sábado, 7 de octubre de 2017

El yuyo que cambió parte de nuestra historia


Muchos factores accidentales e incidentales pueden haber cambiado, o al menos torcido, el rumbo de la historia, la mayoría de ellos de gran envergadura, sin embargo la protagonista de este caso es un plantita pequeña.

El personaje principal de estos actos fue Juan Lavalle, que perdió tres batallas solo por ignorar o no recordar que no se puede hacer pastar a la caballada en campos donde hay Mio Mio o Romerillo, una especie silvestre que literalmente mata a los caballos cuando estos la consumen en grandes cantidades.

Perdió buen parte de su caballada en 1829 y perdió dos batallas (Carrizales y Puente de Márquez), y 11 años después volvió a perder otra (Quebracho Herrado), por la misma causa.

¿Qué hubiese pasado en la historia de nuestras guerras civiles, si Lavalle hubiese sabido de “malas hierbas” y ganaba estas batallas? ¿Tendríamos un país aún más unitario que el que tenemos?


No lo sabremos nunca, pero como siempre se dice Quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores”, estudiémosla, y seremos cada día más conscientes de donde venimos.  

Muchos factores accidentales e incidentales pueden haber cambiado, o al menos torcido, el rumbo de la historia, la mayoría de ellos de gran envergadura, sin embargo la protagonista de este caso es un plantita pequeña.
Este es un típico caso donde puedo mezclar las ciencias agropecuarias con la historiografía, y describir un hecho poco conocido.

El personaje principal de estos actos fue Juan Lavalle, militar aguerrido pero de escasa razón, a quien San Martín lo bautizó “una espada sin cabeza”, y a partir de conocer esta historia podríamos re bautizarlo como “una cabeza sin memoria”.

Se dice que “el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra”, es decir, que somos la única especie que caemos varias veces en los mismos errores, nos tropezamos ante los mismos obstáculos, y caemos en la misma trampa varias veces.

Este es el caso de Juan Lavalle, que perdió tres batallas solo por ignorar, o no recordar, que no se puede hacer pastar a la caballada en campos donde hay Mio Mio o Romerillo, una especie silvestre que literalmente mata a los caballos cuando estos la consumen en grandes cantidades, y bien sabemos lo importante que eran los Escuadrones de Caballería en aquellas épocas.

Se le murió buena parte de su caballada en 1829 y a causa de esto perdió dos batallas (Carrizales y Puente de Márquez), y 11 años después volvió a perder otra (Quebracho Herrado), por la misma causa.

¿Qué hubiese pasado en la historia de nuestras guerras civiles, si Lavalle hubiese sabido de “malas hierbas” y ganaba estas batallas? ¿Tendríamos un país aún más unitario que el que tenemos?

No lo sabremos nunca, pero como siempre se dice Quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores”, estudiémosla, y seremos cada día más conscientes de donde venimos.

Las batallas de 1829
Muchos historiadores coinciden en señalar que la suerte del Partido Unitario, el entronamiento de Rosas como supremo gobernador de las Provincias Unidas y la prolongación de dos décadas de enfrentamientos sangrientos (donde rivalizaron en crueldad ambos bandos), se inició con el desembarco de Lavalle en Buenos Aires, el derrocamiento del gobernador Manuel Dorrego y su posterior fusilamiento en la localidad de Navarro.

No resulta claro por qué Lavalle decidió asesinar a su antiguo compañero de armas en el Ejército de los Andes, pero hay coincidencia en que fue la instigación de ciertos políticos porteños la que lo impulsó a cometer un crimen del cual se arrepentiría para siempre.

Luego del fusilamiento de Manuel Dorrego en 1828 y la autoproclamación de Lavalle como Gobernador de Buenos Aires, la Convención Nacional de las Provincia Unidas del Río de la Plata desconoció a ese nuevo gobierno, repudió el asesinato por alta traición contra el Estado (con que se quiso justificar su ejecución), y nombró  a Estanislao López jefe de las fuerzas que debían liberar a la provincia bonaerense.

