viernes, 16 de junio de 2017

Breve historia de como llegamos hasta acá


¿Cuál y como era nuestro territorio en sus orígenes? ¿Hasta dónde abarcaba? ¿Por qué y cuándo se fue reduciendo, ampliando y modificando?

¿Por qué hoy continuamos hablando español (…y por suerte algunas lenguas nativas), y no inglés, francés o portugués a pesar de los “esfuerzos” de algunos de nuestros próceres?

Las respuestas a estos interrogantes guardan relación con decisiones políticas, batallas perdidas y ganadas, intereses personales, intereses de algunas corporaciones e imperios, entre otras muchas causas. Es bueno repasar como llegamos hasta acá.

Nuestro nombre
Nos llamamos oficialmente República Argentina desde 1860, sin embargo hasta llegar a acá varias fueron las etapas y mudanzas de nuestro mapa y nuestro nombre.
La palabra argentina proviene del latín argentum (plata), y en el idioma español comenzó a utilizarse primero como un latinismo y adjetivo poético (hay documento de 1587 en que así se lo utiliza). Desde las épocas de Pedro de Mendoza para referirse a la región del Río de la Plata, se usaba a veces la frase "río argentino", o la frase "provincia argentina", para referirse a la región. En un mapa portugués de 1554 se refieren a la región como Terra Argentea).
Alejo García , uno de los supervivientes de la expedición capitaneada por el español Juan Díaz de Solís en 1516, escuchó avisos acerca de un poderoso Rey Blanco (el Inca) que vivía en un país muy rico en plata, en las montañas denominadas " Sierra de la Plata " (un ramal altoperuano de la cordillera de los Andes).
García organizó una expedición mixta de conquistadores españoles y otros europeos y guerreros Avá (Guaraníes) y, atravesando el Chaco Boreal llegó al área de Potosí (en la actual Bolivia o Alto Perú, el cual se encontraba en esa época sojuzgado por el Tahuantinsuyo dominado por una casta de la etnia quechua, la llamada Inca) , donde obtuvo objetos y regalos de plata.
A su regreso hacia las costas del océano Atlántico con el botín, García fue muerto, al parecer por los pámpidos Payaguás que eran enemigos acérrimos tanto de los Incas como de los guaraníes ya que estos estaban invadiendo sus tierras ancestrales.
La latinización del nombre apareció en 1602, cuando Martín del Barco Centenera, miembro de la expedición de Juan Ortiz de Zárate, imitando a Ercilla con su libro La Araucana, publicó un largo poema de la historia del Río de la Plata y de los reinos del Perú, Tucumán y del sur del actual Brasil, bajo el título La Argentina.
Contrariamente a lo que suele suponerse, en dicho poema la palabra argentino es un adjetivo que se usa para referirse al río Paraná o río Argentino y su región, mientras que Argentina resulta el nombre del poema.
Al parecer los primeros en ser nombrados como argentinos fueron los pobladores de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, fundada en 1573 por Juan de Garay. Precisamente es Martín del Barco Centenera quien en su poema histórico de 1602, dice:
“Garay el río arriba se ha tornado,
y puebla a Santa Fe, ciudad famosa.
La gente que está en torno ha conquistado,
que es de ánimo constante y belicosa.

