viernes, 8 de septiembre de 2017

No todo lo que brilla es oro riojano


Bernardino González Rivadavia, cuya ambición casi no tenía límites, se asoció con capitales británicos para explotar las minas de oro y plata del cerro Famatina en La Rioja.

Cuando fue Presidente lo primero que hizo fue determinar que todo el subsuelo de las Provincias Unidas era de manejo exclusivo de la Presidencia, sin embargo había otros intereses en La Rioja (riojanos, porteños e ingleses), que, no solo impidieron que esto ocurriera, sino que crearon la más importante Casa de Moneda de este país en formación.

Los resultados de tales enfrentamientos fueron la quiebra de las empresas mineras, la estafa de los inversores, y la guerra entre unitarios y federales.
Fueron 36 años de funcionamiento acuñando oro y plata de circulación nacional hasta el final del mandato de Urquiza.

Esta es una historia compleja, llena de intrigas, intereses y traiciones, donde los historiadores no se ponen de acuerdo, como en tantas otras de nuestro país.

Esta es una historia compleja, llena de intrigas, intereses y traiciones, donde los historiadores no se ponen de acuerdo, como en tantas otras de nuestro país.
Empieza con Don Braulio Costa, quien fue un financista argentino con actuación destacada en la década de 1820, y especialmente notable por su relación con Facundo Quiroga.
Si bien su fuerte era el comercio y las finanzas vinculados a la banca británica, también tuvo actuación en la política de aquella convulsionada época.

Financió a los Treinta y Tres orientales y fundó, con otros acaudalados, el Banco de Descuentos de Buenos Aires, que terminaría en manos de los comerciantes e inversionistas ingleses.

Esto sería el centro de algunos de los peores negociados de la época de Bernardino Rivadavia, que tuvo a Costa como uno de los más destacados negociadores del empréstito con la Baring Brothers, y miembro del Consorcio de 

Administración del primer empréstito que endeudó a una nación que quería nacer.

