Muchos factores accidentales e incidentales pueden haber cambiado, o al menos torcido, el rumbo de la historia, la mayoría de ellos de gran envergadura, sin embargo la protagonista de este caso es un plantita pequeña.
El personaje principal de estos actos
fue Juan Lavalle, que perdió tres batallas solo
por ignorar o no recordar que no se puede hacer pastar a la caballada en campos
donde hay Mio Mio o Romerillo, una especie silvestre que literalmente mata a
los caballos cuando estos la consumen en grandes cantidades.
Perdió buen parte de
su caballada en 1829 y perdió dos batallas (Carrizales y Puente de Márquez), y
11 años después volvió a perder otra (Quebracho Herrado), por la misma causa.
¿Qué hubiese pasado
en la historia de nuestras guerras civiles, si Lavalle hubiese sabido de “malas
hierbas” y ganaba estas batallas? ¿Tendríamos un país aún más unitario que el
que tenemos?
No lo sabremos nunca, pero como siempre se dice “Quien no conoce su
historia está condenado a repetir sus errores”, estudiémosla, y seremos cada día más
conscientes de donde venimos.
Muchos factores
accidentales e incidentales pueden haber cambiado, o al menos torcido, el rumbo
de la historia, la mayoría de ellos de gran envergadura, sin embargo la
protagonista de este caso es un plantita pequeña.
Este es un típico
caso donde puedo mezclar las ciencias agropecuarias con la historiografía, y
describir un hecho poco conocido.
El personaje
principal de estos actos fue Juan Lavalle, militar aguerrido pero de escasa
razón, a quien San Martín lo bautizó “una
espada sin cabeza”, y a partir de conocer esta historia podríamos re
bautizarlo como “una cabeza sin memoria”.
Se
dice que “el hombre es el único animal
capaz de tropezar dos veces con la misma piedra”, es decir, que somos la
única especie que caemos varias veces en los mismos errores, nos tropezamos
ante los mismos obstáculos, y caemos en la misma trampa varias veces.
Este
es el caso de Juan Lavalle, que perdió tres batallas solo por ignorar, o no
recordar, que no se puede hacer pastar a la caballada en campos donde hay Mio
Mio o Romerillo, una especie silvestre que literalmente mata a los caballos
cuando estos la consumen en grandes cantidades, y bien sabemos lo importante
que eran los Escuadrones de Caballería en aquellas épocas.
Se
le murió buena parte de su caballada en 1829 y a causa de esto perdió dos
batallas (Carrizales y Puente de Márquez), y 11 años después volvió a perder
otra (Quebracho Herrado), por la misma causa.
¿Qué
hubiese pasado en la historia de nuestras guerras civiles, si Lavalle hubiese
sabido de “malas hierbas” y ganaba estas batallas? ¿Tendríamos un país aún más
unitario que el que tenemos?
No
lo sabremos nunca, pero como siempre se dice “Quien no conoce su
historia está condenado a repetir sus errores”, estudiémosla, y
seremos cada día más conscientes de donde venimos.
Las batallas de 1829
Muchos
historiadores coinciden en señalar que la suerte del Partido Unitario, el
entronamiento de Rosas como supremo gobernador de las Provincias Unidas y la
prolongación de dos décadas de enfrentamientos sangrientos (donde rivalizaron
en crueldad ambos bandos), se inició con el desembarco de Lavalle en Buenos
Aires, el derrocamiento del gobernador Manuel Dorrego y su posterior
fusilamiento en la localidad de Navarro.
No resulta claro por qué
Lavalle decidió asesinar a su antiguo compañero de armas en el Ejército de los
Andes, pero hay coincidencia en que fue la instigación de ciertos políticos
porteños la que lo impulsó a cometer un crimen del cual se arrepentiría para
siempre.
Luego del fusilamiento de Manuel Dorrego en 1828 y la autoproclamación de Lavalle como Gobernador de Buenos Aires, la Convención Nacional de las Provincia Unidas del Río de la Plata desconoció a ese nuevo gobierno, repudió el asesinato por alta traición contra el Estado (con que se quiso justificar su ejecución), y nombró a Estanislao López jefe de las fuerzas que debían liberar a la provincia bonaerense.
Lavalle era,
técnicamente, uno de los mejores oficiales de caballería del ejército, y había
combatido en la guerra con el Brasil, siendo reconocido como uno de los
oficiales decisivos en el triunfo sobre el ejército brasilero en la Batalla de
Ituzaingó, que decidió aquel conflicto.
