Algunos grupos de
aborígenes formaron parte de las fuerzas armadas y jugaron un rol importante en
las luchas por nuestra independencia.
Como no podía ser de
otra manera, lo llamaron Batallón de Naturales.
¿Los otros batallones
eran “artificiales”? o al colocarles este nombre estaban realmente reconociendo
“que eran de acá, de esta naturaleza”, y por lo tanto ellos “no eran naturales
sino “implantados” por el sistema.
Si eran “naturales de
estos pagos o nativos de este lugar” estaban reconociendo elípticamente que
eran los dueños de la tierra y por lo tanto las “conquistas” y “campañas”
contra el indio estaban mas cerca de un vejamen que de un proyecto de “civilización”.
Si bien los nativos formarían parte de lo que luego
se llamaría Batallón de Castas (negros, pardos y morenos), en esta oportunidad
nos referiremos solo a la participación de los aborígenes, ya sean pampeanos,
litoraleños o misioneros.
Expertos lingüistas y
académicos del idioma aseguran que el español que hablamos en Argentina es uno
de los que menos se ajustan a las normas, y es considerado uno de los “peores”
teniendo en cuenta “lo que se dice” y “lo que realmente se quiere decir”.
Veamos algunos
ejemplos:
A aquellas mujeres que
ejercen “la mas antiguas de las profesiones” (concepto totalmente falso), se
les llama eufemísticamente:
·
Mujeres de la vida (¿las otras son de
la muerte?)
·
Mujeres de la calle (¿las otras son de
la vereda?)
·
Mujeres de vida
liviana
(¿las otras son de vida pesada?)
A los hijos nacidos
de “matrimonios mal habidos” se les llama:
·
Hijos naturales (¿los otros son
artificiales?)
·
Hijos no reconocidos (¿los otros son
“reconocidos” en todos lados?
A los alimentos
logrados sin el uso de agroquímicos de síntesis se les llama:
·
Alimentos orgánicos (¿los otros son
inorgánicos? ¿minerales?)
·
Alimentos naturales (¿los otros son
artificiales?)
Utilizamos las
palabras sin reconocer su verdadero sentido y alcance con una liviandad que
sonroja a otros hispanoparlantes del mundo.
Los “naturales” del batallón
Vaya esta pequeña
introducción para hablar de algunos grupos de aborígenes que formaron parte de
las fuerzas armadas que jugaron un rol importante en las luchas por nuestra
independencia y que, como no podía ser de otra manera, lo llamaron Batallón de
Naturales.
Reflexionemos:
¿Los otros batallones
eran “artificiales”? o al colocarles este nombre estaban realmente reconociendo
“que eran de acá, de esta naturaleza”, y por lo tanto ellos “no eran naturales
sino “implantados” por el sistema.
Si eran “naturales de
estos pagos o nativos de este lugar” estaban reconociendo elípticamente que
eran los dueños de la tierra y por lo tanto las “conquistas” y “campañas”
contra el indio estaban mas cerca de un vejamen (maltratar, perseguir a alguien, perjudicarle o hacerle
padecer), que de un proyecto de
“civilización”.
Si bien los nativos formarían parte de lo que luego
se llamaría Batallón de Castas (negros, pardos y morenos), en esta oportunidad
nos referiremos solo a la participación de los aborígenes, ya sean pampeanos,
litoraleños o misioneros.
Los comienzos de la participación
Como sabemos, las relaciones entre los
aborígenes de estos pagos y los españoles (y mas tarde los criollos), pasaron
por todas las etapas en sus relaciones durante los mas de 270 años que pasaron
desde que llegaron los españoles y portugueses a estas tierras.
Muy tempranamente los aborígenes americanos
fueron parte de la defensa del territorio en aquellos momentos en manos de la
corona española.
En 1590,
una década después de la segunda fundación de Buenos Aires, se formaron las
primeras milicias del Río de la Plata, integradas por:
·
1 compañía de caballería
·
1 compañía de infantería
Para defender las misiones
jesuíticas del ataque de los bandeirantes lusobrasileños
y de indígenas no reducidos, se formaron compañías de milicias en los pueblos
guaraníes que debieron mantenerse permanentemente.
En 1636 el gobernador Pedro de Lugo y
Navarra autorizó a las milicias guaraníes a portar armas de fuego, lográndose
el triunfo contra los bandeirantes en
la Batalla de Mbororé 1641.