Los argentinos mozos han probado
allí su fuerza brava y rigurosa
poblando con soberbia y fuerte mano
la propia tierra y sitio del pagano”.
Diez años más tarde, en 1612, el primer historiador nativo de estos territorios, Ruy Díaz de Guzmán, publicó el libro Historia del Descubrimiento, Población, y Conquista del Río de la Plata, nombrando el territorio descubierto por Solís como Tierra Argentina.
El nombre de Argentina sin embargo, no se utilizó oficialmente en los comienzos de la etapa independentista, figurando en cambio: Virreinato del Río de la Plata y Provincias del Río de la Plata (1776 hasta 1814), Provincias Unidas de Sudamérica (1814 hasta 1820), Provincias Unidas del Río de la Plata (1820 hasta 1828), Confederación Argentina (1832 hasta 1852), Confederación Argentina y República Argentina (1853 hasta 1878)   y República Argentina (1878 hasta hoy).
El Congreso de 1824 la denominó indistintamente Provincias Unidas del Río de la Plata en Sudamérica, Nación Argentina, República Argentina y Argentina. La constitución sancionada el 24 de diciembre de 1826 se denominó Constitución de la República Argentina, aunque por su carácter unitario la Constitución de 1826 nunca entró en vigor, sentó el precedente del término, que aparecería en todos los bocetos subsiguientes.
Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, se emplearon entre otros los nombres de Confederación Argentina, República de la Confederación Argentina y Federación Argentina.
La Constitución de 1853 se sancionó en nombre del pueblo de la Confederación Argentina, pero la Convención Nacional de Santa Fe modificó el texto constitucional promulgándolo el 1º de octubre de 1860, donde se cambió el término Confederación por Nación, y Provincias Confederadas por Provincias.
Se agregó además un nuevo artículo (el número 35), que dice: "Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber, Provincias Unidas del Río de la Plata, República Argentina, Confederación Argentina, serán en adelante nombres oficiales indistintos para la designación del gobierno y territorio de las provincias, empleándose las palabras Nación Argentina en la formación y sanción de las Leyes".
Este texto sigue vigente en la redacción de la última modificación de la Constitución, de 1994.
El 8 de octubre de 1860 en la ciudad de Paraná, el presidente Derqui decretó que "siendo conveniente a este respecto establecer la uniformidad en los actos administrativos, el Gobierno ha venido a acordar que para todos estos actos se use la denominación República Argentina".
Desde 1860 el General Mitre utilizó el nombre de Presidente de la República Argentina, quedando fijado desde entonces definitivamente el nombre con el que se reconocería mundialmente a este estado soberano.
Los espacios originales
Generalmente llamamos prehistoria americana a largo tiempo transcurrido desde que el ser humano pasó a América desde Asia (hace más de 10.000 años), y denominamos historia pre colombina hasta la llegada de Cristóbal Colón en 1492. En dicho período se desarrollaron en estas tierras varias formas de vida humana con sus creencias y costumbres.
La prehistoria americana se puede sintetizar a través de unidades culturales denominadas períodos. Por ejemplo llamamos período Paleoindio (entre los 15.000 a.C.  y los 10.000 a.C.), y Arcaico (entre los 10.000 a.C. y los 3.000 a.C.), en que ocurrió la exploración, familiarización y adaptación del hombre en estas tierras.
Fue alrededor de 5.000 años a.P. (antes del presente), cuando se iniciaron en algunas partes de América algunos cultivos y la formación de las primeras aldeas. A la llegada de Colón a nuestro continente (Figura 1), ya varias civilizaciones con diferente nivel de desarrollo estaban por estos pagos.
Nuestro actual país estaba formado en parte por el Imperio Incaico como forma más desarrollada y otras poblaciones de:
·  Ándidos (Atacamas, Chichas, Omaguacas, Diaguitas, Ocloyas, Capayanes, Olongastas y Huarpes, incluyendo los Comechingones) 
· Amazónidos/Pámpidos (Chiriguanos, Matacos, Tobas, Lules/Vilelas, Tonocotés, Guaycurúes, Abipones, Mocovíes, Sanavirones) 
·   Amazónidos/Láguidos  (Guaraníes, Chanás, Caicang, Charrúas)
·  Pámpidos (Querandíes, Pehuenches, Tehuelches Guenaken, Chonecas y otros no araucanos) 
·   Fuéguidos (Onas-Selkman y Yámanas).


Figura 1 - Mapa de civilizaciones de la Mesoamérica pre Colombina
La conquista de Río de la Plata, nombre que entonces se dio a la región (de la que hoy forman parte nuestro país, Paraguay y Uruguay), la inició Juan Díaz de Solís, quien buscando un paso para llegar a Oriente, se internó en el actual Río de la Plata en 1516.

El Rey de España dispuso que se crearan colonias en la región del Río de la Plata, y en 1536, el español Pedro de Mendoza fundó en la costa oriental de América del Sur la ciudad de Santa María de Buenos Aires, situada en la desembocadura del Río de Plata. El 15 de agosto de 1537, Juan de Salazar fundó, cerca del río Paraguay, la ciudad de Asunción.

Los territorios que hoy componen la actual Argentina pertenecían al Virreinato del Perú desde mediados del siglo XVI hasta 1776 (Figura 2), estando dividido en Audiencias o Tribunales de Justicia (Lima, Charcas) y Gobernacion es (Santa Cruz, Paraguay, Tucumán, Cuyo y Buenos Aires).
                                 Figura 2 - Virreinato del Perú hasta 1776

Esta última abarcaba gran parte del actual territorio, todo lo que hoy es Uruguay y una parte de Brasil, aunque solo en pretensiones, ya que la mayoría del territorio no estaba invadido y continuaba en manos de sus dueños originales.

