"Hemos
jurado con Sarmiento que ni uno solo ha de quedar vivo",
dijo Mitre en 1852, refiriéndose a sus adversarios políticos. Y vaya si lo
cumplieron.
Nunca le tembló la mano para “importar”
oficiales de las fuerzas armadas para lograr sus objetivos.
El famoso caso de “los coroneles de
Mitre” (aquellos sanguinarios uruguayos que tenían “vocación de servicio” para
el “control ideológico del gaucho”), ya tenía antecedentes.
En 1855 un grupo de residentes italianos
fueron llevados con engañapichangas para que formaran una colonia de
agricultores – soldados y defendieran los embates de Calfucurá. La llamaron
Nueva Roma, a pocos kilómetros de Bahía Blanca.
Es difícil empuñar un arado con la misma
ductilidad que un fusil, y su instrucción no fue precisamente agronómica.
A fuerza de férrea disciplina militar, y
sin vocación por la tierra, el “proyecto Mitre” esta vez fracasó.
El diccionario es muy claro cuando
define la palabra engañapichanga, una palabra compuesta (español + quechua), que significa aprovecharse de una imagen para engañar a
otros, generalmente mas crédulos o ingenuos.
Esto es lo que hizo Bartolomé Mitre
cuando propuso defender la “frontera aborigen” desde colonias de extranjeros
que trabajaran de agricultores de lunes a viernes y se entrenaran como
militares los fines de semana.
Ni lo uno ni lo otro. Veamos cual es
esta historia.
El
contexto de la época
En 1838, hacen su aparición
en la escena nacional las ideas renovadoras de un grupo de jóvenes liberales
liderados por Esteban Echeverría, quienes fundan una logia secreta llamada la
Joven Argentina, deseando reeditar la desaparecida
Asociación de Mayo.
Formaron parte de la misma Juan María Gutiérrez, Carlos
Tejedor, Jacinto Peña, Juan Bautista Alberdi, Félix Frías, Miguel Irigoyen,
Vicente Fidel López, Benito Carrasco, Miguel Cané, José Mármol y Enrique
Lafuente.
Esta seguía el pensamiento rector liberal de la Joven Italia, en esos
tiempos replicada en las jóvenes Polonia, Suiza, Alemania y reunida en la Joven
Europa. Estas sociedades fueron creadas por Giuseppe Mazzini. Este
genovés, de ideales republicanos, proclamaba los derechos de los ciudadanos
comunes, los que se debían establecer por fuerza del derecho, la cultura y la
Constitución.
Estos jóvenes fueron parte de los argentinos desterrados en Montevideo,
donde se contactaron con los italianos de la Legión de Garibaldi, también
mazzinianos y enfrentados a las fuerzas de Rosas que se encontraban sitiando la
ciudad. La influencia de este contacto entre Garibaldi y Mitre, selló una
relación fraternal.
El largo sitio de la ciudad de Montevideo, ocurrido entre los años 1843 y 1851, había contado entre sus defensores, con numerosos italianos
de ideas liberales y masónicas.
Derrotados en la guerra de la Independencia Italiana y de la República
Romana, fugitivos italianos (que habían descripto el Sitio de Montevideo como
otra guerra más contra la tiranía y a favor de la libertad), al mando de
Garibaldi, habían extendido las luchas por sus ideales hasta las orillas del
Río de la Plata, constituyendo una Legión.
Desembarcaron en Montevideo adonde se enrolaron en la defensa de la ciudad contra el sitio de Oribe. Pocos meses después, éste fue levantado por Justo José de Urquiza y el Coronel Silvino Olivieri, exiliado de Italia
expulsado del ejército napolitano, se enroló en las tropas italianas del Ejército Grande, con el que participaría mas tarde en la batalla de Caseros.
Finalizado el sitio y arribado muchos de ellos a Buenos Aires, será
Mitre quien no solo actuará como su mejor amigo sino también como “hermano de causas y principios”, título
que el mismo daba a los mazzinianos y a los garibaldinos. Había que formar una
tropa de origen italiano para reforzar la defensa del “Estado de Buenos Aires”.
