martes, 11 de septiembre de 2018

¡Y a se fue, y ya se fue, el burrito cordobés!



Los porteños siempre le temieron a Córdoba por lo que la docta significaba en materia política, y no se perdieron la oportunidad de burlarse,  seguramente con motivos, de Miguel Juárez Celman.

Una vez más un provinciano les “había robado” la nominación a Presidente de la Nación, y esta vez no estaban dispuestos a dejarla pasar.

A la seguidilla del sanjuanino Sarmiento, de los tucumanos Avellaneda y Roca, les llegaba (de la mano del “zorro del desierto”), este ignoto cordobés con ínfulas aristocráticas.

Pero como el poder corrompe y no respeta lealtades, la salida de Juárez Celman con el tiempo fue inevitable, y al grito de “Y ya se fue, y ya se fue, el burrito cordobés”, la poblada porteña que, aunque ganadora de la Revolución del Parque, despedía la cobardía de don Miguel.



¿Quién fue Miguel?
Miguel Ángel Juárez Celman, nacido en Córdoba en 1844, fue un abogado cuya carrera estuvo marcada por la influencia de su concuñado, Julio Argentino Roca, que lo impulsó a la carrera legislativa.
Fue el 10º Presidente de la Nación desde 1886. Su acción de gobierno se caracterizó por el fuerte impulso de la obra pública (casi siempre teñida de corrupción), pero su soberbia, su postura privatista extrema y la ceguera de una época próspera no le permitieron mantener la estabilidad económica.
Fue un destacado impulsor de la separación de la Iglesia y el Estado, y un liberal de corte aristocrático, fomentando la educación pública y la inmigración. 
El contexto de la época
Roca era Presidente de la Nación. En 1881 la situación financiera del país era grave (anarquía monetaria por circulación de falsas monedas, abultada deuda externa, sobregastos estatales), y los prestamistas extranjeros se pusieron en alerta.
Pellegrini, por mandato de Roca intervino en un “arreglo” con la banca europea para salvar la situación.
Mientras tanto la pelea con la iglesia católica tomaba ribetes de discusión y violencia en todos los ambientes, y Sarmiento “fogoneaba” desde el diario El Nacional, la eliminación de la enseñanza católica en las escuelas.
En 1884 no solo huno ley de enseñanza laica sino que se agregaba la del Registro Civil, institución que hasta ese momento manejaba la iglesia.
Dardo Rocha, Gobernador de Buenos Aires, se postulaba para la Presidencia de la Nación en las próximas elecciones, pero Roca no se la haría fácil. Diplomáticamente, con la astucia “del zorro”, le impedía hacer campaña política en las provincias, ámbito donde Juarez Celman se movía. Poco tiempo después Rocha y Roca rompían relaciones.
A pesar de la existencia de otras candidaturas como la de Bernardo de Irigoyen, el “delfín” de Roca y candidato oficial a la presidencia sería Juárez Celman, acompañado “obligatoriamente” por un porteño: Carlos Pellegrini, el “gringo”.
Gobierno para unos pocos
Finalizada la presidencia de Julio A. Roca (1880 - 1886), la sucesión presidencial, tras una ardua lucha, recayó (en elecciones fraudulentas), en Miguel Juárez Celman, ex gobernador de Córdoba, hermano menor de Marcos Juárez Celman (aunque este no usaba el apellido materno), influyente senador nacional y concuñado de Roca, siendo su compañero de fórmula Carlos Pellegrini.
El 12 de octubre de 1886 asumió la presidencia. En su discurso inaugural anunció su ideario liberal, que incluía la promoción de la educación, de la inmigración europea y de la empresa privada. 
Desde un primer momento, el nuevo presidente exacerbó un marcado presidencialismo, lo que rápidamente generó conflictos con su concuñado y mentor (Roca), quien pretendía mantener control sobre el gobierno y el partido gobernante: el PAN (Partido Autonomista Nacional).
A poco de asumir, Juárez Celman declara:

“No creo en el sufragio universal. Consultar al pueblo siempre es errar pues éste únicamente tiene opiniones turbias. El hecho del fraude, si es que existe, será obra de los partidos en lucha; pero no vemos qué intervención pueda haber tenido en el Poder Ejecutivo Nacional”.

