lunes, 25 de septiembre de 2017

Los “rejuntes políticos” como herramienta de oposición. La Coalición del Norte


Nuestra historia (incluso la reciente), está llena confrontaciones, algunas veces ideológicas, otras por intereses territoriales o personales. Algunas veces se discutieron ideas, otras solo hechos.

La formación de la Coalición del Norte es un claro ejemplo de “rejunte” de gente que si bien pensaban diferente entre si (Unitarios, Liberales, Centralistas, algunos Federales del interior), tenían un enemigo común, en este caso el pensamiento y el accionar de Rosas.

Muchos no querían una patria justa, libre y soberana. Porteños y provincianos “aporteñados”, barnizados con una pátina de ilustrados e iluminados, quisieron imponer su modelo, a como diera lugar, de la misma forma que sus adversarios.

Muchos, de ambos lados, confundidos, se cambiaban de bando cuando comprendían que sus ideas de país confrontaban con las de su aliado temporal.


Esta es una historia corta por su duración (apenas 14 meses), pero compleja y profunda por sus consecuencias políticas y sus miles de muertos.

El contexto de época
Todo comienza en 1837. Genaro Berón de Astrada, militar correntino de extracción federal del interior, fue elegido Gobernador de su provincia. Su preocupación central era la libertad de navegación por el río Paraná. Entró en conflictos con Rosas por esa causa y buscó la alianza de Domingo Cullen, Gobernador de Santa Fe.
Lanzó una rebelión contra Rosas, sin estar preparado. Nominalmente estaba aliado con los emigrados unitarios de Montevideo y con “el pardejón” Fructuoso Rivera. Esta alianza lo comprometió por completo pero no le reportó ayuda alguna.
Berón reunió un ejército de 5.000 hombres, pero sin organización ni instrucción, que fue rápidamente derrotado por el Gobernador entrerriano Pascual Echagüe (apoyado logísticamente por Rosas), en la batalla de Pago Largo, en 1839. Los correntinos dejaron en el campo de batalla más de 1.000 prisioneros y casi 2.000 muertos, incluido al propio Gobernador Berón de Astrada.
La provincia de Corrientes pasó brevemente a manos de los federales bonaerenses, que nombraron gobernador a José Antonio Romero.
Eliminado el enemigo interno, Echagüe invadió el Uruguay el 29 de julio  de 1839, acompañado por Juan Antonio Lavalleja. Fructuoso Rivera lo esperó en el norte del país, y por medio de una retirada lenta lo fue alejando de sus bases, mientras Rivera iba recibiendo nuevos refuerzos. Tras un par de combates menores, los 3.000 hombres de Rivera derrotaron a los 6.000 de Echagüe en la batalla de Cagancha el 29 de diciembre de 1839.
Por otro lado, en Buenos Aires, la posición interna de Rosas parecía sólida después de la eliminación de los unitarios y de los federales lomos negros, pero el bloqueo francés al Río de la Plata para presionar a Rosas por beneficios y prebendas, creó dos nuevos grupos de descontentos:
·   Los jóvenes intelectuales y "románticos" (para los que Francia era el más alto grado de la civilización universal), que se mudaban a Montevideo y desde allí combatían epistolarmente a Rosas. Luego lo convencerían a Lavalle para que “ponga el cuero” y derrote a aquel.
·   Los estancieros, perjudicados económicamente por el bloqueo, ya que no podían exportar ganado.
A los “afrancesados” no les temía, pero si, apoyados por los militares franceses, se armaban ejércitos en su contra, los debía enfrentar en el campo de batalla. Alberdi desde Montevideo le escribía a los gobernadores norteños:
“Aquí hay de todo: plata, hombres, cañones, buques… ustedes no hagan mas que prestar cooperación moral… retiren auténticamente de las manos de Rosas el poder de dirigir las relaciones exteriores”. 
Para los estancieros del sur, Rosas decidió solucionar la crisis financiera que el bloqueo le causaba exigiendo el pago de los alquileres atrasados de los ganaderos enfiteutas (campos cedidos por largo tiempo), y que hacía muchos años que no los pagaban, y poco después obligó a los estancieros que compraran sus campos o los devolvieran al estado provincial.
La zona en que la enfiteusis era dominante era el entonces sur de la provincia de Buenos Aires, y allí los hacendados decidieron librarse de Rosas. Con ayuda de los unitarios establecidos en Montevideo, organizaron una campaña para que el General Lavalle desembarque en el sur de Buenos Aires y apoye a los estancieros opositores.
Esperaban coordinarse con una revolución en la ciudad de Buenos Aires. Esto decidió a los conspiradores del sur de la provincia a lanzarse a la revolución, que estalló en Dolores, instalando poco después su improvisado ejército en el pueblo de Chascomús, pero la esperada ayuda de Lavalle a los estancieros se había esfumado, ya que este había decidido invadir Entre Ríos.
El coronel Prudencio Rosas, hermano del gobernador, los atacó en Noviembre de 1839 en la batalla de Chascomús, derrotando las fuerzas “estancieras”.
La mayor parte de los gauchos se rindieron y fueron indultados por orden de Rosas, mientras que los cabecillas murieron en el campo de batalla y otros dirigentes lograron exiliarse en Montevideo, para luego unirse a Lavalle. 
Poco tiempo antes: Todo a causa de la muerte de Heredia
Alejandro Heredia fue un militar y político argentino, que participó en la guerra de independencia y fue gobernador y caudillo de la provincia de Tucumán. Hombre culto que luchó en el Ejército del Norte a las órdenes e Manuel Belgrano.
