sábado, 16 de abril de 2016

El Exodo Jujeño. Táctica, obediencia civil, voluntarismo y miedo


El Éxodo Jujeño fue una hazaña forzada que se llevó a cabo el 23 de agosto de 1812. Fue la retirada hacia Tucumán del Ejército del Norte comandado por Manuel Belgrano y buena parte de la población de San Salvador de Jujuy que abandonó completamente la ciudad y el campo como respuesta ante el avance del Ejército Realista proveniente desde el Alto Perú.
Esta breve pero contundente etapa de nuestra historia duró solo 23 días, y a los fines de esta revisión solo cubrirá lo ocurrido en ese lapso de tiempo. Hay inconsistencias en los historiadores entre fechas, kilómetros recorridos y hechos, pero nada empaña esta gesta.

El contexto
El 20 de junio de 1811, en Huaqui o Guaqui (actual República de Bolivia), en la ribera sur del lago Titicaca, a escasos kilómetros de la frontera con Perú, el ejército patriota fue vencido, destruyendo todo gobierno y autoridad.
En ella, el ejército realista, al mando del Gral. José Manuel de Goyeneche, batió contundentemente a las armas patrias comandadas por el Gral. Antonio González Balcarce y el vocal, representante de la Junta, Dr. Juan José Castelli.
Goyeneche tiene el plan de invadir Salta y luego continuar hasta tomar Buenos Aires, unirse al ejército portugués que tenía 5.000 soldados en la Banda Oriental del Uruguay, apoyando los intereses de doña Carlota, princesa española  y esposa del emperador del Brasil.
Calculaba que sería apoyado por 10.000 españoles que habitaban Buenos Aires más la flota de guerra realista en Montevideo. Su plan era aplastar al movimiento de Mayo de 1810.
Manuel Belgrano, estaba en Rosario el 27 de febrero de 1812 cuando se le ordenó hacerse cargo del Ejército del Norte. Bien sabemos que Belgrano nunca quiso ser militar aunque permanentemente las circunstancias lo obligaron.
Belgrano llegó el 26 de marzo de 1812 a las cercanías de la Posta de Yatasto (Salta), donde lo esperaba el general Juan Martín de Pueyrredón. Éste le entregó oficialmente, al día siguiente, la jefatura del derrotado Ejército del Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y posteriormente regresó a Buenos Aires para reemplazar a Juan José Paso en el Primer Triunvirato.
Belgrano estableció su cuartel general en la ciudad de San Salvador de Jujuy, ubicada en la desembocadura meridional de la quebrada de Humahuaca, ruta principal de las invasiones desde el norte. Su objetivo era rearmar el ejército que se encontraba destrozado.
Por entonces llegaban hasta la zona las fuerzas patriotas retiradas del Alto Perú tras la derrota sufrida en la Batalla de Huaqui. Producto de ello, el Ejército del Norte se descalabró, y sus restos retrocedieron en desorden, harapos y casi desarmado, hacia el actual territorio argentino. Eran alrededor de 800 soldados, sin armas ni recursos, semidesnudos, afectados por el paludismo y completamente desmoralizados.
A los patriotas  le llamó la atención que los realistas no los persiguieran para acabarlos, pero la razón por la cual no había bajado aún por la Quebrada de Humahuaca a dar cuenta de los restos del Ejército del Norte fue que tenía que vérselas primero con los patriotas alto peruanos que se mantenían fieles a la revolución en la provincia de Cochabamba.
Belgrano debía reorganizarlos, rearmarlos, restablecer la disciplina y dar ánimos a la población. Para ello se volvió riguroso e inflexible con sus subordinados. Creó diversas compañías, como la de Guías, la de Baqueanos, la de Cazadores y el Cuerpo de Castas.
