Si de olvidados de nuestra historia se trata, esta es una más. Tal vez los contadores de la historia oficial la hicieron a un lado por pueblo, por mujer, por negra y por pobre, aunque todos en el Ejército del Norte la llamaban “La Madre de la Patria”.
Si bien buena parte de esta historia (…como tantas otras), tiene “hojas en blanco”, he tratado de resumir más el espíritu de esta mujer que su actuación cronológica, la cual, según diversos autores no cuenta con muchos documentos.
María
Remedios del Valle fue enfermera, camarada, contenedora de soldados heridos y
maltratados, “asistente social”, lavandera y responsable de dar aliento a la tropa.
Tenía 40 años cuando, después
de criar a sus hijos, se enroló junto a estos y su esposo en el Ejército del
Alto Perú.
Belgrano, que no quería
sacrificar mujeres en el frente de batalla, le permitió estar a la vanguardia
de varios combates y la nombró Capitana del Ejército.
No le sirvió de mucho ya que
mendigó durante muchos años hasta que logró un pequeño reconocimiento.
Esta es su pequeña gran
historia.
Si bien buena parte
de esta historia (…como tantas otras), tiene “hojas en blanco”, he tratado de
resumir más el espíritu de esta mujer que su actuación cronológica, la cual,
según diversos autores no cuenta con muchos documentos.
María
Remedios del Valle habría nacido en Buenos
Aires entre 1766 o 1767, entonces capital del Virreinato
del Río de la Plata. Para la “categorización” de la época (sistema colonial de castas), era “parda”, aunque algunos reconocen en ella a una
auténtica negra afroargentina, para usar los términos de hoy.
María,
de negra liberta a Capitana del Ejército
Durante la Segunda invasión inglesa al Río de la Plata, María Remedios del Valle
(que en ese momento tenía 40 años), auxilió al Tercio de Andaluces, uno de los cuerpos
milicianos que defendieron con éxito la ciudad. Según el parte del comandante
de ese cuerpo:
“Durante la campaña de Barracas, asistió y guardó las mochilas para
aligerar su marcha a los Corrales de Miserere”.
Al organizarse la primera expedición auxiliadora al Alto Perú, conformando lo que luego se
denominaría Ejército del Norte, el 6 de julio de 1810, María se incorporó a la marcha de
la 6.ª Compañía del Regimiento
de Artillería de la Patria al mando del Capitán Bernardo
Joaquín de Anzoátegui, acompañando a su marido y sus dos hijos (uno
propio y otro “del corazón”).
Poco se sabe de la ocasión de
muerte de su familia, aunque fue al poco tiempo de su llegada al Alto Perú,
pero se especula que su marido fue un cabecilla de la Rebelión de Cochabamba
donde al final fue fusilado.
Viuda a los 43 años María
Remedios del Valle continuó sirviendo como auxiliar durante el avance sobre
el Alto Perú, en la derrota de Huaqui y en
la retirada que siguió.
En el
retroceso que siguió a esta derrota, María Remedios del Valle Rosas marchó
primera con la mencionada división de Anzoátegui y siguió después desde Potosí,
a las órdenes del Teniente Coronel Bolaños hasta llegar a Jujuy. Será
Anzoátegui, quien, entre muchos otros, y algunos años más tarde, den fe de la
participación activa:
“Lo que puedo informar
en obsequio de la justicia de la parda María del Valle es que por orden que
recibí en Jujuy del señor General Viamonte la conducí en mí División hasta
Potosí, abonándole veinte pesos nacionales que por orden del Sargento Mayor
Carreras, se lo manda dar en Potosí.
Allí tuve orden del Sr.
Representante Castelli, para quedarme en dicha Villa con mi División, con
motivo que si sonaba una conjuración; con cuyo motivo entregué el resto de la
División al Tte. Cnel Bolaños y en cuya División marchó ella quedando yo con
treinta artilleros hasta que estalló la revolución hecha por Lovo.
“Puedo asegurar, en
obsequio de la justicia, que mientras estuvo conmigo se portó con toda
honradez, cuidando indistintamente a, todos los soldados, cabos y sargentos;
remendándolos y lavando su ropa, y aún a los oficiales, y en fin, no habrá uno
que haya estado en el Ejército del Perú que no le consten los servicios que ha
prestado esta infeliz”.
“Desde el año 1810 hasta
1814, que me hallé en el Ejército del Perú, siempre fueron relevantes los
servicios de esta benemérita mujer, así en la asistencia de los heridos y
enfermos, como en las guerrillas”.