Ni bien asumió su cargo Juárez comenzó a tomar distancia de su pariente y movió las piezas para construir un poder propio.
La reacción no se hizo esperar: el primero que acusó recibo fue el propio Roca, quien se apartó del oficialismo y dejó al presidente librado a su propia suerte, la que él mismo había elegido.
Por su debilidad como político y su conducta infantil, Juárez Celman acepta todo tipo de obsecuencias, desde sellos postales con su efigie, darle su nombre a la calle Colón de la ciudad de Córdoba, recibir obras de arte para sus fastuosas residencias.
Al decir de José María Rosa, “era un niño encaramado por arte de otros en el gobierno de la República”
Otros prominentes dignatarios del PAN siguieron el mismo camino, mientras las principales figuras de la oposición (Bartolomé Mitre, Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle), y una larga fila de civiles y militares, ofuscados con el prepotente mandatario, comenzaron a elevar el tono de sus voces y a conspirar. 
Su acción de gobierno se caracterizó por el estímulo de la inmigración europea, garantizando la gratuidad de los pasajes y la entrega de tierras a los colonos, las mismas que les habían sido arrebatadas a los pueblos originarios en la mal llamada Campaña del Desierto, protagonizada por su antecesor y pariente político.

Se impulsó también una gran reforma jurídica, incluyendo la organización procesal de los Tribunales, el establecimiento de un Registro dela Propiedad, la sanción de la Ley de Matrimonio Civil y de códigos de Minería, Penal y de Comercio.

En su gestión, Juárez Celman promovió la obra pública, particularmente en Buenos Aires, ordenando la construcción de edificios como el Correo Central, el Teatro Colón, la reforma del puerto de Buenos Aires y obras de infraestructura sanitaria.
Su gestión se vio salpicada por repetidas acusaciones de corrupción, basadas en la concesión de obras a personas del círculo íntimo del presidente.
Fiel a su postura económica liberal, con Juárez Celman se aceleró el proceso de privatizaciones. Decenas de ramales ferroviarios fueron concedidos a empresas privadas, incluyendo el ramal estatal más exitoso (con superávit operativo y financiero), el del Ferrocarril Oeste de Buenos Aires.
Claramente se enajenaban los medios públicos de producción a la vez que ingresaban capitales extranjeros al sistema, principalmente destinados a financiar la red ferroviaria, que sumó otros 3.800 km, rozando los 10.000 km de extensión total. Los Puertos también fueron destinatarios de las inversiones extranjeras (Bahía Blanca, Rosario, La Plata y Buenos Aires)
El campo se modernizó, incorporándose masivamente el alambrado y los primeros molinos de viento para agua. Las exportaciones se diversificaron, incorporando la carne congelada, y aumentando la salida de lana y cereales.
El principio del final de su presidencia fue la sanción de la Ley de Bancos Garantidos, que permitía establecer bancos provinciales y privados habilitados para emitir moneda.
El resultado, combinado con la irresponsabilidad fiscal del gobierno, fue una escalada especulativa y de emisión descontrolada.
El diario Financial Times del 7 de junio de 1886 decía:

“Aparte de los políticos corruptos, el mayor enemigo de la moneda argentina sana han sido los estancieros. Como principales terratenientes y productores del país, su interés radica en poder pagar sus gastos con papel moneda y obtener altos precios en oro por la venta de sus productos.

Su noción del paraíso está constituida por buenos mercados en Europa y mala moneda en el país, porque de este modo el oro le provee de tierra y mano de obra baratas”.

