Los argentinos tenemos la costumbre de
festejar el lado negativo de los sucesos y a veces tergiversamos los hechos.
El día de la muerte de Belgrano, el 20
de junio, lo transformamos en el Día de la Bandera, el 17 de agosto “festejamos”
la muerte de San Martín y el 11 de
setiembre, día que murió Sarmiento, homenajeamos a los maestros.
El 2 de abril “festejamos” el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas (… que
perdimos),
y para no ser menos “festejamos” el 20 de noviembre como Día de la Soberanía
Nacional, cuando las tropas anglo francesas vencen a la asimétrica y patriótica
defensa de las tropas de la Confederación Argentina, pero.... así somos.
Claro está que debemos homenajear a
quienes nos legaron esta Patria que tenemos desde nuestros albores como país
hasta la gesta de Malvinas, pero no parece necesario hacerlo desde lo negativo.
La Vuelta de Obligado fue un ejemplo
de fuerza y coraje, luchando con los invasores poderosos con cadenas que
cruzaban el río Paraná contra embarcaciones armadas y hasta blindadas.
Esta es una visión de aquellos hechos.
La Batalla de la Vuelta de
Obligado se produjo el 20 de
noviembre de 1845, en aguas del río Paraná,
sobre su margen derecha y en el norte de la provincia de Buenos Aires, en un recodo
donde el cauce se angosta y gira, conocido como Vuelta de Obligado, en lo que
hoy es la localidad de Obligado (partido de San Pedro).
Enfrentó a la Provincia de Buenos Aires, liderada por Juan Manuel de Rosas, quien nombró
comandante de las fuerzas porteñas al General Lucio
Norberto Mansilla y a la escuadra anglo-francesa,
cuya intervención se realizó bajo el pretexto de lograr la pacificación ante
los problemas existentes entre Buenos Aires y Montevideo.
Los europeos (Gran Bretaña y Francia), pretendían establecer relaciones
comerciales directas (su mayor obsesión), entre con las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, sin pasar por Buenos Aires ni
reconocer la autoridad de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de
la Confederación.
A nadie escapaba que, obviamente, también pretendían la libre navegación
de los ríos interiores como base de la estrategia de separar la Banda Oriental
del Uruguay de la Confederación Argentina. El “divide y reinarás” proveniente
de la antigua Grecia, parecía ser el slogan
de la época.
Contexto
de la época
En 1845,
Juan Manuel de Rosas gobernaba por
segunda vez la provincia de Buenos Aires, mientras
que Uruguay se
encontraba en medio de una guerra civil entre los caudillos Manuel Oribe y Fructuoso
Rivera.
Oribe acudió a Rosas, buscando apoyo para recuperar el gobierno que
había perdido ante Rivera quien era ayudado por Brasil.
Rosas accedió al pedido de Oribe
aportando tropas y armamento y
con esta ayuda invadió el Uruguay y sitió la ciudad de
Montevideo.
La intervención de fuerzas argentinas exaltó los ánimos, y motivó que
el Reino Unido y Francia intervinieran en el conflicto,
apoyando al autodenominado "Gobierno de la Defensa" protegido por
Brasil, el Reino Unido y Francia, auto convocándose como mediadores en el
conflicto.
Rosas fue intimado a retirar sus tropas, pero rechazó la intimación.
Inmediatamente, la escuadra porteña que bloqueaba Montevideo fue capturada por
la flota combinada de los europeos.
Con el desarrollo de la navegación a vapor (efectuado principalmente en el
Reino Unido, Francia y Estados Unidos), ocurrido en la tercera década del siglo
XIX, grandes navíos mercantes y militares podían remontar, en tiempos
relativamente breves, los ríos en contra de la corriente y con una buena
relación de carga útil.
Este avance tecnológico acicateó a los gobiernos británico y francés
que, desde entonces, siendo las superpotencias de
esa época, pretendían lograr garantías que permitieran el comercio y
el libre tránsito de sus naves por el estuario del Río de la Plata y todos los ríos
interiores pertenecientes a la cuenca del
mismo.
Más de 30 años antes, en 1811, poco después de la Revolución de Mayo de 1810 (en que
Argentina comenzó su proceso de independencia de España), Hipólito Vieytes (político y militar
nacido en estas tierras), recorrió la costa del río Paraná buscando
un sitio ideal en donde poder montar una defensa contra un hipotético ataque de
naves españolas.