Lavalle era, técnicamente, uno de los mejores oficiales de caballería del ejército, y había combatido en la guerra con el Brasil, siendo reconocido como uno de los oficiales decisivos en el triunfo sobre el ejército brasilero en la Batalla de Ituzaingó, que decidió aquel conflicto.

Las tropas de caballería con las que contaba eran aguerridos veteranos de aquella campaña militar. La caballería era decisiva en las guerras del siglo XIX, por lo que derrotarla era la clave para ganar una batalla. Lavalle se preparó para el combate y salió en busca de López. En marzo de 1829 llegó a esta parte de Santa Fe, y luego de pasar Rosario llegó hasta el río Carcarañá.

López (que había intervenido en la gesta independentista, de escasa formación militar, pero de gran prestigio popular), sabiéndose en inferioridad de condiciones para enfrentarlo, logró atraer a Lavalle retrocediendo con escaramuzas pero sin presentar batalla abierta, hasta la cañada de Carrizales, un sitio en donde el Mío Mío era abundante.

El Mío Mío es una planta silvestre que en sí misma no es venenosa. Su acción deviene de la simbiosis con un hongo, el cual es el auténtico responsable de la producción de sustancias tóxicas y que al ser consumido por el ganado en grandes cantidades, y luego de beber agua es letal.

Carrizales (Carrizal del Monte), pegada a la actual localidad de Serodino (en la intersección de las rutas provinciales 10 y 91, al noroeste de Rosario, Santa Fe), también conocida como Estación Clarke, fue epicentro del duelo militar que pasó a la historia como la Batalla de Mío-Mío o Batalla de Carrizales.

López contaba con baqueanos, conocedores no sólo de la geografía del territorio santafesino sino de su flora y su fauna. Gracias a ellos, López supo de esa planta local (también conocida popularmente como Romerillo), era de acción tóxica sistémica sobre el ganado. Fue este conocimiento lo que López utilizó astutamente contra la caballería de Lavalle.

López le colocó a su caballería morrales para impedir que consumieran la planta, y esperó la llegada de la tropa de Lavalle. Antes del combate, los fatigados caballos de los enemigos pastaron a gusto en la zona contaminada.

Al amanecer, los 600 jinetes unitarios se encontraron con los cadáveres de sus caballos. El regimiento unitario, superior en número y armamento que los federales, fue rápidamente diezmado.

Lavalle se vio obligado a retirarse hasta la Posta de los Desmochados (cerca de la actual ciudad de Casilda), donde se encuentró con el General Paz que marchaba hacia Córdoba a derrotar su gobierno y a quien le pide refuerzos para encarar a López.

Paz solo quería cumplir su misión en Córdoba y marchó hacia allá, mientras que Lavalle regresaba a Buenos Aires.

Lavalle, sin caballada, se ve obligado a regresar, y asediado por López, con el apoyo de Rosas, es derrotado en la Batalla de Puente de Márquez (al norte de la actual ciudad de Buenos Aires). Estanislao López, dirá, con ironía, en el parte de batalla:

“El General enemigo, que ha abusado hasta el día de hoy hablando de nosotros con el lenguaje de la presunción y la arrogancia, fundado según decía en la elevación de sus conocimientos, en su valor y en la calidad de sus soldados, ha tenido desde hoy un motivo para ser más modesto”

