martes, 19 de marzo de 2019

Una interpretación libre de la “conquista” del “desierto”



Dos archiconocidos (Rosas y Roca), se encargaron de “conquistar el desierto”, es decir echar a los nativos de las tierras que ocupaban.

Ya empezamos mal. Ni conquista, ni desierto: NEGOCIOS, disfrazados de historias épicas, aunque con diferencias marcadas.

Hicieron cosas parecidas… pero diferentes, y pocos se acuerdan de los que “les allanaron el camino” como el Gobernador de Buenos Aires (Martín Rodríguez), ni los de Santa Fe que combatían a los originarios del litoral.

Ni la lucha contra los pueblos nativos empezó con Rosas, ni terminó con Roca.
Los dos lo hicieron en nombre de la soberanía. Uno para “evitar acciones del gobierno chileno sobre la Patagonia”, otro para “ampliar la frontera agropecuaria”, pero ambos para repartir tierras.

Armar un paralelo entre estas dos acciones no es tarea fácil, ya que las bibliotecas están muy repartidas y parciales.

Lo de Rosas, llamada “campaña al desierto”, en realidad fue conquista (ganar, mediante operación de guerra, un territorio, población o posición), y lo de Roca, fue avasallamiento (sujetar, rendir o someter a obediencia, haciendo súbditos o vasallos de algún rey o señor).

¿Cómo se puede hablar de conquista del desierto cuando buena parte del territorio a conquistar, particularmente la primera, eran las tierras más fértiles de nuestro territorio?

Rosas y Roca hicieron cosas parecidas…pero diferentes, y pocos se acuerdan de los que “les allanaron el camino”, con autoría intelectual o con acciones concretas.

Estanislao Zeballos (político rosarino de la generación del ´80), plantea, en La conquista de quince mil leguas:
“Estamos en la cuestión fronteras como en el día de la partida: con un inmenso territorio al frente para conquistar y con otro mas pequeño a retaguardia para defender, por medio de un sistema débil y desacreditado.
No incumbe su responsabilidad a un hombre ni a un gobierno. Es la herencia recibida de la Madre Patria, que conservamos fielmente, a pesar de haberla hallado controvertida y de que nuestra corta bien que dolorosa experiencia la condena.
Avanzar por medio de líneas artificiales y permanentes para ir conquistando zonas sucesivas: tal es el sistema español de frontera, reducido a su expresión mas sencilla”.
“El vasto territorio comprendido entre Choele-Choel y Carmen de Patagones es recorrido frecuentemente por los indios que van de la Pampa unas veces y de los valles orientales de los Andes las otras; pero una vez realizada la gloriosa batida en la llanura, acampadas en triunfo nuestras tropas sobre la margen del río Negro, sin enemigos a retaguardia, aquellos campos se verán libres de salvajes, y las estancias de argentinos y de ingleses que ya se acercan a Choele-Choel, prosperarán tranquilas y seguras, sirviendo de base a nuevos centros de población y de trabajo”
¿Cómo se puede hablar de “herencia recibida de la Madre Patria”? Los representantes de la misma tomaron lo que ya tenía dueño, y en vez de intentar compartirlo les resultó mas fácil eliminarlos.

Roca le agrega a este libro una carta introductoria dejando claro que Zeballos no hacía otra cosa que exponer sus propias ideas.

Ni la lucha contra los pueblos nativos empezó con Rosas, ni terminó con Roca. Los dos lo hicieron en nombre de la soberanía. Uno para “evitar acciones del gobierno chileno sobre la Patagonia”, otro para “ampliar la frontera agropecuaria”, pero ambos para repartir tierras.
Armar un paralelo entre estas dos acciones no es tarea fácil ya que las bibliotecas están muy repartidas y parciales. 

Los antecedentes

Las luchas con los nativos, entre españoles primeros y criollos después, duraron casi 370 años en nuestro territorio. Es fácil imaginarse que en casi 4 siglos las relaciones tuvieron vaivenes entre convivencia más afectos y pelea más muertes.

Es por esto que entender el “problema” indígena es complejo si no acotamos el tiempo y nos referimos a un momento concreto.

Las tribus coexistentes en el momento de la llegada de los españoles no eran ni chilenas ni argentinas, y a pesar de ello las “internas” ya existían.

El nativo no siempre maloqueó ni el “cristiano” no siempre asesinó, sin embargo el balance final de la historia dio “un ganador”, y es por eso que el “problema” debemos estudiarlo teniendo en cuenta la mayor cantidad de antecedentes:
   1515: Juan Díaz de Solís emprendió lo que sería su último viaje en la búsqueda del pasaje transoceánico. Al llegar a estas costas sudamericanas se adentró en el estuario, de lo que luego sería llamado Río de La Plata. Viendo indígenas en la costa oriental, intentó desembarcar con algunos de sus tripulantes con la sola misión de apoderarse de lo ajeno en nombre de Dios y del Rey. 
Solís y los suyos fueron atacados por un grupo de indígenas que los ejecutaron ante la mirada del resto de los marinos desde los barcos. Los cadáveres fueron asados y devorados por los indígenas, que algunos autores identificaron como Charrúas.
1526: Sebastián Gaboto salió de España con la intención de hacer el      recorrido bioceánico a través del Canal de Magallanes, pero al llegar a estas tierras se sintió tentado por los mitos y leyendas del Rey Blanco, con palacio de paredes de plata y tesoros de todo tipo. Abandonó su misión inicial y se internó por el río Paraná donde fundo el Fuerte Sancti Spiritu, primera población española en estas tierras.


Los pobladores del fuerte, fieles a su espíritu conquistador comenzaron a esclavizar y a maltratar a los nativos. Los caciques Siripo y Marangoré se rebelaron contra los invasores, y en setiembre de 1529 redujeron el fuerte a ruinas, incendiándolo y dejando unos pocos sobrevivientes.