El gobierno consideraba imposible resistir al ejército del brigadier Juan Pío Tristán, que avanzaba desde el Alto Perú después de haber recibido refuerzos en Suipacha, que elevaban su dotación a 4.000 hombres
Enterado del avance del numeroso Ejército Realista, Belgrano reclamó al gobierno de Buenos Aires refuerzos para la resistencia pero no obtuvo mayores resultados, debido a que las autoridades porteñas estaban abocadas principalmente a vencer a los realistas fortificados en Montevideo y proteger sus intereses económicos.
La intención del Triunvirato era retroceder hasta Córdoba, donde a las tropas de Belgrano se unirían fuerzas procedentes de la región rioplatense y en lugar de enviar refuerzos para atender el frente norte ordenó la retirada del Ejército hasta la ciudad de Córdoba, a través de su ministro Bernardino Rivadavia,
Belgrano escribía:
"...me es muy doloroso, que cuando nuestros hermanos de Perú están sacrificándose, esperanzados en nosotros, y con solo la súplica que entretengamos al enemigo con nuestra presencia, dejándoles a ellos su destrucción, no pueda acceder a ella por una falta... me hierve la sangre al observar tanto obstáculo, tantas dificultades, que se vencerían rápidamente si hubiese un poco de interés por la Patria".
Para aumentar el fervor patriótico del pueblo, y en conmemoración del segundo aniversario de la revolución, el 25 de mayo hizo bendecir la Bandera Argentina en la Catedral de Jujuy por el canónigo Juan Ignacio Gorriti, ignorando en ese momento que la misma había sido rechazada por el Primer Triunvirato. 
El uso de una bandera propia era un claro signo de independencia para los triunviros, que aún no deseaban abandonar la ficción de que el nuevo país aún dependía del rey de España.
El 27 de mayo Belgrano, que tenía el grado de Coronel, fue ascendido a General y comenzó a recomponer la moral de las tropas, que ya ascendía a 1.500 hombres. Entre ellos encontró a Manuel Dorrego, Eustoquio Díaz Vélez, Juan Ramón (González) Balcarce (hermano mayor de Antonio, perdedor de Huaqui), Rudecindo Alvarado, Cornelio Zelaya, Gregorio Araoz de Lamadrid y José María Paz.
A finales de julio recibió 400 fusiles, que le fueron de gran utilidad, aunque insuficientes, para completar el armamento.
Belgrano decidió desobedecer al Triunvirato y no llegar hasta Córdoba y comienza a organizar la retirada, encargando la retaguardia al mayor general Eustoquio Díaz Vélez.
Díaz Vélez se ofreció para apoyar a la revolución que había estallado en la ciudad de Cochabamba, pero la falta de tropa suficiente desvaneció el proyecto. Sin la ayuda de las provincias "de abajo", la ciudad alto peruana fue ocupada a finales del mes de julio por el mariscal de campo de los ejércitos realistas José Manuel de Goyeneche, que, al igual que su primo y subordinado Pio Tristán, era criollo arequipeño.
El 30 de junio de 1812 llegaron versiones que Cochabamba había sucumbido ante el feroz ataque de Goyeneche. Entonces Belgrano comisionó a la capital al mayor Manuel Dorrego para que describiera en persona el estado de las cosas en el Norte.
En el curso de los días, se confirmó lo que era un secreto a voces: Cochabamba había caído bajo las bayonetas enemigas y el ejército real, ya desocupado, acometería ahora contra Belgrano, en Jujuy.

