Sarmiento a los 35 años |
Entre
la admiración y el recelo, Sarmiento decide visitar y entrevistar a un San
Martín exiliado y añoso, pero no por ello ignorante de lo que pasaba en su
patria.
Un
joven soberbio se entrevistó con un viejo pensador y estratega, a quien le
tenía gran respeto aunque sus ideologías no coincidían. Ambos lo sabían.
Gregorio
de Las Heras lo tenía al tanto a Gran Capitán de quien era este sanjuanino, por
lo que nada lo iba a sorprender.
No
es mucho lo que se sabe de la conversación en aquella entrevista entre un joven
de 35 años y el viejo Libertador de 68, pero la documentación y sus
pensamientos me permiten imaginar diálogos por momento intensos, pero
respetuosos.
Depende quien escriba este pedazo de historia, la
versión tendrá diferentes ribetes, sin embargo no parece ser que Sarmiento fue
a Francia a “pedir” que San Martín le “diera su bendición”, como afirman
algunos autores.
Al decir en ambos, y aunque no coincidieran
ideológicamente en casi nada, el respeto mutuo pudo más.
El contexto de la
época
SM - ¿Pero? ... Debía usted ser muy niño...
S_ Seis años justos, pues he nacido el 15 de febrero y siendo el 11 de 1817 la batalla, los prisioneros han de haber llegado el 20 a más tardar.
San Martín al referirse a Sarmiento (que en ese momento tenía 35 años), en una carta al general Las Heras, expresó: "la aplicación e instrucción de este joven compatriota lo hacen acreedor a toda consideración, pudiendo asegurarse, desde ahora, que tendrá un porvenir distinguido...".
- "¡Las culebrinas de Mendoza! exclamé alborozado, echándome sobre una de ellas, con tanta efusión como si fuera un amigo de años ausente. Ordené que las sacasen al patio y las aprestasen para enviarlas a Mendoza, devolviéndole aquellas prendas, como devolví a San Juan otras dos".
VAN HAUVART, C. y DUART, D. 2016.
- San Martín y Sarmiento, frente a frente. "https://www.lanacion.com.ar/13
España
mantenía sus dominios desde Lima, y San Martín sabía que hasta que Perú no
cayera en manos de las armas patriotas, la independencia sería solo un sueño en
esa América Latina.
El pensamiento de Bolívar no coincidía con el de San Martín
respecto a las prioridades. Impulsado por éstos y otros motivos, San Martín
solicitó de Bolívar una entrevista en Guayaquil.
Ambos se admiraban como militares y estrategas, sin embargo
Bolívar deseaba el mando, el poder y la gloria, mientras que San Martín tenía
solo la obsesión para que los países americanos del sur se emanciparan.
El encuentro se produjo efectivamente en Guayaquil. San Martín, de
mayor talla, miraba hacia abajo buscando
los ojos de su interlocutor, pero la baja estatura de Bolívar, y su costumbre
de nunca mirar a la cara para hablar, marcaban la diferencia. San Martín
presintió que de dicha conversación no saldría un acuerdo, y recordó lo que
poco tiempo antes había manifestado:
“Durante diez años que he luchado contra los españoles, o más
bien, que he trabajado en favor de estos países, porque yo sólo he tomado las
armas por la causa de la Independencia, lo único que he deseado es que este
país sea gobernado por sus propias leyes, sin sufrir ninguna influencia
extraña. Por lo que hace al sistema político que adoptará, yo no tengo derecho
de intervenir en ello.
Mi solo objeto es poner al pueblo en estado de proclamar su
Independencia, y de restablecer el Gobierno que mejor le convenga. Hecho esto,
yo miraré como terminada mi misión, y me alejaré”.
San Martín creyó haber encontrado la solución de las dificultades,
y como si contestase al pensamiento íntimo del Libertador:
“Y bien, General, le dijo, yo combatiré bajo sus órdenes.
No hay rivales para mí cuando se trata de la Independencia americana. Esté
usted seguro, General; venga al Perú; cuente con mi sincera cooperación; seré
su segundo”.
