Cuando pretendemos estudiar este pedazo de historia (en que la relación entre los nativos y las fuerzas “huincas” en el centro del país no era la mejor), nos encontramos con tres ítemes geográficos que se vinculan entre sí en el tiempo y en el espacio: un camino, unas salinas y una zanja.
No hay duda que fueron puntos estratégicos
para la economía y la política: por el camino se concretó la “araucanización”
de nuestros nativos desde Chile, y por estos caminos se fueron cientos de miles
de vacunos de las pampas hacia ese país; la sal para la incipiente industria de
conservación de la carne y una zanja para frenar los malones y ganar un pedazo más
de territorio.
Muchas veces no resulta fácil ubicarlos en el
mapa ya que la mayor parte de las referencias históricas han cambiado de
nombres.
Esta revisión solo pretende guiarnos por “las
pampas y los desiertos” para entender la complejidad de la situación, y
servirnos de base por si algún día se nos ocurre visitarlos.
Los accidentes geográficos están tan unidos a
la historiografía de nuestro país que resulta muy difícil nombrar un hecho y no
mencionar a más de un paisaje en donde se produjo, y estos a que vamos a hacer
referencia no son la excepción.
El
“Camino de los Chilenos”
Se lo llamó también rastrillada de los chilenos o rastrillada grande. Lucio V. Mansilla definió las rastrilladas como “…surcos paralelos y tortuosos que con sus constantes
idas y venidas han dejado los indios en el campo. Suelen ser profundos, y constituyen un
verdadero camino ancho y sólido", y que podían tener hasta un metro de
profundidad. El nombre de rastrillada parece provenir de la huella que dejaban
las largas lanzas arrastrándose.
Por allí ingresaron las tribus responsables
de la “araucanización” de mucho de los pueblos del oeste, centro y este del
actual territorio argentino y por allí se fueron centenas de miles de cabezas
de vacunos y yeguarizos “cosechados en las pampas” y vendidos o trocados del
otro lado de la Cordillera de Los Andes.
Solo el arreo de Calfucurá en 1856
despobló de hacienda a las estancias en mas de 400.000 animales.
Si bien se denomina en singular Camino de los
Chilenos (como la ruta que unía ambos océanos desde Valdivia hasta Buenos Aires),
en realidad no era una sola.
Se trataba de una compleja red de huellas más
o menos importantes que, como los afluentes de un río, se iban uniendo hacia
una red troncal, siempre entrelazando fuentes de agua. Debemos recordar que para arriar miles de
animales el conocimiento de las aguadas y áreas de pastaje era de fundamental
importancia. Un arreo de 1.500 km seguramente tomaba más de dos meses.
Estas sendas también fueron conocidas como “camino
del hilo” ya que "de cada toldería
parten como hebras de la gran madeja, numerosísimas sendas que se ramifican con
el Camino de los Chilenos". Esas huellas, indicadoras del continuo
movimiento indígena, a veces entrecruzadas, otras rectas, servían para unir sus
principales centros de reunión, con aguadas, y éstos entre sí.
La
migración de grupos mapuches a la región hizo extender la ruta, para el arreo
de ganado vacuno, desde las salinas hasta los pasos de la Cordillera de los Andes en la actual provincia del Neuquén, culminando en ciudades chilenas desde Osorno y Valdivia hasta Chillán y Los Ángeles.
Una vieja discusión enfrentó a quienes
opinaban que las rastrilladas se formaron sobre las sendas que dejaron los
conquistadores y a los que aseguraban que era al revés, afirmando que los pasos
nativos precedieron a los derroteros de los realistas.
Algunos historiadores señalan que los
conquistadores aprovecharon el gran conocimiento topográfico de los indios y
siguieron esas huellas, señalando de esta manera buena parte de lo que hoy son
las rutas actuales y el trazado de buena parte de la red ferroviaria y
telegráfica. El mismo rumbo que seguían
las rastrilladas fue utilizado luego por carretas y diligencias.
Chasques, soldados, gauchos, comerciantes,
troperos, exploradores, naturalistas e inmigrantes llegaban a las postas a
descansar, proveerse y mudar caballos.
"Los
caminos transitados en la pampa, por los españoles primero y por los argentinos
luego, han seguido la ruta de los usados por los indios, por las rastrilladas.