Comenzó a descollar en 1820, cuando fue, junto a Juan Bautista Bustos y José María Paz, uno de los líderes del llamado motín de Arequito, por el cual el ejército patriota se negaba a combatir en una guerra fratricida entre unitarios y federales.
Luego, se retiró con el Ejército a Córdoba, donde unos meses después, el Gobernador de Córdoba, Bustos, lo envió a unirse al ejército de Martín Miguel de Güemes, al que se le unió.
En 1824 fue electo representante en el Congreso Nacional Constituyente por su provincia (y luego por la de Salta). Defendió la postura federal y se opuso a la Constitución Unitaria de 1826 y al tratado de paz con el Imperio del Brasil, por el que se reconocía la pérdida de la Banda Oriental. También intentó salvar la provincia de Tarija de ser incorporada a Bolivia.
En agosto de 1827 cayó el Congreso, y el nuevo Gobernador porteño, Manuel Dorrego, lo envió a las provincias de Catamarca, La Rioja y Salta a coordinar la próxima reunión de un congreso y la organización de refuerzos para continuar la guerra contra el Brasil.
Mientras duró la guerra civil entre las provincias del partido federal y las de la Liga del Interior, dirigió una organización federal secreta en Salta.
Cuando en noviembre de 1831, el jefe unitario Lamadrid fue derrotado en la batalla de La Ciudadela, la legislatura salteña envió una embajada al General vencedor, Facundo Quiroga, formada por Francisco de Gurruchaga y el propio General Heredia, con la cual se firmó un tratado por el que se declaraba desaparecida la Liga del Interior.
Tres meses después, el propio Quiroga organizó elecciones en la provincia de Tucumán (sin la participación del partido unitario), que llevó a la gobernación a Heredia. Asumió a mediados de enero de 1832.
En su primer discurso llamó a la paz y la concordia entre los argentinos, invitando a los tucumanos a que:
"borremos para siempre la idea de la guerra, y que un olvido eterno sepulte horrores, equivocaciones y crímenes pasados."
Realmente intentó mantener la concordia con los unitarios derrotados, se negó a encabezar los documentos oficiales con los acostumbrados "mueras" a los unitarios, protegía a los moderados (como Alberdi, Avellaneda y Marcos Paz), y siguió pidiendo la organización constitucional del país.
Era aliado de los jefes del partido federal, es decir, de Quiroga, Estanislao López, Juan Felipe Ibarra y Juan Manuel de Rosas, de los cuales el último llegaría lentamente a dominar a los otros.
Como varios líderes unitarios conspiraron contra el ejército, Heredia los arrestó, pero en lugar de ejecutarlos los desterró hacia Bolivia, con un decreto que explicaba que:
"ningún individuo está obligado a vivir en un país cuyo gobierno, instituciones y leyes no son conformes a sus intereses y sentimientos”
Todos sus antecedentes eran suficiente argumento para que muchos desearan su muerte.
Heredia fue emboscado en el camino de San Pablo a 10 km de San Miguel de Tucumán, cuando éste se dirigía hacia su finca de Lules acompañado por sus hijos, el 12 de noviembre de 1838, por una partida de oficiales, organizada por los opositores, particularmente por Marco Avellaneda, y dirigidas por el Capitán Gabino Robles, que tenía una ofensa personal que vengar. Estos dispararon sobre Heredia y sus acompañantes, dejando solamente con vida, a uno de los hijos del gobernador.
El autor del asesinato, Gabino Robles gozó por un tiempo de la protección del nuevo gobierno unitario de Bernabé Piedrabuena, cuyo ministro de gobierno era, precisamente, Marco Avellaneda. Ante el silencio del gobierno de Juan Manuel de Rosas, el nuevo gobierno tucumano comenzó a pergeñar la consolidación un foco unitario con base en el norte del país.
La muerte de Heredia, a sus 50 años, dio lugar a las reacciones unitarias contra la dominación de Rosas en el interior, que desembocarían en la creación de la Coalición del Norte. 
Los preparativos
Los gobernadores del norte argentino se fueron pasando al partido liberal, con apoyo de los ex unitarios. Los que se opusieron fueron directamente desplazados por estos. En general se los conoce como "unitarios", pero no todos lo eran, aunque terminaron aliados a ex unitarios notables.
Manuel Solá (Salta), Marco Avellaneda (Tucumán) y José Cubas (Catamarca), pasaron casi dos años intentando dirigir una sublevación contra Rosas, y hasta apoyaron sublevaciones contra algunos gobernadores leales a Rosas, pero, prudentemente, esperaron alguna ocasión propicia para pronunciarse contra él.
Rosas, que estaba enterado de la conspiración en su contra y viendo que la oposición iba tomando fuerza en el norte, y temiendo que se formara un ejército para combatirlo, buscó una excusa para llegar a Tucumán: necesitaba las armas que había enviado a Heredia para la guerra contra el General Boliviano Andrés Santa Cruz, y para eso decidió quitárselas al gobierno tucumano (que las estaba vendiendo).
Desde que fuera derrotado por Quiroga en La Ciudadela, Lamadrid vivía en Paysandú (atendiendo una panadería), y ayudado secretamente por Rosas (que era padrino de su hijo mayor), con una contribución mensual. Cuando el tucumano se enteró del bloqueo francés se puso a las órdenes de su compadre.
A Rosas no se le ocurrió mejor idea que enviar el General Lamadrid, para estos fines para retirar las armas y terminar con el complot de los gobernadores del norte. Tan compenetrado estaba de su “nueva” etapa federal, que en su viaje al norte improvisaba vidalitas.
“Perros unitarios
nada han respetado
a inmundos franceses
ellos se han aliado

