Quien fuera luego Presidente de la Nación (y como tantos otros “próceres” que figuran en calles, barrios y billetes de alta denominación), don Manuel Quintana lejos de representar al pueblo de la Nación, representó al interés de los británicos y al propio.
Hasta allí todo está mal, pero, proponer
formalmente que Inglaterra bombardee la ciudad de Rosario por estos intereses,
ya es un abuso.
Esta es la breve historia de un hecho
histórico poco conocido en el que participa un “patriota” adherido al mitrismo y/o alsinismo (por si hacen
faltan más ismos), al que todavía se
le rinden honores.
¿Quién
fue Manuel Pedro Quintana?
Fue un abogado, nacido en Buenos Aires en 1835, que inicia su carrera política como Diputado de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, por el partido de Mitre. Posteriormente, se pasa al Partido
Autonomista de Adolfo Alsina para oponerse al proyecto de Mitre de nombrar Capital de la República a la Ciudad de Buenos Aires.
A los 29 años es elegido Diputado Nacional por la Provincia de
Buenos Aires y presenta un proyecto de ley para nombrar a la Ciudad de Rosario como capital de la nación (…a la que luego quiso
bombardear desde un barco inglés).
En 1870 es elegido Senador. En 1873 Manuel Quintana se presenta como candidato en las elecciones presidenciales
para suceder a Sarmiento a partir de 1874, pero pierde con Nicolás
Avellaneda.
El contexto de la época
Más de quince años de
librecambio, balanza comercial desfavorable, empréstitos pagados en oro,
guerras, subvenciones y despilfarros administrativos, tenían que desembocar en
una gran crisis financiera.
El ejercicio fiscal de 1875
cerró con un gran déficit, y como era costumbre de la época se buscó ayuda
británica para salir del problema.
Avellaneda le pide la renuncia
a Santiago Cortinez (un sanjuanino, abogado
y ministro
de hacienda durante las presidencias de Sarmiento, Avellaneda y Roca.), y le ofrece el cargo al mendocino Lucas González, quien se desempeñaba
en Londres como Cónsul General y vinculado (…como también se acostumbraba en la
época), a los negocios bursátiles y ferroviarios.
En las arcas públicas ya no
había oro ni billetes de papel y los títulos argentinos bajas estrepitosamente
su valor. Con una frase “matadora” Avellaneda inaugura las sesiones el
Congreso: “Ahorraremos sobre el hambre y
la sed de los argentinos”. Se bajan los sueldos, se suspenden obras
públicas y se suspenden los compromisos de pagos con los proveedores internos.
En Europa había bajado el
precio de las lanas y los cueros y las exportaciones disminuyen. Muchos
inmigrantes italianos regresan a su país desengañados de la “América”.
Lucas González sufre un ataque
cerebral y Avellaneda no tiene mejor idea que ofrecerle la cartera de Hacienda
a Norberto de la Riestra, quien se desempeñaba nada más ni nada menos como
Presidente del Banco de Londres. Un lobo para cuidar el rebaño. El menos
indicado para cuidar los intereses nacionales.
El plan de un “estadista”: bombardear Rosario por
una deuda
Antes de la
hegemonía adquirida por los Estados Unidos en el mundo, hubo otro imperialismo
que dominó la escena internacional durante muchos años (el inglés), que se
caracterizaba por la gestión diplomática como instrumento más eficiente en su
intervención en otros estados.
Una de las
estrategias del imperialismo británico consistió en la inversión en dos
actividades económicas, que florecieron a partir de la década de 1860 hasta
1870: el ferrocarril y la banca.
El Banco de
Londres y Río de La Plata se inauguró el 1º de enero de 1863, y fue el primer
banco británico con domicilio en la Argentina. La Sucursal Rosario surgió
cuatro años más tarde, siendo la primera casa bancaria en la Provincia de Santa
Fe. Rosario en esa época ya era una pujante ciudad portuaria y, además, contaba
con estación ferroviaria.
Con la
posibilidad de emitir billetes, gracias al acuerdo con la Legislatura de Santa
Fe, aumentaba el interés del banco por dicha zona agropecuaria.
