sábado, 30 de abril de 2016

Comunidades indígenas de Argentina. La deuda.


Desde el 2005 se sabe que en Argentina aproximadamente 56 % de la población tiene al menos un antepasado ameraborigen, mientras que otro estudio del 2011 señala que, el componente conformado por genes vinculados a la población nativa es del orden del 30 %. 

Fuera como fuera, números más o números menos (…y aunque el fenotipo diga lo contrario), no he sido la excepción de tener una bisabuela nativa llamada Jerónima, posiblemente de la etnia charrúa. Por lo que significaron y significan las poblaciones nativas me llevaron a aprender un poco más sobre nosotros, y de paso compartirlos con ustedes.
Parte 1 – ¿Aborígenes?, ¿Indígenas? Definiciones y convenciones

¿Quién es un aborigen?
¿Quién es un indígena?
¿Quiénes son los pueblos originarios?
¿Qué dicen las enciclopedias?
¿Usamos eufemismos?

Parte 2 - ¿Conocemos TODA nuestra historia?

El calendario menos deseado
Hace más de 12.000 años ya estábamos por el sur
Hace más de 8.000 años por Córdoba, Catamarca y San Luis

Parte 3 – Los indígenas de Argentina

Región oeste, noroeste y norte andino
Región litoral, norte y noreste
Región pampeana y patagónica 

Parte 4 – Agricultura aborigen

¿Cuándo comenzó la agricultura argentina?
Regiones de desarrollo agrícola.
 

Parte 5 – Indigenismo

¿Qué es el indigenismo?
Recuperación de la memoria
Encuesta de pueblos indígenas
¿Bandera indígena?  
Esa es nuestra tan buscada identidad: la conciencia de la heterogeneidad, la conciencia de lo multiétnico y lo pluricultural que caracteriza a nuestra forma de vida como totalidad. En ese hallazgo estará la fortaleza cultural de los argentinos.

De “Nuestros paisanos los indios” Carlos Martínez Sarasola

Parte 1

¿Aborígenes, indígenas? Definiciones y convenciones

Cada vez que en ciertos círculos se menciona a los antiguos habitantes de estas tierras americanas, surgen discusiones y planteos que cubren más los problemas de forma que de fondo. ¿Cómo los denominamos: indios, indígenas, aborígenes?

Nada mejor que el diccionario para poner las cosas en claro. Los podemos llamar también pueblos originarios (como propuso la CIA – Central de Inteligencia Americana), pero sepamos que esto es un eufemismo, es decir que los denominamos de una manera suave o decorosa cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. Esto de suave o decorosa, o dura o malsonante forma de llamar las cosas, es absolutamente subjetiva.

¿Quién es un aborigen?
Es alguien originario del suelo en que vive. Se dice del primitivo morador de un ambiente, por contraposición a los establecidos posteriormente en él. La palabra proviene del plural latino que quiere decir “desde los orígenes” o “desde el comienzo” en el sentido de originario del suelo donde vive.

[Es el habitante de un lugar que pertenece a una cultura que ya no es la predominante en un lugar y que ha cedido lugar a una nueva, ya sea por violencia, asimilación o cualquier otro proceso o combinación de procesos.

Es el natural de una región o territorio, en especial si sus ascendientes también lo eran. También se puede aplicar el término a plantas o animales. Cuando se lo utiliza como adjetivo es aquel que da origen a alguien o algo o que trae su origen de algún lugar, persona o cosa.

¿Quién es un indígena?
Es alguien originario del ambiente de que se trata. Aparece incorrecto utilizarlo como sinónimo de indio, ya que esto, en su primera acepción se refiere al natural de la India, sin embargo en la tercera se dice del indígena de América, o sea de las Indias Occidentales, al que hoy se considera como descendiente de aquel sin mezcla de otra raza.

Indígena es un término que, en sentido amplio, se aplica a todo aquello que es relativo a una población originaria del territorio que habita, cuyo establecimiento en el mismo precede al de otros pueblos o cuya presencia es lo suficientemente prolongada y estable como para tenerla por oriunda (es decir, originario de un lugar). Con el mismo sentido se utiliza, con mayor frecuencia, el término equivalente nativo, presente en expresiones como "idioma nativo".

En sentido estricto y más habitualmente, se aplica la denominación indígenas a las etnias que preservan las culturas tradicionales no europeas.

Con este alcance, se denomina indígenas a los grupos humanos que presentan características tales como:

  • Pertenecer a tradiciones organizativas anteriores a la aparición del estado moderno
  • Pertenecer a culturas que sobrevivieron la expansión planetaria de la civilización europea.
Hay que hacer notar que este tipo de clasificación es para separar a los pueblos que no tienen ascendencia Europea, sin embargo los lapones ponen en entre dicho el concepto de lo indígena para el continente europeo por ser un pueblo que tiene las mismas características tribales de otros pueblos primitivos del mundo.

Los indígenas constituyen minorías o mayorías dentro de estados nacionales de corte europeo, organizados según pautas culturales, religiosas, políticas, económicas, raciales, etc., propias de un entorno mayoritariamente europeizado.

De este modo, en el sentido más restringido y utilizado del término, “lo indígena” hace referencia a un remanente pre-europeo que representa en sí mismo una antítesis de la cultura europea. Siguiendo este uso, no es infrecuente hablar de pueblos indígenas en distintas partes del mundo.

Por ejemplo, se considera que los maoríes son un pueblo indígena de Nueva Zelanda. También puede hablarse de indígenas en Borneo, en Africa y en otros lugares. Otros pueblos que mantienen fuertes pautas culturales previas a la expansión mundial europea, como los chinos, hindúes, japoneses, persas, árabes, judíos, etc., no suelen incluirse en el término “indígena” en sentido estricto.

¿Quiénes son los pueblos originarios
Son aquellos que dan origen a alguien o algo, que trae su origen de algún lugar, es decir todos somos originarios de algún lugar.

¿Qué dicen las enciclopedias?
La palabra indígena significa “gente de allí”, de manera tal que un español es un indígena de España, y, pese a la parofonía,  ella nada tiene que ver con la India, porque no significa “generado en la India” ni con el forzado pero extendido y aceptado gentilicio de "indio" o natural de la India (que los europeos impusieron a los nativos precolombinos porque pensaron, en un principio), y desacertadamente- que habían llegado a las ansiadas Indias Orientales sin darse cuenta que las tierras por ellos alcanzadas eran parte de un nuevo continente, el Nuevo Mundo, después llamado América.

La palabra amerindio es una derivación de la locución “indio americano”. Su uso y alcance semántico difiere ligeramente entre los autores ya que algunos designan con ese término a todos los pueblos originarios de América y a sus descendientes modernos no mestizados, en cambio, otros autores incluyen tanto a los indígenas del continente americano antes del inicio del proceso de mestizaje con poblaciones europeas y africanas, como a sus descendientes modernos.

En cuanto a aborigen, también es un exacto latinismo usado en las ciencias sociales, y quiere decir “quienes están en un territorio desde el origen”.

En 1993, la RAE aceptó una segunda acepción bastardeada, ya que connotaría a los primitivos habitantes de un territorio. La palabra primitivo es perfectamente neutra en cuanto es prácticamente sinónima de primeros pero el uso vulgar suele darle un matiz peyorativo a primitivo.

Es completamente falaz la pseudo etimología que se ha difundido sugiriendo que aborígenes tiene por significado “sin orígenes” (pseudo etimología a partir de un macarronismo inventado en la segunda mitad del siglo XX como “a-orígenes” que pretendidamente significaría “sin orígenes” (siendo a una partícula negativa o privativa de origen, + orígenes).

Como reacción a esto se ha divulgado desde fines del siglo XX una palabra "políticamente correcta" pero totalmente confusa: “originarios”, o “pueblos originarios”. Pero, como ya se manifestó, todos los seres humanos son originarios.

En muchos países con orígenes multiculturales como Argentina el adjetivo “originario” es tan válido para el pueblo de origen prehispánico como para el gaucho, o el “negro” (traído a la fuerza como esclavo durante la colonia), o el inmigrante europeo, etc., que son originarios, es decir, han sido y son originarios de gran parte de la cultura y genética argentina a partir de la segunda mitad de siglo XIX, o incluso antes.

Fernández Chiti dice que hasta la palabra “indígena” parece desterrada ya, reemplazada por el neologismo made in USA: “originario”, que ni es connotativo, ni denotativo, sino vago pues solo da una nota (referida al origen...).

Además es carente de carga cultural e histórica secular (imposible de eludir en toda denominación auténtica y acreditada por el tiempo).  “Original art; original peoples...”, parece ser la nueva palabra-consigna con que la CIA intenta resignificar al arte indígena y a sus creadores. 

En su ignorancia, arqueólogos que ignoran latín y griego, además de quechua, han afirmado que dicha voz debe desterrarse, puesto que “indígena” quiere decir “derivado de la India” (lo cual no es cierto).

Vaya con la novedad...  Pero a dichos ignaros hay que enseñarles que la palabra “indígena” deriva de la raíz latina: “inde”: allí mismo; y del griego “guénos”: engendrado en...   

Dado que la CIA ha declarado al indigenismo como nueva “hipótesis de conflicto”... su intento se dirige a desterrar el uso de dicha voz, dado que encierra una enorme carga emocional en favor del indígena, o aborigen, o “indio”, y su cultura. 

¿Usamos eufemismos? 
Repasemos un poco que es un eufemismo. Un eufemismo es una palabra o expresión políticamente o socialmente aceptable o menos ofensiva que sustituye a otra considerada vulgar, de mal gusto o tabú,  que puede ofender o sugerir algo no placentero o peyorativo al oyente.

También puede ser la palabra o expresión que sustituye a nombres secretos o sagrados para evitar revelar éstos a los no iniciados. Algunos eufemismos tienen la intención de ser cómicos. Se produce cuando se pretende usar palabras inofensivas o expresiones para desorientar, evadirnos, o evitar hacernos conscientes de una realidad cruda y desagradable.

A menudo el propio eufemismo pasa a ser considerado vulgar con el tiempo para ser sustituido de nuevo. Cabe indicar que el eufemismo no siempre reemplaza palabras de la jerga en un idioma, sino que muchas veces sustituye palabras aceptadas en el uso normal pero que por alguna razón se consideran tabúes.

Los eufemismos son muy empleados en el lenguaje políticamente correcto para evitar posibles ofensas a grupos de individuos. Son comunes en la política para camuflar o hacer que suenen más naturales las políticas impopulares, o reducir el impacto al comunicar una crisis económica.

La palabra eufemismo proviene de la palabra griega euphemo que significa "favorable/bueno/habla afortunada" y que se deriva a su vez de las raíces griegasEupheme era originalmente una palabra o frase usada en lugar de una palabra o frase religiosa que no debía pronunciarse en voz alta. 

Etimológicamente, eupheme es el opuesto de blasfemia (habla endemoniada).

Ejemplos comunes es decir entretenimiento adulto, material adulto en vez de decir pornografía, o decir grande, llenito, de hueso ancho, pesado en vez de  gordo, o decir no vidente en vez de ciego. Ahora que ya repasamos que es un eufemismo vayamos al punto de la reflexión.

Un aborigen (adjetivo de origen latino que significa “desde el comienzo”), es alguien originario del suelo en que vive (tribu, animal o planta aborigen). También se dice del primitivo morador de un país, por contraposición a los establecidos posteriormente en él.

Se usa también como sustantivo. Es el natural de una región o territorio, en especial si sus ascendientes también lo eran, en particular, nativo de una tierra del Nuevo Mundo, en oposición a los conquistadores europeos.

Su uso más específico y común es en referencia al habitante perteneciente a una cultura que ya no es la predominante en un lugar y que ha cedido lugar a una nueva, ya sea por violencia, asimilación o cualquier otro proceso o combinación de procesos. En esta última acepción, de preferencia se usa como sustantivo en plural.

En vista de lo anterior, puede usarse para referirse a:
  • Los aborígenes australianos.
  • Los aborígenes canarios, también llamados guanches.
  • Los maoríes, aborígenes de Nueva Zelanda.
  • Los aborígenes cubanos.
  • Los aborígenes de Taiwan, también llamados gaoshan.
  • Los ameriendio, también llamados indios americanos.
  • Los indígenea de cualquier parte del mundo
Los originarios (adjetivo de origen latino), es el que da origen a alguien o algo o el que trae su origen de algún lugar, persona o cosa.

Pueblos originarios es la denominación con la que se conoce a los indígenas americanos a manera de reivindicar su cultura y sus intereses en el actual continente americano (o Abya Yala como era llamado en la idioma del pueblo Kuna), tiene un uso muy difundido por los medios progresistas en la actualidad.

Esta terminología sin embargo puede hacerse extensiva para referirse a todos los habitantes de cualquier lugar del mundo cuya cultura, historia, tradiciones, cosmología y forma de vivir tengan un arraigo profundo y sean consecuencia directa del territorio que habitan, el cual es partícipe y a la vez sustento de las características mencionadas.

Son nombres de algunos pueblos originarios: Abipón, Alacalufe, Aonikenk, Akuntsu, Arachán, Arahuaco, Araona, Atacama, Atacameño, Auca, Aymara, Bauré, Bésiro, Bohán, Caduveo, Cajún, Calchaquí, Canichana, Cavineño, Cayubaba, Chácobo, Chaná, Chango, Charrúa, Chicha, Chimán, Chinook, Chiriguano, Chono, Chorote, Comechingón, Cunco, Diaguita, Ese Ejja, Guaicurú, Guaraní, Guarasu’we, Guarayu, Huarpe, Itonama, Kaikang, Kawésqar, Kolla, Leco, Lípez, Lule-Vilela, Machajuyai-Kallawaya, Machineri, Mapuche, Maropa, Mataco, Mbyá, Minuán, Mocoví, Mojeño-Ignaciano, Mojeño-Trinitario, Moré, Mosetén, Movima, Nivaclé, Ocloya, Omaguaca, Pacawara, Paí tavyterá, Pampa, Payaguá, Payo, Pehuenche, Pikunche, Pilagá, Piratapuyo, Puquina, Quechua, Quilme, Rapa-Nui, Sanavirón, Selk'nam, Sirionó, Tacana, Tapieté, Tehuelche, Toba, Tonocoté, Toromona, Uru-Chipaya, Weenhayek, Xerente, Xokleng, Yagán, Yámana, Yaminawa, Yanomami, Yaro, Yuki, Yuracaré, Zamuco, Zo'é, Nefitas, y muchos mas.

Algunos autores alegan, que en realidad los pueblos originarios en el continente americano no existen, y los descendientes de los "indígenas" migraron desde  Asia hasta Abya Yala / América por medio del Estrecho de Bering, pero es opinión reconocida generalmente, que la cuna de la humanidad estaba en Africa. Esto significaría, si esta réplica fuese cierta, que no hay pueblos originarios fuera de África.

La primera inmigración en el continente Abya Yala comenzó probablemente antes de quince mil años por los pueblos que hoy llamamos originarios (pinturas rupestres, como las de la Cueva de las Manos, en la Patagonia Argentina, están fechadas alrededor de diez mil años atrás). Los primeros habitantes de una tierra o de una región son los originarios. 

Por otro lado; los aztecas llamaron al Continente Americano Ixachitlán que significa Lugar de Tierra Basta, y que también se relacionaba con su nación Anáhuac.

Además los europeos denominan solo a los pueblos originarios fuera de Europa de "indígenas" y en el sentido de menos civilizados, en tanto que en Europa no hay pueblos indígenas propiamente llamados. Resulta interesante sin embargo el hecho de que pueden considerarse como originarios aquellos pueblos anteriores a la expansión del imperio romano, siendo la tribu o etnia que originó dicho imperio uno más de ellos.

En resumen, todas estas palabras pueden ser utilizadas como sinónimos: Aborigen; Natural; Indígena; Nativo; Autóctono; Oriundo o Amerindio (solo referido a los naturales de América). 

Nota: Se utilizarán las abreviaturas a.C. (antes de Cristo), d.C. (después de Cristo) y a.P. (antes del presente)
         Los mapas de las comunidades aborígenes se encuentran en la versión pdf


Parte 2

¿Conocemos TODA nuestra historia?
Para estudiar a nuestros pueblos aborígenes debemos hacer una fuerte autocrítica a la manera en que nos fueron enseñados, no solo desde el punto de vista cualitativo (“los indios eran todos malos”), sino también cuantitativo. Los no especialistas en el tema ¿cuánto sabemos de ellos?

El calendario menos deseado
Si dividiéramos a nuestra historia en solo una página de almanaque de 31 días, y asumiéramos que el Lunes 1 de ese mes nacen las culturas Ampajanco en el Norte y Ayampitin en el Centro (los pueblos de nuestra protohistoria 6000 años antes de Cristo), antes del momento de la invasión hispana, el 25 de Mayo de 1810 hubiese caído al mediodía del Martes 30, apenas 24 horas antes que se termine el mes (en el 2012). Si tomáramos las evidencias mas antiguas, el resultado de nuestro aprendizaje aún sería peor.
Mientras que a nadie en Europa se le ocurría navegar hacia el Oeste, en estas tierras estaban escribiendo su propia historia los Atacamas, Omaguacas, Chiriguanos, Lules y Diaguitas en el Noroeste; los Tobas, Guaycurúes, Mocovíes y Guaraníes en el Noreste; los Tonocotes, Sanavirones y Comechingones en el Centro; los Coronda, Caigang y Charrúas en el Litoral; los Huarpes, Pehuenches y Guenaken en Cuyo; los Pampas y Querandíes en la Región Pampeana y los Chonecas y Selknam en la Patagonia. Siendo generosos en el análisis, en nuestras escuelas nos enseñan solo el 10 % de nuestra verdadera historia, o sea, que del “mes histórico argentino”, solo nos enseñan los últimos 3 días.

Hace más de 12.000 años ya estábamos por el sur
Piedra Museo es un importante yacimiento arqueológico descubierto a principios del siglo XX, ubicado a 125 km al sur de Pico Truncado (Santa Cruz), y donde se ha registrado una presencia humana tan antigua que cuestiona las teorías sobre la llegada del hombre a América.
La datación por radiocarbono estableció la antigüedad de los restos humanos encontrados en hasta 11.560 años, en tanto los del cercano yacimiento de Los Toldos datan de 12.890 ± 90 años a.P. Esto hace que se los considere los asentamientos humano más antiguos de Argentina y entre los más antiguos de Sudamérica.
Los descubrimientos de Piedra Museo han replanteado completamente la teoría predominante sobre el poblamiento de América (teoría del poblamiento tardío), fundada sobre la Cultura Clovis, que sostiene que el hombre ingresó al continente americano hace aproximadamente 13.500 años.


Esto ha dado fundamento a una nueva teoría del poblamiento temprano de América, que ubica la fecha de ingreso entre 25.000 y 50.000 años a.P., al mismo tiempo que modifica las teorías sobre las rutas de entrada y difusión por el continente.