El virrey del Perú eximió a los
guaraníes de la mita en 1649 en
reconocimiento de su vigilancia de las fronteras.
Esas milicias fueron empleadas
por los gobernadores en diversos conflictos, así como en las entradas al Chaco en persecución de
los guaycurúes:
·
En 1644 600
indios guaraníes fueron utilizados por el gobernador Hinestroza en su lucha
contra el obispo Bernardino de Cárdenas.
·
En 1649 4.000
guaraníes fueron utilizados para derrocar al obispo Cárdenas. Ese año el virrey
confiscó y prohibió el uso de armas de fuego por los guaraníes.
·
En 1652 colaboraron
en la lucha por rechazar a los bandeirantes
que pretendían atacar Asunción.
·
En 1676 400
milicianos guaraníes participaron en defensa de los pueblos de indios
dependientes de Villa Rica, atacados por bandeirantes,
siéndoles restituido el uso de armas de fuego.
·
En 1680 3.300
indígenas de los pueblos del río Uruguay,
llamados por el gobernador José de Garro,
cooperaron el 3 de agosto en la toma de la recién fundada Colonia del Sacramento. La
fuerza al mando del coronel Vera y Mujica estaba integrada también por 120
milicianos de Buenos Aires, 80 de Corrientes y 60 de Santa Fe.
·
En 1688 volvieron
a colaborar con los paraguayos en contra de los bandeirantes.
·
En 1697 2.000
guaraníes fueron enviados a Buenos Aires por la llegada de flotas francesas.
·
En 1700 2.000
guaraníes volvieron a trasladarse a Buenos Aires ante el peligro de un ataque
danés.
·
En 1702 2.000
guaraníes, al mando del maestre de campo Alejandro Aguirre, vencieron a indígenas
aliados de los portugueses.
·
En 1704 4.000
guaraníes concentrados en Santo Domingo Soriano, junto
con 2.000 milicianos de Santa Fe, Buenos Aires y Corrientes, colaboraron en la
toma de Colonia del Sacramento.
·
En 1724 2.000
milicianos guaraníes fueron movilizados para luchar contra la Revolución de los Comuneros,
siendo derrotados cerca del río Tebicuary.
Luego el virrey ordenó alistar unos 6.000 guaraníes que no entraron en combate.
·
En 1732 7.000
guaraníes fueron movilizados en previsión de una invasión comunera.
·
En 1735 el Gobernador de Buenos Aires,
Bruno Mauricio de Zabala, recuperó el Paraguay con la ayuda de 6.000 guaraníes
y 100 dragones de Buenos Aires. Unos 3.000 de esos guaraníes participaron en la
toma de Colonia del Sacramento.
·
En 1761 los
corregidores de 25 pueblos de Misiones respondieron al Gobernador Cevallos que
contaban con mas de 8.000 milicianos con escasas armas de fuego. De ellos, el
pueblo de Santa Ana contaba con 1.000 hombres, el de San Borja con 350 y el de
San Ignacio Miní con 250.
Una Real Instrucción del
28 de noviembre de 1764 mandó establecer las milicias provinciales en el Virreinato. En
cumplimiento de la Real Instrucción, el Gobernador de Buenos Aires, Pedro de
Cevallos, el 15 de diciembre de 1765 creó
un Cuerpo de Castas, que no
tenía instructores veteranos ni cuadros orgánicos, y sus milicianos eran
empleados en servicios entre los que se contaban negros libres y pardos, pero
también formaban parte:
·
Cuerpo
de Indios Guaraníes de Buenos Aires: 6
compañías de caballería con 300 hombres en total.
·
Cuerpo
de Indios Ladinos de Buenos Aires: 6
compañías de caballería con indígenas que hablaban castellano, con un total de
300 hombres.
En aquella época el
concepto de “ladino” se refería a una persona que habla con facilidad alguna o algunas lenguas además de la
propia.
Algunos años más tarde el Virrey Vértiz, en
una política de acercamiento hacia los nativos, pactó en 1778 con el Cacique Negro, llamado Chanel (tehuelche septentrional o Guenaquén), la cesión de una franja
de tierra por el valle desde la desembocadura del Negro hasta el arroyo Sauce
Chico (al norte de Bahía Blanca), y por eso fue mirado con desconfianza por los
demás caciques de la zona.
