Tucumano de gran
formación, hombre de confianza de San Martín y Bolívar, controvertido en
decenas de circunstancias, no ha sido siempre bien valuado por nuestra
historia, tal vez por su enfrentamiento con la iglesia católica.
Enemigo de cuanto
español atentase contra la libertad y la independencia de estas zonas de
América, expulsó a miles y fusiló a decenas de ellos.
Fue un hombre de
letras, pero militar a la hora de las grandes decisiones.
Quizás convenga que
sepamos algo mas sobre él.
¿Quién fue el mulato Bernardo?
Bernardo
José de Monteagudo y Cáceres
nació 20 de agosto de 1789
en Tucumán,
hijo del español Miguel
Monteagudo (un Capitán de Milicias), y de la tucumana Catalina
Cáceres Bramajo, quien fallece cuando su único hijo sobreviviente de los once
nacidos, era aún un niño. Algunas versiones afirman que su madre (esclava de un
canónigo), se casó con un soldado de origen español.
Por el color de su piel, años más tarde, sus enemigos políticos lo
llamaban zambo o mulato.
Hombre de las letras y de las
armas
Inició sus estudios de abogacía en Córdoba. Años más tarde, recomendado por un
sacerdote amigo de su padre, ingresó a la Universidad de Chuquisaca (hoy Bolivia),
donde se graduó en leyes a los 19 años, y comenzó a ejercer como Defensor de Pobres.
Ese mismo año, al conocerse la invasión francesa de Napoleón Bonaparte a España,
Monteagudo escribió una obra titulada Diálogo entre Atahualpa y Fernando
VII. En la misma Monteagudo recreó una imaginaria
conversación entre Atahualpa, último monarca del Imperio
incaico asesinado por los invasores españoles, y Fernando VII,
desplazado de la Corona española por los invasores
franceses. En esa obra Monteagudo, formuló el famoso silogismo de Chuquisaca:
·
¿Debe seguirse la suerte de España o resistir en América? Las Indias son
un dominio personal del rey de España; el rey está impedido de reinar; luego
las Indias deben gobernarse a sí mismas.
Bernardo de Monteagudo, 1808.
El escrito de Monteagudo circuló de manera clandestina y fue uno de los
que inspiraron las sublevaciones independentistas de Chuquisaca, La Paz y Buenos Aires.
Fue decididamente un escritor político, de gran vocabulario y calidad literaria,
que encendía pasiones en tono de panfletos.
Se incorporó como teniente de artillería del ejército revolucionario,
dirigido por Juan Antonio Álvarez de Arenales.
Cuando las fuerzas realistas recuperaron el control
del Alto Perú, Monteagudo fue encarcelado junto a
los demás líderes independentistas, acusado del “abominable delito de deslealtad a la causa del rey”.
El virrey Cisneros había
ordenado una violenta represión que llevaron adelante Nieto, desde el sur, y
Goyeneche, desde el norte. Ambos hacen una verdadera masacre y Monteagudo va a
parar engrillado a la Real Cárcel de la Corte de Chuquisaca.
La ciudad universitaria
había quedado virtualmente desamparada. Monteagudo, ansioso por plegarse a las
filas patriotas que se acercaban decidió preparar un plan para fugarse.
Alegando “tener una merienda con unas
damas” en el jardín contiguo de la prisión, obtuvo la codiciada llave que
le abría la puerta de salida.
En noviembre de 1810,
recuperó su libertad, partió hacia Potosí, y se puso a disposición del ejército
expedicionario, que al mando de Castelli, había tomado la estratégica ciudad.
El delegado de la junta,
que conocía los antecedentes revolucionarios del joven tucumano, no dudó en nombrarlo
su secretario.
Monteagudo estrechó lazos con Castelli, quien integraba el ala radical de
la Revolución de Mayo de Buenos Aires,
liderada por Mariano Moreno y enfrentada a la corriente
conservadora liderada por el presidente de la Primera Junta
de Buenos Aires, Cornelio
Saavedra.