Hace más de 8.000 años por Córdoba, Catamarca y San Luis
Terminada la última glaciación (10.000 años) se crearon las circunstancias favorables en el clima y en el suelo de la región para la supervivencia humana. El hombre de estos lugares aparece ubicado en el Holoceno, con su flora achaparrada alimentando a los sobrevivientes de una mega-fauna que sería contemporánea de esta gente que venía de varias oleadas migratorias. Gliptodontes y megaterios anduvieron por estas regiones sirviendo de alimento a las hordas.
El hombre primitivo ha dejado escasas y borrosas huellas de su paso, sin embargo se pudo confirmar que su existencia es de 6000 años antes de Cristo. El primer hallazgo fue hecho en Ayampitín, lugar existente en la pampa de Olaen, departamento Punilla (Córdoba)
Ayampitín es el "Horizonte Cultural" que comprende desde el Ecuador hasta la Tierra del Fuego, abriéndose esta extensa región al desplazamiento de estos individuos primitivos. La industria del cuero fue la más desarrollada: se fabricaron paravientos, toldos, vestidos, quillangos, ojotas, bolsas; todo salía del cuero de los animales que cazaban.
Tejían, con fibras animales y vegetales redes y bolsas para transportar sus pertenencias. Con tales pertrechos recorrían vastas regiones encontrándose con otras hordas que venían en sentido contrario.
A razón de 20 a 25 km por día caminaban desde la región de los grandes ríos, de donde se supone eran originarios, encontrándose con los huárpidos venidos del oeste y noroeste de la zona andina. Se entremezclaron asimilándose los unos a los otros, tenían culturas semejantes.
También hubo otros entrecruzamientos con gente que venía del sur y del este. Formaban hordas de 30 a 50 personas, hombres, mujeres y niños que recorrían las costas de los ríos, arroyos y lagunas en busca de sustento, se quedaban en algún paraje hasta agotar el ecosistema, siguiendo luego camino, una vez consumidos los recursos.
No fueron organizados, sólo vivían el hoy, lo que comerían. Nadie sabía aún sembrar ni esperar cosechas. La horda o grupo seguía a un jefe, sin duda el más fuerte o mejor cazador. Otro que tenía predicamento en el grupo era el hechicero, chaman o shamán que daba sentido mágico a sus curas y predicciones.
Cuando estos hombres, pasado el tiempo descubrieron los bienes producidos por las plantas que cultivaron y las industrias de ellas derivadas se hicieron sedentarios buscando lugares aptos para acampar quedándose en espera de las cosechas.
A esas cosechas había que defenderlas de los nómadas y guerreros vecinos, de modo que debieron reforzar la industria bélica, pero también surgió la necesidad de anexar los tejidos de lanas y fibras. De allí, domesticaron plantas y animales, se quedaron junto a los ríos y lagos e  “inventaron” el riego. Sus dioses tenían mucho que ver con la tierra que les daba sustento y el sol que les daba calor.
Descubrió metales, perfeccionó la industria lítica (de piedra), apareció el arco y la flecha, las hachas, los cuchillos, martillos y azadas, trabaja la arcilla y fabrica imperfectos cacharros donde almacenaban semillas, sobre todo maíz y agua. Aprendió a hacer la chicha, primera bebida alcohólica que los deleitaba y embriagaba.
En los siglos VII y VIII de nuestra Era, las poblaciones en las Sierras Centrales, (hoy Comechingones), con límite de los ríos Tercero, Cuarto y Quinto tuvieron lugares propicios para una vida más estable, formando comunidades.
La gruta de Inti Huasi (casa del sol), que se halla enclavada en el cerro homónimo, situado en la zona central de las sierras de San Luis, a 20 km de La Carolina y a 100 km de la ciudad capital provincial, es considerada como uno de los yacimientos arqueológicos prehistóricos más importantes de América, es una muestra de la cultura Ayampitin.

Se conforma por dos socavones poco profundos que se encuentran protegidos naturalmente por una amplia arcada que conforma un vestíbulo natural. 
 

Gruta de Inti huasi vista en el año 2014
Una amplia arcada, de origen volcánico, servía de defensa contra el sol del verano y las lluvias invernales. Siendo esta arcada el sitio más seco y de mayor luminosidad de toda la caverna.
El hombre llegó a estos sitios cuando la temperatura había alcanzado extremos tales que generaron un proceso de desertización y la cuenca de los lagos estaba enormemente disminuida.
Los Intihuasi desaparecieron para reaparecer 300 años después, en el 5900 a.C., cuando la región había adquirido su fisonomía actual, para dedicarse a la cacería y la recolección de frutos, tales como los del algarrobo criollo (Prosopis). 

A partir de ese momento, la vida en el territorio sanluiseño se transformó y quedó reducida a las márgenes de las sierras de San Luis.
Cuando en el año 2000 a.C. ingresaron, los grupos que traían los fundamentos incipientes de la agricultura y ganadería, el hombre ya no pudo hacer sus traslados temporarios de acuerdo al clima de la época y comienza a buscar zonas intermedias para su asentamiento.
A partir del año 700 d.C. comienzan a generarse grupos aldeanos en los pequeños valles protegidos que permitieron, en sus partes más bajas y húmedas, los cultivos. Mientras que las paredes del embudo que constituían esos valles, sirvieron para el pastoreo del ganado. Las pampas altas y los lugares incultos continuaron aportando la cuota de caza y recolección de diversos frutos.
Las condiciones de las sierras no pudieron permitir jamás otro patrón que el de la aldea dispersa. Hoy, muchos de esos grupos aldeanos se han convertido en las poblaciones de distinta importancia que pueblan el actual Valle de Conlara.
Ampajanco es la otra cultura que se considera fundacional dentro del territorio argentino. Fue así denominada por el sitio homónimo, próximo a Santa María (Catamarca), donde fue identificada por primera vez.
En una extensa cantera se desarrolló una primitiva y tosca industria, donde los instrumentos se obtuvieron por percusión directa sobre grandes bloques de basalto: las llamadas lascas, una de las formas más primitivas de instrumental lítico.
Otros instrumentos significativos de Ampajanco son las bifaces: hachas de regular tamaño talladas a grandes golpes en ambas caras y que seguramente estuvieron destinados al trabajo de la madera.
Se especula que su economía era recolectora, fundamentalmente de raíces y plantas silvestres, no se habrían dedicado a la caza, pues no se han hallado puntas de piedra, aunque tal vez las hayan tenido de madera u otro material perecedero.
De acuerdo a los conocimientos actuales sobre la tecnología lítica, la gran mayoría de los artefactos recogidos en Ampajanco no eran los productos finales de una secuencia de producción, sino productos intermedios que debían estar sujetos a posteriores procesos de acabado.
La morfología poco elaborada de las piezas y las técnicas aplicadas lleva a sugerir una antigüedad mayor a 8.000 años. Los hallazgos han sido hechos en la superficie del terreno, con falta de elementos asociados, como huesos de fauna extinguida, y la carencia de fechados por métodos geológicos, hacen que estas evidencias sean sólo posibilidades, dadas sus similitudes con industrias existentes en el resto del continente americano.



Parte 3

Los indígenas de Argentina

La clasificación más sencilla de los grupos étnicos puede ser la geográfica, sin embargo no es la más exacta ya que no siempre se apega a los límites políticos, y por otra parte, desde que el mundo es mundo, el hombre se ha estado moviendo, cambiando su aspecto, idioma, cultura o economía.

Por esto resulta conveniente estudiarlos desde los aspectos más sencillos hasta los más complejos, pero siempre ajustado a una época determinada, ya que la dinámica de sus movimientos, ha generado no solo transculturizaciones (por las buenas o por las malas), sino también desapariciones.

El poblamiento humano del actual territorio de Argentina tiene una antigüedad de entre 13.000 y 10.100 años a.C. de acuerdo a los hallazgos de Piedra Museo (Santa Cruz).[]

Si empezamos por los grandes grupos étnicos originales, podemos agruparlos en: Ándidos, Amazónidos, Pámpidos, Láguidos y Fuéguidos.

Los ándidos (o cacanes por su idioma), fueron pobladores del noroeste (atacamas, chichas, omaguacas, diaguitas, ocloyas, capayanes, olongastas y huarpes), hasta lo que actualmente es Santiago del Estero, incluyendo los comechingones de Córdoba. Fueron muy bajos pero robustos.

Los amazónidos habitantes del noreste (y una cuña del noroeste), representados por lo guaraníes y caicang, eran de mediana estatura, robustos y de cabezas cortas y anchas

Los láguidos, ocupaban la actual provincia de Misiones y norte de Corrientes siendo individuos de muy corta estatura.

Los pámpidos, ocupantes de gran parte del actual país y representados por los chaná, querandíes, patagones, y otros no araucanos, se caracterizaban por ser altos, macizos y pesados, de cabezas largas y delgadas.

Los fuéguidos, ocupaban los archipiélagos del sur y estaban representados por los onas y yamanas, hombres de baja estatura (1,5 m) y cabezas largas y delgadas.  

Los indígenas de Argentina son el conjunto de etnias o pueblos autóctonos que habitaban el actual territorio (Cuadro 1), a la llegada, en 1516, del primer europeo, Juan Díaz de Solís (con quien comenzó la invasión y posterior conquista española).

Nada explica mejor que lo dicho por el lingüista quechua José Lara: “Los españoles emplearon un método propio para ver e interpretar el pasado de los indios, acondicionándolo con maestría y presentándolo en una forma que les permite sentirse dignos de la obra conquistadora y con derecho a disfrutarla sin remordimientos”

Entre los que estaban a su llegada se incluyen también a otras etnias amerindias que migraron hacia dicho territorio (guaraníes en el NEA, incas en el NOA y oeste), como asimismo a los descendientes de todos ellos que en 2004 sumaban aproximadamente 600.000 personas.

Estas se consideraban a sí mismos parte de una etnia indígena, constituyendo alrededor del 1,6 % de la población total del país y que se encontraban, la mayor parte de ellos, transculturizados, desconociendo sus tradiciones y costumbres ancestrales.

Cuadro 1 - Pueblos Originarios en el actual territorio argentino, en el momento de la llegada de los conquistadores europeos. Los números muestran los límites de las comunidades en la Figura ….

RAZA
COMUNIDAD
MEDIO DE VIDA

Ándidos
1
Atacamas

Agricultores superiores

2
Diaguitas
3
Omaguacas, Chichas y Ocloyas
4
Capayanes
5
Huarpes
6
Olongastas
7
Comechingones



Amazónidos
Pámpidos
8
Chiriguanos
Agricultores superiores
9
Matacos
10
Tobas
Cazadores / Recolectores
11
Lules/Vilelas
12
Tonocotés
Agricultores incipientes
13
Guaycurúes

Cazadores / Recolectores
14
Abipones
15
Mocovíes
16
Sanavirones
Agricultores incipientes

Amazónidos
Láguidos
17
Guaraníes
Agricultores incipientes
18
Chanás
Cazadores / Recolectores
19
Caincang
Cazadores / Recolectores
20
Charrúas
Cazadores / Recolectores

Pámpidos
21
Querandíes
Cazadores
22
Pehuenches
Cazadores /Recolectores
23
Tehuelches Guenaken
Cazadores
24
Chonecas
Cazadores
Fuéguidos
25
Onas – Selkmam
Cazadores

26
Yámanas
Cazadores

Los grandes grupos étnicos originales conformaron tres regiones muy marcadas:

  •    En el cuadrante del noroeste andino se establecieron culturas agro alfareras emparentadas con la civilización andina y una parte de ellas llegó a integrar el Imperio Inca;
  •    En el cuadrante nordeste se establecieron culturas agro alfareras emparentadas con la familia Tupí-guaraní;
  •   En la pampa y la Patagonia se establecieron culturas nómades, probablemente llegadas desde el Oeste.

Durante la conquista europea las culturas indígenas que habitaban el actual territorio argentino corrieron suerte diversa. Por un lado las culturas pampeanas y patagónicas así como las que habitaban el Gran Chaco resistieron exitosamente la conquista española y nunca estuvieron bajo su dominación.
Distinta fue la situación que se dio en el cuadrante noroeste ya que la colonización española estableció sus principales centros de población y producción (las explotaciones mineras de oro y plata), sobre la base de trabajo encomendado a los aborígenes, en tanto que las naciones indígenas protagonizaron grandes guerras e insurrecciones contra los españoles.



El cuadrante noreste se caracterizó por el establecimiento de las misiones jesuíticas de los pueblos guaraníes que conformaron un tipo completamente original de sociedades indígena-cristiana autónomas de la Monarquía Hispánica que se enfrentaron incluso a las tropas conjuntas de España y Portugal en la llamada Guerra guaranítica, y que fueron finalmente disueltas por la corona española en 1767. 

Todas las naciones indígenas sufrieron también el colapso demográfico que afectó a todos los pueblos indígenas americanos, y que fue en gran medida consecuencia de las enfermedades introducidas por los europeos.

Se estima que a la llegada de los españoles, había entre 400.000 y 2.000.000 de aborígenes argentinos, asentados y agrupados en los valles más fértiles del Noroeste argentino y, en menor grado, en las orillas de los grandes ríos del  Litoral argentino. El resto del extenso territorio tuvo una densidad demográfica inferior a menos de 1 hab/km².

Una vez que las Provincias Unidas de Sudamérica se constituyeron como estado independiente en 1816 y después su continuadora, la República Argentina en 1826, se inició un proceso de conquista de los territorios ocupados por los pueblos originarios que no habían sido dominados por el Imperio español, especialmente en la pampa, la Patagonia y el Gran Chaco.

Estas guerras contra el aborigen, tuvieron su punto más alto en la mal llamada Conquista del desierto de 1880 en la que fueron derrotadas las etnias Mapuche y Ranqueñ, y le permitieron a los gobiernos de turno controlar efectivamente amplios territorios.

Los datos definitivos de la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) realizada en 2004 y 2005 destacan la existencia de 35 pueblos indígenas en la Argentina, integrados por 600.329 individuos (457.363 que se auto reconocen pertenecientes a algún pueblo aborigen más 142.966 que no pertenecen pero son descendientes en primera generación de un pueblo aborigen), equivalente a aproximadamente el 1,6 % de la población total.

Ello sin perjuicio de que poco más de la mitad de la población tiene al menos un antepasado indígena, aunque en la mayoría de los casos se ha perdido la memoria familiar de esa pertenencia. Todas las culturas indígenas han sido afectadas por un proceso deliberado de ocultamiento, promovido desde el Estado, desde la segunda mitad del siglo XIX.

Entre los pueblos indígenas actuales en Argentina, incluyendo a descendientes fusionados de pueblos cuyos componentes puros se han extinguido, se encuentran casi 40: []
  • aonikenks-tehuelches (o patagones).
  • atacameños o atacamas
  • avá-guaraníes-chiriguanos
  • aymaras
  • chanés
  • charrúas
  • chiripás
  • chorotes
  • chulupís
  • comechingones
  • diaguitas y calchaquíes
  • huarpes
  • kollas
  • lules
  • maimaráes
  • mapuches (antes llamados araucanos)
  • mbyás-guaraníes
  • mocovíes
  • ocloyas (parcialidad de los omaguacas).
  • omaguacas
  • onas-selk' nams
  • pampas
  • pehuenches (rama de los mapuches).
  • pilagás
  • paí tavyterás (o cainguás).
  • puelches
  • quechuas
  • querandíes
  • ranqueles-rankulches
  • sanavirones
  • tapietés
  • tastile
  • tehuelches
  • tobas (qoms)
  • tonokotés
  • tupís-guaraníes
  • vilelas
  • wichís (matacos)
  • yámanas (o yaganes).
Intentar estudiar y clasificar los pueblos aborígenes con criterio “ingenieril” como el mío (muy encasillado y poco flexible en tiempo y espacio), no resulta sencillo, pero lo voy a intentar.

Desde sus orígenes, pasando por los movimientos internos entre ellos, las transculturizaciones incaicas y guaraníticas y la invasión de los europeos, y luego los criollos, nada es absolutamente puro y estático: ni el territorio, ni el lenguaje, ni las costumbres, ni las religiones, ni los medios de vida, ni sus artes ni sus viviendas.

Por esta razón los que saben (paleontólogos, antropólogos y arqueólogos), los agrupan, aunque de diversas maneras ya que si bien hay muchas evidencias, aún hay muchas más dudas de cómo fue la historia antes de la llegada de los europeos.

Intentaré seguir algún criterio más o menos ecléctico agrupándolos por razas, y dentro de estas por su distribución geográfica dentro del actual territorio argentino, aceptando también las traducciones al español del vocabulario nativo cambiando la “k” por “q” (como Killa o Quilla = Luna), o por “c” (como Kolla o Colla).

Seguramente esta descripción breve de cada pueblo aborigen resultará muchas veces mezquina e inexacta debido a la generalización que exige este trabajo, ya que intentaré abarcar de una historia de más de 5.000 años.

La llegada desde Europa de caballos y ovejas, en los años 1500, cambiaron en muchos pueblos sus hábitos. Algunos de a caballo dejaron de ser sedentarios y se movieron ágilmente dentro del territorio nacional. Otros incorporaron la lana de oveja y muchas veces reemplazaron a las llamas y vicuñas tanto para vestirse como para abrigarse.

A los fines de ordenar (hasta donde se pueda), describiremos a los pueblos aborígenes por su raza y distribución geográfica (sabiendo que los límites indicados no son rígidos):

Región oeste, noroeste y norte andino

La zona del norte comenzó a ser habitada hacia el año 7000 a.C. Los distintos grupos étnicos que habitaron la región andina (sin contar los Andes patagónicos), fueron los omaguacas, atacamas, diaguitas y huarpes. Los calchaquíes son descendientes de una de las parcialidades de los diaguitas.

Estos pueblos fueron dominados entre 1480 a 1533 por el imperio inca de los invasores quechuas aliados con los aimaras procedentes del Perú y de la cuenca del lago Titicaca en el sur de Perú y el norte de Bolivia.

Si bien la duración del imperio inca fue relativamente breve dejó notorios influjos (principalmente en la toponimia), ya que aún luego de la conquista española a partir de 1535 el idioma quechua (o runa simi), era la lengua vehicular de gran parte de la región andina.

Como los otros habitantes de la región andina, tenían conocimientos muy avanzados de la agricultura, la construcción de terrazas y el riego artificial. También criaban animales como la llama que les servían para comerciar con otros grupos indígenas.

Las poblaciones originarias en la Argentina han disminuido mucho con relación a la población en general. Esto se debe a diferentes causas interrelacionadas, como las enfermedades, el mestizaje, las campañas de exterminio (siglos XVIII y XIX), la brusca interrupción de sus culturas y la inmigración considerable de Europa.

En las provincias de Jujuy y Salta se conservan las costumbres indígenas en celebraciones, bailes, comidas y también es la zona del país que más indígenas tiene.

Cuenta con más de 970.000 personas. Entre ellos los kollas, que son un grupo étnico en el cual se han mestizado gran parte de los atacamas, omaguacas, diaguitas y chichas y que ha recibido un fuerte influjo quechua.

