Bernardino González, más conocido como Rivadavia, inspirador del nombre de una de las calles más largas del mundo (vaya uno a saber porque, pero tiene 37 km), fue un “intendente” de Buenos Aires que hizo muchas obras, pero con el presupuesto que nos correspondía a toda la Nación (… así cualquiera), que obviamente no co participaba. El dinero de préstamos y “encajes bancarios” tenían como garantías el suelo y subsuelo de todas las provincias.
Lo único que realmente le
importaba a Don González era su propia figura, y al cabo de tanto insistir lo
consiguió.
Centralista como pocos,
amaba a “su” Buenos Aires y no le importaban las guerras de la independencia,
aunque se perdieran territorios como el Alto Perú en manos realistas, o la
Banda Oriental.
No conforme con eso nos
endeudó tanto como pudo, total… “pagadios”. Pero se ve que Dios estaba muy
ocupado en otras cosas, y el empréstito de la Baring Brother lo terminamos
pagando todos nosotros, 120 años después, aunque la Argentina provinciana no
vio un solo peso. Por eso “la popular” le gritaría “che González, devolvé la
guita”.
Si San Martín, Belgrano,
Dorrego y otros tantos lo detestaban, por algo será.
¿Quién
era Bernardino?
Bernardino de la Trinidad González de Rivadavia y Rivadavia Rivadeneyra, nació en Buenos Aires el 20 de mayo de 1780. Fueron sus padres Benito Bernardino González de Rivadavia y María Josefa de Rivadavia y Rivadeneyra.
Ya mostrando su personalidad egocéntrica y discriminante decidió
utilizar el segundo apellido de su padre o el primero de su madre, para
diferenciarse de una hermanastra que se llamaba Gabriela González de Rivadavia.
En realidad hoy deberíamos llamarlo Bernardino González, a secas.
Siguió estudios en la escuela del Rey y en el Colegio
de San Carlos, pero no alcanzó a cursar los universitarios. Durante las
invasiones inglesas combatió con grado de Capitán. En 1809 apoyó al Virrey Liniers y luego casó son la hija del Virrey
del Pino. En 1811 fue designado
Secretario de Gobierno y Relaciones Exteriores del Primer Triunvirato, lugar
desde el cual comenzó a crear su poder político.
En 1820
asumió como Ministro (casi plenipotenciario), del Gobernador Martin Rodríguez,
con un discurso “claro”, que definiría los tiempos que vendrían:
"La provincia de Buenos Aires debe
plegarse sobre sí misma, mejorar su administración interior en todos los ramos;
con su ejemplo llamar al orden los pueblos hermanos; y con los recursos que
cuenta dentro de sus límites, darse aquella importancia con que deberá
presentarse cuando llegue la oportunidad deseada de formar una nación".
Entre
los recursos con los que contaba "dentro de sus límites" estaba la
aduana, de la que se apropió, y cuyas rentas representaban la mayoría de todos
los ingresos públicos del futuro país.
Proclamó
la libertad de comercio, colocando las tasas aduaneras a un nivel muy bajo, con
lo que favoreció el comercio exterior de la provincia de Buenos Aires, pero
aisló y ahogó las economías de las otras provincias que despreciaba (“los trece ranchos” según Mitre), que
no pudieron competir con los productos importados.
Una de
las primeras obras de gobierno, en 1821,
fue la sanción de la Ley de Sufragio Universal (…que muy universal no era). Rivadavia era partidario del voto
calificado que negaba el derecho de voto en las elecciones a los menores de
veinte años,
“… a
los analfabetos, a los deudores fallidos, deudores del tesoro público,
dementes, notoriamente vagos, criminales con pena corporal o infamante, pero
también a los domésticos y peones estaban bajo la influencia del patrón, y a
los criados a sueldo, peones jornaleros y soldadas de línea”.
El
proyecto consideraba que “se reputará
decente toda persona blanca que se presente vestida de fraque y levita”
Proclamó
una reforma militar, por la que pasó a retiro a los antiguos oficiales que
habían luchado en la Guerra de la Independencia y
que no tenían destino fijo, principalmente a los que consideró contrarios a su
gobierno. Esta reforma puso en su contra a todos los militares alejados y
muchos de ellos se unirían luego a las rebeliones en su contra.
Durante
lo que se conoció como la “época de Rivadavia” la ciencia y la cultura prosperaron de
manera significativa, pero solo en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires y en
los términos propios de Don González.