La ruta 5, que parte de Capital Federal a Santa Rosa, sigue la huella del indio
por las aguadas de Trenque Lauquen, Lonquimay, Toay, etcétera. El camino de
Carhué a General Hacha y de allí a Lihué Calel, Neuquén, etcétera, sigue la
rastrillada real de los chilenos".
El Camino de los Chilenos unía Valdivia y
Buenos Aires. Una de esas huellas pasaba por Salinas Grandes, continuando por
Choele-Choel hasta la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, donde torcía su
rumbo hacia Chile buscando los pasos cordilleranos.
El descubrimiento
y recorrido de una rastrillada tuvo gran importancia en el avance por el desierto, porque al unir
o llevar a las aguadas, y a zonas de buenos pastos, facilitaba la alimentación
de los expedicionarios y de su caballada.
Entre estos caminos interiores que
atravesaban longitudinal y transversalmente el territorio, unos eran los más
importantes y fueron los más conocidos, como el que llevaba a Carhué, pasando por Salinas Grandes, unía las lagunas
de Traru Lauquen, aguada
de Puetrel Toró, Urre Lauquen y Lihuel Calel (en el centro sur de La Pampa), y de allí
al río Colorado, al cual
convergían muchas sendas más en su extenso recorrido. Como su nombre nos indica
este camino unía una vez cruzado el río Colorado, a través de Neuquén, los
pasos andinos chíllenos con el centro de la provincia de Buenos Aires.
Otra importante
vía de penetración estuvo señalada por la que, también desde la provincia de Buenos Aires, pasaba por Trenque Lauquen
entrando al desierto por Loncomaun (Lonquimay actual), Anguil, y la zona de lagunas de Loncoché a Malal; enlazándose en su recorrido con el camino que de norte a
sur pasaba por Poitahué, Leuvucó y Trapal.
El Boquete de Antuco (paso cordillerano de Antuco) o sendero de
los pehuenches fue el principal paso cordillerano. Las rastrilladas
llegaban por el valle del río Neuquén hasta alcanzar el Paso
Pichachén (desde Chos Malal),
desde donde llegaban a la laguna
de La Laja y bajaban al río Trubunleo atravesando un portezuelo que separa el volcán
Antuco de la Sierra Velluda
para llegar a las localidades chilenas actuales de Los Angeles y Chillán.
Las vías principales
del Camino de los Chilenos tenían una extensión variable entre 1.200 km (Bahía Blanca – Valdivia) y 1.800 km
(Buenos Aires – Valdivia). Por otra parte existían muchos caminos secundarios
que convergían:
·
La senda de “las pulgas”
Corría de norte a
sur. Venía desde Villa Mercedes
(San Luis), pasaba por Aillacó (Nueve
aguas), grupo de pequeñas lagunitas al sur de aquella provincia y pasaba
por Leuvucó. Esta senda se
la conocía como de "las pulgas" (Villa
Mercedes).
El camino de "las pulgas" al llegar
a Poitahué, se bifurca,
continuando una senda hacia el sur por Nahuel
Mapú (Tierra de los Tigres), y otras, hacia el oeste a Paso Meucó o Miauco ("Manantial
del Estiércol"), pero en Chicalcó ( Aguada del Chañar ), tuerce, para dirigirse, por
el Paso Vutranillahué (Paso
de los algarrobos), hacia la cordillera.
El camino que
pasaba por Nahuel Mapú, donde existía una laguna y convergían varias sendas,
tomaba rumbo sudeste, hacia Utracán.
·
La senda de “las víboras"
Convergía a la “de
las pulgas” otras más, como la que venía desde La Carlota (Córdoba), llamada de "Las Víboras" porque pasaba por Marivil ("Diez
Víboras") y Choche Lauquen (Laguna
de la víbora), pasando por Trenel,
con rumbo sudoeste atravesaba al Chadileuvú
a través del paso Meucó o Miaucó y torcía hacia Puelén y de allí rumbeaba hacia
Chile a través de los pasos cordilleranos.