La batalla dejó muy disminuidas y sin movilidad las fuerzas de Lavalle. Estanislao López se vio obligado a regresar a Santa Fe, debido a que el General José María Paz había derrocado al Gobernador de la provincia de Córdoba y podía intentar atacar su provincia en cualquier momento.
Rosas sitió a Lavalle dejándolo sin provisiones. Meses después, Lavalle tuvo que firmar un tratado de paz con Rosas, que en definitiva sería elegido Gobernador en diciembre de ese año.
La batalla de Puente de Márquez fue la victoria federal que hizo posible que Rosas llevara la guerra contra los unitarios al interior del país, contando de su lado los enormes recursos económicos y humanos de la provincia de Buenos Aires.
La batalla de 1840
Once años después de aquel episodio, Lavalle, escucha “el canto de sirenas” de los intelectuales porteños emigrados en Montevideo y decide desde allí, y con al “apoyo” de los franceses, hacerle frente a las tropas rosistas.
Lamadrid y Lavalle acordaron una estrategia que podría haber sido efectiva: Lavalle debía cruzar Entre Ríos, derrotando al Gobernador rosista Echagüe, y Lamadrid debía cruzar Córdoba derrotando a Manuel "Quebracho" López. Si esto se lograba bajarían ambos a Buenos Aires a terminar con el gobierno de Rosas.
Lavalle ingresa a Corrientes, le “roba” el ejército al Gobernador Ferré y baja a Entre Ríos donde es expulsado por el Gobernador Echagüe. Bajó por el río Paraná e invadió la provincia de Buenos Aires con 2.500 hombres, pero fracasó en su intento de derrotar allí a Rosas, por la resistencia federal porteña y por la falta de apoyo francés.
Marchó entonces hacia Santa Fe, persiguiendo a las fuerzas federales, ocupando Rosario y la ciudad capital. Allí es detenido durante un mes por sus indecisiones y por el tenaz asedio de los santafesinos del ejército federal dirigido por el General Oribe.
En Cayastá y en Calchines, mientras esperaba salir del acoso, hizo pastar a su caballada en pastizales con Mio Mio, y perdió la mayor parte de las 20.000 cabezas que traía desde Buenos Aires.
Lavalle y Lamadrid acordaron reunirse el 20 de Noviembre en la Posta de Romero, en el centro de la provincia de Santa Fe. Otras versiones indican que la cita era en Quebrachito, en las proximidades del límite entre Santa Fe y Córdoba.
Lavalle, enterado de que los franceses habían llegado a un acuerdo con Rosas, decidió llevar la guerra hacia otras provincias. Abandonó Santa Fe rumbo a Córdoba donde esperaba que Lamadrid le ayudara a recomponer la caballada y se dirigió hacia el lugar de encuentro perseguido de cerca por las fuerzas de Oribe.
La ruta habitual era vadeando el Rio Tercero (acompañando a la actual Ruta 9 hasta Villa María), pero Oribe se lo impide y debe ingresar por la ruta de Sunchales – El Tío, una zona de muy malos pastizales con Mio Mio y escasas aguadas. La travesía de Lavalle por la zona desierta de Mar Chiquita fue trágica.
Cuenta un ex soldado de Lavalle:
“Fue entonces que recibimos orden de montar para iniciar el camino de la sed y del desierto, escapándole a Oribe y a Pacheco y buscando a Lamadrid, para dar juntos la batalla definitiva. Casi sin caballos, diezmados en Los Calchines por el envenenamiento del mío-mío, nos arrastramos hacia Córdoba.
La persecución de Oribe fue tan intensa, que Lavalle (con el agravante de llevar un convoy de civiles anti rosistas desde Santa Fe), tuvo que detenerse a cada rato para obligarlo a formar en orden de batalla, aun cuando no pretendía presentar combate.
Lamadrid esperó hasta el día pactado, y sin noticia alguna de Lavalle, se retiró hacia el sur hasta la Posta de Las Esquinas sobre el rio Carcarañá, en búsqueda de campos sin Mio Mio, sin avisar tampoco a su compañero de esta maniobra, de modo que, cuando Lavalle llegó a destino, Lamadrid no estaba allí, ni tampoco alguien que supiese dónde estaba.
Esta desinteligencia entre los jefes de ambos “Ejércitos Libertadores”, como se hacían llamar, tuvo muy fuerte influencia en el futuro y la suerte de ambos militares estuvo sellada.
“A Lamadrid le llamaban "Vidalita" porque en las marchas las iba componiendo y cantando y lo hacía aún en medio de la batalla, cuando se lanzaba enceguecido al frente de sus tropas a degollar personalmente al enemigo. Para tristeza de la república y absoluta desazón nuestra, aquella semana Vidalita no llegó a la cita.
Prácticamente de a pie veníamos esquivando el bulto de la pelea hasta que no se pudo más. Oribe formó en batalla frente a la laguna del Quebracho Herrado y debimos clavar espuela para hacer lo propio. La situación era prácticamente insostenible. Nos jugábamos a ganar en la primera carga, porque después no tendríamos resto”.
Lavalle, picado por los federales de Oribe, se dirigió a la laguna y Posta de Quebracho Herrado (o Quebrachito), en el extremo oriental de la provincia de Córdoba, al sudoeste de la actual ciudad de San Francisco, punto donde tenían que hacer el alto y dar de beber a las tropas y a los caballos, ya que hacía cuatro días que algunos no comían ni bebían.
El 28 de noviembre Oribe, acompañado por el General Pacheco, lo alcanza con sus 5.000 hombres sobre los 2.500 de los cansados, hambrientos y desmoralizados soldados de Lavalle.
El resultado solo pudo ser uno. Mientras que Oribe pierde menos de 50 hombres, Lavalle pierde más de 1.500.
Los recuerdos
El nombre de Quebracho Herrado se debe a un robusto quebracho con un hierro clavado en el tronco, que se utilizaba como referencia para delimitar las provincias de Córdoba y Santa Fe. Tal denominación fue el primer motivo que llevó al pueblo a los libros de historia: la creación en 1816 del Fuerte Posta, un paso obligado en el camino que unía Córdoba con Santa Fe, lo que sería luego la Ruta Nacional 19.
Lo paradójico de esta historia (o no tanto, cuando sabemos que la historia oficial la escriben los centralistas porteños), es que en lugar donde se libró esta batalla, que marcó el principio del fin del General Lavalle, hoy e llama precisamente Campo Lavalle.
No sólo el campo de batalla recibió el nombre del General que luchó contra Rosas, la agrupación gaucha local se conoce como Fortín General Lavalle y la escuelita rural se bautizó General Lavalle.
El General Ángel Pacheco, comandante del ala derecha del ejército de Oribe, y verdadero ganador de la batalla, se quedaría sin el reconocimiento. Todavía hoy los payadores repiten lo que Hugo Bagnera decía:
Diezma la fila unitaria tantas cargas federales,
prometiendo a sus rivales largas horas funerarias,
cada vez más solitaria la bandera de sus huestes
y en el panorama agreste triste de Quebracho Herrado,
el campo queda sembrado de chaquetillas celestes.