Para este propósito consideró al recodo de la Vuelta de Obligado como el
sitio ideal, por sus altas barrancas y la curva pronunciada que obligaba a las
naves a recostarse para pasar por allí. Rosas estaba al tanto de sus
anotaciones, y es por ello que decidió ordenar la preparación de las defensas
en dicho sitio.
Los
límites que Rosas impuso a la política militar colonialista británica y
francesa no tenían mucho de defensa del interés “nacional”. Al presentar
batalla, Rosas se propuso asegurar el control absoluto de los recursos de la
Confederación, más precisamente los intereses vitales de Buenos Aires.
Buscó
consolidar y preservar la inicial acumulación de capital de los hacendados
porteños y sus saladeros, que desde la década de 1820 con la expansión de la
frontera productiva y el aumento del stock
ganadero, sin grandes inversiones de capital, habían logrado elevar el
nivel general de la producción de la campaña y la producción para la
exportación.
Como
señalan algunos historiadores “es indiscutible que defendió la independencia
del país – de su país, el país de los estancieros porteños, contra
todos los intentos de colonización”.
Siempre ocurre en estos casos que aparecen los “enemigos internos”
que no dejaban de hacer su juego. Florencio Várela en Europa, en representación
de Rivera y de la Comisión Argentina (unitarios), gestionaba la intervención
armada anglofrancesa contra
el Gobernador de Buenos Aires.
Los jefes franceses y británicos informan a sus gobiernos que se
pondrían en marcha para remontar el río Paraná para ponerse en contacto con el
General José María Paz para que este le facilite el acceso a Paraguay.
Paz le escribe al jefe de la escuadrilla correntina:
“Todo induce a creer que dentro
de muy poco aparecerán en el río velas enemigas del tirano del Plata (en franca alusión a Rosas),
y dispuestas a darnos una mano. En ese caso, dispensando las mayores
consideraciones a tan distinguidos huéspedes se previene a usted que ofrezca
las costas de estas provincias para que puedan refrescar víveres y le
suministre cuantos auxilios esté en su poder. Está usted autorizado para
cooperar con ellos en cualquier operación que tenga por objeto hostilizar al
enemigo” (nuevamente en alusión a Rosas).
Confundir Patria con Gobierno fue una constante del unitarismo a
lo largo de toda nuestra historia.
Los
preparativos para la defensa
El 13 de agosto de 1845 Rosas le
encargó al General Lucio Norberto Mansilla (su cuñado, ex oficial de San Martín
y padre del Lucio V. Mansilla, con quien muchos se lo confunden), conducir la
defensa.
Su estrategia fue
evitar que las naves de guerra que antecedían a los barcos mercantes
anglofranceses subieran por el Paraná. Mansilla sabía que era imposible vencer
militarmente a los invasores por la diferencia de poderío y experiencia, lo que
hacía inevitable que tuvieran éxito en su propósito de remontar el río Paraná,
pero no se las haría fácil.
Confederación Argentina
|
Reino Unido + Reino de Francia
|
1 bergantín
30 cañones 2.000 soldados |
22 buques de guerra
+ 92 mercantes
418 cañones 880 soldados |
Dado que se trataba
de una operación comercial encubierta, el objetivo de Mansilla era provocarles
daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y lograr
así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían
luego contundente.
La táctica de Mansilla fue aprovechar aquel recodo del río donde el
cauce se angosta, artillar las costas con apenas 30 cañones y tender tres gruesas cadenas montadas sobre 24 barcazas para demorar el paso de los
invasores.
En San Pedro pidió ayuda a la población de entre 15 y 70 años para que
estén preparados por un eventual desembarco de los enemigos.
En las trincheras había 2.000 hombres, la mayor parte gauchos asignados
a la caballería, al mando del Coronel Ramón Rodríguez, Jefe del Regimiento de Patricios mas algunas tropas
del 2º Batallón de ese mismo cuerpo.
En el río estaba estacionado un bergantín,
el Republicano, que tenía como misión cuidar
las cadenas que cruzaban el río. Este buque fue volado por su tripulación durante
el combate, cuando su captura por el enemigo era inminente.
Once buques de
combate de la escuadra anglo-francesa navegaban por el río Paraná
desde los primeros días de noviembre. Estos poseían la tecnología más avanzada
en maquinaria militar de la época, impulsados tanto a vela como con motores a vapor.
Ingresaron por el brazo Guazú del Paraná cerca del actual puerto de
Ibicuy. Una parte de ellos estaban parcialmente blindados, y todos dotados de
grandes piezas de artillería forjadas en hierro, y de rápida recarga, granadas
de acción retardada, obuses de fragmentación antipersona y avanzados cohetes
Congreve de largo alcance.