En esa época fueron fundadas muchas ciudades actuales, pero se daba la paradoja que Buenos Aires no podía comercializar utilizando el Río de la Plata sino realizando las importaciones y exportaciones por vía terrestre con la lejanísima Lima. Ya existían, en las vísperas de la fundación de Buenos Aires, tres poblados: Santiago del estero, Tucumán y Córdoba.
La “primera” ciudad fue El Barco (que más tarde sería Santiago del Estero), fundada el 24 de junio de 1550 por Juan Núñez de Prado, proveniente del Perú. Al año siguiente se vio obligado a trasladarla (El Barco II), en 1551, y luego tuvo que trasladarla de nuevo en 1552 (El Barco III). 
Los habitantes de esta tercera ciudad de El Barco fueron conminados por Francisco de Aguirre, proveniente de Chile, a mudarse a una nueva ubicación y, junto con colonos que él mismo traía de Chile, fundó una cuarta ciudad, pero con otro nombre: Santiago (por el Apóstol Santiago) del Estero (por hallarse junto a una laguna cercana al río Dulce), el 23 de diciembre de 1553.
Con Núñez de Prado, además de españoles, llegaron numerosos indios yanaconas, de habla quechua, lengua que dio origen al actual quechua santiagueño, ampliamente difundido en la provincia.
Desde Santiago del Estero los españoles lanzaron expediciones que fundaron ciudades que luego fueron capitales de provincia:
·  San Miguel de Tucumán. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión, se produjo en 31 de mayo de 1565 por Diego de Villarroel .
·    Córdoba. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue Córdoba de la Nueva Andalucía, se produjo el 6 de julio de 1573 por Jerónimo Luis de Cabrera.
·    Salta. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue  Ciudad de San Felipe y Santiago del Lerma, se produjo el 16 de abril de 1582 por Hernando del Lerma.
·   La Rioja. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja, se produjo el 20 de mayo de 1591 por Juan Ramírez de Velasco.
·    San Salvador de Jujuy. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue San Salvador de Velazco en el Valle de Jujuy, se produjo el 19 de abril de 1593 por Francisco Argañaraz.
·  Catamarca. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue San Fernando del Valle se produjo el 5 de julio de 1683 por Fernando de Mendoza y Mate de Luna.
Las misiones jesuíticas del litoral también ayudarían a darle forma al actual territorio argentino. Jesuitas y guaraníes defendieron su territorio de los bandeirantes portugueses y se opusieron a la permuta de los siete pueblos guaraníes a cambio de la Colonia del Sacramento, sin embargo, por el Tratado de Permuta, España termina cediendo.
Comerciar tan lejos de Lima fomentó el contrabando entre las ciudades que podían usar la cuenca del Plata. Los límites establecidos allí eran muy ambiguos debido a la idea de la Corona Española de incentivar la codicia y ansias de ocupación de los conquistadores quienes muy a menudo establecían áreas en común entre ellos.
Esto incidió negativamente en el futuro en los reclamos territoriales de varios países latinoamericanos actuales que utilizaban antecedentes de territorios coloniales para justificar sus posiciones. Ejemplos no faltaron como el de Bolivia y el Paraguay en el caso del Chaco paraguayo.

Luego, en 1776, la Corona Española determinó la creación del Virreinato del Río de la Plata (Figura 3), por varias causas: la enorme superficie que abarcaba el Virreinato del Perú que dificultaba las tareas de gobierno; la presión portuguesa sobre la Colonia del Sacramento y toda la Banda Oriental, así como todos los otros territorios limítrofes entre hispanos y luso-brasileños; la creciente importancia que iba cobrando Buenos Aires como centro comercial; la importancia del estuario del Río de la Plata como entrada al continente; la defensa de los puertos de Buenos Aires y Montevideo, y las sucesivas expediciones británicas y francesas sobre las costas patagónicas.

Había que colocar una señal de fuerte presencia real y española en esa zona, (Buenos Aires),  y reorganizar los territorios subalternos. La Capitanía General de Chile era una jurisdicción autónoma y no integraba el Virreinato y llegaba hacia el sur solo hasta Valdivia. 
 
Desde el comienzo de la conquista de América, los gobiernos ingleses miraban como aves rapáces las riquezas de estas tierras, y harían todo lo posible en materia de tratados, de alianzas y enemistades provocadas para sacar provecho… y vaya si lo hicieron.

El venezolano Francisco de Miranda presentó al gobierno inglés un plan revolucionario para la conquista de las colonias americanas y transformarlas en una monarquía incaica bajo el protectorado inglés.

Escribía entusiasmado:

Sudamérica puede ofrecer con preferencia a Inglaterra un comercio muy vasto y tiene tesoros para pagar puntuamente los servicios que se les hagan. Concibiendo este importante asunto de interés mutuo para ambas partes, la América del Sud espera que asociándose con Inglaterra por un Pacto Solemne, estableciendo un gobierno libre y similar, y combinando un plan de comercio recíprocamente ventajoso, ambas Naciones podrán constituir la Unión Política mas respetable y preponderante del mundo”.

La superioridad geo política y geo económica de Buenos Aires ya era indiscutible y Lima, celosa de la situación, apunta su adversidad sobre esta. Como los mercados suelen ser pre requisitos para formar naciones, la historia estaba dándole marco al futuro territorio argentino.

Figura 3 – Virreinato del Río de la Plata en 1810

El virreinato tenía la superficie de EEUU, con salida a ambos océanos, incluyendo como riquezas los recursos pesqueros (aceites de foca y ballena), incluyendo las islas Malvinas.

