Breve historia de traiciones por intereses.
Cuando en la Escuela Secundaria el “profe” de Historia Argentina intentaba explicarnos quienes eran federales y unitarios, cuales fueron federales “tempranos” y cuales “tardíos”, quienes eran los “buenos” y quienes los “malos”, pero a su vez encontrábamos a los personajes jugar y batallar de uno u otro lado, ¿la verdad?… el tema se nos hacía confuso.
También lo sigue
siendo hoy. Rosas que abandona a los caudillos federales del interior, Urquiza
que se burla del Chacho Peñaloza, los hermanos Reynafé y Santos Pérez que eran
federales pero Rosas los juzga y los mata, y así…
La muerte de Facundo
Quiroga no fue un asesinato mas, pero pasa a ser solo un relato para cubrir
ambiciones y justificar más muertes. o creo que esta
revisión de estos pocos años, entre 1830 a 1835 me ayude a interpretar
correctamente lo que pasaba en ese momento, pero al menos lo voy a intentar.
Buena parte de la
historiografía argentina indica que la muerte de Facundo Quiroga formó parte de
un plan “ejemplificador” pero con consecuencias políticas para algunos y
económicas para otros, donde estuvieron involucrados Juan Manuel de Rosas,
Estanislao López y los hermanos Reynafé como autores intelectuales y Santos
Pérez como la mano ejecutora.
Cuando se investiga
un asesinato, los responsables de estudiar los hechos se preguntan ¿Cuál fue el
móvil? ¿A quiénes beneficia?
A partir de allí
llegan a conclusiones o a inferencias o indicios. Este es uno de los casos.
Pruebas del autor material hubo. Se siguen buscando los autores intelectuales.
El contexto de la época
La guerra con Brasil (1825-1828), el fusilamiento de Dorrego
por cuenta de Lavalle en 1828, el
avance de la política librecambista fueron algunos hitos que marcaron cambios
en la marcha de nuestra historia.
La guerra civil
recomienza y al inicio de la década de 1830 “dos naciones” se enfrentan, cada
una defendiendo sus intereses y concepción política.
En 1830 se
establece la Liga del Interior (o Liga Unitaria), que fue una unión
política y militar entre las provincias de San Luis, La
Rioja, Catamarca, Mendoza, San Juan, Tucumán, Córdoba, Salta, y Santiago
del Estero, las cuales nombraron al General José María Paz como jefe supremo militar.
Poco tiempo después esta Liga se enfrentó con las
provincias que conformarían en 1831 el Pacto Federal (Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y más tarde
Corrientes).
Estanislao López en
el litoral, Facundo Quiroga en el interior y Juan Manuel de Rosas en Buenos
Aires compartían principios, sin embargo todos ellos competían por un liderazgo
nacional. Los egos nunca estuvieron ausente en estos actores principales.
Facundo Quiroga estaba
convencido de que ese era el momento de realizar el gran esfuerzo de construir
un país con el conjunto igualitario de todas las provincias, pero Rosas no
compartía esa idea.
López y Quiroga
apresuran una reunión del Pacto Federal. Rosas se opone dejando sus argumentos
reflejados en la Carta
de Hacienda de Figueroa en 1834, que
reflejó el pensamiento de Rosas, quien impuso su punto de vista y gobernó otros
17 años más.
Paradójicamente Don
Juan Manuel, fiel a su postura conservadora, se manifiesta en contra que el
país se organizara constitucionalmente bajo un régimen federal, y dice:
“…no existen los elementos básicos para
hacerlo, recién sale de una guerra civil, las provincias están destrozadas, las
cicatrices son aún muy hondas. Dejemos que las cosas se vayan arreglando con el
tiempo”.
La
postura de Rosas en contra de la defensa de las industrias regionales (vinos,
trigo, cueros), acaba con el Pacto Federal. Rosas consolidó la hegemonía de
Buenos Aires controlando con mano firme el crecimiento de las provincias del
litoral y del interior. El puerto seguía beneficiando solo a Buenos Aires y en
pocas manos.
