Un querido profesor
de Historia Argentina nos dijo “no se
puede confundir Patria con Gobierno” refiriéndose a Sarmiento contra Rosas
desde su exilio en Chile.
El sanjuanino hasta
fue acusado de traición a la Patria por haberle “ofrecido” buena parte del sur
argentino al gobierno chileno. Cuando Sarmiento fue Presidente de la Argentina
los chilenos vinieron a “reclamar” aquella propuesta, pero en ese momento se
arrepintió de lo que había hecho.
A pesar de su
“encendida pluma y oratoria” para tantas cosas, no fue capaz de “apechugar” la
situación que el mismo había generado.
Fue Félix Frías,
unitario antiguo oficial y Secretario personal de Lavalle, que durante su
misión diplomática en el país vecino tuvo la tarea de “salvarle las papas” a
Sarmiento.
Esta es una versión
de esa pequeña historia.
El
viejo dicho español “sacar las castañas
del fuego”, se americanizó por el solo hecho que las castañas no son de
estos pagos y las papas si, y quedó “sacar
las papas del fuego”. Las papas
también se cocinaron tradicionalmente al fuego directo, hasta que la cocina
modificó su elaboración.
El origen proviene de evitar que las castañas se quemaran en el fuego y
había que rescatarlas a tiempo. Si el que las hacía se distraía, era
probable que otra persona le “salvara” las castañas.
Como sea, hoy la
frase se usa para indicar que alguien ayudó a otro en una situación complicada.
Otra frase popular tiene la misma raíz, con un leve cambio en su sentido:
“cuando las papas queman…”
Tiempo
mas tarde, “salvar las papas” derivó de aquellos, y es precisamente lo que hizo
Félix Frías con Sarmiento.
El contexto de época
Es
archiconocido el encono que existía entre Sarmiento y Rosas, lo que llevó al
primero a exiliarse en Chile, país al que conocía muy bien por sus anteriores
estadías. En 1842 tiene a su cargo la dirección de los periódicos del
gobierno conservador y dictatorial de ese país.
Estado Unidos, cuya relación con Chile era muy
fluida y estaba interesado en puntos estratégicos militares en América del Sur,
filtró a un espía enmascarado como un simple marinero que dijo llamarse Jorge
Mebón. Ni lo uno ni lo otro. Ni era marinero ni ese era su nombre.
Mebón conoce a Sarmiento y sabiendo de su odio hacia
Rosas, comienza a sugerirle que aprovechando la habilidad de su pluma, aliente
a Chile a ocupar tierras argentinas en el sur.
Es “curioso”, pero inmediatamente el gobierno de
Chile funda un periódico, “El Progreso de Santiago”, confiándole a Sarmiento la
dirección. Y desde el primer número el periódico, comienza una
campaña para que Chile ocupe el Estrecho de Magallanes, lo que hoy es Punta
Arenas (antes Puerto Hambre) y las tierras adyacentes.
En “El Progreso de Santiago” Sarmiento explica de la
siguiente forma el encuentro con aquel marinero:
“En 1842 se me presentó un pobre
norteamericano casi desnudo, Jorge Mebón, marino, que había hecho la pesca de
lobos marinos en el Estrecho de Magallanes, y con el ojo avezado del yanqui,
había visto que podía navegarse el Estrecho por medio de vapores si una colonia
de cristianos se establecía allí. Este hombre me pedía el concurso
de mi posición como escritor para incitar al gobierno de Chile a dar ese paso”.
Declara
Sarmiento que a raíz de esa entrevista estudió el problema y viendo “la tentativa físicamente posible, inicié la
redacción de “El Progreso” con una serie de estudios que hoy, después de ocho años,
no son del todo estériles”.
El
sanjuanino insiste con el mayor entusiasmo sosteniendo que ese paso y sus
tierras adyacentes son chilenos, y que Chile debe ocuparlos y poblarlos.
Así como
el primer número del periódico se inicia con artículo de Sarmiento sobre el
asunto en cuestión, con el último de los artículos deja de aparecer el
periódico.
Sarmiento
publica el más contundente artículo en pro de su campaña, titulado “Navegación
y Colonización del Estrecho de Magallanes”.