Belgrano escribió a Rivadavia esperando que las tratativas con los portugueses estuvieran bien encaminadas, y auguraba y deseaba que la amenaza oriental se despejara pronto, "para que se contraiga nuestra atención al Tirano infernal del Perú, que sin fuerzas no lo podemos arrojar, y cada día ha de aumentar las suyas... Dorrego hablará a V. de nuestras necesidades, y le hablará con conocimiento: no hay que detenerlo mucho; pues me hace falta y es muy interesante en este Ejército".

Cochabamba consiguió distraer por más de un año a Goyeneche, lo que le permitió al nuevo jefe del Ejército del Norte, Gral. Manuel Belgrano reorganizarse. Sin el accionar insurgente de Cochabamba, las epopeyas del Éxodo Jujeño y las Batallas de Tucumán y de Salta no hubieran sido posibles.

Belgrano mejoró las relaciones con los cochabambinos, tirantes con su primo Castelli. Los más destacados patriotas de Cochabamba le escribieron, para ponerse a sus órdenes. 

El general informó al Gobierno que ante este despliegue patriótico de Cochabamba él no se iba quedar de brazos cruzados. Dispuso adelantar al escuálido Ejército del Norte, acampado en la localidad salteña de Campo Santo, para respaldar a los revolucionarios alto peruanos.
Goyeneche actuó con gran rigor contra los partidarios de la revolución, tanto españoles como criollos e indios. Ejecutó prisioneros, encarceló a civiles, embargó propiedades y aplicó tormentos y azotes para con los aborígenes. Cayeron también nuevamente en poder de los españoles las ciudades de ChuquisacaOruro y La Paz.
Ni siquiera el llamado a las armas de todos los ciudadanos entre 16 y 35 años, y la formación de un cuerpo irregular de caballería formado por jóvenes jujeños y salteños (Los Patriotas Decididos), a las órdenes de Eustoquio Díaz Vélez, permitían a Belgrano oponer cabalmente resistencia.
Resumiendo:
·         Belgrano no era un estratega militar,
·         No contaba con tropa entrenada ni en número suficiente
·         El Triunvirato no lo apoyaba,
·         La población rica de Jujuy simpatizaba con la causa realista,
·         El resto de la población que lo acompañaba estaba en riesgo de caer bajo la crueldad de los jefes españoles.
Ante este panorama ingenia una táctica para salvar al pueblo y desgastar al enemigo: bajar hasta Tucumán y dejar tierra arrasada al ejército enemigo. La orden de Belgrano era contundente: ni casas, ni alimentos, ni animales de transporte, ni objetos de hierro, ni efectos comerciales.

La retirada forzada
El ejército español continuaba su avance hacia el sur, con cerca de 3.000 soldados, comandados por Tristán. Como respuesta, el 29 de julio de 1812 Belgrano dictó un bando dirigido a todo el pueblo de Jujuy, disponiendo la retirada:
"Pueblos de la Provincia: Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal (Virrey del Perú), al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud.

Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa, blanca y municiones que tengáis o podáis adquirir, y dando parte a la Justicia de los que las tuvieron y permanecieren indiferentes a vista del riesgo que os amenaza de perder no sólo vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis.

Hacendados: apresuraos a sacar vuestro ganado vacuno, caballares, mulares y lanares que haya en vuestras estancias, y al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que os sean dolorosas, declarandóos además si no lo hicieseis traidores a la patria.
Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que aquellos.

Comerciantes: no perdáis un momento en enfardelar vuestros efectos y remitirlos, e igualmente cuantos hubiere en vuestro poder de ajena pertenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las penas que aquellos, y además serán quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere, y a quien pertenezcan.

Entended todos que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. 

Que los que inspirasen desaliento estén revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas con sólo lo deposición de dos testigos.
Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen.

No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. 

Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto". 
Manuel Belgrano.
Cuartel general de Jujuy 29 de julio de 1812.

Belgrano desconfiaba profundamente de las oligarquías locales, a las que llamaba "los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud". Tenía datos precisos de que ya estaban en contacto con la avanzada española para hacer negocios con las probables nuevas autoridades, de las que habían recibido la garantía de respetar sus propiedades.

El texto del bando lanzado contra todo habitante ordenó dejar desierta Jujuy para el 27 de Agosto de 1812. Era tremendo y sin distinción alguna, debía obedecerse o perecer, e hizo su efecto, y, como el general suponía, no encontró resistencias para ser cumplido.

Los comerciantes pidieron a Belgrano carretas para el traslado y los pobladores de menores recursos colaboraron fervientemente, perdiendo lo poco que tenían, que para ellos era todo. El patriotismo y decisión hizo llevaderas las penurias de la emigración próxima; y “hasta las mujeres se ocupaban de construir cartuchos y animar a los hombres”.

Los 200 voluntarios de Díaz Vélez (“los Patriotas Decididos”), que habían ido a Humahuaca a vigilar la entrada de Pio Tristán y habían vuelto con la noticia de la inminente invasión, fueron los encargados de cuidar la retaguardia. Estas fuerzas irregulares partieron de Humahuaca el 21 de agosto. El 23 de agosto ya se encontraba en las adyacencias de la ciudad de Jujuy. Pocos días después  los realistas ocuparon Humahuaca.

No se emprendió la marcha sino cuando se había preparado todo y el enemigo se encontraba próximo, adelantando sus partidas sobre las últimas guardias de las fuerzas que habían estado en la retaguardia de Humahuaca. Estas sin perder formación, sufrieron el acoso que las orgullosas partidas realistas les hacían y atravesaron por las inmediaciones de la ciudad sin que ni se les permitiese a los oficiales detenerse con cualquier objeto un solo momento en las casas de la población.