Si bien
Rosas habló siempre de Federación, su gobierno fue obstinadamente centralista.
Desde Buenos Aires recaudaba para si y solo entregaba subsidios a algunas
provincias en caso de estricta necesidad.
El centralismo de la Federación cosechaba
cada día mas adversarios. Por un lado los genuinos unitarios, y por el otro
lado los federales “no centralistas”, estaban desilusionados con el sistema
vigente.
Rosas desconfía de
todo y de todos.
En Córdoba gobernaban
José Vicente (1831-1833) y José Antonio (1833-1835), Reynafé, militantes
circunstanciales del federalismo de Juan Bautista Bustos entre los años 1820 y
1829.
José Ruiz Huidobro, oficial que había acompañado a Quiroga en su campaña
de 1831, al regresar de la Campaña al Desierto intentó derrocar del gobierno de
Córdoba a los hermanos Reynafé. Fue derrotado por la rápida reacción de Guillermo
Reynafé, y pagó con varios meses de cárcel su intento.
Dado que era evidente que detrás de Ruiz Huidobro
estaba Quiroga, los Reynafé decidieron que éste era un peligro para ellos. Era,
además, un adversario peligroso para su jefe, Estanislao López.
¿Quiénes eran en realidad los hermanos Reynafé?
Los hermanos, todos
nacidos en Tulumba (norte de la Provincia de Córdoba), fueron actores de muchos
acontecimientos con implicancias nacionales en los años ´30.
·
José Vicente Reinafé (1782-1837). Fue juez en el
Tribunal de Apelaciones durante el gobierno de Juan Bautista Bustos. Cuando el
General José María Paz asumió como Gobernador, lo encarceló por su carácter de
caudillo federal, pero luego lo puso en libertad. En 1831 fue el Comandante
General de las Fuerzas Armadas de Córdoba y ese mismo año asumió como
Gobernador de la provincia. Estaba en el cargo cuando murió Quiroga. Por
razones militares o de salud, delegaba funciones a su hermano menor José
Antonio.
·
Francisco Isidoro Reinafé; (1796-1840). Participó
en la acción militar y política de su época. Durante la mayor parte del tiempo
estuvo a las órdenes de Estanislao López en su mutua lucha contra los unitarios
y Buenos Aires. Capturó al General Paz pero no permitió su ejecución. Era
Comandante General de las Fuerzas en Córdoba en 1835 cuando murió Quiroga.
Luego de este acontecimiento huyó a Montevideo, siendo el único de los tres
hermanos que no fue capturado. Del federalismo se pasó al unitarismo para que en los próximos años siguientes pudiera, según como él
mismo expresaba, “luchar contra la
tiranía de Rosas”. El 26 de marzo de 1840, después de su derrota en
Cayastá, se tiró al río Paraná (hay versiones que fue al Carcarañá), al parecer,
para suicidarse.
·
José Antonio Reinafé (1798-1837). Ocupó cargos
administrativos en la época del Gobernador Bustos. Después de la caída de éste
fue a vivir a Santa Fe, bajo la protección de López. Regresó a Córdoba para
cooperar con su hermano mayor, por entonces Gobernador. Implicado, junto con
sus hermanos en el escándalo de Quiroga, logró escapar a Chile por Bolivia pero
fue capturado en Antofagasta y enviado a Buenos Aires para ser juzgado.
·
Guillermo Reinafé (1799- 1837). Activo en la
política de Córdoba. Se refugió en Santa Fe con López cuando Paz asumió en
Córdoba. Se unió al primero para luchar contra Paz en 1831. En 1833 Quiroga
invadió Córdoba con una revolución para destituir a su hermano el Gobernador. Obtuvo
la victoria en el combate de Río Cuarto contra los hombres de Quiroga, pero este
ordenó que todos los prisioneros, civiles y militares, fueran fusilados. Se
sabe que Guillermo juró vengarse a muerte de Facundo por esto. Cuando Santos
Pérez mató a Quiroga dos años mas tarde, todos creyeron que había actuado bajo
las órdenes de Guillermo.
