Se llamaba Carmen
Funes, pero le decían la “Pasto Verde”, nombre simbólico de un paisaje deseado
en la fría e inhóspita Patagonia. Carmincha la llamaba su esposo.
Quizás le debamos mas
que los agradecimientos por sus esfuerzos de ayudarnos a dejar un pedazo de
Patria. Mucho se dijo de
ella, antes y ahora, negra y blanca,
historia y mito, heroína y “mujer ligera”. Fue cantinera,
posadera, soldadesa, fortinera y llegó a tener cargo de Sargento.
Muchos la
abandonaron, pero mucho tiempo después algún músico y poeta le dedicó un
homenaje que muchos cantores populares lo pasearon por todo el país.
YPF (Yacimientos
Petrolíferos Fiscales) le reconoce muy tarde en haber sido la guía para
descubrir el segundo pozo de petróleo del país, en Neuquén.
No fue la única,
también lucharon al lado de sus parejas “La siete ojos”, “La mamboretá”, “La pocas pilchas”, entre otras muchas.
La inmensa mayoría de
los testimonios la dejan en la historia como heroína, y como alguien dijo que “cuando se mezcla la leyenda
con la historia, es mejor quedarse con la leyenda”, y tal vez es el caso de
la “Pasto Verde”.
Jean Cocteau (poeta y
dramaturgo francés), decía que prefería el mito a la historia porque la
historia está hecha de verdades que terminan convirtiéndose en mentiras,
mientras el mito está hecho de reflexiones que a la larga se revelan
verdaderas.
¿Quién fue Carmincha?
Carmen Funes habría
nacido en Mendoza en 1848, donde formó pareja siendo muy joven con Segundo
Pantaleón Campos (quien la llamaba Carmincha), un chileno a quien acompañó a la
Guerra del Paraguay (1864-1870), cuando este fue reclutado por la fuerza.
Mas tarde Campos
formó parte del Regimiento Tres de Infantería (el famoso “Tres de Fierro”), uno
de los puntales de las fuerzas del ejército durante la “conquista” del
desierto, que en su camino hacia Plaza Huincul,
fundó las ciudades de Carhué, Puan y Trenque Lauquen.
Cuatro mil mujeres en
la “conquista” del desierto compartieron la dura vida de los fortines,
padecieron hambre y frío, dando a luz en los descampados, avanzando con los
hijos en andas o colgados de su espalda.
Los viajeros europeos de la época se enfrentan, tal vez por
vez primera, en los ambientes rurales con un mundo impredecible e insólito,
quizá inquieto y provocativo, donde las mujeres escapan con extrema facilidad a
los patrones de la educación a la que están acostumbrados.
En la inmensidad de las pampas las criollas montan a
horcajadas como los hombres manejan con igual habilidad y destreza el cuchillo,
y hasta las tacuaras y las boleadoras, arrean el ganado, fuman rústicos puros
de hoja, amamantan a sus niños libremente, se quitan las liendres y los piojos de
sus cabellos a la vista de quienes se tropiecen con ellas, zambulléndose en
cursos de agua, ligeras o desprovistas de ropa y mantienen con el sexo opuesto
relaciones juzgadas inmoderadas e impropias para los estereotipos de la
conducta femenina de la época.
“Se decía que cambiaban de hombre pero no de regimiento y así
acompañaban al cuerpo durante veinte, treinta y hasta cuarenta años”.
Carmen llegó
a Plaza Huincul en 1878, cuando tendría unos 30 años. En aquel momento, como
hoy es una aguada en medio de la estepa patagónica.
Los que la conocieron
la describen a Carmincha como una mujer alegre y muy solidaria y una verdadera
“enamorada del amor”, pero dispuesta a renunciar a casi todo por sus
principios.
Ella amaba a Campos, pero
permaneció siempre en la aguada. No lo siguió a “cordillerear”, cuando éste
supuestamente deserta. Tampoco tiene fuerzas para dar vida al hijo que espera,
pero no llega. Era una cuartelera que no se permitió la maternidad.
Pulpera y
posadera
Cuando
llegaron a lo que es ahora la región petrolera, Carmen estudió el terreno y
decidió poner una suerte de posta, aprovechando una aguada cristalina que
brotaba del medio de la tierra. Esa suerte de hospedaje sirvió de refugio a
centenares de personas que atravesaban el desierto y se maravillaban con ese
oasis.
Lo
que todavía es motivo de discusión de historiadores es por qué la denominaron
Pasto Verde. Hay quienes sostienen que el sobrenombre se lo pusieron los
propios soldados por la frescura de su juventud y porque era una mujer muy
bonita, sin embargo, para otros, la explicación es más simple: el nombre vino
de un abrigo de ella que era precisamente de color verde.