Se cuenta que, “tuvo una actitud de generosidad y nobleza al sellar una paz sólida y
duradera con el gobierno de Buenos Aires”.
El Deán Gregorio Funes en su “Ensayo
de Historia Civil” escribía:
“La
plaza de Buenos Aires ofrecía un medio de dar mejor consistencia a la
seguridad de las fronteras, que el de la fuerza armada. Hacía tiempo
que los indios habían contraído el gusto a ciertas comodidades de la
vida, que desconocieron sus mayores. La glotonería, y el puro ocio no eran
ya las únicas bases de su felicidad; por consiguiente el círculo de sus necesidades
ya no era tan estrecho corno el antiguo”.
“Los
hombres se docilizan (sic) con el trato, como las piedras de los ríos
con el roce continuo. Allegada a esta causa, una inmunidad absoluta de derechos
con que se les trata, y el pleno goce de una tranquila independencia, puede
decirse que están ya dados los primeros pasos de su cultura, y aun
pronosticarse que vendremos a componer una sola familia.”
En los
tiempos del Virrey Loreto (1784 - 1789),
después de sangrientos combates con los indígenas, comenzó a cimentarse la paz
con recíprocas concesiones, comenzando con un canje de prisioneros entre los
cuales se encontraba un hermano del famoso cacique Negro.
Las milicias fueron reorganizadas a partir del "Reglamento para
las Milicias, disciplinas de Infantería y Caballería del Virreynato de Buenos
Ayres, aprobado por S. M. y mandado observar inviolablemente", aprobado
por Real Cédula de enero de 1801.
De acuerdo a ese Reglamento fueron disciplinados diversos cuerpos de
milicias, incluyendo algunos de castas, sin embargo no fueron regladas las dos
compañías de naturales de artillería existentes en Montevideo.
En 1803,
el número de indígenas incorporados al núcleo de población blanca de los
territorios (definitivamente tomados por Buenos Aires), era bastante
considerable.
Ellos pasaron a engrosar lo que entonces
se conceptuaba como clases inferiores de la sociedad, integradas por los
negros, indios, zambos, mestizos hispano-indios, y mulatos, de acuerdo con los cánones
y la costumbres del coloniaje, el cual, a pesar de su férrea estructura,
permitía que dichos elementos fueran asimilados, poco a poco, por la
civilización europea.
Los naturales que vivían en el desierto
durante la Primera Invasión Inglesa de 1806
permitieron con su actitud pacífica los preparativos militares de hispanos
y criollos, que no debieron distraer tropas de los fortines.
Luego de la Primera Invasión Inglesa, las comunidades indígenas de la
actual Provincia de Buenos Aires, le ofrecieron al Cabildo su ayuda para
derrotar “a los colorados”,
denominación que los nativos les dieron a los ingleses por el color de sus
uniformes.
Una vez producida la reconquista de la capital del virreinato las
milicias de Buenos Aires fueron reorganizadas.
En agosto de ese año los 167 hombres que integraban las compañías de
granaderos de pardos libres y de morenos libres de Buenos Aires, y los 600
milicianos de castas reunidos por el Teniente Juan del Pino durante la
reconquista, fueron la base del Batallón
de Castas o Batallón
de Naturales, Pardos y Morenos de Infantería.
Fue Manuel Martin de la Calleja, español
de nacimiento, y Capitán del Regimiento de Vizcainos, por su relación próxima
con los indios, quien acercó y presentó en el Cabildo de Buenos Aires una
delegación de 16 caciques Pampas y Tehuelches que se manifestaron dispuestos a
ayudar a los porteños y pelear contra los invasores ingleses.
El 15 de septiembre entró a la
sala del Ayuntamiento de dicha Ciudad el cacique Pampa Catemilla que, valiéndose
de intérprete, presentó sus cumplidos, recordando la tristeza que él y su gente
experimentaron al saber la caída de la Capital, y su alegría posterior al
saberla reconquistada, por lo que daba la enhorabuena, consigna el acta
correspondiente que:
“…
ratificó la oferta de gente y cavallos que á nombre de diez y seis casiques
había hecho el indio Felipe ; que
solo con objeto de proteger á los Cristianos contra los colorados, con alusión
a los Ingleses, havian hecho paces con los Ranqueles, con quienes estaban en
dura guerra, bajo la obligación estos de guardar los terrenos desde las salinas
hasta Mendoza, é impedir por aquella parte qualquier insulto á los Cristianos ;
haviendose obligado el exponente con los demás Pampas á hacer lo propio en toda
la costa del Sur hasta Patagones”.