Al
incitar una vez más al gobierno de Chile para que ocupe el Estrecho, Sarmiento
hasta da la forma de hacerlo: “Pues que
nada sería dar el primer paso, que es mandar al Estrecho algunas compañías de
soldados y los víveres necesarios para su mantenimiento…”
“Para Chile basta en el asunto de que
tratamos decir quiero, y el Estrecho de Magallanes se convierte en un foco de
comercio, de civilización…” “¿Quedan dudas después de todo lo que
hemos dicho sobre la posibilidad de hacer segura la navegación del Estrecho y
de establecer allí poblaciones chilenas?”.
“Creemos haber tomado cuanto estaba a nuestro
alcance para ilustrar un asunto que de tanto interés nos parece para la
prosperidad del país y su futuro engrandecimiento”. “Si no hemos
logrado excitar el interés del público y de las autoridades, acháquese este
defecto a nuestra inhabilidad y falta de luces. Nuestras intenciones
servirán de disculpa…”.
Sarmiento no
escribe con un razonamiento frío, sino vehemente, apasionadamente, por tratarse
del arrebato de un territorio a su propia patria. Tanta vergüenza
posterior se manifiesta en el hecho que el recopilador de sus Obras Completas,
excluyó los artículos del diario “El Progreso”.
El
gobierno de Chile comprendió perfectamente este aspecto de la cuestión, y por
ello hizo actuar como actores principales a dos extranjeros: el estadounidense
Mebón y el argentino Sarmiento.
Cumplida
la primera parte de la campaña con los artículos de “El Progreso” escritos por
Sarmiento, y vista ninguna reacción del gobierno de Buenos Aires, demasiado ocupado
con el alzamiento de los unitarios y los conflictos con Inglaterra y Francia,
el gobierno de Chile, creyó oportuno materializar los propósitos de la
campaña.
A tal
efecto envió una pequeña expedición armada al Estrecho, formando parte de la
misma el yanqui Mebón. Con fecha 21 de setiembre de 1843 esta expedición tomó posesión del
Estrecho de Magallanes y tierras adyacentes, en nombre del gobierno de
Chile. La campaña iniciada por Sarmiento en contra de su patria
tenía completo éxito.
A fin de
darle mayor formalidad a la toma de posesión, operación propia y detalles
formales cuando una nación se posesiona de un territorio que no le es propio,
con lo cual Chile proclamaba la usurpación que llevaba a cabo, se labró la
siguiente acta:
“En cumplimiento de las órdenes del Gobierno
Supremo, el día 21 de setiembre de 1843, el ciudadano capitán de fragata,
graduado, de la marina nacional, don Jorge Mebón, el naturalista
prusiano voluntario, Don B. Philipi, y el sargento distinguido de artillería,
don E. Pizarro, que actúa de secretario, con todas las formalidades de
costumbre, tomamos posesión de los Estrechos de Magallanes y su territorio, en
nombre de la República de Chile, a quien pertenece, conforme está declarado en
el artículo 1º de su Constitución pública, y en el acto se afirmó la bandera
nacional de la República con salva de 21 tiros de cañón.
“Y en nombre de la República de Chile
protesto del modo más solemne, cuantas veces haya lugar, contra cualquier poder
que hoy, o en adelante, tratase de ocupar alguna parte de su territorio.
Presidencia
del Excelentísimo señor General don M. Bulnes,
Destaquemos
una vez más el hecho de labrarse un acta de toma de posesión, a pesar de que en
ella se diga que ese territorio pertenece a Chile. ¿Para que labrar un “acta de
posesión” de tierras propias?. Ello evidencia la seguridad que tenía Chile de
que el Estrecho y sus tierras adyacentes no le pertenecían, ya que un acta
semejante solamente se labra cuando se trata de la toma de posesión de un
territorio ajeno, o de una tierra considerada “res nullius” (de nadie).
No
confundamos Patria con gobierno
Rosas
protestaba por la usurpación del Estrecho y sus tierras circunvecinas y
Sarmiento se empecinaba en la posición contraria a la Argentina por el solo hecho
que la llevaba a cabo su archienemigo.
