¿Cuál y como era nuestro territorio en sus orígenes? ¿Hasta dónde abarcaba? ¿Por qué y cuándo se fue reduciendo, ampliando y modificando?
¿Por qué hoy continuamos
hablando español (…y por suerte algunas lenguas nativas), y no inglés, francés
o portugués a pesar de los “esfuerzos” de algunos de nuestros próceres?
Las respuestas a estos
interrogantes guardan relación con decisiones políticas, batallas perdidas y
ganadas, intereses personales, intereses de algunas corporaciones e imperios,
entre otras muchas causas. Es bueno repasar como
llegamos hasta acá.
Nuestro
nombre
Nos llamamos oficialmente
República Argentina desde 1860, sin embargo hasta llegar a acá varias fueron
las etapas y mudanzas de nuestro mapa y nuestro nombre.
La
palabra argentina proviene del latín argentum (plata), y
en el idioma español comenzó a utilizarse primero como un latinismo y
adjetivo poético (hay documento de 1587 en que así se lo utiliza). Desde las
épocas de Pedro de Mendoza para referirse a la región del Río de la Plata, se usaba a veces la frase "río
argentino", o la frase "provincia argentina", para referirse a
la región. En un mapa portugués de 1554 se refieren a la región como Terra Argentea).
Alejo García , uno de los
supervivientes de la expedición capitaneada por el español Juan Díaz de Solís en 1516, escuchó avisos acerca de
un poderoso Rey Blanco (el Inca) que
vivía en un país muy rico en plata, en
las montañas denominadas " Sierra de la Plata " (un ramal altoperuano de la
cordillera de los Andes).
García
organizó una expedición mixta de conquistadores españoles
y otros europeos y guerreros Avá (Guaraníes) y,
atravesando el Chaco Boreal llegó al área de Potosí (en
la actual Bolivia o Alto Perú, el cual se encontraba en esa época sojuzgado por
el Tahuantinsuyo dominado por una casta de
la etnia quechua, la llamada Inca) , donde obtuvo objetos y regalos de plata.
A su
regreso hacia las costas del océano Atlántico con el botín, García fue muerto,
al parecer por los pámpidos Payaguás que
eran enemigos acérrimos tanto de los Incas como de los guaraníes ya que estos
estaban invadiendo sus tierras ancestrales.
La
latinización del nombre apareció en 1602,
cuando Martín del Barco Centenera,
miembro de la expedición de Juan Ortiz de Zárate, imitando a Ercilla con
su libro La Araucana,
publicó un largo poema de la historia del Río de la Plata y de los reinos del
Perú, Tucumán y del sur del actual Brasil, bajo el título La
Argentina.
Contrariamente
a lo que suele suponerse, en dicho poema la palabra argentino es un adjetivo
que se usa para referirse al río Paraná o río Argentino y su región, mientras
que Argentina resulta el nombre del poema.
Al
parecer los primeros en ser nombrados como argentinos fueron los pobladores de
la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, fundada en 1573
por Juan de Garay. Precisamente es Martín del Barco Centenera quien
en su poema histórico de 1602, dice:
“Garay el río arriba se ha tornado,
y puebla a Santa Fe, ciudad famosa.
La gente que está en torno ha conquistado,
que es de ánimo constante y belicosa.
Los argentinos mozos han probado
allí su fuerza brava y rigurosa
poblando con soberbia y fuerte mano
la propia tierra y sitio del pagano”.
Diez
años más tarde, en 1612, el primer historiador nativo de estos territorios, Ruy Díaz de Guzmán, publicó el libro Historia del Descubrimiento, Población, y
Conquista del Río de la Plata, nombrando el territorio descubierto
por Solís como Tierra Argentina.
El
nombre de Argentina sin embargo, no se utilizó oficialmente en los comienzos de
la etapa independentista, figurando en cambio: Virreinato del Río de la Plata y
Provincias del Río de la Plata (1776 hasta 1814), Provincias Unidas de
Sudamérica (1814 hasta 1820), Provincias Unidas del Río de la Plata (1820 hasta 1828), Confederación
Argentina (1832 hasta 1852), Confederación Argentina y República Argentina (1853
hasta 1878) y República Argentina (1878
hasta hoy).
El
Congreso de 1824 la denominó indistintamente Provincias Unidas
del Río de la Plata en Sudamérica, Nación Argentina, República Argentina y
Argentina. La constitución sancionada el 24 de diciembre de 1826 se
denominó Constitución de la República Argentina, aunque por su
carácter unitario la Constitución de 1826 nunca entró en vigor,
sentó el precedente del término, que aparecería en todos los bocetos
subsiguientes.
Durante
el gobierno de Juan Manuel de Rosas, se emplearon entre otros los nombres de
Confederación Argentina, República de la Confederación Argentina y Federación
Argentina.
La Constitución de 1853 se
sancionó en nombre del pueblo de la Confederación Argentina, pero la Convención
Nacional de Santa Fe modificó el texto constitucional promulgándolo el 1º de
octubre de 1860,
donde se cambió el término Confederación por Nación, y Provincias Confederadas
por Provincias.