     1536: Pedro de Mendoza fundó sobre la margen austral del Río de la Plata, un puerto defendido por dos primitivos fuertes al que llamó Santa María del Buen Ayre. En este sitio se estableció junto con sus expedicionarios, a quienes les empezó a repartir tierras que no eran de él y que seguramente sus verdaderos propietarios no estaban dispuestos a tolerar mucho tiempo. 
Apenas instalados, los españoles descubrieron una gran hueste de indios Pampas Querandíes, de al menos 3.000 hombres, quienes, a pesar de todo, les dieron obsequios y alimentos y se mostraron afables con los recién llegados, pero al poco tiempo comenzaron los problemas. 
La ciudad, por impericia de su fundador, estaba establecida en una zona baja e inundable, pantanosa e insalubre. Durante dos semanas los Querandíes abastecieron a los españoles. El maltrato de algunos españoles a los indígenas motivó que estos dejaran de frecuentar el campamento abasteciéndolos con alimentos. 
La falta de comida obligó al adelantado a enviar guarniciones en todas direcciones a buscarla para paliar la hambruna. Deseoso de terminar con el problema, don Pedro envió un ejército comandado por su hermano Diego de Mendoza para atacar “a cualquier precio, matando a todos los indígenas y apropiarse de su pueblo”.
Ambos bandos se enfrentaron en el "Combate de Corpus Christi", el 15 de junio de 1536, cerca de la Laguna de Rocha. En el enfrentamiento los indios vencieron y exterminaron a dos tercios de las tropas españolas.
El éxito de este combate dio confianza a los Querandíes, que comenzaron a atacar con más y más frecuencia la ciudad, impidiendo que los españoles saliesen de sus refugios para conseguir alimentos. De esta forma, a la enfermedad y la violencia se sumó la inanición como causa común de muerte entre los conquistadores.
A finales de junio los indígenas reunieron un gran ejército, de 23.000 lanzas entre Querandíes, Guaraníes, Charrúas y Chanás. Tras fracasar en asaltar sus defensas se dedicaron a asediarla. Finalmente, en diciembre de 1536 los Querandíes consiguieron por primera vez vulnerar las defensas de la ciudad, penetrar en ella e incendiarla, provocando su destrucción total.
1626: Durante el siglo XVII se produjeron en el Tucumán dos grandes sublevaciones indígenas históricamente conocidos como “Levantamientos Calchaquíes”. El primero de ellos ocurrió entre los años 1626 y 1637 y el segundo entre 1657 y 1667.
Los Quilmes fueron una de las más célebres parcialidades de la etnia Diaguita que habitaba el oeste de la actual provincia de Tucumán. Su principal población, fue destruida por los españoles en 1667.
Los Quilmes sobrevivientes y apresados fueron “arriados” a pie en forma masiva y compulsiva más de 1.200 km desde Tucumán hasta la reducción de Exaltación de la Santa Cruz, casi a orillas del Río de la Plata.
 “Los sobrevivientes al traslado fueron utilizados como mano de obra en actividades propias de la ciudad, así como en la producción agrícola. Con esto se resolvía un grave problema de la sociedad colonial porteña para desarrollar las actividades productivas, frente a la escasez de mano de obra indígena”.
1717: A pesar que durante la época de los Virreyes se comienza a planificar el exterminio de los indios Pampas, hubo momentos en que la comunión de las partes era posible, tal es el caso del cacique Mayupilquián, a quien el Cabildo de Buenos Aires le confiere el título de Guarda Mayor para el control de la frontera.
1760: comienza un plan sistemático, aunque no muy bien ordenado, para  el exterminio del “indio” que comenzaba a comprometer los negocios de los hacendados. A partir de aquí se empieza a desarrollar la política de “indios amigos” e “indios enemigos”.

Más de 50 tratados de paz fueron firmados entre 1662 y 1884, año en que se borran las últimas esperanzas de compartir con los nativos espacios comunes en igualdad de condiciones.
Para aquella época se estima que en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, La Pampa, San Luis, Neuquén y Rio Negro, había algo más de 15 cacicazgos de las etnias Tehuelches, Mapuches, Ranqueles y Vorogas (o Borogas).

1790: Fue el cacique Tehuelche o Puelche llamado Lorenzo (Calfilquí), quien definió claramente su postura diciendo “Hay lugar suficiente para indios y cristianos. Armonía es posible y útil, pero si buscan pelea, tendrán pelea”. Lamentablemente las tratativas de paz quedaron en la nada y los enfrentamientos continuaron.

1806: Luego de la Primera Invasión Inglesa, las comunidades indígenas de la actual Provincia de Buenos Aires, le ofrecieron al Cabildo su ayuda para derrotar “a los colorados”. Estos ofrecimientos no fueron aceptados plenamente por los cabildantes, temerosos que miles de indígenas armados fuesen un riesgo para la tranquilidad de la ciudad. Aceptaron que custodiasen la costa de la actual provincia de Buenos Aires, sin entrar en los poblados.


El Batallón de Naturales combatieron a sangre y lanza a los ingleses, oportunidad en que estos fueron definitivamente rechazados. Pasado el hecho se condecoraron a los líderes aborígenes, considerados “fieles hermanos”.

1810: El Coronel Pedro Andrés García (español que quedó a cargo del Regimiento 4º), fue comisionado a las Salinas Grandes a buscar sal (insumo básico para el momento), para abastecer a Buenos Aires.

Este yacimiento estaba en pleno enclave de los nativos. Su segunda intención fue “detectar” a los caciques amigos y a los hostiles.
Luego de dos meses García encontró respuesta de una parcialidad para compartir las salinas, y fueron a los caciques (Epumer, Quinteleu, Pallatur y Antenau), a quienes se le escucharon estas frases dichas al Coronel:
 “Yo fui criado donde se respeta a los mayores y se hacen parlamentos y acuerdos de los que nunca nos separamos”.
“Ningún cacique va a faltar a los tratados de paz, pero que a ningún cacique ni sus gentes se estorbe por entrar a Buenos Aires” 
“La laguna es de todos los hombres, como los pastos del campo a los animales”
“Mi padre me enseñó a respetar la tierra y a vivir en paz con todos, y nunca hacer la guerra sino en defensa. Que los que buscan pendencias salen al final descalabrados”
El Coronel García, si bien era desconfiado de los nativos, dejó asentado en sus notas que era “crítico de la política equivocada de los españoles de querer sujetar a los indios con las bayonetas”.
Producida la Revolución de Mayo, a mediados de 1810, la Primera Junta negó auxilios militares a los indígenas de las Salinas Grandes que los solicitaban para defenderse de los intentos de Carripilún por tener derechos exclusivos de explotación de la sal.
En agosto de 1810, a raíz de un castigo a un grupo de indígenas en Carmen de Patagones, se produjo un ataque tehuelche sobre el Fuerte San José y el Destacamento de Villarino (fuente de agua dulce), en Chubut, quedando destruidos, mientras que la escasa guarnición debió huir quedando algunos cautivos y otros muertos.
1816: José de San Martín, como a muchos de su generación (Belgrano, Castelli, Artigas, Dorrego, Moreno), participaron de una ideología política en que los nativos formaban parte de una nación que estaba pariendo. Él fue quien decía “nuestros paisanos los indios”.
Cuando propone como táctica la “guerra de zapas” para el Cruce de los Andes, incluye a los Pehuenches del sur de Mendoza, con quienes tiene varios encuentros o “consultas”, a los fines de sellar alianzas para la provisión de pertrechos y caballada, y aprovecharse de algunos caciques infieles para engañar a los realistas en Chile sobre el lugar en que cruzaría para dar batalla.