Con el
fin de contrarrestarla, Rosas funda en Mendoza una revista muy bien presentada
“La Ilustración Argentina”, a cargo de Juan Llerena y Bernardo de Irigoyen y se
asegura que los chilenos la leyeran. Y es el joven Irigoyen quien,
al tratar la acción de Sarmiento en Chile y su participación en la usurpación
del estrecho, lo llama traidor.
Sarmiento
siente el dolor, pero no piensa amainar en su actitud, y con la mayor
arrogancia, escribe: “Pero para Chile,
para los argentinos y para mi, bástenos la seguridad de que ni sombra de
pretexto de controversia le queda (por el asunto del Estrecho) con los
documentos y razones que dejo colacionados”. Ya veremos cómo el
tiempo lo convencerá del error de esas palabras.
Con la
caída de Rosas, después de la Batalla de Caseros en 1852, Sarmiento vuelve al país. Al parecer ya no se
siente tan chileno, y como argentino emprende su gran campaña para ascender
políticamente. Se radica en Buenos Aires, donde gobiernan sus
correligionarios políticos, y con el tiempo, llegará a Presidente de la
República.
Pero en
política, cuando la oposición no actúa, aparecen los enemigos internos, y uno
de estos rivales es nada menos que Bartolomé Mitre, quien, con el prestigio que
le da su militancia en el liberalismo triunfante, escribe en su diario “La
Nación Argentina”, ocho días antes de que Sarmiento cruce su pecho con la banda
presidencial:
“Ud. ha sostenido en Chile contra su patria
los pretendidos derechos de un país extranjero para despojarla de su
territorio… No creo que haya ningún hombre, cualquiera sea su nacionalidad, que
intente justificar al señor Sarmiento, pues, hasta hoy todos los pueblos del
mundo han condenado del modo más terrible al que atenta contra la integridad
del territorio de su país en beneficio de un gobierno extranjero”.
“Sarmiento ha sido el abogado de un gobierno
extranjero contra su propio país. Él ha sugerido, ha propagado y ha
hecho triunfar la idea de hacer despojar a la República Argentina de su
territorio. El inició en la prensa la tarea de probar que no
pertenecían a la República Argentina, sino a Chile, los territorios de la
Patagonia”.
En 1868 Sarmiento se transforma en el
Presidente de la República. Desde el diario El Nacional se intenta una defensa que
es toda una confesión de culpa, ya que tal defensa sostiene que al aconsejar
tal medida Sarmiento lo hizo “para atacar
a Rosas”.
Como una
estocada a fondo, Mitre, desde “La Nación Argentina”, responde:
“El aconsejar a los gobiernos extranjeros que
le arrebaten a la patria sus territorios, ¿es atacar a Rosas o la República
Argentina? ¿Son acaso de Rosas las tierras magallánicas o de la República
Argentina?
Pero el
asunto de la recriminación a Sarmiento por su ingrata intervención en la
usurpación del Estrecho de Magallanes no para allí. Luego de una
pausa, se reanuda en 1873. Los
chilenos al ver en la presidencia de la República Argentina al hombre que
sostuvo ardientemente en la prensa chilena que el Estrecho de Magallanes, sus
tierras adyacentes, y la Patagonia eran chilenas, se apresuraron a reavivar el
asunto. Y reclamaron la Patagonia.
Volvió
Sarmiento a no tener argumentos para defenderse de la acusación que ahora se le
hacía. Muchas son las voces que lo acusan y acosan. En
Chile, el pueblo se enardece con la cuestión, y hay manifestaciones tumultuosas
contra la Argentina y contra Sarmiento. Y tan grave llega a ser la
situación, que Sarmiento habla de renunciar a su cargo.
Hasta el
día de hoy, cada vez que los chilenos se enojan por alguna razón con la
Argentina, tiran al río Mapocho las estatuas de Sarmiento (…que no son pocas).
