miércoles, 10 de mayo de 2017

Tres parajes indivisibles: Camino de los Chilenos, Salinas Grandes y Zanja de Alsina


Cuando pretendemos estudiar este pedazo de historia (en que la relación entre los nativos y las fuerzas “huincas” en el centro del país no era la mejor), nos encontramos con tres ítemes geográficos que se vinculan entre sí en el tiempo y en el espacio: un camino, unas salinas y una zanja.

No hay duda que fueron puntos estratégicos para la economía y la política: por el camino se concretó la “araucanización” de nuestros nativos desde Chile, y por estos caminos se fueron cientos de miles de vacunos de las pampas hacia ese país; la sal para la incipiente industria de conservación de la carne y una zanja para frenar los malones y ganar un pedazo más de territorio.

Muchas veces no resulta fácil ubicarlos en el mapa ya que la mayor parte de las referencias históricas han cambiado de nombres.


Esta revisión solo pretende guiarnos por “las pampas y los desiertos” para entender la complejidad de la situación, y servirnos de base por si algún día se nos ocurre visitarlos.

Los accidentes geográficos están tan unidos a la historiografía de nuestro país que resulta muy difícil nombrar un hecho y no mencionar a más de un paisaje en donde se produjo, y estos a que vamos a hacer referencia no son la excepción.

El “Camino de los Chilenos”
Se lo llamó también rastrillada de los chilenos o rastrillada grande. Lucio V. Mansilla definió las rastrilladas como “…surcos paralelos y tortuosos que con sus constantes idas y venidas han dejado los indios en el campo.  Suelen ser profundos, y constituyen un verdadero camino ancho y sólido", y que podían tener hasta un metro de profundidad. El nombre de rastrillada parece provenir de la huella que dejaban las largas lanzas arrastrándose.

Por allí ingresaron las tribus responsables de la “araucanización” de mucho de los pueblos del oeste, centro y este del actual territorio argentino y por allí se fueron centenas de miles de cabezas de vacunos y yeguarizos “cosechados en las pampas” y vendidos o trocados del otro lado de la Cordillera de Los Andes. 

Solo el arreo de Calfucurá en 1856 despobló de hacienda a las estancias en mas de 400.000 animales.

Si bien se denomina en singular Camino de los Chilenos (como la ruta que unía ambos océanos desde Valdivia hasta Buenos Aires), en realidad no era una sola.
Se trataba de una compleja red de huellas más o menos importantes que, como los afluentes de un río, se iban uniendo hacia una red troncal, siempre entrelazando fuentes de agua.  Debemos recordar que para arriar miles de animales el conocimiento de las aguadas y áreas de pastaje era de fundamental importancia. Un arreo de 1.500 km seguramente tomaba más de dos meses.

Estas sendas también fueron conocidas como “camino del hilo” ya que "de cada toldería parten como hebras de la gran madeja, numerosísimas sendas que se ramifican con el Camino de los Chilenos". Esas huellas, indicadoras del continuo movimiento indígena, a veces entrecruzadas, otras rectas, servían para unir sus principales centros de reunión, con aguadas, y éstos entre sí.

La migración de grupos mapuches a la región hizo extender la ruta, para el arreo de ganado vacuno, desde las salinas hasta los pasos de la Cordillera de los Andes en la actual provincia del Neuquén, culminando en ciudades chilenas desde Osorno y Valdivia hasta Chillán y Los Ángeles.

Una vieja discusión enfrentó a quienes opinaban que las rastrilladas se formaron sobre las sendas que dejaron los conquistadores y a los que aseguraban que era al revés, afirmando que los pasos nativos precedieron a los derroteros de los realistas.

Algunos historiadores señalan que los conquistadores aprovecharon el gran conocimiento topográfico de los indios y siguieron esas huellas, señalando de esta manera buena parte de lo que hoy son las rutas actuales y el trazado de buena parte de la red ferroviaria y telegráfica.  El mismo rumbo que seguían las rastrilladas fue utilizado luego por carretas y diligencias.

Chasques, soldados, gauchos, comerciantes, troperos, exploradores, naturalistas e inmigrantes llegaban a las postas a descansar, proveerse y mudar caballos.