Monteagudo apoyó irrestrictamente las medidas extremas adoptadas por
Castelli en el Alto Perú, que incluían la abolición de los tributos a los indígenas,
la eliminación de la Inquisición,
la supresión de los títulos de nobleza y
los instrumentos de tortura.
También apoyó la decisión de Castelli de ejecutar a los militares realistas que
lideraron la represión de los movimientos independentistas (Francisco de Paula Sanz, Vicente Nieto y José de Córdoba), atribuyéndoles la
responsabilidad por las masacres de Chuquisaca y La Paz.
Monteagudo apoyó también la política ordenada por Mariano Moreno de vigilar, restringir y
desplazar a los españoles sospechosos de apoyar a los realistas. Esa política
se manifestó en la decisión de Castelli de desplazar de Potosí hacia Salta a
56 españoles sospechosos de no apoyar la independencia.
Finalmente, Monteagudo compartía una actitud hostil hacia la Iglesia Católica, debido a su postura contraria
a la independencia, que Castelli hizo manifiesta en el Alto Perú, y que resultó
un importante factor de disgusto por parte una población tan apegada al catolicismo.
Cumpliendo con las
órdenes de la junta, Castelli había iniciado conversaciones secretas con el
jefe enemigo Goyeneche para tratar de lograr una tregua. Una pieza clave en las
negociaciones fue Domingo Tristán, gobernador de la Paz y primo de Goyeneche.
Finalmente el armisticio
se firmó el 16 de mayo de 1811. Como
era de esperar, la noche del 6 de junio de 1811, las tropas de Goyeneche
rompieron la tregua.
Una fuerza de 500 hombres atacó sorpresivamente a la
avanzada patriota. Goyeneche pretendía que las que habían violado la tregua
eran nuestras tropas por haberse defendido.
Los dos ejércitos
velaban sus armas a cada lado del río Desaguadero, cerca del poblado de Huaqui.
Las tropas de Castelli, Balcarce, Viamonte y Díaz Vélez, en la margen
izquierda, sumaban 6.000 hombres. Del otro lado, Goyeneche había reunido 8.000.
A las 7 de la mañana del 20 de junio de 1811 el ejército español lanzó un
ataque fulminante. El desastre fue total.
Luego de la batalla de
Huaqui Monteagudo se dirigió a Buenos Aires después de la muerte
de Mariano Moreno y del desplazamiento del gobierno
del ala radical de la Revolución de Mayo, afianzando el poder del ala
conservadora liderada por Saavedra.
Castelli fue enjuiciado
y obligado a bajar a Buenos Aires para ser juzgado por la derrota de Huaqui y
por su conducta calificada de “impropia” para con la Iglesia católica y los
poderosos del Alto Perú.
Ningún testigo confirmó
los cargos formulados por los enemigos de la revolución. La nota destacada la
dio Monteagudo cuando se le preguntó “si la fidelidad a Fernando VII
fue atacada, procurándose inducir el sistema de la libertad, igualdad e
independencia. Si el Dr. Castelli supo esto”.
Monteagudo contestó con
orgullo en homenaje a su compañero: “Se atacó formalmente el dominio
ilegitimo de los reyes de España y procuró el Dr. Castelli por todos los medios
directos e indirectos, propagar el sistema de igualdad e independencia.”.
Monteagudo defendió la política morenista de
mantener una acción permanente de vigilancia y sospecha sobre los españoles
peninsulares.
En Buenos
Aires comienza a escribir como editor principal en el diario La Gazeta
de Buenos Aires desde donde saluda la llegada de un barco
en 1812, el Canning, que trae entre otros personajes al General San
Martin.
También escribe “A las americanas del Sud”,
que expresa un pensamiento por lo menos un par de siglos adelantado, ya que
convoca a las mujeres a defender la causa de la libertad concibiendo que sin
ellas la revolución no tiene destino. Dice Bernardo:
“Mientras la sensibilidad sea el atributo de
nuestra especie, la belleza será el árbitro de nuestras afecciones; y
señoreándose siempre el sexo débil, del robusto corazón del hombre, será el
primer modelo de sus costumbres públicas y privadas”.