Félix Frías embajador en Chile
Félix Frías fue un político y periodista argentino de una religiosidad por el
catolicismo muy marcada, que a fines
de 1839 se
unió a la "cruzada libertadora" del General Juan Lavalle,
y luchó en las derrotas de Quebracho Herrado y Famaillá. Después de esas batallas, huyó
a Bolivia acompañando
el cadáver de Lavalle y años mas tarde pasó a Chile. En Chile se puso en
contacto con otros exiliados, como Sarmiento y Mitre.
Regresó a Buenos Aires en 1855 y durante la década
siguiente se dedicó fundamentalmente al periodismo.
Frías no mantuvo un entendimiento cordial con Sarmiento ya que
ha dado reiteradas pruebas de haber combatido las actitudes políticas y las
ideas sostenidas por el nuevo mandatario.
A pesar de ello Sarmiento ve en su antiguo compañero de exilio
y ocasional adversario, un defensor de la integridad territorial y un avanzado
conocedor de la vida política chilena.
Chile había denunciado en 1865
el Tratado de Amistad firmado por la Confederación en 1856, cuando su enviado,
el señor Victoriano Lastarria, mantuviera conversaciones con nuestra
Cancillería y, al mismo tiempo, manifestara las pretensiones de Chile sobre el
territorio patagónico y las costas del mar austral.
Esa situación, que en el momento produjo sorpresa y cierta
inquietud, se hallaba latente, de modo que en algún momento debía plantearse en
términos oficiales y, en esas circunstancias, bien valía tener al frente de la
Legación en Chile, a un hombre competente en la cuestión, y conocedor, a la
vez, de los dirigentes chilenos.
Esas razones lo inclinan a ofrecerle a Félix Frías en 1869 el cargo de Ministro
Plenipotenciario ante el gobierno de Chile, designación que éste acepta con el
propósito de defender la integridad territorial, uno de los propósitos de su
vida pública. La designación de Frías resulta acertada, y más que ello,
inteligente por parte de Sarmiento.
La designación, a la par que honrosa, implicaba una grave
responsabilidad, pues las relaciones con Chile, sin ser visiblemente tirantes,
permanecían ciertamente tensas.
A partir de allí comienza con Sarmiento una fluida correspondencia, a
veces oficial y a veces privada. Frías, con gran entereza, le
informa a Sarmiento cuanto ocurre en Chile. Allá se recuerdan y se
releen los artículos de Sarmiento en “El Progreso” y en “La
Crónica”.
La
traición a la patria, está probada, y tanta es su desesperación que le pide al
embajador Frías que lo defienda de sus enemigos y que no muestre sus cartas
privadas a nadie. Sarmiento reconoce que no tiene defensa.
Sin
explicación lógica y razonable, la actitud de Sarmiento en esta desgraciada
cuestión tiene una sola explicación: confundir Patria con gobierno.
Por
eso después de Arroyo Grande, renuncia a su nacionalidad argentina y adopta la
chilena, y por eso cuando los ingleses se apoderan de las Malvinas, escribe en
“El Progreso” el 28 de noviembre de 1842: “La
Inglaterra se estaciona en las Malvinas para ventilar después el derecho que
para ello tenga… Seamos francos; su invasión es útil a la civilización y al
progreso”.
Fue
el único argentino que aprobó la usurpación de las Malvinas.
No
hay excusa ni desmentido posible. Esos mismos artículos se releen
también en Buenos Aires por parte los opositores a Sarmiento, que son todos
altos personajes: Mitre, Rawson, Oroño, Torrens, José Hernández, Navarro Viola.
La
calidad de estos opositores que lo critican públicamente, lo anonada por
momentos. Pero sin argumento, sin justificación a su instigación
ante el gobierno de Chile, busca una excusa, una coartada, que no es más que
una declaración de culpabilidad.
Así es
que escribe a Frías el 20 de mayo de 1873:
“Los escritos anónimos de un diario chileno
que se proponían ser útiles (a Chile) y cuya redacción se atribuye a un joven
emigrado argentino, hoy presidente de esta república (no pueden utilizarse)
para comprometer (en su cargo, ni se debe) suponer que al Jefe de un Estado lo
ligan ideas que pertenecieron a otro país… Es verdad que un diario
(de Chile) sostuvo estas ideas, pero ellas no llevan nombre de
autor. Yo, López (Vicente Fidel) y Vial redactábamos el
diario. Eran anónimos los artículos y no pueden citarse como
doctrina de autor aquellas que no llevan su nombre. Todo argumento
sacado de allí contra mí es simplemente contra un diario chileno”.