¡ Sabed argentinos
que están traicionando
porque Luis Felipe
los está comprando”
Apenas llegado con su escolta a Tucumán, se puso en contacto con los conspiradores, quienes tratan de sobornarlo para que se “pase” a su causa. Lamadrid hasta allí no afloja, entonces Avellaneda (el cerebro de la conspiración), manda a llamar al General Acha (aquel que había entregado a Dorrego para su fusilamiento), y con las mismas armas que Rosas quería rescatar, lo enfrenta y lo arresta, llevándolo hasta la Casa de Gobierno, donde Avellaneda, agita a los representantes en el Cabildo.
Estos no solo manifiestan que no entregarán las armas sino que piden la expatriación de Lamadrid y el desarme de su escolta. Este diría mas tarde:
“Cuando supe la resolución de mi pueblo al retiro de las relaciones, arranque el distintivo de Rosas, y, pidiendo una cinta celeste, coloqué un retazo en el ojal de mi casaca y mandé el resto al comandante de mi escolta con el Capitán Álvarez, ordenando que se quitasen la cinta punzó con el retrato de Rosas y colocasen la celeste en su lugar”.
En abril de 1840, se hizo nombrar comandante del ejército de Tucumán, abrazando (como siempre), la causa unitaria, y la provincia de Tucumán se pronunció públicamente contra Rosas desconociendo su carácter de Gobernador de Buenos Aires y retirándole la delegación de las relaciones exteriores.
Enviarlo a Lamadrid fue una ingenuidad por parte de Rosas que creyó que el tucumano sinceramente se había pasado al bando federal. Lamadrid era particularmente inconsecuente. Como dice José María Rosa, “Lamadrid era, sin duda, un héroe, pero sobretodo un atolondrado que jamás en su vida supo lo que hacía”.
El fundamento de la guerra contra Rosas no era hacerle “el caldo gordo” a Francia, sino tener una constitución. Se nombra a Tomás Brizuela (un ex aliado de Facundo Quiroga y luego cambiado de bando), Director de la Liga confiándole los “asuntos generales” con facultades de hacer la guerra, firmar la paz, negociar empréstitos “dentro o fuera de la república”, y celebrar tratados que ratificaría cada provincia.
En realidad, el ideólogo de la Coalición, el tucumano Avellaneda, solo pretendía de Brizuela sus fuerzas militares, ya que tenía en la Rioja el Ejército más numeroso y mejor armado del momento, la oficialidad más destacada y controlaba además los más importantes pasos de montaña a Chile, de donde se esperaban refuerzos.
El “zarco” Brizuela, que había sido tan obsecuente con Rosas que hasta le cambió el nombre al cerro Famatina por el de Cerro del Gran Rosas, no tuvo empacho en aceptar el cargo y cambiarse de bando.
La viuda de Quiroga le diría mas tarde:
No puedo yo, ni las demás personas que somos sus amigos, acabar de creer que usted haya traicionado la santa causa de nuestra Confederación…”
La Coalición del Norte no tenía dinero para enfrentar sus desafíos, pero Avellaneda se las ingenió para conseguirlo: embargó las propiedades de los federales, recurrió a “contribuciones forzosas” y creó un banco para emitir moneda. Quienes no aceptaban esta moneda serían juzgados breve y sumariamente por el consejo militar.
A lo largo del mes de abril, Avellaneda convenció a los demás gobiernos de imitar su pronunciamiento. Se unieron a ellos Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja.
El único Gobernador del norte que se negó de plano a unírseles fue Juan Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, quien se manifestó ante el Gobernador de Salta:
“Cuando usted dice que el fin de ese grito que han dado es la constitución del país, yo debo decir que usted ha olvidado la historia de nuestro país y ha cerrado los ojos para no ver el estado actual de la República. No quiero ni querré jamás que la constitución del país sea obra de las bayonetas o de la exaltación de los partidos, porque en este caso tendríamos un “cuadernito” de constitución que hará derramar sangre a torrentes, como ha sucedido en otras épocas en nuestra República y en las demás de América”.