Se necesita un muerto
Facundo Quiroga fue
comisionado por Rosas para viajar al norte y mediar en un conflicto bélico
entre dos provincias federales (Salta y Tucumán). Este viaja y en febrero de
1835, y después de la exitosa misión a favor de Rosas, regresaba a Buenos Aires
a través de Córdoba. Estuvo reunido con Ibarra en Santiago del Estero, quien le
ofreció una guardia de seguridad para el viaje ya que se sospechaba de un
eventual ataque, cosa que el riojano no aceptó.
El 16 de febrero fue
tomado por sorpresa en Barranca Yaco (al norte de la ciudad de Córdoba), por un
pequeño grupo armado, bajo las órdenes del Capitán Santos Pérez, que le dio
muerte a él y a su comitiva. Maestranzas de la comitiva que venían atrasados
fueron testigos de los asesinatos.
El asesinato de Facundo Quiroga por parte de
Santos Pérez sigue lleno de hipótesis sobre el o los autores intelectuales. Lo
mandó a matar:
·
Guillermo
Reynafé
·
Juan
Manuel de Rosas
·
Estanislao
López
·
Felipe
Ibarra
De todas estas solo
algunas tienen mas asidero que otras, a la luz de lo que pasó después.
La primera hipótesis
indicaría que los Reynafé, aliados incondicionales al caudillo del litoral, le
tenían inquina a Quiroga por su enemistad con López y por la insistencia de
Facundo para imponer gobiernos en Córdoba.
Cuando el General Paz
cae y las tropas de Estanislao López ocupan Córdoba, los Reynafé llegan
peleando en las primeras líneas. Se distinguen no sólo por su valentía, sino
también porque saben conducir a su gente.
Estanislao López sabe
que son "hombres de él",
por eso les entrega el gobierno de la provincia. De allí viene el resentimiento
de Quiroga contra los Reynafé.
El había enfrentado a
Paz en Oncativo y La Tablada, exponiéndolo y aun perdiéndolo todo, y los
hermanos llegan cuando todo está servido
y se quedan con una provincia que consideraba suya, para ponerla al servicio de
Estanislao López.
El jefe del clan
Reynafé ("la cabeza y la espada de
aquella familia"), es
Francisco, aquel cuyos conocimientos militares nadie discute.
Bajo la inspiración
de Francisco los Reynafé se manejan en Córdoba sin atender otras indicaciones
que las de Estanislao López. Son hombres comprometidos, jugados, que viven
violentamente, mientras Quiroga acecha la oportunidad de liquidarlos.
López está alerta,
siempre listo para cortarle el avance por intermedio de los Reynafé, mientras
Juan Manuel de Rosas asiste desde lejos a entredichos entre Quiroga y López en
el que nada tiene que perder, y quizá sí mucho que ganar.
Los hermanos Reynafé
son los instigadores de los sucesos de Barranca Yaco, per se o por influencias de Rosas y/o López. Pretenden involucrar a
Rosas y crear disidencias e intrigas entre éste y su protector Estanislao
López, que finalmente les suelta la mano.
Si bien es cierto que el motivo de venganza se utilizó como un
argumento, no es menos cierto que los Reynafé lo perdieron todo, empezando por
el poder político hasta importantes propiedades y establecimientos
agropecuarios en la Provincia de Córdoba que fueran subastados una vez
fusilados, aunque nadie pujara por ellos ya que era de mal augurio, en esa
época, comprar bienes de algún finado, haciendo bajar su valor real.
Es aquí adonde surgió la figura de un hacendado vasco-salteño llamado José Gregorio de Lezama
Quiñones y quien fuera el futuro
amigo de Rosas, que compró a muy bajo costo, dicho patrimonio. Esto
siembra una seria duda sobre que la supuesta venganza haya sido la motivación
del crimen. Perder todo por sed de venganza es difícil de racionalizar como
patrón de conducta de políticos avezados como fueron los Reynafé.