Y finaliza diciendo
“Americanas: os ruego por la patria que desea
ser libre (…) haced resonar por todas partes el eco patético de vuestra voz,
repitiendo la viva exclamación que hacía en nuestra época una peruana sensible:
¡¡¡ LIBERTAD, LIBERTAD sagrada, yo seguiré tus pasos
hasta el sepulcro mismo!!! y al lado de los héroes de la patria mostrará el
bello sexo de la América del Sud el interés con que desea ver espirar el último
tirano, o rendir el supremo aliento antes que ver frustrado el voto de las almas
fuertes”.
“Me lisonjeo de que el
bello sexo corresponderá a mis esperanzas y dará a los hombres las primeras
lecciones de energía y entusiasmo por nuestra santa causa. Si ellas que por sus
atractivos tienen derecho a los homenajes de la juventud, emplearan el imperio
de su belleza en conquistar además de los cuerpos las mentes de los hombres,
¿qué progresos no haría nuestro sistema?”.
Este artículo le valió
el reto de Rivadavia, por entonces secretario del Triunvirato en estos
términos: “El gobierno no le ha dado a usted la poderosa voz de su
imprenta para predicar la corrupción de las niñas”.
Monteagudo, conocido,
entre otras cosas, por su actitud galante con las mujeres, con fama de gran
seductor, aunque nunca contrajo matrimonio, decide fundar su propio periódico
el Mártir o Libre en 1812, donde acentuaba la necesidad de
una inmediata proclamación de la independencia.
Durante el gobierno del Primer Triunvirato, apoyó
la denuncia y la investigación del ministro Bernardino Rivadavia sobre una
conspiración contra el gobierno encabezada por el comerciante y ex cabildante
español Martín de Álzaga.
Monteagudo fue nombrado por Rivadavia como fiscal del proceso sumario
seguido contra los acusados, realizado en dos días y sin que se permitiera a
los acusados defenderse, como fue la regla en ambos bandos durante la guerra de
independencia.
El juicio terminó con el fusilamiento y posterior colgamiento de los
cuerpos de los 41 condenados en la Plaza de Mayo (en
ese entonces Plaza de la Victoria), incluido Álzaga, causando una gran
conmoción debida a la ejecución de un hombre rico e influyente.
Fue uno de los fundadores de la Sociedad Patriótica, un notable grupo de
opinión política, que contribuye fuertemente al derrocamiento del Primer
Triunvirato y la creación del Segundo. Monteagudo fue la cara de la Logia.
Integró la Asamblea del Año XIII como
representante elegido por Mendoza, y fue uno de los impulsores de medidas
constitucionales como:
·
la
adopción de símbolos nacionales,
·
la
abolición de la mita y
la servidumbre indígena,
·
la libertad de vientres,
·
la
supresión de los títulos de nobleza,
·
la
abolición de los instrumentos de tortura
Dicha participación estuvo teñida por los prejuicios ya que por su color
de piel oscura le valió el rechazo de sus pares que aducían que nadie con
sangre africana podía ser congresal.
En 1814 apoyó
al Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata Carlos
María de Alvear, uno de los líderes de la Logia de Caballeros Racionales (mal
llamada Logia Lautaro), a la que también pertenecía.
A su caída, en 1815, fue encarcelado
en una cárcel flotante en el Río de la Plata, de donde escapó. Pasó dos años
en Europa,
donde cambió su orientación política y se hizo partidario de la monarquía constitucional. Protegido
por Antonio González Balcarce, se le permitió
regresar, aunque no a Buenos Aires, sino a Mendoza.
En 1817, pocos días
después de la batalla de Chacabuco, cruzó la
cordillera y se puso a órdenes de José de San Martín como auditor del Ejército de los Andes.
En enero de 1818 redactó
el Proclamación de la Independencia de
Chile (la autoría se encuentra disputada con el chileno Miguel
Zañartu), y se hizo confidente y consejero del Director Bernardo O'Higgins, también miembro de la Logia.
En el desbande generado por la sorpresa de Cancha Rayada, regresó a
Mendoza con el fin de reorganizar las fuerzas creyendo que San Martín y
O´Higgins habían muerto en la batalla. Una vez allí se enteró que el Ejército
de los Andes se había reorganizado, y que San Martín y O'Higgins seguían vivos.