Fue en el parlamento de San Martín con el cacique Ñacuñán llevado a cabo en el Fuerte de San Carlos (Mendoza), cuando a este se le escuchó decir “Todos los Pehuenches, a excepción de tres caciques que nosotros sabremos contener, aceptamos tus propuestas”.

En la segunda reunión en El Plumerillo, San Martín manifiesta a los caciques (y es escuchado por Manuel Olazabal), “yo también soy indio” y “necesito pasar los Andes pero para ello necesito licencia de ustedes, que son los dueños del país”. A partir de ese momento los caciques y capitanejos lo abrazaron al grito de “viva el indio San Martín” y “moriremos por el indio San Martín”.

1819: El delegado directorial Feliciano Chiclana firmó el Tratado de Paz de Chranantue con los ranqueles de Carripilún. Éste se comprometió a entregar a los españoles, ladrones y bandoleros que hubiera en sus tolderías y al año siguiente falleció.

1820: El malón fue una táctica sistemática de guerra en aquellos períodos que podemos llamar “de fusión” en que “cristianos” (…y no tanto) y nativos efectuaban alianzas temporales en función de sus intereses. Algunos de estos eran solo territoriales, pero la mayoría eran económicos.
El 1 de febrero de 1820, luego de la Batalla de Cepeda, en la que los caudillos federales con la participación de los ranqueles, vencieron al Directorio , comenzó la Anarquía del Año XX.
El país en marcha estaba ocupado con las guerras de la independencia y más tarde con las guerras civiles de unitarios y federales. Durante el primer cuarto del 1800 el malón fue la táctica utilizada para arrasar poblaciones y robar mujeres y ganado, pero casi siempre como respuesta a un convenio no cumplido.
Muy lentamente y con grandes esfuerzos, la débil frontera fue extendiéndose hacia el desierto cobrando notoriedad las tres Campañas de Martín Rodríguez contra los indígenas que el ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires efectuó entre 1820 y 1824. 
Desde el gobierno de Martín Rodríguez en la provincia de Buenos Aires se hablaba de exterminio. Él ya decía “primero exterminaremos a los nómades y luego a los sedentarios”.

     1821: Rodríguez logró rechazar en Chapaleufú un ataque con un saldo de 150 indígenas muertos o heridos, al día siguiente las tropas retornaron a Buenos Airsin haber logrado su objetivo. 
Había partido su primera campaña desde Buenos Aires un año antes con 1.600 soldados con el objeto de realizar una represalia contra los ranqueles, que, bajo las órdenes del General chileno José Miguel Carrera, habían atacado y arrasado a Salto.
1823: Partió la segunda campaña con 2.500 soldados con la intención de avanzar la frontera de la provincia de Buenos Aires hacia el sur y el oeste.
1824: Partió la tercera campaña con 2.420 soldados y 7 piezas de artillería con la idea de establecer la frontera en el río Negro. Por la inexperiencia de Rodríguez, ninguna de estas tres campañas tuvo resultados “positivos”.
1825: El cacique ranquel Pallastrus, descontento por la interrupción de los regalos, amenazó Sampacho e invadió San Lorenzo, el Morro y Portezuelo en San Luis, logrando que se reanudara la entrega de regalos. La paz en esa zona, aumentó el conflicto sobre Buenos Aires. Juan Manuel de Rosas fue encargado para reconocer el territorio entre el cabo Corrientes y el camino de Buenos Aires a las Salinas Grandes.
En diciembre de ese año por orden del Gobernador Las Heras, Rosas junto con delegados de Santa Fe y Córdoba firmó el Tratado de la Laguna del Guanaco (al norte de Santa Rosa – La Pampa), con 39 caciques y 50 representantes indígenas dirigidos por Chañil. Además de la paz, se pactó la entrega a los indígenas de raciones y vacunas contra la viruela.
Los nativos mantuvieron la paz y el gobierno de Buenos Aires cumplía con las promesas (yeguas, alcohol, tabaco, yerba y azúcar), sin embargo Rivadavia, con la excusa de la guerra con Brasil rompió el pacto y provocó la reacción de los caciques.
La paz tampoco significaba que no hubiese malones ya que los jefes borogas y ranqueles no estaban en condiciones de controlar a toda su gente. Claro está que ya no eran los “malones de guerra” ocurridos entre 1821 y 1825
1826: El Coronel (de origen prusiano), Federico Rauch realizó tres campañas militares durante las cuales la frontera se estableció desde Melincué, pasando por Junín, 25 de mayo y Tapalqué, hasta el cabo Corrientes.
Las mismas se caracterizaron por el comando de un gran número de soldados y lo sangriento de sus actos. Arbolito, un indio ranquel, vengó a los suyos con el degüello del Coronel Rauch en el Combate de Las Vizcacheras.
1828: Fuerzas irregulares de San Luis, rompiendo el tratado de paz, atacaron una toldería ranquel y en diciembre regresaron con 600 hombres en un nuevo ataque, pero fueron masacrados por los ranqueles en la laguna del Chañar.