Bolívar creyó en la sinceridad del ofrecimiento, pero vaciló, y,
en seguida, se excusó de no poder aceptar aquel ofrecimiento generoso.
En una carta a Bolívar, decía San Martin:
“Los resultados de nuestra
entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la
guerra; desgraciadamente yo estoy firmemente convencido, o que Vd. no ha creído
sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando,
o que mi persona le es embarazosa”.
Como
resultado de este encuentro el correntino, se retira, primero a su país, y
luego, a sus 48 años, a la Europa que conocía bien. Su precoz viudez y su
seguridad comprometida por los seguidores de Rivadavia ayudaron a la decisión.
Mientras tanto…
Cuando
la patria cumplía un año de su declarada libertad de 1810, en San Juan nacía
Domingo Faustino Sarmiento. Un año después regresaba, a este territorio José de
San Martín, con sus 34 años, a cumplir su destino de gloria, desde el Combate
de San Lorenzo hasta sus triunfos en Chile y Perú.
Todos
recordamos la intensa vida que hizo San Martín en tan poco tiempo, y a pesar de
ello se ganó el mérito de ser el “Padre de la Patria” (… que con gusto le
hubiese gustado compartir con Belgrano).
Transcurrieron
apenas 12 años entre que regresó de España con su formación política y militar
y el día que tuvo que exiliarse en Europa, para siempre, aunque en ese período
intentó volver para ayudar a su patria.
Los días de Sarmiento
Sarmiento
tenía solo 13 años cuando San Martín se fue al exilio, pero su capacidad y
formación le permitieron tener, ya adulto, gran admiración por el Libertador.
El sanjuanino se sentía ligado a San Martín por
recuerdos imborrables de infancia y por un hecho trascendental de su vida: el primer
escrito que publicó en la prensa chilena el en 1841, titulado "12 de Febrero de 1817" describía Batalla
de Chacabuco.
En efecto, el mismo tuvo tal aceptación que le
abrieron las puertas de la sociedad intelectual de Santiago de Chile y el
puesto de editorialista del histórico periódico "El Mercurio".
En 1846 Sarmiento trabajaba para el
gobierno chileno, quien decide financiarle un viaje por Europa y los Estados
Unidos para que estudie la instrucción primaria en esos países.
Pero existía
otra razón. Es posible que su mentor, el ministro Montt, quisiera alejarlo de
la política chilena porque sus opiniones le habían causado más de un
inconveniente al gobierno.
Sarmiento
inicia su viaje, y precisamente en su
libro “Viajes” relatará las apreciaciones sobre ese periplo.
Al arribar a
Montevideo, el sanjuanino realiza un exaltado elogio de los extranjeros que
hostigaban a su país, pero descalificó a los orientales a quienes acusó de que
sólo se preocupaban por beber en las pulperías en vez de estar abocados a la
defensa de la ciudad.
Luego pasó a
Brasil permaneciendo un mes en Río de Janeiro para luego embarcarse con rumbo a
Francia. En el país vecino escribió unas palabras que vuelven a desmentir su
pretendido interés por la libertad, y que seguramente serían motivo de enojos
cuando entrevistara a su admirado San Martín.
“Yo no comprendo la república
sino como la última expresión de la inteligencia humana, y me desconfío de ella
cuando sale del interior de los bosques, de las provincias lejanas de la capital,
el rancho del negro o del espíritu de insubordinación de algún caudillo de
jinetes”.
El encuentro
Sarmiento quería cumplir su sueño de conocer personalmente a San
Martín y para ello hecho mano a toda su astucia. Llevaba para San Martín una
carta del General Las Heras, presentándolo como un joven patriota que iba
a estudiar problemas de educación, enviado por el gobierno chileno.
En 1846, Sarmiento llegó a la localidad de Grand Bourg en Francia, para cumplir
uno de sus sueños: conocer al ilustre General José de San Martín. Lo introdujo en Grand Bourg don Manuel Guerrico, un amigo de Juan
Manuel de Rosas emigrado a Francia.
Se instaló durante varios meses cerca de la casa de San Martín, en
un establecimiento de cría de gusanos de seda, técnica que quería exportar a
América.
