![]() |
Una forma de ver el centralismo. La red de FFCC en 1960 |
Para entender como
se llega al centralismo de hoy debemos repasar, aunque sea brevemente, el centralismo
de ayer, o mejor dicho el de siempre.
¿Qué dice el
diccionario del centralismo?: doctrina que ejercen la centralización política o administrativa. Es decir que
todo nace y muere en el poder central.
En las vísperas de
la fundación de Buenos Aires en 1580 ya existían tres ciudades, que, aunque
pobres, pretendían ser prósperas: Santiago del Estero, Tucumán y Córdoba. Las
tres unidas por el camino a la plata del Potosí (fuente de la riqueza de los
conquistadores españoles).
A alguien se le
planteó (un tal Juan Matienzo), la necesidad geopolítica de “una puerta a la
tierra”, es decir una salida al Atlántico mas o menos donde don Pedro de
Mendoza había fundado la primera Buenos Aires.
Así nació la Buenos Aires de Juan de Garay,
que de ser “la más pobre ciudad de las Indias”, va buscando un destino que no
encuentra hasta bastante tiempo después.
Al decir de Félix
Luna, los porteños de aquella época padecían necesidades, y no tenían ningún
elemento para sobrevivir ni podían fabricarlo, y es así como comienzan a vivir del contrabando,
recurso cómodo y una triste manera de nacer como ciudad. A pesar de los
primeros esfuerzos de Hernandarias (Hernando Arias de Saavedra), los porteños adquirieron la costumbre
sistemática de burlar la ley.
Al decir de J.L.
Romero, Hernandarias, patriota y gran administrador, ya a los inicios de los
1600 comprendió que Asunción y Buenos Aires “no eran compatibles”. Una fruto
del esfuerzo de su gente, la otra producto del contrabando. Esta, hijo de la
libertad de los mares, floreció y contribuyó a formar una rica burguesía
porteña.
Con el correr de
los años las provincias propusieron que cada una se especialice en ciertas
producciones con un “perímetro de protección” respecto de las otras. La Rioja con aguardiente y
vino; Santiago del Estero con tejidos y mulas; Córdoba con carretas, Catamarca
con tejidos y “cada cual con lo suyo”.
¿De que se ocuparía
Buenos Aires si su mejor negocio era el comercio
ilícito? ¿Con que pagarían los porteños el contrabando que recibían? El ganado
bovino se había multiplicado generosamente en “la pampa” y los vecinos
comienzan a organizar “las vaquerías”, que no fueron ni más ni menos que
cacería de vacas “desgarretadas” para el solo aprovechamiento del cuero para su
comercialización.
Estas vaquerías
sirvieron para fijar límites geográficos, por ejemplo entre Buenos Aires, Santa
Fe y Córdoba para evitar las disputas territoriales de las cacerías.
Hacia 1715 el
Cabildo prohíbe las vaquerías porque “si siguen así las cosas, nos vamos a
quedar sin cueros y en cueros”
Por su parte los
comerciantes de Lima comienzan a quejarse contra Buenos Aires ya que esta, no
solo era la puerta de entrada del contrabando sino que también era la puerta
ilegal de salida de la plata del Potosí, con lo que provocaba un incontrolable
drenaje de divisas.
El primer mapa de
lo que sería el territorio argentino comenzaba a dibujarse en 1776 cuando las
gobernaciones del Río de la
Plata , del Paraguay y del Tucumán y los territorios de Cuyo,
Potosí, Santa Cruz de la Sierra
y Charcas quedaron unidos bajo la autoridad del virrey Pedro de Cevallos.
El tráfico de
carretas se hizo intenso entre las ciudades del interior que crecían y se
desarrollaban, pero, a partir de 1791, al autorizarse que las naves esclavistas
regresaran al viejo continente con sus bodegas llenas de producciones
regionales, la aduana porteña intensificó su tradicional política: recaudar y
no repartir.
A pesar de su
origen contrabandista de bienes y esclavos, Buenos Aires eleva su prestigio con
la defensa contra los ingleses, sin embargo el interior, asediado por los
aborígenes (… que defendían sus intereses), luchaba para controlarlos. La
mayoría de las provincias acudían con su gente, salvo Buenos Aires que siempre
tuvo alguna excusa para no hacerlo. Esta actitud generó aún mas diferencias
entre los intereses políticos de ambos sectores.
A partir del
Gobierno de la Primera Junta
la relación entre Buenos Aires y las provincias del interior se fue tensando, y
estas cada vez reforzaban mas la sospecha que la Revolución solo había
sustituido el despotismo de Madrid por el de Buenos Aires. Artigas era el guía
de este pensamiento anti centralista contra los porteños.