La batalla
Mansilla dispuso a gran parte de su tropa en la especie de playa baja
ubicada antes de las barrancas que en ese punto tienen casi 20 metros de
altura. Consideró acertadamente que los invasores anglo-franceses atacarían con
su artillería primero a las baterías argentinas ubicadas en lo alto de tales barrancas,
de este modo las tropas argentinas ubicadas en la parte baja podían hostigar la
aproximación a las costas de los navíos y hacer frente con mayor eficacia a los
desembarcos invasores.
Aquella
mañana Mansilla, arengó a las tropas:
“¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis!
Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra
Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra
República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se
engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y
muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea”.
El combate se inició al amanecer del día 20 de
noviembre, primeramente con una escaramuza unos pocos kilómetros
aguas abajo del río Paraná cuando tres lanchones argentinos que patrullaban al
río fueron atacados por la artillería de la flota anglo-francesa.
A las 08:00 de la mañana un vapor inglés comenzó a cañonear las
posiciones argentinas sin mucho efecto pero a las 10:30, la flota invasora
reunida, con su diluvio de proyectiles comenzó a tener eficacia debido al
intenso cañoneo y fuertes descargas de cohetes
Congreve sobre las baterías argentinas.
Estas respondieron de inmediato, pero estaban en inferioridad de
condiciones, ya que contaban con cañones antiguos de mucho menor alcance, mucho
menor precisión y notable lentitud de recarga, en comparación con las piezas
que poseían los invasores.
Las tropas defensoras los recibieron con un “¡Viva la Patria!” y los
sones del Himno Nacional. Al encontrarse la
nave capitana francesa de frente a las baterías defensoras, estas abren fuego
matando en el acto a 28 hombres de dicho buque, pero independientemente del
gran ímpetu de las fuerzas argentinas, el intercambio de disparos causó desde
un primer momento múltiples bajas en el bando local.
Luego de más de dos horas de combate, las fuerzas defensoras habían
agotado gran parte de sus municiones, por lo que su capacidad de respuesta
disminuyó considerablemente. Ante el vuelco de las circunstancias, dos
batallones de las tropas invasoras desembarcaron y avanzaron contra la batería
sur.
Mansilla ordenó la carga a bayoneta, pero mientras encabezaba la misma,
fue herido de gravedad en el pecho por una salva de metralla.
Los disparos de la escuadra defensora, disminuían y los atacantes
vuelven sobre las cadenas, y logran cortarlas. Tras varias horas de combate,
fuerzas de infantería desembarcaron en la costa, atacando la batería argentina,
que perdió 21 cañones de los 30 que tenía.
Al no poder transportarlos, los invasores los inutilizaron, pero cuando
pretendieron sostener su posición, las fuerzas desembarcadas fueron atacadas
por la caballería del Coronel Ramón Rodríguez, que las obligó a reembarcarse en
forma temporal, cediendo ante un segundo ataque, esta vez de marinos franceses
e infantes de marina británicos, que fue más eficaz.
Aprovechando la defensa que los argentinos debían hacer de sus piezas de
artillería durante el desembarco, las fuerzas atacantes incendiaron los
lanchones que sostenían las cadenas. También se perdió el buque Republicano,
que fue volado por su propio comandante ante la imposibilidad de defenderlo.
Las fuerzas defensoras tuvieron 250 muertos y 400 heridos. Los
agresores, por su parte, tuvieron solo 26 muertos y 86 heridos y
sufrieron grandes averías en sus naves que obligaron a la escuadra a permanecer
casi inmóvil en distintos puntos del Delta del Paraná, para reparaciones de
urgencia.
Finalmente, los anglo-franceses consiguieron forzar el paso y continuar
hacia el norte, atribuyéndose la victoria. Dijo el almirante británico:
“Siento
vivamente que este bizarro hecho de armas se haya logrado a costa de tal pérdida
de vidas, pero considerada la fuerte oposición del enemigo y la obstinación con
que fue defendida, debemos agradecer a la Divina Providencia que aquella no
haya sido mayor”.
En su nota sobre este combate, al explicar el interés que movía a Rosas,
Felipe Pigna opina
que:
Rosas
compartía con los terratenientes bonaerenses la seguridad de que el Estado no
podía entregarse a ninguna potencia extranjera. No había tanto en Rosas y sus
socios políticos y económicos una actitud fanática que se transformara en
xenofobia ni mucho menos, sino una política nacionalista pragmática que
entendía como deseable que los ingleses manejasen nuestro comercio exterior,
pero que no admitía que se apropiaran de un solo palmo de territorio nacional
que les diera ulteriores derechos a copar el Estado, fuente de todos los
negocios y privilegios de nuestra burguesía terrateniente.
