domingo, 28 de octubre de 2018

Sarmiento y San Martín. Un encuentro esperado


Sarmiento a los 35 años

Entre la admiración y el recelo, Sarmiento decide visitar y entrevistar a un San Martín exiliado y añoso, pero no por ello ignorante de lo que pasaba en su patria.

Un joven soberbio se entrevistó con un viejo pensador y estratega, a quien le tenía gran respeto aunque sus ideologías no coincidían. Ambos lo sabían.

Gregorio de Las Heras lo tenía al tanto a Gran Capitán de quien era este sanjuanino, por lo que nada lo iba a sorprender.

No es mucho lo que se sabe de la conversación en aquella entrevista entre un joven de 35 años y el viejo Libertador de 68, pero la documentación y sus pensamientos me permiten imaginar diálogos por momento intensos, pero respetuosos.

Depende quien escriba este pedazo de historia, la versión tendrá diferentes ribetes, sin embargo no parece ser que Sarmiento fue a Francia a “pedir” que San Martín le “diera su bendición”, como afirman algunos autores.

Al decir en ambos, y aunque no coincidieran ideológicamente en casi nada, el respeto mutuo pudo más.

El contexto de la época
España mantenía sus dominios desde Lima, y San Martín sabía que hasta que Perú no cayera en manos de las armas patriotas, la independencia sería solo un sueño en esa América Latina.

El pensamiento de Bolívar no coincidía con el de San Martín respecto a las prioridades. Impulsado por éstos y otros motivos, San Martín solicitó de Bolívar una entrevista en Guayaquil. 

Ambos se admiraban como militares y estrategas, sin embargo Bolívar deseaba el mando, el poder y la gloria, mientras que San Martín tenía solo la obsesión para que los países americanos del sur se emanciparan.

El encuentro se produjo efectivamente en Guayaquil. San Martín, de mayor talla,  miraba hacia abajo buscando los ojos de su interlocutor, pero la baja estatura de Bolívar, y su costumbre de nunca mirar a la cara para hablar, marcaban la diferencia. San Martín presintió que de dicha conversación no saldría un acuerdo, y recordó lo que poco tiempo antes había manifestado:

“Durante diez años que he luchado contra los españoles, o más bien, que he trabajado en favor de estos países, porque yo sólo he tomado las armas por la causa de la Independencia, lo único que he deseado es que este país sea gobernado por sus propias leyes, sin sufrir ninguna influencia extraña. Por lo que hace al sistema político que adoptará, yo no tengo derecho de intervenir en ello.

Mi solo objeto es poner al pueblo en estado de proclamar su Independencia, y de restablecer el Gobierno que mejor le convenga. Hecho esto, yo miraré como terminada mi misión, y me alejaré”.

San Martín creyó haber encontrado la solución de las dificultades, y como si contestase al pensamiento íntimo del Libertador: 

“Y bien, General, le dijo, yo combatiré bajo sus órdenes. No hay rivales para mí cuando se trata de la Independencia americana. Esté usted seguro, General; venga al Perú; cuente con mi sincera cooperación; seré su segundo”.  

Bolívar creyó en la sinceridad del ofrecimiento, pero vaciló, y, en seguida, se excusó de no poder aceptar aquel ofrecimiento generoso.

En una carta a Bolívar, decía San Martin:

“Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra; desgraciadamente yo estoy firmemente convencido, o que Vd. no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa”. 

Como resultado de este encuentro el correntino, se retira, primero a su país, y luego, a sus 48 años, a la Europa que conocía bien. Su precoz viudez y su seguridad comprometida por los seguidores de Rivadavia ayudaron a la decisión.

Mientras tanto…

Cuando la patria cumplía un año de su declarada libertad de 1810, en San Juan nacía Domingo Faustino Sarmiento. Un año después regresaba, a este territorio José de San Martín, con sus 34 años, a cumplir su destino de gloria, desde el Combate de San Lorenzo hasta sus triunfos en Chile y Perú.

Todos recordamos la intensa vida que hizo San Martín en tan poco tiempo, y a pesar de ello se ganó el mérito de ser el “Padre de la Patria” (… que con gusto le hubiese gustado compartir con Belgrano).

Transcurrieron apenas 12 años entre que regresó de España con su formación política y militar y el día que tuvo que exiliarse en Europa, para siempre, aunque en ese período intentó volver para ayudar a su patria.

Los días de Sarmiento

Sarmiento tenía solo 13 años cuando San Martín se fue al exilio, pero su capacidad y formación le permitieron tener, ya adulto, gran admiración por el Libertador.

El sanjuanino se sentía ligado a San Martín por recuerdos imborrables de infancia y por un hecho trascendental de su vida: el primer escrito que publicó en la prensa chilena el en 1841, titulado "12 de Febrero de 1817" describía Batalla de Chacabuco.

En efecto, el mismo tuvo tal aceptación que le abrieron las puertas de la sociedad intelectual de Santiago de Chile y el puesto de editorialista del histórico periódico "El Mercurio".