Había que ajustar
el virreinato al nuevo país y la hegemonía de Buenos Aires (puerto y aduana),
dominaba al resto del país, que languidecía.
Con el pasar de los
años los resentimientos se fueron acentuando de manera dramática. Por un lado
Buenos Aires se sintió eximida de su condición de hermana mayor (¿?), pero sede
del Gobierno Nacional. Los derechos de aduana que recaudaba fueron dedicados
exclusivamente a cubrir sus propias necesidades de la mano de Bernardino
Rivadavia, un “progresista” a costa de los intereses del interior.
Mientras que en
Buenos Aires existía un gobierno (ya sea Primera Junta, Junta Grande,
Triunviratos o Directorios), convencido que fue heredero de todos los derechos,
recaudaba dinero a través de la aduana y lo destinaba mayoritariamente a la
propaganda interna y externa de la causa, sin embargo tanto Belgrano como San
Martín luchaban a brazo partido no solo sus batallas independentistas sino
también contra el centralismo.
En 1813 se produce
el estallido entre Buenos Aires y las provincias cuando la Asamblea rechaza las
credenciales de los federalistas de Artigas. A medida que pasaban los meses la
situación se agravaba.
Alvear y sus
seguidores aumentan sus pretensiones porteñistas contra los hombres que surgían
liderando las poblaciones del interior.
En 1816, los
diputados adictos a Buenos Aires enviados a Tucumán, apoyarían solamente un
régimen centralista, mientras que los seguidores de las ideas artiguistas
propondrían un régimen federal.
En 1818 Francisco
“Pancho” Ramírez vence a Buenos Aires en la batalla de Saucecito mientras San
Martín ganaba Maipú empeñado en liberar de realistas a los territorios
sudamericanos y opuesto a participar en las guerras civiles internas.
El Congreso de
1819, que sesionaba en Buenos Aires, sanciona una Carta Constitucional para las
Provincias Unidas inspirada solo en los principios aristocráticos y
centralistas que el interior rechaza de pleno.
En 1820, luego del
Tratado de Pilar (que proclamaba la unidad nacional dentro del sistema federal propuesto
por Artigas), comienza una etapa donde las provincias buscan su propio destino
mientras Rivadavia se esforzaba en hacer crecer solo a Buenos Aires a expensas
del resto del pías, incluyendo la creación de colegios que recibieran a
provincianos para “empaparlos” de las ventajas del centralismo.
Entonces Quiroga
enarbola la bandera antirivadaviana.
A mediados de la
década de ’20 las provincias reclamaban una constitución mientras que Buenos
Aires le escapaba a esta responsabilidad, que de realizarse, seguramente
atentaría contra sus intereses.
Rivadavia quiso
declarar a Buenos Aires como Capital, lo que fue aprobado, por lo que “la
provincia” homónima reaccionó incluyendo a Juan Manuel de Rosas que buscaba el
apoyo de los caudillos del interior. La guerra civil recomienza y al inicio de
los ’30 “dos naciones” se enfrentan, cada una defendiendo sus intereses y
concepción política.
Estanislao López en
el litoral, Facundo Quiroga en el interior y Juan Manuel de Rosas en Buenos
Aires compartían principios, sin embargo todos ellos competían por un liderazgo
nacional.
López y Quiroga
apresuran una reunión del Pacto Federal. Rosas se opone dejando sus argumentos
reflejados en la Carta
de Hacienda de Figueroa en 1834, quien impuso su punto de vista y gobernó otros
17 años más.
La guerra con
Brasil, el fusilamiento de Dorrego por cuenta de Lavalle, el avance de la
política librecambista y la postura de Rosas en contra de la defensa de las
industrias regionales (vinos, trigo, cueros), termina con el Pacto Federal
entre Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes.
Muerto Quiroga,
cuyo prestigio continuaba creciendo, Rosas consolidó la hegemonía de Buenos
Aires controlando el crecimiento de las provincias del litoral y del interior.
El puerto seguía beneficiando solo a Buenos Aires y en pocas manos.
Si bien Rosas habló
siempre de Federación, su gobierno fue obstinadamente centralista. Desde Buenos
Aires recaudaba para si y solo entregaba subsidios a algunas provincias en caso
de estricta necesidad.
El centralismo de la Federación cosechaba
cada día más adversarios. Por un lado genuinos unitarios como Lamadrid, y por
el otro lado federales “no centralistas” desilusionados con el sistema vigente.
A mediados de 1800
Urquiza deja de prestarle apoyo a Rosas ya que sus intereses chocaban
abruptamente con los de Buenos Aires.