En cuanto a los aimaras y quechuas que actualmente hay en esa zona en su inmensa mayoría son inmigrantes recientes (a partir de las últimas décadas del siglo XX), procedentes de distintas zonas de Bolivia.

Los aimaras proceden de la cuenca del lago Titicaca en el norte de Bolivia y el sur de Perú, mientras que los quechuas proceden del Altiplano boliviano, aunque su núcleo de origen sea la región andina central de Perú.

Con criterio antropológico en parte y geográfico, describiremos a los pueblos de la raza ándida: Atacamas, Chichas, Omaguacas, Ocloyas, Diaguitas, Kollas, Capayanes, Olongastas, Huarpes y Comechingones.

  • Los Atacamas
También llamados Apatamas, Cochinocas y Casabindos, su ámbito geográfico en la actual Argentina fue la puna jujeña, aunque su mayor desarrollo fue en Chile y Bolivia.

Fue un pueblo agricultor y ganadero, generadores de grandes movimientos de tráfico con los pueblos vecinos, organizados en familias con caciques. Crearon un sistema de siembras en terrazas para aprovechar la escasa agua recibida y evitar el arrastre de la capa del suelo orgánico y fértil. Sus cultivos fueron variados: tabaco, tunas, maíz y sobre todo papas y quínoa.

Abonaban sus cultivos con el guano de las aves de la costa, y criaban llamas y alpacas por su carne, su lana y como medio de carga y transporte.

Guardaban sus cosechas en las concavidades de las barrancas, que tapiaban. La sal era uno de sus recursos más importantes, la que comerciaban por las cerámicas del área diaguita y por valvas de moluscos del Pacífico a través de la puna chilena.

Desarrollaron una importante artesanía en cerámica y, además, fueron el primer pueblo que comenzó a utilizar el mineral de cobre que extraían de Chuquicamata y el oro de Inca Huasi. La industria del labrado de la madera estaba muy desarrollada, son famosas las "tablillas de ofrendas" para tomar rapé y narcóticos (paricá), por la nariz, con un mango labrado finamente con figuras humanas y animales e incrustaciones de malaquita. Fueron hábiles pirograbadores de los frutos de las Lagenarias (purunku = porongos).

Sus viviendas enterradas o semi enterradas (por el rigor del clima puneño), eran cuartos de piedra, barro con techo de paja. Quedan vestigios del muy elaborado instrumental: hachas, palos cavadores, cucharas, ollas, azadones.
Fueron muy hábiles hilanderos y tejedores, oficios con que confeccionaban sus vestidos que eran camisetas largas (uncu), ojotas (ushutas), gorros de lana con orejeras (chullo). Sus instrumentos musicales fueron la siringa (especie de zampoña o siku, compuesta de varios tubos de caña que forman escala musical y van sujetos unos al lado de otros), caja y trompeta.

Creían en la vida después de la muerte, por eso colocaban a sus difuntos con todas sus pertenencias en grutas naturales que cerraban con piedras. Sagrado para los Atacamas fue el volcán Licancabur (pueblo de arriba), que con sus 5.900 m s.n.m. se ubica en la frontera entre Chile y Bolivia, donde creían vivían sus dioses a los que ofrecían sacrificios humanos. 

Entre el año 400 dC y la llegada de los españoles desarrollaron culturas como:


      • Original (desde 400 dC hasta 900 dC): caracterizada por la presencia de alfarería roja pulida, cántaros antropomorfos, uso de adornos y recipientes de oro.
      • Temprana (desde 900 dC a 1100 dC): Atacameña indígena. Caracterizada por alfarería negra pulida. Influencias de Tihuanaco. Empleo de tabletas para aspirar alucinógenos y uso del tambetá (adorno labial).
      • Media (desde 1.100 dC a 1350 dC): Chicha - atacameña
      • Tardía (desde 1350 a 1500): Inca. Construcción de pucarás (fortalezas), no desarrollada en el territorio nacional.
  • Los Chichas
Los chichas fueron un pueblo que habitó los valles y el altiplano correspondiente al actual sur y suroeste de Bolivia. Son considerados como uno de los diversos "señoríos" que ocuparon el altiplano Sur Andino. Los descendientes de esta etnia viven en los territorios del sur de Potosí con una fuerte transculturación quechua, aunque hoy en día mantienen una cultura propia y diferente de aquella. Etimológicamente Chichas equivale decir cejas.
Al parecer la sociedad chicha tiene su centro político-cultural en Tupiza (Bolivia), y llega al norte de las provincias argentinas de Jujuy y Salta (Yavi, Calahoyo, Moreta, Iruya).

Tuvo idioma propio. Durante la primera expansión post-tiawanacota habrían asimilado el aymara, posteriormente con la expansión Inca, el quechua.

La versión del origen chiriguano de los chichas es que fue un grupo desprendido de los pueblos del chaco que subieron a tierras altas empujados por desplazamientos y migraciones. En el contexto territorial de los chichas interactuaban diversos grupos sociales a los cuales se les denominó con diferentes nombres, entre ellos tenemos a los Omahuacas, Atacamas, Churumatas, Tomatas, Casavindos, Cochinotas, los LLipi o Lípez.

Cabe anotar que el idioma kunza, tiene huellas toponímicas en toda la región de los chichas y su área de influencia.

Hay un desarrollo y una valoración de recursos, distintos, no es el maíz, por las condiciones ecológicas, sí en cambio, el chañar y el algarrobo especies arbóreas que se cultivan.

Hoy está confirmado el hecho que la región del altiplano (sur boliviano), la puna atacameña (hoy Chile) y la puna argentina, aun en épocas de la colonia, fue una zona de intenso tránsito de caravanas comerciales que intercambiaban productos propias de la región andina, por una parte la sal, el “charqui” y lana, por productos propio de los valles como el maíz, frutas, etc.

  • Los Omaguacas
Este pueblo vivía en la Quebrada de Humahuaca, un territorio de 170 km de largo x 3 km de ancho en la Provincia de Jujuy, desde el norte de El Volcán hasta el sudeste de Abra Pampa en el actual territorio argentino. Estaba conformado con muchos asentamientos que le dan origen a los gentilicios de Tilcaras, Purmamarcas, Tumbayas, Pulquiles, Tilianes, Maimarás, Jujuyes y Fiscaras, que probablemente hablaban aimara y quechua.

Fue un pueblo de espíritu guerrero utilizando (tanto para las invasiones incaicas como las españolas), arcos y flechas, boleadoras, hondas y las temidas “rompecabezas” (arma compuesta de dos bolas metálicas, muchas veces estrelladas), sujetas a los extremos de un mango corto y flexible). Hacían culto del cráneo/trofeo.

Estaban organizados como un pueblo militarizado con caciques locales y caciques generales. Sus viviendas eran cuartos de pircas sin mortero con techo a un agua, aunque se refugiaban en los pucará en tiempos de guerra.

Los varones vestían camiseta corta y poncho y las mujeres camisetas largas hasta los tobillos, ojotas y vinchas. Fueron expertos agricultores con dominio de las técnicas de riego de maíz, papa, quinua y cosechaban tunas y chauchas de algarrobo.

Cazaban llamas, guanacos y ñandúes y criaban llamas. Trabajaron oro, cobre, plata y estaño y su cerámica era rica, destacándose la de Tilcara de las que se conocen obras del año 1300 dC. Fueron sus instrumentos las “flautas de pan” (sicus o sikus), cornetas y cascabeles.
  • Los Ocloyas
Este pueblo, que también denominaron osas y paypayas, vivió al este de la Quebrada de Humahuaca, entre el Río San Lorenzo y Ledesma. Se trató de una población muy pacífica a pesar de su dependencia de los Omaguacas.

Sus viviendas construidas con pircas de varios tonos de piedras (“mosaicos”), dibujaban llamas. Una serie de comunidades conformaban este pueblo como los quisperas, cocactas, tilcalaysos, ocayacxus, estoybolos, panayas, sopras y titicontes.

Fue un pueblo netamente agricultor, sobresaliendo sus habilidades para la confección de herramientas de piedra. La cerámica estuvo muy poco desarrollada.
  • Los Kollas
Si bien el origen de los kollas (o collas), es desconocido, se tienen noticias de su existencia al menos desde fines del siglo XII, en el ocaso del Imperio Tihuanaco, en torno al  lago Titicaca, en Bolivia. 

En el siglo XV el territorio ocupado por los collas habría sido invadido por el Imperio Inca, lo cual habría generado una revuelta que habría finalizado con la incorporación de los collas como soldados en la expansión al sur, y a su vez como trabajadores en los nuevos territorios conquistados, particularmente al actual noroeste argentino.
En la actualidad, los collas se reconocen como descendientes directos de esa migración forzosa que provienen de varios grupos étnicos originarios. A la población de origen omaguaca, "calchaquí" y atacameña, los incas les sumaron grupos de mitimaes (colonos trasplantados por la fuerza), principalmente chichas que dieron comienzo al mestizaje que continuó con las encomiendas y traslados poblacionales que efectuaron los españoles.
Los idiomas que hablan los collas son el quechua y el aymara. A pesar de la aculturación sufrida debido a la acción colonizadora, aún practican algunos de sus rituales y mantienen otras formas culturales como la minka o minga, antigua forma de cooperación; el sirviñakuy o prueba de pareja y rituales vinculados al culto de la tierra: la Pachamama, señalada o marca de animales, apachetas o descanso de viajeros, entierro y desentierro de pukllay o cacharpaya (carnaval), chálla y chállar (beber) y corpachada (dar de comer a la tierra); Tinkunakuy, topamientos o encuentros de compadres, musiqueros, parcialidades o comunidades.
El vestido masculino era una especie de túnica corta, hasta las rodillas, y sin mangas, llamada ucu. Tenía unas franjas que la decoraban en el pecho y en la cintura. Como prenda íntima, llevaban una especie de taparrabos.
Las mujeres usaban una vestimenta que envolvía su cuerpo desde las axilas hasta el tobillo, con una tela rectangular que sujetaban encima de los hombros y la que se ceñían a la cintura mediante una faja adornada, llamada chumbi. De calzado usaban las ojotas.
Sus instrumentos musicales tradicionales como quena, anata, sikus, charango, erke y erkencho, y sus ritmos típicos han ingresado a formar parte de la música folklórica de Argentina, como por ejemplo: el Carnavalito.
  • Los Diaguitas
Ellos se autodenominaban paziocas. La palabra «diaguita» fue un mote dado por los aimaras del norte ya que en el idioma aimara thiakita significa ‘alejado’, ‘foráneo’. Son llamados también calchaquíes o cacanos. Extendieron sus dominios desde el sudoeste de Salta (La Paya), oeste de Tucumán y centro oeste de Catamarca, corriendo al este del cordón cordillerano.

A pesar de sus diferencias puestas de manifiesto a través de los estudios antropológicos y arqueológicos, todos hablaban el idioma cacán (o kakan). En función de la distribución geográfica el cacán tendría al menos tres dialectos: el calchaquí al norte y el cacán propiamente dicho al centro.

Aunque el cacán prácticamente ha desaparecido en la actualidad, aún muchos nombres de pueblos o ciudades se utilizan hoy como la terminación gasta, que quiere decir pueblo o villa como Calingasta (villa de los grandes cerros), Nonogasta (villa de los pechos o de los senos) o Vichigasta (villa vistosa). Decenas de parcialidades adoptaron el nombre de su villa o poblado como los Hualfines, Pucaráes, Tolombones, Quilmes, Yacoviles, Luracataos, Chicoanas o Tafís.

Estaban organizados en ayllus (aldeas), independientes, con cacicazgos hereditarios y de diferentes niveles. Eran polígamos y practicaban el levirato (obligación al hermano del que murió sin hijos a casarse con la viuda).

Adoraban el sol, el trueno, el relámpago y veneraban a la pachamama. Fueron sus ídolos las serpientes, los felinos, los batracios y el ñandú, que aparecen en muchas formas de sus artes. Fumaban narcóticos y alucinógenos y ofrecían sacrificios a sus dioses a través de los chamanes (o shamanes).

En las festividades ceremoniales utilizaba máscaras y utilizaban instrumentos musicales como pincullos (flauta pequeña), cornetas, ocarinas, sonajeros y tambores.  

Vestían como abrigo (en tiempo de paz), túnicas hasta los tobillos confeccionadas con lana de camélidos y prácticamente desnudos frente a las altas temperatura. Usaban ojotas y vinchas.

Su principal medio de vida era la agricultura (maíz, poroto, zapallo, papa, quinua), generalmente bajo riego. Cazaban guanacos, vicuñas y cérvidos organizados en grupos (chacus). Criaban llamas como vehículos de carga. Bebían macerados y fermentados de maíz (chicha), de algarrobo (aloja), molle o chañar.

Sus viviendas (generalmente de paredes de pirca y techo de quincha “torteado”, estaban organizadas en aldeas (generalmente en los sectores llanos), y en pucarás (fortalezas) en altura. Fueron sus armas el arco y flechas, picas, mazas y hachas. En tiempos de guerra no peleaban en el llano sino en los cerros y se protegían en los pucarás.

Fueron expertos alfareros, manejaban metales y aleaciones (cobre, bronce, plata y oro), y desarrollaron la industria textil y cestería. Fueron estudiados diferentes núcleos (septentrional, central, meridional, sudoriental y oriental), que en cierta medida se corresponden con las culturas arqueológicas (caracterizadas por sus artes, organización, vestimenta, vivienda), las que se dividen en períodos de tiempo:


      • Temprano (hasta 650 años dC): Condorhuasi, Ciénaga, Candelaria, Alamito y Tafí
      • Medio (650 años dC hasta 850 años dC): Aguada, La Isla, Alfarcito
      • Tardío (850 dC hasta 1480 dC: Santamariana, Barreal (Ciénaga), Angualasto (denominadas también Sanagasta o Aimogasta), Belen 
  •   Los Capayanes
Los capayanes fueron un pueblo actualmente extinto. Su ámbito geográfico estaba en parte de las provincias de La Rioja, Catamarca,y San Juan, desde la zona montañosa comprendida entre el límite de La Rioja con Catamarca sobre el rio Colorado y las cercanías del río Jachal -Zanjón, en San Juan, abarcando la Cordillera de los Andes, al oeste, hasta los cordones del Velasco, donde se mezclaban con los Diaguitas.
Ocuparon los fértiles valles de Famatina, Sanagasta, Yacampis, Guandacol y Jáchal. Tenían como vecinos, al norte a los diaguitas y al sur a los huarpes.
Compartían con los diaguitas (o paziocas) la lengua kakán o una derivación de ésta. Vestigios de su lengua se encuentran en terminaciones como bispis o china, por ejemplo: Yacampis, Quilmebis, Guanchina, Vinchina, etc.
Conocían la técnica del hilado, tejían lana de guanaco y llamas que criaban. También conocían la metalurgia del cobre y de oro. Construyeron canales y acequias para regar sus sembradíos. Entre sus cultivos estaban el maíz, zapallo, papa y quinoa.
Su economía también se completaba con la cría de llamas y la recolección de frutos. Vestían la camiseta andina, larga, de lana, con adornos geométricos. Arriba un poncho. Utilizaban alfileres para sujetar las prendas de vestir. Calzaban ojotas de cuero. Hachas, pectorales, arcos y otros eran sus adornos típicos.
Utilizaron ampliamente la cerámica, principalmente en las urnas funerarias, decoradas geométricamente con los colores negro, rojo y blanco, conocido como estilo de Sanagasta o Angualasto.
Sus viviendas de barro y adobe, eran a veces construidas al pie de un gran árbol cuya copa servía de techo. Esta técnica de construcción, aún perdura en la zona riojana de Vinchina.
Hacia 1480 los incas invaden la región de los diaguitas y capayanes, incorporando sus territorios al Imperio Incaico. A partir de 1607, con la dominación española, comenzó su dispersión y posterior extinción a fines del siglo XVIII.
La etimología del nombre dado a este pueblo parece ser la palabra quechua qapaq ñan (camino principal), es decir el usualmente llamado Camino del Inca.

La explicación para esto se encontraría en que el territorio que habitaban era sede de un nudo de comunicaciones muy importante, alrededor del paso de San Francisco que en el siglo XV era parte del sur del Tahuantinsuyu.
En cuanto a su filiación, la mayoría de los autores considera a los capayán debido a los rasgos culturales comunes (por ejemplo el uso del idioma kakán) como una de las parcialidades de los paziocas ("diaguitas"), del mismo modo que lo fueron los calchaquíes, olongastas y quilmes.

Se habrían diferenciado por el influjo genético y cultural de los vecinos huarpes, y luego de 1480 por la presencia de mitmakuna deportados hasta la región por los incas, muchos de tales mitimaes habrían tenido orígenes chichas y churumatas.
  • Los Olongastas
Etnia de aborígenes que habitaron en el centro oeste del actual territorio argentino, más exactamente el sur de la provincia de La Rioja y sur de Catamarca, el noroeste de la provincia de Córdoba, el norte de la provincia de San Luis, el sudeste de la provincia de San Juan y el sudoeste de la provincia de Santiago del Estero. Esto es, prácticamente vivían en torno al desierto de las Salinas Grandes.
Su filiación plantea algunas dudas, aunque la mayoría de las evidencias hacen que se les incluya entre los diaguitas (paziocas) de los cuales, junto a los ambargastas serían las parcialidades más meridionales y orientales.
Las dudas de filiación parten de su etnogénesis que, además de un predominio cultural ándido señala una alta frecuencia de fisiotipos pámpidos e incluso huárpido, con quienes tenían en común los hornos de tierra. Recibieron también alguna influencia incaica.
Limitaban (en el siglo XVI) al este con los toconotés en Santiago del estero y sanavirones, al sur y sureste con los comechingones, al suroeste con los huarpes propiamente dichos, al norte y noroeste con otras parcialidades paziocas como la de los capayanes.

Recibieron por parte de los conquistadores españoles el nombre de indamas, probable "españolización" de la palabra mundema que habría correspondido a una lengua mezclada de palabras comechingonas y paziocas (es decir cacanas).
Han dejado pocos relictos culturales, esto al parecer por su escaso número ya que su hábitat podía alimentar sólo a escasas poblaciones humanas. 