Se
agregó además un nuevo artículo (el número 35), que dice: "Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el
presente, a saber, Provincias Unidas del Río de la Plata, República Argentina,
Confederación Argentina, serán en adelante nombres oficiales indistintos para
la designación del gobierno y territorio de las provincias, empleándose las
palabras Nación Argentina en la formación y sanción de las Leyes".
Este
texto sigue vigente en la redacción de la última modificación de la
Constitución, de 1994.
El 8 de octubre de 1860 en
la ciudad de Paraná, el presidente Derqui decretó
que "siendo conveniente a este respecto establecer la uniformidad en
los actos administrativos, el Gobierno ha venido a acordar que para todos estos
actos se use la denominación República Argentina".
Desde 1860 el General Mitre utilizó el nombre de Presidente de la
República Argentina, quedando fijado desde entonces definitivamente el nombre
con el que se reconocería mundialmente a este estado soberano.
Los espacios originales
Generalmente
llamamos prehistoria americana a largo tiempo transcurrido desde que el ser
humano pasó a América desde Asia (hace más de 10.000 años), y denominamos
historia pre colombina hasta la llegada de Cristóbal Colón en 1492. En dicho
período se desarrollaron en estas tierras varias formas de vida humana con sus
creencias y costumbres.
La
prehistoria americana se puede sintetizar a través de unidades culturales
denominadas períodos. Por ejemplo llamamos período Paleoindio (entre los 15.000
a.C. y los 10.000 a.C.), y Arcaico
(entre los 10.000 a.C. y los 3.000 a.C.), en que ocurrió la exploración,
familiarización y adaptación del hombre en estas tierras.
Fue
alrededor de 5.000 años a.P. (antes del presente), cuando se iniciaron en
algunas partes de América algunos cultivos y la formación de las primeras
aldeas. A la llegada de Colón a nuestro continente (Figura 1), ya varias
civilizaciones con diferente nivel de desarrollo estaban por estos pagos.
Nuestro
actual país estaba formado en parte por el Imperio Incaico como forma más
desarrollada y otras poblaciones de:
· Ándidos (Atacamas, Chichas,
Omaguacas, Diaguitas, Ocloyas, Capayanes, Olongastas y Huarpes, incluyendo los
Comechingones)
· Amazónidos/Pámpidos (Chiriguanos,
Matacos, Tobas, Lules/Vilelas, Tonocotés, Guaycurúes, Abipones, Mocovíes,
Sanavirones)
· Amazónidos/Láguidos (Guaraníes, Chanás, Caicang, Charrúas)
· Pámpidos (Querandíes,
Pehuenches, Tehuelches Guenaken, Chonecas y otros no araucanos)
· Fuéguidos (Onas-Selkman y
Yámanas).
Figura
1 - Mapa de civilizaciones de la Mesoamérica pre Colombina
La conquista de Río de la Plata,
nombre que entonces se dio a la región (de la que hoy forman parte nuestro país, Paraguay y Uruguay), la inició Juan Díaz de Solís,
quien buscando un paso para llegar a Oriente, se internó en el actual Río de la
Plata en 1516.
El
Rey de España dispuso que se crearan colonias en la región del Río de
la Plata, y en 1536, el español Pedro de Mendoza fundó en la costa oriental de América
del Sur la ciudad de Santa María de Buenos Aires, situada en la desembocadura del Río de Plata. El 15
de agosto de 1537, Juan de Salazar
fundó, cerca del río Paraguay, la ciudad de Asunción.
Los
territorios que hoy componen la actual Argentina pertenecían al Virreinato del Perú desde mediados del
siglo XVI hasta 1776 (Figura 2), estando dividido en Audiencias o Tribunales de
Justicia (Lima, Charcas) y Gobernacion es (Santa Cruz, Paraguay, Tucumán, Cuyo y
Buenos Aires).
Figura 2 - Virreinato del Perú hasta 1776
Esta última abarcaba gran parte del actual
territorio, todo lo que hoy es Uruguay y una parte de Brasil, aunque solo en
pretensiones, ya que la mayoría del territorio no estaba invadido y continuaba
en manos de sus dueños originales.
En esa época fueron fundadas muchas ciudades
actuales, pero se daba la paradoja que Buenos Aires no podía comercializar
utilizando el Río de la Plata sino realizando las importaciones y exportaciones
por vía terrestre con la lejanísima Lima. Ya existían, en las vísperas de la
fundación de Buenos Aires, tres poblados: Santiago del estero, Tucumán y
Córdoba.
La “primera”
ciudad fue El Barco (que más tarde sería Santiago del Estero), fundada el 24 de
junio de 1550 por Juan Núñez de Prado, proveniente del Perú. Al año siguiente se vio obligado a trasladarla (El Barco II), en 1551,
y luego tuvo que trasladarla de nuevo en 1552 (El Barco III).
Los habitantes de
esta tercera ciudad de El Barco fueron conminados por Francisco de Aguirre, proveniente de Chile, a mudarse a una nueva ubicación y, junto con colonos que él mismo
traía de Chile, fundó una cuarta ciudad, pero con otro nombre: Santiago (por el Apóstol
Santiago) del Estero (por hallarse junto a una laguna
cercana al río Dulce), el 23 de diciembre de 1553.