Opiniones
Buena parte de la bibliografía indica, al referirse a las campañas:
“se conquistaron grandes extensiones de territorio que se encontraban en poder de pueblos originarios mapuche, ranquel y tehuelche. Se incorporó al control efectivo de la República Argentina una amplia zona de la región pampeana y de la Patagonia, que hasta ese momento estaba dominada por los pueblos indígenas”.
Analicemos esto.
·         No es que los mapuches, ranqueles y tehuelches se encontraban “en poder” de las tierras, simplemente las habitaban desde hacía muchos años. Aunque no se llamaban mapuches, ranqueles o tehuelches, hace 12.000 años ya estaban por el sur, y hace unos 8.000 años por Córdoba, Catamarca y San Luis. 
·         Es cierto que buena parte de la región pampeana y patagónica estaban “dominadas” por las poblaciones nativas, ya que exactamente estos eran sus “dominios”, espacios donde nacieron y se criaron. 
·         Incorporar estas regiones al “control efectivo de la República Argentina”, significó simplemente saqueo de territorio, en nombre de lo que este país había “heredado” de los españoles. Los españoles no eran dueños de nada para cederlo a quienes quisieran o fueran sus “herederos”, simplemente tomaron lo que no era suyo. 
·         A menos que sea cierto esto de Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón, todo lo demás es una excusa de pura base semántica.
San Martín, Belgrano y Castelli, a quien nadie puede enrostrarles ambición por las cosas materiales y la tenencia de tierras, promovían “alianzas con nuestros hermanos los indios para cruzar por sus territorios”, “respeto por sus conocimientos del territorio, y alianzas para la lucha contra los españoles”.
Los hechos son actualmente objeto de debate y visiones diferentes. La posición oficial y “tradicional” argentina sostiene que se trató de una gesta militar y una guerra legítima respecto de la efectiva soberanía de la República Argentina sobre territorios heredados del Imperio español, y que respondió a las matanzas y robos perpetuados por los malones indígenas sobre la frontera.
No existían los malones cuando los españoles llegaron a estas tierras. Se produjeron 300 años después, en parte por la facilidad de robar vacunos y yeguarizos frente a la difícil caza de guanacos (una de las escasas fuentes de proteínas).
Contra esa postura oficial, políticos y periodistas argentinos de la época, denunciaron en aquel momento lo que consideraron un "crimen de lesa humanidad" cometido por el Ejército Argentino.
La posición tradicional de las comunidades mapuche, tehuelche y ranquel sostiene que se trató de una invasión ilegítima de los argentinos sobre territorios ocupados ancestralmente.
Otra postura argentina cuestiona el accionar del Estado argentino contra las naciones indígenas, tanto por la violencia con que se desarrolló la conquista, como por la imposición unilateral, la insuficiencia de derechos y el objetivo de beneficiar a un grupo de terratenientes.
Una opinión más reciente, compartida por las comunidades indígenas, un sector argentino, y estudiosos de otras nacionalidades, sostiene que se trató de un genocidio y un etnocidio institucional.
Las campañas al desierto con el objetivo de correr la frontera de los nativos y/o la extinción por parte de Juan Manuel de Rosas (1833 y 1834), y 50 años después, la de Julio Argentino Roca (1878 y 1885), fueron la respuesta a tanta locura desatada por las partes.
No es esta la circunstancia para detallar estrategias, tácticas y logística de las acciones de ambos, sin embargo haremos un simple repaso de las mismas. El Cuadro 1 lo resume. Las consecuencias son lo único importante para entender estos procesos.
La campaña de Rosas
Rosas, en su último mensaje dirigido a la legislatura provincial, expresó su plan de realizar una campaña al desierto para ir en contra de los indios enemigos:
“Hacendados, vosotros sabéis que la campaña y la frontera se encuentran hoy enteramente libres de los indios enemigos; que aterrados por los repetidos golpes de muerte que han sufrido en sus mismas tolderías, se han refugiado al otro lado del río Negro de Patagones y a las faldas de la Cordillera de los Andes.
Nuestras divisiones acampan o corren sin recelo desde la laguna grande de Salinas hasta las márgenes del río Negro. Un esfuerzo más y quedarán libres para siempre nuestras dilatadas campañas y habremos establecido la base de nuestra riqueza pública, y acabado la empresa que ha burlado por más de dos siglos el valor y la constancia de nuestros mayores.
Vosotros prestareis con el patriotismo acostumbrado cuanto sea indispensable para expedicionar (sic) sobre los últimos asilos de los indios enemigos y para perfeccionar la población de nuestras fronteras. La nueva administración tendrá la gloria de coronar al fin esta grande obra.
La política de “indios amigos” llegó a su momento de plenitud durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas en 1830, que la llamaba “negocio pacífico con los indios”, cuyo objetivo era acercar a las tribus amigas a la línea de frontera y aislar de alguna manera a las hostiles, que quedarían alejadas.
En realidad el gran enemigo a vencer era Chocory, un cacique “chileno” considerado un bandolero y ex socio de los Pincheira, que se estableció por la fuerza en la isla Choele-Choel, verdaderos centro de “peaje” entre la pampa y la cordillera por el “camino de los chilenos”.
Las tribus de Catriel, Coliqueo y Chipitruz entre otros formaron parte de aquel cordón amistoso. Esta “amistad” se quebraba cada vez que los tratados de paz no se cumplían por parte del gobierno, que no respetaba los pedidos de ropa, alimento, alcohol, armas y fundamentalmente “sus campos”.
Las “internas” entre los nativos (que no eran pocas), y los incumplimientos sistemáticos de los acuerdos, conformaron un ambiente hostil que se tradujo en ataques de los malones de indios “enemigos”.
A pesar de las buenas relaciones con su aliado ocasional, el General Manuel Bulnes en Chile, Rosas recelaba de sus actitudes y quería ocupar Neuquén manteniendo la soberanía en esos pagos.
La campaña se organizó en tres columnas principales:
  • Quiroga, con la División Auxiliares de los Andes, avanzaría por el río Desaguadero y el Atuel en busca de Yanquetruz y luego se uniría a Rosas en el río Colorado. Al retirarse Quiroga queda al mando de José Ruiz Huidobro (comandante de la frontera sur de Córdoba) 

  • Rosas, desde la Fortaleza Protectora Argentina, avanzaría por la rastrillada de los chilenos a unirse con las fuerzas de Quiroga y atacar a Chocorí en la isla de Choele Choel para luego continuar hacia el País de las Manzanas o Neuquén. 

  • Aldao iría hacia el sur y Bulnes atacaría a los mapuches del sur de Llanquihue, del lado chileno.