San Martín vivía retraído en su casa, quizás por sus serios
problemas de visión, sin embargo la carta de Las Heras (su amigo y compañero en
el Ejército de Los Andes), le permitió abrirle la puerta.
¿El
diálogo?
Nada me impide imaginarme esta conversación y
tratar de reproducirla como si realmente hubiese existido. En realidad parte de
ella es textual, hasta donde se sabe:
SM _
Buenas tardes joven, pase usted.
S_
Gracias General por recibirme. He deseado siempre este momento.
SM_
Cuando el General Las Heras me anunció que usted venía recordé inmediatamente a
uno de mis hombres en Chacabuco, Capitán de Milicias, con su mismo apellido.
S- Fue
mi padre señor. No crea usted que recién lo conozco ahora. Mi padre, Don
Clemente, luchó a su lado y fue el responsable de conducir hasta San Juan los
prisioneros godos. Yo vi llegar a los prisioneros.
SM - ¿Pero? ... Debía usted ser muy niño...
S_ Seis años justos, pues he nacido el 15 de febrero y siendo el 11 de 1817 la batalla, los prisioneros han de haber llegado el 20 a más tardar.
SM_ Es
raro acordarse.
S_ Me
acuerdo como si fuera hoy.
SM_
Esa campaña fue terrible. Cruzar esa inmensa cordillera, batallar todo el
tiempo, y luchar contra extraños y propios.
S_
¿Quiénes fueron los propios?
SM_
Desde algunos pocos desertores hasta el propio Bolívar.
S_
Pero usted admiraba a Bolívar
SM_
Si, y lo sigo haciendo, pero no nos pudimos poner de acuerdo en como encarar la
lucha contra los godos y libertar a nuestros países de América del Sur.
S_
¿Qué cosas lo acompañaron cuando regresó a su patria?
SM_
Solo recuerdos y mis culebrinas (pieza de artillería
larga pero de bajo calibre), fabricadas
por Fray Luis Beltrán, el “cura funde campanas”, ya que fabricaba todas las
armas con metales fundidos, incluyendo las campanas de las iglesias de Mendoza.
S_
Señor, tengo un duda y quisiera de su boca una respuesta ¿Usted admira al
tirano Rosas?
SM_
Claro, particularmente por su política exterior y la defensa de la soberanía.
S_
Pero, Rosas fue un asesino durante el tiempo que gobernó.
SM_
También he sabido de su implacable persecución a quienes no pensaban como él y
no lo comparto, pero al fin, ese tirano de Rosas, que los unitarios odian tanto, no debe
ser tan malo como lo pintan cuando en un pueblo tan viril se puede sostener
veinte años.
La cara de
Sarmiento se transformó, ya que no entraba en su cabeza que el Libertador
admirara a su peor enemigo. San Martín le leyó el gesto y dijo
SM_ Es más, como una prueba de la satisfacción que como argentino,
he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República
contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla,
he decidido en mi testamento que el sable corvo que me acompañara tantos años
le sea entregado a él.
Sarmiento malhumorado se despidió de esa primera
entrevista, mascullando lo que más tarde escribiría como resultado de ella.
San Martín al referirse a Sarmiento (que en ese momento tenía 35 años), en una carta al general Las Heras, expresó: "la aplicación e instrucción de este joven compatriota lo hacen acreedor a toda consideración, pudiendo asegurarse, desde ahora, que tendrá un porvenir distinguido...".
Sarmiento había escrito sobre Chacabuco y Maipú, contribuyendo con
su pluma a restaurar en Chile la gloria del Libertador, y San Martín quedó
envuelto por el talento de ese hombre
nuevo (el “profeta de la pampa” como lo llamaba Ricardo Rojas), y en 1847 le
permitió que en el Instituto Histórico de Francia diese una conferencia
sobre la entrevista de Guayaquil, tema que el héroe desterrado prefirió siempre
evitar.
Sarmiento acababa de ser nombrado miembro del Instituto, y con esa
disertación denominada “San Martín y Bolívar” se incorporó a la misma.