Más adelante en el tiempo, en la geografía cercana al puerto de Buenos Aires, las provincias comenzaban a marcar sus propios límites, y las “vaquerías” serían quienes promovieron estos límites.
El nuevo Virreinato estaba compuesto por Intendencias (Moxos, Charcas, Potosí, Chiquitos, Paraguay, Salta del Tucumán, Córdoba y Buenos Aires), y Territorios (Misiones Guaraníes y Banda Oriental). Buena parte de las tierras pampeanas y patagónicas formaban parte de los dominios “indomables” de Buenos Aires, incluyendo la patagonia del actual Chile al sur de Valdivia.
En 1808 la corte del Rey de Portugal, huyendo de Napoleón, se instalaba en Rio de Janeiro, y este hecho tendrá gran repercusión en el Río de la Plata. Ocurre que la Infanta Carlota Joaquina (hermana del Rey Fernando VII), casada con el heredero del trono de Portugal, se creía con derechos a ser la “protectora del Plata”  por ser la heredera más directa del Rey de España, por el momento preso en Francia.
Esto entusiasmó a varios de nuestros políticos que, con tal de oponerse a los realistas pro colonialistas, vieron con buenos ojos a la monarquía portuguesa.
Manuel Belgrano (que en los hechos fue siempre un cabal demócrata), fue el fundador en el Virreinato del Río de la Plata de la corriente llamada carlotismo.
Su idea era ganar más autonomía, y tal vez la independencia, a través de la figura de la infanta. Mantuvo nutrida correspondencia con ella y unió a su movimiento a muchos destacados independentistas, como Castelli, Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso, Miguel Mariano de Villegas e incluso, efímeramente, a Saavedra.
"…cesaría la calidad de colonia, sucedería la ilustración, el mejoramiento y perfeccionamiento de las costumbres; se daría energía a la industria y al comercio, se extinguirían aquellas odiosas distinciones entre europeos y americanos, se acabarían las injusticias, las opresiones, la usurpación y dilapidaciones de la renta."
Lo que los independentistas no veían es que su propuesta chocaba de frente con la realidad. La infanta era la esposa del regente y Príncipe heredero de Portugal, que de esa manera habría extendido sus colonias, absorbiendo el Virreinato del Río de la Plata.

Por otro lado, las ideas políticas de Carlota Joaquina eran absolutistas y jamás habría permitido que bajo su corona se instalara alguna forma de autonomía.
El partido carlotista logró tener bastante influencia, pero nunca llegó a poner en peligro el Virreinato del Río de la Plata. A comienzos de 1810, el proyecto carlotista había fracasado, aunque el partido de Belgrano y los suyos seguía funcionando como centro de conspiraciones independentistas.
Belgrano escribiría, años más tarde, en sus Memorias:
"Sin que nosotros hubiéramos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independencia en América, y los americanos empiezan por primera vez a hablar de sus derechos...
Entonces fue que, no viendo yo un asomo de que se pensara en constituirnos y sí a los americanos prestando una obediencia injusta a unos hombres que por ningún derecho debían mandarnos, traté de buscar los auspicios de la Infanta Carlota y de formar un partido a su favor, oponiéndose a los yiros de los déspotas que celaban con el mayor anhelo para no perder sus mandos y, lo que es más, para conservar la América dependiente de la España, aunque Napoleón la dominare."
Contrariamente a lo que se cree, el Virreinato del Río de la Plata no caducó el 25 de mayo de 1810 con la destitución del Virrey Cisneros por los porteños. Perdida Buenos Aires, la capital del Virreinato del Río de la Plata se trasladó a Montevideo siendo, el último Virrey, el español Francisco Javier de Elío.
Las realidades culturales, sociopolíticas, geográficas, étnicas y económicas del virreinato eran muy distintas a lo largo y ancho de sus límites, y cada una de esas partes buscó su propia unión e independencia: Paraguay en 1811, Argentina en 1816, Uruguay en 1825 y Bolivia en 1826. Cada uno de estos “localismos” encarna en las figuras de los caudillos.
Mientras tanto en el Virreinato del Perú, el mismo 20 de junio de 1811 estalló la revolución que había sido convenientemente preparada. El caudillo tacneño Francisco Antonio de Zela previamente se había puesto de acuerdo con Castelli conviniendo que mientras él llevaría la revolución a Tacna el ejército rioplatense avanzaría hacia el Perú para iniciar la campaña para independizarlo de la corona española,  pero la derrota de Huaqui dio por tierra cualquier movimiento revolucionario planeado en el virreinato peruano.
La Batalla de Huaqui, en el límite entre el Alto Perú (actual Bolivia), y el Virreinato del Perú, en el que el ejército realista de aquel Virreinato venció al patriota revolucionario de la Junta Grande de Buenos Aires, puso fin a la Primera expedición auxiliadora al Alto Perú y produjo lo que sería, a la larga, la pérdida de las provincias altoperuanas.
La gran impresión que causó en la Junta Grande de Buenos Aires esta derrota militar (por la pérdida de todo el armamento), obligó a que su Presidente, Cornelio Saavedra, se dirigiera a las provincias del norte a fin de recomponer la situación.
Esta debilidad fue utilizada por el grupo revolucionario afín a Mariano Moreno para destituirlo del mando y desterrarlo creando el Primer Triunvirato. Tanto el comandante en jefe político (Castelli), como el comandante militar (González Balcarce), fueran relevados y juzgados.
En septiembre de 1812 se libra la batalla de Tucumán entre las fuerzas del Primer Triunvirato rioplatense, (comandadas por Manuel Belgrano), y las tropas realistas españolas (a las órdenes del general peruano Juan Pío de Tristán y Moscoso). La victoria de Belgrano logra conservar el noroeste de la actual Argentina en manos de los independentistas y permite desvanecer las posibilidades de los ejércitos coloniales españoles de reconquistar el territorio que acabaría por conformar el Estado argentino.