Desde
su puesto de Ministro fundó la Universidad de Buenos Aires. En 1822, por acción oficial o privada, se
habilitaron varias instituciones académicas: La Sociedad Literaria, la Sociedad
de Ciencias Físicas y Matemáticas, la Sociedad de Jurisprudencia, la Academia
de Medicina y dos academias de música y canto.
También
mandó a desmantelar el precario muelle que entonces, temerosamente, entraba al
río, y con las piedras hizo embaldosar “su pituca” calle Florida.
Las librerías
existentes en Buenos Aires en 1825
vendían toda clase de obras literarias y científicas editadas en Europa. La
ciudad de Buenos Aires (…y solo la ciudad de Buenos Aires), comenzó a
modernizarse. Construyó edificios públicos, ensanchó avenidas, ordenó construir
ochavas, mejoró la iluminación de las calles y creó el Cementerio de la Recoleta.
Mientras todo esto ocurría en el “ideario rivadaviano” se perdieron las
provincias del Alto Perú y la Banda Oriental.
Su
atención estuvo centrada en las clases altas y medias altas. Para proveer de
mano de obra al comercio y a la ganadería impulsó fuertemente la obligación a
los que no eran propietarios de que demostraran que tenían empleo por medio de
la “papeleta de conchabo”. Aquellos que no la
tuvieran eran arrestados y enviados como soldados a los fuertes ubicados
en la nueva línea de frontera que
se encargaban de la vigilancia y protección de los malones.
Rivadavia
solicitó el cargo de Ministro Plenipotenciario de las Provincias Unidas en
Francia e Inglaterra, y viajó a Londres para ser designado presidente del
directorio de la compañía minera River
Plate Mining Association y de la colonizadora Rio Plata Agricultural Association, empresas con las cuales
“estafaron a medio mundo”.
Fue partidario de
una organización nacional fuertemente centralista. La vigencia del Congreso General de 1824, destinado a redactar una constitución, junto con el inicio de la Guerra del Brasil, motivó la creación inmediata del cargo de Presidente de la
Nación Argentina y fue el primero en ocuparlo.
Como no podía ser
de otra manera, eligió como parte de su gabinete ministerial a Julián Segundo de Agüero (maestro mayor de los
vende patrias), Carlos María de Alvear (otro vende ejércitos y el mayor enemigo
ideológico y político de San Martín),
Francisco Fernández de la Cruz (el militar desplazado por Juan Bautista
Bustos en el Motín de Arequito), y Salvador María del Carril (uno de los
autores intelectuales del fusilamiento de Dorrego).
Llegó
a ser al mismo tiempo Presidente de las Provincias Unidas y director de las
empresas, con capital mixto inglés-porteño, o sea que al contratar deudas
representaba a las dos partes.
La sanción de la Constitución
Argentina de 1826, de fuerte contenido unitario, fue rechazada por las provincias. Dorrego, se opuso al proyecto rivadaviano de 1826, considerándolo nulo porque se
desconocía en él la voluntad general de las provincias. Todo esto motivó su
renuncia a la Presidencia, que apenas duró 17 meses.
Don González
Rivadavia se quedó un tiempo en su finca de Buenos Aires y en 1829 partió hacia España, retornando a la Argentina en 1834, pero el Gobernador de Buenos Aires, Juan José Viamonte, no le permitió desembarcar, motivo por el cual se estableció primero
en Mercedes (Soriano, Uruguay) y luego
en Colonia (Uruguay).
Pasó luego al
Brasil y volvió definitivamente a España a finales de 1842, falleciendo en la ciudad de Cádiz en 1845. Nadie sabe de qué vivió sus últimos tiempos (18 años después de su
renuncia), pero nos podemos imaginar.
Vamos por los préstamos
Si
hubo una época en lo que luego sería la Argentina, donde la perversa
“ingeniería financiera” se desarrolló con las tramas más complejas y leoninas,
fue esta, entre 1820 y 1827.
La
Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires sancionó en 1822 una ley que facultaba al gobierno a "negociar, dentro o fuera del país, un
empréstito de tres o cuatro millones de pesos valor real".
Los
fondos del empréstito debían ser utilizados para la construcción
del puerto de
Buenos Aires, el establecimiento de pueblos en la nueva frontera, y la
fundación de tres ciudades sobre la costa entre Buenos Aires y el pueblo
de Carmen de Patagones. Además debía dotarse de agua corriente a
la ciudad de Buenos Aires, trazando un canal desde la cordillera de Los Andes
en Mendoza. Nada de esto ocurrió.