Unos meses más tarde, el 24 de agosto, se realizó en Tucumán una reunión de representantes de las provincias, de La Rioja,  Salta,  Catamarca y  Tucumán. En esa reunión se formalizó la Coalición del Norte por medio de un texto bastante explícito en sus objetivos, pero que no formalizaba ninguna organización interprovincial. Obviamente no invitaron al Quebracho López de Córdoba, ni al fraile Aldao de Mendoza
Se mantuvieron intensas relaciones con el Gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, enemigo también de Rosas, pero la relación y la comunicación directa era imposible, excepto a través del Chaco, camino impracticable para grandes ejércitos.
Comienzan los movimientos
Lamadrid y Lavalle (los brazos armados de Avellaneda y compañía), acordaron una estrategia que podría haber sido efectiva: Lavalle debía cruzar Entre Ríos, derrotando al Gobernador rosista Echagüe, y Lamadrid debía cruzar Córdoba derrotando a Manuel "Quebracho" López.
De allí, ambos ejércitos debían atacar Buenos Aires, pero “del  dicho al hecho hay un largo trecho”, y ambos fracasaron.
Lavalle, alentado por los unitarios emigrados en Montevideo, decide aceptar la ayuda francesa (que solo se manifestará en algunos pocos pesos y transporte fluvial), e invade Entre Ríos. Al ver poco apoyo de los habitantes de la campaña sube hasta Corrientes y literalmente “le roba” el ejército al Gobernador Ferre, quien luego lo declarará traidor. 
Echagüe y Lavalle chocaron en la batalla de Don Cristóbal, en que triunfó Lavalle, aunque no supo sacar provecho de su ventaja. Lavalle atacó la posición de Echagüe en la batalla de Sauce Grande, pero fue rechazado con graves pérdidas, pero esta vez fue Echagüe quien no supo aprovechar su posición.
En el norte de la provincia apareció el ejército santafesino del Gobernador Juan Pablo López. Lavalle decidió hacer lo que ya era inevitable, y utilizó a López como excusa: levantó su campamento y lo persiguió hasta su provincia.
Decide ir sobre Buenos Aires. Lavalle trasladó su ejército hasta Punta Gorda (actualmente Diamante), donde lo embarcó en la flota francesa, y desembarcó en San Pedro, desde donde avanzó hacia Buenos Aires, pero no llegó.
Acampó cerca de la Capital, esperando el pronunciamiento popular en su favor, pero el recuerdo del asesinato de Dorrego provocaba el rechazo de las poblaciones que se suponía que deberían haberlo apoyado.
Tras varias semanas de inacción, en las que el ejército de Rosas se fortaleció enormemente, retrocedió buscando enfrentar al Gobernador de Santa Fe, Juan Pablo López. Este se hizo perseguir de cerca, llevándolo cada vez más lejos de Buenos Aires.
Todos sus amigos y casi todos los historiadores lo censuraron por eso,  pero el hecho es que fue allí, junto a Buenos Aires, que se dio cuenta que no podía ganar esa guerra, simplemente, porque la opinión pública estaba a favor de sus enemigos.
Los desmanes de su tropa correntina inspiran terror por donde pasan. Vandalismo de todo tipo, fusiles que se descargan por placer sobre animales, casas quemadas por diversión, robos y violaciones le hacen decir al propio Lavalle “no nos enfrentan ni nos matan porque nos tienen terror”. El General Paz, su aliado militar dirá “ya no era el atildado oficial de la escuela de San Martín”.
Esteban Echeverría le haría llegar a Lavalle un acta a su favor de su puño y letra en nombre de los estancieros del sur que rezaba “firmamos este acta resueltos a sostener con nuestro brazo y a sellar con nuestra sangre, lo que en ella declaramos”, pero ninguno de los “afrancesados” quiso incorporarse al ejército.
Como resultado de los desmanes cometidos por el ejército de Lavalle, Rosas firmó un decreto que expropiaba los bienes de los unitarios.
Ocupó la ciudad de Santa Fe. Allí perdió la mayor parte de sus caballos, y también se enteró de que los franceses habían llegado a un acuerdo con Rosas, entonces decidió llevar la guerra hacia otras provincias.
Sus “aliados intelectuales” nunca le perdonaron que los abandonara sin haber destituido a Rosas. Echeverría le dedicó algunos versos:
“Todo estaba en su mano y lo ha perdido
Lavalle es una espada sin cabeza
sobre nosotros entre tanto pesa
su prestigio fatal, y obrando inerte
nos lleva a la derrota y a la muerte”