La organización de la fuerza estuvo a cargo de Olivieri, y por el Mayor
Eduardo Clerici quien había intervenido en el alzamiento de la ciudad de Roma
contra las fuerzas de ocupación. La derrota lo llevó también al exilio,
dirigiéndose primero a Cuba y luego a la Argentina, en busca de su amigo
Olivieri.
Ambos militares reunieron unos 300 connacionales que vivían y trabajaban
en la ciudad de Buenos Aires y los organizaron en un Batallón que recibió el
nombre de Legión Italiana.
Una vez derrotado Rosas en la Batalla de Caseros, en 1852, la mayoría de los italianos que
formaban parte del Ejército Grande pasó al Ejército de Buenos Aires. La derrota
de Rosas no significaba concluir con las luchas fratricidas. El Estado de
Buenos Aires no aceptó plenamente la Constitución de 1853 y entró en guerra con la Confederación Argentina, liderada por
Urquiza.
Buenos Aires
fue sitiada y los porteños autorizaron a armar contingentes extranjeros, para
colaborar en la defensa con
"el exclusivo objeto de mantener el
orden público".
A tal punto
fue el éxito militar de los italianos que, por decreto, al cuerpo se lo honró
con el calificativo oficial de Legión Valiente. Concluido el enfrentamiento con
la Confederación, en 1853, la legión fue licenciada a pedido del comandante Olivieri, quién partió rumbo a Italia.
Luego de la caída de Rosas en Caseros, el ejército había abandonado las
líneas del sur y el control del “camino de los chilenos” por donde se realizaba
el contrabando de ganado en pie hacia el vecino país.
Calfucurá, quien había realizado numerosos pactos con Rosas, comenzó a
reclamar el cumplimiento de las cartas de acuerdo, particularmente las
prestaciones de alimentos y “vicios” (potrancas, yerba, azúcar y alcohol).
Ante los incumplimientos del nuevo gobierno los malones alcanzaron una
gravedad inusitada, arrasando localidades como Tres Arroyos, Bragado y 25 de
Mayo, llegando inclusive a Bahía Blanca.
En mayo de 1855 Mitre (en su
primera campaña como jefe, y a sus 33 años), marchó con la División del Centro
compuesta por 900 hombres para combatir a Calfucurá y Catriel.
Como era de esperar, por su desconocimiento casi absoluto de tácticas
militares, la ofensiva fue un desastre, y en las faldas de Sierra Chica (al
noreste de Olavarría), fue derrotado por Calfucurá quien con 500 lanceros
batieron la caballería, tomaron la artillería y aniquilaron la mayor parte de
la infantería.
Mitre con un reducido grupo escapó y se escondió, debiendo ser socorrido
por la policía de Tandil la que le abrió una línea de escape.
Mitre mintió el resultado en su parte de guerra. Tenía claro que era mas
fácil disponer de la política contra los nativos desde el escritorio, y decretó
entonces el establecimiento de una colonia agrícola-militar que, compuesta por
600 hombres y sujetos a las ordenanzas del Ejército de Buenos Aires, se
estableciera en un primer momento en Bahía Blanca, “pudiendo ser destinadas a cualquier otro punto del sur”.
Las promesas no alcanzaban para convencer y solo fueron aproximadamente
400 hombres de los cuales 160 tenían familia.
Estos serían beneficiados con una propiedad de 3.000 varas de frente por
9.000 de fondo (aproximadamente 1.900 ha), o una chacra de 20 cuadras de 150
varas por lado (1,6 ha), con un solo solar de 2.500 varas cuadradas (1.750 m2),
en el pueblo de la colonia.
Tenían como obligación introducir 150 cabezas de ganado vacuno o 200 lanar
y construir una habitación de barro y paja o de madera. De no cumplir esto a
los dos años perderían sus derechos.
La “pregunta del millón” es como se financiarían los colonos para
cumplir con estos “requisitos”.
A propuesta de Mitre, a fines de ese año se refundó la Legión Valiente,
esta vez con una configuración agrícola-militar, a cargo nuevamente de Silvino
Olivieri quien acababa de regresar desde Italia. El proyecto consistía en
aprovechar una fuerza militar eficaz y generar un polo de desarrollo agrícola
en algún punto de la frontera con los aborígenes.