En mayo de
1874, el Gobernador de Santa Fe, Servando Bayo (rosarino, político y militar
que luchó en Cepeda al lado de Urquiza), creó el Banco Provincial de Santa Fe.
La idea del Gobernador era que el banco se conformara como un importante
instrumento del progreso de su provincia.
Bayo era
partidario de la protección de los intereses argentinos y de la nacionalización
del crédito, en el que el Estado tenga un rol fundamental y activo, pero,
obviamente, esto no fue bien visto por Inglaterra, que vio amenazado su dominio
monopólico en la provincia santafesina.
Siguiendo
sus fieles costumbres, el Banco de Londres se puso como objetivo acorralar al
Banco de Santa Fe presentándole al cobro una gran cantidad de papeles, sin
embargo, Servando Bayo logró sancionar una ley que obligaba al banco inglés a
suspender la emisión de billetes, reservándolo sólo para el banco santafesino.
Las teorías
jurídicas acompañan siempre objetivos políticos. Esto es clave para entender
los mecanismos de opresión sobre un país dependiente como el nuestro, y al
mismo tiempo, para poder comprender los episodios de resistencia que existieron
a raíz del conflicto suscitado.
Los cuadros
políticos que resistieron, tuvieron dignidad. Algunos lo hicieron por federales
y patriotas, otros por el peso que los capitales franceses tenían en ese
momento en Rosario, y su vinculación con algunos terratenientes laneros del
litoral. Lo primero a distinguir es que fue un episodio de resistencia,
bastante ocultado en la historia.
El
Gobernador Bayo contaba con el apoyo del Ejecutivo Nacional y mantenía una buena
relación con el Presidente Avellaneda, no obstante, no sería una lucha sencilla
para el Banco provincial. Tenía enfrente a un gigante, apoyado y alentado por
un imperialismo que no estaba dispuesto a retroceder y, mucho menos, a dar por
perdida una batalla.
Bayo siguió
acometiendo contra el Banco de Londres.
En 1875 creó
un impuesto a las actividades bancarias, del que quedaban fuera de la norma el
Banco Nacional y el de Santa Fe. El conflicto se agravaba. Inglaterra, con la
imposición de su política en todo el mundo, no iba a quedarse de brazos
cruzados.
Servando
Bayo, dando riendas a su convencimiento de proteger los negocios nacionales,
continuó respondiendo a las decisiones autoritarias del Banco de Londres (que buscaba
destruir la competencia), con un decreto del 19 de mayo de 1876.
El mismo se
fundamentaba que “la sociedad anónima
denominada Banco de Londres y Río de La Plata se ha convertido en una
institución ruinosa a los intereses públicos, hostil y peligrosa en las
actuales circunstancias al crédito interior y exterior de la provincia”.
Las
propuestas de solución del Banco de Londres no tuvieron respuesta inmediata,
por lo que debieron resolver la situación rápidamente.
Se dispuso
el cierre de la sucursal del Banco de Londres en Rosario y la detención del Gerente,
un alemán de apellido Behen. A su vez, el gobierno provincial ordenó “un embargo, con exigencia de depositar
50.600 pesos oro en el Banco Provincial, en garantía del papel moneda cuya
conversión la provincia había dispuesto, sin que el banco inglés hubiera
cumplido”.
La prensa
porteña, y el alto comercio rosarino reaccionaron ante “un Gobernador mazorquero que incautaba el oro inglés y metía preso al
Gerente del Banco de Londres”. “… ni en los tiempos de Rosas habíamos visto
esto”
Antes los
reclamos de los accionistas ingleses del banco, el encargado de negocios
británicos en Buenos Aires, Federico St. John, solicitó al Capitán del barco de
guerra británico Beacon (anclado en
Montevideo), que avanzara por el río Paraná y se ubicara en los alrededores del
puerto de Rosario.
Manuel Quintana era en ese
momento Senador Nacional y como trabajo “particular” se desempeñaba como asesor
legal del Banco de Londres, situación que tuvo que definir en el momento de la
crisis.
