Bernardino González Rivadavia, cuya ambición casi no tenía límites, se asoció con capitales británicos para explotar las minas de oro y plata del cerro Famatina en La Rioja.
Cuando fue Presidente lo
primero que hizo fue determinar que todo el subsuelo de las Provincias Unidas
era de manejo exclusivo de la Presidencia, sin embargo había otros intereses en
La Rioja (riojanos, porteños e ingleses), que, no solo impidieron que esto
ocurriera, sino que crearon la más importante Casa de Moneda de este país en
formación.
Los resultados de tales
enfrentamientos fueron la quiebra de las empresas mineras, la estafa de los
inversores, y la guerra entre unitarios y federales.
Fueron 36 años de
funcionamiento acuñando oro y plata de circulación nacional hasta el final del
mandato de Urquiza.
Esta es
una historia compleja, llena de intrigas, intereses y traiciones, donde los
historiadores no se ponen de acuerdo, como en tantas otras de nuestro país.
Esta
es una historia compleja, llena de intrigas, intereses y traiciones, donde los
historiadores no se ponen de acuerdo, como en tantas otras de nuestro país.
Empieza
con Don Braulio Costa, quien fue un financista argentino con actuación destacada en la década de 1820, y especialmente notable por su relación con Facundo Quiroga.
Si bien su fuerte era el comercio y las finanzas vinculados a la banca
británica, también tuvo actuación en la política de aquella convulsionada
época.
Financió a los Treinta y Tres orientales y fundó, con otros acaudalados, el
Banco de Descuentos de Buenos Aires, que terminaría en manos de los comerciantes e
inversionistas ingleses.
Esto sería el centro de algunos de los peores
negociados de la época de Bernardino Rivadavia, que tuvo a Costa como uno de los más destacados
negociadores del empréstito con la Baring Brothers, y miembro del Consorcio de
Administración del primer empréstito
que endeudó a una nación que quería nacer.
Las Mining Company
Alrededor de 1818, época de dominio de los Brizuela y Doria en La Rioja, Don Braulio había comenzado
a tener negocios en esa provincia, dedicados a la exploración y explotación de
minerales en la Sierra de Famatina, pero estos negocios no prosperaron.
En mayo de 1824 concluyó la gobernación de Buenos Aires de Martín Rodríguez.
Rivadavia, luego de negarse a continuar colaborando con el sucesor de
Rodríguez, Gregorio de Las Heras, partió hacia Londres llevando una
autorización de la Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires para
gestionar la explotación de minas en el Río de la Plata.
La Legislatura provincial
obviamente carecía de autoridad para aprobar dicha gestión sin previa consulta
con el resto de las provincias involucradas, pero Rivadavia especulaba con el
desconocimiento de tales detalles por parte de los entusiastas inversores
londinenses.
El negocio de organizar en
Londres una compañía para explotar la riqueza minera del cerro Famatina, había
sido vislumbrado por el grupo porteño encabezado por los hermanos Robertson y
Braulio Costa, sin embargo, antes de partir a Londres, Rivadavia suspendió las
negociaciones que había iniciado con este grupo y decidió gestionar una
compañía por su cuenta.
Si Rivadavia contaba con apoyos
en el gobierno de Buenos Aires, sus rivales no sólo estaban sólidamente
arraigados entre los altos comerciantes porteños, sino que pudieron incorporar
a sectores dominantes de La Rioja, entre los que figuraba el hombre fuerte de
dicha provincia, Juan Facundo Quiroga. Obtuvo así del gobierno de La Rioja una
concesión amplia para explotar las minas del cerro Famatina.
Por su parte,
Rivadavia promovió su compañía con la colaboración financiera de una banca de
menor importancia, la casa Hullett, que ya había actuado como agente financiero
del gobierno de Buenos Aires y con la que Rivadavia tenía relaciones desde
antes de 1820.
Se originó
así The Provinces of River Plate Mining Association, por cuya organización
Rivadavia recibía una suculenta comisión. Al principio ambas compañías negociaron
en privado sus respectivos derechos, pero, no habiendo logrado un acuerdo, la
disputa se hizo pública, apareciendo la denuncia de que ambas estaban vendiendo
la misma cosa.