Con Núñez de
Prado, además de españoles, llegaron numerosos indios yanaconas, de habla quechua, lengua que dio origen al actual quechua santiagueño, ampliamente difundido en la
provincia.
Desde Santiago del
Estero los españoles lanzaron expediciones que fundaron ciudades que luego
fueron capitales de provincia:
· San Miguel de
Tucumán. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión, se produjo en 31 de mayo de
1565 por Diego de Villarroel .
· Córdoba. La
fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue Córdoba de la Nueva
Andalucía, se
produjo el 6 de julio de 1573 por Jerónimo Luis de Cabrera.
· Salta. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue Ciudad de San Felipe y Santiago del Lerma, se
produjo el 16 de abril de 1582 por Hernando del Lerma.
· La Rioja. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original
fue Ciudad de Todos los Santos de la
Nueva Rioja,
se produjo el 20 de mayo de 1591
por Juan Ramírez de Velasco.
· San Salvador
de Jujuy. La fundación de la ciudad, cuyo
nombre original fue San Salvador de Velazco en el Valle de Jujuy, se produjo el 19 de abril de 1593 por Francisco Argañaraz.
· Catamarca. La fundación de la ciudad, cuyo nombre original fue
San Fernando del Valle se produjo
el 5 de julio de 1683 por Fernando de Mendoza y Mate de Luna.
Las misiones
jesuíticas del litoral también ayudarían a darle forma al actual territorio
argentino. Jesuitas y guaraníes defendieron su territorio de los bandeirantes portugueses y se opusieron
a la permuta de los siete pueblos guaraníes a cambio de la Colonia del
Sacramento, sin embargo, por el Tratado de Permuta, España termina cediendo.
Comerciar tan
lejos de Lima fomentó
el contrabando entre las ciudades que podían usar la cuenca del Plata. Los
límites establecidos allí eran muy ambiguos debido a la idea de la Corona
Española de incentivar la codicia y ansias de ocupación de los conquistadores
quienes muy a menudo establecían áreas en común entre ellos.
Esto incidió
negativamente en el futuro en los reclamos territoriales de varios países
latinoamericanos actuales que utilizaban antecedentes de territorios coloniales
para justificar sus posiciones. Ejemplos no faltaron como el de Bolivia y el
Paraguay en el caso del Chaco paraguayo.
Luego, en 1776, la Corona Española determinó la
creación del Virreinato del Río de la
Plata (Figura 3), por varias causas: la
enorme superficie que abarcaba el Virreinato del Perú que dificultaba las
tareas de gobierno; la presión portuguesa sobre la Colonia del Sacramento y toda
la Banda Oriental, así como todos los otros territorios limítrofes entre
hispanos y luso-brasileños; la creciente importancia que iba cobrando Buenos
Aires como centro comercial; la importancia del estuario del Río de
la Plata como entrada al continente; la defensa de los puertos de Buenos
Aires y Montevideo, y las sucesivas expediciones británicas y francesas sobre
las costas patagónicas.
Había que colocar una señal de fuerte presencia
real y española en esa zona, (Buenos Aires),
y reorganizar los territorios subalternos. La Capitanía General de Chile
era una jurisdicción autónoma y no integraba el Virreinato y llegaba hacia el
sur solo hasta Valdivia.
Desde el comienzo de la conquista de
América, los gobiernos ingleses miraban como aves rapáces las riquezas de estas
tierras, y harían todo lo posible en materia de tratados, de alianzas y
enemistades provocadas para sacar provecho… y vaya si lo hicieron.
Escribía entusiasmado:
“Sudamérica puede ofrecer con preferencia a Inglaterra un comercio muy
vasto y tiene tesoros para pagar puntuamente los servicios que se les hagan.
Concibiendo este importante asunto de interés mutuo para ambas partes, la
América del Sud espera que asociándose con Inglaterra por un Pacto Solemne,
estableciendo un gobierno libre y similar, y combinando un plan de comercio
recíprocamente ventajoso, ambas Naciones podrán constituir la Unión Política
mas respetable y preponderante del mundo”.
La superioridad geo política y geo económica de
Buenos Aires ya era indiscutible y Lima, celosa de la situación, apunta su
adversidad sobre esta. Como los mercados suelen ser pre requisitos para formar
naciones, la historia estaba dándole marco al futuro territorio argentino.
Figura 3 – Virreinato del Río de la Plata en 1810
El virreinato tenía la superficie de EEUU, con
salida a ambos océanos, incluyendo como riquezas los recursos pesqueros
(aceites de foca y ballena), incluyendo las islas Malvinas.
Más adelante en el tiempo, en la geografía cercana
al puerto de Buenos Aires, las provincias comenzaban a marcar sus propios
límites, y las “vaquerías” serían quienes promovieron estos límites.