En 1846 Sarmiento trabajaba para el gobierno chileno, quien decide financiarle un viaje por Europa y los Estados Unidos para que estudie la instrucción primaria en esos países.

Pero existía otra razón. Es posible que su mentor, el ministro Montt, quisiera alejarlo de la política chilena porque sus opiniones le habían causado más de un inconveniente al gobierno.

Sarmiento inicia su viaje, y precisamente en su  libro “Viajes” relatará las apreciaciones sobre ese periplo.

Al arribar a Montevideo, el sanjuanino realiza un exaltado elogio de los extranjeros que hostigaban a su país, pero descalificó a los orientales a quienes acusó de que sólo se preocupaban por beber en las pulperías en vez de estar abocados a la defensa de la ciudad.

Luego pasó a Brasil permaneciendo un mes en Río de Janeiro para luego embarcarse con rumbo a Francia. En el país vecino escribió unas palabras que vuelven a desmentir su pretendido interés por la libertad, y que seguramente serían motivo de enojos cuando entrevistara a su admirado San Martín.

“Yo no comprendo la república sino como la última expresión de la inteligencia humana, y me desconfío de ella cuando sale del interior de los bosques, de las provincias lejanas de la capital, el rancho del negro o del espíritu de insubordinación de algún caudillo de jinetes”.

El encuentro
Sarmiento quería cumplir su sueño de conocer personalmente a San Martín y para ello hecho mano a toda su astucia. Llevaba para San Martín una carta del General  Las Heras, presentándolo como un joven patriota que iba a estudiar problemas de educación, enviado por el gobierno chileno.

En 1846, Sarmiento llegó a la localidad de Grand Bourg en Francia, para cumplir uno de sus sueños: conocer al ilustre General José de San Martín. Lo introdujo en Grand Bourg don Manuel Guerrico, un amigo de Juan Manuel de Rosas emigrado a Francia.

Se instaló durante varios meses cerca de la casa de San Martín, en un establecimiento de cría de gusanos de seda, técnica que quería exportar a América.

San Martín vivía retraído en su casa, quizás por sus serios problemas de visión, sin embargo la carta de Las Heras (su amigo y compañero en el Ejército de Los Andes), le permitió abrirle la puerta.

¿El diálogo?

Nada me impide imaginarme esta conversación y tratar de reproducirla como si realmente hubiese existido. En realidad parte de ella es textual, hasta donde se sabe:

SM _ Buenas tardes joven, pase usted.

S_ Gracias General por recibirme. He deseado siempre este momento.

SM_ Cuando el General Las Heras me anunció que usted venía recordé inmediatamente a uno de mis hombres en Chacabuco, Capitán de Milicias, con su mismo apellido.

S- Fue mi padre señor. No crea usted que recién lo conozco ahora. Mi padre, Don Clemente, luchó a su lado y fue el responsable de conducir hasta San Juan los prisioneros godos. Yo vi llegar a los prisioneros.

SM - ¿Pero? ... Debía usted ser muy niño...

S_ Seis años justos, pues he nacido el 15 de febrero y siendo el 11 de 1817 la batalla, los prisioneros han de haber llegado el 20 a más tardar.

SM_ Es raro acordarse.

S_ Me acuerdo como si fuera hoy. 

SM_ Esa campaña fue terrible. Cruzar esa inmensa cordillera, batallar todo el tiempo, y luchar contra extraños y propios.

S_ ¿Quiénes fueron los propios?

SM_ Desde algunos pocos desertores hasta el propio Bolívar.

S_ Pero usted admiraba a Bolívar

SM_ Si, y lo sigo haciendo, pero no nos pudimos poner de acuerdo en como encarar la lucha contra los godos y libertar a nuestros países de América del Sur.

S_ ¿Qué cosas lo acompañaron cuando regresó a su patria?

SM_ Solo recuerdos y mis culebrinas (pieza de artillería larga pero de bajo calibre), fabricadas por Fray Luis Beltrán, el “cura funde campanas”, ya que fabricaba todas las armas con metales fundidos, incluyendo las campanas de las iglesias de Mendoza.

S_ Señor, tengo un duda y quisiera de su boca una respuesta ¿Usted admira al tirano Rosas?

SM_ Claro, particularmente por su política exterior y la defensa de la soberanía.

S_ Pero, Rosas fue un asesino durante el tiempo que gobernó.

SM_ También he sabido de su implacable persecución a quienes no pensaban como él y no lo comparto, pero al fin, ese tirano de Rosas, que los unitarios odian tanto, no debe ser tan malo como lo pintan cuando en un pueblo tan viril se puede sostener veinte años.

La cara de Sarmiento se transformó, ya que no entraba en su cabeza que el Libertador admirara a su peor enemigo. San Martín le leyó el gesto y dijo

SM_ Es más, como una prueba de la satisfacción que como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla, he decidido en mi testamento que el sable corvo que me acompañara tantos años le sea entregado a él.
Sarmiento malhumorado se despidió de esa primera entrevista, mascullando lo que más tarde escribiría como resultado de ella.

