lunes, 4 de septiembre de 2017

Los niños en las luchas por la independencia


A lo largo de la historia, y en muchas culturas, ha habido niños involucrados en campañas militares, incluso cuando estas prácticas estaban en contra de los usos culturales.
El uso militar de niños (inclusive hoy),  toma formas distintas: pueden tomar la parte directa en las hostilidades (niños soldados), o pueden ser utilizados en papeles de auxiliares tales como espías, mensajeros o patrullaje.
Algunos ejemplos de niños “famosos” en nuestro territorio representan a otros cientos anónimos que lucharon y, lamentablemente, muchos murieron.

El Tambor de Tacuarí, José Luis Basualdo, el postillón de la posta de Ojo de Agua, los soldaditos de Acosta Ñú o los pequeños espías de Güemes, son solo un ejemplo para recordar.

A lo largo de la historia, y en muchas culturas, ha habido niños involucrados en campañas militares, incluso cuando estas prácticas estaban en contra de los usos culturales.
El uso militar de niños (inclusive hoy),  toma formas distintas: pueden tomar la parte directa en las hostilidades (niños soldados), o pueden ser utilizados en papeles de auxiliares tales como espías, mensajeros o patrullaje.
Algunos ejemplos de niños “famosos” en nuestro territorio representan a otros cientos anónimos que lucharon y, lamentablemente, muchos murieron.
·   Los “tambores”

En buena parte de nuestros ejércitos de la independencia los niños oficiaron como “tambores”. Se les daba esta denominación a los responsables de redoblar el tambor para dar fuerzas al avances de las tropas, de la misma manera que llamaban “trompas” a los responsables de tocar el clarin o trompa.
El mas conocido de nuestra historia fue uno llamado Pedro Ríos, quien pasó a la historia como “El tambor de Tacuarí”.

Pedro había nacido en Yaguareté Corá (actualmente conocida como Concepción, en Corrientes), en septiembre de 1798. Era hijo de Antonio Ríos, un viejo maestro rural.
El entonces Coronel Manuel Belgrano fue designado por la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata al mando de la expedición militar al Paraguay, para someterla a su autoridad.
El 25 de noviembre de 1810 pasaron por el pueblo de Yaguareté Corá donde detuvieron la marcha por unos días. Allí incorporaron al ejército más soldados, en su mayoría guaraníes.
Luego de rezar en la capilla del pueblo, junto a la plana mayor, se presentó Pedro Ríos, que había cumplido 12 años, hacía apenas un par de meses atrás, y solicitó insistentemente unirse al ejército.
Belgrano se negó a incorporarlo. Ese mismo día el padre de Pedro le pidió una entrevista quien, luego de mantener una conversación le manifestó:
“No solo doy mi consentimiento, sino también ruego que lo acepte, porque yo, con mis 65 años de existencia, soy un hombre anciano y la entrega de mi hijo es la única ofrenda que puedo hacer a la Patria”.
El bautismo de fuego de Pedro Ríos, se produjo el 19 de enero de 1811, en la batalla de Paraguarí, donde Belgrano sufrió su primera derrota. Por órdenes de él, que evitaba que el niño estuviese en el frente de batalla, cumplió funciones en la retaguardia fortificando las carretas del parque de armas y el hospital de campaña.
Durante la lucha el Mayor Celestino Vidal quedó temporalmente ciego, y era el niño Pedro quien le servía de lazarillo.
En la batalla de Tacuarí, Pedro continuó guiando al Mayor Vidal, pero,  como el encargado del tambor se había sumado al combate, tomó las funciones de guía con el tambor alentando a la tropa a la vanguardia de la infantería. Como cualquier niño ignoraba el peligro que corría.
Cumpliendo sus funciones, fue alcanzado por dos proyectiles de fusil en el pecho, cayendo herido de gravedad y falleciendo minutos después. El Mayor Vidal dijo:
“Lo recuerdo y me estremezco. Me parece estar viéndolo impasible avanzar a mi lado. Yo lo he visto caer y abandoné la lucha para socorrerlo. Murió de dos disparos en el pecho. Estoy seguro de que su muerte fue mi salvación, porque al detenerme, no caí como cayeron casi todos los del ala donde estábamos nosotros”.
Su heroísmo fue reconocido por el propio general Manuel Belgrano, quien en un descanso en tierra cordobesa, mientras lo trasladaban desde Tucumán a Buenos Aires, muy enfermo, recordó la fecha del combate de Tacuarí, y al niño que en pocos días había adquirido una destreza aceptable tocando el tambor.
En 1909, el poeta argentino Rafael Obligado le dedicó el poema titulado El Tambor de Tacuarí, que hasta la mitad del siglo XX fue recitado por miles de alumnos argentinos:
Es horrible aquel encuentro,
cien luchando contra mil,
¡un pujante remolino
de humo y llamas truena allí!