La “inteligencia militar” indígena
no descontaba un ataque desde el oeste a través de la Cordillera de los Andes,
ya que el plan inglés incluía atacar la costa de Chile, a fin de
posesionarse de este país, impidiendo el envío de sus refuerzos al
Plata.
Esto se vería materializado en la
expedición del General Crawford a las costas americanas del Pacífico austral,
fuerza que luego recibió orden de reunirse con el General Samuel Auchmuty (militar estadounidense al servicio
británico quien comandó la ocupación de Montevideo en 1807 para luego delegarle
el mando, a los tres meses, a sir John Whitelocke), en vista de la Reconquista de Buenos Aires.
En octubre el Batallón de Naturales tenía un total de 352 plazas al
mando del Teniente Coronel José Ramón Baudrix. El
cuerpo estaba integrado por 2 compañías de granaderos y 7 de fusileros formadas
por indígenas que vivían en Buenos Aires.
Mientras tanto, don Domingo Ugalde,
Comandante del Cuerpo de Indios, Pardos, y Morenos, destinado a la
artillería, manifestó en el Cabildo el 2 de diciembre de 1806:
“la
imposibilidad en que se hallaban de uniformarse estos miserables
por sus ningunas facultades,
al paso que se dedicaban gustosos a adquirir la
disciplina, y manifestaban el maior entusiasmo para defender la
Patria”.
En el acta de la Sesión del 22 de
diciembre de 1806, celebrada por el Ayuntamiento de Buenos Aires existe la
constancia que los jefes indígenas volvieron a ofrecer, al Cabildo porteño, sus
guerreros.
Prometían cooperar en la defensa del
territorio en peligro con no menos de 20.000 lanceros que disponían de 100.000
caballos. Diez caciques Pampas pidieron permiso para entrar en la Sala, y habiéndolo
obtenido entraron, tomaron asiento y arengaron por medio de intérprete en la
forma siguiente:
“Hemos
querido conoceros por nuestros ojos, y llevamos el gusto de haverlo conseguido…queremos
sean los primeros a embestir a esos colorados que parece aun os quieren
incomodar.
Nada os
pedimos por todo esto (…) mandad sin recelo, ocupad la sinceridad de nuestros
corazones, y esta será la maior prueba y consuelo que tendremos: así lo
esperamos executareis, y será perpetuo vuestro nombre en los mas remoto de
nuestros súbditos, que a una voz claman por vuestra felicidad, que deseamos sea
perpetua en la unión que os juramos”.
Los capitulares ordenaron se le
entregaran 3.000 pesos para satisfacer la necesidad a
que se refería, lo cual motivó que los soldados indios pudieran lucir
conjuntamente con sus camaradas negros y pardos, los distintivos que daban
a su regimiento fisonomía propia.
Esta fuerza auxiliar en un caso de apuro
hubiera dado mucho trabajo a cualquier enemigo, no sólo por su bravura
reconocida, sino por su conocimiento del terreno y el espíritu que la animaba.
Lo anterior, es suficiente para
demostrar el verdadero estado de animo de la tribus pampeanas ante el conflicto
bélico suscitado en el Rio de la Plata, revelando, asimismo, que los vínculos
de aquellas con los colonos ribereños, habían llegado a un grado ponderable de
desarrollo, debido principalmente a las facilidades comerciales que los indios
habían conseguido de los españoles y criollos, según sus propias afirmaciones
insertas en el acta transcripta.
Por otra parte, esta última revela que
la vigilancia de las costas bonaerenses desde la desembocadura del Salado hacia
el sur, aun no ocupadas por España, exceptuando el puerto de Patagones, no se
reducía a meras palabras, lo cual era mucho para las autoridades del
Virreinato, puesto que un desembarco en las misma de un ejército numeroso y
aguerrido, hubiera significado un serio peligro para la seguridad de su
Capital.