“Lavalle, el precursor de las derrotas
¡Oh! ¡Lavalle, Lavalle!, muy chico eras
para llevar sobre ti, cosas tan grandes”
A partir de allí se sucedieron una serie de acontecimientos en el centro, norte y Cuyo (muchos de ellos desordenados), en muy poco tiempo, y de variada importancia para ambas fuerzas.
Estos tuvieron muchos protagonistas (Ver Anexo), pero como principales actores a Lavalle y Lamadrid, dos militares de escasa formación estratégica:
·   Lavalle acordó con Lamadrid que pasaría a Córdoba y ambos unirían sus fuerzas para aniquilar a "Quebracho" López e invadir Buenos Aires.
·   Lamadrid se retiró hacia el sur en busca de López, sin dar aviso a Lavalle y esa desinteligencia significó que Lavalle fuera atacado y completamente derrotado por Oribe y Pacheco en la batalla de Quebracho Herrado, en Noviembre de 1840.
·   Lo que quedó del ejército de Lavalle se retiró hacia la ciudad de Córdoba, y después de las recriminaciones que mutuamente se hicieron Lavalle y Lamadrid, se pusieron de acuerdo para trasladar sus luchas en el norte, dividiendo sus tropas en varias columnas que se dirigirían a distintas provincias, tratando de evitar a Oribe que los persigue.
·   Lamadrid avanzó hacia el sur pero 200 milicianos desertaron pasándose a las filas de Ibarra en Santiago del Estero y retrocede a Tucumán.
· Una sublevación en Córdoba es completamente derrotada por el Gobernador “Quebracho” López, y fracasó en Santiago del Estero una sangrienta sublevación contra el Gobernador Ibarra, que fue cruelmente castigada.
·   Lamadrid partió hacia La Rioja. Salió a su encuentro el General Aldao, que, tras una escaramuza menor, debió regresar a Mendoza para reprimir una sublevación unitaria. Lamadrid continuó hacia Córdoba. López no estaba en la capital (había salido hacia el sur de la provincia con sus milicias) esperando a Lavalle.
·   Los unitarios cordobeses depusieron al Gobernador y recibieron en triunfo a Lamadrid. El nuevo Gobernador, José Francisco Álvarez, se unió a la Coalición del Norte.
·   El Gobernador de Salta, Manuel Solá, invadió Santiago del Estero con 500 hombres, llevando al Coronel Mariano Acha como Jefe de Estado Mayor. El caudillo santiagueño, Ibarra, aplicó la estrategia de la "tierra arrasada", de modo que Solá debió continuar su camino hasta Córdoba.
·  Lamadrid se va hasta Tucumán, para reorganizar su ejército, mientras “Quebracho” López recuperaba el gobierno cordobés.
·  En Salta, el Gobernador Miguel Otero se había pasado al bando federal, apoyado por varios caudillos rurales.
·  Lavalle se dirigió a La Rioja, donde no logró ponerse de acuerdo con Brizuela, y separándose de él se instaló en Famatina. Envió a las provincias de Cuyo a su mejor división, comandada por el Coronel José María Vilela, a apoyar al gobierno revolucionario de San Luis y la revolución unitaria de Mendoza, que ya había sido derrotada.
·   Aldao derrotó en enero de 1841 a los unitarios en la sierra de las Quijadas (San Luis), y Pacheco hizo lo propio con Vilela en la batalla de San Cala (en el Valle de Traslasierras - Córdoba).
·  Aldao ocupó La Rioja y avanzó hacia el norte obligando a Lavalle a refugiarse en Catamarca, donde se juntó con Lamadrid.
· Lavalle permanecería en Tucumán a la espera de Oribe y Lamadrid avanzaría sobre Cuyo, y en su paso por La Rioja, incorporó las fuerzas del "Chacho" Peñaloza (en su etapa de antirosista), y envió a Acha a San Juan, quien sorprendió al Gobernador Benavídez a las puertas de San Juan y dispersó sus fuerzas.
· Mientras tanto Oribe cruzó Santiago del Estero y llegó a Tucumán, enfrentando a Lavalle el 19 de septiembre de 1841 en la batalla de Famaillá y logrando una completa victoria.
· Los vencidos marcharon hacia Salta, donde Lavalle quiso organizar la resistencia, pero los correntinos que lo habían acompañado desde su provincia lo abandonaron y decidió llegar hasta Jujuy, donde murió en situación extraña.
·   Avellaneda escapó hacia el norte, pero fue entregado a Oribe por el jefe de su escolta, y fue degollado en Metán, en el sur de Salta. 
 ·  Mientras tanto Mariano Acha destrozó a las fuerzas superiores de Aldao y Benavidez en la batalla de Angaco (aunque perdió la mitad de sus hombres), y a continuación ocupó San Juan. Benavidez reorganizó sus fuerzas y en la batalla de La Chacarilla atacó al desprevenido Acha en la ciudad. Fue derrotado y tomado prisionero, y ejecutado unas semanas más tarde, por hombres que sabían que había sido el “entregador” de Dorrego.
·   Lamadrid llegó a San Juan unos días más tarde y la encontró abandonada por los federales. Desde allí continuó hacia Mendoza, donde se hizo nombrar Gobernador y esperó a Aldao, pero éste se había unido a las divisiones de Benavídez y Pacheco.
·   Pacheco tomó el mando del ejército y derrotó a Lamadrid en la batalla de Rodeo del Medio, del 24 de septiembre, la última y la que aseguró la permanencia de Rosas hasta la Batalla de Caseros.
Quedaba aún Catamarca. El Coronel Mariano Maza, uno de los más sanguinarios hombres de Rosas, invadió esa provincia y derrotó al Gobernador Cubas el 29 de octubre, en el centro de la capital provincial. Cubas y sus oficiales fueron fusilados el mismo día.
La Coalición desapareció ese día, después de solo 14 meses de existencia, pero la sangre que corrió, como ya lo había anticipado el Gobernador Heredia, no tuvo límite.