La Asamblea de 1813, si bien, como cuerpo representativo no cumple con su objetivo fundamental de dictar una Constitución, desarrolla una vasta tarea legislativa en pro de las libertades individuales y constituye la apertura hacia nuevas formas institucionales.

Desde el punto de vista de la organización política estableció un Poder Ejecutivo unipersonal, creando el cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, estableció el Escudo y el Himno y mandó acuñar moneda propia, acciones con las que demostraba su voluntad de formar un estado soberano.

En febrero de 1813 tiene lugar la batalla de Salta, donde se vuelven a enfrentar los combatientes de la Batalla de Tucumán en que los independentistas rioplatenses a las logran un triunfo completo. Es la primera vez que la bandera argentina preside una batalla.
Otra consecuencia fue que se pactase una tregua con Montevideo, por el temor del gobierno de Buenos Aires a verse atacado en dos frentes al mismo tiempo. Con la caída de Montevideo en manos patriotas en 1814 se extinguió el Virreinato del Río de la Plata.
Los porteños no estaban dispuestos a “gastar dinero” en batallas para recuperar los territorios alto peruanos en manos de los realistas, y prácticamente abandonaron el Ejército del Norte a su suerte. Solo Güemes defendía la frontera.
En 1815 el Director Carlos de Alvear (el enemigo político de San Martín y Artigas), enviaba estas cartas. Una para el embajador inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford, y otra para el ministro de relaciones exteriores Robert Stewart:
"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía. Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibilidad de que vuelva a la antigua dominación, porque el odio a los Españoles, que ha excitado su orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la revolución."
"La sola idea de composición con los Españoles los exalta hasta el fanatismo, y todos juran en público y en secreto morir antes que sujetarse a la Metrópoli. En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa.
Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en la ejecución."
"Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen.
Es necesario se aprovechen los momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución…"
"Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos..."
"Yo deseo que V.E. se digne escuchar mi enviado, Dn. Manuel García, acordar con él lo que V.E. juzgue conducente y manifestarme sus sentimientos, en la inteligencia que estoy dispuesto á dar todas las pruebas de sinceridad de esta comunicación, y tomar de consuno las medidas que sean necesarias para realizar el proyecto, si en el concepto de V.E., puede encontrar acogida feliz en el ánimo del Rey y la Nación. Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de 1815. Carlos de Alvear. "

El país comienza a tomar forma
Las Provincias Unidas del Río de la Plata (Figura 4), tal era el primer nombre oficial de nuestro país, declaró finalmente su Independencia en Tucumán el 9 de julio de 1816.
Por esos días Belgrano (en coincidencia de pensamiento con San Martín y Güemes), propuso como forma de gobierno una monarquía incaica, situación que fue recibida con algarabía y aceptación inmediata por parte de los diputados de las provincias del norte.
Decía Belgrano: “Las naciones de Europa tratan ahora de monarquizarlo todo. Considero que la forma de gobierno más conveniente a estas provincias es una monarquía, es la única forma de que las naciones europeas acepten nuestra independencia. Y se haría justicia si llamáramos a ocupar el trono a un representante de la casa de los Incas.
Tomás Manuel de Anchorena (ex secretario de Belgrano en el Ejército del Norte), lo acusó de monárquico, pero aceptaba de muy buen grado (como el resto de los directoriales porteños), la propuesta de coronar al príncipe De Luca o a algún miembro de la familia real española.
                        Figura 4 - Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816

Esta posición la alentaba desde Londres el espantado Bernardino Rivadavia, desconsolado ante la perspectiva de tener “un rey de la casta de los chocolates”. Ante la negativa de los diputados porteños que se negaban a ser gobernados por una casta incaica todo siguió su curso. La Independencia fue también firmada por las hoy bolivianas Chichas, Charcas y Mizqué que aceptaron la invitación cursada por los patriotas.