Jamás
una retracción tuvo argumento semejante. Sarmiento, siempre había
reconocido como suyos aquellos artículos.
Más aún,
se había envanecido por ellos. Acorralado, sin poder justificarse,
acordándose del calificativo de traidor que le aplicó Bernardo de Irigoyen
desde “La Ilustración Argentina”, opta por un argumento, el más pueril y
ridículo: los artículos eran anónimos; se atribuyeron a un “joven argentino”
que ahora es presidente de la Nación Argentina, pero aunque aquel joven es la
misma persona que el hoy presidente de la Argentina, no se le pueden imputar
como propios, porque serían dos cosas distintas, sin continuidad.
Además,
dice, “El Progreso” o “La Crónica” no eran redactados exclusivamente por él,
sino por dos argentinos más. Y trata de descargar su culpa, su
traición, en los demás. O por lo menos, de repartirlas con ellos.
Frías renuncia de su función de Ministro Plenipotenciario al
asumir la Presidencia Avellaneda, pero antes de hacerlo recibe el nombramiento
de Ministro de Relaciones Exteriores.
Vacila en aceptar, movido por la debilidad de su salud, pero
esencialmente con el fin de reservarse el lugar más estratégico para continuar
la vigilancia sobre la defensa del territorio patagónico, optando finalmente
por no aceptar el cargo y permanecer unos meses más en la Legación.
La larga gestión de Frías en Chile, en especial la que
desarrolla durante la Presidencia de Sarmiento y en la que se empeña una vez
regresado al país, durante la Presidencia de Avellaneda, caracterizada esta
última por la complejidad pero a la vez cerrazón y empecinamiento con que actúa
el nuevo mandatario tucumano en perjuicio del país.
Félix Frías mantuvo una férrea postura de defensa de los intereses de su
país en la soberanía sobre la Patagonia.
La postura del gobierno chileno, y manifestada por su ministro de Relaciones
Exteriores Adolfo Ibáñez Gutiérrez, era la de incluir
la región patagónica en su totalidad en el arbitraje internacional realizado
por el Reino Unido. Frías argumentó que "la Patagonia, el Estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego, aunque
contiguos, son territorios distintos".
Los resultados
En
1881, luego del trabajo llevado en
conjunto por los representantes de ambas naciones, el ministro argentino de
Relaciones Exteriores, el federal Bernardo de Irigoyen, y el cónsul general de
Chile, Francisco Echevarría, firmaron en Buenos Aires el Tratado de Límites que
resolvió la larga disputa.
Este
tratado fija como límites la Cordillera de los Andes hasta el paralelo 52º,
marcando la divisoria las cumbres más altas de la misma, pero, sin embargo, el
Tratado no precisó los límites en el canal de Beagle ni detalló sus islas.
A
la vista de todos, el Tratado fue considerado un modelo de sensatez y realismo.
Sin embargo, años después, la Guerra del Pacífico renovó el afán expansionista
del gobierno chileno.
La controversia entre Argentina y
Chile respecto de la soberanía de las islas del canal Beagle fue resuelta mediante
la firma del Tratado de Paz y
Amistad en 1984. Acuerdo alcanzado por mediación del papa Juan
Pablo II luego de que Argentina declarara nulo el laudo arbitral de la reina británica de 1977,
que había sido solicitado por ambos países para resolver la disputa,
poniéndolos al borde de la guerra.
Bibliografía
CÍRCULO DE LEGISLADORES DE LA NACIÓN
ARGENTINA. (1999). Félix Frías. Legislador de la
Conciliación. En: COLECCIÓN VIDAS, IDEAS Y OBRAS DE LOS LEGISLADORES ARGENTINOS. Artes Gráficas Yerbal, S.R.L. pdf
MAZZELLA, D.L. (2013). El abrazo del estrecho y la
geopolítica del roquismo. Jovenes Revisionistas. http://jovenesrevisionistas.org/
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