Entre los cuerpos
que se constituyeron para defender la Capital del Virreinato de la
segunda invasión inglesa en 1807 estaba
el Batallón de Naturales, compuesto por 4 compañías de 60 hombres cada una,
es decir un total de 240 plazas, cantidad comparable con la
de otros cuerpos que como el español de Montañeses y el criollo de
Húsares de Pueyrredón sólo contaban con: 200 y 204 hombres respectivamente.
Los soldados nativos que integraron el
ejército de la Defensa de Buenos Aires, ostentaron los mismos símbolos e
idénticos ideales que sus pares, fraternidad consagrada pocos años después por
la Revolución de Mayo, al reconocer los derechos del indígena como parte
integral de su programa emancipador.
Los nativos que ya estaban asimilados a
la civilización española luego de más de 290 años de convivencia, habían
revelado su alto espíritu cívico al constituir un batallón. No querían ser
menos que los componentes de las agrupaciones de Patricios, Arribeños,
Vizcaínos, Andaluces, Gallegos, Montañeses y miñones (vascos), que formaron
otros tantos cuerpos militares.
Los aborígenes del Oeste y del Sur (que
estaban del otro lado de la frontera bonaerense, más allá de las Guarda de
Luján, del Salto, o del Monte), también estaban molestos ante la noticia de que
nueva invasión amenazaba a la Capital de quienes mantenían relaciones de
vecindad (…a veces con buenas razones, otras a punta de lanza), pero a los
cuales ya no odiaban con el furor de antes.
Estos ofrecimientos no fueron plenamente aceptados por los cabildantes,
temerosos que miles de indígenas armados fuesen un riesgo para la tranquilidad
de la ciudad, sin embargo aceptaron que custodiasen la costa de la actual
provincia de Buenos Aires, sin entrar en los poblados.
Los “naturales” fueron equipados por el Cabildo de Buenos Aires y quedaron al
mando del Alférez de Fragata Domingo de
Ugalde. En junio de 1807 el cuerpo estaba constituido por 4
compañías de pardos, 2 de naturales indígenas y 2 de morenos.
El Batallón de Naturales combatieron a sangre y lanza a los ingleses,
oportunidad en que estos fueron definitivamente rechazados. Pasado el hecho se
condecoraron a los líderes aborígenes, considerados “fieles hermanos”.
Algunos autores aseguran que tanto los ofrecimientos de los nativos como
su participación, escondían segundas intenciones al aprovechar las
circunstancias de este acercamiento para realizar “inteligencia” y tener
ventajas posteriormente según su propia conveniencia.
Los “naturales” en el Mayo
revolucionario
Inmediatamente después de la Revolución de Mayo, el 29 de mayo de 1810 la Primera Junta
de Gobierno de las nacientes Provincias Unidas del Río de la Plata organizó
por decreto las unidades militares de Buenos Aires, elevando a Regimientos
veteranos de 1.116 plazas a los batallones de milicias urbanas de infantería
transformándose el Batallón de Castas en el Regimiento de Castas.
Desde ese día se inicia su larga
y fecunda vida institucional el Ejército Argentino, siendo por lo tanto la Infantería
quien la materializa, sin embargo se toma como fecha de nacimiento del Arma de
Infantería el 13 de Setiembre de 1806, ya que fue ése el día en que se creó el
Cuerpo de Patricios, siendo su primer jefe el Coronel Cornelio Saavedra.
La primera Infantería argentina
estuvo constituida por:
·
Regimientos Nº 1 al 5.
·
Granaderos de Fernando VII.
·
Castas o de Naturales Pardos y Morenos.
·
Regimiento de Infantería de Buenos Aires o Fijo.
El 8 de junio de 1810, la Junta dispuso por decreto que las compañías de
naturales indígenas que integraban el Batallón de Castas se integrasen a los
regimientos N° 2 Patricios y N° 3 Arribeños, bajo sus mismos oficiales, por lo
que el Regimiento de Castas pasó a ser conocido como Regimiento de Pardos y Morenos.
“La Junta no ha podido mirar con indiferencia que los naturales hayan
sido incorporados al cuerpo de castas excluyéndolos de los batallones españoles
a que corresponden.
Por su clase y expresas declaraciones de su Majestad, en lo sucesivo no
debe haber diferencia entre el militar español y el militar indio: ambos son
iguales y siempre debieron serlo, porque desde el principio del descubrimiento
de estas Américas quisieron los reyes católicos que sus habitantes gozasen los
mismos privilegios que los vasallos de Castilla.