No dudó en renunciar a su
banca por “razones de salud” (ni siquiera por razones éticas), y “a pesar de su salud” viajó a Londres en junio de 1876, donde propuso al gobierno de Gran Bretaña el bombardeo de la ciudad Rosario si el gobierno de Santa Fe no dejaba sin
efecto la intervención del banco.
Se desempeñaba como Canciller
del Presidente Avellaneda el Dr. Bernardo de Irigoyen (un alsinista y posterior miembro fundador de la Unión Cívica Radical).
Estanislao
Zeballos (jurista, político, historiador, etnógrafo y geógrafo rosarino) , testigo presencial del incidente, relata en el Congreso muchos años
después lo que ocurrió:
“Apenas el abogado Manuel Quintana anunció en forma
intimidatoria la presencia de una cañonera inglesa en el puerto de Rosario, el
canciller, con digna reacción, se puso de pie y se negó a continuar hasta que
Quintana se retirase del despacho, no aceptando que un argentino fuese portavoz
de una intimidatoria extranjera".
Irigoyen no concebía que un argentino se encontrara negociando a favor
de otro país.
St. John, el
encargado de negocios británicos, sostuvo que “el comportamiento de la cancillería constituye una de las más graves
ofensas que jamás se haya cometido por las autoridades de un país contra
súbditos de otra, teniendo en cuenta que los accionistas del banco son
individuos que suscribieron su dinero en Londres y lo enviaron a este país,
para hacer un negocio legítimo…”.
Bernardo de
Irigoyen desarrolló una firme posición jurídica defendiendo a la Argentina y
rechazando para el Banco de Londres derecho de protección diplomática:
“El Banco de Londres es una sociedad anónima que
sólo existe con fines determinados. Las personas jurídicas deben su existencia
a la ley del país que las autoriza y, por consiguiente, no hay en ellas
nacionales ni extranjeros; no hay individuos de existencia natural con derecho
a protección diplomática (…)”.
Al
Gobernador Bayo por su parte “no se le movió un pelo” ante la presencia de la
cañonera Beacon.
En Argentina
todavía existían aquellos que bregaban por un estado independiente. De a poco
el país iba adquiriendo su personalidad política, su formación jurídica y su
individualidad económica. Se rechazó la atribución de nacionalidad a las
personas jurídicas, evitando la libre intromisión de Inglaterra y evitando, poner
en peligro los propios intereses nacionales al servicio del imperialismo que lo
quería todo.
No obstante,
la intervención de Irigoyen no aplacó a los británicos que mantuvieron la
cañonera en el puerto rosarino. Aún no está claramente determinado cuándo el
conflicto cesó definitivamente. Diversos autores ingleses han ofrecido
versiones diferentes. Un escritor británico, en su análisis, valoró “la acción de las fuerzas políticas
argentinas que buscaban un arreglo razonable”.
Riestra llama a su ex
jefe, el Presidente del Directorio del Banco de Londres, George Drabble, quien
llega a Buenos Aires para terminar con la crisis y salir adelante con una
postura negociada: reabrir el banco inglés en Rosario pero
sin la potestad de emitir moneda, y designar un Gerente bajo las imposiciones
del Gobernador Bayo.
La
enérgica posición de Bernardo de Irigoyen, detuvieron las
acciones bélicas, sin embargo, y por presiones del gobierno inglés el
Presidente Avellaneda lo desplaza de su cargo nombrándolo Ministro del
Interior.
Estanislao Zeballos muchos años después del incidente, y durante
un debate sobre redescuento de las carteras bancarias, afirmó:
“En materia de protección de los capitales extranjeros el país ha ido hasta
la abdicación de su soberanía y de su dignidad; de su soberanía porque hemos
puesto el atributo supremo de emitir la moneda en manos de extranjeros desconocidos...;
de nuestra dignidad porque no nos defendemos de las explotaciones del Capital
extranjero, que ha llegado a constituir monopolios, de manera, que pocas manos
manipulan la riqueza argentina, imponiendo la ley voraz de los precios a los
grandes y a los pequeños, al trigo y al pan”.