Diálogos de campaña
       Los dichos de Darwin
La campaña también incorporó científicos, entre ellos Charles Darwin, que reunieron información sobre la zona recorrida. En el cuartel Rosas recibió, el 13 de agosto, la visita de Darwin, quien en su diario de viaje describió con horror parte de la campaña:
“Los indios formaban un grupo de unas 110 personas (hombres, mujeres y niños); casi todos fueron hechos prisioneros o muertos, pues los soldados no dan cuartel a ningún hombre. Los indios sienten actualmente un terror tan grande, que ya no se resisten en masa; cada cual se apresura a huir por separado, abandonando a mujeres e hijos. (...)

Sin disputa, esas escenas son horribles, ¡pero cuánto más horrible aún es el hecho cierto de que se da muerte a sangre fría a todas las indias que parecen tener más de veinte años! Y cuando yo, en nombre de la humanidad protesté, se me replicó: "Sin embargo ¿qué otra cosa podemos hacer? ¡Tienen tantos hijos esas salvajes!"

·           Las cartas de Rosas

Carta de Juan Manuel de Rosas al Coronel Pedro Ramos
“(...) Pero estos pricioneros no se descuide con ellos. Si alguno es de una importancia tal qe. meresca el qe. yo hable con el mandemelo, pero sino, lo qe. debe u. hacer es luego qe. ya enteramte. no los necesite para tomarles declaraciones, puede hacer al marchar un dia quedar atras una guardia vien instruida al Gefe encargado qe. me parece puede para esto ser bueno Valle, quien luego qe. ya no haya nadie en el campo, los puede ladear al monte, y alli fusilarlos.
Digo esto asi porqe. después de prisioneros y rendidos da lastima matar hombres, y los Indios qe. van con V. qe. lo vean aunqe. quizas les gustaria esto porqe. asi son sus costumbres, pero no es lo mejor. Mas como no hay donde tenerlos seguro vale mas q. mueran y no exponerse a que se vaian y causen algun mal. Si después echasen menos los Yndios a los dhos prisioneros, y le preguntasen los Cavezas q. se han echo los prisioneros puede u. decirles qe. habiendose querido escapar y teniendo orden la Guardia de qe. si los pillara por escaparse los fusilase había cumplido dha. orden.
El 25 de marzo de 1834 formó a la división en el Napostá (próximo a la actual ciudad de Bahía Blanca), y les dirigió la siguiente proclama:
¡Soldados de la patria! Hace doce meses que perdisteis de vista vuestros hogares para internaros en las vastas pampas del sur. Habéis operado sin cesar todo el invierno y terminado los trabajos de la campaña en doce meses como os lo anuncié.

Vuestras lanzas han destruido los indios del desierto, castigando los crímenes y vengando los agravios de dos siglos.
Las bellas regiones que se extienden hasta la cordillera de los Andes y las costas que se desenvuelven hasta el afamado Magallanes, quedan abiertas para nuestros hijos. Habéis excedido las esperanzas de la patria.

Entre tanto, ella ha estado envuelta en desgracia por la furia de la anarquía. ¡Cuál sería hoy vuestro dolor si al divisar en el horizonte los árboles queridos que marcan el asilo doméstico, alcanzarais á ver la funesta humareda de la guerra fratricida!

Pero la divina Providencia nos ha librado de tamaños desastres. Su mano protectora sacó del seno mismo de la discordia un gobierno fraternal, á quien habéis rendido el solemne homenaje de vuestra obediencia y reconocimiento.
¡Compañeros! Jurad aquí delante del Eterno que grabaremos siempre en nuestros pechos la lección que se ha dignado darnos tantas veces, de que sólo la sumisión perfecta á las leyes, la subordinación respetuosa á las autoridades que por ellas nos gobiernan, pueden asegurar la paz, libertad y justicia para nuestra tierra.