Epílogo
Las políticas del gobierno de Rosas no conformaba a todos. Las masas estaban con él y buena parte de la intelectualidad en contra.
Francia presionaba a Rosas, fundamentalmente por la navegabilidad de los ríos mesopotámicos, y este defendía la soberanía porteña y sus negocios.
La “grieta” entre Unitarios y Federales de 1840 era hereditaria de la de los saavedristas y morenistas de 1810, y esta a su vez de aquellas generadas por los monopolistas y contrabandistas del puerto y los artesanos del interior.
Los intelectuales radicados en Montevideo le “calentaron la oreja” a Lavalle y lo convencieron que tenía todo a su favor para derrotar a Rosas, pero ni con el apoyo de los franceses pudieron hacer demasiado.
Lavalle ya no era el mismo de las campañas sanmartinianas. Estaba convencido que tenía casi todo en contra, incluyendo a los de su propia tropa que desertaban en un número mayor que los que “adherían” en las levas.
Marco Avellaneda lideró en Tucumán a un grupo de gobernadores antirosistas para conformar la Coalición del Norte: una unión transitoria de personas y grupos políticos.
Lavalle invade Entre Ríos, va a Corrientes, baja a Buenos Aires, sube a Santa Fe, y de allí a Córdoba, La Rioja, Catamarca y Tucumán. Casi todas batallas perdidas, desordenadas y con un aliado temporal tan mal militar como él en ese momento, Lamadrid, que pierde la última batalla en Rodeo del Medio (Mendoza).
Los unitarios/liberales del norte huyen a Bolivia con pretensiones de llegar a Lima, pero pocos lo consiguen y caen muertos en manos de sus enemigos, y a veces sus propios amigos. Lavalle se suicida y termina esta aventura de amores y odios, pero dejando, como siempre, un gigantesco charco de sangre americana. 
Anexo
¿Quién era quién?