Se sabe que además de la caza y la recolección (especialmente de frutos de algarrobo) practicaban la agricultura (papa y maíz) y la ganadería de llamas, siendo por esto bastante sedentarios, sin embargo, no se hallan restos de sus viviendas, lo que hace suponer que no las construían de piedra ni de ningún otro material duradero, siendo probablemente de adobe techadas con ramas y fibras.
Se sabe muy poco del idioma que hablaban, que se extinguió sin que ninguno de los misioneros la haya estudiado, aunque se supone una de las variantes del kakán.
Debido a la zona árida que habitaban, es posible que hayan sido escasos en número y al entrar en contacto con los españoles, desaparecieron prontamente.
  • Los Huarpes
Los huarpes o warpes eran un pueblo indígena de Cuyo. Sus idiomas autóctonos eran el allentiac (en San Juan), y el millcayac (al norte de Mendoza).
Hacia el siglo XV se los encontraba en varias zonas de San LuisMendoza y San Juan e incluso algunos pocos reductos en el norte de la provincia de Neuquén. Habitaban entre el río Jáchal (al norte), hasta el río Diamante (al sur), y entre la cordillera de los Andes y el valle de Conlara (en San Luis).
Se dividían en cuatro grandes grupos, correspondiendo cada uno a su situación geográfica y también a diferencias en el lenguaje:
  •      Huarpes allentiac (centro y sur de San Juan).
  •     Huarpes millcayac (centro y norte de Mendoza), incluirían a los huarpes guanacache (o huarpes huanacache, también llamados “huarpes laguneros” (en el noreste de Mendoza y noroeste de San Luis).
  •    Huarpechiquillanes (también llamados “huarpes algarroberos” en el sur de la provincia de Mendoza)
Sus viviendas podían ser de piedra o de barro y paja, según la zona donde habitaban. Eran sedentarios, dedicados a la cestería.
Los huanacaches o “laguneros” llamaban la atención por sus cestas tejidas de un modo que eran impermeables y les servían así para transportar agua, además confeccionaban embarcaciones con las que navegaban por las hoy casi desaparecidas lagunas de Guanacache.
A esta peculiar cestería se añadía una buena alfarería. Eran pescadores y cazadores, cultivaban la papa y el maíz de manera rudimentaria, aunque realizando canalizaciones como la que hiciera el cacique Guaymallén en el valle de Huentata (provincia de Mendoza). Recolectaban frutos, especialmente el del alpataco, una de las especies de algarrobo y otros vegetales.
Como otras etnias, los jefes eran polígamos y la calidad de jefe era hereditaria. Practicaban el levirato (al morir el marido, la viuda y los hijos pasan a depender del hermano menor del fallecido), y el sororato (al casarse el varón, adquiere el derecho de casarse con las demás hermanas menores de la novia).
Es conocido que los huarpes allentiac no seguían en general esta costumbre (eran monogámicos), con la única excepción del cacique, quien si tenía permitida la poligamia.
Creían en una divinidad central llamada Hunuc Huar, también adoraron al Sol, la Luna, los ríos, el rayo y los luceros (el planeta Venus). Cuando morían eran colocados boca arriba y con la cabeza dirigida hacia la cordillera, lugar donde moraba Hunuc Huar, su divinidad principal.
El proceso de mestizaje se vio acrecentado porque generalmente las expediciones españolas de la corriente colonizadora del oeste, no llevaban mujeres. Esto hizo que muchos expedicionarios españoles entraran en relaciones amorosas con las mujeres aborígenes, pero usualmente como concubinas.
Por su contextura física y facial los huarpes son la base para una clasificación de ciertos grupos aborígenes sudamericanos, llamados huárpidos, de tallas bastante elevada y muchas veces barbados.
Algunos nombres de caciques huarpes proporcionan datos de la onomástica huarpe, tales como: Angaco; Cacheuta; Chapanay; Corocorto; Cuco (luego se transformó en Uco); Panquehua; Pismanta;Talquenque o Guaymaré (luego se transformó en  Guaymallén).
  •     Los Comechingones
Los comechingones se autodenominaban como hênîa (al norte), y kâmîare (al sur), subdivididos en parcialidades. El apelativo «comechingón» parece ser la deformación de una palabra peyorativa que les daban los sanavirones los “kamichingan” ('vizcacha' o 'habitante de cuevas'), esto debido al tipo de vivienda semisubterránea de los henia-kamiare.
Sin embargo el apodo les fue dado directamente por los españoles al escuchar el grito de guerra de los henîa: Kom-chingôn, este grito se traduciría por «muerte-a-ellos» (a los invasores). Hay registros de no menos de 10 parcialidades y subparcialidades que habitaron desde el norte y oeste de San Luis, las Sierras de Córdoba (Grandes y Chicas), Valles de Traslasierras y Calamuchita hasta la actual ciudad de Rio Cuarto.
A la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI habitaban las Sierras Pampeanas de las actuales provincias de Córdoba y San Luis.
Muchos antropólogos tienden a considerar a los hênia-kamiare como un conjunto muy diferenciado del grupo huárpido.
Dos rasgos de los comechingones que más han llamado la atención son sus tallas relativamente elevadas para su época y la existencia de una frecuencia de quizás el 10 % de individuos de ojos verdosos, y su aspecto caucasoide (los varones eran barbudos ya en la pubertad).
Los ojos claros eran llamados soto, esta singularidad más el hecho de ser barbados y las pictografías como las de Cerro Colorado en donde se observan grafismos que en su forma recuerdan a las runas (caracteres que empleaban en la escritura los antiguos escandinavos).
Aunque los estudios revelan un predominio huárpido (al parecer el más antiguo), en la etnogénesis de este pueblo, a lo largo de miles de años, influyeron también linajes pámpidosándidos e incluso amazónidos, esto se explica por la ubicación geográfica de su territorio, que era la encrucijada de las diversas corrientes poblacionales prehistóricas del territorio que hoy es Argentina.
Quizás los hênia-kamiare remonten sus orígenes a poblaciones de la cultura Ayampitín, al menos existente desde el 6000 aC. Con certeza la llamada Cultura Ongamira que comprendía OngamiraQuebrada de Luna (Los Terrones), ambos parajes situadas al norte de la localidad de Capilla del Monte. Las culturas Cerro Minas y Cerro Colchiquín, surgidas hacia el 4600 aC, es precedente directo de la cultura comechingón, aunque recién se puede hablar de una cultura comechingón en el período que va del 500 al 1600 dC.
Es de tener muy en cuenta que los comechingones poseían su propio idioma, que posiblemente fueran varios, es decir un conjunto de lenguas diferentes relacionadas. Sin embargo, esta lengua o lenguas está virtualmente indocumentada y actualmente en el territorio que habitaban abunda la toponimia en runa simi o quechua.

Además de los grupos mencionados, hay otras etnias en las Región del Noroeste que han desaparecido como pueblos, incorporándose a través del mestizaje a la población genéricamente argentina:

Ramas de los Ocloyas: amanatas; apanatas; estoybalos; gaipetes; opras; osas; paypayas; tactacas y tilcalaisos.

Ramas de los Jujuyes: chirimanos; churumatas y palomosjujuyes

Ramas de los diaguitas: pulares; tucumanastas y yacampis.

Otras ramas desaparecidas: capayanes; chichas; haush-manekenks y olongastas.

Región chaco-santiagueña
Siguiendo el mismo criterio de agrupamiento antropológico y geográfico describiremos a los amazónidos / pámpidos: Chiriguanos, Matacos, Tobas, Lules-Vilelas (Juríes), Tococotés, Guaycurúes, Abipones, Mocovíes y Sanavirones.
  • Los Chiriguanos
Avá guaraní es la denominación adoptada por una cultura nativa guaraní asentada principalmente en el sur de Bolivia, oeste de Paraguay y noroeste de Argentina.

Los incas los denominaron con el mote despectivo de chiriguano. El nombre chiriguano en idioma quechua derivaría de chiri (frío), y wañuq (los que mueren). También se los suele conocer en la Argentina con otro nombre despectivo como chaguancos o chavancos (de baja condición cultural).
En Argentina, habitan el extremo noreste de la provincia de Salta y luego se desplazaron hacia la provincia de Formosa.
La población mixogénica sintetizó razgos culturales. De los chané, derivó en un modo de vida sedentario en grandes casas comunales de palmas, leños y paja llamadas maloka, y gran parte de la cestería y la cerámica. Los guaraníes impusieron su idioma, creencias y sistema de organización social, así como las prácticas de cazapesca y guerra.
De este modo, su forma tradicional de subsistencia ha sido basada en una combinación de horticultura (maíz, porotos y mandioca), y caza-recolección-pesca.
Al momento de la llegada de los españoles en el siglo XVI, los chiriguanos ocupaban las cabeceras de los ríos Pilcomayo y Guapay y se encontraban principalmente en guerra contra los aimaras y quechuas.
Los chiriguanos fueron casi irreductibles militarmente por los españoles aunque sí tuvieron bastante éxito las misiones católicas, principalmente en el valle del río Parapetí.
Guerreros (keremba) chiriguanos participaron en la guerra de la independencia alistándose en el Ejército del Norte al mando del general Manuel Belgrano y también con los grupos guerrilleros de la Republiqueta de La Laguna al mando de Manuel Ascencio Padilla y de Juana Azurduy. Se destacó el cacique Cumbay, quien sostuvo combates con los ejércitos realistas.

Tradicionalmente, existe, entre los chiriguanos, una notoria división sexual y etaria del trabajo: los varones cazan, pescan, o se dedican a confeccionar elementos textiles (bolsas de caraguatá) o de cestería (con sao, caranday, o tankvaransi).

Las niñas y muchachas también realizan cestas, mientras que trabajó típicamente femenino es el de la cerámica.  En alfarería mostraba la influencia andina en sus formas.

Eran agricultores sedentarios, a base de mandioca, zapallos, batata y maíz. La técnica de cultivo era la típica milpa amazónica (talado de árboles, corte de la maleza, incendio y posterior cultivo sobre el terreno quemado).

La tarea era compartida entre hombres y mujeres, los primeros se encargaban del talado, ellas del sembrado, cuidado y cosecha. Lo producido era almacenado en graneros construidos sobre pilotes. 

El Abáti-óo (granero), tenía el piso separado un metro del suelo para mantener los granos y frutos alejados de la humedad y del posible ataque de animales depredadores. El espacio entre el suelo y el piso del granero se utiliza para guardar leña.

Caza y pesca eran actividades secundarias de subsistencia. Las viviendas de planta circular con techos cónicos, eran comunales albergando hasta cien individuos. Un conjunto de ellas constituían una aldea generalmente ubicada en las cercanías de un río.
La familia extensa era el núcleo de la comunidad. Cada aldea estaba a cargo de un jefe de carácter hereditario, con autoridad no cuestionada. Se le denominaba mrubicha, tenía lugartenientes (igüira iya), hechiceros benignos (ipaye) y capitanes de guerra (queremba). En tiempos de guerra los caciques de cada aldea pasaban a depender del cacique regional (tubicha rubica"el más grande de los grandes").
La antropofagia estaba muy difundida y ligada a prácticas relacionadas con la toma de potencia del enemigo. Entre los siglos XV y XVI sometieron a los Chané, a los que esclavizaron. Algunas crónicas indican que ese dominio se sustentó en una sistemática antropofagia que devastó a los Chané.
  •     Los Matacos o Wichís
Wichí, wichíes o weenhayek en Bolivia o mataco en quechua (denominación peyorativa en alusión a una especie de armadillo), son los nombres que reciben los integrantes de esta etnia.
Hacia el siglo XVI los wichís habitaban las zonas occidentales del Chaco Central y Chaco Austral, que integran la región del Gran Chaco, principalmente la margen izquierda del río Bermejo. Tiempo después, presionados por la invasión de los chiriguanos y su propio crecimiento demográfico se desplazaron hacia el norte del Río Bermejo y hacia el sureste de la región chaqueña.
Su antigua proximidad con el límite de las etnias ándidas les aportó rasgos culturales característicos, como la monogamia, la posesión de territorios por parte de familias (grupos restringidos de parentesco), y una incipiente agricultura con acumulación de excedentes que favoreció relativo sedentarismo.
La lengua wichi forma parte de la familia lingüística mataco-guaycurú, subfamilia mataco-mataguayo. Este grupo incluye a otras etnias como chorote, chulupí y mataguayo, entre otras.
Sus viviendas eran chozas (huep) construidas con ramas, teniendo forma de cúpula de 2 a 3 m de diámetro en cada una de las cuales convivían los integrantes de una familia. La familia era generalmente monógama aunque los caciques solían tener más de una mujer.
Las familias se agrupaban en bandas u hordas de caza que aceptaban la autoridad de un cacique.
Estas bandas, también llamadas chacus, variaban en cantidad de individuos y se desplazaban en busca de lugares con buena caza, pesca y frutos vegetales. Se instalaban por lo general en lugares altos y cerca de los ríos y lagunas.
El sustento principal de los wichis era la caza, la pesca y la recolección. Es así que mientras las mujeres se dedicaban al cultivo de pequeños zapallos, todos en cuanto les fuera posible se dedicaban a la recolección estacional de cocos de palmera (pindó, yatay y caranday), algarroba, porotos silvestres, tuna, tasi (enredadera), y miel.
Los ciclos de obtención de recursos alimentarios significaron que organizaran su calendario de un modo circular: el inicio de año se celebraba ritualmente en el tiempo que corresponde al mes de agosto, desde ese inicio de año sucedía la estación llamada nawup ("luna de las flores"), luego le seguía desde noviembre la yachup ("luna de las algarrobas"), tras ésta a fines del verano austral venía la estación lup ("luna de las cosechas"), siguiéndole la fwiyeti(up) ("luna de las heladas").
Sus utensilios y artefactos eran principalmente de madera (por ejemplo los "palos de labranza" que mantenían alguna semejanza con las llakta de los pueblos ándidos), aunque realizaban obras de cestería, cerámica, piedra pulida y textiles de caraguatá o chaguar muy usado para confeccionar sus elegantes morrales y bolsos llamados yiska.

El sistema de creencias de los matacos ha sido incluido por los antropólogos en el animismo y el chamanismo, rendían culto a los seres de la naturaleza y poseían la noción de un ser superior (Tokuah o Tokuaj) que regía al mundo.
  •     Los Tobas o Qom
Los qom son una etnia del grupo pámpido que habitó en el Chaco Central, particularmente en Formosa. En su idioma, esta etnia se autodenominaba ntokóit; después comenzaron a utilizar el autónimo qom, que significa “varón” (no existe nombre para el género femenino). También, de manera más infrecuente, se autodenominaban qom’lek o qom’lik.
El nombre tová (frente), es un mote despectivo de origen guaraní, que se generó debido a que los qom solían practicar la decalvación de la parte delantera del cuero cabelludo. Por el mismo motivo los españoles les llamaron “frentones” (nombre dado también a los abipones por motivos similares).
Como típicos pámpidos se caracterizan por sus elevadas tallas. Se les considera una de las más importantes etnias del grupo llamado guaycurú (o guaykurú), voz de tono insultante que dieron los guaraníes a sus principales oponentes.
Su idioma se denomina qom l'aqtac y desde el punto de vista lingüístico se le suele incluir dentro del grupo de idiomas guaycurúes, que muchas autores consideran forman junto con los idiomas matacoanos la familia lingüística mataco-guaycurú.
La cultura de los tobas era funcional a sus costumbres y tradiciones. Vivían en habitaciones de leños recubiertas de paja, habitáculos que solían medir unos dos metros de diámetro. Fabricaban objetos de cerámica, cestería y tejidos con finalidad principalmente utilitaria.
Durante los meses cálidos casi no usaban vestimenta a excepción de simples taparrabos. En los períodos frescos usaban ropas más complejas y en ocasión de sus celebraciones rituales se adornaban. De este modo poseían un vestido llamado poto, confeccionado con fibras de caraguatá, cuero y más tarde algodón.
También durante los períodos fríos llegaban a abrigarse con ponchos. Los varones adultos adornaban sus cabezas con el opaga, especie de tocado realizado con plumas y cuerdas de caraguatá.
Mujeres y varones se adornaban con onguaghachik, es decir, con pulseras, que originalmente se confeccionaban usando dientes y uñas de animales, semillas, plumas, valvas o conchas y cócleas o caracoles (al parecer para obtener algunos de estos elementos practicaban comercio de trueque con otras etnias).
De confección semejante a estas pulseras eran los colaq o collares. En cuanto a los nallaghachik, estos eran adornos eminentemente festivos, muy coloridos, compuestos con plumas, flores y hojas.
Eran un pueblo predominantemente cazador-recolector seminómade que marchaba en pos de sus recursos alimenticios y existía entre ellos una fuerte división sexual del trabajo: los varones desde muy temprana edad se dedicaban a la caza y a la pesca y las mujeres a la recolección y a una incipiente agricultura hortícola en gran medida influida por aportes ándidos y amazónidos.
De este modo, en pequeñas parcelas cultivaban nachitek (zapallos), oltañi (maíz), avagha (porotos), batatas, mandioca, etc. Sin embargo tales cultivos eran solo complementarios para su dieta y no llegaban a tener excedentes como para la acumulación de alimentos de origen agrícola.
Los qom cazaban principalmente tapires, pecaríes, ciervos, guanacos y gran cantidad de aves. Como complemento solían recolectar miel y gran cantidad de frutos, frutas del bosque y raíces silvestres.
Por su sistema de creencias se les ha calificado de animistas y chamanistas. Poseían un culto a los seres de la naturaleza y la creencia en una divinidad máxima.  
  •     Los Lules / Vilelas (Juríes)
El actual territorio santiagueño estaba habitado por indios de procedencia, lenguas y modos de vida distintos. Sin embargo los confundieron y los designaron genéricamente a todos como juríes.

Este nombre proviene de "xuri", voz quechua que significa ñandú, denominación que dieron a los nativos que vestían con una especie de taparrabos de plumas de avestruz y que se desplazaban en verdaderas "bandadas". Entre otros pueblos vivían los lules y los vilelas.

Sus armas eran el arco, la flecha, la lanza y la macana. Los lules-vilelas eran de carácter alegre, cantaban y bailaban con frecuencia. Realizaban fiestas y ceremonias en las que bebían copiosamente hasta emborracharse con guarapo bebida en base a miel silvestre.
Los lules estaban perfectamente localizados, eran gente nómade, vivían de la caza y del pillaje que ejercitaban sobre sus vecinos del sur, los tonocotés. Según algunas referencias históricas, de no haber mediado la conquista de los españoles, los lules habrían exterminado a sus vecinos. 
Se dice que los lules comían carne humana, guardaban cabelleras como trofeos de guerra y utilizaban flechas envenenadas.
En sus incursiones, tomaban como prisioneros a sus enemigos, a los que luego conducían a sus aldeas, para hacerlos engordar y posteriormente comérselos.
Ocupaban el sur de la actual Provincia de Salta, la parte occidental de la Provincia del Chaco, parte de la Provincia de Tucumán y la región norte del río Salado en Santiago del Estero.
Los hombres andaban desnudos o usaban un tipo de pollerita de plumas de avestruz y las mujeres se cubrían con una especie de delantal tejido con fibras gruesas de chaguar.

En su avance se pusieron en contacto con pueblos agricultores y así aprendieron a cultivar, aunque temporariamente. Cazaban principalmente el pecarí o chancho del monte, (del que utilizaban la carne y el cuero) y recolectaban algarroba que les servía de alimento y con la que fabricaban una bebida fermentada llamada chicha.

La lengua de los lules y la de los vilelas son similares, de fonética sencilla y con acentuación por lo general aguda.
Los vilelas aparecieron recién en las crónicas españolas. Probablemente fueron de la misma familia de los lules, que no emigraron hacia el sudoeste.
  • Los Tonocotés o Tonokotés
Estaban radicados en la zona más fértil del territorio santiagueño, entre los ríos Salado y Dulce, aproximadamente entre los paralelos 26º y 29º de latitud sur.