En vísperas de la batalla de Tucumán en 1812 se presentó ante el General Manuel Belgrano para solicitarle que le permitiera atender
a los heridos en las primeras líneas de combate. Belgrano, reacio por razones
de disciplina a la presencia de mujeres entre sus tropas, le negó el permiso,
pero al iniciarse la lucha María llegó al frente alentando y asistiendo a los
soldados quienes comenzaron a llamarla la “Madre de la Patria”. Tras la decisiva
victoria, Belgrano la nombró Capitana de su ejército.
Luego de la derrota de
Vilcapugio, el General Belgrano inició la retirada hacia Salta. La suerte le
fue adversa y, al ser alcanzado por los realistas en las pampas de Ayohuma, se
vio obligado a presentar batalla a las tropas del General Pezuela el 14 de
noviembre de 1813.
Durante el combate, que
resultara en derrota, María y dos jóvenes de nombres Lucía (de 25 años), y
Blanca (de 20 años), bajo un sol abrazador daban de beber a los soldados
heridos de ambos bandos. Estas fueron conocidas como Las Niñas de Ayohuma.
A estas se las
representa siempre con sendos jarrones entre las manos, aunque “los pintores
oficiales las blanquearon” aunque todas eran morenas.
En
una parte de la historiografía, tomada de las memorias del General Araoz de
Lamadrid, estas jóvenes aparecen como hijas de María, las que en teoría
deberían haber nacido entre 1786 y 1793, años en los cuales María aún vivía en
Buenos Aires, pero no hay constancias que hayan viajado al norte con ella. Solo
se enrolaron ella, su esposo y sus dos hijos varones.
Debido
a su espíritu generoso, es muy probable que estas jóvenes hayan sido protegidas
de María y su guía como “enfermeras” en las batallas de la independencia.
Tampoco se conoce el paradero de Lucía y Blanca en los años posteriores. Manuel
Belgrano las recordó con afecto hasta su último día.
En
la Batalla de Ayohuma ella y sus “hijas” fueron capturadas y torturadas. María cayó herida de bala, quedando prisionera de los
españoles. Desde el campo de prisioneros ayudó a huir a varios oficiales patriotas.
Como medida ejemplificadora, y por sospechosa en
espía, fue sometida a nueve días de azotes públicos que le dejarían
cicatrices de por vida, como explicita luego el
Coronel Hipólito Videla en un informe fechado en Buenos Aires, en 1827, y que
fue agregado al expediente iniciado por María para que le reconozcan una
pensión.
Pudo escapar y reintegrarse al ejército
argentino donde continuó unida a las fuerzas de Martín
Miguel de Güemes y Juan
Antonio Álvarez de Arenales, empuñando las armas y ayudando a los heridos
en los hospitales de campaña.
Vivió junto a Belgrano el Éxodo Jujeño. Durante la jura de la Bandera en Jujuy, se la vio
arrodillada junto al General Güemes y a Juan Antonio Álvarez de Arenales, uno
de los hombres más destacados de Belgrano.
Su regreso a Buenos Aires
Alrededor de sus 50 años, después de dejar la
piel en cada batalla, María decide regresar a Buenos Aires donde nadie la
espera, sin embargo cree justo que le abonen su pensión de Capitana del
Ejército.
Mal momento esos años de 1820 para regresar, donde las rencillas internas por el poder y la
anarquía dejaban poco espacio para atender los reclamos de esta mujer negra,
vieja y pobre.
María vivía en un rancho en la
zona de quintas, en las afueras de la ciudad, y frecuentaba los atrios de las
iglesias de San Francisco, Santo Domingo y San
Ignacio, así como la Plaza
de la Victoria (actual Plaza de Mayo) ofreciendo pasteles y tortas fritas, o
mendigando, lo que junto a las sobras que recibía de los conventos le permitía
sobrevivir.
Como dice Ibarguren “Su
figura era familiar a los vecinos: encorvada y magra, diríase la imagen mísera
de la senectud con su tez terrosa y arrugada, su boca hundida sin dientes y sus
ojos empañados. Con voz débil ofrecía en venta a los transeúntes pasteles,
tortas fritas o fruta, que llevaba en una batea; a veces imploraba por el amor
de Dios una limosna”.