Hubo entre uno y otro un vínculo, sin duda alguna, lo que explica
que San Martín asistiera al acto del Instituto para oír hablar en público de lo
que nunca, ni en privado, quiso hablar.
Sarmiento, en una carta a su amigo Antonino
Aberastain, fechada en París, le dice:
"A una legua de Mainville, no lejos de la
margen del Sena, vive olvidado don José de San Martín, el primero y el más
noble de los emigrados. He pasado con él momentos sublimes que quedarán para
siempre grabados en mi espíritu".
En uno de sus últimos textos sobre el tema,
"Las culebrinas de San Martín" rememora como San Martín recordaba a
su padre: "Hizo más franca y cordial
nuestra primera entrevista, una feliz reminiscencia del General".
Su carácter díscolo no le impidió referirse algún
tiempo después al resultado de estas entrevistas, menospreciando a quienes
pensaban diferente.
-
“San Martín es el ariete desmontado, ya que sirvió a la destrucción de
los españoles; hombre de una pieza; anciano abatido y ajado por las
revoluciones americanas, ve en Rosas al defensor de la independencia amenazada,
y su ánimo noble se exalta y ofusca”.
Precisamente
el Libertador seguía sosteniendo las mismas ideas de siempre, por eso fue que
apoyaba a Rosas ante la agresión de las potencias europeas, su sentimiento por
el patriotismo latinoamericano estaba intacto,
Pocos días
antes de esa entrevista le había escrito a Rosas diciéndole que la lucha que
estaba librando era tan trascendente como la que se había luchado por la
emancipación de España.
Sarmiento en
1851 escribió:
“A la hora de su muerte acordose que tenía una
espada histórica. Creyendo y deseando legársela a la patria, se la dedicó al
general Rosas, como defensor de la independencia americana…
“No
murmuremos de este error de rótulo de la misiva, que en su abono tiene su
disculpa en la inexacta apreciación de los hechos y de los hombres que puede
traer una ausencia de veintiséis años del teatro de los acontecimientos, y las
debilidades del juicio en el período septuagenario”.
"Aquella
inteligencia tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan
penetrantes que de una mirada forjaban una página de la historia, estaban
turbios, y allá en la lejana tierra veían los fantasmas de extranjeros, y todas
sus ideas se confundían, los españoles y las potencias europeas, la Patria,
aquella Patria antigua y Rosas, la independencia y la restauración de la
colonia; y así fascinado, la estatua de piedra del antiguo héroe de la
independencia parecía enderezarse sobre su sarcófago para defender la América amenazada".
Pasaron los años. "En 1872, siendo
Presidente, visité el Parque de Buenos Aires. Entramos en una sala donde había
varias piezas de artillería.
- ¿Qué cañones son estos? pregunté al
Comandante.
- Creo que son unas piezas que trajo el General
Pacheco del interior.
- "¡Las culebrinas de Mendoza! exclamé alborozado, echándome sobre una de ellas, con tanta efusión como si fuera un amigo de años ausente. Ordené que las sacasen al patio y las aprestasen para enviarlas a Mendoza, devolviéndole aquellas prendas, como devolví a San Juan otras dos".
Epílogo
Depende quien escriba este pedazo de historia, la
versión tendrá diferentes ribetes, sin embargo no parece ser que Sarmiento fue
a Francia a “pedir” que San Martín le “diera su bendición”, como afirman
algunos autores.
Al decir en ambos, y aunque no coincidieran
ideológicamente en casi nada, el respeto pudo más.
Bibliografía
EL FORJISTA. Sarmiento, el prócer de la
oligarquía. Capítulo 15 – El encuentro con San Martín. http://www.elforjista.com/sarmiento-1.htm
FAVALORO, R.G. 2009. ¿Conoce usted a San Martín? Buenos Aires.
Debolsillo, 272 p.
PCR. 2011. Cuando Sarmiento visitó a San Martín. Breves de la historia argentina. http://pcr.org.ar/nota/cuando-sarmiento-visito-a-san-martin/
PERRONE, J. Historia Argentina". https://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/
SACCHI, V. 2017. El encuentro de dos próceres.
Enfoque. https://www.diariodecuyo.com.ar/columnasdeopinion/
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