La segunda hipótesis indica que Rosas
celaba profundamente a Quiroga por el prestigio que este ganaba en las
provincias interiores, y era contrario al pensamiento del riojano sobre el
modelo de país que proponía.
Al parecer Rosas, que
sabía de la profunda enemistad de los hermanos Reynafé con Quiroga, habría
alentado a estos para asesinarlo.
La muerte de Facundo habría sido favorable a Rosas, ya que, al
desembarazarse de los hermanos Reynafé (e indirectamente de Estanislao López
por ser “padrino” de estos), le permitió controlar Córdoba y postergar
indefinidamente los congresos que requerían las provincias para lograr la
organización constitucional de la Nación en un Estado Federal, imponiendo su
poder hegemónico.
Esto hace conjeturar que no solo Facundo fue emboscado por influencia de
Rosas, también los hermanos Reynafé, afianzando así en forma fáctica su poder
hasta ser derrotado en 1852.
Francisco Isidoro Reynafé sería el supuesto ideólogo
principal del asesinato, y por tener mucho acercamiento a Estanislao López, Rosas
dedujo que ambos habían participado del asesinato de Quiroga.
La tercera hipótesis, elevada por algunos autores,
señala que Estanislao López fue efectivamente el autor intelectual de la muerte
de Quiroga. Esta merece relativizarse, pero hay que admitir que López nunca se
llevó bien con Facundo, quien nunca dejó de acusarlo de “gaucho ladrón de caballos” (le robó su famoso caballo “Moro” y
nunca se lo devolvió), y, además, lo responsabilizaba de haberle facilitado el
paso del General Paz por Santa Fe cuando se trasladaba para reconquistar
Córdoba y después derrotarlo en las batallas de Oncativo y La Tablada.
En sus memorias, el General Paz recuerda, como al
pasar, que en septiembre de 1834 López se reunió con los Reynafé en Santa Fe. También
se habla de otra reunión en la localidad de El Tío (Córdoba), donde
supuestamente los Reynafé lo pusieron al tanto de lo que pensaban hacer con
Quiroga.
“Habría que
señalar que los Reynafé eran muy guapos, muy intrigantes, pero resulta poco
creíble imaginar que ellos fueran capaces de ordenar la muerte de uno de los
políticos más importantes de la Argentina sin un respaldo mayor o, por lo
menos, sin un guiño cómplice”.
Este
guiño cómplice podría ser directo de López, o indirecto de Rosas.
Después de Barranca Yaco, y mientras los rumores de
la complicidad de López eran cada vez más intensos, éste resolvió entregar al
General Paz a Rosas, su prisionero favorito, la carta que López se había reservado
para jugarla en el momento oportuno.
Paz estaba detenido en Santa Fe desde 1831. La
tropa que trasladó a Paz hasta el campamento de López estaba dirigida por
Santos Pérez, quien fue el autor material del asesinato. López entregó a Paz
como acto de buena voluntad e inmediatamente entregó a los Reynafé.
Santos Pérez fue el primero en comenzar a pagar
aquella muerte. Analfabeto, valiente y desconfiado, cumple las órdenes de los Reynafé
porque así eran sus códigos. No obstante ello, les sugirió a sus patrones si
habían medido las consecuencias del crimen que le ordenaban cometer. Francisco Reynafé,
le respondió que se quedara tranquilo porque la muerte de Quiroga era deseada
por López y Rosas.
La cuarta
hipótesis indica que los Reynafé atribuyeron la muerte de Quiroga a gauchos
bandoleros, y cuyo responsable intelectual era Felipe Ibarra, el perpetuo
caudillo santiagueño. Esta acusación, Ibarra, la desechó con pruebas
contundentes. Unos días
antes del 16 de febrero había advertido a su amigo Quiroga de que podían llegar
a matarlo en su paso por Córdoba y le sugería desviar su itinerario por las
provincias de Cuyo.
Pérez, el malo de la película
Santos Pérez fue el que dirigió la partida, el que
disparó contra Quiroga y el que ordenó que degollaran a todos los viajeros,
incluso a los niños que hacían de postillones. Lo único que se puede decir a su
favor es que el hombre cumplía órdenes de los Reynafé, quienes luego,
intentaron envenenarlo.