Al ser considerada por la
sociedad del momento como una “viejita demente” que se hacía llamar «la
Capitana» y que solía mostrar las cicatrices de los brazos y relatar que las
había recibido en la Guerra
de la Independencia, consiguió solo el desprecio que se les da a los mendigos y
pordioseros.
No conforme con su suerte,
el 23 de octubre de 1826 inició una gestión
solicitando que se le abonasen 6.000 pesos “para acabar su vida cansada”, en compensación de sus servicios a
la patria y por la pérdida de su esposo y sus hijos.
El expediente, firmado en su
nombre por un tal Manuel Rico y al que agrega una certificación de servicios firmada
por el Coronel Hipólito
Videla, se inicia con la siguiente exposición:
“Doña María Remedios del Valle, Capitana del
Ejército, a V. S. debidamente expone:
Que desde el primer grito de la Revolución tiene el honor de haber sostenido la justa causa de la Independencia, de una de aquellas maneras que suelen servir de admiración a la Historia de los Pueblos.
Que desde el primer grito de la Revolución tiene el honor de haber sostenido la justa causa de la Independencia, de una de aquellas maneras que suelen servir de admiración a la Historia de los Pueblos.
Si Señor Inspector, aunque aparezca envanecida
presuntuosamente la que representa, ella no exagera a la Patria sus servicios,
sino a que se refiere con su acostumbrado natural carácter lo que ha padecido
por contribuir al logro de la independencia de su patrio suelo que felizmente
disfruta.
Si los primeros opresores del suelo americano
aún miran con un terror respetuoso los nombres de Caupolicán y Galvarino, los
disputadores de nuestros derechos por someternos al estrecho círculo de
esclavitud en que nos sumergieron sus padres, quizá recordarán el nombre de la
Capitana patriota María de los Remedios para admirar su firmeza de alma, su
amor patrio y su obstinación en la salvación y libertad americana.
Aquellos al hacerlo aún se irritarán de mi
constancia y me aplicarían nuevos suplicios, pero no inventarían el del olvido
para hacerme expirar de hambre como lo ha hecho conmigo el Pueblo por quien
tanto he padecido.
Y ¿con quién lo hace?; con quien por alimentar a
los jefes, oficiales y tropa que se hallaban prisioneros por los realistas, por
conservarlos, aliviarlos y aún proporcionarles la fuga a muchos, fue
sentenciada por los caudillos enemigos Pezuela, Ramírez y Tacón, a ser azotada públicamente por nueve días; con
quien, por conducir correspondencia e influir a tomar las armas contra los
opresores americanos, y batídose con ellos, ha estado siete veces en capilla;
con quien por su arrojo, denuedo y resolución con las armas en la mano, y sin
ellas, ha recibido seis heridas de bala, todas graves; con quien ha perdido en
campaña, disputando la salvación de su Patria, su hijo propio, otro adoptivo y
su esposo!!!.
Con quien mientras fue útil logró verse enrolada
en el Estado Mayor del Ejército Auxiliar del Perú como Capitana, con sueldo,
según se daba a los demás asistentes y demás consideraciones debida a su
empleo. Ya no es útil y ha quedado abandonada sin subsistencia, sin salud, sin
amparo y mendigando. La que representa ha hecho toda la campaña del Alto Perú;
ella tiene un derecho a la gratitud argentina, y es ahora que lo reclama por su
infelicidad.”
María Remedios del Valle
A principios de 1827 el Ministro
de Guerra de la Nación, General Francisco
Fernández de la Cruz, rechazó el pedido recomendando dirigirse a la
Legislatura Provincial ya que no estaba “en
las facultades del Gobierno el conceder gracia alguna que importe erogación al
Erario”.
A mediados de ese año, y
mientras María, con 60 años, mendigaba en la plaza de la Recova, el general Juan José Viamonte entonces diputado en
la Junta
de Representantes de la Provincia de Buenos Aires la reconoció. Tras preguntarle
el nombre, exclamó: “¡Usted es la
Capitana, la que nos acompañó al Alto Perú, es una heroína!”. En ese momento María le contó entonces cuántas
veces había golpeado a la puerta de su casa en busca de ayuda, pero que su
personal de servicio siempre la había espantado como pordiosera.
Viamonte tomó debida nota y
presentó ante la Junta un proyecto para otorgarle una pensión que reconociera
los servicios prestados a la patria. La Comisión de Peticiones de la Junta de
Representantes dijo haber “examinado la
solicitud de doña María Remedios del Valle por los importantes servicios
rendidos a la Patria, pues no tiene absolutamente de que subsistir”, y
recomendó adoptar la decisión de que “desde esta fecha la suplicante gozará del
sueldo de Capitán de Infantería.