El nuevo Virreinato estaba compuesto por Intendencias (Moxos, Charcas,
Potosí, Chiquitos, Paraguay, Salta del Tucumán, Córdoba y Buenos Aires), y
Territorios (Misiones Guaraníes y Banda Oriental). Buena parte de las tierras
pampeanas y patagónicas formaban parte de los dominios “indomables” de Buenos
Aires, incluyendo la patagonia del actual Chile al sur de Valdivia.
En 1808 la corte del Rey de Portugal, huyendo de
Napoleón, se instalaba en Rio de Janeiro, y este hecho tendrá gran repercusión
en el Río de la Plata. Ocurre que la Infanta Carlota Joaquina (hermana del Rey
Fernando VII), casada con el heredero del trono de Portugal, se creía con
derechos a ser la “protectora del Plata”
por ser la heredera más directa del Rey de España, por el momento preso
en Francia.
Esto entusiasmó a
varios de nuestros políticos que, con tal de oponerse a los realistas pro
colonialistas, vieron con buenos ojos a la monarquía portuguesa.
Manuel Belgrano
(que en los hechos fue siempre un cabal demócrata), fue el fundador en el Virreinato del Río de la
Plata de la corriente llamada carlotismo.
Su idea era ganar
más autonomía, y tal vez la independencia, a través de la figura de la infanta.
Mantuvo nutrida correspondencia con ella y unió a su movimiento a muchos
destacados independentistas, como Castelli, Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso, Miguel Mariano de Villegas e incluso,
efímeramente, a Saavedra.
"…cesaría la calidad de colonia, sucedería la ilustración, el
mejoramiento y perfeccionamiento de las costumbres; se daría energía a la industria
y al comercio, se extinguirían aquellas odiosas distinciones entre europeos y
americanos, se acabarían las injusticias, las opresiones, la usurpación y
dilapidaciones de la renta."
Lo que los independentistas no veían es que su
propuesta chocaba de frente con la realidad. La infanta era la esposa del
regente y Príncipe heredero de Portugal, que de esa
manera habría extendido sus colonias, absorbiendo el Virreinato del Río de la
Plata.
Por otro lado, las ideas políticas de Carlota
Joaquina eran absolutistas y
jamás habría permitido que bajo su corona se instalara alguna forma de
autonomía.
El partido
carlotista logró tener bastante influencia, pero nunca llegó a poner en peligro
el Virreinato del Río de la Plata. A comienzos de 1810, el proyecto carlotista
había fracasado, aunque el partido de Belgrano y los suyos seguía funcionando
como centro de conspiraciones independentistas.
Belgrano
escribiría, años más tarde, en sus Memorias:
"Sin que nosotros hubiéramos trabajado para ser independientes,
Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en
Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independencia en
América, y los americanos empiezan por primera vez a hablar de sus derechos...
Entonces fue que, no viendo yo un asomo de que se pensara en
constituirnos y sí a los americanos prestando una obediencia injusta a unos
hombres que por ningún derecho debían mandarnos, traté de buscar los auspicios
de la Infanta Carlota y de formar un partido a su favor, oponiéndose a los yiros
de los déspotas que celaban con el mayor anhelo para no perder sus mandos y, lo
que es más, para conservar la América dependiente de la España, aunque Napoleón
la dominare."
Contrariamente
a lo que se cree, el Virreinato del Río de la Plata no caducó el 25 de mayo de 1810 con la destitución del Virrey
Cisneros por los porteños. Perdida Buenos Aires, la capital del Virreinato del
Río de la Plata se trasladó a Montevideo siendo, el último Virrey, el español
Francisco Javier de Elío.
Las
realidades culturales, sociopolíticas, geográficas, étnicas y económicas del
virreinato eran muy distintas a lo largo y ancho de sus límites, y cada una de
esas partes buscó su propia unión e independencia: Paraguay en 1811, Argentina
en 1816, Uruguay en 1825 y Bolivia en 1826. Cada uno de estos “localismos” encarna
en las figuras de los caudillos.
Mientras tanto en
el Virreinato del Perú, el mismo 20 de junio de 1811 estalló la revolución que había sido
convenientemente preparada. El caudillo tacneño Francisco Antonio de Zela previamente se
había puesto de acuerdo con Castelli conviniendo que mientras él llevaría la
revolución a Tacna el ejército
rioplatense avanzaría hacia el Perú para iniciar la campaña para independizarlo
de la corona española, pero la derrota
de Huaqui dio por tierra cualquier movimiento revolucionario planeado en el
virreinato peruano.
La Batalla de Huaqui, en el límite entre el Alto Perú (actual Bolivia), y el Virreinato del Perú, en el que el ejército realista de aquel Virreinato venció al patriota revolucionario
de la Junta Grande de Buenos Aires, puso fin a la Primera expedición
auxiliadora al Alto Perú y
produjo lo que sería, a la larga, la pérdida de las provincias altoperuanas.
La gran impresión
que causó en la Junta Grande de Buenos Aires esta derrota militar (por la
pérdida de todo el armamento), obligó a que su Presidente, Cornelio
Saavedra, se dirigiera a las provincias del norte a fin de
recomponer la situación.