Luego de la victoria patriota en la Batalla de Maipú, estuvo involucrado en la
ejecución sumaria de los hermanos Juan José y Luis Carrera.
La actuación de Monteagudo al convalidar la pena de muerte contra los hermanos
Carreras, lo enfrentó a San Martín y a la Logia. Como consecuencia de ello, San
Martín ordenó su confinamiento en libertad en San Luis.
El motín de San Luis
Durante su permanencia en San Luis, Monteagudo presionó al
Gobernador Vicente Dupuy para que agravara las
condiciones de reclusión a las que estaban sometidos un grupo de realistas
prisioneros. En esas condiciones se
produjo un enfrentamiento entre los prisioneros realistas y las tropas
patriotas que los custodiaban.
El hecho se inició cuando una delegación de oficiales españoles
detenidos pidió ver al Gobernador Dupuy. Durante la reunión, el capitán Gregorio Carretero atacó al gobernador con un
puñal, con el fin de matarlo, mientras que otros españoles asesinaban a su
ayudante.
Inmediatamente los prisioneros buscaron tomar la Casa de Gobierno "hiriendo y matando a todos los que se
oponen a su voluntad". Las tropas patriotas al mando de Pringles, secundado por Facundo Quiroga atacaron la casa de
gobierno con el fin de recuperarla, "y
luego de una encarnizada y sangrienta batalla (pusieron) fin al motín".
Al momento del enfrentamiento, el Gobernador Dupuy mandó a degollar de
inmediato a 31 prisioneros españoles.
(El motín) “…estuvo cuidadosamente planeado y uno de
sus objetivos era asesinar al odiado Monteagudo y luego proveerse de armas, de
caballos y de vituallas, para cruzar la cordillera y sumarse nuevamente al
ejército realista”.
Pacho O'Donnell.
Al día siguiente, Monteagudo fue designado Fiscal en el juicio que se
siguió a los realistas sobrevivientes, obteniendo la ejecución de ocho de
ellos. Concluido su confinamiento, a comienzos de 1820 retornó
a Santiago de Chile donde fundó el
periódico El Censor de la Revolución y
colaboró en preparar la Expedición libertadora del Perú.
Hacia Perú
En 1821 Monteagudo
se embarcó con la expedición libertadora al mando de San Martín como Auditor
del Ejército Argentino en Perú. Su primer éxito fue convencer al Gobernador de Trujillo (futuro primer Presidente del
Perú), de pasarse al bando patriota.
Como su jefe era un experto en estrategias militares, Monteagudo lo era
en tácticas políticas. Con una imprenta montada a lomo de mula distribuía
panfletos con verdades encendidas o con mentiras y exageraciones (dependiendo a
quienes estaban dirigidos), creando así un concepto que muchos años después se
llamaría “guerra psicológica”.
Como la guerra no era estrictamente contra españoles sino con americanos
al servicio de España, Monteagudo “trabajaba” esa faceta para lograr mellar la
moral de las tropas enemigas.
El 28 de julio de 1821 San Martín proclamó desde Lima la independencia del Perú, para asumir como
Protector Supremo el 3 de agosto. Monteagudo se convirtió en su mano derecha en
el gobierno, asumiendo como Ministro de
Guerra y Marina y más tarde, haciéndose cargo también del Ministerio de
Gobierno y Relaciones Exteriores.
Mientras que San Martín se concentró en los aspectos militares dando
prioridad a la guerra, Monteagudo quedó de hecho a cargo del gobierno del Perú.
Sus principales medidas de gobierno fueron:
·
la
libertad de vientres,
·
la
abolición de la mita,
·
la
expulsión del arzobispo de Lima,
·
la
creación de una escuela normal para la formación de
maestros,
·
la
creación de la Biblioteca Nacional del Perú.
En Perú, Monteagudo apoyó la opinión de San Martín favorable a instalar
una monarquía constitucional en ese país sobre las bases de la civilización
Inca.
