lunes, 16 de septiembre de 2019

La Vuelta de Obligado. Pérdida de una batalla y triunfo diplomático



Los argentinos tenemos la costumbre de festejar el lado negativo de los sucesos y a veces tergiversamos los hechos.
El día de la muerte de Belgrano, el 20 de junio, lo transformamos en el Día de la Bandera, el 17 de agosto “festejamos” la muerte de  San Martín y el 11 de setiembre, día que murió Sarmiento, homenajeamos a los maestros.
El 2 de abril “festejamos” el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas (… que perdimos), y para no ser menos “festejamos” el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional, cuando las tropas anglo francesas vencen a la asimétrica y patriótica defensa de las tropas de la Confederación Argentina, pero.... así somos.
Claro está que debemos homenajear a quienes nos legaron esta Patria que tenemos desde nuestros albores como país hasta la gesta de Malvinas, pero no parece necesario hacerlo desde lo negativo.
La Vuelta de Obligado fue un ejemplo de fuerza y coraje, luchando con los invasores poderosos con cadenas que cruzaban el río Paraná contra embarcaciones armadas y hasta blindadas.
Esta es una visión de aquellos hechos.

La Batalla de la Vuelta de Obligado se produjo el 20 de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná, sobre su margen derecha y en el norte de la provincia de Buenos Aires, en un recodo donde el cauce se angosta y gira, conocido como Vuelta de Obligado, en lo que hoy es la localidad de Obligado (partido de San Pedro).
Enfrentó a la Provincia de Buenos Aires, liderada por Juan Manuel de Rosas, quien nombró comandante de las fuerzas porteñas al General Lucio Norberto Mansilla y a la escuadra anglo-francesa, cuya intervención se realizó bajo el pretexto de lograr la pacificación ante los problemas existentes entre Buenos Aires y Montevideo.
Los europeos (Gran Bretaña y Francia), pretendían establecer relaciones comerciales directas (su mayor obsesión), entre con las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, sin pasar por Buenos Aires ni reconocer la autoridad de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de la Confederación.
A nadie escapaba que, obviamente, también pretendían la libre navegación de los ríos interiores como base de la estrategia de separar la Banda Oriental del Uruguay de la Confederación Argentina. El “divide y reinarás” proveniente de la antigua Grecia, parecía ser el slogan de la época.

Contexto de la época
En 1845, Juan Manuel de Rosas gobernaba por segunda vez la provincia de Buenos Aires, mientras que Uruguay se encontraba en medio de una guerra civil entre los caudillos Manuel Oribe y Fructuoso Rivera.
Oribe acudió a Rosas, buscando apoyo para recuperar el gobierno que había perdido ante Rivera quien era ayudado por Brasil. Rosas accedió al pedido de Oribe  aportando  tropas y armamento y con esta ayuda invadió el Uruguay y sitió la ciudad de Montevideo.
La intervención de fuerzas argentinas exaltó los ánimos, y motivó que el Reino Unido y Francia intervinieran en el conflicto, apoyando al autodenominado "Gobierno de la Defensa" protegido por Brasil, el Reino Unido y Francia, auto convocándose como mediadores en el conflicto.
Rosas fue intimado a retirar sus tropas, pero rechazó la intimación. Inmediatamente, la escuadra porteña que bloqueaba Montevideo fue capturada por la flota combinada de los europeos.
Con el desarrollo de la navegación a vapor (efectuado principalmente en el Reino Unido, Francia y Estados Unidos), ocurrido en la tercera década del siglo XIX, grandes navíos mercantes y militares podían remontar, en tiempos relativamente breves, los ríos en contra de la corriente y con una buena relación de carga útil.
Este avance tecnológico acicateó a los gobiernos británico y francés que, desde entonces, siendo las superpotencias de esa época, pretendían lograr garantías que permitieran el comercio y el libre tránsito de sus naves por el estuario del Río de la Plata y todos los ríos interiores pertenecientes a la cuenca del mismo.