Las páginas
de The Times en Londres registraron acusaciones recíprocas de las
compañías de carecer de derechos para explotar el Famatina.
Rivadavia persistió
en organizar la The Provinces of River Plate Mining, conociendo la
existencia de la otra compañía y su derecho a explotar el Famatina, ya que habría
tenido tomada la decisión de establecer un sistema unitario de gobierno que
anulara la concesión riojana.
Como Rivadavia
había dado por terminadas las negociaciones con este grupo, John Parish
Robertson convino con Baring Brothers organizar con el nombre de Famatina
Mining Company una entidad con capital británico que comenzó a colocar
sus acciones en el mercado londinense.
Dado que el sistema de
división de la soberanía entre varias provincias no convenía a las pretensiones
de la empresa de Rivadavia (cuyos derechos le habían sido adjudicados por el Congreso General de 1824), y que la autoridad era sólo parcialmente reconocida por La Rioja, Don
Bernardino logró que el Congreso lo eligiese para Presidente de la República, y
desde ese cargo, pretendió someter a las provincias a su autoridad.
Por otra parte, en 1825, Costa
fue nombrado por Facundo
Quiroga presidente del Banco de La Rioja, que hasta ese momento solo era un
proyecto. La legislatura riojana adjudicó la explotación de las minas del Cerro Famatina al Banco “proyectado”, y le dio la exclusividad del derecho a acuñar moneda
con los metales extraídos.
Don Gonzáles Rivadavia y
algunos de sus socios porteños y británicos habían montado una estafa
sensacional.
“Todas las tierras y demás bienes inmuebles” de las provincias
pasaban a ser nacionales, y cuando se refiere a “demás bienes inmuebles” se refiere al subsuelo que sería
administrado solo por la Presidencia, es decir por Rivadavia.
Este le escribe a su
“socio” John Hullet en la Rio Plata
Mining Association “las minas son ya
de propiedad nacional y están exclusivamente bajo la administración del
Presidente de la República”, vendiéndole (…o mejor dicho vendiéndose), el
Cerro Famatina en La Rioja, aunque en realidad este era solo era una parte, ya
que las cesiones eran “para explotar
todas las minas de oro y plata de las Provincias Unidas”.
Los folletos
publicitarios que circulaban en Londres para lograr inversionistas decían:
“Podemos afirmar, sin hipérbole, que las minas del
Famatina contienen las riquezas más grandes del Universo. Voy a probarlo con
una simple aserción de la que dan fe miles de testigos: en sus campos [de Chilecito], el oro brota con las lluvias como en otros
la semilla… las pepitas de oro, grandes y pequeñas aparecen a la vista cuando
la lluvia lava el polvo que cubre la superficie.
Después de una lluvia algo fuerte una señora encontró a
pocas yardas de su puerta una mole de oro que pesaba veinte onzas [casi 600 gramos]. Otra, al quitar unas matas de yuyos de su
jardín, descubrió en las raíces una pepita de tres a cuatro onzas.
Cuando se barren los pisos de las casa o se limpian los
establos, siempre se encuentra oro confundido entre el polvo. Estos casos ocurren
tan frecuentemente que exigiría mucho detallarlos”.
Los
pequeños inversionistas ingleses consumían esos mensajes con codicia. Los que
tenían algunos ahorros se dedicaban a comprar acciones en las compañías que
prometían ir al Nuevo Mundo a traer “el oro y el moro”. La fantasía duró menos
de un año, y después las cosas volvieron a su lugar.
Los ingenieros
británicos que viajaron hasta La Rioja regresaron con la noticia de que el oro
no estaba desparramado por las calles y que si en las montañas del Famatina
había algo parecido a eso había que montar una explotación que requería
inversiones altísimas sin ninguna garantía de obtener algún beneficio en lo
inmediato.
Concretamente,
los ingenieros ingleses aconsejaban no invertir. Según ellos, el oro era
dudoso, pero mucho más dudosa era la mano de obra criolla y la honestidad de
los financistas y políticos de la región. Esta es una historia donde aparentemente
los estafados y despojados fueron algunos pocos ingleses, sin embargo el manejo
posterior del crédito con la Baring Brother les dio amplias revanchas y
perdimos todos nosotros.