No puede pensarse que un pueblo tan pequeño pudiera encerrar tanta historia. Quebracho Herrado no sólo fue escenario de una sangrienta batalla, sino que la leyenda popular le atribuye "el honor" de haber sido visitado por la famosa Pulpera de Santa Lucía (tal vez llamada Dionisia Miranda), personaje del vals escrito por Héctor Pedro Blomberg con la música de Enrique Maciel.
Escrito y cantado 80 años después de los hechos, surgiría de la memoria de un criollo que se remonta a la época de Rosas. La presencia de la mujer obedece a que se canta que "la llevó un payador de Lavalle, cuando el año 40 moría".
Se cree que la Pulpera de Santa Lucía pernoctó en la zona, porque había en el ejército un payador al se le habría autorizado llevar a su amada, llegando ambos al fuerte de Quebracho Herrado junto con Lavalle.   
          
La pulpera de Santa Lucía

Era rubia y sus ojos celestes
reflejaban la gloria del día
y cantaba como una calandria
la pulpera de Santa Lucía.

Era flor de la vieja parroquia
¿quién fue el gaucho que no la quería?
Los soldados de cuatro cuarteles
suspiraban en la pulpería.

Le cantó el payador mazorquero
con un dulce gemir de vihuelas.
En la reja que olía a jazmines
en el patio que olía a diamelas:

Con el alma te quiero, pulpera
y algún día tendrás que ser mía, 
mientras llenan las noches del barrio
las guitarras de Santa Lucía.

La llevó un payador de Lavalle
cuando el año cuarenta moría;
ya no alumbran sus ojos celestes
la parroquia de Santa Lucía.