La presidencia de la Junta
decidió que tenían temas más importantes que atender (la guerra con Brasil),
por lo que el expediente quedó en comisión.
En 1828, Viamonte fue elegido Vicepresidente de la
renovada legislatura y decidió insistir con su propuesta.
El expediente estuvo estancado hasta el año
siguiente, en que el General Viamonte (que fue uno de los cuatro Generales que
informan el expediente existente en la Contaduría General (Díaz Vélez,
Pueyrredón, Rodríguez y Viamonte, y coroneles Hipólito Videla, Manuel Ramírez y
Bernardo de Anzoátegui), consiguió que
se llevara a consideración de la Legislatura en la sesión del 18 de julio de
ese año, en la que habiendo objetado algunos diputados la solicitud, el general
Viamonte la defendió en los términos siguientes:
“Yo no hubiera tomado la palabra porque me
cuesta mucho trabajo hablar, si no hubiese visto que se echan de menos
documentos y datos. Yo conocí a esta mujer en el Alto Perú y la reconozco ahora
aquí, cuando vive pidiendo limosna.
Esta mujer es realmente una benemérita. Ella ha
seguido al Ejército de la Patria desde el año 1810. Es conocida desde el primer
General hasta el último oficial en todo el Ejército. Es bien digna de ser
atendida: presenta su cuerpo lleno de heridas de balas y lleno, además, de
cicatrices de azotes recibidos de los españoles. No se la debe dejar pedir
limosna [...] Después de haber dicho esto, creo que no habrá necesidad de más
documentos”.
El Diputado Francisco Silveyra dijo: “Yo no conozco a esta infeliz mujer que está en un estado de mendiguez,
y esto es una vergüenza para nosotros. Ella es una heroína, y si no fuera por
su condición, se habría hecho célebre en todo el mundo. Sirvió a la Nación pero
también a la provincia de Buenos Aires, empuñando el fusil, y atendiendo y
asistiendo a los soldados enfermos”.
Para empeorar la historia el Diputado
porteño Manuel
Hermenegildo Aguirre objetó entonces que aunque María Remedios Del
Valle hubiera rendido efectivamente esos servicios a la Nación, la Junta representaba
a la provincia de Buenos Aires, no a la Nación, por lo que no correspondía
acceder a lo solicitado.
Finalmente, en defensa del proyecto
tomó entonces la palabra Tomás de Anchorena quien afirmó:
“Efectivamente, esta es una mujer singular. Yo
me hallaba de Secretario del General Belgrano cuando esta mujer estaba en el
ejército, y no había acción en la que ella pudiera tomar parte que no la
tomase, y en unos términos que podía ponerse en competencia con el soldado más
valiente; era la admiración del general, de los oficiales y de todos cuantos
acompañaban al ejército.
Ella en medio de ese valor tenía una virtud a
toda prueba y presentaré un hecho que la manifiesta: el general Belgrano, creo
que ha sido el general más riguroso, no permitió que siguiese ninguna mujer al
ejército; y esta María Remedios del Valle era la única que tenía facultad para
seguirlo. [...] Ella era el paño de lágrimas, sin el menor interés de jefes y
oficiales.
Yo los he oído a todos a voz pública, hacer
elogios de esta mujer por esa oficiosidad y caridad con que cuidaba a los
hombres en la desgracia y miseria en que quedaban después de una acción de
guerra: sin piernas unos, y otros sin brazos, sin tener auxilios ni recursos
para remediar sus dolencias. De esta clase era esta mujer.
Si no me engaño el general Belgrano le dio el
título de Capitán del Ejército. No tengo presente si fue en el Tucumán o en
Salta, que después de esa sangrienta acción en que entre muertos y heridos
quedaron 700 hombres sobre el campo, oí al mismo Belgrano ponderar la
oficiosidad y el esmero de esta mujer en asistir a todos los heridos que ella
podía socorrer. [...]
Una mujer tan singular como ésta entre nosotros
debe ser el objeto de la admiración de cada ciudadano, y a donde quiera que
vaya debía ser recibida en brazos y auxiliada con preferencia a una general;
porque véase cuánto se realza el mérito de esta mujer en su misma clase
respecto a otra superior, porque precisamente esta misma calidad es la que más
la recomienda.