En aquella época el “vaivén político” era moneda corriente, y cambiarse de bandos también.

Algunos por convencimiento, otros por ambiciones personales, otros por las confusiones que generaba Rosas entre los caudillos federales del interior. Por eso a veces ponemos a las palabras “unitarios” y “federales” entre comillas.  

Vale la pena repasar quienes eran algunos de los principales actores en estos escenarios, los que se conocían bien por los encuentros o desencuentros que tuvieron.

Por los unitarios:

ACHA, Mariano Antonio (1799 - 1841). Fue un militar porteño, de notable actuación en las guerras civiles de nuestro país contra los caudillos federales. En 1828, cuando el gobernador Manuel Dorrego se refugió en el fuerte de Salto, después de la derrota de Navarro, Acha tomó preso al coronel Ángel Pacheco y también a Dorrego, a quien envió al campamento de Juan Lavalle para su fusilamiento. Lavalle lo ascendió a coronel de caballería por este "mérito". Se unió al ejército del general Lamadrid en la marcha hacia Cuyo, como jefe de su vanguardia. Derrotó a las fuerzas de Nazario Benavidez primero y a las de José Félix Aldao después en Angaco (San Juan). Benavidez lo vence en la batalla de La Chacarilla.

LAMADRID, Gregorio Aráoz de (1795-1857). Militar de la independencia. Fue Gobernador de Tucumán, Córdoba y Mendoza. Fue oficial del Gral. Belgrano en el Ejército del Norte y segundo de Juan Bautista Bustos, sin embargo siempre fue fiel al gobierno de Rivadavia. Peleó del lado del Gral. Paz en La Tablada y Oncativo y fue el enemigo acérrimo de Facundo Quiroga. A pesar de su larga trayectoria militar no fue un oficial exitoso. Fue un hombre de no siempre claras intenciones. Este tucumano era también legendario por su valor en la batalla. Había sido hombre de Rosas (eran compadres), pero se pasó a la causa unitaria, combatiendo junto al general Juan Lavalle.

LAVALLE, Juan Galo (1797-1841). Fue un militar destacado de la independencia nacido en Buenos Aires. De fuerte convicción unitaria y antirosista. Fue soldado de San Martín (quien dijo de él que era “una espada sin cabeza”), y de Dorrego (a quien luego fusiló). La ejecución de Dorrego pesaría sobre la conciencia de Lavalle el resto de su vida. Ejerció la gobernación de Buenos Aires entre 1828 y 1829. Se unió a la causa francesa contra Rosas y fue líder militar unitario de la Coalición del Norte. Murió en una situación muy confusa en Jujuy, aunque todo indica que se suicidó. 

AVELLANEDA, Marco (1813 - 1841). Fue un político, catamarqueño por nacimiento pero tucumano por adopción, Gobernador de la Provincia de Tucumán, autor intelectual de la Coalición del Norte, de la muerte del Gobernador Heredia y padre del Presidente Nicolás Avellaneda. A muy corta edad fue Presidente de la Sala de Representantes de Tucumán. Después de la batalla de Famaillá, debió exiliarse, pero rumbo a Jujuy fue traicionado por su escolta, quien lo entregó a Oribe. Este dispuso su ejecución, que llevó a cabo el Coronel Mariano Maza degollándolo en Metan. Su cabeza fue expuesta para escarmiento, clavada en una pica, en el centro de la Plaza Independencia, en Tucumán.