"Los caminos transitados en la pampa, por los españoles primero y por los argentinos luego, han seguido la ruta de los usados por los indios, por las rastrilladas. La ruta 5, que parte de Capital Federal a Santa Rosa, sigue la huella del indio por las aguadas de Trenque Lauquen, Lonquimay, Toay, etcétera. El camino de Carhué a General Hacha y de allí a Lihué Calel, Neuquén, etcétera, sigue la rastrillada real de los chilenos".

El Camino de los Chilenos unía Valdivia y Buenos Aires. Una de esas huellas pasaba por Salinas Grandes, continuando por Choele-Choel hasta la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, donde torcía su rumbo hacia Chile buscando los pasos cordilleranos.

El descubrimiento y recorrido de una rastrillada tuvo gran importancia en el avance por el desierto, porque al unir o llevar a las aguadas, y a zonas de buenos pastos, facilitaba la alimentación de los expedicionarios y de su caballada.

Entre estos caminos interiores que atravesaban longitudinal y transversalmente el territorio, unos eran los más importantes y fueron los más conocidos, como el que llevaba a Carhué, pasando por Salinas Grandes, unía las lagunas de Traru Lauquen, aguada de Puetrel Toró, Urre Lauquen y Lihuel Calel  (en el centro sur de La Pampa), y de allí al río Colorado, al cual convergían muchas sendas más en su extenso recorrido. Como su nombre nos indica este camino unía una vez cruzado el río Colorado, a través de Neuquén, los pasos andinos chíllenos con el centro de la provincia de Buenos Aires. 

Otra importante vía de penetración estuvo señalada por la que, también desde la provincia de Buenos Aires, pasaba por Trenque Lauquen entrando al desierto por Loncomaun (Lonquimay actual), Anguil, y la zona de lagunas de Loncoché a Malal; enlazándose en su recorrido con el camino que de norte a sur pasaba por Poitahué, Leuvucó y Trapal.
El Boquete de Antuco (paso cordillerano de Antuco) o sendero de los pehuenches fue el principal paso cordillerano. Las rastrilladas llegaban por el valle del río Neuquén hasta alcanzar el Paso Pichachén (desde Chos Malal), desde donde llegaban a la laguna de La Laja y bajaban al río Trubunleo atravesando un portezuelo que separa el volcán Antuco de la Sierra Velluda para llegar a las localidades chilenas actuales de Los Angeles y Chillán.
Las vías principales del Camino de los Chilenos tenían una extensión variable entre 1.200  km (Bahía Blanca – Valdivia) y 1.800 km (Buenos Aires – Valdivia). Por otra parte existían muchos caminos secundarios que convergían:

·         La senda de “las pulgas”
Corría de norte a sur. Venía desde Villa Mercedes (San Luis), pasaba por Aillacó (Nueve aguas), grupo de pequeñas lagunitas al sur de aquella provincia y pasaba por Leuvucó. Esta senda se la conocía como de "las pulgas" (Villa Mercedes).
El camino de "las pulgas" al llegar a Poitahué, se bifurca, continuando una senda hacia el sur por Nahuel Mapú (Tierra de los Tigres), y otras, hacia el oeste a Paso Meucó o Miauco ("Manantial del  Estiércol"), pero en Chicalcó ( Aguada del Chañar ), tuerce, para dirigirse, por el Paso Vutranillahué (Paso de los algarrobos), hacia la cordillera.
El camino que pasaba por Nahuel Mapú, donde existía una laguna y convergían varias sendas, tomaba rumbo sudeste, hacia Utracán.