El futuro del “patriota”
Luego de esta situación,
Quintana se radicó por dos años en Europa. A su regreso, se dedicó a la actividad privada como abogado. En el año 1877 ocupa el rectorado de la Universidad de Buenos Aires hasta el año1881.
En 1893, el presidente Luis Sáenz Peña lo nombró Ministro del interior. Durante su gestión se
intervinieron las provincias de Santa Fe y San Luis, y se declaró el estado de sitio en todo el país. A raíz de esta situación, y luego
de una muy dura interpelación en el Congreso Nacional, debió renunciar a su cargo.
¿Éste, candidato a
Presidente?
A finales de la segunda
presidencia de Julio A. Roca, el Partido Autonomista Nacional estaba dividido en dos facciones: la dirigida por Roca y la que lideraba el
ex presidente Carlos Pellegrini.
Olvidándose de lo ocurrido 30
años atrás, pero conociendo la débil salud de Quintana a sus 69 años, Roca buscó la alianza con el partido de Bartolomé Mitre, proponiendo una fórmula de alianza, que llevara
como candidato a Presidente a un mitrista
(Manuel Quintana), acompañado de un roquista (José
Figueroa Alcorta).
En las fraudulentas elecciones
presidenciales del 10 de abril de 1904, esta fórmula resultó triunfante, y fueron proclamados Presidente y
Vicepresidente de la Nación el 12 de junio del mismo año por el Colegio Electoral. Su presidencia se desarrolla en el ámbito del
período denominado la "República liberal" o "República Conservadora", marcado por el gobierno
elitista del Partido Autonomista Nacional.
El gobierno de Quintana fue
una mera continuación de los anteriores: sus políticas exteriores y económicas
siguieron los lineamientos de las de Roca.
Desde la derrota
de 1893 ante Avellaneda, y más aún desde la división entre bernardistas y seguidores de Hipólito Yrigoyen, nadie tenía en cuenta seriamente a la Unión
Cívica Radical (UCR), como un partido con posibilidades de acceder al
poder, pero, la UCR reapareció mostrando una organización política y
territorial muy superior a la del oficialismo, y una gran decisión
revolucionaria.
La revolución radical de febrero de 1905 (sublevación cívico-militar organizada y dirigida por Hipólito Yrigoyen contra el gobierno fraudulento del PAN en reclamo de elecciones libres y democráticas), en que estuvieron implicadas varias unidades del
Ejército, tuvo un éxito relativo en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Bahía Blanca y Mendoza, pero fue rápidamente sofocada.
Estos acontecimientos sufridos
por el Presidente dañaron su salud. Como consecuencia, redujo al mínimo su
jornada laboral, lo que complicó su gestión de gobierno.
El 11 de agosto, Quintana
sufrió un atentado contra su vida por parte del anarquista catalán Salvador Planas, quien disparó contra el carruaje
que lo transportaba hacia la Casa Rosada. Una falla en el revólver salvó su vida, pero su
salud comenzó a deteriorarse rápidamente.
La salud de Quintana continuó
empeorando, por lo que el vicepresidente Figueroa Alcorta se hizo cargo
permanentemente de la Presidencia el 25 de enero de 1906.
Quintana se retiró a una finca
en el actual barrio de Belgrano, donde murió el 12 de marzo de 1906.
Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta y su figura aparece en el billete de quinientos mil australes que circuló durante la hiperinflación en argentina entre los años 1989 hasta 1991.
Paradójicamente, el billete
valía 50.000 veces más que el que contenía la figura de Manuel Belgrano.
Hoy puede afirmarse que cien años antes, ya se encontraban personajes nefastos que
poco hacían por el bienestar del país, y mucho por la propia seguridad
económica y el interés personal.
Este triste acontecimiento en el que,
un futuro Presidente de la Nación, traicionara la causa nacional, es tal vez el
presagio del futuro semi colonial de nuestro país.
No
constituye una anécdota aislada, sino que refleja el conflicto principal de
aquel entonces: el avance del libre comercio y la presencia masiva del capital
extranjero.
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