El Regimiento,
formó parte de las fuerzas argentinas durante la Primera Campaña al Alto Perú, participando
asimismo en la expedición a Paraguay de Manuel
Belgrano, y en las expediciones a la Banda
Oriental del Uruguay en la Batalla de Las Piedras.
El
Regimiento de Castas tuvo una participación activa de la Segunda y Tercera expedición al Alto Perú integrando
las filas del Ejército del Norte, participando en las Batallas
Tucumán, Salta, Vilcapugio, Ayohuma y Sipe-Sipe.
Indios “amigos”
Ya en 1760 comienza un plan
sistemático, aunque no muy bien ordenado, para el exterminio del “indio” que
comenzaba a comprometer los negocios de los hacendados.
A partir de aquí se empieza a desarrollar la política de “indios amigos”
e “indios enemigos”.
Mas de 50 tratados de paz fueron firmados entre 1662 y 1884, año en que
se borran las últimas esperanzas de compartir con los nativos espacios comunes
en igualdad de condiciones.
Esta política
continuó hasta fines de 1800 y fue llevada a cabo por Urquiza, Rosas y muchos
de los de su época, que por conveniencia mutua formaban parte de la tropa que
los acompañaba en sus campañas contra los “indios enemigos”.
El concepto de
“amigo” y enemigo” era absolutamente inestable y dependía de la simpatía con el
gobierno de turno y las ventajas de lograr víveres y recuperación “formal” de
tierras.
Durante el Siglo XIX la situación entre los nativos, y
con los nativos fue extremadamente compleja, guiada generalmente por fuertes
interese económicos (tierras, salinas, caballadas, hacienda).
El proceso de “araucanización” (proceso de expansión y
difusión de
un conjunto de rasgos culturales de
los araucanos chilenos en el
actual territorio argentino), dio lugar a fuertes interacciones étnicas que dan
lugar a confusas clasificaciones de los asentamientos aborígenes.
Cuando la política de la época (unitarios y federales –
confederados y bonaerenses), se metió en el ruedo, se produce un “todos contra
todos” cambiante en el tiempo según las traiciones en las amistades y el
incumplimiento de los mas de 100 pactos de paz firmados.
Veamos algunos casos
paradigmáticos de caciques incorporados a los ejércitos nacionales:
·
Juan Calfucurá fue un cacique (lonco) mapuche que en 1830, luego de
atravesar la Cordillera, se instaló con su tribu en la pampa argentina, llamado
por los boroanos, que eran perseguidos por Juan Manuel de Rosas decidido a
castigarlos por haber incumplido el Tratado de Paz que habían firmado con él.
Los caciques boroanos, pidieron la protección de Calfucurá,
pero éste llegó después de que éstos, ya habían parlamentado y acordado
nuevamente la paz con Rosas, por lo que trataron de impedir que Calfucurá
maloneara y atacara poblados y establecimientos instalados en la provincia de
Buenos Aires.
Calfucurá, al verse traicionado decidió tomar venganza y en
1834, en la llamada “masacre de Masallé”, mató a los caciques boroanos y a los
hombres de sus tribus, incendió y destruyó sus tolderías y ante el resto de los
caciques de la región, se proclamó, “por voluntad del dios “Güenechén”, Jefe
supremo del gobierno de las Salinas Grandes (o cacique general de la Pampa).
A partir de entonces inició una feroz escalada de la
violencia contra el blanco y contra las tribus que no acataban sus órdenes,
cubriendo de sangre los territorios de la frontera sur de la provincia de
Buenos Aires.
En 1841, cuando se convenció de la imposibilidad de
imponerse sobre tantos enemigos que se había creado, entró en tratos con Rosas,
logrando que éste reconociera su liderazgo, otorgándole el grado de Coronel del
Ejército de la Confederación.
·
Ignacio Coliqueo fue un cacique araucano,
descendiente de Caupolicán,
el líder indio que
en Chile resistió la invasión española.
Hasta 1830 fue uno de los principales enemigos a vencer por parte de los
gobiernos de turno. Mas tarde se unió a Urquiza y peleó a su lado en la Batalla
de Cepeda.
Por diferencias con Urquiza se une a Bartolomé Mitre, quien, en 1861,
lo reconoció como “cacique principal de
los indios amigos y Coronel del Ejército Nacional”, y peleó a su lado en la
Batalla de Pavón.