Dicha invitación fue declinada por Paraguay que contestó haber firmado su propia Independencia en 1811 conformado su propia república. También declinó la Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes que estaban bajo mando de José Gervasio Artigas quien tenía su propio proyecto de nación con el nombre oficial de Liga de los Pueblos Libres.
El Congreso General Constituyente dictó el Estatuto Provisional, el Reglamento Provisorio y la Constitución de las Provincias Unidas de Sudamérica. 

Mientras el Congreso proclamaba formalmente nuestra independencia, la máxima autoridad del nuevo estado, Juan Martín de Pueyrredón, enviaba a Río de Janeiro un emisario con estas instrucciones:

“La base principal de toda negociación será la libertad e independencia de las Provincias representadas en el Congreso

De esa manera se dejaba en manos de los portugueses a las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y la Banda Oriental, las que ya se habían manifestado en 1815, a través de Artigas, como parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Pueyrredón insistía  en una carta a su embajador en Río de Janeiro: “los pueblos ya no insisten en sus ideas democráticas. Ha llegado el momento de proponer la coronación del Infante de Brasil en el Río de la Plata para allanar cualquier dificultad con España”.

Por esto y mucho más, los portugueses, con 30.000 hombres al mando del inglés William Carr Beresford (el mismo de las invasiones inglesas a Buenos Aires), invaden la Banda Oriental en 1816 en búsqueda del “traidor” Artigas.

Artigas, mientras tanto, luchaba denodadamente por establecer y ampliar sus federales “pueblos libres” en contra del centralismo porteño.

José de San Martín, con el Acta de la Independencia en mano,  inicia en 1817 desde Mendoza, el Cruce de los Andes en dirección a Chile, para combatir a los realistas allí, y colaborar con la independencia de ese país. Luego, por vía marítima hará lo propio con Perú.

Mientras todo esto ocurría, Francia comenzaba a mirar estas tierras con avidez. Napoleón alentó la independencia hispanoamericana, pero con la restauración de la Casa de los Borbones, los vientos cambiaron de rumbo. Con la llegada de Luis XVIII se intentó la coronación de monarcas borbones en los nuevos estados americanos, y este propone a su Ministro de Relaciones Exteriores (Duque de Richelieu), que intentase instalar monarquías borbónicas en Buenos Aires y México, manteniendo España el resto de Hispanoamérica.

Richelieu tenía informes reservados de su agente en el Río de la Plata, que le revelaban el ambiente “muy favorable” de parte de Pueyrredón y los demás miembros del gobierno de Buenos Aires, para la instalación de una monarquía borbónica.

Pueyrredón (fiel descendiente de franceses cuyo verdadero apellido era Poueyredon), expresaba a Richelieu la firme resolución del Directorio del Río de la Plata de no volver a la dominación española y comentaba su esperanza de que el primer ministro francés no dudaría  “… en mover el Real ánimo de S. M. cristianísima (El Rey de Francia), para aprovechar las disposiciones favorables que han conservado siempre los habitantes por los nacionales Franceses y que pudieran ver en lo sucesivo el fundamento de relaciones provechosas a ambas naciones”.

A mediados de agosto de 1818, llegó a Buenos Aires el Coronel Le Mayne, de parte de Richelieu, para conversar con Pueyrredón. El 2 de septiembre de 1818, Le Moyne le escribe a Richelieu:

“A pesar de que ha recibido otras proposiciones, tengo la garantía del señor Pueyrredón de que se entregará a Francia. Pueyrredón, francés, está animado de los mejores sentimientos hacia su país”, y a continuación agrega: 

“Desean –Pueyrredón y los de la Logia- que las consecuencias no tarden. Si yo tuviese alas os llevaría esta gran noticia que espero agradará a la familia tan querida de nuestros corazones (la de Borbón-Orleans)...todas las tropas serán puestas a nuestra disposición Pueyrredón y sus colegas que trabajan en estos momentos en la Constitución y la hacen tan monárquica como lo permitan las circunstancias.”

Poco tiempo después, a raíz de la batalla de Cepeda en 1820, el Congreso General fue disuelto y el Cabildo de Buenos Aires reasumió el mando universal de esta ciudad y de su territorio provincial, a la vez que nombró un gobernador interino. Tras el motín de Arequito, que causó la disolución del Congreso Nacional y del gobierno central, cada provincia pasó a gobernarse por sí misma.

