mentor (Roca), quien pretendía mantener control sobre el
gobierno y el partido gobernante: el PAN (Partido Autonomista Nacional).
A poco de asumir, Juárez
Celman declara:
“No creo en el sufragio universal. Consultar al pueblo siempre es errar
pues éste únicamente tiene opiniones turbias. El hecho del fraude, si es que existe,
será obra de los partidos en lucha; pero no vemos qué intervención pueda haber
tenido en el Poder Ejecutivo Nacional”.
Ni bien asumió su cargo Juárez comenzó a tomar distancia
de su pariente y movió las piezas para construir un poder propio.
La reacción no se hizo esperar: el primero que acusó
recibo fue el propio Roca, quien se apartó del oficialismo y dejó al presidente
librado a su propia suerte, la que él mismo había elegido.
Por su debilidad como político y su conducta infantil,
Juárez Celman acepta todo tipo de obsecuencias, desde sellos postales con su
efigie, darle su nombre a la calle Colón de la ciudad de Córdoba, recibir obras
de arte para sus fastuosas residencias.
Al decir de José María Rosa, “era un niño encaramado por arte de otros en el gobierno de la
República”
Otros prominentes dignatarios del PAN siguieron el mismo
camino, mientras las principales figuras de la oposición (Bartolomé Mitre,
Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle), y una larga fila de civiles y militares,
ofuscados con el prepotente mandatario, comenzaron a elevar el tono de sus
voces y a conspirar.
Su acción de gobierno
se caracterizó por el estímulo de la inmigración
europea, garantizando la gratuidad de los pasajes y la
entrega de tierras a los colonos, las mismas que les habían sido arrebatadas a
los pueblos originarios en la mal llamada Campaña
del Desierto, protagonizada por su antecesor y pariente político.
Se impulsó también una gran reforma
jurídica, incluyendo la organización procesal de los
Tribunales, el establecimiento de un Registro dela Propiedad, la sanción de la
Ley de Matrimonio Civil y de códigos de Minería, Penal y de Comercio.
En su gestión, Juárez Celman
promovió la obra pública, particularmente en Buenos Aires, ordenando la
construcción de edificios como el Correo
Central, el Teatro Colón, la reforma
del puerto de Buenos Aires
y obras de infraestructura sanitaria.
Su gestión se vio salpicada
por repetidas acusaciones de corrupción, basadas en la concesión de obras a
personas del círculo íntimo del presidente.
Fiel a su postura económica liberal, con Juárez
Celman se aceleró el proceso de privatizaciones. Decenas de ramales ferroviarios fueron concedidos a empresas privadas,
incluyendo el ramal estatal más exitoso (con superávit operativo y financiero),
el del Ferrocarril Oeste de Buenos Aires.
Claramente se enajenaban los
medios públicos de producción a la vez que ingresaban capitales extranjeros al
sistema, principalmente destinados a financiar la red ferroviaria, que sumó
otros 3.800 km, rozando los 10.000 km de extensión total. Los Puertos
también fueron destinatarios de las inversiones extranjeras (Bahía Blanca,
Rosario, La Plata y Buenos Aires)
El campo se modernizó, incorporándose masivamente el alambrado y los primeros molinos de
viento para agua. Las exportaciones se diversificaron, incorporando la carne
congelada, y aumentando la salida de lana y cereales.
El principio del final de su
presidencia fue la sanción de la Ley de
Bancos Garantidos, que permitía establecer bancos provinciales
y privados habilitados para emitir moneda.
El resultado, combinado con la
irresponsabilidad fiscal del gobierno, fue una escalada especulativa y de
emisión descontrolada.
El diario Financial Times del 7
de junio de 1886 decía:
“Aparte de los políticos corruptos, el mayor enemigo de
la moneda argentina sana han sido los estancieros. Como principales
terratenientes y productores del país, su interés radica en poder pagar sus
gastos con papel moneda y obtener altos precios en oro por la venta de sus
productos.
Su noción del paraíso está constituida por buenos
mercados en Europa y mala moneda en el país, porque de este modo el oro le
provee de tierra y mano de obra baratas”.
La unificación y la centralización
impuestas durante el gobierno de Juárez Celman serán el método
de gobierno dominante en las próximas décadas.