·         La senda de “las víboras"
Convergía a la “de las pulgas” otras más, como la que venía desde La Carlota (Córdoba), llamada de "Las Víboras" porque pasaba por Marivil ("Diez Víboras") y Choche Lauquen (Laguna de la víbora), pasando por Trenel, con rumbo sudoeste atravesaba al Chadileuvú a través del paso Meucó o Miaucó y torcía hacia Puelén y de allí rumbeaba hacia Chile a través de los pasos cordilleranos.
“A esas rastrilladas apisonadas por millones de cascos ha ido borrándolas paulatinamente el arado agricultor y el cercado de los campos, porque muchas veces se ignoró el origen de ellas, y actualmente resulta muy difícil reconocerlas en la zona este de la provincia, persistiendo rastros en el oeste..."  
 Las Salinas Grandes
Ubicadas al sudoeste de la provincia de Buenos Aires y del sudeste de la provincia de La Pampa, son un conjunto de pequeñas depresiones que originaron lagunas temporarias que, al desecarse, han creado salares ("salinas" y "salitrales") de dimensiones medianas.
La importancia económica de las mismas guarda relación con el valor de sal para el ganado y para el desecado para la conservación de la carne. El cacique Calfucurá, “amo de la región”, tenía muy claro la importancia estratégica de las mismas, y hasta su muerte peleó por defenderlas para que no cayeran en manos de los huincas. 
En la provincia de Buenos Aires se ubican:
1.    Salinas Chicas (38°46S, 62°59W), situada aproximadamente a 110 km al norte de la localidad de Pedro Luro
2.    Salina del Inglés (40°43S, 62°29W), situada aproximadamente a 40 km al sudeste de Cardenal Cagliero.
En la provincia de La Pampa se ubican:
3.    Salina Grandes de Hidalgo (37°12S, 63°35W), ubicada al sudeste de la localidad de Macachín. 
4.    Salina Colorada Grande (38°15S,  63°44W), ubicada a 43 km al sudoeste de General San Martín. 
5.    Salina Colorada Chica (38°23S, 63°36W), situada a 35 km al sur de Jacinto Arauz. 
6.    Salina El Chancho (38°37S, 65°45W), situada al norte de la localidad de Anzoátegui. 
7.    Salitral Negro (38°40S, 64°08W) situada a 45 km al norte de la localidad de La Adela. 
8.    Salinas Grandes de Anzoátegui (39°00S, 63°47W), situada a 5 km al sudeste de la localidad de Anzoátegui y a 24 km al norte del río Colorado.