Ya no ríe el pequeñuelo,
suelta un terno varonil!
¡Echa su alma sobre el parche
y en redobles lo hace hervir!

Que es muñeca la muñeca
del Tambor de Tacuarí.

En 1912, el Consejo Nacional de Educación dispuso que en todas las escuelas argentinas se recordase anualmente al Tambor de Tacuarí para destacar su valor y abnegación. 
·   Los postillones

Los Postillones es el nombre que se daba a los mozos que corrían de Posta a Posta, arreando los caballos cansados hasta su lugar de origen, solo o acompañado de pasajeros a su regreso.
Al llegar a la Posta siguiente traía de regreso los caballos utilizados para permitir que continuara el ciclo de funcionamiento del itinerario. La importancia de estos queda manifestada en los múltiples relatos de viajeros donde se muestra la actividad de estos jóvenes que debían tener como mínimo 18 años, aunque esto raras veces se cumplía.

Don Ramón J. Cárcano expresa estos conceptos referentes al Postillón:

“Ordinariamente era un niño que sin reparar en el tiempo, cruzaba sin descanso, ni recelo las distancias desiertas. Era un fiel compañero de viaje, auxilio y apoyo en todo momento. Era la hermana de caridad del caminante.

Regresaba de una jornada, y con frecuencia sucedía que apenas mudaba de caballos, tenía que emprender de nuevo el regreso. Marchaba a caballo toda la vida, sin pesares, ni cansancio, alegre y feliz, cantando los aires del lugar”

Miles de Postillones pasaron a la historia “sin pena ni gloria”, sin embargo hay tristes recuerdo de solo uno, José Luis Basualdo, un niño de 12 años que acompañaba la comitiva de Juan Facundo Quiroga desde la Posta de Ojo de Agua cuando este fue asesinado en Barranca Yaco (Córdoba). El niño postillón fue fusilado también sin miramientos. Dice Ferreira Soaje:

“Entre los que van a ser sacrificados va un niño postillón, José Luis Basualdo, se ha incorporado al servicio del convoy en la parada de Ojo de Agua. Apenas ha cumplido doce años.
Aterrorizado por lo que ve y no alcanza a entender, llora sin consuelo llamando a su mamita. El miliciano Benito Guzmán, vecino de Totoral Chico, conoce al niño y a su familia. Se empeña ante Santos Pérez en querer salvarle la vida.
Es una pobre criatura inocente (...) El sargento Marcelo Figueroa lleva a la tierna víctima al sitio del holocausto. Su martirio sería la atroz ofrenda de la barbarie a la Patria en formación”.

·   Los soldaditos de Acosta Ñú
La Guerra de la Triple Alianza se desarrolló entre 1864 y 1870. A finales de 1865 muchas escuelas paraguayas cerraron para que maestros y alumnos de cursos mayores fueran al frente de batalla por orden del Mariscal López. En mayo de 1867, para paliar las graves bajas sufridas, el gobierno de Asunción manda el reclutamiento obligatorio de todos los varones entre 12 y 15 años.
Con su ejército casi destruido, el Mariscal decreta que todo mayor de 12 años es adulto e inicia las levas de ancianos y jóvenes de 14 y 15 hasta tener un nuevo ejército de 12.000 soldados. 
La Batalla de Campo Grande (llamada Batalla de los Niños o Batalla de Acosta Ñu), fue un enfrentamiento donde en agosto de 1869, 20.000 hombres de la alianza lucharon contra apenas 500 soldados veteranos y 3.500 niños paraguayos de entre 6 y 15 años.
La batalla duraría ocho horas, con los paraguayos ofreciendo resistencia. Al final 3.300 paraguayos fueron muertos.
Las fuerzas aliadas tuvieron menos de 50 muertos y menos de 500 heridos.  Los niños (la inmensa mayoría entre 6 y 8 años), en medio de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileños, llorando que no los matasen, pero eran degollados en el acto.
Escondidas en la selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaron a comandar un grupo de niños en la resistencia.
Al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes. El Conde D’Eu (Gastón de Orleans), a cargo de las tropas brasileñas, mandó incendiar la maleza, quemados a niños y madres.
También mandó hacer cerco del hospital de Piribebuy, manteniendo en su interior los enfermos (en su mayoría jóvenes y niños), y lo incendió.
El hospital en llamas quedó cercado por las tropas brasileña que, cumpliendo las órdenes, empujaban a punta de bayoneta adentro de las llamas los enfermos que milagrosamente intentaban salir de la fogata.
No se conoce en la historia de América del Sur ningún crimen de guerra más terrible que ese.
La resistencia en Acosta Ñú y el sacrificio de esos niños muestran como la guerra se tornó implacable, como así también la conciencia máxima de la defensa de la nacionalidad, la lucha extrema por la independencia nacional, llegando al “suicidio” de un pueblo que no quiso rendirse para no perder la libertad.