Más de 30 años antes, en 1811, poco después de la Revolución de Mayo de 1810 (en que Argentina comenzó su proceso de independencia de España), Hipólito Vieytes (político y militar nacido en estas tierras), recorrió la costa del río Paraná buscando un sitio ideal en donde poder montar una defensa contra un hipotético ataque de naves españolas.
Para este propósito consideró al recodo de la Vuelta de Obligado como el sitio ideal, por sus altas barrancas y la curva pronunciada que obligaba a las naves a recostarse para pasar por allí. Rosas estaba al tanto de sus anotaciones, y es por ello que decidió ordenar la preparación de las defensas en dicho sitio.
Los límites que Rosas impuso a la política militar colonialista británica y francesa no tenían mucho de defensa del interés “nacional”. Al presentar batalla, Rosas se propuso asegurar el control absoluto de los recursos de la Confederación, más precisamente los intereses vitales de Buenos Aires.
Buscó consolidar y preservar la inicial acumulación de capital de los hacendados porteños y sus saladeros, que desde la década de 1820 con la expansión de la frontera productiva y el aumento del stock ganadero, sin grandes inversiones de capital, habían logrado elevar el nivel general de la producción de la campaña y la producción para la exportación.
Como señalan algunos historiadores “es indiscutible que defendió la independencia del país – de su país, el país de los estancieros porteños, contra todos los intentos de colonización”.
Siempre ocurre en estos casos que aparecen los “enemigos internos” que no dejaban de hacer su juego. Florencio Várela en Europa, en representación de Rivera y de la Comisión Argentina (unitarios), gestionaba la intervención armada anglofrancesa contra el Gobernador de Buenos Aires.
Los jefes franceses y británicos informan a sus gobiernos que se pondrían en marcha para remontar el río Paraná para ponerse en contacto con el General José María Paz para que este le facilite el acceso a Paraguay.
Paz le escribe al jefe de la escuadrilla correntina:
“Todo induce a creer que dentro de muy poco aparecerán en el río velas enemigas del tirano del Plata (en franca alusión a Rosas), y dispuestas a darnos una mano. En ese caso, dispensando las mayores consideraciones a tan distinguidos huéspedes se previene a usted que ofrezca las costas de estas provincias para que puedan refrescar víveres y le suministre cuantos auxilios esté en su poder. Está usted autorizado para cooperar con ellos en cualquier operación que tenga por objeto hostilizar al enemigo” (nuevamente en alusión a Rosas).
Confundir Patria con Gobierno fue una constante del unitarismo a lo largo de toda nuestra historia.
Los preparativos para la defensa
El 13 de agosto de 1845 Rosas le encargó al General Lucio Norberto Mansilla (su cuñado, ex oficial de San Martín y padre del Lucio V. Mansilla, con quien muchos se lo confunden), conducir la defensa.
Su estrategia fue evitar que las naves de guerra que antecedían a los barcos mercantes anglofranceses subieran por el Paraná. Mansilla sabía que era imposible vencer militarmente a los invasores por la diferencia de poderío y experiencia, lo que hacía inevitable que tuvieran éxito en su propósito de remontar el río Paraná, pero no se las haría fácil.
Confederación Argentina
Reino Unido + Reino de Francia
1 bergantín
30 cañones
2.000 soldados
22 buques de guerra + 92 mercantes
418 cañones
880 soldados
Dado que se trataba de una operación comercial encubierta, el objetivo de Mansilla era provocarles daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y lograr así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían luego contundente.
La táctica de Mansilla fue aprovechar aquel recodo del río donde el cauce se angosta, artillar las costas con apenas 30 cañones y tender tres  gruesas cadenas montadas sobre 24  barcazas para demorar el paso de los invasores.
En San Pedro pidió ayuda a la población de entre 15 y 70 años para que estén preparados por un eventual desembarco de los enemigos.
En las trincheras había 2.000 hombres, la mayor parte gauchos asignados a la caballería, al mando del Coronel Ramón Rodríguez, Jefe del Regimiento de Patricios mas algunas tropas del 2º Batallón de ese mismo cuerpo.
En el río estaba estacionado un bergantín, el Republicano, que tenía como misión cuidar las cadenas que cruzaban el río. Este buque fue volado por su tripulación durante el combate, cuando su captura por el enemigo era inminente.
Once buques de combate de la escuadra anglo-francesa navegaban por el río Paraná desde los primeros días de noviembre. Estos poseían la tecnología más avanzada en maquinaria militar de la época, impulsados tanto a vela como con motores a vapor.
Ingresaron por el brazo Guazú del Paraná cerca del actual puerto de Ibicuy. Una parte de ellos estaban parcialmente blindados, y todos dotados de grandes piezas de artillería forjadas en hierro, y de rápida recarga, granadas de acción retardada, obuses de fragmentación antipersona y avanzados cohetes Congreve de largo alcance.