“A esas rastrilladas apisonadas por millones de
cascos ha ido borrándolas paulatinamente el arado agricultor y el cercado de
los campos, porque muchas veces se ignoró el origen de ellas, y actualmente
resulta muy difícil reconocerlas en la zona este de la provincia, persistiendo
rastros en el oeste..."
Las Salinas Grandes
Ubicadas al sudoeste de la provincia de Buenos Aires y del sudeste de la provincia
de La Pampa, son un conjunto de pequeñas
depresiones que originaron lagunas temporarias que, al desecarse, han creado
salares ("salinas" y "salitrales") de dimensiones medianas.
La importancia económica de
las mismas guarda relación con el valor de sal para el ganado y para el
desecado para la conservación de la carne. El cacique Calfucurá, “amo de la región”, tenía muy claro la
importancia estratégica de las mismas, y hasta su muerte peleó por defenderlas para
que no cayeran en manos de los huincas.
En la provincia de Buenos Aires se ubican:
1. Salinas
Chicas (38°46’S, 62°59’W), situada aproximadamente a 110
km al norte de la localidad de Pedro Luro
2. Salina
del Inglés (40°43’S, 62°29’W), situada aproximadamente a 40
km al sudeste de Cardenal Cagliero.
En la provincia de La Pampa se ubican:
3.
Salina Grandes de Hidalgo (37°12’S, 63°35’W),
ubicada al sudeste de la localidad de Macachín.
4.
Salina Colorada Grande (38°15’S, 63°44’W), ubicada a 43 km al sudoeste de
General San Martín.
5.
Salina Colorada Chica (38°23’S, 63°36’W),
situada a 35 km al sur de Jacinto Arauz.
6.
Salina El Chancho (38°37’S, 65°45’W),
situada al norte de la localidad de Anzoátegui.
7.
Salitral Negro (38°40’S, 64°08’W)
situada a 45 km al norte de la localidad de La Adela.
8.
Salinas Grandes de Anzoátegui (39°00’S, 63°47’W),
situada a 5 km al sudeste de la localidad de Anzoátegui y a 24 km al norte del
río Colorado.
Pese a ser su magnitud muy
inferior a las Salinas Grandes del noroeste de Córdoba y provincias aledañas,
las llamadas Salinas Grandes del sur de Buenos Aires llegaron a tener mucha
importancia ya que existió, desde el siglo XVIII y hasta finales del siglo XIX, un circuito comercial con asiduo tránsito de carretas que portaban como una
de las principales mercancías las planchas de sal que servían a los saladeros ubicados en la ciudad de Buenos Aires.
El ganado que los aborígenes trasladaban desde la región pampeana de
Argentina era cambiado en Chile por armas y bebidas alcohólicas. Los hermanos Pincheira alentaron a grupos borogas y ranqueles a
realizar malones con ese fin. Este tráfico era la principal causa de la
guerra entre los indígenas y
las provincias del entonces sur de la Argentina.
La demanda de ganado en el mercado chileno aumentaba el conflicto en
la frontera con los indios del de la Argentina. Para contrarrestar los malones, en la década de
1870 fue construido un sistema de fosas y fortificaciones llamado la Zanja
de Alsina. La utilización de esta ruta
comercial terminó efectivamente al finalizar la Conquista del Desierto entre 1876 y 1878.
La ruta de la rastrillada de los chilenos servía también aun como “ruta
de la sal” o “rastrillada de las Salinas Grandes”, en sentido
inverso al tráfico de ganado, desde esas salinas hasta la Guardia de Luján (actual ciudad de Mercedes).
Los campos de Carhué, junto al lago
Epecuén, eran lugares con buenos pastos
para engordar el ganado antes de alcanzar las Salinas Grandes y luego atravesar
lugares semi desérticos. A las Salinas Grandes convergían caminos provenientes
de Azul y de Bahía
Blanca.
Zanja de Alsina
El avance desde el puerto hacia “las pampas y el desierto”, desde la
llegada de los españoles a la actual provincia de Buenos Aires se fue dando en
franjas de orientación noroeste al sudeste.
Avance de la frontera hasta la época de la construcción de la Zanja de Alsina. |
En 1876, Adolfo Alsina propuso crear un sistema defensivo de fosas y terraplenes
con fortificaciones compuesto de fuertes y fortines, también llamada Zanja
Nacional. Se construyó para demarcar una nueva línea de frontera de los territorios bajo el control del gobierno
federal en el período inmediato
anterior a la Conquista del Desierto.