Esa libertad en el Paraguay de la época no era una palabra abstracta sino que correspondía a un concepto práctico: el derecho a la tierra, a la alimentación, y a la independencia del país.

·   Los pequeños espias de Güemes

Güemes había conversado con San Martín sobre las ideas de atacar Perú desde Chile, pero para ello era necesario realizar el Cruce de los Andes y como necesidad básica, San Martín precisaba tener las espaldas cubiertas, con fuerzas activas en la frontera norte de Salta, para mantener ocupados los ejércitos realistas muy lejos de Lima.

La persona más indicada para dirigir esas operaciones era Güemes, y San Martín lo nombró General en Jefe del Ejército de Observación.
Toda la población participaba en la lucha: los hombres actuaban como guerreros, mientras que las mujeres y los niños lo hacían como espías o mensajeros.

Los realistas en sus avances por las quebradas veían niños jugando “a las escondidas” en los que no reparaban, cuando en realidad estos contaban a sus madres cuanta tropa avanzaba y que armamento llevaban. Otros “pretendían enrolarse como soldados”.

Una copla popular refleja un diálogo entre Güemes y unos niños:

-"Con su permiso, Señor".
- "Pasá muchacho"...
-"Vengo de Tacuara Alta, soy Juan Peralta 
y he galopiao diez leguas pa' pedirle que me deje 
peliar en las patriadas.
Tengo un ruano ligero como el viento
y una daga filosa en mi tacuara".

-"¿Un encargo, decís?"
-"Mesmo. E' un encargo de mi Mama.

Ej una deuda ¿sabe?...
Ej una deuda que me ha dejao mi Tata cuando cayó guapeando en una carga;
pa' que su hijo mayor se la pagase
con la sangre caliente de esos maulas".

-"¿Y...cuántos años tenís?
-"¿Yo?... yo voy pa' trece...
y mi hermano por once, por hay le anda".

-"¿y qué dirá tu mama si los matan?
-"... ¿Qué se yo?
¡Mi mama va a decir que supimos morir como... Peralta!".

Las emboscadas se repetían en las avanzadas de las fuerzas de ataque, pero más aún en la retaguardia y en las vías de aprovisionamiento.

Cuando los realistas se acercaban a un pueblo o a una hacienda, los habitantes, particularmente los más chicos de la familia, huían con todos los víveres y el ganado, junto a todo lo pudiese ser útil al enemigo.

Esta clase de lucha arruinó la economía salteña, pero las clases populares preferían este descalabro económico a las crueldades de los realistas.

·   El Día del Niño

Por Resolución 836 (IX), de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se celebra el Día del Niño el 20 de noviembre, en conmemoración a la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.

En Paraguay se conmemora el Día del Niño el 16 de agosto, recordando la Batalla de los Niños o Acosta Ñú. Hay un movimiento para que la OEA reconozca ese día como el Día del Niño en América.

En Argentina y Perú el día oficial es el 3° domingo de agosto.

Como tantas otras festividades, en nuestro país se celebra el Día del Niño como un “regalo” para los proveedores de juguetes y entretenimientos, sin embargo también podríamos festejarlos haciéndoles conocer sus derechos y  algunas de estas historias de “otros” niños.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.