Esto implicó la extinción del gobierno nacional. A partir de entonces, las provincias (aun fuertemente autónomas), continuaron una estructura robustecida por una serie de pactos inter-provinciales como el Tratado de Benegas (entre Buenos Aires y Santa Fe en 1820), y el del Cuadrilátero (entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes en 1822) .
Los pactos parciales comenzaron a revertirse a partir de 1824, con la reunión de un nuevo Congreso Nacional.
El estallido de la Guerra del Brasil al año siguiente aceleró el proceso de formación de un nuevo gobierno central, dirigido por el Presidente Bernardino Rivadavia, pero las negociaciones de éste con el Imperio de Brasil y su apoyo al unitarismo en la renacida guerra civil causó un descontento generalizado tanto en la capital como en las provincias interiores.
El gobierno central y el Congreso fueron nuevamente disueltos, se perdieron las provincias de Tarija (incorporada a Bolivia mientras Argentina estaba en guerra contra Brasil), y la Banda Oriental, la cual, debido a las presiones del Reino Unido y del Imperio del Brasil, se independizó como Estado Oriental del Uruguay.
Una serie de intentos de institucionalizar el Estado Argentino en alguna forma (especialmente la adhesión de todas las provincias al Pacto Federal), no lograron establecer leyes en común ni un gobierno central. Gradualmente se fue adoptando la denominación Confederación Argentina para el conjunto, que se reconocía como parte de un estado, pero no se dio instituciones políticas ni legales en común.
El nombre se generalizó a partir del inicio del segundo mandato de Juan Manuel de Rosas como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, reuniendo por voluntad de las demás provincias el cargo de encargado de las relaciones exteriores y la guerra de la Confederación.
La Liga de los Pueblos Libres  se extinguió debido a la invasión portuguesa a la Banda Oriental con la anuencia de Buenos Aires.
A los porteños les convenía erradicar a José Gervasio Artigas e incorporar algunas provincias que le respondían al caudillo oriental.
Entre 1820 y 1828 algunas de las provincias que firmaron la Independencia se dividieron entre ellas conformando nuevas provincias (Figura 5).
Desde 1822 se reconoció, por parte de las naciones importantes del mundo, la existencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
A fines de 1824 se reunió un Congreso para redactar una Constitución. Entre los elegidos había unitarios y federales.

El ensayo de la Constitución Nacional de 1826 fue rechazado, por tener características unitarias y centralistas.
 Figura 5 - Provincias Unidas entre 1820 y 1828

Hay que tener en cuenta que  el panorama externo en la Argentina era complicado pues en esos momentos existía la Guerra con el Brasil, y además se discutía el tema de la independencia de la Banda Oriental. 

A causa del dominio de la Banda Oriental, Rivadavia renuncia y entregó el mando a Vicente López y Planes, Presidente provisorio elegido por el Congreso por una ley de emergencia. El Congreso se disolvió y nadie volvió a acordarse de la Constitución.

La provincia de Buenos Aires recuperó su autonomía, eligiendo gobernador a Dorrego, quien manejó el conflicto con Brasil con la presión de Inglaterra, llegando a una Convención Preliminar de Paz, donde se disponía la independencia de la República Oriental del Uruguay en 1828 y el cese de las hostilidades.

En 1833 las Islas Malvinas serían usurpadas por el Reino Unido. Durante varios años tuvo lugar una nueva guerra civil, tras la cual el Partido Federal logró controlar todos los gobiernos provinciales.
Juan Manuel de Rosas, Gobernador de Buenos Aires, en 1829, tras derrotar al General Juan Lavalle, accedió al gobierno de la provincia de Buenos Aires, logrando constituirse en el principal dirigente de la denominada Confederación Argentina (1835-1852), en ejercicio del poder nacional.

Eran en total catorce provincias, y los territorios que efectivamente controlaban eran en muchos casos sensiblemente menores que los actuales.
Formaban una alianza bastante lábil de diferentes estados independientes en casi todos los aspectos, salvo en aquellos en que Rosas pudo imponer su voluntad por sobre la de las dirigencias locales por medios políticos, económicos o militares.
Estas 14 provincias serían reconocidas en la Constitución Argentina como "preexistentes" a la formación del estado unificado.
Los conflictos y luchas internas, en la que se enfrentan unitarios y federales de las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde 1828 hasta 1831 fue una verdadera guerra civil.
Después de la Guerra con el Brasil, entre 1832 y 1852, las Provincias Unidas pasaron a nombrarse Confederación Argentina (Figura 6).
Figura 6 – Confederación Argentina
En 1831 se firmó el Pacto Federal entre Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos, al cual luego adhirieron las demás provincias, por el que se reconocía la existencia de un Estado organizado como República, conformado por las provincias agrupadas en una federación.

Consistía en una alianza ofensivo-defensiva protección y ayuda mutua, que implica el compromiso de organizar el país bajo el sistema federal.

La Confederación pudo agrandarse con tierras tomadas a los nativos en la provincia de Buenos Aires, y la provincia de Corrientes pudo anexar en parte las Misiones del margen derecho del río Uruguay que estaban en manos brasileñas.

Mientras tanto buena parte del actual territorio argentino continuaba en manos de sus antiguos y originales dueños, llamados en la época “indígenas indomables”.