San Martín al referirse a Sarmiento (que en ese momento tenía 35 años), en una carta al general Las Heras, expresó: "la aplicación e instrucción de este joven compatriota lo hacen acreedor a toda consideración, pudiendo asegurarse, desde ahora, que tendrá un porvenir distinguido...".

Sarmiento había escrito sobre Chacabuco y Maipú, contribuyendo con su pluma a restaurar en Chile la gloria del Libertador, y San Martín quedó envuelto por el  talento de ese hombre nuevo (el “profeta de la pampa” como lo llamaba Ricardo Rojas), y en 1847 le permitió que en el  Instituto Histórico de Francia diese una conferencia sobre la entrevista de Guayaquil, tema que el héroe desterrado prefirió siempre evitar.

Sarmiento acababa de ser nombrado miembro del Instituto, y con esa disertación denominada “San Martín y Bolívar” se incorporó a la misma.

Hubo entre uno y otro un vínculo, sin duda alguna, lo que explica que San Martín asistiera al acto del Instituto para oír hablar en público de lo que nunca, ni en privado, quiso hablar.

Sarmiento, en una carta a su amigo Antonino Aberastain, fechada en París, le dice:

 "A una legua de Mainville, no lejos de la margen del Sena, vive olvidado don José de San Martín, el primero y el más noble de los emigrados. He pasado con él momentos sublimes que quedarán para siempre grabados en mi espíritu".

En uno de sus últimos textos sobre el tema, "Las culebrinas de San Martín" rememora como San Martín recordaba a su padre: "Hizo más franca y cordial nuestra primera entrevista, una feliz reminiscencia del General".

Su carácter díscolo no le impidió referirse algún tiempo después al resultado de estas entrevistas, menospreciando a quienes pensaban diferente.

-      “San Martín es el ariete desmontado, ya que sirvió a la destrucción de los españoles; hombre de una pieza; anciano abatido y ajado por las revoluciones americanas, ve en Rosas al defensor de la independencia amenazada, y su ánimo noble se exalta y ofusca”.

Precisamente el Libertador seguía sosteniendo las mismas ideas de siempre, por eso fue que apoyaba a Rosas ante la agresión de las potencias europeas, su sentimiento por el  patriotismo latinoamericano estaba intacto,
Pocos días antes de esa entrevista le había escrito a Rosas diciéndole que la lucha que estaba librando era tan trascendente como la que se había luchado por la emancipación de España.

Sarmiento en 1851 escribió:

 “A la hora de su muerte acordose que tenía una espada histórica. Creyendo y deseando legársela a la patria, se la dedicó al general  Rosas, como defensor de la independencia americana…

“No murmuremos de este error de rótulo de la misiva, que en su abono tiene su disculpa en la inexacta apreciación de los hechos y de los hombres que puede traer una ausencia de veintiséis años del teatro de los acontecimientos, y las debilidades del juicio en el período septuagenario”.

"Aquella inteligencia tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan penetrantes que de una mirada forjaban una página de la historia, estaban turbios, y allá en la lejana tierra veían los fantasmas de extranjeros, y todas sus ideas se confundían, los españoles y las potencias europeas, la Patria, aquella Patria antigua y Rosas, la independencia y la restauración de la colonia; y así fascinado, la estatua de piedra del antiguo héroe de la independencia parecía enderezarse sobre su sarcófago para defender la América amenazada". 
  
Pasaron los años. "En 1872, siendo Presidente, visité el Parque de Buenos Aires. Entramos en una sala donde había varias piezas de artillería.

-      ¿Qué cañones son estos? pregunté al Comandante.

-      Creo que son unas piezas que trajo el General Pacheco del interior.

-   "¡Las culebrinas de Mendoza! exclamé alborozado, echándome sobre una de ellas, con tanta efusión como si fuera un amigo de años ausente. Ordené que las sacasen al patio y las aprestasen para enviarlas a Mendoza, devolviéndole aquellas prendas, como devolví a San Juan otras dos".

Epílogo

Depende quien escriba este pedazo de historia, la versión tendrá diferentes ribetes, sin embargo no parece ser que Sarmiento fue a Francia a “pedir” que San Martín le “diera su bendición”, como afirman algunos autores.

Al decir en ambos, y aunque no coincidieran ideológicamente en casi nada, el respeto pudo más.


Bibliografía

EL FORJISTA. Sarmiento, el prócer de la oligarquía. Capítulo 15 – El encuentro con San Martín. http://www.elforjista.com/sarmiento-1.htm

FAVALORO, R.G. 2009. ¿Conoce usted a San Martín? Buenos Aires. Debolsillo, 272 p.
PCR. 2011. Cuando Sarmiento visitó a San Martín. Breves de la historia argentina. http://pcr.org.ar/nota/cuando-sarmiento-visito-a-san-martin/
PERRONE, J. Historia Argentina". https://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/

SACCHI, V. 2017. El encuentro de dos próceres. Enfoque. https://www.diariodecuyo.com.ar/columnasdeopinion/

VAN HAUVART, C. y DUART, D. 2016. - San Martín y Sarmiento, frente a frente. "https://www.lanacion.com.ar/13

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