Lunificación y la centralización impuestas durante el gobierno de Juárez Celman serán el método de gobierno dominante en las próximas décadas. 
Alianzas impensadas
Tanto descalabro económico y político genera la primera oposición fuerte y formal al régimen.
El dirigente Francisco Barroetaveña inició la formación de la llamada Unión Cívica de la Juventud, en septiembre de 1889, que más tarde se transformaría en la Unión Cívica (UC), cuyos dirigentes más caracterizados pertenecían a grupos muy heterogéneos como el expresidente Bartolomé MitreAristóbulo del ValleLeandro N. AlemMariano Demaría, y Bernardo de Irigoyen.
Líderes católicos como José Manuel Estrada y Pedro Goyena se unieron a la Unión Cívica, quienes estaban disconformes con el gobierno al que consideran corrupto e irresponsable.
Hacia 1890 se convocaron numerosas huelgas exigiendo mejoras salariales para mantener el nivel de vida, y la oposición se fortaleció. Enemistado Juárez Celman con Roca, quien lo había llamado en público "vil y ruin", el cordobés se encontraba cada vez más aislado políticamente.
En abril de 1890 el senador Del Valle denunció que estaban circulando emisiones clandestinas de papel moneda a la par de las legales, generando una enorme agitación.
Los activistas católicos, la clase popular empobrecida, y los opositores políticos comenzaron a realizar manifestaciones en Buenos Aires y Rosario. Alem, apadrinado circunstancialmente por Mitre, convocó a un gran mitin de los miembros de la UC incitando a la rebelión contra la autocracia.
La Unión Cívica hablaba de revolución para derribar al régimen corrupto. Se denuncian los negociados, las emisiones clandestinas de billetes, se reclama decencia, sufragio libre y algo tan elemental como que se cumpla con lo establecido en la Constitución Nacional. 
Los del Parque
Tras varios mítines, la Unión Cívica decide pasar a la acción directa. El 26 de julio se pone en marcha, y fuerzas militares dirigidas por el General Manuel J. Campos toman el Parque de Artillería, en la actual Plaza Lavalle, mientras se subleva un sector de la marina.

El General Mitre se ausenta del país (¿??), y toda la responsabilidad recae sobre Alem, quien encabeza una Junta Revolucionaria que trata de encauzar la lucha que se prolonga por tres días. Los civiles que integran las fuerzas revolucionarias se identifican con una boina blanca.

Tras tres días de ocupación de las fuerza revolucionarias, el gobierno de Juárez Celman logra controlar la situación y las fuerzas leales, comandadas por el Ministro de Guerra, General Levalle, Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña obtienen la rendición de los rebeldes “boinas blancas”.

Un factor decisivo para el fracaso de la Revolución fue la actitud del General Campos quien, alterando el plan original que comprendía el avance de los revolucionarios sobre las posiciones oficiales, permanece a la defensiva, permitiendo que las tropas del gobierno tomen la iniciativa.