Alianzas impensadas
Tanto descalabro
económico y político genera la primera oposición fuerte y formal al régimen.
El
dirigente Francisco Barroetaveña inició la
formación de la llamada Unión Cívica de la Juventud, en septiembre
de 1889, que más tarde se
transformaría en la Unión Cívica (UC), cuyos dirigentes más
caracterizados pertenecían a grupos muy heterogéneos como el expresidente Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Leandro N.
Alem, Mariano Demaría, y Bernardo de Irigoyen.
Líderes
católicos como José Manuel Estrada y Pedro Goyena se
unieron a la Unión Cívica, quienes estaban disconformes con el gobierno al que
consideran corrupto e irresponsable.
Hacia 1890 se convocaron numerosas huelgas exigiendo
mejoras salariales para mantener el nivel de vida,
y la oposición se fortaleció. Enemistado Juárez Celman con Roca, quien lo había
llamado en público "vil y
ruin", el cordobés se encontraba cada vez más aislado políticamente.
En
abril de 1890 el senador Del Valle denunció que estaban circulando emisiones
clandestinas de papel moneda a la par de las legales, generando una enorme
agitación.
Los
activistas católicos, la clase popular empobrecida, y los opositores políticos
comenzaron a realizar manifestaciones en Buenos Aires y Rosario. Alem, apadrinado circunstancialmente
por Mitre, convocó a un gran mitin de los miembros de la UC incitando a la rebelión
contra la autocracia.
La Unión Cívica hablaba
de revolución para derribar al régimen corrupto. Se denuncian los negociados,
las emisiones clandestinas de billetes, se reclama decencia, sufragio libre y
algo tan elemental como que se cumpla con lo establecido en la Constitución
Nacional.
Los del Parque
Tras varios mítines,
la Unión Cívica decide pasar a la acción directa. El 26 de julio se pone en
marcha, y fuerzas militares dirigidas por el General Manuel J. Campos toman el
Parque de Artillería, en la actual Plaza Lavalle, mientras se subleva un sector
de la marina.
El General Mitre se
ausenta del país (¿??), y toda la responsabilidad recae sobre Alem, quien
encabeza una Junta Revolucionaria que trata de encauzar la lucha que se
prolonga por tres días. Los civiles que integran las fuerzas revolucionarias se
identifican con una boina blanca.
Tras tres días de
ocupación de las fuerza revolucionarias, el gobierno de Juárez Celman logra
controlar la situación y las fuerzas leales, comandadas por el Ministro de
Guerra, General Levalle, Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña obtienen la
rendición de los rebeldes “boinas blancas”.
Un factor decisivo
para el fracaso de la Revolución fue la actitud del General Campos quien,
alterando el plan original que comprendía el avance de los revolucionarios
sobre las posiciones oficiales, permanece a la defensiva, permitiendo que las
tropas del gobierno tomen la iniciativa.
Es muy probable que
esta actitud estuviera motivada por un pacto secreto de Campos con Roca, con el
objetivo de provocar la caída de Juárez Celman pero evitar el ascenso de Alem.
Huida y regreso
Pellegrini quiso
proteger al Presidente y le propone alejarse de Buenos Aires rumbo a Rosario y
luego a otras capitales del interior. Tal vez Roca incentivaba este viaje y dejaba a Carlos
Pellegrini a cargo de la defensa del gobierno.
¡Y ya se fue, y ya se fue, el burrito cordobés! ¡Y ya se
fue, y ya se fue para nunca más volver! coreaban, exultantes, los porteños que habían
logrado sacarse de encima a un presidente provinciano al que culpaban de todos
los males que sufría el país.
Mientras cantaban por las calles llevaban burlonamente
en sus manos “faroles juaristas” (recordando a una campaña del “farolero”
Juárez Celman por las calles de Buenos Aires).
Hacía rato que en la metrópoli se vivía un
clima de agitación y descontento, soliviantado por núcleos católicos ultramontanos,
dirigentes políticos opositores de dentro y fuera del oficialismo y diversos
sectores jaqueados por la crisis financiera que asolaba el país.
El peor pecado de Miguel Juárez Celman fue no
prestar atención a esas señales inconfundibles de malestar social que se
colaban por las ventanas de la Casa de Gobierno sin que nadie hiciera nada para
aplacarlas, o peor aún, se las agitaba desde los pliegues del poder.