Ambos compartían la idea de que sólo una monarquía constitucional
democrática podría evitar la anarquía y
las guerras civiles.
Por otra parte, Monteagudo pensaba que la tarea prioritaria era declarar y afianzar
la independencia, y que las libertades políticas debían ser establecidas
gradualmente.
Esta línea estratégica de Monteagudo, se expresó en la decisión de San Martín de no sancionar de inmediato una constitución, postergando la tarea para
el momento en que la independencia estuviera asegurada, dictando en cambio
el Reglamento del 12 de febrero 1821 y
luego el Estatuto Provisional del 8 de octubre
de 1821.
Las ideas monárquicas de Monteagudo fueron muy impopulares en Perú y constituyeron el eje de la
oposición que finalmente provocó su caída al partir San Martín. La Orden del Sol fue anulada en 1825 pero
volvió a ser restablecida en 1921 con el nombre Orden El Sol del Perú, persistiendo
hasta la actualidad.
Entre diciembre de 1821 y febrero de 1822, Monteagudo dictó una serie de
resoluciones destinadas a desterrar, confiscar parte de sus bienes y prohibir
el ejercicio del comercio a los españoles. Si bien no existen investigaciones acerca de cuántos partidarios del rey
salieron del Perú, algunos cálculos apuntan entre cuatro y doce mil.
El 19 de enero de 1821 San Martín dejó Lima y se reunió con Simón
Bolívar en la Entrevista de Guayaquil, dejando a cargo
del poder, con el título de Supremo Delegado a José Bernardo de Tagle. La ausencia de San
Martín debilitó a Monteagudo.
El 25 de julio de 1822 un
grupo de influyentes vecinos de Lima le entregaron a Tagle un manifiesto
exigiendo la renuncia de Monteagudo. Tagle aceptó la exigencia y decretó la
cesantía de Monteagudo. Inmediatamente después el Congreso dispuso su destierro
a Panamá,
bajo pena de muerte en caso de regresar.
El 28 de noviembre de 1821, los vecinos de Panamá proclamaron en
un cabildo abierto la independencia del Istmo de Panamá de la corona española y su
decisión de formar parte de la Gran Colombia.
Pocos meses después de ese acontecimiento llegó Monteagudo.
Tagle le había encomendado su suerte al Gobernador patriota José María Carreño, quien a su vez lo puso bajo
custodia del Teniente Coronel Francisco Burdett O'Connor, por entonces
jefe de Estado mayor de Panamá, con quien estableció una relación de amistad.
Desde Panamá Monteagudo comenzó a escribirle al libertador Simón
Bolívar. En Ecuador se encuentra con la amiga de Bolívar (Manuela Sáenz), que había vivido en Lima y
era amiga de Rosita Campusano, la amante de San Martín. Utilizando estos
contactos llega a Bolívar quien finalmente lo invitó a unírsele.
El encuentro entre Bolívar y Monteagudo se produjo finalmente en Ibarra,
poco después de la encarnizada Batalla de Ibarra del 10 de julio
de 1823, que liberó el
norte del actual Ecuador. Bolívar quedó gratamente impresionado con Monteagudo, especialmente por su capacidad de trabajo, y le encomendó viajar a México con
el fin de obtener fondos, sin embargo esa misión no pudo llevarla a cabo por
otros intereses del gobierno de Colombia.
Monteagudo entonces decidió viajar a las Provincias Unidas del Centro de
América, que por entonces agrupaba a todos los actuales países
centroamericanos (Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica)
y Chiapas,
con excepción de Panamá.
En la ciudad de Guatemala, Monteagudo se relacionó con José Cecilio del Valle, presidente de las
Provincias Unidas del Centro de América, con quien compartía una visión americanista del
proceso de independencia, y que había lanzado la idea de organizar un Congreso continental que tratara los
problemas comunes de las naciones independizadas de España y se establecieran las bases
de un nuevo derecho internacional americano.
De regreso a Perú y el gran
sueño
No obstante la vigencia de la resolución legislativa que ordenaba su proscripción,
Monteagudo retornó a Perú ingresando por Trujillo y acompañó a Bolívar con el
grado de Coronel en la campaña final de la guerra de la independencia del Perú,
entrando en Lima, después de la victoria en la batalla de Ayacucho del 9 de diciembre
de 1824. Solo tenía 34
años.