Las funciones de la misma eran la de evitar los malones de
los aborígenes y entorpecer el paso del ganado
robado por estos.
El doctor Adolfo
Alsina, Ministro de Guerra y Marina del Presidente Nicolás Avellaneda, abordó la necesidad del estado argentino, sensible al pedido de colonos, estancieros y comerciantes, de separarse físicamente de las tierras pobladas por los nativos que originaban malones creando una zanja o trinchera,
para consolidar del lado del Estado argentino el dominio del territorio.
Los territorios de los pueblos Ranqueles y Pampas habían venido siendo
arrebatados a por inmigrantes mapuches o araucanos que,
provenientes de Chile,
produjeron su araucanización a través, primero, del saqueo de poblaciones aborígenes establecidas en
relaciones más o menos pacíficas con los blancos, y, luego, de las poblaciones
blancas o "huincas".
El proyecto de Alsina, cuya función militar era la de retener territorio
y conservar el dominio del estado nacional en ellas, no pretendía sumar nuevas
tierras al dominio nacional argentino, pero sí esperaba que cumpliera con una
función eminentemente defensiva
La divisoria física pretendía terminar con esta transferencia de riqueza
pecuaria del Atlántico al Pacífico y
con la carga de sus costos (pérdida de vidas humanas, gastos en defensa,
despojo de riquezas consistentes en bienes de uso, y rapto de mujeres que
pasaban a servir económica y sexualmente como esclavas), que soportaban los pobladores de los pagos saqueados.
Si bien la Zanja de Alsina no fue eficiente respecto a la entrada o
salida de los indios montados, que la sorteaban desmontando y creando desde
ambos lados derrumbes que proveían de cruce a las cabalgaduras, sí surtió
efecto respecto a la merma de robo de ganado de los campos, toda vez que los
indígenas se vieron obligados a abrir portillos en la zanja, que no se preveían
suficientes para escapar con tropillas de vacunos y que, al huir, muchas veces
no podían volver a utilizar porque debían tomar otro camino.
La obligada tarea les demandaba una pérdida de tiempo suficiente como
para que las tropas los alcanzaran y evitaran el cruce de los arreos. La
motivación del saqueo se redujo así a los otros resultados del mismo.
El propio Alsina sostuvo:
“...el
indio no invade para pelear, ni tampoco por el placer de hacer mal –invade para
poder regresar con lo que robe. Bien, pues, salvado el foso, consumada la
invasión ¿qué hará el indio con el robo? No ha de pretender salir por donde
entró, porque debe suponer que el paso está ocupado ó el obstáculo
restablecido. ¿Se lanzará entonces á buscar salida con arreo, teniendo antes
que derribar la muralla y borrar el foso?
El proyecto contemplaba la construcción de una zanja de aproximadamente
600 km, que luego se extendería hasta San Rafael, en la actual provincia de Mendoza.
Los trabajos se iniciaron en 1876 y las construcciones básicas (no así su mantenimiento y
reparación), finalizaron sólo un año más tarde, como consecuencia del
fallecimiento de Adolfo Alsina, con 374 km de zanja construida en los terrenos
ganados entre Italó (sur
de la provincia de Córdoba), y Nueva Roma (al norte de Bahía
Blanca).
Dicha
zanja, que debía cubrir toda la línea de la nueva frontera, pasaba por el oeste
de la sierra de la Ventana y por las lagunas Guaminí, Carhué, y Trenque Lauquen
hasta la laguna Amarga, y desembocaba en el río Quinto, e incluía las estratégicas
bases de Italó y Puán. Debía seguir en la provincia de Santa Fe por Vutaló, en
Córdoba por Río Cuarto y llegaba hasta San Rafael, en Mendoza. Quedaría así establecida una nueva línea de fronteras.
La ejecución de la obra estuvo a cargo del Coronel Conrado
Villegas con los soldados de la
División Norte. La zanja fue íntegramente construida a pico y pala y resultó
extremadamente costosa en dinero y esfuerzo humano. La dirección de las obras
fue confiada al ingeniero Alfredo
Ebelot.