Por su parte Pacho O’Donnell quien
considera que Obligado es, junto con el Cruce de los Andes, una de las dos
mayores epopeyas militares de nuestra patria, manifiesta que:
Los motivos reales de la "intervención en el Río de
la Plata" fueron de índole económica. Gran Bretaña y Francia se habían
unido para expandir sus mercados aprovechando el invento de los barcos de
guerra a vapor, que les permitían internarse en los ríos sin depender de los
vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del
Brasil. Esas intenciones eran confirmadas por los casi cien barcos mercantes
que seguían a las naves de guerra.
Lo más grave para nuestra soberanía era la pretensión de
independizar Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones formando un nuevo
país, la "República de la Mesopotamia", que empequeñecería y
debilitaría aún más a la Argentina, que ya había sufrido el desgarro de la
Banda Oriental, con la insólita anuencia de Rivadavia, y del Alto Perú
(Bolivia) ante la indiferencia de Alvear.
Sería Urquiza, luego de Caseros y en acuerdo con el
emperador de Portugal Juan I, quien reconocería la independencia del Paraguay,
algo a lo que Rosas se negó con pertinacia.
Ingleses
y franceses creyeron que la sola exhibición de sus imponentes naves, sus
entrenados marineros y soldados, y su modernísimo armamento bastarían para
doblegar a nuestros antepasados, pero no fue así: Rosas, que gobernaba con el
apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares,
decidió hacerles frente.
Las tropas anglo francesas lograron pasar, sin embargo, contra lo que
esperaban, no lograron ganar la simpatía de la población ribereña del Paraná,
especialmente en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos. En las orillas de ambas provincias,
la flota invasora fue atacada repetidamente, tanto de ida como de regreso, en
los combates de Paso de El Tonelero, San Lorenzo y Angostura del Quebracho.
Mansilla montaba cañones sobre caballos y acompañaba el descenso atacándolos.
En cambio, los invasores logaron algunos resultados comerciales en
la provincia de Corrientes, que desde hacía
varios años permanecía rebelde a la autoridad nacional de Rosas. Varios de los
buques atracaron en los puertos de Goya y Corrientes y en algunos intermedios.
Algunas naves continuaron su camino hasta Paraguay,
país que también resultaba afectado por el conflicto. No obstante, el resultado
comercial de la campaña fue muy escaso, debido a la pobreza y falta de dinero
en Corrientes y Paraguay.
La mayor parte de las mercaderías que portaban quedaron sin colocar. Su
costo financiero, después de los daños infligidos por las fuerzas argentinas,
se elevó enormemente. Por lo que, si bien lograron algunos resultados
militares, los beneficios económicos esperados se transformaron en un fuerte
quebranto.
Según
Ferns “Los resultados
políticos y económicos de esa acción fueron, por desgracia, insignificantes.
Desde el punto de vista comercial la aventura fue un fiasco. Las ventas fueron
pobres y algunos barcos volvieron a sus puntos de partida tan cargado como
habían salido, pues los sobrecargos no pudieron colocar nada”.
Tras varios meses de haber partido, las fuerzas y naves agresoras
debieron regresar a Montevideo «diezmados
por el hambre, el fuego, el escorbuto y el desaliento.
La idea original de Mansilla empezaba a cumplirse.
¿Y después qué?
Tanta valentía e ingenio
no podía quedar solo como una batalla perdida. Se dice que fue una batalla pírrica, es decir un triunfo obtenido con más daño del vencedor
que del vencido.
El sinuoso cauce del Paraná hacía excesivamente costosa la navegación
del mismo si tenía en contra la voluntad del gobierno porteño.
La batalla tuvo gran difusión en toda América. Chile y Brasil cambiaron
sus sentimientos (que hasta entonces habían sido hostiles a Rosas), y se
volcaron, momentáneamente, a la causa de la Confederación. Hasta algunos unitarios (enemigos
tradicionales de Rosas), se conmovieron y el Coronel Martiniano Chilavert se ofreció a
formar parte del ejército de la Confederación.
El General José de San Martín expresó, desde su
exilio en Francia:
“Ya
sabía la acción de Obligado; ¡qué inequidad! De todos modos los interventores
habrán visto por esta muestra que los
argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca.