¡Compatriotas! que os gloriáis con el título de Restauradores de las Leyes, aceptad el honroso empeño de ser sus firmes columnas y defensores constantes.
Las divisiones del centro y derecha fracasaron en sus objetivos, sin embargo la de la izquierda logra empujar a Chocory hacia la cordillera (“al país de las manzanas”).
Concluida la Campaña de Rosas al desierto, éste firmó tratados de paz con caciques hasta entonces secundarios, que se convirtieron en útiles aliados. Al año siguiente se sumó el más importante de ellos, Calfucurá.
Hasta la caída de Rosas en 1852, no hubo malones en la Provincia de Buenos Aires, Calfucurá daba aviso de los posibles ataques de los pequeños grupos indígenas que no respondían a su mando y eran fácilmente contrarrestados. Sirvió también para distribuir el alcohol y las mercaderías que les enviaba Rosas, junto con vacunas para la viruela.
Se aseguró una precaria tranquilidad para los campos y pueblos ya formados, y se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia.
La campaña también sirvió para realizar levantamientos topográficos, mensurando áreas, balizando el Río Colorado y creando una línea de fuertes. El sistema de 21 postas establecido por Rosas desde San Miguel del Monte hasta Médano Redondo quedó atendido por 100 hombres y 600 caballos.
La Gaceta Mercantil de Buenos Aires publicó el 24 de diciembre de 1833 que la campaña de Rosas resultó en 3.200 indios muertos, 1.200 individuos de ambos sexos prisioneros y se rescataron en total unos mil “cristianos” cautivos.
El éxito obtenido por el Restaurador en la campaña aumentó aún más su prestigio político entre los propietarios de las estancias bonaerenses, que incrementaron su patrimonio al incorporar nuevas tierras y se sintieron más seguros con la amenaza indígena bajo control.
Los expedicionarios también recibieron tierras como premio. La legislatura de Buenos Aires, a pedido del gobernador Víamonte, otorgó a Rosas, en consideración a sus servicios en la campaña al desierto, la Isla Choele Choel.
Rosas teniendo en cuenta la posición estratégica de la misma renunció a este premio y la Junta admitió la devolución por Ley de 1834. En permuta le otorgó 60 leguas (140.000 hectáreas), en campos de la provincia donde no perjudicara a terceros.
Rosas repartió casi el 50 % de esas tierras entre personas que lo asistieron en la campaña.
El gobierno consideró a los premios como un estímulo poderoso para futuras campañas que completarían la obra de la expansión de la frontera. Sendos decretos reglamentarios dieron cuenta de la distribución de las 50 leguas (116.500 ha), entre los Coroneles que asistieron en la campaña.
La ley fijó la ubicación de estos premios en las inmediaciones del arroyo Sauce Grande, entre Bahía Blanca y Tres Arroyos.
Quedaba claro, geográficamente, que el “desierto” a repartir no era tal.
La campaña de Roca
Hacia la década de 1870 el conflicto entre argentinos e indígenas se hizo más agudo, debido al lento avance de la línea de frontera por parte del Estado y la instalación de nuevos fortines, así como por los ataques masivos o malones que los indígenas cometían contra los fortines, estancias y poblados argentinos.
Ese año hubo 13 grandes malones que les permitió arriar 200.000 cabezas de ganado a Chile. Pasaban los años y el malonaje crecía: 29 malones en 1871 y 35 en 1872. En 1873 muere Calfucurá con casi 100 años y la violencia en la frontera aminora.
Por otra parte, la organización en Argentina de una economía agroexportadora para proveer de alimentos a Inglaterra y en especial la invención del frigorífico, impulsó a los estancieros organizados en la Sociedad Rural Argentina, creada en 1866, a promover la ocupación efectiva de las tierras consideradas como “el desierto”.
En contraste con su antecesor Alsina, Roca creía que la única solución contra la amenaza de los indígenas era subyugarlos, expulsarlos, o asimilarlos, porque la política de contención en las fronteras a través de la Zanja de Alsina y la política de “indios amigos y enemigos” no había dado resultados satisfactorios.
En 1875 Roca le manifiesta al Presidente Avellaneda su propuesta militar, utilizando por primera vez la palabra "extinción":
A mi juicio, el mejor sistema para concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del río Negro, es el de la guerra ofensiva que fue seguida por Rosas que casi concluyó con ellos...
Después de que Adolfo Alsina muriera en 1877, el General Julio Argentino Roca fue nombrado nuevo ministro de Guerra por Avellaneda. Roca Opinaba:
¡Qué disparate la zanja de Alsina! Y Avellaneda lo deja hacer. Es lo que se le ocurre a un pueblo débil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos. Así pensaron los chinos, y no se libraron de ser conquistados por un puñado de tártaros, insignificante, comparado con la población china... Si no se ocupa la Pampa, previa destrucción de los nidos de indios, es inútil toda precaución y plan para impedir las invasiones. 
Estas palabras fueron casi una bravuconada de Roca. Ya casi no había indios en la pampa y Roca lo sabía antes de armar la campaña y reconocía que sus antecesores (por orden de Alsina), habían “hecho el trabajo”. Solo quedaban algunos grupos aislados con sus familias, escasos y poco organizados guerreros que no significaba peligro, mas aún si se cumplía con los arreglos y pactos.
Algunas justificaciones de la Conquista del Desierto han recurrido a argumentos relacionados con las circunstancias de la época. Por ejemplo, sostiene el historiador Roberto Ferrero:
La conquista del desierto era una necesidad histórica. Las tentativas de una acción civilizadora pacífica, en la que habían sacrificado sus vidas jesuitas y franciscanos en los siglos anteriores, habían fracasado porque no tenían en cuenta que los indios no sometidos aún estaban en otro estadio de la organización social. Se encontraban en una etapa pre agraria,.... al nivel de cazadores-recolectores (incluyendo el robo de ganado como una novísima forma de caza) ....
Contra esa naturaleza social de las tribus se estrellaron todos los esfuerzos por inculcarles formas más elevadas, que sólo podían ser producto de una larga evolución que la nación no podía esperar sin el peligro cierto de empobrecerse económicamente, perder la Patagonia a manos de Chile o ver surgir asomados a su frontera nuevos Estados bárbaros sometidos a la tutela imperialista.
Para darle un tinte épico y grandioso la expedición de Roca contó, además de los efectivos del Ejército Argentino con funcionarios, sacerdotes, periodistas, médicos, naturalistas y fotógrafos.
Entre ellos figuraron: Monseñor Mariano Espinosa, Remigio Lupo (corresponsal del diario La Prensa), los doctores Adolfo Doering y Pablo Lorenz, los naturalistas, Niederlein y Schultz, que estudiaron la flora, la fauna y la geología del territorio y el fotógrafo y retratista Antonio Pozzo.
Roca reconocía que a “su” periodista le costaba inventar hechos de la “hazaña” para hacer interesante las crónicas.
“Había” que hacer la expedición si o si, mostrar a la sociedad que se trataba de una guerra, y garantizar con títulos de propiedad al menos 15.000 leguas cuadradas (1 legua cuadrada = 2.331 ha) o sea unos 35 millones de hectáreas, que, en algunos años llegaron a mas de 40 millones de hectáreas.
Una ley autorizó la toma de un préstamo de 1.600.000 pesos fuertes, con la contraprestación de pagarlo con las tierras “ganadas a los indios” a los suscriptores del préstamo a razón de 400 pesos fuertes por legua cuadrada, con un límite entre 4 y 12 leguas cuadradas por persona.
La primera división, al mando de Roca (que llegó a Azul en tren), partir de Carhué en abril de 1879 con 1.900 soldados y 105 indígenas aliados, entrando el 25 de Mayo en la isla de Choele-Choel. En todo su recorrido no encontró un solo indio llegando luego a la confluencia del Limay con el Neuquén sin haber combatido. En junio, Roca regresó a Buenos Aires en barco desde Choele-Choel, quedando al mando el Coronel Conrado Villegas.
La segunda división, al mando del Coronel Nicolás Levalle, partió de Carhué con 325 soldados y 125 indígenas aliados pertenecientes al cacique Tripailao. Solo encontró 2 o 3 familias indígenas aisladas, hambrientas y a pie. Avanzó hacia Traru-Lauquen en la actual provincia de La Pampa, y enfrentó a Namuncurá.
La tercera división, al mando de Eduardo Racedo, partió de Villa Mercedes hacia Poitahué con 1.350 hombres, entre los que se contaban guerreros ranqueles de las tribus aliadas comandadas por los caciques Cuyapán y Simón.
La cuarta división, al mando de Napoleón Uriburu, partió desde San Rafael en abril rumbo a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. Esta división solo combatió con 14 lanceros, tomó 12 prisioneros y 72 mujeres y niños, dando muerte al cacique Baigorrita.
La quinta división, al mando del Teniente Coronel Hilario Lagos, partió de Trenque Lauquen. 