Hacía rato que los porteños veían pasar
candidaturas provincianas frente a sus narices sin acertar a romper la racha
con alguien de sus propias filas. Primero la seguidilla del sanjuanino
Sarmiento y los tucumanos Avellaneda y Roca, y ahora este ignoto cordobés con
ínfulas aristocráticas.
Para colmo de males, cuando estuvieron a
punto de colocar a un auténtico representante del linaje unitario como Adolfo
Alsina en la Casa Rosada, se les murió antes de tiempo y debieron resignarse a
esperar el siguiente turno.
Y cuando llegó, les pasó algo parecido con
Carlos Tejedor, que no se murió, pero hocicó frente al ascendente Julio
Argentino Roca, otro provinciano, que, después de haber hecho y deshecho a
gusto y paladar durante su período presidencial, se dio el gusto de digitar el
nombre de su sucesor, que eligió en el seno de su propia familia política.
Al conocer el triunfo de las fuerzas gubernamentales Juárez Celman regresa
a Buenos Aires. La
Revolución del Parque es derrotada, pero Juárez Celman, sin apoyos, debe
renunciar.
Excepto por unos cuantos diputados y ministros leales, no contaba ya con
apoyo alguno, y el expresidente Julio A. Roca y
el vicepresidente Carlos Pellegrini le negaron su apoyo.
Quedaron
para la historia las inspiradas palabras del senador cordobés Manuel Pizarro: "La revolución está vencida, pero el
gobierno está muerto".
El sector conservador
de la Unión Cívica, encabezado por Mitre traiciona la revolución y su alianza
esporádica con Alem y negocia con Roca la asunción del vicepresidente
Pellegrini.
De esta forma, los conservadores se
deshacen del “burrito cordobés” y recuperan para sí todos los resortes del
poder. El resultado: entre 150 y 330 muertos (según distintas
fuentes), y más de mil heridos.
La prensa continuó
fustigándolo, y la situación económica se agravaba cada vez más rápidamente. El
día 6 de agosto Juárez Celman presentó su renuncia, que le fue aceptada de
inmediato por el Congreso, y asumió la
presidencia Carlos Pellegrini.
Tras el acuerdo, la
Unión Cívica se divide en la Unión Cívica Nacional, liderada por Mitre, y la
Unión Cívica Radical, comandada por Alem.
Así en 1891 nace el
primer partido político de la Argentina moderna. La UCR propone en su carta
orgánica: elecciones libres y honestidad en la administración pública.
El final
Juárez Celman arrastró en su caída a su
hermano, Marcos Juárez, que en ese momento era gobernador de Córdoba.
Luego de abandonar el gobierno se llamó a
silencio y no volvió a la actividad política, ni respondió los ataques
posteriores de sus ex aliados y enemigos
Se recluyó en su estancia La Elisa, cerca de
Arrecifes, donde pasó sus últimos años, muriendo a los 64 años, en 1909, sin
reconciliarse con su concuñado, a quien culpaba de su penoso final.
Bibliografía
DOMINA, E. 2009. El paso al costado
de Juárez Celman. http://archivo.lavoz.com.ar/suplementos/temas/
EL DIA. 2001. Juárez Celman, la historia más parecida. https://www.eldia.com/nota/2001-12-21-juarez-celman-la-historia-mas-parecida
LUNA, F. 1994. Fracturas y continuidades en la historia argentina.
Editorial Sudamericana, 345 p.
PIGNA, F. Miguel Juárez Celman y la Revolución de 1890. www.elhistoriador.com.ar/miguel-juarez-celman-y-la-revolucion-de-1890/
ROSA, J.M. Historia
Argentina. Tomo VIII. El Régimen (1878-1895). Editorial Oriente S.A. Buenos
Aires. 395 p.
SABATO, H. 2012. Historia de la Argentina (1852-1890). Siglo Veintiuno
Editores. Buenos Aires, 349 p.
TODO ES HISTORIA.
2017. PRESIDENCIA DE JUÁREZ CELMAN.
El Unicato. https://www.siemprehistoria.com.ar/presidencia-de-juarez-celman-el-unicato/
WIKIPEDIA. Revolución del Parque. https://es.wikipedia.or
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.