Mitre decidió a apoyar las fuerzas del centro de la línea de frontera acantonadas
en Azul con un movimiento ofensivo sobre el flanco
derecho de las tribus indígenas, tomando como base de operaciones a Bahía
Blanca.
Aquel punto estaba abandonado,
siendo que flanqueaba las principales posiciones indígenas en Salinas Grandes (Buenos Aires y La Pampa), y Leuvucó (La Pampa), desde una distancia relativamente corta para la
época.
Según su estrategia, los
nativos se verían obligados a dividir sus fuerzas, frente a una amenaza
permanente asentada en ese punto.
Con este objeto planificó la creación de colonias militarizadas que, a
cambio de tierras para sus integrantes, actuarían poblando y defendiendo los
asentamientos presentes y futuros. Bahía Blanca, fue el sitio elegido para experimentar el proyecto.
Esta opción muestra el engañapichanga mitrista ya que suena extraño que
una colonia agrícola establecida pueda ser destinada a otros puntos geográficos
mas lejanos.
Por sus antecedentes militares Olivieri fue designado como jefe de la
fuerza, y como segundo jefe lo fue el Mayor Clerici. Ciento cincuenta ex
combatientes de la antigua Legión Italiana se agruparon junto con sus antiguos
oficiales.
Uno de ellos, Juan Bautista Cúneo, que también tenía un pasado militar y
de periodista, editó un diario. Este fue el primer diario en idioma italiano
editado en la Argentina que recibe el mismo nombre que la fuerza militar
creada: La Legión Agrícola Militar y
del que se editaron trece números.
La única cuestión preocupante
para Olivieri durante todo su desempeño como comandante de la legión fue
la disciplina, que había aprendido a mantener férreamente en
Italia, y que juzgaba esencial como carta de triunfo militar. La educación
agrícola no estaba presente.
El Coronel y muchos de sus
oficiales estaban evidentemente influidos por su formación militar italiana,
mucho más rígida que la prevaleciente en el Río de la Plata en cuanto a la disciplina y la obediencia debida a los superiores inmediatos, el valor en el
combate, el honor militar y el heroísmo. Esto le costaría años mas tarde su
propia vida.
El engañapichanga continuaba.
El pasaje hasta Bahía Blanca para la tropa y su familia sería por cuenta
del gobierno, y solo con pasaje de ida, pero “una vez allí no tendría obligación alguna respecto a su manutención”.
El gobierno cedería a la
empresa de colonización, por cada individuo o familia una suerte de estancia o
de chacra, con un solar en el pueblo de la colonia. Los legionarios estarían
sujetos a la más estricta disciplina y rigor militar.
Debido a la importancia del
proyecto, se nombró una comisión protectora de la colonia, con el objeto de
trabajar para su fomento y desarrollo.
El apoyo que recibió de una
ingenua opinión pública fue tal que, a mediados de diciembre de 1855 ya había
recolectado una suma importante de dinero, planeando entregar al Coronel
Olivieri numerosos donativos.
Es extraño, sin embargo la "Legión Agrícola Militar" no sería
un cuerpo convencional del Ejército y por lo tanto se diferenciaba del mismo
por numerosas razones. Los legionarios serían “enganchados” por tres años con
sueldo de soldados de frontera.
Adoptó como uniforme el que usaron los franceses durante la guerra de
Crimea, llevaban como cubre cabeza un kepí
a la francesa, pero que a diferencia del azul que llevaba el Ejército de Buenos
Aires, era de color rojo para recordar el origen garibaldino de sus
integrantes, y su instrucción militar tampoco fue la misma. “Los detalles lujosos no condecían con las
necesidades de quienes marchaban al desierto”
Dada que esta Legión era la continuación de la antigua Legión Valiente,
el Gobernador del Estado de Buenos Aires Dr. Pastor Obligado y el Ministro de
Guerra y Marina Bartolomé Mitre, entregaron una bandera especial a la nueva
formación italiana en enero de 1856.
Camino a la Colonia Nueva Roma
En enero la expedición partía
por vía marítima rumbo a Bahía Blanca. A su arribo, acaecieron algunos sucesos
que colaboraron al fatal resultado final: primero varó uno de los bergantines que los transportaba, perdiéndose la mayor parte de los equipajes,
herramientas y simientes de los legionarios.