El 11 de septiembre de 1852 estalló en Buenos Aires una revolución que significó una reacción de la provincia de Buenos Aires contra las condiciones políticas impuestas por el predominio de Justo José de Urquiza después de triunfar en la batalla de Caseros sobre Juan Manuel de Rosas.

La batalla de Caseros había abierto la etapa denominada "Organización Nacional", en que todas las facciones políticas estaban de acuerdo en la sanción de una Constitución para todo el país, no obstante, las clases dirigentes de Buenos Aires pretendían, en oposición al resto del país, imponer condiciones políticas a las provincias argentinas, de manera tal que se mantuviera la tradicional preeminencia política y económica de la ciudad Capital.

El resultado fue la separación (que duraría diez años),  entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires. Ambos estados pregonaban pertenecer a una sola nación, pero en la práctica se comportaban como estados separados.

En el Pacto de San Nicolás de los Arroyos presidido por Justo José de Urquiza, en 1852, se pone de manifiesto la intención de arreglar la administración general por medio de un Congreso General Federativo. Meses después, se reúnen en Santa Fe los delegados de las provincias (sin la presencia de Buenos Aires), sancionando la Constitución Nacional de 1853 y eligiendo a Urquiza como Presidente.

A partir de ese momento, se prolonga una situación muy inestable en la que, por un lado, existía la Confederación Argentina, entidad formada por trece provincias, y por otro, el estado de Buenos Aires, que si bien pertenecía a la República Argentina, era autónomo con respecto a la Confederación.

Durante la presidencia de Mitre se desarrolló, en 1864, la Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay. Fue el conflicto militar en la cual una coalición formada por Brasil, Uruguay y Argentina, luchó militarmente contra el Paraguay, y cuyo resultado fue la derrota devastadora del Paraguay, que perdió gran parte de su población.
El triunfo aliado, sumado a posteriores tratados de paz, resultó en límites territoriales más favorables a Brasil y a Argentina (que se quedaría con la que hoy es Formosa y la mitad de Misiones como botín de guerra).
Después de la definitiva organización constitucional de 1853, y tras unos años de estabilidad institucional (que otorgaban mandatos presidenciales constitucionales de seis años puntuales), el país se agrandó territorialmente a través de varios eventos:
·         Las negociaciones diplomáticas que consiguieron la cesión de ciertos territorios bolivianos para las provincias de Salta y Jujuy.
·         La Guerra del Pacífico que involucraba a Chile contra los peruanos y bolivianos.
·         La Conquista del Desierto por parte de Roca  pudiendo barrer con facilidad a los indígenas que defendían su territorio e incorporar, casi sin competencia, la Patagonia a la ya denominada República Argentina.
Luego, con la política diplomática argentina de establecer límites de las altas cumbres, se corrigieron los límites con el Chile, agregando en algunos casos superficie a las provincias argentinas limítrofes.
El último bastión indígena sin colonizar fue el Chaco argentino que fue sometido ya a partir de 1884 con la creación de la Gobernación del Chaco.
La República Argentina entre 1878 y 1881 (Figura 7), adopta prácticamente el perfil tal como se la conoce hoy.
Figura 7 - República Argentina (entre 1878 y 1881), tomando el perfil tal como se la conoce hoy


Resumiendo, aunque estas situaciones son contra fácticas, podemos especular, asumiendo que aceptáramos la llegada de los europeos a América, y en particular a lo que es el actual territorio argentino:
En lo meramente histórico

·         Si se imponían las ideas de Belgrano de 1807 podríamos formar parte del Imperio de Brasil bajo el imperio de Carlota y hoy hablaríamos en portugués. 
·         Si se imponían las ideas de Belgrano, San Martín y Güemes de 1816 formaríamos parte del imperio incaico y hablaríamos en quechua.  
·         Si se imponían las ideas de Alvear de entregarnos al imperio, hoy hablaríamos en inglés.  
·         Si se imponían las ideas de Pueyrredón  de ponernos bajo la tutela de los ávidos del momento, hoy hablaríamos en  francés. 
Con “patriotas” como Anchorena, Rivadavia, Alvear y Pueyrredón, solo por nombrar algunos, fue difícil salir adelante.
En lo territorial
·   Si las relaciones entre los virreyes primero, y San Martín y Bolívar después, hubiesen sido otras, nuestro actual territorio se hubiese visto expandido en buena parte de lo denominado la Sudamérica Grande. 
·     Por la apatía e intereses del centralismo porteño, perdimos la oportunidad de formar un gran país junto con las provincias altoperuanas, la Banda Oriental y las Misiones Jesuíticas.

Todas estas especulaciones historiográficas guardan relación con decisiones políticas, batallas perdidas y ganadas, intereses personales, intereses de algunas corporaciones e imperios, entre otras muchas causas, pero a pesar de todo, acá estamos, hablando mayoritariamente español y sufriendo aún los efectos del centralismo porteño, aunque le contemos al mundo que es una República federal.



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