Pérez era un gaucho que pasó su vida trabajando de
peón en las estancias de la provincia de Córdoba. Aprendió a manejar el
puñal con total destreza, al tiempo que merodeaba las sierras y los montes en
busca de nuevas aventuras o refriegas. Cuando menos se dio cuenta, estaba
inserto en las milicias rurales que peleaban sin descanso y por largos años.
Aparece en las filas de la montonera de Juan
Bautista Bustos, pero debe huir de Córdoba cuando el General Paz toma el poder de la
provincia. Pérez se traslada a Santa Fe, brindando su apoyo a Estanislao
López.
De la ingenuidad y su torpeza política del capitán
Santos Pérez se abusaron los hombres más cultos y poderosos de su entorno.
El día que mató a Juan Facundo Quiroga, Pérez “salió de su casa de Portezuelo seguido de un puñado de hombres.
Ellos no sabían que iban a matar al riojano; no querían saberlo. Se
alejaron callados; sólo se oía la coscoja de los frenos”,
Pérez no solamente se cargó la vida de Facundo
Quiroga sino que también la del doctor José Santos Ortiz, secretario de aquél.
La vida después de la
muerte
La muerte de Quiroga
causó conmoción y sospecha en las provincias del norte y del oeste (donde había
sido caudillo), y en Buenos Aires (donde vivía). En la época se acusaba tanto a
López, como a Rosas como instigadores, pero generalmente los rumores y las
acusaciones recayeron sobre los Reynafé.
José Vicente Reynafé, preocupado con las
acusaciones, manda llamar al Capitán Santos Pérez y lo invita a su casa de
Córdoba. Le convida aguardiente y al poco rato el capitán empieza con
terribles dolores hasta que se descompone por vómitos. Sudoroso, sale y gana
el camino. El arsénico volcado en al aguardiente no consigue matarlo.
Cuando Rosas ordenó que
los Reynafé comparecieran ante un Tribunal, al no haber respuesta del gobierno
de Córdoba, puso la provincia bajo interdicto, interrumpiendo todas sus
comunicaciones. Se le permitió al Gobernador Reynafé terminar el período de su
mandato y, con un nuevo Gobernador, los hermanos fueron enjuiciados en Córdoba
y se los declaró inocentes de la muerte de Quiroga.
Rosas,
no conforme con el resultado del juicio, invocó el Pacto Federal y ordenó que
los hermanos y los otros conspiradores fueran traídos a Buenos Aires para ser
juzgados.
Después
de un largo proceso (20 meses), se los declaró culpables del asesinato de
Quiroga. El procedimiento judicial
seguido por Rosas fue seriamente cuestionado, por sacar a los acusados de la
jurisdicción correspondiente al debido proceso, e impedir un adecuado derecho a
la defensa en juicio.
El argumento para ajusticiarlos fue que los
hermanos Reynafé habían jurado venganza a Quiroga porque José Ruiz Huidobro
(amigo y seguidor de Quiroga), había dirigido una revolución contra los
hermanos en Córdoba, entonces estos habían jurado vengarse de Quiroga.
El 25
de octubre de 1837 el mayor y el menor de los hermanos (José Vicente y
Guillermo Reynafé), junto con Santos Pérez y otros diez más fueron colgados en
la Plaza Victoria (hoy Plaza de Mayo).
Antes de ser fusilado y luego colgado, Santos Pérez, a los gritos, culpó
públicamente a Juan Manuel de Rosas del asesinato de Facundo.
José
Antonio había muerto en la cárcel unos días antes de su programada ejecución y
Francisco había huido a Montevideo a donde es recibido no
como un supuesto criminal, sino como a un importante refugiado político.
Durante los primeros días vive en la casa del General Lavalleja, héroe de los
uruguayos. Lo visitan y lo agasajan los principales unitarios aquí refugiados.
Nadie cree ni quiere creer, o finge no creer que es el autor intelectual de la
muerte de Quiroga.