Vestían un delantal con plumas de avestruz los hombres y las mujeres delantales confeccionados con fibra de chaguar o de tela de guanaco o llama. Los varones usaban collares de plumas de avestruz y ambos sexos solían cubrirse el torso con mantas, en el invierno.

Eran sedentarios. Cultivaban principalmente maíz, poroto y zapallo. Pescaban con una especie de redes, a lanzazos o sumergidos en el agua con una soga en la cintura. Criaban aves domésticas y ñandúes. Recolectaban algarroba, tuna, chañar, mistol y raíces silvestres como la yuca.

Eran hábiles tejedores. Fabricaban diversos utensilios de cerámica como pucos, urnas funerarias, vasijas, jarras, pipas, ocarinas y silbatos. También fabricaban objetos de hueso como agujas, punzones, flechas y quenas.

Vivían en aldeas ubicadas en prominencias artificiales denominadas túmulos, a la orilla de los ríos. Las chozas eran de planta circular, con techos a dos aguas. En algunas zonas del río Salado se han encontrado objetos de metal que nos hablan del contacto activo de estos pueblos con los de culturas andinas, que conocían la metalurgia.

Sus armas eran el arco, la flecha, las boleadoras y las lanzas. A veces envenenaban los extremos con una sustancia ponzoñosa, extraída de vegetales.

Eran gente alegre, aficionada a cantar, a bailar y a embriagarse. Preparaban sus bebidas con algarroba y maíz.  En realidad entre los pocos vocablos que se conocen de esta lengua podemos mencionar “gualamba” que quiere decir grande.
  • Los Guaycurúes
Guaicurúes, guaycurúes o guaykurúes son los nombres que recibe un conjunto de pueblos indígenas de origen pámpido-patagónico que habita la región del Gran Chaco, en la Argentina, Bolivia, Paraguay y Brasil. Forman parte de las familias de los pueblos mocoví, qom, pilagá y caduveo. En el pasado también incluyó a los ya extintos abipones, mbayáes y payaguáes.
El nombre de guaycurúes tuvo su origen en el apelativo ofensivo dado por los guaraníes a una parte de los mbayáes del Paraguay, que después se amplió a todo el conjunto, aún hoy entre los guaraní-parlantes la palabra guaykurú tiene un significado que se traduce aproximadamente por "bárbaro" o "salvaje".
A la llegada de los españoles, todos los pueblos guaycurúes estaban concentrados en la región al oeste del río Paraguay entre los ríos Bermejo y Pilcomayo (actual provincia de Formosa), y en menor medida en las áreas adyacentes a esos ríos. Luego se desplazaron hacia el sur.
Son altos y de fuerte constitución física, con piernas robustas y anchas espaldas. Excelentes cazadores y recolectores.

La familia tiene base monógama, aunque se permitía la poligamia a los caciques. La cultura espiritual está dominada por las ideas del animismo y la magia. No obstante, junto a ellas es también evidente la existencia y persistencia de la antigua idea de un Alto Dios.

Por lo general los guaycurús vivían en chozas hechas con un armazón de ramas y una cubierta de paja. Tienen sección ovalada, una altura máxima de unos dos metros, y se reúnen en grupos formando aldeas. Fuera de estas chozas más o menos estables, se usa todavía, especialmente en las marchas, el antiguo paravientos o toldito de esteras al que se refieren las fuentes antiguas. 

Estaba constituido por el manto de pieles de los patagónicos. Se fabricaba con pieles de nutrias cosidas entre sí y que se pintaba con líneas rojas por fuera. Otras prendas eran las vinchas para la cabeza y mocasines para los pies.

La alimentación Guaycurú se basa en la caza de diversos tipos de animales (avestruz, tapir, venados y pecaríes), y recolección de alimentos (frutos de algarrobo, chañar, tusca, molle y también varios tipos de raíces).

Las lenguas pertenecientes a la familia Guaycurú nos son bien conocidas. Las distintas lenguas guaycurúes habladas en territorio argentino son afines entre sí. Se trata de lenguas difíciles y de fonetismo y léxico un tanto inseguros y cambiantes.
  •     Los Abipones
Los abipones fueron una etnia amerindia, del conjunto pámpido y de la familia lingüística de los guaycurúes, estrechamente emparentados con tobas, mocovíes, pilagás, payaguás y mbayás.  

Su nombre proviene de “avapone”, que quiere decir hombre hediondo. También fueron conocidos (del mismo modo que los tobas) como los frentones debido a la manera de rasurarse el cabello hasta la mitad de la cabeza. Como la mayoría de los pámpidos, eran de elevadas tallas, robustos, de nariz aguileña.
Su lengua formó parte de la familia lingüística mataco-guaycurú, guardando una mayor cercanía con el mocoví.
Los abipones vivían de la caza, la pesca y la recolección de frutos, especialmente de algarroba y miel. Comían carne cruda y se emborrachaban con aloja y guarapo.
Recorrían largas distancias ya que al ser nómadas dependían de lo que la naturaleza le proporcionaba. Habitaban la ribera sur del río Bermejo hasta el arroyo Malabrigo por el Sur.
Desde pequeños los preparaban para el combate, acostumbrándolos a punzarse y lastimarse el cuerpo para no sentir dolor. Los jóvenes corrían desde el amanecer para mantenerse ágiles. Antes del combate afeaban sus rostros para infundir espanto a los enemigos y celebraban un gran festín, las promesas que hacían borrachos, las cumplían cuando estaban sobrios.
Los abipones se dividieron en 3 grupos: rikahé (gente de campo), nakaigeeterhé (gente del bosque) y jaaukanigá o yaaukanigá (gente del agua).
Andaban totalmente desnudos, aunque las mujeres se cubren con mantas de pellejos a las que llaman queyapí. Rara vez se casaban antes de los 20 años. El adulterio, la fornicación promiscua y el incesto no existían. Cuando alguno pretendía una muchacha para mujer, debía tratar con los padres y convenir el pago de la dote (tejidos, puntas de lanza, collares, etc.).

La costumbre criar a los niños dándoles en pecho durante tres años, período en el cual no se juntaban con los maridos, siendo la causa de separaciones de parejas e infanticidios.
La mujer abipona era muy trabajadora. Cuidaba los hijos, cocinaba, buscaba la leña, acarreaba el agua, preparaba la chicha, confeccionaba las prendas y los productos de alfarería. También eran las encargadas de organizar los ceremoniales.
Los hombres, fuera de los tiempos de guerra, eran haraganes, se entretenían por las tardes en hacer alardes, los muchachos se ejercitaban desde el amanecer corriendo. Eran muy afectos a la embriaguez, en cambio las mujeres eran abstemias y les escondían las armas para que no se maten. El poder político no estaba unificado, cada banda tenía un jefe (hombre o mujer), llamado Nelar'eyr'at (cabeza). Este cargo era hereditario, aunque podía ser removido por sus súbditos.
  •      Los Mocovíes
Los mocovíes (o moqoit), son un grupo étnico desprendido del conjunto llamado guaycurú (guaykurú), denominación insultante que, como ya se dijo, daban los guaraníes a las etnias pámpidas del Gran Chaco. Su lengua forma parte de la familia lingüística mataco-guaycurú.
Físicamente los mocovíes eran y son muy parecidos a los tobas: musculosos y medianamente altos. Acostumbraban a horadarse los lóbulos de las orejas. Allí ostentaban adornos diversos, gustando también de adornos labiales o tambetà.
Los mocovíes hacia el siglo XV ocupaban las tierras al oeste y sur de los abipones y al este de los lules, esto es, territorios correspondientes a la provincia del Chaco y parte de la provincia de Santiago del Estero y norte de Santa Fe.
Antes de la llegada de los españoles vivían fundamentalmente de la caza y la recolección. Constituían un pueblo muy guerrero que se organizaba en grupos de familias emparentadas.  

Cuando llegaba el tiempo de maduración de los principales frutos del monte, los grupos tendían a reunirse, para realizar intercambios matrimoniales, actividades rituales y festivas y consolidar liderazgos. 
Recogían grandes cantidades de langostas que les servía de alimento, ya sea tostadas al fuego o cocinadas en una olla con un poco de agua.

Algunas costumbres de los antiguos mocovíes eran por ejemplo la cacería de los pecaríes, los cuales eran acorralados con la ayuda de los perros y luego ultimados a golpes de macana (maza o garrote de madera dura). Las armas utilizadas para la caza eran por lo general el arco, y la flecha, además la lanza y la macana. La caza se efectuaba en forma individual o colectiva y no tenía una época determinada. En toda familia había un individuo dedicado a esta actividad.

El inicial predominio de las hostilidades contra otros grupos aborígenes parece haber potenciado el desarrollo de un sistema social caracterizado por un fuerte cacicazgo de prestigio hereditario: la "línea de abuelos".

En cuanto al armazón de las viviendas de los mocovíes consistían tradicionalmente en ramas enconadas que se cubrían con paja dejando un espacio abierto para la entrada. La cama era un cuero tendido en el suelo.

Posteriormente se adopta, tal vez por vía de préstamo, el caballete como elemento principal sobre el cual se asentaban el ramaje o la paja. La altura máxima de estas viviendas no alcanza 1,80 metros.

Los mocovíes admitían la existencia de un ser supremo, pero a esta divinidad no se le rendía ningún culto. La religión estaba dominada por las ideas del animismo y la magia. Todos los seres o cosas de la naturaleza poseen alma o están animadas por un espíritu que es concebido con capacidad de acción y con móviles humanos.

No le rendían culto a los fenómenos naturales ni a los astros. Solo llegaron a personificarlos y atribuirles poderes benéficos o maléficos para el hombre. Por ejemplo, celebraban con fiestas la aparición de la constelación de las Pléyades en el horizonte, y la aparición de la luna nueva.

El hechicero o chamán era un personaje importante dentro de la tribu y el intercesor ante los espíritus que gobernaban las fuerzas naturales. A estas les dedicaban ceremonias para implorar buen tiempo, lluvias y buena fructificación.
  •    Los Sanavirones
Vivieron al sur de los tonocotés, en la zona baja del río Dulce hasta la laguna de Mar Chiquita. Por el norte llegaban hasta el río Salado, en la región del departamento Pinto, por el oeste hasta las sierras de Sumampa y por el sur hasta el río Primero en Córdoba.

Eran sedentarios y agricultores. Cultivaban maíz y porotos, criaban llamas y avestruces, pescaban, recolectaban los frutos de la algarroba, del mistol y del chañar y cazaban los animales y aves de la zona.

De estatura mediana, vestían una especie de camiseta y gorros tejidos. Eran buenos alfareros y en la zona que habitaron se encontraron importantes yacimientos arqueológicos con restos de cerámica y petroglifos. También fueron encontrados gran número de torteros que nos hablan del desarrollo de la tejeduría.

Vivían en casas grandes que albergaban a varias familias, semienterradas por la falta de madera y para abrigo en el invierno. Se agrupaban en aldeas de hasta 40 chozas rodeadas de arbustos y ramas espinosas para defensa.
Sus armas eran el arco, la flecha y la macana. Las puntas de flecha eran de hueso y de piedras triangulares.

Su lengua fue poco estudiada, sin embargo quedan algunos topónimos originados en la misma, como Sumampa (“mampa” en lengua sanavirona significa agua que corre y “su” es la abreviatura de la voz quechua “súmaj” que quiere decir lindo).

También se conoce el significado de otras palabras como “sacat”: pueblo y “chavara”: cacique. 

Región litoral, norte y noreste

Los amazónidos/láguidos fueron: Guaraníes, Chanás, Caicang y Charrúas. Como en la región pampeana y patagónica, los originarios del Litoral argentino y del NEA tuvieron sus modos de producción casi exclusivamente basados en la caza y la recolección. 

Vivían en una zona naturalmente selvática de grandes sistemas hídricos formados por el río Paraná, el río Paraguay y el río Uruguay, que posibilitaban relativamente fáciles flujos culturales pero así también una fuerte inestabilidad política debido a que los mismos cursos de aguas se transformaban en fáciles rutas de invasiones.

La naturaleza del territorio al ser pródiga en pesca, caza y frutos hizo que resultara mucho más económico un modo de vida cazador recolector que la agricultura o la ganadería, por otra parte el clima muchas veces per húmedo no facilitaba una incipiente agricultura ni menos una ganadería.

En tal situación se encontraban entonces los pueblos a los que los invasores guaraníes llamaron peyorativamente, malbalas, nivakles (o chulupíes o chunupíes), pilagás y charrúas.

Hacia fines del s. XV la región se conmovió por la invasión de un pueblo amazónido que se expandía debido a su intrínseca fuerte presión demográfica facilitada por la incipiente e intensiva horticultura de la mandioca y el cazabe o maíz. Esta etnia era la de los avá, más conocida como guaraníes.
Así como los quechuas transculturaron mucho a las etnias del noroeste y los mapuches a los del sur de la región pampeana y norpatagónica lo mismo hicieron en todo la Mesopotamia, y gran parte del NEA, los avá o guaraníes.
Lograron invadir zonas del Chaco Boreal sometiendo a los de origen arawaco) chanés y chorotís (los segundos, autodenominados yofuasha) entre otras naciones preexistentes a la invasión guaranítica y en pleno Chaco Boreal.
  • Los Guaraníes
Los guaraníes o guachimis o avá (autodenominación étnica original que significa "hombre"), son un grupo de pueblos que se ubicaban en el noreste de Argentina sobre las márgenes del rio Paraná en las provincias de Misiones y parte del noreste de Corrientes. 

El muy difundido nombre "guaraní" lo escucharon los españoles que, al invadir su territorio, habrían oído, entre los gritos de guerra de este pueblo, la frase guará-ny, que significa "combatir-los".
Otra versión afirma que la denominación fue tomada de la deformación de una palabra guaraní, guariní que significa precisamente guerra o guerrear. 
Al parecer los mismos indígenas se denominaron de esa manera, indicando con ello que se consideraban guerreros. Los guaraníes hablan variantes lingüísticas de la familia tupi-guaraní.
Se destacaron en la fabricación de cerámica y tejidos. La caza, la pesca y la recolección de frutos eran importantes, pero complementarias de la actividad agrícola. Usualmente los hombres andaban desnudos y las mujeres ser cubrían con un taparrabo triangular, llamado tanga. Se pintaban el cuerpo y se adornaban con plumas.
Las armas eran el arco y la flecha, y la macana. El arco podía alcanzar los dos metros y las flechas llevaban puntas de hueso humano. Se practica la caza con arco y honda, mediante el desplazamiento a lo largo de grandes distancias, o el uso de trampas (a percusión, monde, y a cintas, ñuha), puestas especialmente alrededor de los cultivos.
Las técnicas de pesca comprenden el arpón y la caña para la pesca individual, o el uso de redes y de una raíz con propiedades para aturdir a los peces, el timbóu, en caso de pesca en grupo.
Los guaraníes eran diestros navegantes de canoas, conocedores cazadores de la selva, recolectores, pescadores y practicaban la agricultura. Cultivaban en pequeñas huertas, estando entre los cultivos más importantes la mandioca (mandi'ó), mandioca dulce (poropí), la batata (jetý), la calabaza (andaí), el zapallo (kurapepê), el maíz (avatí), el poroto (kumandá), el maní (mandubí), y el algodón (mandiyú).
Las familias poseían un lote exclusivo en las plantaciones comunitarias y a su vez cada esposa tenía un huerto personal. Trabajaban en grupo y los parientes se ayudaban unos a otros.
Vivían en casas grandes construidas con troncos y hojas, donde vivían varias familias. Cada grupo de aldeas tenía un jefe o cacique hereditario, respetado y obedecido. Podía tener varias esposas pero la primera era la que mantenía mayor preponderancia en la familia.
Vivían en aldeas, en los claros que formaba naturalmente la selva y constituyendo una verdadera unidad tribal por ser entidades económicas independientes una de otra siendo autosuficientes. Cada familia vivía en una casa comunal de hasta 60 m de largo y de 8 a 10 m de ancho sin divisoria, donde habitaban entre 60 y 120 personas presidida por un jefe quien ocupaba la parte del centro.
La aldea estaba dirigida por un jefe político llamado mburuvichá, y un jefe religioso llamado payé. Su organización social estaba encabezada por un cacique (tuvichá) cuyo liderazgo era hereditario.
Los guaraníes tenían una forma de vida social muy distinguida, ya que la unidad social era el linaje o familia extensa llamada tevy y eran descendientes de un antepasado en común. No daba órdenes sino que persuadía. Por esta razón debía ser un excelente orador.
Era muy importante para el tuvichá lograr gran prestigio y respeto ya que si algún tevy no estaba conforme podía simplemente migrar y de esta manera perdería el poder. Cada familia extensa tenía su jefe que era una persona muy importante ya que era quien daba consejos, mandaba en la guerra, y arbitraba como juez en los casos de conflictos entre familias.
A su vez varios tevy se agrupaban en aldeas llamadas tekoa, que era la unidad social mayor.
Una de las funciones del cacique era de administrar el trabajo comunitario y de distribuir equitativamente los bienes del consumo. Existía una división del trabajo por sexo.
Los hombres se encargaban de confeccionar las armas para la guerra y la caza, fabricar los objetos en madera como bancos, platos, cucharas, canoas, instrumentos musicales, confeccionar sogas y objetos de cuero y sus hornos para las pipas, levantaban las casas, cortaban los árboles para preparar el terreno para cultivar, cazaban, pescaban, recolectaban la miel y yerba mate, transportaban la leña y cocinaban la carne.
Las mujeres eran las encargadas de hilar y tejer las prendas de algodón, coser la ropa, fabricar hamacas para dormir, preparar todos los adornos, cultivar la tierra, recolectar frutos, acarrear agua desde el río, preparar los alimentos y cuidar a los niños. Ponen en práctica normas de distribución y redistribución de los medios de producción y de los productos, así como de colaboración, construidas a partir de los vínculos familiares.
Tenían hechiceros y especialistas religiosos muy influyentes entre la gente, llamados payés, que tenía conocimiento sobre las enfermedades, religión y curas. Curaban usando una gran cantidad de remedios provenientes de plantas silvestres o cultivadas.
Practicaban la antropofagia con los prisioneros de guerra atribuyéndole un carácter ritual que consiste en la consumición de los restos de los enemigos muertos, mientras celebraban grandes danzas o fiestas.
Creían que los dioses se comunicaban con los payés y así obtenían sus secretos para conocer y comunicarse con los otros seres vivos. La "nación" estaba formada por un número de tribus aliadas (por amistades, parentesco o defensa común).
Cada tribu constituía una aldea y ésta a su vez en una o más tabas, que estaban compuestas por 50 o 100 familias con vida independiente, gobierno propio y una economía particular. La relación entre las tabas sólo era a través de la existencia de un jefe en común, o sea un cacique, y este cargo únicamente se obtenía heredándolo.
Los guaraníes manifestaban una posición machista ya que los hombres podían casarse la cantidad de veces que desearan, mientras que a las mujeres les negaban este y también otros derechos.
Otro ejemplo de esta posición es que el verdadero y único gestor de la natalidad de su hijo es el hombre y no la mujer, quien realmente se sacrificó para que el bebe naciera. 
Sus creencias se basaban en varios Dioses (buenos y protectores de la vida) como el sol (Coaraci), la luna (Jaci) y el Dios del amor (Perudá o Rudá), estos a su vez subordinaban a otros. Algunos ejemplos son Caapora (protector de los animales de la selva), Saci - cêrêne (resguardaba de la vecindad de las habitaciones de los hombres), y Cairê (la luna llena). 
Los rituales son actividades practicadas socialmente y ocupan un rol fundamental en la determinación de las formas de organización y cohesión social. Entre los más importantes encontramos los ritos agrarios, avatikyry (bendición del maíz), y ñemongarai (nuevas plantas), y otros no relacionados con el ciclo agrario como los jeroky, destinados a mantener el equilibrio entre los diferentes elementos del cosmos, y el Meta Pepiritual de iniciación masculina.
La tierra, Yvy en Guaraní, necesita ser continuamente cuidada, a través del mantenimiento de un comportamiento correcto en línea con la "justa manera de ser" Guaraní, el Teko Porã. Según la mitología Guaraní, el cuidado de la tierra ha sido encomendado a los Guaraníes por su creador Ñande Ru Guasú (Nuestro Grande Padre), entidad superior, que se retiró después de la creación en lugares inaccesibles a los humanos, con excepción de los Paí, los líderes político-religiosos de los grupos Guaraníes.
  •     Los Caicang o Kaigang
Su hábitat fue el interior y lado oriental de toda la Mesopotamia. Son el pueblo indígena del tipo racial láguido del centro-sur del Brasil que en el pasado habitó también la mesopotamia previo a la expansión guaraní que terminó con ellos. 