Pese a ser su magnitud muy inferior a las Salinas Grandes del noroeste de Córdoba y provincias aledañas, las llamadas Salinas Grandes del sur de Buenos Aires llegaron a tener mucha importancia ya que existió, desde el siglo XVIII y hasta finales del siglo XIX, un circuito comercial con asiduo tránsito de carretas que portaban como una de las principales mercancías las planchas de sal que servían a los saladeros ubicados en la ciudad de Buenos Aires.
El ganado que los aborígenes trasladaban desde la región pampeana de Argentina era cambiado en Chile por armas y bebidas alcohólicas. Los hermanos Pincheira alentaron a grupos borogas y ranqueles a realizar malones con ese fin. Este tráfico era la principal causa de la guerra entre los indígenas y las provincias del entonces sur de la Argentina.
La demanda de ganado en el mercado chileno aumentaba el conflicto en la frontera con los indios del de la Argentina. Para contrarrestar los malones, en la década de 1870 fue construido un sistema de fosas y fortificaciones llamado la Zanja de Alsina. La utilización de esta ruta comercial terminó efectivamente al finalizar la Conquista del Desierto entre 1876 y 1878.
La ruta de la rastrillada de los chilenos servía también aun como “ruta de la sal” o “rastrillada de las Salinas Grandes”, en sentido inverso al tráfico de ganado, desde esas salinas hasta la Guardia de Luján (actual ciudad de Mercedes).
Los campos de Carhué, junto al lago Epecuén, eran lugares con buenos pastos para engordar el ganado antes de alcanzar las Salinas Grandes y luego atravesar lugares semi desérticos. A las Salinas Grandes convergían caminos provenientes de Azul y de Bahía Blanca.
 Zanja de Alsina 
El avance desde el puerto hacia “las pampas y el desierto”, desde la llegada de los españoles a la actual provincia de Buenos Aires se fue dando en franjas de orientación noroeste al sudeste. 
Avance de la frontera hasta la época
 de la construcción de la Zanja de Alsina.
En 1876, Adolfo Alsina propuso crear un sistema defensivo de fosas y terraplenes con fortificaciones compuesto de fuertes y fortines, también llamada Zanja Nacional. Se construyó para demarcar una nueva línea de frontera de los territorios bajo el control del gobierno federal en el período inmediato anterior a la Conquista del Desierto.
Las funciones de la misma eran la de evitar los malones de los aborígenes y entorpecer el paso del ganado robado por estos.
El doctor Adolfo AlsinaMinistro de Guerra y Marina del Presidente Nicolás Avellaneda, abordó la necesidad del estado argentino, sensible al pedido de colonos, estancieros y comerciantes, de separarse físicamente de las tierras pobladas por los nativos que originaban malones creando una zanja o trinchera, para consolidar del lado del Estado argentino el dominio del territorio.
Los territorios de los pueblos Ranqueles y Pampas habían venido siendo arrebatados a por inmigrantes mapuches o araucanos que, provenientes de Chile, produjeron su araucanización a través, primero, del saqueo de poblaciones aborígenes establecidas en relaciones más o menos pacíficas con los blancos, y, luego, de las poblaciones blancas o "huincas".
El proyecto de Alsina, cuya función militar era la de retener territorio y conservar el dominio del estado nacional en ellas, no pretendía sumar nuevas tierras al dominio nacional argentino, pero sí esperaba que cumpliera con una función eminentemente defensiva
La divisoria física pretendía terminar con esta transferencia de riqueza pecuaria del Atlántico al Pacífico y con la carga de sus costos (pérdida de vidas humanas, gastos en defensa, despojo de riquezas consistentes en bienes de uso, y rapto de mujeres que pasaban a servir económica y sexualmente como esclavas), que soportaban los pobladores de los pagos saqueados.
Si bien la Zanja de Alsina no fue eficiente respecto a la entrada o salida de los indios montados, que la sorteaban desmontando y creando desde ambos lados derrumbes que proveían de cruce a las cabalgaduras, sí surtió efecto respecto a la merma de robo de ganado de los campos, toda vez que los indígenas se vieron obligados a abrir portillos en la zanja, que no se preveían suficientes para escapar con tropillas de vacunos y que, al huir, muchas veces no podían volver a utilizar porque debían tomar otro camino.
La obligada tarea les demandaba una pérdida de tiempo suficiente como para que las tropas los alcanzaran y evitaran el cruce de los arreos. La motivación del saqueo se redujo así a los otros resultados del mismo.
El propio Alsina sostuvo:
“...el indio no invade para pelear, ni tampoco por el placer de hacer mal –invade para poder regresar con lo que robe. Bien, pues, salvado el foso, consumada la invasión ¿qué hará el indio con el robo? No ha de pretender salir por donde entró, porque debe suponer que el paso está ocupado ó el obstáculo restablecido. ¿Se lanzará entonces á buscar salida con arreo, teniendo antes que derribar la muralla y borrar el foso?
El proyecto contemplaba la construcción de una zanja de aproximadamente 600 km, que luego se extendería hasta San Rafael, en la actual provincia de Mendoza. 
Los trabajos se iniciaron en 1876 y las construcciones básicas (no así su mantenimiento y reparación), finalizaron sólo un año más tarde, como consecuencia del fallecimiento de Adolfo Alsina, con 374 km de zanja construida en los terrenos ganados entre Italó (sur de la provincia de Córdoba), y Nueva Roma (al norte de Bahía Blanca).
Dicha zanja, que debía cubrir toda la línea de la nueva frontera, pasaba por el oeste de la sierra de la Ventana y por las lagunas Guaminí, Carhué, y Trenque Lauquen hasta la laguna Amarga, y desembocaba en el río Quinto, e incluía las estratégicas bases de Italó y Puán. Debía seguir en la provincia de Santa Fe por Vutaló, en Córdoba por Río Cuarto y llegaba hasta San Rafael, en Mendoza. Quedaría así establecida una nueva línea de fronteras.
La ejecución de la obra estuvo a cargo del Coronel Conrado Villegas con los soldados de la División Norte. La zanja fue íntegramente construida a pico y pala y resultó extremadamente costosa en dinero y esfuerzo humano. La dirección de las obras fue confiada al ingeniero Alfredo Ebelot.
“Un foso es poca cosa; pero cuando tiene 80 leguas de largo se transforma en algo respetable. Adquiere un interés casi dramático si se piensa que marca el límite casi visible entre la civilización y la barbarie. El parapeto de adobe que lo bordea es, en pequeño, una muralla china. Es la misma solución, exhumada y remozada, de un problema tan viejo como el mundo: la lucha de los sedentarios contra los nómades”.
Los fuertes más importantes fueron erigidos en Trenque Lauquen, Guaminí, Carhué y Puán. Entre Guaminí y Trenque Lauquen trabajaron dos regimientos de guardias nacionales, incluyendo levas de gauchos y una cuadrilla de 60 a 80 peones asalariados.
Hacia el norte, hasta Italó, se contrató a una empresa privada que empleaba 300 personas. La zanja variaba de dimensiones según las características del terreno. En suelos sueltos tenía 2 m de profundidad y 3 de ancho en la superficie y un parapeto de 1 m de alto por 4,50 m de ancho. El fondo tenía un ancho de sólo 60 cm.
En suelos firmes o con tosca calcárea la zanja era menos profunda pero con un terraplén más alto. 
La nueva línea de la frontera estaba a cargo de seis comandancias con sus fuertes respectivos que se ubicaron en lugares estratégicos: Bahía Blanca 89 km; Puan 80 km; Carhué 52 km; Guaminí 98 km; Trenque Lauquen 152 km e Italó 13 km. Se levantaron sobre esa línea 109 fortines.
Cada fortín se formaba en un terraplén circular rodeado de un foso, una pequeña habitación y un mangrullo para la observación, todo a cargo de un oficial y de ocho o diez soldados que debían realizar descubiertas diariamente a lo largo de la línea, que luego se comunicaron a través del telégrafo.
La conscripción de personal para cubrir la frontera se realizó de manera forzosa (levas) entre la población rural. Las durísimas condiciones a las que estaban sometidos se narran en el Martín Fierro, de José Hernández, cuyo protagonista es reclutado forzosamente para prestar servicio en la frontera.
Algún camino subsidiario acaso aún ostente un cartel indicador y en la nomenclatura ferroviaria existe una estación denominada La Zanja, pero, en general, el recuerdo de esa extraña obra se ha perdido y ni siquiera es usual que los lugareños inmediatos hayan escuchado mencionarla. Muy poco sabe la gente común sobre tal ocurrencia, entre otras cosas porque tuvo aplicación muy limitada y fugaz.