La batalla
Mansilla dispuso a gran parte de su tropa en la especie de playa baja ubicada antes de las barrancas que en ese punto tienen casi 20 metros de altura. Consideró acertadamente que los invasores anglo-franceses atacarían con su artillería primero a las baterías argentinas ubicadas en lo alto de tales barrancas, de este modo las tropas argentinas ubicadas en la parte baja podían hostigar la aproximación a las costas de los navíos y hacer frente con mayor eficacia a los desembarcos invasores.
Aquella mañana Mansilla, arengó a las tropas:
¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea”.
El combate se inició al amanecer del día 20 de noviembre, primeramente con una escaramuza unos pocos kilómetros aguas abajo del río Paraná cuando tres lanchones argentinos que patrullaban al río fueron atacados por la artillería de la flota anglo-francesa.
A las 08:00 de la mañana un vapor inglés comenzó a cañonear las posiciones argentinas sin mucho efecto pero a las 10:30, la flota invasora reunida, con su diluvio de proyectiles comenzó a tener eficacia debido al intenso cañoneo y fuertes descargas de cohetes Congreve sobre las baterías argentinas.
Estas respondieron de inmediato, pero estaban en inferioridad de condiciones, ya que contaban con cañones antiguos de mucho menor alcance, mucho menor precisión y notable lentitud de recarga, en comparación con las piezas que poseían los invasores.
Las tropas defensoras los recibieron con un “¡Viva la Patria!” y los sones del Himno Nacional. Al encontrarse la nave capitana francesa de frente a las baterías defensoras, estas abren fuego matando en el acto a 28 hombres de dicho buque, pero independientemente del gran ímpetu de las fuerzas argentinas, el intercambio de disparos causó desde un primer momento múltiples bajas en el bando local.
Luego de más de dos horas de combate, las fuerzas defensoras habían agotado gran parte de sus municiones, por lo que su capacidad de respuesta disminuyó considerablemente. Ante el vuelco de las circunstancias, dos batallones de las tropas invasoras desembarcaron y avanzaron contra la batería sur.
Mansilla ordenó la carga a bayoneta, pero mientras encabezaba la misma, fue herido de gravedad en el pecho por una salva de metralla.
Los disparos de la escuadra defensora, disminuían y los atacantes vuelven sobre las cadenas, y logran cortarlas. Tras varias horas de combate, fuerzas de infantería desembarcaron en la costa, atacando la batería argentina, que perdió 21 cañones de los 30 que tenía.
Al no poder transportarlos, los invasores los inutilizaron, pero cuando pretendieron sostener su posición, las fuerzas desembarcadas fueron atacadas por la caballería del Coronel Ramón Rodríguez, que las obligó a reembarcarse en forma temporal, cediendo ante un segundo ataque, esta vez de marinos franceses e infantes de marina británicos, que fue más eficaz.
Aprovechando la defensa que los argentinos debían hacer de sus piezas de artillería durante el desembarco, las fuerzas atacantes incendiaron los lanchones que sostenían las cadenas. También se perdió el buque Republicano, que fue volado por su propio comandante ante la imposibilidad de defenderlo.
Las fuerzas defensoras tuvieron 250 muertos y 400 heridos. Los agresores, por su parte, tuvieron solo 26 muertos y 86 heridos y sufrieron grandes averías en sus naves que obligaron a la escuadra a permanecer casi inmóvil en distintos puntos del Delta del Paraná, para reparaciones de urgencia.
Finalmente, los anglo-franceses consiguieron forzar el paso y continuar hacia el norte, atribuyéndose la victoria. Dijo el almirante británico:
“Siento vivamente que este bizarro hecho de armas se haya logrado a costa de tal pérdida de vidas, pero considerada la fuerte oposición del enemigo y la obstinación con que fue defendida, debemos agradecer a la Divina Providencia que aquella no haya sido mayor”.
En su nota sobre este combate, al explicar el interés que movía a Rosas, Felipe Pigna opina que:
Rosas compartía con los terratenientes bonaerenses la seguridad de que el Estado no podía entregarse a ninguna potencia extranjera. No había tanto en Rosas y sus socios políticos y económicos una actitud fanática que se transformara en xenofobia ni mucho menos, sino una política nacionalista pragmática que entendía como deseable que los ingleses manejasen nuestro comercio exterior, pero que no admitía que se apropiaran de un solo palmo de territorio nacional que les diera ulteriores derechos a copar el Estado, fuente de todos los negocios y privilegios de nuestra burguesía terrateniente.
Por su parte Pacho O’Donnell quien considera que Obligado es, junto con el Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas militares de nuestra patria, manifiesta que:
Los motivos reales de la "intervención en el Río de la Plata" fueron de índole económica. Gran Bretaña y Francia se habían unido para expandir sus mercados aprovechando el invento de los barcos de guerra a vapor, que les permitían internarse en los ríos sin depender de los vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del Brasil. Esas intenciones eran confirmadas por los casi cien barcos mercantes que seguían a las naves de guerra.
Lo más grave para nuestra soberanía era la pretensión de independizar Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones formando un nuevo país, la "República de la Mesopotamia", que empequeñecería y debilitaría aún más a la Argentina, que ya había sufrido el desgarro de la Banda Oriental, con la insólita anuencia de Rivadavia, y del Alto Perú (Bolivia) ante la indiferencia de Alvear.
Sería Urquiza, luego de Caseros y en acuerdo con el emperador de Portugal Juan I, quien reconocería la independencia del Paraguay, algo a lo que Rosas se negó con pertinacia.
Ingleses y franceses creyeron que la sola exhibición de sus imponentes naves, sus entrenados marineros y soldados, y su modernísimo armamento bastarían para doblegar a nuestros antepasados, pero no fue así: Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares, decidió hacerles frente.
Las tropas anglo francesas lograron pasar, sin embargo, contra lo que esperaban, no lograron ganar la simpatía de la población ribereña del Paraná, especialmente en las provincias de Santa Fe  y Entre Ríos. En las orillas de ambas provincias, la flota invasora fue atacada repetidamente, tanto de ida como de regreso, en los combates de Paso de El Tonelero, San Lorenzo y Angostura del Quebracho. Mansilla montaba cañones sobre caballos y acompañaba el descenso atacándolos.
En cambio, los invasores logaron algunos resultados comerciales en la provincia de Corrientes, que desde hacía varios años permanecía rebelde a la autoridad nacional de Rosas. Varios de los buques atracaron en los puertos de Goya y Corrientes y en algunos intermedios.
Algunas naves continuaron su camino hasta Paraguay, país que también resultaba afectado por el conflicto. No obstante, el resultado comercial de la campaña fue muy escaso, debido a la pobreza y falta de dinero en Corrientes y Paraguay.
La mayor parte de las mercaderías que portaban quedaron sin colocar. Su costo financiero, después de los daños infligidos por las fuerzas argentinas, se elevó enormemente. Por lo que, si bien lograron algunos resultados militares, los beneficios económicos esperados se transformaron en un fuerte quebranto.
Según Ferns “Los resultados políticos y económicos de esa acción fueron, por desgracia, insignificantes. Desde el punto de vista comercial la aventura fue un fiasco. Las ventas fueron pobres y algunos barcos volvieron a sus puntos de partida tan cargado como habían salido, pues los sobrecargos no pudieron colocar nada”.
Tras varios meses de haber partido, las fuerzas y naves agresoras debieron regresar a Montevideo «diezmados por el hambre, el fuego, el escorbuto y el desaliento.
La idea original de Mansilla empezaba a cumplirse.
¿Y después qué?
Tanta valentía e ingenio no podía quedar solo como una batalla perdida. Se dice que fue una batalla pírrica, es decir un triunfo obtenido con más daño del vencedor que del vencido.
El sinuoso cauce del Paraná hacía excesivamente costosa la navegación del mismo si tenía en contra la voluntad del gobierno porteño.
La batalla tuvo gran difusión en toda América. Chile y Brasil cambiaron sus sentimientos (que hasta entonces habían sido hostiles a Rosas), y se volcaron, momentáneamente, a la causa de la Confederación. Hasta algunos unitarios (enemigos tradicionales de Rosas), se conmovieron y el Coronel Martiniano Chilavert se ofreció a formar parte del ejército de la Confederación.
El General José de San Martín expresó, desde su exilio en Francia:
“Ya sabía la acción de Obligado; ¡qué inequidad! De todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca.
A un tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción no sería un momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá en nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España.
Esta batalla, pese a ser una derrota táctica, dio como resultado la victoria diplomática de la Confederación Argentina, debido al alto costo que demandó la operación.
El combate de Vuelta de Obligado pertenece a este género de eventos. Su importancia en la historia nacional no se debe a la magnitud ni al volumen de recursos que puso en juego, sino al sentido histórico con el que ha sido interpretado y reconstruido en distintos momentos políticos.
Implícitamente, la resistencia opuesta por el gobierno argentino, obligó a los invasores a aceptar la soberanía argentina sobre los ríos interiores.
La firme actitud de Rosas durante estos episodios le valió la felicitación del general San Martín y un apartado especial en su testamento: 