Esta debilidad fue
utilizada por el grupo revolucionario afín a Mariano Moreno para destituirlo
del mando y desterrarlo creando el Primer Triunvirato. Tanto el comandante en jefe político (Castelli), como el comandante
militar (González Balcarce), fueran relevados y juzgados.
En septiembre de 1812 se libra la batalla de Tucumán
entre las fuerzas del Primer Triunvirato rioplatense, (comandadas por Manuel
Belgrano), y las tropas realistas españolas (a las órdenes del general peruano
Juan Pío de Tristán y Moscoso). La victoria de Belgrano logra conservar el
noroeste de la actual Argentina en manos de los independentistas y permite
desvanecer las posibilidades de los ejércitos coloniales españoles de
reconquistar el territorio que acabaría por conformar el Estado argentino.
La Asamblea de 1813, si bien, como cuerpo representativo no cumple con su objetivo fundamental de
dictar una Constitución, desarrolla una vasta tarea legislativa en pro de las libertades
individuales y constituye la apertura hacia nuevas formas institucionales.
Desde el punto de vista de la
organización política estableció un Poder
Ejecutivo unipersonal, creando el cargo de Director Supremo de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, estableció el Escudo y el Himno y mandó acuñar
moneda propia, acciones con las que
demostraba su voluntad de formar un estado soberano.
En febrero de 1813 tiene
lugar la batalla de Salta, donde se vuelven a enfrentar los combatientes de la
Batalla de Tucumán en que los independentistas rioplatenses a las logran un
triunfo completo. Es la primera vez que la bandera argentina preside una
batalla.
Otra consecuencia
fue que se pactase una tregua con Montevideo, por el temor del gobierno de Buenos Aires a verse atacado en dos
frentes al mismo tiempo. Con
la caída de Montevideo en manos patriotas en 1814 se extinguió el Virreinato del Río de la Plata.
Los porteños no estaban dispuestos a “gastar
dinero” en batallas para recuperar los territorios alto peruanos en manos de
los realistas, y prácticamente abandonaron el Ejército del Norte a su suerte.
Solo Güemes defendía la frontera.
En 1815 el Director Carlos de Alvear (el
enemigo político de San Martín y Artigas), enviaba estas cartas. Una para el embajador inglés en Río de
Janeiro, Lord
Strangford, y otra para el ministro de relaciones exteriores Robert Stewart:
"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo
indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en
edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que
lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los
horrores de la anarquía. Pero también ha hecho conocer el tiempo la
imposibilidad de que vuelva a la antigua dominación, porque el odio a los
Españoles, que ha excitado su orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista,
ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la
revolución."
"La sola idea de composición con los Españoles los exalta hasta el
fanatismo, y todos juran en público y en secreto morir antes que sujetarse a la
Metrópoli. En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede
poner un remedio eficaz a tanto males, acogiendo en sus brazos á estas
Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor
placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país,
á que están dispuestos antes que volver á la antigua servidumbre, y esperan de
la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa.
Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra de honor, que éste es el
voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que
forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede lisonjearme en el
mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir con la autoridad y
el poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte para la Gran
Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política del Gabinete Inglés, yo he
llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en la
ejecución."
"Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus
leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan
sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy
resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las
afligen.
Es necesario se aprovechen los momentos; que vengan tropas que impongan
a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al
país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación a cuyos
efectos espero que V.E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que
conviene para preparar oportunamente la ejecución…"
"Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río
de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos..."
"Yo deseo que V.E. se digne escuchar mi enviado, Dn. Manuel García,
acordar con él lo que V.E. juzgue conducente y manifestarme sus sentimientos,
en la inteligencia que estoy dispuesto á dar todas las pruebas de sinceridad de
esta comunicación, y tomar de consuno las medidas que sean necesarias para
realizar el proyecto, si en el concepto de V.E., puede encontrar acogida feliz
en el ánimo del Rey y la Nación. Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de
1815. Carlos de Alvear. "
El país comienza a tomar forma
Por esos
días Belgrano (en coincidencia de pensamiento con San Martín y Güemes), propuso
como forma de gobierno una monarquía incaica, situación que fue recibida con
algarabía y aceptación inmediata por parte de los diputados de las provincias
del norte.
Decía
Belgrano: “Las naciones de Europa tratan
ahora de monarquizarlo todo. Considero que la forma de gobierno más conveniente
a estas provincias es una monarquía, es la única forma de que las naciones
europeas acepten nuestra independencia. Y se haría justicia si llamáramos a
ocupar el trono a un representante de la casa de los Incas.
Tomás
Manuel de Anchorena (ex secretario de Belgrano en el Ejército del Norte), lo
acusó de monárquico, pero aceptaba de muy buen grado (como el resto de los
directoriales porteños), la propuesta de coronar al príncipe De Luca o a algún
miembro de la familia real española.
Figura 4 - Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816
Esta
posición la alentaba desde Londres el espantado Bernardino Rivadavia,
desconsolado ante la perspectiva de tener “un rey de la casta de los
chocolates”. Ante la negativa de los diputados porteños que se
negaban a ser gobernados por una casta incaica todo siguió su curso. La
Independencia fue también firmada por las hoy bolivianas Chichas, Charcas y
Mizqué que aceptaron la invitación cursada por los patriotas.