A la larga, el
proyecto minero correría la suerte de la mayoría de las compañías del South
American bubble (la burbuja sudamericana). En el caso del Río de la Plata,
esta burbuja se desvaneció con la crisis de 1825 y la guerra con el Brasil. Si
la crisis se llevó los ahorros de una multitud de pequeños inversores ingleses,
contribuyó también a agudizar los enfrentamientos entre los dos grupos rivales
que, utilizando distintas influencias, procuraban quedarse con los beneficios
de la gestión financiera.
Oro riojano para monedas argentinas
La primera moneda de oro con el sello de la Patria (cuyo valor era de 8
Escudos), fue producida en la ciudad de Potosí, en el Alto Perú (hoy Bolivia),
en 1813, bajo el control del
Ejercito Libertador Patriota liderado por Manuel Belgrano.
Años después, Facundo
Quiroga y sus socios se disponían a explotar las minas de San Pedro de
Famatina y reclutaron a un grupo de mineros ingleses para trabajar en ellas.
A partir de explotación el caudillo promovió el funcionamiento de una
Casa de la Moneda autónoma en La Rioja que amonedó con el diseño similar a las
acuñaciones patrias de Potosí.
La Rioja contaba con
plata y oro procedente del Famatina, pero carecía de recursos para abonar los
primeros gastos del establecimiento. En 1824
el Gobernador Baltasar Agüero dispuso establecer la ceca (se denomina así a una casa destinada el acuñado de monedas), mediante una
suscripción de acciones entre particulares, por valor de 1.000 pesos cada una.
La suscripción
inicial de acciones despertó poco interés, sin embargo participó en ella una
sociedad de financistas porteños cuya cabeza visible era Don Braulio Costa. Al
no reunirse los fondos necesarios, se decidió refundar la primitiva asociación
en una nueva, en la que intervino además Juan Facundo Quiroga, pero los
capitales porteños formaron mayoría.
La sociedad se
denominó Banco de Rescates y Casa de Moneda de la Rioja. Ya entonces se
encontraban en La Rioja nuevos útiles y herramientas enviados desde Buenos
Aires, y se había podido construir una máquina de amonedar, con bronce
obsequiado por la provincia de Córdoba.
La ceca, de La Rioja, que comenzó a funcionar primero en Chilecito y
luego en la Capital de la Provincia, reemplazó en la acuñación a Potosí,
definitivamente perdida en 1815.
Monedas acuñadas en Potosí en 1813 (arriba), y en La Rioja en 1824
(abajo)
Para
los distraídos, es la moneda representada en el centro de la moneda de un Peso
de circulación actual.
A mediados de 1825 llegaron los obreros e ingenieros
británicos de la Rio Plata Mining
para trasladarse a La Rioja, solicitándole, al entonces Gobernador de Buenos
Aires Gregorio Las Heras, ayuda para el traslado. Las Heras, dudando de la
transparencia del “negocio rivadaviano”, le pide a las provincias mineras las
anuencias legales correspondientes.
El Capitán Francis Bond Head,
jefe de los mineros, recorrió la zona encontrándose en La Rioja con Facundo
Quiroga, al frente de la Casa de la Moneda y explotando en forma irrevocable
los yacimientos nada extraordinarios del cerro.
Head cayó en la cuenta que la
empresa a la que representaba no era “dueña” del Famatina y que el gobierno
nacional no tenía jurisdicción sobre el sub suelo provinciano.
Comunicó esto a sus superiores
en Londres quienes resolvieron que su socio Rivadavia (que estaba con ellos),
se volviera urgente a Buenos Aires a “resolver el problema”.
En el ínterin Head, convencido
de la estafa, ya había vendido gran parte del equipo que trajo de Europa a la Chilean and Peruvian Mining Association.
Rivadavia, enfadado por lo
ocurrido, insulta a Head y manifiesta “…tan
pronto que sea nombrado procederé a procurar la sanción de la ley para el
contrato de la compañía”.