Sin que Rosas
tomara real conciencia, Urquiza enarbola la bandera de la rebelión de las
provincias, hasta derrotarlo en la batalla de Caseros en 1852. En realidad no
fue una lucha de unitarios contra federales, fue una “interna” federal donde un
viejo caudillo es sustituido por un nuevo caudillo.
Luego del triunfo
de Urquiza en Caseros, batalla a la que se llega por la “guerra aduanera” con
Rosas, se sanciona la Constitución Nacional
del ’53. El federalismo impone dos acuerdos: la nacionalización de las rentas
aduaneras y la transformación económica y social del país.
Los viejos
unitarios comienzan a entender la necesidad de llegar a la unidad nacional pero
en un régimen federal, pero la unificación no sería posible debido a las
asimetrías en el desarrollo económico de las diferentes regiones.
A mediados del ’53
todas las provincias, a excepción de Buenos Aires, juran la Constitución , y la
tensión entre ambos “países” termina en una abierta guerra económica. Buenos
Aires poco tiempo después se declara como estado independiente.
El conflicto
político de San Juan en 1858 que termina con el asesinato del Gobernador de San
Juan y amigo de Peñaloza, Nazario Benavidez,
promueve la movilización de los ejércitos que terminan enfrentándose en
Cepeda en 1958, donde Urquiza vence a Mitre.
El Pacto de San
José de Flores establecía las pautas para el ingreso de Buenos Aires a la Confederación , que
verificaría su adhesión por medio de la aceptación y jura solemne de la Constitución de 1853,
previa revisión de la misma. En 1860 (siete años después), luego de muchas
idas y vueltas, Buenos Aires jura la Constitución.
Otro conflicto en
San Juan y la declaración de nulidad del Pacto de San José de Flores genera que
la Confederación
intervenga Buenos Aires. Urquiza y Mitre se enfrentan en Pavón en 1861 “previo
arreglo de los resultados” y con la vergüenza del retiro de Urquiza se inicia
el dominio absoluto de Mitre.
La eventual
estabilidad política del gobierno de Mitre contrasta con la creciente
inestabilidad social, y fueron las provincias del interior, con el Chacho Peñaloza
a la cabeza, quienes mejor representarían el descontento del acuerdo
Urquiza-Mitre como alianza para beneficiar a las regiones mas privilegiadas del
país.
Se inicia una
brutal escalada de eliminación de caudillos del interior como Virasoro,
Peñaloza y mas tarde Urquiza, a través de lo que José Hernández llamó “la
política del puñal”.
El 20 de setiembre
de 1880 una Ley del Congreso Nacional convierte a Buenos Aires en la Capital Federal de la República Argentina.
Los porteños mas extremistas entendieron que el ciclo de enfrentamientos estaba
cerrado, sin embargo el reclamo de la nacionalización de la renta aduanera
seguía estando en la agenda de los dirigentes del interior.
Dos grandes
partidos se enfrentaban: el federal de Urquiza y el liberal de los porteños,
pero las luchas internos de estos últimos dio lugar a la subdivisión de los
autonomistas de Alsina (que reivindicaban la Aduana para la Provincia de Buenos
Aires), y los “nacionalistas” de Mitre, que comenzaba a mirar resueltamente
hacia el exterior beneficiando a unos pocos.
Al decir de este se debe lograr la unidad nacional por las
buenas o por las malas, sin embargo su espíritu centralista estaba lejos de
los “trece ranchos” como el llamaba a las provincias.
Los movimientos
demográficos ampliaron las asimetrías. Solo Buenos Aires incremento su
población 53 % en solo diez años (1865-1875). La expansión de los ferrocarriles
solo beneficiaba a Buenos Aires y los porteños, con una ciudad totalmente
europeizada, hicieron galas de sus diferencias con el interior.
Durante la
existencia de la “república liberal”, entre 1880 y 1916, se acentuaron las
asimetrías demográficas hacia la región pampeana y litoral. Entre 1895 y 1914
tanto Buenos Aires como Rosario en menos de 20 años aumentaron su población 2,5
veces en detrimento del “interior”.
Los ferrocarriles
privados explotarían las áreas ricas y el estado las “áreas improductivas” al
decir de Roca y Juárez Celman. Ya en nuestros días algunos políticos
“progresistas” los imitarían.
En los primeros
años del 1900 el radicalismo de Irigoyen aglutina a los pequeños y medianos
productores rurales contra la política autonomista de Alsina. A pesar de los
esfuerzos colonizadores y las políticas de inmigración, gracias a lo cual
comenzaba a haber más propietarios de la tierra, la población rural decreció a
un ritmo de 1 % anual entre 1916 y 1930.
Esta población
rural estaba compuesta por chacareros, peones y operarios de la caña de azúcar,
vid, frutas, algodón, yerba y madera, con escasa posibilidad de ascenso
económico y social. Por el otro lado las grandes ciudades crecían y
desarrollaban a una nutrida “clase pudiente”.