Había antecedentes de obras similares. Así, al norte de Santa Fe hubo, en cierta época y con igual intención, una "zanja de López" de donde Adolfo Alsina tomó la idea. Se planeó guarnecer con ella todo el gran arco desde Bahía Blanca hasta Río Cuarto, pero sólo llegó a ser abierta en unos 400 kilómetros.

Sabido es que el General Roca se oponía de plano a ese parecer y que no bien la muerte de Alsina lo convirtió en nuevo ministro de Guerra, volcó toda su influencia en favor de una gran batida para expulsar a los aborígenes hasta más allá del río Negro.
La discrepancia en realidad se refería al destino de las tierras por conquistar, de las que podría hacerse una repartija apresurada, o bien de manera ordenada, a medida que se incorporasen nuevos pobladores.
La costosa zanja significó, además, un avance considerable en las áreas más fértiles que quedaban en poder de los indígenas. Incrementó en 56.000 km² la extensión dedicada a la explotación ganadera y promovió la sanción de la Ley de Colonización o Ley Avellaneda.
Este hecho propició la formación de colonias agrícolas, emulando la que existía en la provincia de Santa Fe y fijó máximos y mínimos para las parcelas de tierras públicas, que se fueron vendidas con créditos amplios u otorgadas gratuitamente por concesiones y que benefició especialmente a muchos estancieros, varios de los cuales aumentaron sus extensiones y lograron ser grandes terratenientes, concentrando la propiedad privada de la tierra entre varias familias cercanas al gobierno, como ser los Pereyra Iraola, los Álzaga Unzué, los Luro, los Anchorena, los Martínez de Hoz y los Gainza Paz.





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