Así fue. Tan pronto asumió la
Presidencia declaró: “Las minas son ya,
por ley, de propiedad nacional y están exclusivamente bajo la administración
del Presidente de la República”
La Rio Plata Mining, obviamente, quebró definitivamente en 1827. El conflicto entre Rivadavia y
Quiroga por los metales del cerro Famatina tuvo influencia en los primeros
entreveros entre
unitarios y federales en el interior, que terminó con una clara victoria de Quiroga.
No obstante la renuncia de
Rivadavia a la Presidencia (relacionada pero no causada por esa derrota), no
llevaron al éxito a la Famatina Mining,
que también terminó quebrando.
En 1829 la ceca riojana sufre las primeras
consecuencias de la guerra civil. Sus instalaciones son desmanteladas y sólo
emite unas pocas onzas de oro.
Derrotado Quiroga en
La Tablada y Oncativo, el General Gregorio Aráoz de Lamadrid ocupa la provincia
y se proclama Gobernador, tratando de poner en funcionamiento la ceca,
situación esta que ocurre apenas a fines de 1830.
Después del asesinato
de Quiroga en 1835, el Brigadier
Tomás Brizuela (hombre fuerte de La Rioja), propone a la Legislatura acuñar
monedas con el retrato de Juan Manuel de Rosas.
Es preciso explicar
que las autoridades riojanas querían algo más que rendir tributo a Don Juan
Manuel. En realidad buscaban crear una moneda nacional como uno de los pasos
tendientes a la fundación del Estado Nacional, y para eso se necesitaba la
aceptación de quien era el virtual jefe supremo de la Argentina.
Durante el funcionamiento de la ceca se acuñaron monedas de oro y plata
con el nombre de las Provincias Unidas para que pudieran circular a nivel
nacional. Las ilustraciones de las monedas en el tiempo de funcionamiento de la
ceca riojana tuvieron las imágenes de Sello de la
Asamblea General, el Sol Patrio, el Escudo nacional (sin sol), la imagen de Juan
Manuel de Rosas y la imagen del cerro Famatina con banderas y cañones.
Don José Barros Quintero, que había ingresado a trabajar en
la ceca en 1829, desempeñando los oficios de grabador, ensayador, fiel y balanzario,
ocupó en los últimos años el cargo de director de la institución.
Según sus informes, desde 1824 hasta 1860 (momento en que
dejó de funcionar después de 36 años), la ceca había emitido en oro y plata por
un importe cercano a los 600.000 pesos.
El edificio original de la Casa de Moneda fue desalojado
para ubicar allí al Colegio Nacional de la capital riojana. Las antiguas
maquinarias se depositaron en el Cabildo quedando a la intemperie y perdiéndose
por falta de mantenimiento. El balancín más importante de la ceca riojana,
utilizado para acuñar, fue destrozado en 1875 (cuando Buenos Aires instaló su
Casa de Moneda), y su material se usó para la fabricación de la campana del
reloj público. El resto se vendió como chatarra.
Así terminó la historia de la más importante ceca
provincial de la Argentina.
¿Coincidencias?
No se absolutamente nada de numismática, pero curioseando
esto de las monedas acuñadas en La Rioja, para substituir los cuños del Potosí,
me encontré con fotos, grabados Cerro de Potosí, y monedas representando al
mismo.
Viendo
fotografías del Cerro Famatina y su representación en las monedas, me parece
que la naturaleza quizo imitar con demasiada perfección ambos cerros y
representamos en las mondedas riojanas al mismísimo Nevado de Famatina (Cerro
General Belgrano), que son muy parecidos en ambos cuños.
Epílogo
Ni el cerro Famatina era tan
rico ni tan fácil de ser explotado, ni los capitales criollos e ingleses
alcanzaron para poner en funcionamiento sustentable la minería provinciana, que
quebró independientemente de quienes la regenteaban.
La Casa de la Moneda de La
Rioja ocupó por un largo tiempo el liderazgo en el arte de diseñar y acuñar
monedas de oro y plata de uso nacional (ya lo habían intentado Córdoba, Salta y
Santiago del Estero), sin embargo las falsificaciones, los vaivenes políticos y
los intereses porteños y provincianos confrontados, hicieron que todo “volviera
a nacer en Buenos Aires” instaurando la Casa de la Moneda en 1875, durante la Presidencia
de Nicolás Avellaneda.
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