La
Junta de Representantes había autorizado la colocación del préstamo a un tipo
mínimo de cambio del 70 %. Rivadavia aceptó constituir un consorcio que
representara al Gobierno de Buenos Aires para la colocación del empréstito al
tipo exacto de 70 %. Este consorcio estaba encabezado por los señores Braulio Costa,
Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y
los hermanos Parish Robertson, quienes, en virtud del poder conferido,
celebraron el acuerdo en Londres con la firma Baring Brothers &
Co.
Como
la colocación en el mercado sería fácil, la Baring propuso al consorcio
colocarlos al 85 %, pagando 70 % a Buenos Aires y repartiéndose el 15 % de
diferencia con los “muchachos” del consorcio. Acordado el negocio, el 1 de
julio de 1824 se contrató con la
Banca Baring el empréstito por 1.000.000 de libras esterlinas con
un interés de 6 % anual pagado semestralmente. La amortización del capital era
del 1 % anual y la comisión para Baring fue pactada al 1 %.
El 15
% de diferencia de colocación representó 150.000 libras, de ellas el consorcio
en su conjunto se llevó 120.000 libras en carácter de “comisión” (¿?), y los
30.000 restantes fueron para Baring.
El Bono
general dispuso que:
·
El Estado de Buenos Aires "empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras,
hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1.000.000 de libras
esterlinas y su interés".
·
Baring retendría 200.000 títulos al tipo de 70 %,
acreditando a Buenos Aires las 140.000 libras correspondientes, y disponiendo
para sí al excedente de su venta.
·
Por cuenta del consorcio, Baring vendería en bolsa
los 800.000 títulos restantes al tipo de 85 %, cobrando un 1% de comisión por
ello, y acreditando a Buenos Aires el 70 %. Si lograse colocarlas a más del 80
%, la comisión subiría a 1,5 %.
·
En toda suma a entregarse en lo futuro por Buenos
Aires, en concepto de intereses y amortizaciones, Baring cargaría un 1% de
comisión a cuenta del gobierno.
Como
diría socarronamente un amigo ¿“no tendrán miedo de clavarse los ingleses”?
Este préstamo fue impuesto como parte de la estrategia geopolítica de
dominación de Gran Bretaña, para condicionarnos económicamente e impedir el
crecimiento como Nación independiente. Respondió más a las necesidades inglesas
de asegurarse la subordinación colonial que a necesidades locales.
El primer
negociador del empréstito Baring fue Manuel José García (…cuando no ¡!), quien
utilizó toda su influencia (…que no era poca), para que se perdiera el Alto
Perú a manos de los realistas. Fue agente de Rivadavia, cuando se pactó la
entrega de la Banda Oriental al Emperador de Brasil, llevando a cabo una
política antinacional que favoreció los intereses británicos.
Como
no se había especificado como llegaba el dinero a Argentina, el consorcio
informa a la Casa Baring que la mejor manera era enviando letras giradas contra
casas comerciales de prestigio que dieran garantías en Buenos Aires.
No por
casualidad, una de esas casas comerciales era la de Robertson y Costas,
dos miembros del consorcio. Al final, del millón de libras que totalizaba el
mismo, sólo llegaron a Buenos Aires unas 570.000, en su mayoría en forma de
letras de cambio y una parte minoritaria en metálico.
Cuando el gobierno reclama el envío del dinero, Baring remite 2.000 en
monedas de oro, 62.000 en letras de cambio (papeles sin valor práctico), y
propone por “prudencia de mandar dinero a
tanta distancia”, dejar depositado en su banco los 500.000 restantes,
pagando 3 % de interés anual, es decir un negocio redondo: pedir dinero, al 6 %
y prestarlo al 3 % “al mismo prestamista”.
Como era lógico suponer, faltó dinero para pagar esa deuda.
La garantía del préstamo
fueron las tierras de las provincias de Buenos Aires y cuando Rivadavia fue
Presidente puso como garantía a la totalidad de las tierras públicas de la
Nación.
“Todas las tierras y demás bienes inmuebles” de las provincias
pasaban a ser nacionales, y cuando se refiere a “demás bienes inmuebles” se refiere al subsuelo que sería
administrado solo por la Presidencia.
Rivadavia le escribe
a su “socio” John Hullet en la Rio Plata
Mining Association “las minas son ya
de propiedad nacional y están exclusivamente bajo la administración del
Presidente de la República”, vendiéndole (…o mejor dicho vendiéndose), el
Cerro Famatina en La Rioja, aunque en realidad este era solo era una parte, ya
que las cesiones eran “para explotar todas
las minas de oro y plata de las Provincias Unidas”.