Para ese entonces Monteagudo había desarrollado una visión americanista
de la independencia. Ello lo llevó al convencimiento de que toda Hispanoamérica debía
ser una sola nación.
Su visión entusiasmó a Simón Bolívar al punto tal que la unidad
hispanoamericana ha sido identificada como el sueño bolivariano. Bolívar
impulsó a Monteagudo a diseñar las bases para concretar esa visión y fue,
precisamente en este período, que Monteagudo escribió la que se considera su
obra más destacada, el Ensayo sobre
la necesidad de una federación general entre los estados hispano-americanos y
plan de su organización.
El final
Esta obra no pudo concluirla a causa de su muerte. Bernardo de
Monteagudo murió asesinado en Lima el 28 de enero de 1825, a los treinta y cinco años mientras caminaba con
rumbo a la casa de Juana Salguero, una distinguida dama de la sociedad
limeña que, según se cuenta, mantenía con el joven ministro un romance
clandestino, nada nuevo en este infatigable amante.
La herida había sido
realizada con un puñal que le atravesó el corazón entrándole el arma sobre la
tetilla izquierda. El cadáver fue encontrado boca abajo, con las manos
aferradas a un enorme puñal que tenía clavado en el pecho, y fue trasladado a
un convento cercano, donde, esa misma noche, Bolívar dijo:¡Monteagudo! ¡Monteagudo! Serás vengado.
La vida de Monteagudo había estado en peligro desde el mismo momento en
que volvió a Lima. El ministro Sánchez Carrión, uno de los principales
sospechosos de haber sido el autor intelectual del crimen, había llegado a
realizar un llamamiento público para que cualquier habitante matara a
Monteagudo si volvía a Perú, garantizándole la impunidad.
En una carta a Santander, Bolívar le contaba sobre Monteagudo:
“Es aborrecido en el Perú por haber pretendido una Monarquía
Constitucional, por su adhesión a San Martín, por sus reformas precipitadas y
por su tono altanero cuando mandaba; esta circunstancia lo hace muy temible a
los ojos de los actuales corifeos del Perú, los que me han rogado por dios que
lo aleje de sus playas, porque le tienen un terror pánico. Añadiré francamente
que Monteagudo conmigo puede ser un hombre infinitamente útil.
Carta de Bolívar a Santander
del 4 de agosto de 1823.
“Monteagudo era consciente del
riesgo que corría al volver a Perú con Bolívar. Era un condenado a muerte y él
lo sabía. Pero estaba decidido a enfrentar su destino trágico sin subvertir su
esencial condición de revolucionario a ultranza. Y la revolución americana se
jugaba, en esos momentos, en la proximidad de Simón Bolívar”. Pacho
O'Donell.
No hay dudas que los autores materiales del crimen fueron Candelario
Espinosa y Ramón Moreira. Ambos fueron reconocidos por varios testigos,
confesaron su responsabilidad y dieron detalles de los hechos. Todos los
historiadores están de acuerdo en este aspecto.
Candelario Espinosa tenía 19 años, había sido soldado del ejército
realista y luego del triunfo patriota se había dedicado al oficio de aserrador.
Ramón Moreira era esclavo y cocinero de Francisco Moreira y Matute, uno de los
fundadores de la Sociedad Patriótica de Lima, junto a Monteagudo.
En esa situación, el reo ofreció decir la verdad sobre los autores
intelectuales, pero sólo a Simón Bolívar, personalmente y a solas. Esa reunión
se produjo el 23 de abril de 1825 y nunca se informó oficialmente lo que en
ella sucedió. Con posterioridad, Bolívar ordenó que los reos Espinosa y Moreira
fueran trasladados a Colombia, en tanto que la pena de muerte dictada sobre el
primero nunca se ejecutó.
Monteagudo fue enterrado en el Convento de San Juan de Dios el domingo
30 de enero de 1825, sin dejar fortuna personal.
¿Y después qué?