Luego de un arduo debate se
decidió otorgarle el sueldo correspondiente al grado de Capitán de Infantería.
A pedido del Diputado Ceferino
Lagos se votó crear una comisión que “componga
una biografía de esta mujer y se mande a imprimir y publicar en los periódicos,
que se haga un monumento y que la comisión presente el diseño de él y el
presupuesto”.
De mas está decir que no hubo
biografía ni monumento.
Esta “generosidad” de los
diputados se manifestó en el otorgamiento de una pensión de 30 pesos
mensuales, sin pagarle retroactivos. Para tener una idea de la miseria humana y
política para con una heroína
revolucionaria, vale la pena recordar que un litro de aceite costaba $ 3, la
carne $ 4 pesos por kg y la yerba $ 1,40 por kg.
El ejército al que ella había
pertenecido la ascendió a Sargento Mayor de Caballería, y en 1830 fue incluida en la Plana
Mayor del Cuerpo de Inválidos con el sueldo íntegro de su clase.
En 1835, a los 67 años fue destinada por decreto de Juan Manuel de Rosas, quien en ese momento era
Gobernador de Buenos Aires), a la plana mayor activa con su jerarquía de
Sargento Mayor, aumentándole su pensión a 180 pesos. Tal vez, en
agradecimiento, a partir de ese momento se hizo llamar María Remedios del Valle
Rosas.
La Parda María, la Tía María,
la Madre de la Patria, La Sargento Mayor María Remedios del Valle murió en
Buenos Aires a los 80 años, el 8 de noviembre de 1847.
Homenajes
Como siempre, muy tarde, María
ha sido recientemente homenajeada aunque aún no tenga su estatua. Llevan su
nombre:
·
Una calle y un pasaje de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires
·
Una calle de la
ciudad de Mar del Plata
·
La Escuela Nº 14-DE 19 en Villa
Soldati
·
La Escuela EGB Nº
6 en la ciudad de Azul
·
La Casa de la
Mujer en San Isidro
·
La Escuela
Municipal de Enfermería en Tigre
Desde el año 2013, el 8 de
noviembre ha sido establecido como
el “Día de los/las afroargentinos/as y de la Cultura Afro”.
En 2010 las Diputadas Cecilia
Merchán y Victoria Donda presentaron un proyecto de ley para
construir un monumento en honor a María Remedios Del Valle en el Bicentenario
de Argentina. En 2014 la Legisladora María Rachid propone algo similar para la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Como dijo Pigna
·
“Mientras se concreta esta excelente iniciativa, no
estaría mal que a las aulas de nuestras escuelas haga su ingreso la “Madre de
la Patria”.
·
“Una madre olvidada, ignorada, gracias
a la burocracia política, una mujer que reunía en ella el ser madre y soldado,
heroína y negra, benemérita y pobre, todo a la vez”.
·
“En 1827 fue nombrada como la Madre de
la Patria, pero en 1880 Argentina quiso tener una historia blanca y la borró”
Rafael Arancibia le escribió a “la parda”:
María Remedios del Valle,
recuerden,
recuerden,
es la Madre de la Patria,
“morrunga” negra porteña
curtida a látigo y pala.
“morrunga” negra porteña
curtida a látigo y pala.
Hoy que tilingos la sueñan
de ojos claros y piel blanca,
ah, ella les mojó la oreja
con el grito de "abran cancha",
que esta milica morena
sin su merecida estatua
es más patriota que muchos
hechos bronce en las plazas.
En la noche de Ayohuma
la suerte ya estaba echada
y en manos del enemigo
por ser negra torturada
no se te cayó una mota
ni tampoco una palabra.
de ojos claros y piel blanca,
ah, ella les mojó la oreja
con el grito de "abran cancha",
que esta milica morena
sin su merecida estatua
es más patriota que muchos
hechos bronce en las plazas.
En la noche de Ayohuma
la suerte ya estaba echada
y en manos del enemigo
por ser negra torturada
no se te cayó una mota
ni tampoco una palabra.
Bibliografía
sugerida
· GUZMAN, F. 2016. María Remedios del Valle. “La Capitana”, “Madre de la Patria” y “Niña de
Ayohuma”. Historiografía, memoria y representaciones en torno a esta figura
singular », Nuevo Mundo Mundos Nuevos
[En ligne],
Débats, mis en ligne le 16 décembre 2016, consulté le 08 mars 2017. URL : http://nuevomundo.revues.org/69871
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