Los folletos
publicitarios que circulaban en Londres para lograr inversionistas decían:
“Podemos afirmar, sin hipérbole, que las minas del
Famatina contienen las riquezas más grandes del Universo. Voy a probarlo con
una simple aserción de la que dan fe miles de testigos: en sus campos [de Chilecito], el oro brota con las lluvias como en otros
la semilla… las pepitas de oro, grandes y pequeñas aparecen a la vista cuando
la lluvia lava el polvo que cubre la superficie.
Después de una lluvia algo fuerte una señora encontró a
pocas yardas de su puerta una mole de oro que pesaba veinte onzas [casi 600 gramos]. Otra, al quitar unas matas de yuyos de su
jardín, descubrió en las raíces una pepita de tres a cuatro onzas.
Cuando se barren los pisos de las casa o se limpian los
establos, siempre se encuentra oro confundido entre el polvo. Estos casos
ocurren tan frecuentemente que exigiría mucho detallarlos”.
Los consorcistas (todos unitarios), otorgaban concesiones sobre
territorios controlados por caudillos federales, sin acuerdo de éstos. Allí había
recursos mineros, como Catamarca o La Rioja, pero que eran políticamente
inaccesibles, además de los enormes costos implicados por las enormes distancias.
Un ingeniero inglés galopó seis mil kilómetros y terminó denunciando que
todo era un bluff.
Los mismos ingleses, admitieron el carácter fraudulento de esta
negociación. Ferdinand White, espía inglés, enviado por la Baring al Río de la
Plata, condenó los aspectos delictuosos de este acuerdo. Fue una operación
usurera, un acto de saqueo y sumisión y el primer acto de corrupción ligado a
la deuda externa.
Rivadavia, no solo fue socio de los mineros ingleses, también lo fue de
la Rio Plata Agricultural Association
y miembro de la Sociedad Rural Argentina, empresas con las cuales estafaron a
cientos de colonos ingleses que, llenos de promesas, vinieron a estas tierras.
Cuando sucumbió la aventura unitaria y Manuel Dorrego reasumió el
gobierno de la Provincia de Buenos Aires, se encontró con reclamos de compañías inglesas valores que
eran una fortuna para la época.
Dorrego, al hacer su primer discurso a la Legislatura en septiembre de
1827 dice que la herencia dejada por Rivadavia se trata de un “negocio misterioso”.
La guerra con Brasil había sido ganada militarmente y perdida en la mesa
de negociaciones, entre otras cosas por la asfixia económica provocada por el
bloqueo brasileño al impedir importaciones y cesar por tanto la recaudación
aduanera.
En consecuencia, en 1828 se
liquidó la escuadra naval y se dieron en pago dos fragatas que se estaban
construyendo en Inglaterra. De este modo, cuando se produjo la usurpación de
las Malvinas por los ingleses, cinco años más tarde, no hubo fuerza naval para
contrarrestarla.
Obviamente, esto estuvo planificado por los acreedores, y su cómplice,
Don Gonzalez Rivadavia.
Según Scalabrini Ortiz, de la suma recibida, sólo llegaron al Río de la
Plata en oro el 4 % de lo pactado, o sean 20.678 libras.
El
empréstito solo se pagaría por completo, en teoría, ochenta años más tarde, en
1904, sin embargo Julio Nudler afirma que se terminó de
pagar en 1947, unos 120 años después. Según Jorge Gaggero, Juan Domingo Perón
canceló en ese momento toda la deuda externa.
El contexto territorial
En el
conflicto de la Confederación con el Imperio, Argentina había vencido a Brasil
en Ituzaingo en 1827, y faltaba el
empujón final. El ingenuo y poco práctico de Alvear quería llegar hasta Río de
Janeiro, pero los ingleses tenían otros planes a largo plazo: la “Federación
del Uruguay”.
Este era un
proyecto británico para formar un Estado reuniendo a la Banda Oriental
(Uruguay), Río Grande (Brasil), Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes (Argentina) y
parte de Paraguay, debilitando al Imperio de Brasil y a la Confederación
Argentina teniendo un rio navegable interno.
Rivadavia,
más interesado en el negocio con los ingleses y en someter al interior, hizo
regresar el ejército y firmar un tratado vergonzoso a través de García.
Las
provincias del interior querían terminar una guerra ya ganada, pero Rivadavia
estaba más interesado en sus negocios mineros con los ingleses, que en su
patria, y prefiere que regrese el ejército para imponer “la organización a palos” en el interior, aun a costa de ceder la
Banda Oriental
Los
federales piden al gobierno y que les dejen a ellos el peso de la guerra pero
Rivadavia prefería perder la guerra y la Banda Oriental, antes que dejarle el
gobierno a los federales, e instruye a García para que vaya a Río de Janeiro a
terminar la guerra “a cualquier precio”.