Los Kaingang, también son conocidos como guayanés y no tienen relación directa con el pueblo guaraní.
Eran fundamentalmente recolectores (miel, piñas de araucaria, tubérculos, frutos), aunque también se dedicaban a la pesca. No eran buenos agricultores, sin embargo desarrollaban un tipo de agricultura primitiva como sus vecinos los guaraníes llamada "milpa".
Cazaban venados, chanchos salvajes y cuices con arco y flecha construidas con caña y punta de hueso, también con lanzas y espadas.    No fueron ceramistas y sus utensilios los realizaban con calabazas, donde vertían y conservaban el agua y la miel. Posteriormente y por influencia guaraní, comenzaron a fabricar una alfarería rústica.
Su vestimenta era un delantal pequeño, de cuero en los hombres y de fibra de ortigas o caraguatá en las mujeres. Los caciques llevaban un manto grande de piel de gamo. Lucían tocados deslumbrantes hechos de plumas de tucán y con una exótica combinación de colores, los collares eran de dientes de animal, semillas o huesos de pájaro. Utilizaban como adorno labial el tembetá.

Las viviendas eran simple paravientos, a veces unidos de a dos en forma de una choza a dos aguas, sin paredes. Las tribus se solían subdividir en dos mitades con descendencia patriarcal.
Se componían de una veintena de familias, dirigidas por caciques que a la vez ejercen funciones de hechiceros. Se usaba la yerba mate y el tabaco en polvo (los caciques- hechiceros) para entrar en trance mágico.

Creían en un dios bueno (Topen), y en un ser maligno (Det Korenk). Creían que los animales de caza tenían espíritus que los dominaban y protegían, permitiendo su caza para la alimentación, pero castigando su abuso. En este grupo de aborígenes estaba muy desarrollado el animismo.
  •     Los Chanás
Los chanás se ubicaban en las zonas costeras del río Paraná. Son mencionados de sur a norte: chanás y beguás, timbúes y caracaráes, corondas, quiloazas, calchines, mepenes y mocoretáes. Ocupaban un extenso sector y básicamente su cultura era similar. Se reconoce la existencia de gentilicios dobles: chaná/baguáes, chaná/ timbúes, beguá/chanáes.

La cultura chaná entrerriana se subdividía en: Mocoretáes, Timbúes y Beguaes, y ocuparon la región oeste de la provincia. Se dedicaron a la caza, pesca, recolección y el cultivo de la tierra. Poseyeron una industria de cerámica decorada. Eran seminómades y sus casas eran ranchos comunales. Su organización a través de cacicazgos hereditarios, contaba con asambleas para resolver asuntos comunitarios muy importantes. Sus creencias religiosas eran expresadas a través de rituales
Producto del encuentro de una corriente cultural con un patrón básico similar al de los Charrúas y Guaycurúes, se habrían expandido desde la Mesopotamia septentrional hacia el sur y el este, estableciéndose en territorio entrerriano a comienzo de nuestra era.  
Las fuentes etnohistóricas, a menudo confusas y contradictorias, no permiten distinguir con exactitud las distintas tribus que integraron este grupo étnico, ni delimitar con precisión sus respectivos hábitat, no obstante eso, es posible reconocer como entidades participantes de la misma cultura, al menos en sus rasgos generales, a las tribus que poblaron ambas costas del río Paraná.

Por ejemplo, los que habitaron a lo largo de la costa santafecina fueron: Calcines, Quiloazas, Corondas, Caracaráes. Los que habitaron a lo largo de la costa entrerriana y su territorio fueron: Mocoretáes, Timbúes, Chanáes y Beguáes. En el NO de Entre Ríos estaban los Mocoretás, al este los Timbúes y al ESO los Chanáes y al SO los Beguáes.

La compulsa de las fuentes permite inferir que la mayoría de las tribus de la nación Chaná practicaron una economía depredadora consistente en la práctica de la caza, la pesca, la recolección de frutos y excepcionalmente, de una agricultura incipiente.

La caza fue actividad común a todos los grupos, permitiéndolo la variada y rica fauna de la región. Asimismo, la pesca fue uno de los recursos más ponderables y a la cual recurrieron todos los grupos. Esta actividad, probablemente permitió una incipiente economía de excedentes, pues las fuentes apuntan que el pescado sobrante era secado al sol y ahumado para su conservación.

La recolección estuvo orientada al acopio de vainas de algarroba, arroz silvestre, raíces y miel, en tanto que el cultivo de la tierra, sólo fue practicado en pequeña escala por los Timbúes. Es posible que los reducidos grupos de guaraníes que habitaron entre ellos, ejercieran su influencia introduciendo esta nueva pauta cultural. De este modo, la dieta alimenticia de los Chanás, estuvo compuesta por pescado (en gran proporción); animales de caza (nutrias, ciervos, avestruces, etc.); plantas cultivadas (maíz, calabaza, porotos, etc.), además de miel.

Entre los hábitos alimenticios atribuidos a los Timbúes, se ha registrado el de la geofagia. Esta singular inclinación gastronómica consistió en la ingestión, a modo de pan, de tierra frita en grasa de pescado. Este hábito, si bien no ha sido señalado para ninguna de las tribus vecinas, tuvo amplia difusión en el Nuevo Mundo.

Habitualmente estos indígenas andaban desnudos usando, sólo en la estación fría, un manto de piel de ciervo o de nutria. Los Chanás completaron su arreglo personal con adornos que consistieron en aditamentos de objetos, pintura corporal y tatuajes. La perforación del labio superior estuvo reservada a los varones, a quienes en los primeros meses de vida se les perforaba para colocar el tembetá, símbolo de virilidad.

La pintura corporal luego de haber cumplido con los ritos de iniciación, consistía en la práctica de la antropofagia ceremonial (ingestión ritual de carne humana).

El arco corto y rígido y la flecha corta con astil y punta de madera, son las armas más usadas. La fabricación de canoas merece párrafo aparte. Constituido este etno por comunidades esencialmente costeras, emplearon para su movilidad y actividad pesquera, canoas monóxilas cuyo tamaño varió según el grupo tribal.

La manifestación artesanal más destacable de este etno, la constituye su cerámica. Su morfología no es variada, ya que los platos representan formas globulares o subglobulares con bases indiferenciadas.

No están muy claras las características de la estructura social de este etno. Se sostiene que la familia fue poligámica, pero nada se puede aportar en torno al tipo de consagración matrimonial, al lugar de residencia de la nueva familia a la filiación de la descendencia, al sistema de parentesco, a los tabúes o a los status y roles. 

Se presume la práctica de ritos de iniciación para que los púberes de ambos sexos fueran aceptados e incorporados al mundo de los adultos. Los ritos de la pubertad consistieron en la ingestión de carne humana en el transcurso de una ceremonia, tras la cual podían pintarse el cuerpo, símbolo inequívoco del nuevo status.

El cacicazgo parece haber sido el sistema común a todas las tribus o entidades chanás. Se desconoce la estructura de la lengua hablada por la nación chaná.
  •     Los Charrúas
Los charrúas (cuyo nombre en guaraní significa revoltoso, antojadizo) se subdividían en Yaros, Minuanes, Martidanes y Guenoas, que compartían la particularidad de ser extremadamente belicosos y resistente a todo cambio, a tal punto, que fue el último grupo en desaparecer.

La guerra fue su principal actividad, pero también se dedicaron a la caza, la pesca, la recolección y el trabajo en piedra, con la cual realizaban puntas de flecha, arma que era complementada con el uso de boleadoras. Se ubicaron en la región central de la actual provincia de Entre Ríos, aunque eran nómades.

Sus casas estaban realizadas de esteras armadas sobre postes, en campamentos próximos a arroyos. Estaban organizados en cacicazgos, consejo de ancianos y guerreros, encargados de resolver los asuntos de gravedad del pueblo.

Los charrúas históricos, producto de la superposición de grupos patagónicos a una primitiva población lánguida, habitaron el occidente de la Banda Oriental del Uruguay.

Este grupo étnico desarrolló una economía propia de comunidades nómades. Caza, pesca y recolección de frutos fueron originariamente sus bases de subsistencia, coincidiendo todas las fuentes en señalar la ausencia total de prácticas agrícolas.

La caza fue actividad intensamente practicada, empleándose para ello, arcos, flechas y boleadoras de uno, dos y tres ramales. El sistema de caza por persecución a pie, se señala como peculiar de estos pámpidos, justificándose el uso de redes de captura. Venados, roedores, ñandúes y aves, fueron las piezas cobradas por los cazadores charrúas.

A las actividades citadas se deben agregar la de la recolección de huevos de ñandú, miel, cogollos de ceibo (de alto poder nutritivo) y frutos silvestres. El hidromiel, fue la bebida nacional, adoptaron la yerba mate y se convirtieron en ávidos consumidores de tabaco.

El tipo de vivienda charrúa, corresponde al estilo de vida de sus moradores, era una suerte de paravientos formado por cuatro esteras colocadas a modo de pared y sin techo.

Si bien existen referencias a la primitiva y total desnudez de los charrúas, está documentado por otra parte, el uso del delantal pubiano o taparrabos y el manto de pieles. Una antigua litografía, ilustra sobre el uso del manto de pieles, prenda característica de los pámpidos. Decorado con motivos geométricos, cuyos registros recuerdan a los que ornan el manto tehuelche, fue usado funcionalmente con el pelo hacia dentro.

Las prendas de algodón, delantales pubianos y camisas sin mangas, fueron producto del comercio mantenido con los guaraníes.
Perforaciones, inserciones de objetos, tatuajes y pinturas corporales o faciales, constituyeron los "adornos" de hombres y mujeres charrúas. El uso de clavijas narigueras y de barbotes o tembetás por los hombres, ha sido ampliamente documentado.

La familia charrúa se constituyó sobre la base de uniones más o menos permanentes, consagradas en bárbara ceremonia matrimonial. La mujer accedía al matrimonio muy joven y habitualmente se casaba con el primer hombre que la requería, en tanto que el hombre lo hacía en plena madurez. 

Según los escasos testimonios existentes, es posible señalar como caracteres de la familia charrúa, la poligamia y la endogamia (práctica de contraer matrimonio, personas de ascendencia común o naturales de una pequeña localidad o comarca).

La endogamia, si bien no es posible demostrarla fehacientemente, permite el hecho de que no se considerarán incestuosas las uniones entre miembros emparentados entre sí, con la única excepción de los hermanos.

El adulterio fue reconocido como tal sólo si se comprobaba fehacientemente, lo cual conducía a duelos pugilísticos sin otro tipo de sanción. Por otra parte, una mujer sin hijos podía abandonar al hombre con varias mujeres si tenía oportunidad de llegar a ser la única mujer de otro.
  
El sistema de cacicazgo para las parcialidades charrúas no se halla suficientemente documentado. El gobierno de los charrúas se reduce a un Concejo formado por los jefes de familia que se reúnen y sientan en círculo para deliberar si deben atacar al enemigo común. No reconocen otros superiores que los encargados momentáneamente de dirigir la expedición. Por lo demás, no se someten a nadie, ni siquiera a sus padres.

Como ya se dijo, la guerra constituyó la principal actividad de los charrúas. El pillaje o la devolución de agravios fueron las causas más frecuentes que la motivaron.  Autorizada por los jefes de familia, reunidos en Concejo, la tribu beligerante invitaba a las tribus hermanas para entrar en la contienda. Señales de humo y resplandores de hogueras transmitían la noticia.

El ataque por sorpresa fue considerado de gran valor táctico, enviando para ello exploradores (bomberos), que procuraban conocer la posición de la fuerza numérica del enemigo. La lucha era iniciada preferentemente al amanecer, en medio de un impresionante griterío. Algunas fuentes apuntan que antes de la generalización de la lucha, los caciques acostumbraban a desafiar a los jefes enemigos para librar combates singulares.

Como trofeo de guerra conservaban el cuero cabelludo del enemigo muerto en combate y, al igual que los guaraníes, cambiaban de nombre tantas veces como enemigos mataban, al mismo tiempo que se practicaban una profunda herida en el cuerpo. De este modo, el número de cicatrices, equivalía al número de vencidos en combate y las ostentaban como verdaderas condecoraciones de guerra.

Se desconoce la religión de los charrúas, sin embargo creían en la supervivencia del alma y en la existencia de una vida sobrenatural.  

En las antiguas fuentes se la califica de lengua dura, gutural y nasal, pero no se encuentran en ellas elementos de juicio que permitan extraer conclusiones sobre su origen, parentesco o estructura.

Entre los pueblos indígenas actualmente existentes en las regiones del litoral y del Chaco, incluyendo a descendientes mixtos de pueblos cuyos componentes puros se han extinguido, se encuentran más de 45 grupos o ramas derivados de estos.

Región pampeana y patagónica 

La Patagonia posee los registros más antiguos de la presencia humana en el territorio argentino. En la localidad de Piedra Museo, Provincia de Santa Cruz, hay restos de 13.000 años a.C., y están aparentemente relacionados con la posible presencia humana mucho más antigua aún detectada en el sur chileno, en el área de Monte Verde, 33.000 años a.C.

Estos descubrimientos no solo han puesto en crisis la teoría del poblamiento tardío y la llegada por Beringia, sino que sugieren una corriente pobladora de entrada al actual territorio argentino a través de la Patagonia y el extremo sur chileno.

Otro remoto asentamiento fue ubicado en Los Toldos, también en la provincia de Santa Cruz, con restos que datan de 10.500 años a.C. Hace 9.000 años surgió la industria Toldense, caracterizada por puntas de proyectil sub triangulares bi faciales y raspadores laterales y terminales, cuchillos bifaciales y herramientas de hueso.

Estos primeros habitantes del territorio argentino cazaban milodones (con el cuerpo parecido a un gran oso aunque con cabeza semejante a la de un camello ya que el milodón era un herbívoro ya extinguido) e hippidioneses (caballos sudamericanos que desaparecieron hace 10.000 años), además de guanacos, llamas y ñandúes.

En la misma zona, la Cueva de las Manos (un alero a orillas del cañón del Río Pinturas en la provincia de Santa Cruz), se han hallado pinturas rupestres de 7.300 años adC. Impresiones de palmas de manos previamente teñidas con pintura fresca a partir de tintes naturales, «negativos» de manos obtenidos con pinturas en aerosol (se soplaba la pintura a través del canal medular de un hueso), sobre las paredes rocosas interponiendo las manos entre el medio (la pintura en aerosol), y el soporte (la pared natural de roca), e imágenes de guanacos muy estilizados.

Se trata de una de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos sudamericanos y ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Para el año 9.000 a.C. ya había comenzado el poblamiento de la pampa. Más tarde, entre los 7.000 y 4.000 años a.P., aparece la industria Casapedrense, caracterizada por una mayor proporción de instrumentos líticos confeccionados sobre láminas, probablemente como una muestra de la especialización en la caza del guanaco, lo cual también está presente en los desarrollos culturales posteriores de los patagones o tehuelches.

Desde ese momento y hasta la llegada de los europeos (inicios del siglo XVI), los tehuelches poseían un modo de vida cazador-recolector en el que hacían uso de una movilidad estacional, desplazándose en pos de las manadas de guanacos.

Durante los inviernos se encontraban en las zonas bajas (vegas, mallines, costas, orillas de los lagos, etc.) y durante el verano ascendían a las mesetas centrales de la Patagonia o a la Cordillera de los Andes en donde tenían, entre otros, sitios sagrados el cerro Chaltén.

Las culturas pampeanas y patagónicas no pudieron sedentarizarse ni especializarse en la agricultura ni la consecuente agroalfarería. El ambiente de los territorios que habitaban y el índice demográfico de los pueblos pámpidos hacía que su economía más sustentable fuera la basada en un sistema primitivo y por estos motivos se organizaron sobre la que había sido durante milenios una exitosa base de sistemas de caza y recolección.

Aproximadamente a partir de mediados del siglo XVII, merced a la captura y domesticación de los caballos importados por los españoles, devinieron los pámpidos (como los de la región chaqueña), en complejos ecuestres que cazaban ganado cimarrón ya que la alta movilidad y dispersión que el ambiente le había impuesto tradicionalmente les hacía antieconómica e incluso impráctica la ganadería.
Solo desde la segunda mitad de siglo XIX se aprecia un incipiente cambio de estrategia en el modo de producción de la mayoría de los pámpidos (desde la Tierra del Fuego hasta el Chaco Boreal inclusive).

Las diversas etnias y parcialidades de los pámpidos, al ver mermar los recursos de caza y recolección y al tener un aumento demográfico que implicaba mayor presión sobre los recursos naturales no cultivados se vieron obligados a refundar su economía en una incipiente agricultura de subsistencia casi siempre reducida a horticultura, aunque la falta de técnicas para contrarrestar las sequías en zonas que recién dejarían de ser consideradas desierto tras el cultivo en secano hicieron que sus intentos no fueran todo lo exitosos que requerían.

Los pámpidos fueron: Querandíes, Pehuenches, Guenaken y Chonecas.
  •     Querandíes, Pampas o Puelches
Es la denominación que le dieron los guaraníes a los pobladores de las pampas. Querandí  significa 'hombres o gente con grasa' ya que en su dieta diaria consumían grasa animal. A partir del siglo XVIII los querandíes fueron también llamados puelches por los araucanos y que quiere decir 'gente del este'.
Desde un punto de vista etnológico, actualmente los querandíes se los clasifica dentro de los tehuelches septentrionales boreales.