Comienzan a
aparecer los “nuevos caudillos” del interior contra la política conservadora,
mientras que la estructura económica basada en el latifundio y los frigoríficos
se mantenía incólume y la situación de las clases sociales menos favorecidas
empeoraba.
Entre 1930 y 1943
la política conservadora en manos de Justo, profundizan una red caminera
pampeana que inquieta a los intereses de los ferrocarriles ingleses. A fines de
1940 las migraciones internas se profundizan y más de 3 millones de personas
salieron de sus lugares de nacimiento. El 50 % se radicaría en el Gran Buenos
Aires, el 28 % en el Litoral y el 22 % en algunas ciudades del interior.
Durante el período
1943-1955 el peronismo promueve fuertemente la industrialización y los grandes
centros urbanos vuelven a promover migraciones internas que exageran las
diferencias con el interior. Entre 1936 y 1947 los emigrantes del interior
pasan de 12 % a 30 %.
Sería durante el
gobierno de facto de Onganía que su ministro de economía, Adalberto Krieger
Vasena, en 1967, consolidara las retenciones a las exportaciones agrícolas,
suprimiera subsidios indirectos a las economías regionales y con una gran masa
de dinero construyera “en el interior” obras para beneficio de la Capital Federal y Gran Buenos
Aires, como los complejos hidroeléctricos El Chocon, Nihuil, el túnel
subfluvial Santa Fe Paraná y los accesos a la Capital Federal.
El interior se
subleva una vez más y el “cordobazo” de 1969 hiere de muerte al gobierno
militar de Onganía.
Las crisis
políticas e ideológicas se suceden. Los problemas entre “el puerto” y “el
resto” parecieran haber desaparecido, pero fue solo un manto de horror el que
tapó un viejo error.
Fue José Alfredo Martínez
de Hoz, ministro de economía de la junta Militar (…y descendiente del primer
administrador de la aduana porteña en épocas coloniales, contrabandista y
esclavista reconocido), quien redujo la presencia del estado en la economía nacional
y el mandato ideológico y pragmático de su pariente se encarnó nuevamente,
sacrificando la industria nacional (cierre de fábricas, especulaciones
financieras privadas, ganancias rápidas y generación de “la patria contratista”
en el corazón de la Capital Federal ).
Algunos años
después solo los “hijos del interior” volverían a ser sacrificados en la guerra
de las Malvinas como lo fueron también en las de la independencia donde siempre
hubo un solo ganador: el puerto de Buenos Aires.
Las crisis políticas
volvieron a enmascarar los problemas de fondo y con tal de afianzar la
necesaria institucionalidad democrática durante el gobierno de Alfonsín, se
postergaron las políticas de distribución de ingresos entre clases y
provincias.
Carlos Menem
privatiza empresas estratégicas y Cavallo, su ministro de economía, comienza a
imponer el concepto de “provincias inviables a las que no conviene apoyar”, con
fuerte concentración de capitales en pocas manos.
La alianza
opositora tampoco consiguió revertir las asimetrías, y los cambios de frente de
centro izquierda original a nuevamente una centro derecha cavallista no
resolvió el problema.
La caída del
gobierno de De la Rua ,
la presencia de muchos Presidentes en pocos días, la transición de Eduardo
Duhalde y la imposición de su delfín (en ese momento), Néstor Kirchner y luego
la esposa de este, Cristina Fernández, daría lugar a una Argentina traicionada
por los “porteños del interior”, que rápidamente se acomodaron, como tantos
otros, a las tan afamadas diez manzanas alrededor de la Casa Rosada.
Pocas veces se vio,
en los últimos tiempos, un gobierno que concentrara tanto poder para manejarlo
discrecionalmente disfrazado de “política federal”. Pocas veces también se ha
visto tanto la complicidad de la oposición en este sentido.
Todos pregonan por
una ley razonable de coparticipación federal, pero pocos hacen por ella. Antes
recaudaba la Aduana
y el poder central no distribuía o distribuía mal. Hoy se recauda a través de
numerosos impuestos y retenciones, muchos de los cuales no son coparticipables
a pesar que todo el país genera las ganancias.
Hernandarias, Artigas, Castelli, Belgrano, San Martín y
tantos otros no podían estar equivocados cuando se oponían al centralismo de
Buenos Aires.
Todo nace y muere
en el puerto, hasta hoy. O se está de acuerdo con él o persiste el riesgo es
ser eliminado.
Así fue, y parece
que así será hasta, que haya muchos Chacho Peñaloza. Nosotros, los del
“interior profundo” (como les gusta decir a muchos periodistas porteños), seguiremos
esperando.