Es muy probable que esta actitud estuviera motivada por un pacto secreto de Campos con Roca, con el objetivo de provocar la caída de Juárez Celman pero evitar el ascenso de Alem. 
Huida y regreso
Pellegrini quiso proteger al Presidente y le propone alejarse de Buenos Aires rumbo a Rosario y luego a otras capitales del interior. Tal vez Roca  incentivaba este viaje y dejaba a Carlos Pellegrini a cargo de la defensa del gobierno.
¡Y ya se fue, y ya se fue, el burrito cordobés! ¡Y ya se fue, y ya se fue para nunca más volver! coreaban, exultantes, los porteños que habían logrado sacarse de encima a un presidente provinciano al que culpaban de todos los males que sufría el país.
Mientras cantaban por las calles llevaban burlonamente en sus manos “faroles juaristas” (recordando a una campaña del “farolero” Juárez Celman por las calles de Buenos Aires).
Hacía rato que en la metrópoli se vivía un clima de agitación y descontento, soliviantado por núcleos católicos ultramontanos, dirigentes políticos opositores de dentro y fuera del oficialismo y diversos sectores jaqueados por la crisis financiera que asolaba el país.
El peor pecado de Miguel Juárez Celman fue no prestar atención a esas señales inconfundibles de malestar social que se colaban por las ventanas de la Casa de Gobierno sin que nadie hiciera nada para aplacarlas, o peor aún, se las agitaba desde los pliegues del poder. 
Hacía rato que los porteños veían pasar candidaturas provincianas frente a sus narices sin acertar a romper la racha con alguien de sus propias filas. Primero la seguidilla del sanjuanino Sarmiento y los tucumanos Avellaneda y Roca, y ahora este ignoto cordobés con ínfulas aristocráticas.
Para colmo de males, cuando estuvieron a punto de colocar a un auténtico representante del linaje unitario como Adolfo Alsina en la Casa Rosada, se les murió antes de tiempo y debieron resignarse a esperar el siguiente turno.
Y cuando llegó, les pasó algo parecido con Carlos Tejedor, que no se murió, pero hocicó frente al ascendente Julio Argentino Roca, otro provinciano, que, después de haber hecho y deshecho a gusto y paladar durante su período presidencial, se dio el gusto de digitar el nombre de su sucesor, que eligió en el seno de su propia familia política.
Al conocer el triunfo de las fuerzas gubernamentales Juárez Celman regresa a Buenos Aires. La Revolución del Parque es derrotada, pero Juárez Celman, sin apoyos, debe renunciar.
Excepto por unos cuantos diputados y ministros leales, no contaba ya con apoyo alguno, y el expresidente Julio A. Roca y el vicepresidente Carlos Pellegrini le negaron su apoyo.
Quedaron para la historia las inspiradas palabras del senador cordobés Manuel Pizarro: "La revolución está vencida, pero el gobierno está muerto".
El sector conservador de la Unión Cívica, encabezado por Mitre traiciona la revolución y su alianza esporádica con Alem y negocia con Roca la asunción del vicepresidente Pellegrini.
De esta forma, los conservadores se deshacen del “burrito cordobés” y recuperan para sí todos los resortes del poder. El resultado: entre 150 y 330 muertos (según distintas fuentes), y más de mil heridos.
La prensa continuó fustigándolo, y la situación económica se agravaba cada vez más rápidamente. El día 6 de agosto Juárez Celman presentó su renuncia, que le fue aceptada de inmediato por el Congreso, y asumió la presidencia Carlos Pellegrini.

Tras el acuerdo, la Unión Cívica se divide en la Unión Cívica Nacional, liderada por Mitre, y la Unión Cívica Radical, comandada por Alem.

Así en 1891 nace el primer partido político de la Argentina moderna. La UCR propone en su carta orgánica: elecciones libres y honestidad en la administración pública. 
El final
Juárez Celman arrastró en su caída a su hermano, Marcos Juárez, que en ese momento era gobernador de Córdoba.
Luego de abandonar el gobierno se llamó a silencio y no volvió a la actividad política, ni respondió los ataques posteriores de sus ex aliados y enemigos
Se recluyó en su estancia La Elisa, cerca de Arrecifes, donde pasó sus últimos años, muriendo a los 64 años, en 1909, sin reconciliarse con su concuñado, a quien culpaba de su penoso final.
  

Bibliografía
DOMINA, E. 2009. El paso al costado de Juárez Celman. http://archivo.lavoz.com.ar/suplementos/temas/
EL DIA. 2001. Juárez Celman, la historia más parecida. https://www.eldia.com/nota/2001-12-21-juarez-celman-la-historia-mas-parecida
LUNA, F. 1994. Fracturas y continuidades en la historia argentina. Editorial Sudamericana, 345 p.
PIGNA, F. Miguel Juárez Celman y la Revolución de 1890. www.elhistoriador.com.ar/miguel-juarez-celman-y-la-revolucion-de-1890/
ROSA, J.M. Historia Argentina. Tomo VIII. El Régimen (1878-1895). Editorial Oriente S.A. Buenos Aires. 395 p.
SABATO, H. 2012. Historia de la Argentina (1852-1890). Siglo Veintiuno Editores. Buenos Aires, 349 p.
TODO ES HISTORIA. 2017. PRESIDENCIA DE JUÁREZ CELMAN. El Unicato. https://www.siemprehistoria.com.ar/presidencia-de-juarez-celman-el-unicato/
WIKIPEDIA. Revolución del Parque. https://es.wikipedia.or

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