Las Mining Company
Alrededor de 1818, época de dominio de los Brizuela y Doria en La Rioja, Don Braulio había comenzado a tener negocios en esa provincia, dedicados a la exploración y explotación de minerales en la Sierra de Famatina, pero estos negocios no prosperaron.
En mayo de 1824 concluyó la gobernación de Buenos Aires de Martín Rodríguez. Rivadavia, luego de negarse a continuar colaborando con el sucesor de Rodríguez, Gregorio de Las Heras, partió hacia Londres llevando una autorización de la Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires para gestionar la explotación de minas en el Río de la Plata.
La Legislatura provincial obviamente carecía de autoridad para aprobar dicha gestión sin previa consulta con el resto de las provincias involucradas, pero Rivadavia especulaba con el desconocimiento de tales detalles por parte de los entusiastas inversores londinenses.
El negocio de organizar en Londres una compañía para explotar la riqueza minera del cerro Famatina, había sido vislumbrado por el grupo porteño encabezado por los hermanos Robertson y Braulio Costa, sin embargo, antes de partir a Londres, Rivadavia suspendió las negociaciones que había iniciado con este grupo y decidió gestionar una compañía por su cuenta.
Si Rivadavia contaba con apoyos en el gobierno de Buenos Aires, sus rivales no sólo estaban sólidamente arraigados entre los altos comerciantes porteños, sino que pudieron incorporar a sectores dominantes de La Rioja, entre los que figuraba el hombre fuerte de dicha provincia, Juan Facundo Quiroga. Obtuvo así del gobierno de La Rioja una concesión amplia para explotar las minas del cerro Famatina. 
Por su parte, Rivadavia promovió su compañía con la colaboración financiera de una banca de menor importancia, la casa Hullett, que ya había actuado como agente financiero del gobierno de Buenos Aires y con la que Rivadavia tenía relaciones desde antes de 1820.
Se originó así The Provinces of River Plate Mining Association, por cuya organización Rivadavia recibía una suculenta comisión. Al principio ambas compañías negociaron en privado sus respectivos derechos, pero, no habiendo logrado un acuerdo, la disputa se hizo pública, apareciendo la denuncia de que ambas estaban vendiendo la misma cosa.
Las páginas de The Times en Londres registraron acusaciones recíprocas de las compañías de carecer de derechos para explotar el Famatina.
Rivadavia persistió en organizar la The Provinces of River Plate Mining, conociendo la existencia de la otra compañía y su derecho a explotar el Famatina, ya que habría tenido tomada la decisión de establecer un sistema unitario de gobierno que anulara la concesión riojana.
Como Rivadavia había dado por terminadas las negociaciones con este grupo, John Parish Robertson convino con Baring Brothers organizar con el nombre de Famatina Mining Company una entidad con capital británico que comenzó a colocar sus acciones en el mercado londinense.
Dado que el sistema de división de la soberanía entre varias provincias no convenía a las pretensiones de la empresa de Rivadavia (cuyos derechos le habían sido adjudicados por el Congreso General de 1824), y que la autoridad era sólo parcialmente reconocida por La Rioja, Don Bernardino logró que el Congreso lo eligiese para Presidente de la República, y desde ese cargo, pretendió someter a las provincias a su autoridad.
Por otra parte, en 1825, Costa fue nombrado por Facundo Quiroga presidente del Banco de La Rioja, que hasta ese momento solo era un proyecto. La legislatura riojana adjudicó la explotación de las minas del Cerro Famatina al Banco “proyectado”, y le dio la exclusividad del derecho a acuñar moneda con los metales extraídos.
Don Gonzáles Rivadavia y algunos de sus socios porteños y británicos habían montado una estafa sensacional.
“Todas las tierras y demás bienes inmuebles” de las provincias pasaban a ser nacionales, y cuando se refiere a “demás bienes inmuebles” se refiere al subsuelo que sería administrado solo por la Presidencia, es decir por Rivadavia.
Este le escribe a su “socio” John Hullet en la Rio Plata Mining Association “las minas son ya de propiedad nacional y están exclusivamente bajo la administración del Presidente de la República”, vendiéndole (…o mejor dicho vendiéndose), el Cerro Famatina en La Rioja, aunque en realidad este era solo era una parte, ya que las cesiones eran “para explotar todas las minas de oro y plata de las Provincias Unidas”.
Los folletos publicitarios que circulaban en Londres para lograr inversionistas decían:
“Podemos afirmar, sin hipérbole, que las minas del Famatina contienen las riquezas más grandes del Universo. Voy a probarlo con una simple aserción de la que dan fe miles de testigos: en sus campos [de Chilecito], el oro brota con las lluvias como en otros la semilla… las pepitas de oro, grandes y pequeñas aparecen a la vista cuando la lluvia lava el polvo que cubre la superficie.
Después de una lluvia algo fuerte una señora encontró a pocas yardas de su puerta una mole de oro que pesaba veinte onzas [casi 600 gramos]. Otra, al quitar unas matas de yuyos de su jardín, descubrió en las raíces una pepita de tres a cuatro onzas.
Cuando se barren los pisos de las casa o se limpian los establos, siempre se encuentra oro confundido entre el polvo. Estos casos ocurren tan frecuentemente que exigiría mucho detallarlos”.
Los pequeños inversionistas ingleses consumían esos mensajes con codicia. Los que tenían algunos ahorros se dedicaban a comprar acciones en las compañías que prometían ir al Nuevo Mundo a traer “el oro y el moro”. La fantasía duró menos de un año, y después las cosas volvieron a su lugar.

Los ingenieros británicos que viajaron hasta La Rioja regresaron con la noticia de que el oro no estaba desparramado por las calles y que si en las montañas del Famatina había algo parecido a eso había que montar una explotación que requería inversiones altísimas sin ninguna garantía de obtener algún beneficio en lo inmediato.