Dicha
invitación fue declinada por Paraguay que contestó haber firmado su propia
Independencia en 1811 conformado su propia república. También declinó la Banda
Oriental, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes que estaban bajo mando de José
Gervasio Artigas quien tenía su propio proyecto de nación con el nombre oficial
de Liga de los Pueblos Libres.
El Congreso General Constituyente dictó el Estatuto
Provisional, el Reglamento Provisorio y la Constitución de las Provincias Unidas
de Sudamérica.
Mientras el Congreso proclamaba formalmente nuestra
independencia, la máxima autoridad del nuevo estado, Juan Martín de Pueyrredón,
enviaba a Río de Janeiro un emisario con estas instrucciones:
“La base
principal de toda negociación será la libertad e independencia de las
Provincias representadas en el Congreso”
De esa manera se dejaba en manos de los portugueses a
las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y la Banda
Oriental, las que ya se habían manifestado en 1815, a través de Artigas, como
parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Pueyrredón insistía
en una carta a su embajador en Río de Janeiro: “los pueblos ya no insisten en sus ideas democráticas. Ha llegado el
momento de proponer la coronación del Infante de Brasil en el Río de la Plata
para allanar cualquier dificultad con España”.
Por esto y mucho más, los portugueses, con 30.000
hombres al mando del inglés William Carr Beresford (el mismo de las invasiones
inglesas a Buenos Aires), invaden la Banda Oriental en 1816 en búsqueda del
“traidor” Artigas.
Artigas, mientras tanto, luchaba denodadamente por
establecer y ampliar sus federales “pueblos libres” en contra del centralismo
porteño.
José de San Martín, con el Acta de la Independencia en mano, inicia en 1817 desde
Mendoza, el Cruce de los Andes en dirección a Chile, para combatir a los
realistas allí, y colaborar con la independencia de ese país. Luego, por vía
marítima hará lo propio con Perú.
Mientras
todo esto ocurría, Francia comenzaba a mirar estas tierras con avidez. Napoleón
alentó la independencia hispanoamericana, pero con la restauración de la Casa
de los Borbones, los vientos cambiaron de rumbo. Con la llegada de Luis XVIII
se intentó la coronación de monarcas borbones en los nuevos estados americanos,
y este propone a su Ministro de Relaciones Exteriores (Duque de Richelieu), que
intentase instalar monarquías borbónicas en Buenos Aires y México, manteniendo
España el resto de Hispanoamérica.
Richelieu
tenía informes reservados de su agente en el Río de la Plata, que le revelaban
el ambiente “muy favorable” de parte de Pueyrredón y los demás miembros del gobierno
de Buenos Aires, para la instalación de una monarquía borbónica.
Pueyrredón (fiel
descendiente de franceses cuyo verdadero apellido era Poueyredon), expresaba a Richelieu
la firme resolución del Directorio del Río de la Plata de no volver a la
dominación española y comentaba su esperanza de que el primer ministro francés
no dudaría “… en mover el Real ánimo de S. M. cristianísima (El Rey de
Francia), para aprovechar las disposiciones
favorables que han conservado siempre los habitantes por los nacionales
Franceses y que pudieran ver en lo sucesivo el fundamento de relaciones provechosas
a ambas naciones”.
A mediados de agosto
de 1818, llegó a Buenos Aires el
Coronel Le Mayne, de parte de Richelieu, para conversar con Pueyrredón. El 2 de
septiembre de 1818, Le Moyne le escribe a Richelieu:
“A pesar de que ha
recibido otras proposiciones, tengo la garantía del señor Pueyrredón de que se
entregará a Francia. Pueyrredón, francés, está animado de los mejores
sentimientos hacia su país”, y
a continuación agrega:
“Desean
–Pueyrredón y los de la Logia- que las consecuencias no tarden. Si yo tuviese
alas os llevaría esta gran noticia que espero agradará a la familia tan querida
de nuestros corazones (la
de Borbón-Orleans)...todas las tropas serán puestas a nuestra disposición Pueyrredón
y sus colegas que trabajan en estos momentos en la Constitución y la hacen tan
monárquica como lo permitan las circunstancias.”
Poco tiempo después, a raíz de la batalla de Cepeda en 1820, el Congreso General fue disuelto
y el Cabildo de Buenos Aires reasumió el mando universal de esta ciudad y de su
territorio provincial, a la vez que nombró un gobernador interino. Tras el motín de Arequito, que causó la disolución del Congreso Nacional y del gobierno
central, cada provincia pasó a gobernarse por sí misma.
Esto implicó la extinción del gobierno nacional. A
partir de entonces, las provincias (aun fuertemente autónomas), continuaron una estructura robustecida por una serie de pactos inter-provinciales
como el Tratado de Benegas (entre Buenos Aires y Santa Fe en 1820), y el del
Cuadrilátero (entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes
en 1822) .
Los pactos
parciales comenzaron a revertirse a partir de 1824, con la reunión de un nuevo Congreso Nacional.