Luego se vieron afectados por
una epidemia de cólera, sin embargo, la legión sufrió pocas bajas en su elenco.
A principios de febrero de 1856 la Legión Agrícola Militar llega a
destino revistando en ella 352 hombres, no todos con antecedentes militares
pero que habían sido elegidos por sus conocimientos de las tareas agrícolas.
Esto en principio tampoco fue cierto ya que, como se verá mas tarde,
estaban mas cerca del fusil que del arado ya que los integrantes eran hombres
acostumbrados a la agitación política y la lucha armada.
La Legión se organizó en tres armas:
·
Infantería
con seis compañías
·
Artillería
de campaña que se encontraba al mando del capitán Juan Penna.
·
Caballería,
a cargo de un oficial también exilado, el capitán Mariano Barilari.
En Buenos Aires queda encargado de la organización de la fuerza restante
el capitán Felipe Cavanti, quien habiendo sido condenado, indultado y expulsado
por los Estadios Pontificios, había acompañado al comandante Olivieri en su
retorno a Buenos Aires.
Todos los legionarios (¿o
colonos?), sin distinciones, estaban sujetos a las ordenanzas militares. Ningún
oficial de mayor rango podría exigirles ningún servicio personal, pero debían
observar el más estricto respeto hacia sus superiores, bajo pena de
insubordinación y de ser castigados militarmente.
Tenían obligación de arreglar
una calle para rodado desde el poblado hasta el nuevo muelle, construir una
casa para depósito, un cuartel, y levantar dos baterías en los puntos más
adecuados del lugar.
Viéndose obligados a pasar el
crudo invierno de Bahía Blanca, el rudo Coronel Olivieri no olvidaba que los
objetivos principales de su misión eran hacer la guerra a los indios y, si se
puede, fomentar la agricultura, sin embargo no había instructores agrícolas.
Una parte importante del
esfuerzo de los legionarios fue invertido en la investigación del terreno para
decidir el lugar definitivo para instalar la nueva colonia.
En julio fue elegido un sitio
situado a unos 40 km al noroeste de Bahía Blanca llamado Cuelis por los nativos, y Colonia Nueva Roma por los recién
llegados, el cual desde dos colinas sobre cuyas faldas corría el río Sauce Chico, veía extenderse una vasta llanura.
Había montes de piedra
calcárea adecuada para la construcción de casas, siendo abundante también la
leña para combustión aunque faltaba madera utilizable en la construcción.
Los terrenos circundantes eran
aptos para cualquier tipo de pastoreo, especialmente vacas y caballos, y
existían muchas especies comestibles de caza. También eran adecuados para la
agricultura.
Pronto las labores de la nueva
fundación comenzaron a perfilarse. Las primeras instalaciones fueron las
defensivas, y las de abrigo y protección.
Se levantó un corral de pircas para encerrar caballada y hacienda, se preparó una explanada para
instalar dos baterías de artillería, se echaron los cimientos del fuerte y de varios edificios militares sin embargo para los
colonos/soldados, se construyeron ranchos endebles.
La
situación en la nueva colonia era sumamente precaria, tanto por las
herramientas, que se habían perdido en el viaje, como por la forma en que los
legionarios vivían (tiendas o, directamente, en chozas). Empezó entonces a
notarse el descontento, especialmente por las dificultades que ofrecía comandar
una fuerza tan heterogénea habituada a la disciplina militar y no a las tareas
agrícolas.
Los informes publicados en el
periódico oficialista La Legione Agricola, vocero de la legión, en esos días pintaban un
panorama venturoso donde resaltaba “el
vigor del trabajo y el buen humor de los legionarios empeñados en la empresa
soñada”.
Sin embargo la realidad era otra. A Olivieri
se le cuestionaban su absolutismo y su ejercicio implacable del principio de
autoridad. Un grupo, en el que se mezclaban italianos con suboficiales
argentinos que respondían al Sargento Mayor Santiago Calzadilla, se amotinó. La
respuesta de Olivieri fue durísima: arrestó a sus cabecillas y los engrilló en
el fondo de una caverna de Nueva Roma, bajo amenaza de fusilamiento.