“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Gran Bretaña, con el Tratado Arana-Southern, de 1847, concluyó definitivamente este conflicto y en marzo de ese año ordenó el retiro de su flota resignando su objetivo primario: la liberación de Montevideo (y con ella su estratégico puerto), pues Rosas se comprometía a retirar sus fuerzas de esa ciudad.
A cambio Inglaterra asumía el compromiso de evacuar la isla Martín García, poner fin al bloqueo y el reconocimiento de la navegación del Paraná como un asunto interno de la Confederación.

Francia tardó un año más, hasta la firma del Tratado Arana-Lepredour. Estos tratados reconocían la navegación del río Paraná como “una navegación interna de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en común con el Estado Oriental”.

Recuerdos y homenajes

Este hecho histórico es recordado el 20 de noviembre de cada año como Día de la Soberanía Nacional, por iniciativa del historiador José María Rosa.

En el Metro de París existía una estación que, hasta 1947, se llamaba “Obligado”. Tras la visita a Francia de Eva Perón fue rebautizada como Argentine.

Los pocos emblemas de los estados de la Confederación Argentina que fueron tomados por los franceses fueron reintegrados a la República Argentina en 1997 por el premier francés Jacques Chirac.

En el cruento Combate de la Vuelta de Obligado, el Regimiento de Patricios al mando del coronel Ramón Rodríguez tuvo una actuación tan valerosa que, muchos años más tarde, en 1883, quien fuera jefe en aquella oportunidad de las fuerzas británicas, entregó al Consulado argentino en Londres una bandera argentina tomada en el combate contra las tropas argentinas, con una carta en la que, entre otros conceptos laudatorios, expresaba:
“Quiero restituir al Coronel Rodríguez, si vive, o al Regimiento de Patricios de Buenos Aires, si aún existe, la bandera bajo la cual y en la noble defensa de su Patria, cayeron tantos de los que en aquella época lo componían”.
Almirante J. B. Sullivan
En el Panteón de Napoleón donde se exhiben las banderas enemigas tomadas en victorias militares francesas, se exhibe en el puesto 32 una enseña argentina manchada en sangre recuperada de alguno de los lanchones que sostenían las cadenas.
En 1868, en tiempos de los sueños imperiales de Luis Napoleón, la Rue de la Pelouse de  París fue rebautizada como Rue d’Obligado. La calle desemboca en la Avenue de la Grande-Armée, la de Napoleón y de Austerlitz, a pocas cuadras del Arco de Triunfo, que celebra las grandes victorias.
Pero lo que demuestra su derrota, o el resultado de una batalla pírrica, es que no se cumplieron ninguno de los objetivos de la invasión de las potencias:
·         Las provincias litorales siguen siendo argentinas,
·         El Paraná es un río interior de nuestro territorio, y
·         La Argentina no es un protectorado británico (como habían acordado los unitarios con las potencias "interventoras").
El sitio donde estuvo ubicada la batería argentina es hoy un sitio histórico, con monumentos e inscripciones que recuerdan el hecho.


Bibliografía
BORSCAK, C. (2016). El simbolismo de la batalla de la Vuelta de Obligado. https://www.infobae.com/ 20 de noviembre de 2016
CALÓ, L.O. (2018). El combate de Vuelta de Obligado, ¿un hito en la soberanía nacional?, 19 de noviembre de 2018.
HISTORIA Y BIOGRAFIAS. Batalla de la Vuelta de Obligado – Resumen, antecedentes y causas. https://historiaybiografias.com/vuelta_obligado/
O'DONNELL, P. (2010). Una epopeya largamente ocultada. https://www.lanacion.com.ar 18 de noviembre de 2010  
PIGNA, F. 20 de noviembre de 1845. La Vuelta de Obligado.www.elhistoriador.com.ar
ROMERO, L.A. (2014). Delirio nacionalista: el mito del combate de Obligado.
https://www.clarin.com  9 de diciembre de 2014
ROSAS, J.M. (1972). Historia Argentina. Tomo V. La Confederación (1841-1852). Editorial Oriente. Buenos Aires.
ROSITANO, M. C. (2016), ¿Qué pasó en la batalla de Vuelta de Obligado?
www.diarioveloz.com/notas/. 9 de enero de 2016.
WIKIPEDIA. Batalla de la Vuelta de Obligado. https://es.wikipedia.org/wiki/


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