Existen
también quienes aseguran que en realidad Pasto Verde se llamaba la aguada donde
los pastos crecían mientras los rodeaba el desierto. Cuando Carmen se instaló
allí, todos comenzaron a llamarla de esa manera.
Era una mujer
vigorosa, ágil, servicial y alegre, decidora cordial y afable. La posada de “la
fortinera” era un paso obligado a quien tanto la historia como los pobladores
recuerdan con cariño y respeto.
“Descubridora”
de petróleo
Esa aguada situada hoy a 105 km de Neuquén y a 84 km de Zapala,
constituía el lugar obligatorio de parada y descanso entre ambos puntos para
todos los viajeros de fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX.
Su rancho de adobe se encontraba a un costado de la actual Ruta Nacional
22. Una acequia cercana le proveía de agua y esta cada día venía con olor más
fuerte. Ninguno de los distintos remedios empleados para hacerla bebible daba
resultado y el olor persistía.
De modo que cada viajero que pasaba por la posta se llevaba en la
memoria las quejas de la Pasto Verde por el agua con olor a querosén.
A sus mas de 60 años, en 1913, el
ferrocarril llegó a Zapala y doña Carmen vio arruinado su negocio de posadera,
dedicándose entonces a cuidar un poco de ganado que había logrado reunir.
Tanto insistió con el tema que el Ministro de Agricultura de la Nación
decidió mandar técnicos a revisar la zona. Doña Carmen los guio en sus
exploraciones. El doctor Keidel como encargado de la exploración, decidió luego
de 3 años de estudio, hacer las primeras perforaciones y es allí en el pozo
número 1, donde brotó la “sangre negra” de la tierra. ¡Petróleo!!. La cuenca
neuquina comenzaba a desangrarse.
Era el
segundo hallazgo de la preciada sustancia en territorio nacional luego de que
anteriormente el 13 de diciembre de 1907 se había encontrado la localidad de
Comodoro Rivadavia, en la Provincia de Chubut.
YPF no le pagó a doña Carmen los servicios prestados y su nombre apareció
muy tarde en las conmemoraciones como precursora de la industria petrolera en
esa región.
Dimes y
diretes
Muchos fueron los
motes endilgados a las mujeres de la patria, pero más lamentable es la mala
fama, que en el caso de Carmen, que cayó con la calumnia y empezó en esta zona. La historiadora
Andrea Maurizzi cita las afirmaciones que muchos expresaban, como por ejemplo:
“… ¿Las Cuarteleras?… esas salieron del correccional. Son
mujeres de mala vida. Quién sabe qué no harán en los fortines”.
El doctor Gregorio Álvarez,
historiador, fue categórico sobre este asunto al expresar que ninguna de las
personas que la conocieron podía aseverar que doña Carmen no era honesta y
destacó que la mayoría nombrados en sus disertaciones, estuvieron en la posta
con sus esposas, con sus hijos, todos beneficiados con la reconocida
hospitalidad.
Estos grupos
familiares la consideraron “verdadera
samaritana en el desierto” o “providencia
del desierto para nuestras esposas e hijas”.
“De tal calidad se consideraban sus servicios y méritos,
que movió al Gobernador Elordi a protegerla como buena vecina y la recomendó a
YPF para que la ayudase en lo que pudiera necesitar”.
Sin embargo, a pesar
de aquella recomendación, diez o veinte años después de fallecida, los
comentarios adversos hacia su persona todavía estaban instalados en la órbita “ipefiana”.
Se supo en cierta
oportunidad que durante un acto oficial del yacimiento, el Administrador de
turno tuvo palabras elogiosas hacia ella, lo que motivó el desagrado de sus
superiores. La consideraban una persona de pasado “non-sanctus” y aquel administrador fue trasladado a otro
yacimiento.
Afortunadamente
también se escribieron muchas páginas con verdades sobre ella como lo hicieron
Carlos Guevara en 1929 en su “Viejo Neuquén” o Y.P.F. en febrero de 1946 en el
BIP Nro 258, pág.154, donde publicó la fotografía de Arturo Coleman a cuyo pie
se lee “Puesto de Doña Carmen Funes de Campos, primitiva pobladora de la Aguada
de Plaza Huincul”.
Son expresiones
respetuosas y el reconocimiento expreso de la empresa estatal quien le da el
lugar de primera pobladora. Si aquellos ranchos hubiesen sido un prostíbulo
como algunos afirman, ¿YPF la habría mencionado y publicado su fotografía en el
Boletín citado?