José María Paz, oficial de la retaguardia del Ejército, recuerda: "Entretanto, vino la invasión del enemigo, y el cuerpo de vanguardia emprendió su movimiento retrógrado: quedando un cuerpo de caballería, se incorporó lo restante al ejército en Jujuy el mismo día que éste emprendía el suyo para Tucumán.

Recuerdo que atravesamos el pueblo de Jujuy en toda su extensión, sin permitirnos separarnos, ni aun para proveemos de un poco de pan. Acampamos durante tres o cuatro horas a la inmediación de la ciudad, y tampoco se nos permitió entrar, ni mandar nuestros asistentes a proveernos de lo más preciso: tan riguroso y severo era el general Belgrano".

El grueso de la columna inició su marcha el 23 y la vanguardia del Ejército del Norte hacia el Alto Perú con asiento en Humahuaca, se convierte en retaguardia y pasó en la tarde de ese día. Belgrano fue el último que abandonó la ciudad en la noche, incorporándose a las fuerzas al día siguiente.

La gente llevaba todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y caballos. Se cargaron muebles y enseres y se arreó el ganado en tropel. Los incendios devoraron las cosechas y en las calles de la ciudad ardieron los objetos que no podían ser transportados. Sólo quedó desolación y desierto.

El enemigo se posesionó de aquella solitaria ciudad en medio de su total abandono. San Salvador de Jujuy estaba desmantelada y Tristán, espantado del aspecto tristísimo de aquellos hogares desamparados y de aquellas calles mudas y tristes, le escribía a Goyeneche: "Belgrano es imperdonable por el bando del 29 de julio".

Era, en opinión de Tristán, un "bando impío" (falto de piedad), ya que, al decir del historiador español Mariano Torrente, las "tropas de Buenos Aires que ocupaban las ciudades de Jujuy y Salta... con orden de su comandante Belgrano para que todos los habitantes evacuasen aquel territorio, llevándose los archivos y aún los armamentos y vasos sagrados de las iglesias". 

El cuadro lo completaría el cronista hispano Gral. Andrés García Camba, con respecto a Jujuy y Salta: "Poblaciones que los insurrectos abandonaron después de haberlas maltratado mucho y hasta incendiado sus archivos públicos".
Del éxodo participaron más de la mitad de la población. Fueron unas 1.500 personas de de la ciudad y de toda la jurisdicción de Jujuy. Efectuaron un largo trayecto hasta Tucumán, paralelo y hacia el oeste de la actual Ruta Nacional 34, tomando por el camino de las Postas.
Belgrano llegaba al Rio Juramento el 29 de agosto, al Rio Piedras el 3 de setiembre, al Rio salí el 12 de setiembre para entrar en Tucumán el 13 de setiembre, 23 días después.
Las Piedras, un combate de importancia mayúscula
Los realistas pretendieron bajar por la Quebrada del Toro (al oeste de la ciudad de Salta), para cortar la retirada a los patriotas. El brigadier Tristán envió sus avanzadas de entre 500 y 600 hombres que ocuparon San Salvador de Jujuy y el 1 de septiembre la ciudad de Salta.
A partir de allí debían hostilizar a la retaguardia de los que se retiraban, dirigidos por los coroneles Llanos y Agustín Huici (o Huisi).
La retaguardia de Díaz Vélez marchaba cubriendo con sus guerrillas de los "Patriotas Decididos", voluntarios y gauchos jujeños, el Camino de Las Postas hacia Campo Santo y luego por Cabeza del Buey hacia San José de Metán.
Los españoles alcanzaron a la columna patriota sobre el río Las Piedras, entablándose el combate el 3 de septiembre de 1812. Asediaban permanentemente a la retaguardia que tenía órdenes de no comprometer un combate, sin embargo, fue alcanzado y se trabó un intenso tiroteo por ambos bandos.
Reforzados los patriotas, pusieron en fuga la tropa realista. El combate apenas duró media hora, pero fue suficiente.
El ejército patriota obtuvo allí una victoria que le permitió levantar la moral tras su retirada del Alto Perú y abandono de las ciudades de Jujuy y Salta,  luego del fracaso de la Primera Expedición Auxiliadora al Alto Perú.
El parte que el general Belgrano envió al Superior Gobierno relató lo siguiente:
"Ayer (3 de septiembre de 1812) a las dos de la tarde, cargó el enemigo, en número de seiscientos hombres, con tanta furia sobre mi retaguardia, que se mezcló con ella y llegó al frente de mi posición al sud del Río de las Piedras casi a un tiempo.