“Un
foso es poca cosa; pero cuando tiene 80 leguas de largo se transforma en algo
respetable. Adquiere un interés casi dramático si se piensa que marca el límite
casi visible entre la civilización y la barbarie. El parapeto de adobe que lo
bordea es, en pequeño, una muralla china. Es la misma solución, exhumada y
remozada, de un problema tan viejo como el mundo: la lucha de los sedentarios
contra los nómades”.
Los fuertes más importantes fueron erigidos en Trenque
Lauquen, Guaminí, Carhué y Puán. Entre Guaminí y Trenque Lauquen trabajaron dos regimientos de guardias
nacionales, incluyendo levas de gauchos y una cuadrilla de 60 a 80 peones asalariados.
Hacia el norte, hasta Italó, se contrató a una empresa privada que
empleaba 300 personas. La zanja variaba de dimensiones según las
características del terreno. En suelos sueltos tenía 2 m de profundidad y 3 de
ancho en la superficie y un parapeto de 1 m de alto por 4,50 m de ancho. El
fondo tenía un ancho de sólo 60 cm.
En suelos firmes o con tosca calcárea la zanja era menos profunda pero
con un terraplén más alto.
La nueva línea de la frontera estaba a cargo de seis comandancias con sus
fuertes respectivos que se ubicaron en lugares estratégicos: Bahía Blanca 89
km; Puan 80 km; Carhué 52 km; Guaminí 98 km; Trenque Lauquen 152 km e Italó 13
km. Se levantaron sobre esa línea 109 fortines.
Cada fortín se formaba en un terraplén circular rodeado de un foso, una
pequeña habitación y un mangrullo para la observación, todo a cargo de un oficial y de ocho o diez soldados que debían realizar descubiertas diariamente a lo largo de la
línea, que luego se comunicaron a través del telégrafo.
La conscripción de personal para cubrir la frontera se realizó de manera
forzosa (levas) entre la población rural. Las durísimas condiciones a las que estaban sometidos se narran en
el Martín Fierro, de José Hernández, cuyo protagonista es reclutado forzosamente para prestar servicio en
la frontera.
Algún camino subsidiario acaso
aún ostente un cartel indicador y en la nomenclatura ferroviaria existe una
estación denominada La Zanja, pero, en general, el recuerdo de esa extraña obra
se ha perdido y ni siquiera es usual que los lugareños inmediatos hayan
escuchado mencionarla. Muy poco sabe la gente común sobre tal ocurrencia, entre
otras cosas porque tuvo aplicación muy limitada y fugaz.
Había antecedentes de obras
similares. Así, al norte de Santa Fe hubo, en cierta época y con igual
intención, una "zanja de López" de donde Adolfo Alsina tomó la idea. Se
planeó guarnecer con ella todo el gran arco desde Bahía Blanca hasta Río
Cuarto, pero sólo llegó a ser abierta en unos 400 kilómetros.
Sabido es que el General Roca
se oponía de plano a ese parecer y que no bien la muerte de Alsina lo convirtió
en nuevo ministro de Guerra, volcó toda su influencia en favor de una gran
batida para expulsar a los aborígenes hasta más allá del río Negro.
La discrepancia en realidad se
refería al destino de las tierras por conquistar, de las que podría hacerse una
repartija apresurada, o bien de manera ordenada, a medida que se incorporasen
nuevos pobladores.
La costosa zanja significó, además, un avance considerable en las áreas
más fértiles que quedaban en poder de los indígenas. Incrementó en 56.000 km² la extensión dedicada a la explotación
ganadera y promovió la sanción de la
Ley de Colonización o Ley Avellaneda.
Este hecho propició la formación de colonias agrícolas, emulando la que
existía en la provincia de Santa Fe y fijó máximos y mínimos para las parcelas de tierras públicas,
que se fueron vendidas con créditos amplios u otorgadas gratuitamente por
concesiones y que benefició especialmente a muchos estancieros, varios de
los cuales aumentaron sus extensiones y lograron ser grandes terratenientes,
concentrando la propiedad privada de la tierra entre varias familias cercanas
al gobierno, como ser los Pereyra Iraola, los Álzaga Unzué, los Luro, los
Anchorena, los Martínez de Hoz y los Gainza Paz.
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