En Plaza Huincul,
Carmen Funes fue madre del corazón y esposa legitima hasta su muerte. Su viudo,
la compañera que éste tuvo después de Carmen y los hijos que nacieron de
aquella unión, la recordaron siempre con respeto llamándola “la abuelita
Carmen”. Ellos podrían, demandar a quienes ofenden su memoria.
Muerte y
nacimiento del mito
Carmincha murió el 15 de diciembre de 1916,
tal vez con 68 años, y fue enterrada cerca del lugar donde se levantaba su
posada.
Allí se construyó un monolito que la
recuerda y donde siempre hay alguna flor colocada por la gente de los pueblos
cercanos.
La vida de esta mujer fue un
juego de opuestos: ternura/fiereza, vida/muerte, sometimiento/rebeldía. La
Pasto Verde muestra ternura por los chivitos huachos a los que amamanta con
mamadera, y con los soldados que requerían cuidados o consuelo y fiereza ante
la pretendida imposición machista; ama la vida pero se deja morir.
Homenajes
Hoy, a la vera de la Ruta
Nacional 22 se puede ingresar al Parque Temático que reproduce aquella posta.
Caminando por sus senderos, se puede recorrer la cocina, con su horno de barro,
las habitaciones de huéspedes, el corral de sus cabritos y se puede llegar al
lugar de su tumba, desde donde permanece custodiando desde 1916.
Innumerables escritores y
periodistas volcaron litros de tinta sobre el papel recordar y homenajear a la
Pasto Verde.
Otros recuerdos y homenajes son:
El
cuadro que Oscar Campos pinta
bajo el título "La Bondad de Doña Carmen", patrimonio del Museo
Carmen Funes de Plaza Huincul.
La
actriz Nelly Meden interpretó a Carmen Funes en la película Plaza Huincul (Pozo
uno) de Lucas Demare, estrenada en 1960.
En
1997, Lilí Muñoz estrenó en 1997 la obra de teatro "Cuartelera" con
la intención de rescatar y ficcionar la vida de una fortinera
En
el museo municipal de
Plaza Huincul fundado en 1984, En el Museo Municipal de Plaza Huincul, fundado en 1984, en la vitrina
dedicada a ella, aparece la foto de quien sería el niño que adoptó. Al juzgar
por su vestimenta, ese muchacho igual que La Pasto Verde se incorporó al
ejército.
Una
de las principales Calles de Plaza Huincul, lleva su nombre.
Marcelo
Berbel, escritos y poeta nacido en Plaza Huincul, en 1965, registra
en SADAIC la zamba La Pasto Verde, que muchos intérpretes inmortalizaron, entre
otros José Larralde, Jorge Cafrune, y los propios hijos de Berbel. Hoy los
podemos escuchar en:
·
https://www.youtube.com/watch?v=riubr1Im524
·
https://www.youtube.com/watch?v=0xccNfsaSts
·
https://www.youtube.com/watch?v=wVL5LJ_qatM
"La Pasto Verde"
(Marcelo Berbel )
(Marcelo Berbel )
Aguada de los recuerdos, lejanos
Tapera de un dulce ayer,
Tiempo de la "Pasto verde",
Zamba del coraje hecho mujer.
Tapera de un dulce ayer,
Tiempo de la "Pasto verde",
Zamba del coraje hecho mujer.
Brava gaucha en los fortines,
sureños,
Bella flor del jarillal,
Mil soldados te quisieron,
Pero la tierra te quiso más.
Sobre la reja, entre las piedras
Donde duerme tu voz,
Mi guitarra lloró.
Sola, esta zambita por las noches
Quiere darte luz,
Porque le duele que digan
Que el criollo neuquino te olvido.
Bella flor del jarillal,
Mil soldados te quisieron,
Pero la tierra te quiso más.
Sobre la reja, entre las piedras
Donde duerme tu voz,
Mi guitarra lloró.
Sola, esta zambita por las noches
Quiere darte luz,
Porque le duele que digan
Que el criollo neuquino te olvido.
Quién te llamó "Pasto verde",
fresquita
Tal vez tu aroma sintió,
Poema de los desiertos,
Versos de un coplero que pasó.
Quizás hablen de tus años, de moza,
La aguada, el grillo, el zampal,
Años de lanza y romance,
Sangre que secó el viento al pasar.
Tal vez tu aroma sintió,
Poema de los desiertos,
Versos de un coplero que pasó.
Quizás hablen de tus años, de moza,
La aguada, el grillo, el zampal,
Años de lanza y romance,
Sangre que secó el viento al pasar.
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