Concretamente, los ingenieros ingleses aconsejaban no invertir. Según ellos, el oro era dudoso, pero mucho más dudosa era la mano de obra criolla y la honestidad de los financistas y políticos de la región. Esta es una historia donde aparentemente los estafados y despojados fueron algunos pocos ingleses, sin embargo el manejo posterior del crédito con la Baring Brother les dio amplias revanchas y perdimos todos nosotros.
A la larga, el proyecto minero correría la suerte de la mayoría de las compañías del South American bubble (la burbuja sudamericana). En el caso del Río de la Plata, esta burbuja se desvaneció con la crisis de 1825 y la guerra con el Brasil. Si la crisis se llevó los ahorros de una multitud de pequeños inversores ingleses, contribuyó también a agudizar los enfrentamientos entre los dos grupos rivales que, utilizando distintas influencias, procuraban quedarse con los beneficios de la gestión financiera. 
Oro riojano para monedas argentinas
La primera moneda de oro con el sello de la Patria (cuyo valor era de 8 Escudos), fue producida en la ciudad de Potosí, en el Alto Perú (hoy Bolivia), en 1813, bajo el control del Ejercito Libertador Patriota liderado por Manuel Belgrano.
Años después, Facundo Quiroga y sus socios se disponían a explotar las minas de San Pedro de Famatina y reclutaron a un grupo de mineros ingleses para trabajar en ellas.

A partir de explotación el caudillo promovió el funcionamiento de una Casa de la Moneda autónoma en La Rioja que amonedó con el diseño similar a las acuñaciones patrias de Potosí.

La Rioja contaba con plata y oro procedente del Famatina, pero carecía de recursos para abonar los primeros gastos del establecimiento. En 1824 el Gobernador Baltasar Agüero dispuso establecer la ceca (se denomina así a una casa destinada el acuñado de monedas), mediante una suscripción de acciones entre particulares, por valor de 1.000 pesos cada una.

La suscripción inicial de acciones despertó poco interés, sin embargo participó en ella una sociedad de financistas porteños cuya cabeza visible era Don Braulio Costa. Al no reunirse los fondos necesarios, se decidió refundar la primitiva asociación en una nueva, en la que intervino además Juan Facundo Quiroga, pero los capitales porteños formaron mayoría. 

La sociedad se denominó Banco de Rescates y Casa de Moneda de la Rioja. Ya entonces se encontraban en La Rioja nuevos útiles y herramientas enviados desde Buenos Aires, y se había podido construir una máquina de amonedar, con bronce obsequiado por la provincia de Córdoba.

La ceca, de La Rioja, que comenzó a funcionar primero en Chilecito y luego en la Capital de la Provincia, reemplazó en la acuñación a Potosí, definitivamente perdida en 1815.


      

Monedas acuñadas en Potosí en 1813 (arriba), y en La Rioja en 1824 (abajo)

Para los distraídos, es la moneda representada en el centro de la moneda de un Peso de circulación actual.
A mediados de 1825 llegaron los obreros e ingenieros británicos de la Rio Plata Mining para trasladarse a La Rioja, solicitándole, al entonces Gobernador de Buenos Aires Gregorio Las Heras, ayuda para el traslado. Las Heras, dudando de la transparencia del “negocio rivadaviano”, le pide a las provincias mineras las anuencias legales correspondientes.
El Capitán Francis Bond Head, jefe de los mineros, recorrió la zona encontrándose en La Rioja con Facundo Quiroga, al frente de la Casa de la Moneda y explotando en forma irrevocable los yacimientos nada extraordinarios del cerro.
Head cayó en la cuenta que la empresa a la que representaba no era “dueña” del Famatina y que el gobierno nacional no tenía jurisdicción sobre el sub suelo provinciano.
Comunicó esto a sus superiores en Londres quienes resolvieron que su socio Rivadavia (que estaba con ellos), se volviera urgente a Buenos Aires a “resolver el problema”.
En el ínterin Head, convencido de la estafa, ya había vendido gran parte del equipo que trajo de Europa a la Chilean and Peruvian Mining Association.
Rivadavia, enfadado por lo ocurrido, insulta a Head y manifiesta “…tan pronto que sea nombrado procederé a procurar la sanción de la ley para el contrato de la compañía”.
Así fue. Tan pronto asumió la Presidencia declaró: “Las minas son ya, por ley, de propiedad nacional y están exclusivamente bajo la administración del Presidente de la República”
La Rio Plata Mining, obviamente, quebró definitivamente en 1827. El conflicto entre Rivadavia y Quiroga por los metales del cerro Famatina tuvo influencia en los primeros entreveros  entre unitarios y federales en el interior, que terminó con una clara victoria de Quiroga.
No obstante la renuncia de Rivadavia a la Presidencia (relacionada pero no causada por esa derrota), no llevaron al éxito a la Famatina Mining, que también terminó quebrando.
En 1829 la ceca riojana sufre las primeras consecuencias de la guerra civil. Sus instalaciones son desmanteladas y sólo emite unas pocas onzas de oro.