De acuerdo con la Memoria del Departamento de Guerra y Marina de 1879, se tomaron prisioneros cinco caciques principales y uno fue muerto (Baigorrita), 1.271 varones de lanza fueron tomados prisioneros, 1.313 hombres de lanza resultaron muertos, 10.513 "de chusma" (mujeres, niños y ancianos), fueron tomados prisioneros, y 1.049 fueron reducidos.

El Informe Oficial de la Comisión Científica que acompañó al Ejército Argentino dice que 14.000 indígenas resultaron muertos o tomados prisioneros. Los prisioneros fueron tanto combatientes como no combatientes.
Poco después Roca precisó ante el Congreso de la Nación que se habían tomado como prisioneros a 10.539 mujeres y niños y 2.320 guerreros. Se estima que la campaña argentina fue causa directa de la muerte de más de mil indígenas (hombres, mujeres y niños), sin embargo Roca admitió que su campaña fue para él “una alegre cabalgata, sin batallas ni hechos sobrecogedores”.
Varios autores coinciden en que se exageraron los números para hacer parecer a la campaña como una verdadera conquista de 500.000 km “que le regalamos a la patria en su día”, en referencia a que habían llegado a Choele Choel el 25 de Mayo.
Una parte de los sobrevivientes fueron desplazados a las zonas más periféricas y estériles de la Patagonia. Investigadores han identificado que muchos de esos prisioneros fueron utilizados como mano de obra sometida en las cosechas de uva y caña de azúcar en Cuyo y el noroeste argentino.
Unas 3.000 personas fueron enviadas a Buenos Aires, donde los separaron por sexo, a fin de evitar que procrearan hijos.
Para concentrar a los prisioneros se levantó un área cercada con alambre en Valcheta o Comarca del Río Chiquito, lugar que hasta poco antes había sido asiento de una comunidad gennakenk (puelche). También "hubo campos de concentración en Chichinales, Rincón del Medio y Malargüe”
Un inmigrante galés fue testigo de aquel encierro y testimonió las condiciones del siguiente modo:
“En esa reducción creo que se encontraba la mayoría de los indios de la Patagonia. (…) Estaban cercados por alambre tejido de gran altura, en ese patio los indios deambulaban, trataban de reconocernos, ellos sabían que éramos galeses del Valle del Chubut. Algunos aferrados del alambre con sus grandes manos huesudas y resecas por el viento, intentaban hacerse entender hablando un poco de castellano y un poco de galés: poco bara chiñor, poco bara chiñor” (un poco de pan señor).
Los prisioneros fueron trasladados a pie por más de mil kilómetros y luego por barco hasta Buenos Aires, donde se estima llegaron unos 3.000. Algunos sobrevivientes han relatado la crueldad del trato, incluyendo el asesinato, la mutilación e incluso la castración de las personas que no podían continuar por el cansancio.
Al llegar a Buenos Aires, algunos hombres, mujeres y niños prisioneros, fueron obligados a desfilar encadenados por las calles de Buenos Aires. Durante el acto un grupo de militantes anarquistas aplaudieron a los vencidos al grito de "bárbaros son los que les pusieron cadenas”.
Con posterioridad los prisioneros fueron trasladados a la isla Martín García, desde donde luego de permanecer allí un tiempo fueron llevados nuevamente a Buenos Aires y recluidos en el Hotel de Inmigrantes. El gobierno roquista dispuso entonces que los niños y las mujeres fueran entregados para trabajar forzadamente como sirvientes de familias ricas. El diario El Nacional dio cuenta publicitando las entregas:
“ENTREGA DE INDIOS. Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”.
El mismo diario describe aquellas escenas del siguiente modo:
“La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia”.
La mayoría de los hombres murieron en la isla Martín García, donde aún hoy se preserva parte del llamado Barrio Chino, al que fueron confinados los prisioneros.
Algunos investigadores mencionan que hallaron unos 500 documentos que "nos permitían analizar la sistematicidad e intencionalidad genocida", descubriendo que a los prisioneros se les suprimía la identidad imponiéndoles nuevos nombres y se los clasificaba en tres categorías: "inútiles, depósito y presos".
La documentación examinada también establece que muchos prisioneros, referidos habitualmente como "indios y chusma", fueron entregados como esclavos a familias de la élite porteña: "de la lectura de las cartas de solicitud de indios se desprende que para algunos miembros de las clases dominantes, ser favorecidos con unos cuantos indígenas no era una meta difícil de conseguir”
Un estudio sobre el "Confinamiento de pampas y ranqueles en los ingenios de Tucumán" concluye que:
“El gobierno nacional no deseaba adoptar el sistema de reservas indígenas aplicado por Estados Unidos para afincar a los derrotados. Más aún, procuraba por todos los medios borrar cualquier vestigio de tribu como entidad, temiendo las sublevaciones en masa o los pedidos y reclamos orgánicamente expresados.
Se creyó más conveniente y menos oneroso diseminarlos por pequeños grupos de establecimientos rurales de varias provincias del interior y aún en la ciudad de Buenos Aires donde, divorciados por completo de la autoridad de sus caciques y "sometidos al trabajo y al ejemplo de otras costumbres, modificarían las propias, abandonando el lenguaje nativo como instrumento inútil".