En consecuencia hice lugar la artillería que se hallaba al mando del barón de Holmberg y mandé que, por el costado derecho, saliesen Don Carlos Forest, capitán del N° 1, con la parte de la División de Cazadores que tengo a su cargo; Don Miguel Aráoz, comandante 2° del N° 6, por el costado izquierdo con cien hombres de Pardos y Morenos, y la Caballería, al mando del Mayor General D. Eustoquio Díaz Vélez, con su segundo, el Teniente Coronel D. Juan Ramón Balcarce, por el centro.

Avanzaron todos con intrepidez, Jefes, Oficiales y Tropa, y la victoria coronó sus nobles y generosos esfuerzos poniendo en fuga vergonzosa al enemigo, quien dejó en el campo de batalla dos oficiales y cincuenta y ocho soldados muertos, y ciento cincuenta fusiles y cuarenta soldados que se hicieron prisioneros, no habiendo tenido, de nuestra parte más que seis heridos, entre los cuales el digno Don Miguel Aráoz, y muertos gloriosamente el Capitán Don Manuel Mendoza, un sargento de Húsares y un soldado".
Asimismo, en el oficio que dirigió al gobernador de Córdoba decía:
"Las armas de la Patria han logrado, ayer tarde, una victoria completa: 150 armas han caído en nuestro poder, 40 prisioneros, y han muerto 60 (de los enemigos), que han abandonado el campo con la fuga más vergonzosa, no habiendo de nuestra parte más que 3 muertos y 6 heridos.

Hágalo V.S. saber por bando a los pueblos de su jurisdicción, convocándolos igualmente a dar gracias al Todopoderoso, con misa solemne y Tedéum, disponiendo se anuncien tan plausibles noticias con repique general de campanas.

El coronel Huici, que se había adelantado hasta la localidad de Trancas, cayó prisionero y fue de inmediato trasladado a San Miguel de Tucumán