Derrotado Quiroga en La Tablada y Oncativo, el General Gregorio Aráoz de Lamadrid ocupa la provincia y se proclama Gobernador, tratando de poner en funcionamiento la ceca, situación esta que ocurre apenas a fines de 1830.

Después del asesinato de Quiroga en 1835, el Brigadier Tomás Brizuela (hombre fuerte de La Rioja), propone a la Legislatura acuñar monedas con el retrato de Juan Manuel de Rosas.

Es preciso explicar que las autoridades riojanas querían algo más que rendir tributo a Don Juan Manuel. En realidad buscaban crear una moneda nacional como uno de los pasos tendientes a la fundación del Estado Nacional, y para eso se necesitaba la aceptación de quien era el virtual jefe supremo de la Argentina.

Durante el funcionamiento de la ceca se acuñaron monedas de oro y plata con el nombre de las Provincias Unidas para que pudieran circular a nivel nacional. Las ilustraciones de las monedas en el tiempo de funcionamiento de la ceca riojana tuvieron las imágenes de Sello de la Asamblea General, el Sol Patrio, el Escudo nacional (sin sol), la imagen de Juan Manuel de Rosas y la imagen del cerro Famatina con banderas y cañones.

Don José Barros Quintero, que había ingresado a trabajar en la ceca en 1829, desempeñando los oficios de grabador, ensayador, fiel y balanzario, ocupó en los últimos años el cargo de director de la institución.

Según sus informes, desde 1824 hasta 1860 (momento en que dejó de funcionar después de 36 años), la ceca había emitido en oro y plata por un importe cercano a los 600.000 pesos.

El edificio original de la Casa de Moneda fue desalojado para ubicar allí al Colegio Nacional de la capital riojana. Las antiguas maquinarias se depositaron en el Cabildo quedando a la intemperie y perdiéndose por falta de mantenimiento. El balancín más importante de la ceca riojana, utilizado para acuñar, fue destrozado en 1875 (cuando Buenos Aires instaló su Casa de Moneda), y su material se usó para la fabricación de la campana del reloj público. El resto se vendió como chatarra.

Así terminó la historia de la más importante ceca provincial de la Argentina.

¿Coincidencias?

No se absolutamente nada de numismática, pero curioseando esto de las monedas acuñadas en La Rioja, para substituir los cuños del Potosí, me encontré con fotos, grabados Cerro de Potosí, y monedas representando al mismo.
 


                     
Viendo fotografías del Cerro Famatina y su representación en las monedas, me parece que la naturaleza quizo imitar con demasiada perfección ambos cerros y representamos en las mondedas riojanas al mismísimo Nevado de Famatina (Cerro General Belgrano), que son muy parecidos en ambos cuños.

 

Epílogo

Ni el cerro Famatina era tan rico ni tan fácil de ser explotado, ni los capitales criollos e ingleses alcanzaron para poner en funcionamiento sustentable la minería provinciana, que quebró independientemente de quienes la regenteaban.

La Casa de la Moneda de La Rioja ocupó por un largo tiempo el liderazgo en el arte de diseñar y acuñar monedas de oro y plata de uso nacional (ya lo habían intentado Córdoba, Salta y Santiago del Estero), sin embargo las falsificaciones, los vaivenes políticos y los intereses porteños y provincianos confrontados, hicieron que todo “volviera a nacer en Buenos Aires” instaurando la Casa de la Moneda en 1875, durante la Presidencia de Nicolás Avellaneda.




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