Cuadro 1 - Algunas características de las acciones militares contra la población nativa


Variable


Juan Manuel de Rosas

Julio Argentino Roca
Gobierno Nacional
Juan R. Balcarce, Gobernador de Buenos Aires
Nicolás Avellaneda, Presidente de la Nación
Fecha de inicio

1833
1878
Fecha de finalización
1834
1879 (1885)
Estrategia



Acercar tribus amigas a la línea de frontera, aislar las tribus hostiles y ampliar la frontera.
Ingresar a territorio mapuche-tehuelche-ranquel, destruir los asentamientos, apresar masivamente a la población indígena y conquistar tierras para ampliar las estancias.
Táctica

Movimientos de “pinza”, envolventes y lineales
Movimientos lineales directos y envolventes
Logística


Tres columnas: Oeste con Aldao; Centro con Ruiz Huidobro y Este con Rosas
Cinco columnas: Roca (Villegas); Levalle; Racedo; Uriburu y Lagos y años más tarde, 3 brigadas: Ortega; Vintteer y Bernal.
“Justificación histórica”

Evitar acciones del gobierno chileno (Manuel Bulnes), sobre la Patagonia y sur de Cuyo y combatir a Chocory.
Desplazar a los nativos, incorporar tierras incultas y ampliar la frontera agropecuaria
Alcance geográfico


Sur de los actuales territorios de San Luis y Mendoza; Oeste y Sur de Buenos Aires y Norte de Rio Negro y Neuquén
Actuales territorios de La Pampa, Norte de Rio Negro; Centro y Sur de Neuquén y Sur de Mendoza.
Nativos muertos
3.200 – 7.000 – 10.000 según versiones
1.300
Nativos prisioneros
1.200 a 1.400 guerreros según versiones
10.500 mujeres y niños
2.300  guerreros
Destino de prisioneros


Empleados rurales y domésticos
Campos de concentración en Valcheta, Chichinales, Rincón del Medio y Malargüe, y finalmente Isla Martín García.


Ejemplo de dos visiones

El agosto de 1880 el Diputado Nacional Aristóbulo del Valle (quien luego sería uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical), cuestionó la violación masiva de derechos humanos en la Conquista del Desierto en la Cámara de Diputados diciendo: 

“Hemos tomado familias de los indios salvajes, las hemos traído a este centro de civilización, donde todos los derechos parece que debieran encontrar garantías, y no hemos respetado en estas familias ninguno de los derechos que pertenecen, no ya al hombre civilizado, sino al ser humano: al hombre lo hemos esclavizado, a la mujer la hemos prostituído; al niño lo hemos arrancado del seno de la madre, al anciano lo hemos llevado a servir como esclavo a cualquier parte; en una palabra, hemos desconocido y hemos violado todas las leyes que gobiernan las acciones morales del hombre”.

El General Eduardo Pico, en su informe anual como Gobernador del Territorio de La Pampa, de 1896, para justificar la decisión de no establecer reservas indígenas, manifiesta:

“...conceder tierras con tal fin (se refiere a reservas indígenas), sería retrogradar a la época en que el cacicazgo sustraía a la población indígena al contacto con la gente civilizada... Las tribus no pueden, no deben existir, dentro del orden nacional.

El Informe Oficial de la Comisión Científica que acompañó al Ejército Argentino es considerablemente específico respecto de los resultados de la guerra:

“Es evidente que en una gran parte de las llanuras recién abiertas al trabajo humano, la naturaleza no lo ha hecho todo, y que el arte y la ciencia deben intervenir en su cultivo, como han tenido parte en su conquista. Pero se debe considerar, por una parte, que los esfuerzos que habría que hacer para transformar estos campos en valiosos elementos de riqueza y de progreso, no están fuera de proporción con las aspiraciones de una raza joven y emprendedora.

Por otra parte, que la superioridad intelectual, la actividad y la ilustración, que ensanchan los horizontes del porvenir y hacen brotar nuevas fuentes de producción para la humanidad, son los mejores títulos para el dominio de las tierras nuevas. Precisamente al amparo de estos principios, se han quitado éstas a la raza estéril que las ocupaba.
Las palabras con las que concluyó el informe demuestran el temor y el desprecio que en aquel período mostraba el Estado argentino y su población hacia las etnias indígenas que le oponían resistencia.
Se habían cumplido los objetivos militares, había llegado el momento de la repartija del patrimonio “conseguido”.

La ley de remate público del 3 de diciembre de 1882 otorgó 5.473.033 de hectáreas a los especuladores. Otra ley, la 1552 llamada con el irónico nombre de “derechos posesorios”, adjudicó 820.305 hectáreas a 150 propietarios.

La ley de “premios militares” del 5 de septiembre de 1885, entregó a 541 oficiales superiores del Ejército Argentino 4.679.510 hectáreas en las actuales provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Tierra del Fuego.

Establecía una recompensa en tierras: 15.000 hectáreas para Roca; 15.000 hectáreas para los herederos de Alsina y entre 100 y 200 hectáreas para los soldados participantes, muchos de los cuales terminaron vendiéndolas a sus “vecinos” por tratarse de unidades antieconómicas para su explotación.

La llamada “conquista del desierto” sirvió para que entre 1876 y 1903, es decir, en 27 años, el Estado regalase o vendiese por unos pocos pesos 41.787.023 hectáreas a 1.843 terratenientes vinculados estrechamente por lazos económicos y/o familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período.

Los que pusieron el cuerpo, los soldados, no obtuvieron nada en el reparto. Como se lamentaba el Comandante Prado, participante en la acción:

“¡Pobres y buenos milicos! Habían conquistado veinte mil leguas de territorio, y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron –siquiera en el estercolero del hospital– rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de verdadero patriotismo”.

Los verdaderos dueños de aquellas tierras, de las que fueron despojados, recibieron a modo de “compensación” en total, 24 leguas de tierra en zonas estériles y aisladas.

Bibliografía
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INFESTA, M.E. y VALENCIA, M.E. (1987) TIERRAS, PREMIOS Y DONACIONES BUENOS AIRES: 1830-1860. CONICET/UNLP. Anuario IEHS 2 (1987). Instituto de Estudios Históricos y Sociales. Universidad Nacional del Centro (Tandil), 37 p.
LUNA, F. (1996). Soy Roca. Editorial Sudamericana, Buenos Aires. Vigésima Edición.
PIGNA, F. Los campos de concentración de la conquista del desierto.  https://www.elhistoriador.com.ar/
REVISIONISTAS. Rosas y los indios. http://www.revisionistas.com.ar/
ROSA, J.M. (1972). Historia Argentina. Tomo IV. Unitarios y Federales (1826-1841). Edit. Oriente SA. Buenos Aires, 527 p.
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MARTINEZ SARASOLA, C. (2014). La Argentina de los caciques, o el país que no fue. Del nuevo Encuentro. Buenos Aires, 432 p.
WIKIPEDIA. Campaña de Martín Rodríguez contra los indígenas. https://es.wikipedia.org/wiki/
WIKIPEDIA. Campaña de Rosas al Desierto. https://es.wikipedia.org/wiki/
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