Este combate se encuentra en la versión completa del Himno Nacional Argentino. En el verso que enumera las victorias patriotas se canta "...ambas Piedras, Salta y Tucumán...", en referencia a dos contiendas con el mismo nombre: una que se dio en el Molino de las Piedras, triunfo de José Gervasio Artigas, el 18 de mayo de 1811, en la Banda Oriental, y la otra que correspondió a la del Río de las Piedras, éxito de Díaz Vélez, de 1812.
Una interna en el ejército
Cuando Belgrano se hace cargo del Ejército de Norte se entera por Pueyrredón que Juan Ramón Balcarce estaba a cargo de un cuerpo de caballería. 
Inmediatamente le pregunta a Pueyrredón sobre su permanencia ya que no simpatizaba con Balcarce por algunos altercados que tuvo con este en la Revolución del 5 y 6 de abril de 1811 (conocida como el "Movimiento o Revolución de los orilleros"  que fue un golpe cívico militar que permitió al sector moderado saavedrista asegurar el control de la Junta Grande de gobierno eliminando a la minoría radical morenista).
Balcarce, militar de carrera como la mayoría de los miembros de su familia, nunca aceptó que Belgrano, sin formación castrense, tuviese rangos tan altos otorgados por las autoridades de turno. Balcarce en esa Revolución le niega auxilio a Belgrano de su Cuerpo de Húsares y eso marca el nivel de las relaciones futuras.
Pueyrredón le respondió “no hay que desconfiar”, y entonces Belgrano le da responsabilidades poniéndolo a cargo de la vanguardia del Ejército del Norte con asiento en Humahuaca, en reemplazo de Díaz Vélez que estaba indispuesto.
Desde su cargo Balcarce informa permanentemente a Belgrano sobre supuestas “persecuciones a partidas de realistas”, sin embargo este desconfía que se trata solo de acciones inexistentes con el objetivo de mantener su prestigio militar en el campo de batalla.
El regreso de Díaz Vélez a su cargo confirman las sospechas. Balcarce tampoco simpatiza con este y se genera una interna casi “partidaria” que Belgrano no acepta.
A pesar de su enemistad con Balcarce, Belgrano le reconoce que en Humahuaca supo reclutar a los “hijos de la quebrada” y se empeñó en darle disciplina militar, por ello dijo “lo recomendaría para la enseñanza de la caballería, pero de ningún modo para la guerra”.
Esta situación de rebeldía y desobediencia de Balcarce para con Belgrano permaneció incluso en el desarrollo del Combate de Las Piedras y la Batalla de Tucumán. 
Lo que siguió: Tucumán y Salta
Tras consultar con sus oficiales y evaluar las posibilidades, el Gral. Belgrano le ordenó a Balcarce adelantarse hasta la ciudad de San Miguel de Tucumán y proceder a organizar su defensa, a pesar de su desconfianza para con este, sin embargo luego reconoce que “desempeñó esta comisión muy bien, dio sus providencias para la reunión de gente así en la ciudad como en la campaña”.
Todos estaban dispuestos a defender la posición hasta las últimas consecuencias. De proseguir la marcha la deserción, el desánimo y la insubordinación hubieran cundido, por ello el Gral. Belgrano había enviado despachos a Buenos Aires considerando tal posibilidad, recibiendo las contestaciones siempre del mismo tenor, continuar con la retirada.
Al llegar allí, el pueblo tucumano le solicitó formalmente a Belgrano que se quedara para enfrentar a los realistas. El éxito obtenido en el combate de Las Piedras por Díaz Vélez alentó a Belgrano a detener la marcha.
Contando con la colaboración de la poderosa familia Aráoz, emparentada con su segundo, Díaz Vélez, y con el joven teniente Gregorio Aráoz de Lamadrid y desobedeciendo las órdenes impartidas desde Buenos Aires de continuar viaje hasta Córdoba, se quedó en las afueras de San Miguel de Tucumán, donde esperó al ejército de Tristán.
Ya desde antes, Belgrano había percibido que retirándose hasta Córdoba en espera de la ofensiva de los realistas, éstos podrían fácilmente esquivar las defensas en Córdoba y avanzar directamente sobre Buenos Aires.
Comunicó esta decisión al Triunvirato, pero Rivadavia le contestó ordenándole nuevamente seguir viaje hacia Córdoba. Cuando esa orden llegó, Belgrano ya había derrotado a Tristán el 24 de setiembre en la Batalla de Tucumán (una de las más importantes en la Guerra de Independencia de la Argentina), y había obligado a las tropas realistas a retroceder hacia el norte.
La victoria de Belgrano en Tucumán causó la caída del Primer Triunvirato y su reemplazo por el Segundo Triunvirato, que apoyó más decididamente al Ejército del Norte sin descuidar a Montevideo.
Por primera y única vez, Belgrano desobedeció a las autoridades, que querían obligarlo a bajar a Montevideo para combatir a Artigas. Animados por sus victorias, Belgrano y su gente persiguieron a los realistas dando combate en la Batalla de Salta, donde los derrotaron el 20 de febrero de 1813. De ese modo, los independentistas recuperaron el control de esa región.
Belgrano sabía que estaba en el buen camino y conocía quienes eran sus aliados y quienes, sus enemigos. Así se lo hacía saber a su entrañable compañero, el estratega salteño Martín Miguel de Güemes.

"Hace Ud. muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos, porque, ¿qué otra cosa deben ser los gobernantes que los agentes de negocios de la sociedad, para arreglarlos y dirigirlos del modo que conforme al interés público?

Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria que es la recompensa que deben esperar los patriotas”.