Dos hechos destacados acompañaron el desarrollo de la Colonia Nueva Roma
a los pocos meses de haberse iniciado:
·
En
septiembre el Coronel Olivieri es asesinado por algunos de sus hombres
amotinados por los duros castigos a que eran sometidos. Los sublevados
desertaron y su crimen quedaría impune.
·
El
octubre el Mayor Clerici enfermó gravemente y falleció luego de haber
establecido cordiales relaciones con el más temido y poderoso de los jefes
indígenas, el cacique Calfucurá.
Pocos días después de la muerte de Olivieri los legionarios entregaban
las armas al comando militar de Fuerte Argentino, en Bahía Blanca, y se auto
disolvían como unidad cívico militar organizada.
Los restos de Olivieri fueron traídos a
Buen os Aire s donde se le rindieron honores póstumos correspondientes a un
Jefe del Ejército Nacional. Al despedirlos, Sarmiento y Mitre pronunciaron
inspiradas oraciones cívicas en las que destacaron las virtudes del valiente
soldado italiano, “que consagrara su vida
a luchar por sus ideales de libertad y democracia y la ofrendara luego en aras
del progreso de su segunda Patria”.
Frente a estos acontecimientos se nombró en Buenos Aires una comisión interventora,
integrada por los Tenientes Coroneles Ignacio Rivas (uno de los “Coroneles de Mitre”), José
Murature y Juan Susviela, quienes tenían como objetivo “dominar el estado en que se encontraba la Legión Agrícola Militar”.
Deberían procurar que el
pensamiento de la colonia no se abandonara “haciendo
entender a los legionarios que el gobierno cumpliría todos sus compromisos;
explorarían la opinión de la legión a fin de ver cuál era el oficial que reunía
sus simpatías y el más capaz de continuar con el espíritu de la colonia,
deberían hacer las más prolijas investigaciones para descubrir los autores del
motín y someterlos a un Consejo de Guerra verbal; igualmente quedaban
facultados para separar todos los elementos indeseables de la Legión”.
Un mes después, la comisión
determinaba que la Legión continuaría con algunas modificaciones. En principio,
se denominaría solo Legión Agrícola, ocupándose del servicio militar los días
de fiesta o en caso de alarma, quedando el resto de la semana apta para
trabajar haciendo guardias por precaución.
Algunas teorías indican que los italianos, siguiendo un plan de
Garibaldi, necesitaban una base operativa de ultramar en América para mantener
instruidas tropas italianas y quizá hasta organizar una acción militar con una
flota que partiera desde Buenos Aires.
Al Capitán
Administrativo Felipe Caronti (amigo y uno de los más fieles defensores de
Olivieri), le fue ofrecido el puesto de comandante efectivo de la Legión. A
pesar de su amistar con el fundador, rechazó al considerar que los hombres que
la integraban “estaban mejor preparados
para el combate que para empuñar el arado”. Luego se retiró a Bahía Blanca,
acompañado solo por aquellos que quisieran efectivamente cultivar la tierra.
A partir de allí, la legión
fue solo Legión Militar, siendo nombrado el 28 de noviembre de 1856 el Teniente Coronel de Infantería
de Línea, Antonio
Susini (oficial de Garibaldi en el sitio de Montevideo), como su comandante.
Juan Susviela, comandante del Fuerte Argentino de Bahía Blanca,
debió soportar nuevos intentos de amotinamiento de los legionarios, con grave
riesgo para su vida y la de su tropa, aunque los principales responsables del
primer motín habían huido.
Recapturados más tarde, fueron
sujetos a un Consejo de Guerra de Oficiales. En marzo de 1857 eran 26 los legionarios presos en
la cárcel pública, acusados de ser cómplices en el asesinato de Olivieri.
En ese mismo año Mitre,
Ministro de Guerra y Marina, fue informado de que en la cárcel pública se
notaba un estado de exaltación extraordinario, en especial entre los 26
legionarios que estaban presos por el asesinato de Olivieri, y ordenó que se
reforzara la guardia y se sacaran los diez legionarios más insubordinados,
dividiéndolos entre los dos buques de la escuadra.