El estallido de la Guerra del
Brasil al año siguiente aceleró el proceso de formación de un nuevo gobierno
central, dirigido por el Presidente Bernardino Rivadavia, pero las negociaciones de
éste con el Imperio de
Brasil y su apoyo al unitarismo en la renacida guerra civil causó un
descontento generalizado tanto en la capital como en las provincias interiores.
El gobierno
central y el Congreso fueron nuevamente disueltos, se perdieron las provincias
de Tarija (incorporada a Bolivia mientras Argentina estaba en guerra contra Brasil), y la Banda Oriental, la cual, debido a las presiones del Reino Unido y del Imperio del Brasil, se independizó como Estado Oriental del Uruguay.
Una serie de
intentos de institucionalizar el Estado Argentino en alguna forma
(especialmente la adhesión de todas las provincias al Pacto Federal), no lograron
establecer leyes en común ni un gobierno central. Gradualmente se fue adoptando
la denominación Confederación
Argentina para el conjunto,
que se reconocía como parte de un estado, pero no se dio instituciones
políticas ni legales en común.
El nombre se
generalizó a partir del inicio del segundo mandato de Juan Manuel de Rosas como gobernador de la Provincia de Buenos
Aires, reuniendo por voluntad de las demás provincias el
cargo de encargado de las relaciones exteriores y la guerra de la
Confederación.
A los
porteños les convenía erradicar a José Gervasio Artigas e incorporar algunas
provincias que le respondían al caudillo oriental.
Entre 1820 y 1828 algunas de las provincias que firmaron la Independencia se
dividieron entre ellas conformando nuevas provincias (Figura 5).
Desde 1822 se reconoció, por parte de las
naciones importantes del mundo, la existencia de las Provincias Unidas del Río
de la Plata.
A fines de 1824 se reunió un
Congreso para redactar una Constitución. Entre los elegidos había unitarios y
federales.
El ensayo de la Constitución Nacional de 1826 fue rechazado, por
tener características unitarias y centralistas.
Figura 5 -
Provincias Unidas entre 1820 y 1828
Hay que tener en cuenta que el panorama externo en
la Argentina era complicado pues en esos momentos existía la Guerra
con el Brasil, y además se discutía el tema de la independencia de la Banda
Oriental.
A causa del dominio de la Banda Oriental, Rivadavia renuncia y entregó
el mando a Vicente López y Planes, Presidente provisorio elegido por el
Congreso por una ley de emergencia. El
Congreso se disolvió y nadie volvió a acordarse de la Constitución.
La provincia de Buenos Aires recuperó su autonomía, eligiendo gobernador
a Dorrego, quien manejó el conflicto con Brasil con la
presión de Inglaterra, llegando a una Convención Preliminar de Paz, donde se disponía la
independencia de la República Oriental del Uruguay en 1828 y el cese de las hostilidades.
En 1833 las Islas Malvinas serían usurpadas
por el Reino Unido. Durante varios años tuvo lugar una nueva guerra civil, tras la cual el Partido Federal logró controlar todos los gobiernos
provinciales.
Juan Manuel de Rosas, Gobernador de Buenos Aires, en 1829,
tras derrotar al General Juan Lavalle, accedió al gobierno de la provincia de
Buenos Aires, logrando constituirse en el principal dirigente de la denominada Confederación Argentina (1835-1852), en ejercicio del poder nacional.
Eran en total catorce provincias, y los territorios
que efectivamente controlaban eran en muchos casos sensiblemente menores que
los actuales.
Formaban una
alianza bastante lábil de diferentes estados independientes en casi todos los
aspectos, salvo en aquellos en que Rosas pudo imponer su voluntad por sobre la
de las dirigencias locales por medios políticos, económicos o militares.
Estas 14 provincias
serían reconocidas en la Constitución Argentina como "preexistentes" a la formación del
estado unificado.
Los conflictos y luchas internas,
en la que se enfrentan unitarios y federales de las Provincias Unidas del Río
de la Plata, desde 1828 hasta 1831 fue una verdadera guerra civil.
Después de la Guerra
con el Brasil, entre 1832 y 1852, las Provincias Unidas pasaron a
nombrarse Confederación Argentina (Figura 6).
Figura 6 – Confederación Argentina
En 1831 se firmó
el Pacto Federal entre Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos, al cual
luego adhirieron las demás provincias, por el que se reconocía la existencia de
un Estado organizado como República, conformado por las provincias agrupadas en
una federación.
Consistía en una alianza ofensivo-defensiva protección y ayuda mutua,
que implica el compromiso de organizar el país bajo el sistema federal.
La Confederación pudo
agrandarse con tierras tomadas a los nativos en la provincia de Buenos Aires, y
la provincia de Corrientes pudo anexar en parte las Misiones del margen derecho
del río Uruguay que estaban en manos brasileñas.
Mientras tanto buena
parte del actual territorio argentino continuaba en manos de sus antiguos y
originales dueños, llamados en la época “indígenas indomables”.