Algún
tiempo mas tarde fue designado a cargo de defender la frontera entre Mercedes y Bragado en la actual Provincia de Buenos Aires.
·
Cipriano Catriel fue un cacique principal
de la extensa dinastía de los Catriel.
Mantuvo leales y respetuosas relaciones de paz con los criollos argentinos.
Al frente de sus
guerreros, colaboró con el Ejército Argentino para
imponer el orden en la campaña de la Provincia de Buenos Aires.
Asumió el mando de
su tribu en 1866, por la
muerte de su padre Juan "el joven" Catriel.
Desde el año
siguiente colaboró en la defensa de la frontera frente
a otras tribus hostiles a las autoridades de Argentina.
En diciembre
de 1873, Cipriano Catriel junto con Ignacio
Coliqueo participó con sus lanceros en la batalla de San Carlos de Bolívar,
junto a las tropas regulares del General Ignacio
Rivas, que vencieron al cacique Calfucurá.
·
Manuel Namuncurá nació en la Región de la Araucanía, fue un lonco
mapuche, hijo del célebre cacique Calfucurá. Llegó al actual
territorio de la Argentina en 1831,
formando parte de la tribu llaimache, junto con su padre.
Ofició de
embajador de su pueblo ante Juan Manuel de Rosas, con el
que firmó tratados de paz.
Bautizado en la
ciudad de Paraná, Entre Ríos, con el nombre
cristiano de Manuel en 1854, se
dice que su padrino fue Justo José de Urquiza. En
esta misma ocasión juró lealtad y cumplimiento a la Constitución Argentina de 1853.
Heredó en realidad
el mandato total de la Confederación de las Salinas Grandes en junio de 1873 al
morir su padre.
Peleó contra las
tropas del Ejército Argentino comandadas
por Julio Argentino Roca, en
la Campaña del Desierto y
resistió valientemente sus ataques. Durante un tiempo pudo escapar de las
cacerías realizadas por el ejército nacional entre 1881 a 1885.
Finalmente se
entregó en la provincia de Neuquén, en 1884.
Sólo estaban con él unos 300 guerreros hambrientos y desarmados.
Ese mismo año,
Manuel Namuncurá visitó Buenos Aires e impresionó al gobierno argentino por su
sencillez y franqueza. Se estableció posteriormente en Chimpay, provincia de Río Negro, y
luego San Ignacio (Neuquén,) donde murió a los 97 años de edad.
En 1886,
con la cautiva chilena Rosario Burgos,
tuvo a su hijo Ceferino Namuncurá, beatificado
por la Iglesia católica.
Julio Argentino Roca,
50 años después hizo lo mismo en política de “amigos” y “enemigos”, es decir
“jugar en las internas” de los pueblos aborígenes de la pampa y la patagonia.
Lucio V. Mansilla en
su libro Una excursión a los indios ranqueles afirmaba, respecto a los cambios
entre “amigos” y enemigos”:
“Con estos antecedentes, y tantos otros que podría citar,
para que se vea que nuestra civilización no tiene el derecho de ser tan rígida
y severa con los salvajes, puesto que no una vez sino varias, hoy los unos
mañana los otros, todos alternativamente hemos armado su brazo para que nos
ayudaran a exterminarnos en reyertas fratricidas, como sucedió en Monte Caseros,
Cepeda y Pavón (…)”
Bibliografía
HISTORIAS
DE CASTELLI. (2012). Los indios y las invasiones inglesas. http://historiasdecastelli.blogspot.com/2012/03/los-indios-y-las-invasiones-inglesas.html
INFANTERIA
ARGENTINA. Los orígenes de la infantería. http://www.infanteria.com.ar/
MANSILLA,
L.V. (2014). Una excursión a los indios ranqueles. Longseller. Buenos Aires,
288 p.
MARTINEZ
SARASOLA, C. (2014). La Argentina de los caciques: o el país que no fue. Del
Nuevo Extremo. Buenos Aires. 432 p.
REVISIONISTAS.
Infantería Argentina. http://www.revisionistas.com.ar/
WIKIPEDIA.
Batallón de Castas. https://es.wikipedia.org/wiki/
WIKIPEDIA.
Organización militar del Virreinato de la Plata https://es.wikipedia.org/wiki/
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