Por
propia iniciativa, o siguiendo los consejos de sus amigos, en el momento en que
la culpabilidad de sus hermanos surge en forma evidente, trata de aparecer
inocente, admitiendo la culpabilidad de ellos.
“Me
quería hacer cómplice mi hermano Vicente, siendo él quien lo había mandado
matar”.
A
medida que transcurre el tiempo, las cosas van cambiando. Los unitarios
emigrados tratan de esquivarlo. La última aventura del coronel Francisco
Reynafé, la de su destierro, es sumamente amarga. Dice Ramón J. Cárcano:
"En
Montevideo el Coronel no siente
la cálida acogida de los primeros meses de su fuga. Pronto advierte que los
emigrados rehúyen su trato y le vuelven la espalda. No lo estiman ni le temen.
No faltan noticias fidedignas de Barranca Yaco. Muchos no reservan el desprecio
y empiezan a escupir con zafia sobre el proscripto indefenso. Oscuro y
desvalido, peregrina por ciudades y pueblos del Uruguay y Brasil, sumido en la
miseria del destierro, sin energías morales, sin trabajo ni recursos, batido
por la tempestad.
Consigue
alguna protección del general Rivera y vive a su amparo, atisbando, mejores
días. Conoce los cambios políticos operados en Córdoba y sabe que sus mejores
amigos están proscriptos o sirven incondicionalmente al gobernador López.
Procura, sin embargo, aproximarse a su provincia confiado siempre en nuevos
hechos que modifiquen la situación."
Algunos autores consignan “Los
principales responsables del crimen pagaron con sus vidas, los Reynafé
desparecieron del escenario político de Córdoba, y Rosas logró, gracias al
sacrificio de Quiroga, las facultades extraordinarias y la suma del poder
público.
En términos
políticos, la crisis provocada por el asesinato de Facundo se resolvió
favorablemente para los intereses de Juan Manuel y de Estanislao López, pero ya
se sabe que una adecuada resolución política no siempre se compatibiliza con la
verdad histórica o, para expresarlo en términos más justos, con los
interrogantes que se hacen los historiadores”.
Para muchos, el negocio para el estanciero de Los
Cerrillos fue redondo. Dos meses después de la muerte de Quiroga, asumió con la
suma del poder público y pronunció palabras que hasta el día de hoy siguen
provocando un ligero estremecimiento:
“Resolvámonos
a combatir a estos malvados que han puesto en confusión nuestra tierra.
Persigamos a muerte al impío, al ladrón, al homicida y, sobre todo, al pérfido
y al ladrón que tengan la osadía de burlarse de nuestra buena fe. Que de esa
raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan
tenaz y vigorosa que sirva de terror y espanto a los que puedan venir en
adelante”.
Resumiendo
Rosas, López y
Quiroga comparten las ideas federales sin embargo los tres peleaban
internamente por el liderazgo en el territorio.
Rosas dominaba Buenos
Aires, López el litoral y Quiroga todo el noroeste y las provincias de Cuyo.
Rosas lo aprecia a
Facundo pero no comparte el modelo de país, por mas que este se haya mudado a
vivir a Buenos Aires para estar mas cerca de él y haber “cambiado” sus usos y
costumbres.
Por otra parte
Quiroga tiene serias internas con López ya que lo acusa de “liberarle” la
provincia de Santa Fe para que Paz avance sobre Córdoba y lo derrote en Oncativo
y La Tablada, y por no devolverle su mítico caballo.
Los hermanos Reynafé toman
el poder que Facundo pretende en Córdoba y lo combaten por su enemistad con
López, su líder político.
Aparece entonces la
posibilidad de diseñar una táctica de “caída en cascada”. Muerto Quiroga a
manos de los Reynafé, muertos estos a manos de Rosas, y debilitada la posición
de López (por quedarse sin aliados en centro del país), el camino hacia otro
modelo de país está liberado.
Algunos salieron ganando y
otros salieron perdiendo. Seguirán las conjeturas hasta que no aparezcan las
pruebas
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