Suele subdividirse a los pampas en tres grandes parcialidades: taluhet, didiuhet y chechehet. El término querandí se refería más concretamente a los didiuhet más occidentales e influidos por los guaraníes oavá.
Habitaban en un área que limitaba al norte con  el centro sur de la actual  provincia de Santa Fe, la actual provincia de Buenos Aires, por el este el río Paraná y el Río de la Plata y por el oeste el pie de las Sierras Grandes y los llanos de Cuyo y La Pampa.
Fueron un pueblo nómade que practicaba el modo de producción cazador recolector como principal actividad. Fueron grandes corredores lo que los convirtió en hábiles cazadores lo que les permitió la captura, a la carrera, de animales como los venados pampeanosñandús, e incluso guanacos.
Usaban para la pelea arcos, flechas y una especie de media lanza. También emplean boleadoras de piedra
Utilizaron los ríos para pescar peces para lo cual empleaban redes y también recolectaban moluscos. A través del uso de morteros de piedra lograron elaborar harina de pescado. Completaron su dieta, que era eminentemente carnívora, con la recolección de frutos estacionales.
Su economía también conoció el trueque, que practicaban con otros indios de la región siendo la principal mercancía de intercambio el cuero.
Antropológicamente eran de complexión robusta, fuerte y de piel oscura. Los varones iban desnudos o bien usaban un taparrabo confeccionado de fibra vegetal o cuero. Las mujeres se cubrían con un delantal de paño que le llegaba hasta las rodillas.
Para protegerse del frío cubrían sus cuerpos con mantas fabricadas con cueros de nutrias.
Espiritualmente creían en un gran dios al que llamaban Soychu, quien tenía un contendiente, espíritu del mal conocido como Gualichu.
Posteriormente a la primera fundación de Buenos Aires y cuando los españoles decidieron despoblarla, los animales domésticos que dejaron (en especial el vacuno y el caballar), se fue reproduciendo libremente en la región pampeana.
Los querandíes recurrieron al ganado cimarrón dejado por los blancos, cazando, comiendo y domesticando caballos.
Varias fueron las causas que llevaron a la extinción de los querandíes: los enfrentamientos armados con los europeos; las enfermedades contagiosas  y las guerras con los araucanos.
  • Pehuenches 
Fueron un pueblo indígena montañés que forma parte de la cultura mapuche y habita a ambos lados de la cordillera de los Andes en el centro-sur de Chile y el sudoeste de la Argentina. Los araucanos los denominaron pehuenches, (‘gente del pehuén’).  
Habitualmente se caracteriza por basar su alimentación en la recolección de piñones, las semillas del pehuén (araucaria), que crece principalmente a más de 1.000 m s.n.m.
En Argentina se extendieron desde el norte del río Diamante  hasta el lago Aluminé al sur. Se trasladaban a los valles en invierno (invernadas) y subían a lugares más altos en verano (veranadas), donde en general realizaban la recolección de los piñones entre marzo y mayo.
Su auto denominación y su idioma original no se han conservado, aunque sí se sabe que formaban parte del conjunto de los huarpes antes de su completa araucanización, y como ellos eran altos, delgados y de tez oscura.
Para mediados del siglo XVIII todos los pehuenches hablaban el idioma mapudungún, aunque su asimilación cultural por los araucanos no fue completa hasta mediados del siglo XIX.
El territorio que habitaban era el butalmapu conocido como pewenmapu (‘tierra de las araucarias’) o piremapu (‘tierra de las nieves’). Las tierras al este de la cordillera de los Andes fueron denominadas puelmapu (‘tierra del este’).
Con el piñón elaboraban harina y una bebida fermentada. Los piñones eran conservados bajo tierra. Los frutos de otros árboles, como el molle y el algarrobo, también entraban en su dieta.
Utilizaban arco y flecha, y boleadoras de dos bolas para cazar ñandúes, guanacos y venados, confeccionadas de tripas y cuero. Utilizaban los cueros de estos dos últimos animales para hacer los toldos en los que vivían varias familias, apuntalados con palos y ramas, a la manera de los tehuelches, aunque de manera más sólida y permanente. Utilizaban también los cueros para hacer prendas de vestir y las plumas de ñandú como adornos. Las vasijas eran de madera y de cuero.
Con la llegada de los españoles adoptaron el caballo que obtenían mediante el trueque con tribus vecinas. Incorporaron la lanza larga para cazar al entrar en contacto con los araucanos.
Para navegar en algunos lagos construían canoas de juntos a la manera de sus vecinos huarpes. Conocían la plata y el cobre y los utilizaban para hacer aros de adorno a la manera de los araucanos. En determinadas circunstancias se pintaban la cara, los brazos y las piernas.
Aunque en su territorio se han hallado cerámicas de barro negro cocido casi sin adornos, no se conoce que supieran técnicas de alfarería. De los huarpes aprendieron la cestería.
Los hombres más ricos practicaban la poligamia y las tribus estaban constituidas por grupos pequeños que elegían un cacique. Sepultaban a sus muertos en cuevas o los enterraban en terrenos blandos.
De su religión pre mapuche se sabe muy poco. Eran animistas y tenían un dios supremo llamado Gamakia (‘cacique’), cuya esposa era Gamkiatsëm. El genio del mal era Gualichu, como en otros pueblos afines
Un grupo afín a los pehuenches originales, que también pertenecía al grupo huárpido, fue el de los puelches algarroberos o puelches de Cuyo. Este pueblo se encontraba al norte de la zona pehuenche en la actual provincia de Mendoza, en el pedemonte cordillerano.
Su alimento principal fue la algarroba y como diferencia sustancial con los pehuenches, que eran básicamente recolectores, estuvo su acentuado carácter cazador.
  • Puelches guénaken
Se los conoce por el nombre de Patagones del Norte. En la segunda mitad del siglo XVIII, los mapuches empezaron a invadir el oeste de la región pampeana. Los mapuches usaron los nombres tehuelches (chewelche 'gente bravía') y puelches (pwelche 'gente del este') para varias de las etnias de esta región de manera un tanto inconsistente.
De entre los grupos que denominaron puelches el más importante de la parte oriental de la región pampeana eran los guénaken.
Ocuparon especialmente las márgenes de los grandes ríos del norte patagónico, y se extendieron por los territorios al norte del Chubut hasta la provincia de Río Negro, incursionando continuamente por el sur de la actual provincia de Buenos Aires y por el sudeste de la Provincia de La Pampa hasta cerca de Mar del Plata.
Fuertes, musculosos, de espaldas anchas y labios gruesos, cabellos, largos, negros y lacios.
A comienzos del S. XVIII, adoptaron los caballos, que no sólo utilizaban para la caza y transporte sino que también de alimento. En sus cacerías usaban el arco y la flecha, la lanza, la honda, la boleadora y el lazo.
Como la mayoría de los pueblos nómades, cazaban guanacos y avestruces y negocian del suelo raíces y vegetales comestibles que usaban para preparar harinas y bebidas alcohólicas.
Para protegerse de los ataques, usaban una especie de atuendo muy resistente, confeccionados con varias capas de cueros, que recorría el cuero desde los hombros a las rodillas, y hacía las veces de escudo.
Los procesos derivados de la colonización llevaron a los diversos grupos étnicos al borde de la extinción, que vivían en comunidades aisladas y dispersas, principalmente en la cuenca media y superior del Río Negro y en la del Limay.
  • Chonecas, Patagones o Tehuelches meridionales
Los Chónik, chonecas, patagones o aoniken, eran hombres de talla muy elevada, de constitución física atlética, cabeza grande y maciza, cara ancha y angulosa.

A partir de estas concepciones, fueron llamados “patagones” por los españoles, que vieron sobre la superficie de la helada tierra del sur la marca del enorme tamaño de sus botas. Hoy este pueblo se ha extinguido. Vivieron en las actuales provincias argentinas de Chubut, Santa Cruz (Figura 32), y una parcialidad, mas tarde, en Tierra del Fuego.

Se llamaban a sí mismos “chonik”, que en su lengua significaba “nosotros los hombres”, y se dividían en tres sub-tribus: los tehuelches meridionales (o patagones del sur, desde el río Chubut hasta el estrecho de Magallanes), los téuesch (sobre la cordillera) y los selk’nam, también conocidos como onas, que luego se desplazaron a la isla de Tierra del Fuego. También se los conocía como “tehuelches del sur”.

Tanto los tehuelches como los téusch y selk’nam tenían costumbres nómades. Toda la actual Patagonia argentina era suya: la cordillera y el mar parecían ser sus únicos límites.

Se alimentaban con ñandúes, guanacos y otros animales ya extinguidos, en cuya caza invertían buena parte de su tiempo, como así también en la recolección de frutos y raíces silvestres.

Para capturar a sus presas utilizaban arcos y flechas, arpones, lanzas y boleadoras, aún antes de la llegada de los caballos a América. Animales como las llamas les proveían también del cuero para la confección de sus ropas y las paredes de sus tolderías, y de los huesos con los que construían elementos de uso cotidiano.

Nunca trabajaron la cerámica ni la confección de tejidos: apenas utilizaban algunos recipientes de barro cocido.

Las viviendas de estos patagones se construían con las pieles de los animales, erguidas por tirantes de madera que se enterraban en forma de círculo en la tierra.

Sobre fines del 1600, los indios tehuelches comenzaron a utilizar el caballo, para su traslado cotidiano.  Creían en un dios supremo llamado Temaukel, cuyo mensajero era Kenos (la estrella Alfa).

Con respecto a su vestimenta, aunque vivían en zonas de muy bajas temperaturas, apenas se cubrían con un taparrabos en forma de triángulo, y una capa desde los hombros hasta los pies, en el caso de los hombres, y hasta las rodillas en el caso de las mujeres.

Las integrantes femeninas de la tribu vestían también un cuero que les envolvía el cuerpo desde debajo de los brazos y hasta las rodillas, con el pelo hacia adentro. En los pies solían llevar una especie de zapatos de cuero con el pelo hacia fuera, en tanto que, con relación al maquillaje, solían pintarse de color rojo oscuro, no sólo por criterios artísticos o decorativos, sino también para evitar el contacto directo del frío viento de la región con la piel descubierta.

Se adornaban también con collares y pulseras de tendones de guanacos, pastos, huesos de pájaros de la zona o caparazones de crustáceos.

Eran monógamos en su mayoría, y concretaban sus “matrimonios” a partir de la compra y venta de las mujeres. Las familias eran llamadas “askas”, comandadas por un cacique.

Los fuéguidos fueron: Onas (Selkman, Maneken), y Yamanas.
  • Los Onas (Selkman y Maneken)
Los Onas, son el tercer componente del grupo tehuelche. Habitaban el territorio de Tierra del Fuego, al sur del actual territorio argentino. Hacia el siglo XIV d.C., una rama Ona de los tehuelches (los Selk'nam), invadió la Isla Grande de Tierra del Fuego, forzando a los Yámana y Kawéskar (Alakalufes del sector chileno), que se encontraban allí al menos desde el siglo X, a desplazarse hacia las costas meridionales y occidentales.

Los onas estaban compuestos por dos parcialidades: los Selknam (onas propiamente dichos), y los Haus o Maneken. Vivían de la caza del guanaco, aves, patos, etc. También fueron recolectores. Se agrupaban en bandas que se desplazaban en conjunto.

Los Onas, como los Tehuelches, no tenían un jefe o cacique. Sólo nombraban un jefe cuando iban a la guerra o a cazar. Generalmente, ellos daban las decisiones a los ancianos. También los brujos o chamanes tenían mucha autoridad en las decisiones de los más jóvenes.

Los ancianos, siempre en todas las comunidades aborígenes, tuvieron mucha autoridad. Entre ellos, había guerra también por violación de los límites de caza.

Ellos vivieron separados del continente teniendo una cultura distinta,  muy propia, por estar muy alejados de las otras etnias más numerosas de la Patagonia.

  • Yámanas
Los yamanas o yahganes vivían en los alrededores de Tierra del Fuego. Se trataba de un pueblo fundamentalmente canoero que pasaban la mayor parte de su tiempo en las precarias embarcaciones que construían con cortezas de árboles.

Solían estar desnudos, con apenas un manto de piel de foca u otro animal cubriéndoles el cuerpo, aunque sí vestían polainas en los pies y guantes sin dedos en las manos. Al igual que otros pueblos patagónicos solían pintarse el cuerpo y la cara de distintos colores y depilarse.
Su alimentación dependía en gran medida del mar: peces, lobos marinos, nutrias, aves, mejillones, almejas, cangrejos, erizos y otros animales similares integraban su dieta. Cazaban incluso ballenas, a las que rodeaban y arponeaban.

Eran monógamos, aunque existían excepciones. Los hombres ejercían un gran poder en la familia, pero el rol de la mujer era importante: remaban en las canoas, dirigían y recolectaban moluscos mientras los hombres pescaban y cazaban animales marinos y peces.

Los niños permanecían en el centro de la canoa, protegidos por el fuego con el que también cocinaban. Pasaban buena parte de su día en sus barcazas construidas por cortezas de hayas cocidas entre sí con barbas de ballena y fibras vegetales, de entre tres y cuatro metros de largo.

Sus viviendas, en tanto, eran similares a las de sus vecinos, los onas: tenían forma de cono, y solían estar cubiertas por hojas y ramas en verano y por pieles en invierno. Para mantener el calor, excavaban en el interior de la choza. Este pueblo se encuentra totalmente extinguido.



Parte 4
Agricultura aborigen

El territorio argentino ha sido teatro de una agricultura aborigen sobresaliente, compuesta por no menos de veinticinco especies domésticas.

De ellas sobreviven muchas variedades cuya influencia en la agricultura actual excede los límites de la previsión.

Lamentablemente su número declina año tras año y el tesoro que nos legaron los nativos de nuestro suelo sucumbirá en un plazo perentorio.

No nos resignemos a perder ni una hoja de esta rama de nuestra patria.

Una ley o una institución que amparara esta agricultura salvaría una riqueza potencial de un valor fuera de todo cálculo.

Lorenzo Parodi, 1966

La agricultura en la historia de la humanidad tiene su origen cuando el hombre empieza a dejar de ser un nómade recolector de frutos y/o cazador para transformarse en sedentario.

En el actual territorio argentino, en la región del litoral, se encontraban tribus relativamente estables. Para sembrar talaban y desmalezaban una parcela que luego quemaban, aprovechando la ceniza como mejorador de los suelos ácidos, para luego sembrar zapallo, batata, mandioca o maíz.

En el noroeste y bajando hacia el sur por la cordillera de los Andes, bajo la influencia de los incas, que sí fueron agricultores, hay testigos fehacientes de prácticas agrícolas en los tiempos prehispánicos, sin embargo, en el resto país resultan menores pues se trataba de tribus preferentemente nómades.

Por ello la agricultura, en el territorio argentino de hoy, comienza a tener significación con el nacimiento de las ciudades que fueron fundando las corrientes colonizadoras españolas.
La agricultura está indisolublemente asociada a la alimentación, por lo que un estudio de las diferentes etapas de la gastronomía en el actual territorio nacional, ubica a la agricultura aborigen dentro de la llamada pantofágica.
Corresponde a la etapa pre hispánica o aborigen (antes del año 1500), y se denomina así porque los europeos llegados veían que los nativos comían “de todo”, y cuando decimos “de todo”, es “de todo”: insectos; ofidios; pescados; batracios; carnes blancas y rojas varias (incluso humana), y hortalizas nativas (granos como maíz, poroto y quínoa; tubérculos y raíces como papa, oca, mandioca, ñame, batata y frutos como zapallo, pimientos y ajíes.
Otras hortalizas americanas como el tomate, vuelven a la Argentina de la mano de los europeos, quienes ya lo habían llevado y adoptado.
La agricultura aborigen argentina tiene características muy diversas. Por un lado nativos del noroeste que cultivaban en sofisticas terrazas bajo riego, mientras que los pampeanos y sureños nunca fueron agricultores.
Entre las plantas cultivadas por los aborígenes en el territorio nacional se puede encontrar:
  • Cereales y pseudo cereales (maíz, mango (Bromus), quinoa)
  • Legumbres para granos (poroto, maní)
  • Oleaginosas (madi)
  • Tubérculos y órganos subterráneos (papa, batata, mandioca, ajipa, yacón, oca, ullucu, achira, jamaichepeque
  • Frutos carnosos (zapallo, calabaza, alcayota, achojcha, tomate árbol, ají, ananás)
  • Otras variadas (algodón, mate, tabaco, urucú)

Sintetizando es posible separar en tres grupos a las áreas geográficas, donde se practicaba agricultura:

La Noroeste y Centro Oeste (kollas, atacamas, omaguacas, diaguitas, capayanes, olongastas y huarpes), que, en función de la altitud en que vivían y de la disponibilidad de riego y buenas tierras, cultivaron: ají, maíz, maní,  oca, papa, pimiento, poroto, quínoa, ulluco,  zapallos y calabazas


La Noreste y Centro (chiriguanos, wichis, chanés, guaycurues, abipones, tobas, lules, vilelas, tonocotes, mocovies, comechingones, sanavirones, guaranies, kaikanes), que  cultivaban: achira,  achojcha, ají, ajipa, batata,  mandioca, maní, yacón y  zapallos.  

La Sur Oeste (pehuenches y mapuches), que cultivaban: madi, maíz, oca,  papa y quínoa.

Los nativos pampeanos y patagónicos (querandíes, puelches y tehuelches entre otros), fueron expertos cazadores-recolectores, pero, como ya se dijo, nunca practicaron la agricultura.


(adaptado de Solá, M.D.)
Parte 5
Indigenismo

¿Qué es el indigenismo?
Se trata del estudio de los pueblos indios iberoamericanos que hoy forman parte de naciones en las que predomina la civilización europea. También es la doctrina que propugna reivindicaciones políticas, sociales y económicas para los indios y mestizos y por último se trata de la exaltación del tema indígena americano en la literatura y el arte.

En la década de 1960, durante el gobierno de Illia, tomó fuerza en toda América Latina el movimiento indigenista, teniendo como objetivo prioritario incorporar a la vida nacional de sus países, grandes núcleos de población indígena que había permanecido al margen de los avances de la vida moderna. La nueva etapa abierta en Argentina con el gobierno peronista en 1946, tuvo su correlato en un simbólico malón de la paz kolla, debido a que algunos de sus participantes, impondrían con el correr de los años una nueva perspectiva en las luchas reivindicativas indígenas y sus formas de organización.

Eulogio Frites, integrante de la etnia kolla que había peregrinado hasta Buenos Aires en 1946 junto a su padre, sería designado presidente del "Centro Indígena" creado hacia 1968, durante el gobierno de facto de Onganía). En 1970/71 se convertiría en Comisión Coordinadora de Institutos Indígenas (CIIRA), la que aspiraba a constituir un congreso deliberativo y revitalizar la conciencia étnica de los aborígenes de Argentina, levantando banderas por la autogestión y contra las prácticas que consideraban genocidio y etnocidio.