Por los federales:
ALDAO, José Félix (1785-1845).  Fue un fraile mendocino que acompañó el cruce sanmartiniano de Los Andes como capellán, pero San Martín, por consejo Las Heras, lo motivó para que realizara una carrera militar. A los 56 años era uno de los más prestigiosos militares federales. Su capacidad como militar y su crueldad con los enemigos llegaron a ser legendarias. Fue jefe del Ejército Combinado de Cuyo cuando Lamadrid ocupó Mendoza y ejerció sólo como jefe de una parte de la caballería del general Pacheco en la batalla de Rodeo del Medio
BENAVIDEZ, Nazario (1805-1858). Ex arriero reclutado por Quiroga para las campañas del norte. Por su carácter lo denominaban “el caudillo manso”. Hombre ordenado y pacífico.Fue un militar y caudillo sanjuanino, que ejerció como gobernador de la Provincia de San Juan en cuatro periodos distintos. Fue aliado de Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza, figurando como el hombre fuerte de Cuyo durante más de 20 años.
BRIZUELA, Tomás (1800-1841) Fue un militar y caudillo riojano, lugarteniente de Facundo Quiroga en su provincia natal y gobernador de la misma. Conocido como el “zarco”  por tener ojos azules muy oscuros. Desde joven se unió a las fuerzas federales. Acompañó a Quiroga en la batalla de El Tala contra Lamadrid, y como jefe de la infantería en la batalla de Rincón de Valladares, que le valió el ascenso a coronel.  Fue dos veces Gobernador de La Rioja entre 1836 y 1841. Su adicción al alcohol lo condenó políticamente. Forma parte de la herencia federal del interior y muere luchando contra la hegemonía de Rosas. 
ECHAGÚE, Pascual (1797 - 1867). Militar y político santafesino. Fue Gobernador de las provincias de Entre Ríos y Santa Fe, Ministro de Guerra y Marina en el gobierno del General Justo José de Urquiza. Se graduó de doctor en teología en la Universidad de Córdoba, fue Ministro de Estanislao López y representó a su provincia en la firma de los tratados con Entre Ríos, y el Pacto Federal. Se unió al ejército por primera vez contra los unitarios de Juan Lavalle, luchando en la batalla de Puente de Márquez. Acompañó a Oribe en su campaña a Santa Fe, y tras la derrota de Juan Pablo López, fue electo Gobernador. Se destacó en la Vuelta de Obligado. Cuando Urquiza se "pronunció" contra Rosas, en 1851, le declaró la guerra.
LOPEZ, Juan Pablo (1792  1886). Militar y político santafesino (federal y más tarde unitario), hermano del caudillo Estanislao López y gobernador de Santa Fe en tres oportunidades, entre 1838 y 1858. Participó en la campaña de Manuel Belgrano al Paraguay y siguió con este en el Ejército del Norte combatiendo en la batalla de Salta. Cuando Rosas dejó al mando de las tropas federales a Oribe se cambió de bando y se alió con el Gobernador correntino Ferrer que le había declarado la guerra a Rosas. Participó como jefe de la vanguardia del ejército confederado en la batalla de Cepeda en 1859, y en la de Pavón en 1861, siempre a órdenes de Urquiza. Después de la derrota se refugió en Entre Ríos.
LÓPEZ, Manuel (a.) “Quebracho” (1780 1860). Ganadero y militar cordobés que fue gobernador de la provincia de Córdoba durante 17 años, como aliado incondicional de Juan Manuel de Rosas. Hombre de trato rústico que le dejó como sobrenombre “Quebracho”. Después de la Batalla de La Tablada se puso en contacto con Facundo Quiroga, y se unió al ejército federal. Cuando Paz venció a Quiroga en Oncativo, López se vio obligado a huir hacia Santa Fe y se puso bajo la protección de Estanislao López. Participó de la campaña de guerrillas que éste llevó contra la Liga del Interior en Córdoba. Cuando Quiroga fue asesinado en Barranca Yaco decidió a enfrentarse a Estanislao López y sus aliados, los Reynafé, a quienes ayudó a capturar.
MAZA, Mariano (1809  1879), Militar argentino que luchó en el ejército de Juan Manuel de Rosas y se destacó como el más sanguinario de sus oficiales. Responsable de la muerte de los gobernadores José Cubas y Marco Avellaneda. Fue ascendido a coronel en 1840, y participó de la defensa de Buenos Aires contra la invasión de Lavalle. Se unió a las fuerzas a órdenes del General Ángel Pacheco, y luchó en las batallas de Quebracho Herrado y San Cala. Participó en la batalla de Machigasta contra Mariano Acha. Después de la derrota se refugió en Montevideo, ya que temía la venganza de los unitarios.
ORIBE, Manuel (1792 -1857). Militar y político uruguayo, Presidente constitucional de Uruguay entre 1835 y 1838 y fundador del Partido Nacional. Rosas lo incorporó al ejército. Combatió a la Coalición del Norte. Batalló contra  Lavalle, venciéndolo en Quebracho Herrado en 1840, y otra vez en Famaillá, en 1841. Tomó prisionero al Gobernador de Tucumán, Marco Avellaneda, al que hizo degollar. Tras vencer al Gobernador de Santa Fe, Juan Pablo López, pasó a Entre Ríos. Allí, al frente de un poderoso ejército, derrotó en batalla de Arroyo Grande al ejército de Rivera que, en guerra contra Juan Manuel de Rosas desde marzo de 1839, había invadido la provincia de Entre Ríos.
PACHECO, Ángel (1793-1896). Militar porteño, educado como oficial por José de San Martín y uno de los principales comandantes de las tropas de la Confederación Argentina durante los gobiernos de Juan Manuel de Rosas. Militar prestigioso respetado por compañeros de armas y adversarios. Victorioso de la Batalla de Rodeo del Medio (Mendoza), contra Lamadrid que aseguró el final de la Coalición del Norte. Su asesinato fue uno de los desencadenantes de la Batalla de Cepeda (1859), que puso fin al periodo de organización constitucional de la Argentina, punto de inflexión en las guerras civiles argentinas.


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