Amigos – Enemigos
Manuel Belgrano y Pio Tristán tenían algunas cosas en común: eran criollos (aunque peleando en distintos bandos), y  compañeros de estudios en Salamanca.
Entre ambos jefes se entabló una relación de respeto, cuando no de cordialidad, según los usos caballerescos de la época. En el combate de Las Piedras los hombres de Belgrano capturaron Agustín Huici.
Tristán pidió que el prisionero fuera tratado con humanidad y respeto, diciendo que él haría lo mismo con los prisioneros patriotas en su poder. Envió también cincuenta onzas de oro para cubrir los gastos de la manutención del prisionero.
Belgrano, con un toque de humor, devolvió las cincuenta onzas para que con ellas cubriera los gastos de los prisioneros patriotas. Belgrano tenía la firme idea de ganar la voluntad de los americanos que combatían en el bando realista. Por esa razón aceptó al parlamentario que envió Tristán en medio de la batalla de Salta y le contestó:
"Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramar tanta sangre americana: que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación."
Luego, tras la rendición, Tristán pretendió entregar a Belgrano su espada, tal como se acostumbraba, pero el jefe patriota se lo impidió, y en presencia de todos, lo abrazó. La promesa de no volver a luchar contra la Patria fue suficiente para Belgrano, quien dejó ir a su enemigo, en contra del consejo de sus oficiales y de su gobierno.
Tristán tuvo la oportunidad de romper su juramento, pues un obispo realista liberó a todos de su juramento, argumentando que la palabra dada a los revolucionarios podía romperse, pues se trataba de herejes. De este modo muchos oficiales y soldados volvieron a tomar las armas, pero no así Tristán.
Las inconsistencias del relato y la deuda de nuestros historiadores
Los historiadores indican que la distancia cubierta por el éxodo fue entre 250 y 360 km. Estas diferencias podrían explicarse ya que algunos consideraron el punto de partida desde la retaguardia proveniente de Humahuaca y otros desde San Salvador de Jujuy hasta Tucumán.
Algunos autores indican que “el repliegue se hizo en tiempo récord ante la proximidad del enemigo. En cinco días se cubrieron 250 kilómetros y poco después llegaban a Tucumán”. “La marcha cubriría 50 km diarios (el quíntuple de lo recomendable), para buscar cobijo hacia el oeste”.
Si la velocidad de avance del éxodo fuese de 50 km diarios, hubiesen cubierto la distancia entre San Salvador de Jujuy y San Miguel de Tucumán (unos 340 km), en solo una semana, y estarían llegando a destino el día 30 de agosto, sin embargo el Combate de Las Piedras (casi a mitad de camino, a unos 140 km de San Salvador), se llevó a cabo el 3 de setiembre).
Es probable que la retaguardia de Díaz Vélez, que salió de Humahuaca el 21 de agosto y llegó a San Salvador el 23, se pudiese haber desplazado a esa velocidad. La carga de carretas, yeguarizos montados y población de a pie se pudo desplazar a razón de 4 o 5 km por hora, que con 10 o 12 horas diarias de marcha podría significar 50  km por día, pero solo en ese tramo. 
Suponiendo un ritmo de marcha de 12 horas diarias, el éxodo jujeño se llevó a cabo a una velocidad que no superó los 2 km/hora (24 km/día), con tramos de apenas 1 km/hora (12 km/día), muy lejos de los 50 km/hora generalizado por la mayoría de los autores.
Revisando la literatura disponible en mi biblioteca (que no es demasiado abundante, pero tampoco tan mezquina), o en “la red” (que suele ser muy imprecisa), me encuentro con el problema que muchos de nuestros historiadores describen las cosas sin algunos detalles o existen omisiones importantes.
Muchos copian de una fuente más o menos original y con el paso de las sucesivas revisiones no han sido capaces de preguntarse si la fecha, las distancias, las cifras o los lugares son verosímiles. Por ejemplo:
·    ¿Hubo éxodo desde Humahuaca o solo desde San Salvador de Jujuy? Las pinturas alusivas al éxodo muestran una geografía típica de la Quebrada de Humahuaca, sin embargo la mayor parte del recorrido fue por los faldeos de las yungas.
·     ¿Cuántas personas emigrantes de Jujuy llegaron a Tucumán?
·    ¿Cuál fue el destino de los civiles que formaron parte del éxodo una vez que llegaron a Tucumán? ¿Cuándo se volvieron?
Homenajes
El Exodo Jujeño es recordado con gran estima por los habitantes de Jujuy, que cada 23 de agosto conmemoran el mismo. La acción de los jujeños de 1812 constituyó un gran acto de heroísmo colectivo que permitió las derrotas posteriores de los españoles.
El 28 de octubre de 2002 fue promulgada la Ley 25.664, originada en un proyecto presentado en el Senado argentino, por la cual se declaró, en conmemoración de la Gesta del "Éxodo Jujeño", a la provincia de Jujuy como Capital Honorífica de la Nación Argentina durante el día 23 de agosto de cada año.

Bibliografía

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DESSAL, H. Y GONZÁLEZ BAZÁN. E.L. COMBATE DE LAS PIEDRAS. Latitud Periódico. 05 -09-2012.  www.latitudperiodico.com.ar
MITRE, B. Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. Ediciones Estrada. Tomo II.

PAEZ DE LA TORRE, C. El combate de Las Piedras Veintiún días antes de la Batalla de Tucumán. Redacción LA GACETA. 23-09-2008
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www.es.wikipedia.org
www.elhistoriador.com.ar




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