Fue un
arreglo tan vergonzoso que, ante la indignación popular, Rivadavia, sacándose
“el lazo de encima” intentó usar a García de chivo expiatorio, y le tiró “todo
el fardo”:
“no solo ha traspasado sus instrucciones sino
contravenido a la letra y espíritu de ellas” que “destruye el honor nacional y ataca la
intendencia y todos los intereses de la República” e intenta desconocer el
arreglo.
¿Que opinaban los de su época?
Cuando
San Martín se enteró de que había terminado la guerra con Brasil y que las
condiciones internas del Río de la Plata eran complejas (la caída de Rivadavia
y el Congreso), quiso conocer personalmente el estado en que se hallaba su país
natal.
En Falmouth se
embarcó rumbo al Plata (por precaución lo hizo con el apellido materno), y
cuando llegó a Río de Janeiro tuvo conocimiento de la revolución unitaria del
1° de diciembre de 1828 y el asesinato del gobernador Manuel Dorrego. Quizá más
dolorido que asombrado, al llegar a Buenos Aires permaneció en balizas, pidió
su pasaporte y fue a residir en Montevideo.
San Martín es mal recibido, y Paz (gobernador interino), le escribe a
Lavalle (que está en campaña):”Calcule Ud. las consecuencias de una
aparición tan repentina”.
El
desesperado General Juan Lavalle (desacreditado al igual que los
“revolucionarios decembristas”), envió agentes ante San Martín para ofrecerle
el gobierno (para “salvar
la revolución con su prestigio”), pero este rechazó con energía el
ofrecimiento, y recordó a su antiguo oficial Manuel Dorrego.
San Martín en carta a O´Higgins, le explica los motivos:
“El objeto de Lavalle era el que yo me encargase del mando del ejército
y provincia de Buenos Aires y transase con las demás provincias a fin de
garantizar a los autores del movimiento del 1 de diciembre. Pero Usted
reconocerá que en el estado de exaltación a que han llegado las pasiones, era
absolutamente imposible reunir los partidos en cuestión, sin que quede otro
arbitrio que el exterminio de uno de ellos.
Los autores del movimiento del 1 de diciembre son Rivadavia y sus
satélites y a Ud. le consta los inmensos males que estos hombres le han hecho
no solo a este país sino al resto de América con su infernal conducta; si mi
alma fuese tan despreciable como las suyas yo aprovecharía esta ocasión para
vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es
necesario enseñarles la diferencia que hay entre un hombre de bien y un
malvado”
José de San Martín
Una
gota de sangre americana ahorrada valía más que cualquier solución política, y
el sable de San Martín no habría de mezclarse en luchas intestinas.
¿Qué pensaban algunos de sus
coetáneos sobre Rivadavia?
San Martín dijo: “El de infernal conducta”
O’Higgins dijo: “el hombre más criminal que ha producido el pueblo argentino”.
Mitre dijo: “El hombre de Estado más grande del mundo”
San Martín dijo: “El de infernal conducta”
O’Higgins dijo: “el hombre más criminal que ha producido el pueblo argentino”.
Mitre dijo: “El hombre de Estado más grande del mundo”
Honores, a pesar de todo
A pesar de todo esto, Rivadavia figurará como un “ciudadano ilustre” y
su nombre figurará en calles, pueblos, ciudades y sillones.
Luego de su
renuncia a la Presidencia en 1827, se retiró a su finca en el campo y luego en
1829, alejado definitivamente de la política, partió hacia España.
Intentó regresar
en 1834 pero no le permitieron desembarcar (es bastante irónico que su único
defensor en ese momento fuera Quiroga). Luego de una breve estadía en Uruguay y
una más prolongada en Río de Janeiro, se trasladó a Cádiz, España, donde murió
en 1845.
A pesar que pidió
expresamente que sus restos no fueran enterrados en Buenos Aires, (y mucho
menos en Montevideo), estos fueron repatriados a Argentina en el año 1857 durante la presidencia de Urquiza y enterrados en el cementerio de la Recoleta con gran ceremonia, donde
recibió los honores de Capitán General y los endulzados discursos de bienvenida de Mitre, Mármol y Sarmiento.
En 1932 se
trasladaron sus cenizas a un mausoleo construido en su honor en la plaza Once
de Septiembre (antes llamada Miserere), en Buenos Aires.
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