A
un tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y
cumplir con el deber de hombres libres sea cual fuere la suerte que nos depare
el destino, que en íntima convicción no sería un momento dudosa en nuestro
favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá en
nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda que en mi
opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España.
Esta batalla, pese a ser una
derrota táctica, dio como resultado la victoria diplomática de
la Confederación Argentina, debido al alto
costo que demandó la operación.
El
combate de Vuelta de Obligado pertenece a este género de eventos. Su
importancia en la historia nacional no se debe a la magnitud ni al volumen de
recursos que puso en juego, sino al sentido histórico con el que ha sido
interpretado y reconstruido en distintos momentos políticos.
Implícitamente, la resistencia opuesta por el gobierno argentino, obligó
a los invasores a aceptar la soberanía argentina
sobre los ríos interiores.
La firme actitud de
Rosas durante estos episodios le valió la felicitación del general San Martín y
un apartado especial en su testamento:
“El sable que me ha
acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será
entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que,
como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la
República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de
humillarla”.
Gran Bretaña, con el Tratado Arana-Southern,
de 1847,
concluyó definitivamente este conflicto y en marzo de ese año ordenó el retiro
de su flota resignando su objetivo primario: la liberación de
Montevideo (y con ella su estratégico puerto), pues Rosas se comprometía a
retirar sus fuerzas de esa ciudad.
A cambio Inglaterra asumía el compromiso de evacuar
la isla Martín García, poner fin al bloqueo y el reconocimiento de la
navegación del Paraná como un asunto interno de la Confederación.
Francia tardó un año
más, hasta la firma del Tratado Arana-Lepredour.
Estos tratados reconocían la navegación del río Paraná como “una
navegación interna de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes
y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en
común con el Estado Oriental”.
Recuerdos y homenajes
Este hecho histórico es
recordado el 20 de noviembre de cada año como Día de la Soberanía Nacional, por
iniciativa del historiador José María Rosa.
En el Metro de
París existía una estación que, hasta 1947, se llamaba
“Obligado”. Tras la visita a Francia de Eva Perón fue rebautizada como Argentine.
Los pocos emblemas de
los estados de la Confederación Argentina que fueron tomados por los franceses
fueron reintegrados a la República Argentina en 1997 por el premier
francés Jacques Chirac.
En el cruento Combate de
la Vuelta de Obligado, el Regimiento de Patricios al mando del coronel Ramón Rodríguez tuvo una
actuación tan valerosa que, muchos años más tarde, en 1883, quien fuera jefe en
aquella oportunidad de las fuerzas británicas, entregó al Consulado argentino
en Londres una
bandera argentina tomada en el combate contra las tropas argentinas, con una
carta en la que, entre otros conceptos laudatorios, expresaba:
“Quiero
restituir al Coronel Rodríguez, si vive, o al Regimiento de Patricios de Buenos
Aires, si aún existe, la bandera bajo la cual y en la noble defensa de su
Patria, cayeron tantos de los que en aquella época lo componían”.
Almirante J. B. Sullivan
En
el Panteón de Napoleón donde se exhiben las banderas enemigas tomadas en
victorias militares francesas, se exhibe en el puesto 32 una enseña argentina
manchada en sangre recuperada de alguno de los lanchones que sostenían las
cadenas.
En 1868, en tiempos de
los sueños imperiales de Luis Napoleón, la Rue de la Pelouse de París fue
rebautizada como Rue d’Obligado. La calle desemboca en la Avenue de la
Grande-Armée, la de Napoleón y de Austerlitz, a pocas cuadras del Arco de
Triunfo, que celebra las grandes victorias.
Pero lo que demuestra
su derrota, o el resultado de una batalla pírrica, es que no se cumplieron
ninguno de los objetivos de la invasión de las potencias:
·
Las
provincias litorales siguen siendo argentinas,
·
El
Paraná es un río interior de nuestro territorio, y
·
La
Argentina no es un protectorado británico (como habían acordado los unitarios
con las potencias "interventoras").
El sitio donde estuvo ubicada la batería argentina es hoy un sitio
histórico, con monumentos e inscripciones que recuerdan el hecho.
Bibliografía
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https://historiaybiografias.com/vuelta_obligado/
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ROSITANO, M. C. (2016), ¿Qué pasó en la batalla de Vuelta de Obligado?
www.diarioveloz.com/notas/.
9 de enero de 2016.
WIKIPEDIA. Batalla de
la Vuelta de Obligado. https://es.wikipedia.org/wiki/
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