En Neuquén, desde 1964 se habían creado condiciones para la consolidación de las comunidades mapuches, algunas de las cuales fueron oficialmente reconocidas como propietarias de tierras en reserva, surgiendo una capa de dirigentes indígenas vinculados a los organismos provinciales. En 1970 se constituyó la "Confederación Indígena Neuquina", con apoyo del gobierno provincial, terratenientes y fuerzas armadas. Se desplazó a los dirigentes más combativos y la conducción quedó en manos de una burocracia local que respaldaba el gobierno de Felipe Sapag.

Estas posiciones más combativas, se habían afirmado en 1969 en los congresos indigenistas de Tartagal y Zapala. Desde entonces se delinearon claramente dos vertientes, la combativa y la burocrática.

Como reacción, se organizó en 1972, durante el gobierno de facto de Lanusse, el Primer Parlamento Indígena Nacional, en el que contrariando el control gubernamental se aprovecharon las condiciones existentes para el desarrollo de una tendencia combativa vinculada a la CIIRA. A pesar del abierto boicot de algunos gobiernos provinciales y los delegados neuquinos oficialistas, los combativos provocaron un vuelco en las resoluciones.

Sobre las tierras pidieron prioridad para el indígena en los regímenes de colonización, la ampliación de las reservas existentes y apoyo crediticio para los indígenas.

La presión de los combativos condujo a que en las conclusiones de la comisión de tierras, se remarcase la urgencia por obtener títulos de propiedad comunales legalizados que evitase la expropiación o el desalojo por parte de los terratenientes, los gobiernos provinciales o nacional. Se hizo énfasis en la necesidad de una educación bilingüe, la construcción de viviendas, la creación de hospitales en zonas marginales, la exigencia de participación indígena en los organismos oficiales afectados a zonas aborígenes.

Paralelamente, hacia fines de 1969 se había iniciado en la población mataca de Nueva Pompeya (Chaco), una experiencia cooperativa orientada hacia la explotación forestal, que al generar una atmósfera de movilización desembocó durante el gobierno de Perón, en la concreción del "Congreso Regional de Cabañaro" (1973), donde la reclamación de tierras asumiría nuevamente el rol protagónico.

Se reunieron representantes de comunidades tobas y matacas de Chaco y tobas de Formosa, poniéndose la piedra fundamental de la "Federación Indígena del Chaco", al unírseles la comunidad mocoví.

Igualmente, se fundó a fines de 1973, la Federación Indígena de Tucumán, con el auspicio de la CIIRA, que rápidamente encontró apoyo en los trabajadores rurales de los valles calchaquíes. Esa entidad desplegó durante 1974 una serie de movilizaciones en demanda de la recuperación de las tierras comunales, enfrentándose abiertamente a las autoridades provinciales, que desencadenaron una violenta represión policial.

En Buenos Aires, el "Servicio Nacional de Asuntos Indígenas", dependiente del Ministerio de Bienestar Social, se encontraba en manos del sector más derechista del gobierno peronista. Los reiterados intentos de parte de ese sector de manipulación de la CIIRA, condujo a la concreción del Segundo Congreso Indígena Nacional. Como el congreso estaba controlado por la derecha, fue boicoteado por la mayoría de dirigentes indígenas de las comunidades presentes, a impulsos de los miembros de la CIIRA.

La CIIRA se auto disolvió, constituyéndose en su reemplazo la Federación Indígena de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, con el apoyo de indígenas de las villas miserias capitalinas, de federaciones del interior y de sectores estudiantiles y profesionales de la Universidad de Buenos Aires. Uno de sus objetivos era conformar una "Confederación Indígena Nacional", que expresara los intereses de las etnias de todo el país y pudiese influir en la elaboración de una política indigenista nacional.

Hacia fines de 1974, las contradicciones internas del gobierno de Isabel Perón crearon condiciones para un incremento de la represión a las organizaciones populares. Los dirigentes indígenas más combativos fueron perseguidos y encarcelados, mientras se disolvían sus organizaciones. En 1975 se produjo un repliegue general del movimiento indígena nacional, que afectó inclusive las experiencias cooperativas comunales. Se iniciaron desalojos ilegales de comunidades y despojo fraudulento de sus tierras.

Bajo la dictadura militar de 1976, siendo posibles únicamente las reivindicaciones culturalistas, surgió la Asociación Indígena de la República Argentina (AIRA). Subrayando su carácter “apolítico”, acusó a partidos y grupos políticos hegemónicos de manipular al movimiento indígena con concepciones hispanistas y economicistas.

Sus objetivos eran: 1) Respeto por la persona y personalidad cultural india; 2) Tierra al aborigen; 3) Personería jurídica para las comunidades; y 4) Libre empleo para los aborígenes. La AIRA fue manejada desde sus comienzos por la etnia kolla.

En 1986, durante el gobierno de Alfonsín, ganaría la conducción de AIRA una fracción encabezada por Rogelio Guanuco, autodefinida como diaguito-calchaquí para diferenciarse étnicamente, que anteriormente había integrado el Movimiento Aborigen Nacional Justicialista (MINJU).

Guanuco manifestó en 1989, que a diferencia de la fracción anterior no son sectarios, recibiendo en la AIRA a todos los indígenas que necesitan ayuda o quieren colaborar. Planteaba como base de su gestión a los aborígenes del interior, porque los que habitan en la Capital Federal están integrados a la cultura dominante.

Por su parte, Fausto Durán, secretario general del Movimiento Aborigen Peronista (MIPRA), me manifestó en 1989, que la AIRA ya no servía como organismo porque no era representativo, un sello, aunque contradictoriamente reivindicaba su trayectoria primera de lucha. El mayor error de AIRA sería su rol de organismo multipartidario que se le imprimía, demasiado amplio y poco representativo.

Preservación y recuperación de la memoria indígena
A través de la historia se ha denunciado reiteradamente la marginación, discriminación e invisibilización (aunque esta palabra no exista, para este caso es muy clara), de las culturas indígenas. Pese a ello persisten muchas de sus costumbres y valores, han sobrevivido varias de sus lenguas, y existe un movimiento social creciente dedicado a preservar y recuperar la memoria indígena.
Una probable muestra de esta actitud de invisibilización de parte del Estado Argentino frente a los indígenas y otros grupos étnicos, se puede encontrar en el sitio web de la oficina de turismo perteneciente al gobierno, donde se anunciaba en 2006, que la población indígena era la mitad de la dada por el organismo oficial de estadísticas y censos de la Nación Argentina (INDEC), que había realizado oficialmente una encuesta indígena complementaria del Censo de 2001.

“El 95 % de los argentinos son de raza blanca, descendientes principalmente de italianos y españoles. Con la llegada de la masiva inmigración europea, el mestizo (cruce entre blanco e aborigen), se fue diluyendo poco a poco, y hoy sólo supone el 4,5 % de la población racial argentina. La población indígena pura -mapuches, kollas, tobas, matacos y chiriguanos- representa el 0,5 % de los habitantes”.

Esta actitud de una invisibilización de los componentes culturales indígenas mediante la desvalorización de su porción en el total de los argentinos, la cual era habitual en el pasado, ha sido desacreditada por estudios del año 2005 que indican que la población mestizada en la Argentina (con por lo menos un antepasado ameraborigen), rondaría el 56 %, mientras que otro del año 2011 señala que, de la población argentina, el componente conformado por genes ameraborigens es del orden del 30 %.

Estos estudios se presentaron en un marco de una gradual revalorización del componente cultural indígena del país, al igual que el apoyo a la restitución de sus derechos.

Lamentablemente los indígenas, aún hoy, tienen una baja representación en los medios de comunicación. Las telenovelas, publicidades y películas latinoamericanas, están acusados de ocultar a los descendientes de indígenas o «negros» para hacer parecer a sus poblaciones como compuestas casi enteramente por «blancos».

Los actores indígenas generalmente deben seguir los estereotipos, por lo general en funciones subordinadas y sumisas, como conductores de automóviles, mayordomos, guardaespaldas, empleadas domésticas, y los pobres en general.

Encuesta de Pueblos Indígenas 2004-2005
En Argentina, según la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005, basada en el Censo Nacional de Población 2001 del INDEC, 600.329 personas se reconocen y/o descienden en primera generación de pueblos indígenas.

Una parte de la población no se reconoce perteneciente a ningún pueblo específicamente, pero tiene ascendencia indígena mixta, está contada en uno y otro pueblo indígena simultáneamente.

Además, el organismo sostiene que, según los resultados, un 2,8 % de los hogares argentinos tiene al menos un integrante que se reconoce perteneciente a un pueblo indígena.


La ECPI 2004-2005 reveló que son 179.501 las personas que viven en comunidades indígenas en la Argentina, mientras que 420.401 indígenas están integrados a la población general.

El mismo estudio reveló la cantidad de indígenas de más de 5 años de edad que hablan habitualmente en su hogar una lengua indígena. Sobre un total de apenas 60.000, la Figura 37 muestra que salvo Qom (Toba), y Wichí (Mataco), el resto de las lenguas corren serios riesgos de irse perdiendo.

¿La bandera aborigen?
Si bien hoy se asume que la bandera cuadriculada de 7 colores representa de alguna manera a los aborígenes, debemos decir que esta, llamada wiphala (que en el idioma aimara quiere decir bandera), solo representa a algunas etnias de la Cordillera de los Andes. Su uso es relativamente reciente, y recién fue reconocida como símbolo del Estado Boliviano por la Constitución de 2008.

Su patrón cuadrado es inusual en la estética aborigen. El arte textil chancay no posee la cromaticidad de la wiphala ni se reporta tal objeto en ningún museo peruano. Si la wiphala fuera un símbolo antiguo rescatado, como ocurre con la chakana (cruz andina), habría piezas arqueológicas de antigüedad que servirían de testimonio.
El aimara es un pueblo textil, por lo que si la wiphala hubiera existido en la antigüedad no habría pasado desapercibida durante siglos.
La wiphala suele ser confundida con una bandera de siete franjas horizontales con los colores del arcoíris, usada actualmente como emblema oficial de la ciudad del Cusco (Perú), y erróneamente asociada al imperio inca, sin embargo, debe observarse que mientras la wiphala es un emblema relacionado principalmente con los pueblos de origen aimara, los incas tuvieron su origen en las etnias quechuas.
Incluso, se ha determinado que la supuesta "bandera de los incas" no tiene realmente un sustento histórico, pues su aparición es relativamente reciente. La historiografía peruana ha sido enfática en precisar que en el imperio inca no existió el concepto de bandera, y por qué tanto este nunca tuvo una.
En 2011, el Congreso de la República del Perú, citando a la Academia Peruana de Historia, se pronunció contra esta bandera del Tahuantinsuyo.
El uso oficial de la mal llamada «bandera del Tahuantinsuyo» es equívoco e indebido. En el mundo prehispánico andino no se vivió el concepto de bandera, que no corresponde a su contexto histórico.
De acuerdo a las costumbres y tradiciones andinas, la wiphala solo debe ser izada en los acontecimientos sociales y culturales, por ejemplo, en los encuentros de comunitarios del Ayllu, en los matrimonios de la comunidad, cuando nace un niño en la comunidad, cuando se realiza el corte de cabello de un niño (bautismo andino), en los entierros, etc.
La wiphala también flamea en las fiestas solemnes, en los actos ceremoniales de la comunidad, en los actos cívicos del marka (‘pueblo’) en los juegos de wallunk’a (‘columpio’), en los juegos de competencia atipasina (‘ganarse’), las fechas históricas, en los k'illpa (días ceremoniales del ganado), en la transmisión de mando de las autoridades en cada período.
También se utiliza en las danzas y bailes, como en la fiesta del Anata o Pujllay (‘juego’): en los trabajos agrícolas con o sin yuntas, a través delayni, la mink'a, el chuqu y la mit'a. Incluso se iza al concluir una obra, una construcción de una vivienda y en todo trabajo comunitario del ayllu ymarka.
En el momento de izar la wiphala, todos deben guardar silencio y al terminar alguien debe dar la voz de victoria del jallalla qullana markajallalla pusintsuyu o jallalla tahuantinsuyu.
Cada color de la wiphala tiene un significado:


  •     Rojo: representa al planeta Tierra (aka-pacha). Es la expresión del hombre andino, en el desarrollo intelectual. Es la filosofía cósmica en el pensamiento y el conocimiento de los amawtas.
  •     Naranja: representa la sociedad y la cultura. También expresa la preservación y procreación de la especie humana, considerada como la más preciada riqueza patrimonial de la nación. Es la salud y la medicina, la formación y la educación, la práctica cultural de la juventud dinámica.Amarillo: representa la energía y fuerza (ch'ama-pacha). Es la expresión de los principios morales del hombre andino, es la doctrina del pacha-kama y pacha-mama: la dualidad (chacha-warmi) son las leyes y normas, la práctica colectivista de hermandad y solidaridad humana.
  •      Blanco: representa al tiempo y a la dialéctica (jaya-pacha), es la expresión del desarrollo y la transformación permanente del qullana marka sobre los Andes, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, el arte, el trabajo intelectual y manual que genera la reciprocidad dentro la estructura comunitaria.
  •     Verde: representa la economía y la producción andina, es el símbolo de las riquezas naturales, de la superficie y el subsuelo, representa, tierra y territorio, así mismo la producción agropecuaria, la flora y fauna, los yacimientos hidrológicos y mineralógicos.
  •      Azul: representa al espacio cósmico, al infinito (araxa-pacha), es la expresión de los astros y los efectos naturales que se sienten sobre la tierra, es la astronomía y la física, la organización socioeconómica, político y cultural, es la ley de la gravedad, de las dimensiones y fenómenos naturales.
  •    Violeta: representa a la política y la ideología andina, es la expresión del poder comunitario de los Andes, el instrumento del Estado, como una instancia superior, lo que es la estructura del poder; las organizaciones, sociales, económicas y culturales y la administración del pueblo y del país.

Los colores se originan en el rayo solar al descomponerse del arcoíris blanco (kutukutu), en los siete colores del arcoíris (kurmi), tomado como referencia por los antepasados indígenas, para fijar la composición y estructura de nuestros emblemas, así mismo organizar la sociedad comunitaria de los Andes.

¿Qué les debemos?

Por empezar les debemos el no haber estudiado en tiempo y forma sobre su presencia y sus culturas. ¿Dónde vivían y donde viven? ¿A que se dedicaban? ¿Cuáles fueron sus costumbres? ¿Qué visión tenían del cosmo?.

Si de niños hubiésemos sabido y apreciado el valor del nativo, no cometeríamos tantos errores. Nuestros criollos próceres como Belgrano, Castelli, Moreno o San Martín, entre muchos otros, sabían bien quienes eran, y como debíamos amalgamarnos con ellos, como socios, como soldados o como trazadores de huellas.

Ellos ya estaban acá hace al menos 10.000 años y no se puede despreciar tanta cultura. Buena parte de ellos (ya más cerca en el tiempo), marcaron con sus “rastrilladas” nuestras actuales rutas

Muchos murieron peleando por su causa para que tengamos un país, pero cuando les declaramos la guerra supieron defenderse hasta donde pudieron.

No sirve demasiado tener alguna vasija, algún puyo o un cesto símil al de alguna cultura pre colombina sin saber de qué se trata. Tampoco sirve rasgarse las vestiduras por la causa cuando no se sabe nada ni se siente demasiado por esa cultura.

Ser “indigenista” no es un esnobismo. Ser indigenista debe ser un sentimiento y permitirnos adquirir un compromiso, cada uno desde donde esté parado.


Bibliografía
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COLOME, R.A. 2009. Bosquejo Histórico de la Agricultura en Argentina hasta Fines del Siglo XIX y los Inicios del Siglo XX. Revista de Economía y Estadística - Vol. XLVII - N˚ 2: 97-130 Instituto de Economía y Finanzas - Facultad de Ciencias Económicas Universidad Nacional de Córdoba - Argentina
DILLON, S. Rastros de Comechingones. Editorial de la Fundación Universidad Nacional de Rio Cuarto.
FERNÁNDEZ CHITI, J. ¿Pueblos originarios, indios, indígenas o aborígenes? Instituto Condorhuasi. www.condorhuasi.org.ar - www.condorhuasi.com
INDEC. 2005. Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005.
MARTINEZ SARASOLA, C. 2005. Nuestros paisanos los indios. Emecé.
PARODI, L.R. 1966. La agricultura aborigen argentina. EUDEBA. Buenos Aires, 47 p.
REX GONZALEZ, A. y PEREZ, J.A. 2007. Argentina indígena. Víspera de la conquista. Paidós. 176 p.
ROCCA, M. y ROSSI, J.J. 2004. Los Chané-Chiriguano. Galerna.
SERRANO, Antonio. 2012. Los aborígenes argentinos. Síntesis etnográfica. CS Ediciones. Buenos Aires, 286 p.
SOLÁ, M.D. 2009. Aborígenes argentinos. Gradfico. Buenos Aires. 271 p.
WIKIPEDIA. http://es.wikipedia.org


Anexo 1
Cuadro 1 - Población indígena por pueblo de pertenencia
Población indígena por pueblo de pertenencia
Pueblo indígena
Población
Atacama
3.044
Ava guaraní
21.807
Aimara
4.104
Chané
4.376
Charrúa
4.511
Chorote
2.613
Chulupí
553
Comechingón
10.863
Diaguita/ diaguita calchaquí
31.753
Guaraní
22.059
Huarpe
14.633
Kolla
70.505
Lule
854
Mapuche
113.680
Mbyá guaraní
8.223
Mocoví
15.837
Omaguaca
1.553
Ona
696
Pampa
1.585
Pilagá
4.465
Quechua
6.739
Querandí
736
Rankulche
10.149
Sanavirón
563
Tapiete
524
Tehuelche
10.590
Toba
69.452
Tonocote
4.779
Tupí guaraní
16.365
Wichí
40.036
Otros pueblos declarados (**).
3.864
Pueblo no especificado (***).
92.876
Sin respuesta
9371


(**) Incluye, entre otros, los casos registrados con las siguientes denominaciones: abaucán, abipón, ansilta, chaná, inca, maimará, minuán, ocloya, olongasta, pituil, pular, shagan, tape, tilcara, tilián y vilela. No se brindan datos por separado para cada denominación debido a que la escasa cantidad de casos muestrales no permite dar una estimación de cada total con la suficiente precisión.
(***) Incluye los casos en que la respuesta relativa al pueblo indígena de pertenencia y/o ascendencia en primera generación fue «ignorado» u «otro pueblo indígena». Fuente: INDEC. Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005 - Complementaria del Censo Nacional de

Cuadro 2 - Detalle de indígenas que viven en sus comunidades

Pueblo
Habitantes en comunidades
chulupí
392
tapieté
478
guaraní
1.301
chané
2.016
chorote
2.028
huarpe
2.620
pilagá
3.867
mbyá guaraní
4.322
tupí guaraní
6.060
mocoví
6.619
diaguita/ diaguita calchaquí
8.180
avá guaraní
10.806
mapuche
13.430
kolla
33.629
wichí
34.561
toba
42.870












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