Tras tomar declaraciones a
numerosos testigos, el Consejo de Guerra dictó sentencia el 22 de abril de 1858, condenando a los dos principales
(que permanecían prófugos), a ser pasados por las armas de frente a las
banderas y sus cuerpos suspendidos de la horca como homicidas desleales. Los otros fueron sentenciados a
prisión entre 2 y 10 años.
El juicio de la historia no ha sido benévolo con aquella breve y trágica
empresa. Los legionarios italianos, rápidos para empuñar los fusiles a pistón
con los que habían sido armados, no tenían el mismo entusiasmo para manejar el
arado, cuidar los cultivos y cercar los terrenos, pese a la férrea disciplina
que Olivieri les quería imponer.
Algunos autores afirman que "aun
los historiadores más optimistas reconocen que la Legión no logró desarrollar
la misión esencialmente agrícola del proyecto, ya que sus integrantes fueron
sobre todo soldados".
Ya desmantelada Nueva Roma, solo aquellos con vocación agrícola,
decidieron radicarse en Bahía, unos transformándose en chacareros y campesinos,
otros en artesanos y comerciantes, dando vida a la pequeña aldea.
¿Qué fue de la Legión?
Con el objeto de transformar la Legión Agrícola Militar en un cuerpo del
Ejército, el nuevo jefe llevó a cabo una profunda reorganización: la fuerza se
llamaría en el futuro Legión Militar, dará de baja a los menos aptos y por su
conducción recuperará su “glorioso
prestigio”.
Sus acciones contra los nativos en las campañas de Salinas Grandes y en
la batalla de Pigüe, en febrero de 1859,
enfrentando las fuerzas del cacique Calfucurá merecerán los elogios del General
Wenceslao Paunero (otro de los “Coroneles de Mitre” responsable de los
asesinatos de los caudillos federales del interior), que estaba al comando de
la División Bahía Blanca.
Una madrugada de mayo de 1859 la Legión acude en defensa de Bahía Blanca
atacada por 2.500 lanceros, a los que vence y de los que rescatan parte del
botín robado y libera a gran número de cautivos. La actuación del Teniente
Coronel Susini será reconocida con el ascenso al grado de Coronel por el Estado
de Buenos Aires.
Luego de cuatro años de lucha contra las tribus del sur, el Superior
Gobierno del Estado dispone el regreso de la Legión Militar, y lo destina con
base en Rosario, para combatir al Ejército del General Urquiza en una nueva
contienda entre la ciudad de Buenos Aires y el resto del país. Los legionarios
lucharán en la vergonzosa batalla de Pavón, en 1861, obviamente del lado de Mitre.
A comienzos de 1865 la Legión
retorna a Buenos Aires donde completará sus cuadros con oficialidad y tropa
argentina, para finalmente fusionarse con el 8º Regimiento de Infantería de
Línea. Así encuadrado marchará hacia la guerra contra el Paraguay, otra
bravuconada de Mitre.
Epílogo
Para “hacerla corta”: Mitre,
que de estrategia militar no sabía nada y de colonización agrícola mucho menos,
estafó, con lo que llamaron un “ensayo”, a un grupo de italianos.
Estos, no solo no pudieron
disfrutar de las ventajas de formar una colonia agrícola, sino que muchos
terminaron muertos o prisioneros por atentar contra la rigurosa formación
militar a la que no estaban acostumbrados.
El fracaso ya tenía nombre
puesto: Colonia Nueva Roma. Hoy, en el
año 2019, solo tiene 9 habitantes.
Mitre está considerado por
muchos como un estadista, sin embargo este calificativo solo comprende a las
personas que están por encima de las divisiones partidarias y de los sectores,
en inquieta y creativa búsqueda del bien común y asumiendo plenamente sus
propias responsabilidades.
Mitre, como muchos de los de
su generación, quería un estado pero sin gauchos, sin aborígenes y sin enemigos
políticos, por lo que no le cabe la definición de estadista.
Bibliografía
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Información adicional
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WIKIPEDIA. Silvino Olivieri. https://es.wikipedia.org/wiki/Silvino_Olivieri
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