No volvieron los trompas de Rosas
a cantarle vidalas y cielos;
en la reja de la pulpería
los jazmines lloraban de celos.

Y volvió el payador mazorquero
a cantar en el patio vacío
la doliente y postrer serenata
que llevábase el viento del río:

¿Dónde estás con tus ojos celestes
oh pulpera que no fuiste mía?
¡Cómo lloran por ti las guitarras,
las guitarras de Santa Lucía!

El “culpable” de todo. Una visión técnica
El Romerillo o Mío–Mío (cuyo nombre científico es Baccharis coridifolia), es una especie autóctona, muy extendido en la Sudamérica templada, endémica en el sur de Brasil, Paraguay, Uruguay y noreste de la Argentina.
Es frecuente en pastizales naturales y pasturas degradadas o muy longevas; ya que las labores culturales las extirpan de los potreros. Suele estar asociada a suelos con limitantes hídricas, por lo cual es una especie ocasional en lotes bajo agricultura. Los relevamientos realizados en la región pampeana central indican una  presencia muy baja tanto en campos destinados a cultivos anuales como en banquinas y bordes de alambrados.
Es una planta de porte arbustivo, generalmente pequeña (50 a 80 cm de altura), con tallos ramificados y lignificados en su base. En el estado vegetativo presentan hojas alternas, lineales, enteras pero con dientes muy pequeños en el margen. En el estado reproductivo, forman capítulos en racimos muy densos. Las “semillas” son grisáceas a morenas, de unos 2-3 mm de longitud, con atributos para volar (papus) de unos 7 mm de longitud.
Su hábito de crecimiento es  erecto. De ciclo perenne, rebrota durante la primavera, vegetando durante la primavera y el verano, época en que florece. Las “semillas” son dispersadas por el viento.
Son tóxicas, ya que producen una micotoxicosis, debida  a substancias del grupo de los sesquiterpenos (tricotecenos)  producidas por hongos simbióticos que viven en sus raíces y que circulan en toda la planta. Los hongos simbióticos que producen las sustancias tóxicas pertenecen a varias especies (géneros Fusarium, Myrothecium, Trichoderma, Cephalosporium, Verticimonosporium y Stachybotrys).
Los tricotecenos inhiben la síntesis de proteínas (al bloquear la actividad de los ribosomas), e interfieren en sistemas enzimáticos e inmunológicos.
Una vez ingeridas, las toxinas alcanzan su pico máximo de concentración en una hora, distribuyéndose principalmente en hígado, riñón, tejidos musculares y grasos. 
Los tejidos con células en la fase de división o con importante actividad metabólica como las del epitelio del sistema digestivo, médula ósea, nódulos linfáticos, bazo e hígado, son particularmente susceptibles. Los animales recién nacidos, son más sensibles a estas toxinas que los adultos.
Baccharis exhibe la mayor toxicidad hacia el otoño (abril-mayo), aunque sus efectos pueden permanecer hasta 18 meses después de que la planta se ha cortado.
Por lo general, el ganado rechaza el consumo de esta planta, pero se dan circunstancias de ingesta accidental por animales que no conocen el lugar y/o que exhiben hambruna: en ese caso los efectos de su ingesta son dramáticos, ya que se traducen en una alta mortandad por lesiones hepáticas masivas y hemorragias a las 12-72 horas de iniciarse los síntomas (inquietud, agresividad, incoordinación de marcha). Todas las partes de la planta son peligrosas, pero las flores y las semillas poseen la mayor toxicidad.
Baccharis también produce resinas y alcaloides y un aceite esencial de color amarillo verdoso.

Bibliografía / fuentes de información
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http://www.agro.unc.edu.ar/~wpweb/botaxo/wp-content/uploads/sites/14/2016/08/MALEZAS-Y-PLANTAS-TOXICAS.pdf
http://www.carrizales.es/historia.php
http://www.panoramio.com/photo/93475732
https://es.wikipedia.org/wiki/Baccharis_coridifolia
https://es.wikipedia.org/wiki/Clarke#Batalla_del_.22Mio-Mio.22

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