El 11 de septiembre de 1852 estalló
en Buenos Aires una revolución que significó una reacción
de la provincia de Buenos Aires contra las condiciones políticas impuestas por el
predominio de Justo José de Urquiza después de triunfar en
la batalla de Caseros sobre Juan Manuel de Rosas.
La batalla de Caseros había abierto la etapa denominada
"Organización Nacional", en que todas las facciones políticas estaban
de acuerdo en la sanción de una Constitución para todo el país, no
obstante, las clases dirigentes de Buenos Aires pretendían, en oposición al
resto del país, imponer condiciones políticas a las provincias argentinas, de
manera tal que se mantuviera la tradicional preeminencia política y económica
de la ciudad Capital.
El resultado fue la separación (que duraría diez años), entre la Confederación Argentina y
el Estado de Buenos Aires. Ambos estados pregonaban pertenecer a una sola nación, pero en la práctica se comportaban como estados separados.
En el Pacto de San Nicolás de los Arroyos presidido por Justo José de Urquiza, en 1852, se pone de manifiesto la intención de arreglar la administración general por medio
de un Congreso General Federativo. Meses después, se reúnen en Santa Fe los
delegados de las provincias (sin la presencia de Buenos Aires), sancionando la
Constitución Nacional de 1853 y
eligiendo a Urquiza como Presidente.
A partir de ese momento, se prolonga una situación muy inestable en la
que, por un lado, existía la Confederación Argentina, entidad formada por trece
provincias, y por otro, el estado de Buenos Aires, que si bien pertenecía a la
República Argentina, era autónomo con respecto a la Confederación.
Durante la presidencia de Mitre se desarrolló, en 1864,
la Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay. Fue el
conflicto militar en la cual una coalición formada por Brasil, Uruguay y
Argentina, luchó militarmente contra el Paraguay, y cuyo resultado fue la
derrota devastadora del Paraguay, que perdió gran parte de su población.
El triunfo aliado, sumado a posteriores tratados de paz, resultó en límites territoriales más favorables a Brasil y a Argentina (que se quedaría con
la que hoy es Formosa y la mitad de Misiones como botín de guerra).
Después de la
definitiva organización constitucional de 1853, y tras unos años de estabilidad
institucional (que otorgaban mandatos presidenciales constitucionales de seis
años puntuales), el país se agrandó territorialmente a través de varios
eventos:
·
Las
negociaciones diplomáticas que consiguieron la cesión de ciertos territorios
bolivianos para las provincias de Salta y Jujuy.
·
La
Guerra del Pacífico que involucraba a Chile contra los peruanos y bolivianos.
·
La
Conquista del Desierto por parte de Roca pudiendo barrer con facilidad a
los indígenas que defendían su territorio e incorporar, casi sin competencia,
la Patagonia a la ya denominada República Argentina.
Luego,
con la política diplomática argentina de establecer límites de las altas
cumbres, se corrigieron los límites con el Chile, agregando en algunos casos
superficie a las provincias argentinas limítrofes.
El
último bastión indígena sin colonizar fue el Chaco argentino que fue sometido
ya a partir de 1884 con la creación de la Gobernación del Chaco.
La República Argentina entre 1878 y 1881
(Figura 7), adopta prácticamente el perfil tal como se la conoce hoy.
Figura 7 - República Argentina (entre 1878 y 1881),
tomando el perfil tal como se la conoce hoy
Resumiendo, aunque estas situaciones son contra fácticas,
podemos especular, asumiendo que aceptáramos la llegada de los europeos a
América, y en particular a lo que es el actual territorio argentino:
En
lo meramente histórico
·
Si
se imponían las ideas de Belgrano de 1807 podríamos formar parte del Imperio de
Brasil bajo el imperio de Carlota y hoy hablaríamos en portugués.
·
Si
se imponían las ideas de Belgrano, San Martín y Güemes de 1816 formaríamos
parte del imperio incaico y hablaríamos en quechua.
·
Si
se imponían las ideas de Alvear de entregarnos al imperio, hoy hablaríamos en
inglés.
·
Si
se imponían las ideas de Pueyrredón de
ponernos bajo la tutela de los ávidos del momento, hoy hablaríamos en francés.
Con “patriotas” como
Anchorena, Rivadavia, Alvear y Pueyrredón, solo por nombrar algunos, fue
difícil salir adelante.
En lo territorial
· Si
las relaciones entre los virreyes primero, y San Martín y Bolívar después,
hubiesen sido otras, nuestro actual territorio se hubiese visto expandido en buena
parte de lo denominado la Sudamérica Grande.
· Por
la apatía e intereses del centralismo porteño, perdimos la oportunidad de
formar un gran país junto con las provincias altoperuanas, la Banda Oriental y
las Misiones Jesuíticas.
Todas estas especulaciones
historiográficas guardan relación con decisiones políticas, batallas perdidas y
ganadas, intereses personales, intereses de algunas corporaciones e imperios,
entre otras muchas causas, pero a pesar de todo, acá estamos, hablando
mayoritariamente español y sufriendo aún los efectos del centralismo porteño,
aunque le contemos al mundo que es una República federal.
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