Pocos meses después de la muerte de Monteagudo, Bolívar convocó al Congreso de Panamá en 1826 y aprobó la creación de una sola gran nación
hispanoamericana, con excepción de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay,
sin embargo los tratados nunca fueron ratificados por los países
hispanoamericanos, excepto por la Gran Colombia,
y la federación hispanoamericana nunca llegó a constituirse.
La muerte de Monteagudo afectó seriamente la concreción del proyecto. El
era el único capaz de encaminarla. Muerto él, la idea de la Confederación
Americana que había brotado en su poderoso cerebro se desvirtuó por sí sola.
Se ha atribuido al Libertador
de Colombia, Simón Bolívar, la gloria de haber concebido el importante designio
de reunir un congreso de las Naciones Americanas, a semejanza de todas las
Confederaciones, pero la imparcialidad exige que se refiera que el primero en
recomendar el proyecto verdaderamente grandioso, fue Monteagudo.
Varios años después, en abril
de 1833, San Martín le escribía a su
amigo Mariano Álvarez, residente en Lima, diciéndole que:
“Debo hacerle una
pregunta sobre la cual hace años deseo tener una solución verídica y nadie como
usted puede dármela, con datos más positivos, tanto por su carácter como por la
posición de su empleo. Se trata del asesinato de Monteagudo: no ha habido una
sola persona que venga del Perú, Chile o Buenos Aires, a quien no haya
interrogado sobre el asunto, pero cada uno me ha dado una diferente versión;
los unos lo atribuyen a Sánchez Carrió, los otros a unos españoles, otro a un
coronel celoso de su mujer”.
“Algunos dicen que este
hecho se halla cubierto de un velo impenetrable, en fin, hasta el mismo Bolívar
no se ha libertado de esta inicua imputación, tanto más grosera cuanto que prescindiendo
de su carácter particular incapaz de tal bajeza, estaba en su arbitrio si la
presencia de un Monteagudo le hubiese sido embarazosa, separarlo de su lado,
sin recurrir a un crimen, que en mi opinión jamás se cometen sin un objeto
particular”.
De vuelta al pago
En 1878 se
exhumaron sus restos y se dispuso que fueran depositados en un mausoleo y
en 1917 los
restos de Monteagudo fueron enviados a la Argentina, disponiéndose su ubicación
en el Cementerio de la Recoleta de Buenos
Aires.
Actualmente descansan en el mausoleo del Teniente General Pablo
Riccheri, donde hay una pequeña placa que reza "Aquí yacen los restos del Dr. Bernardo de Monteagudo".
El hecho abrió una disputa entre Argentina, Bolivia y Perú por la
nacionalidad de Monteagudo y el derecho de esos países a preservar sus
reliquias.
En ocasión de la repatriación de los restos de Monteagudo a la
Argentina, se dispuso la inauguración de un monumento en su homenaje, ubicado
en la Plazoleta Pringles del barrio de Parque Patricios en la
Ciudad de Buenos Aires.
Recién en Junio de 2016, la urna que contiene sus restos fue exhumada
del mausoleo en Recoleta para ser trasladado hacia su ciudad natal, San Miguel
de Tucumán.
Bibliografía
ALANIZ, R. (2017). ¿Quiénes asesinaron a Bernardo de Monteagudo?.
El Litoral.
https://www.ellitoral.com/index.php/diarios/
CODONI, M. (2016). Vida y
obra de Bernardo Monteagudo: síntesis de la generación independentista. https://revuniversitaria.com.ar/
INFOBAE (2015). ¿Quién fue Bernardo
de Monteagudo?. https://www.infobae.com/
MONTEAGUDO, B. (2009). Patriotas. Coord. Tomás Lambré. Ed. Del Nuevo
Encuentro. Buenos Aires, 144 p.
O´DONNELL, P.; GARCIA
HAMILTON, J.I. y PIGNA, F. (2007). Historia confidencial. Planeta. Buenos
Aires, 256 p.
PIGNA, F. Bernardo de Monteagudo. El Historiador.
https://www.elhistoriador.com.ar
WIKIPEDIA. Bernardo de Monte
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