Las tropas de caballería
con las que contaba eran aguerridos veteranos de aquella campaña militar. La
caballería era decisiva en las guerras del siglo XIX, por lo que derrotarla era
la clave para ganar una batalla. Lavalle se preparó
para el combate y salió en busca de López. En marzo de 1829 llegó a esta parte
de Santa Fe, y luego de pasar Rosario llegó hasta el río Carcarañá.
López (que
había intervenido en la gesta independentista, de escasa formación militar,
pero de gran prestigio popular), sabiéndose en
inferioridad de condiciones para enfrentarlo, logró atraer a Lavalle retrocediendo con escaramuzas pero sin presentar batalla abierta, hasta la cañada de Carrizales, un sitio en donde el Mío
Mío era abundante.
El Mío Mío es
una planta silvestre que en sí misma no es venenosa. Su acción deviene de la
simbiosis con un hongo, el cual es el auténtico responsable de la producción de
sustancias tóxicas y que al ser consumido por el ganado en grandes cantidades,
y luego de beber agua es letal.
Carrizales
(Carrizal del Monte), pegada a la actual localidad de Serodino (en la
intersección de las rutas provinciales 10 y 91, al noroeste de Rosario, Santa
Fe), también conocida como Estación Clarke, fue epicentro del duelo militar que
pasó a la historia como la Batalla de
Mío-Mío o Batalla de Carrizales.
López contaba con
baqueanos, conocedores no sólo de la geografía del territorio santafesino sino
de su flora y su fauna. Gracias a ellos, López supo de esa planta local
(también conocida popularmente como Romerillo),
era de acción tóxica sistémica sobre el ganado. Fue
este conocimiento lo que López utilizó astutamente contra la caballería de
Lavalle.
López le colocó a su
caballería morrales para impedir que consumieran la planta, y esperó la llegada
de la tropa de Lavalle. Antes del combate, los fatigados caballos de los
enemigos pastaron a gusto en la zona contaminada.
Al amanecer, los 600
jinetes unitarios se encontraron con los cadáveres de sus caballos. El
regimiento unitario, superior en número y armamento que los federales, fue
rápidamente diezmado.
Lavalle se vio obligado
a retirarse hasta la Posta de los Desmochados (cerca de la actual ciudad de
Casilda), donde se encuentró con el General Paz que marchaba hacia Córdoba a
derrotar su gobierno y a quien le pide refuerzos para encarar a López.
Paz solo quería cumplir
su misión en Córdoba y marchó hacia allá, mientras que Lavalle regresaba a
Buenos Aires.
Lavalle, sin
caballada, se ve obligado a regresar, y asediado por López, con el apoyo de
Rosas, es derrotado en la Batalla de
Puente de Márquez (al norte de la actual ciudad de Buenos
Aires). Estanislao López, dirá, con ironía, en el parte de batalla:
“El General
enemigo, que ha abusado hasta el día de hoy hablando de nosotros con el
lenguaje de la presunción y la arrogancia, fundado según decía en la elevación
de sus conocimientos, en su valor y en la calidad de sus soldados, ha tenido
desde hoy un motivo para ser más modesto”
La batalla dejó muy
disminuidas y sin movilidad las fuerzas de Lavalle. Estanislao López se vio
obligado a regresar a Santa Fe, debido a que el General José María Paz había derrocado al Gobernador de la provincia de Córdoba y podía intentar atacar su provincia en cualquier momento.
Rosas sitió a Lavalle
dejándolo sin provisiones. Meses después, Lavalle tuvo que firmar un tratado de
paz con Rosas, que en definitiva sería elegido Gobernador en diciembre de ese
año.
La batalla de Puente de
Márquez fue la victoria federal que hizo posible que Rosas llevara la guerra
contra los unitarios al interior del país, contando de su lado los enormes
recursos económicos y humanos de la provincia de Buenos Aires.
La batalla de 1840
Once años después
de aquel episodio, Lavalle, escucha “el canto de sirenas” de los intelectuales
porteños emigrados en Montevideo y decide desde allí, y con al “apoyo” de los
franceses, hacerle frente a las tropas rosistas.
Lamadrid y Lavalle
acordaron una estrategia que podría haber sido efectiva: Lavalle debía cruzar
Entre Ríos, derrotando al Gobernador rosista Echagüe, y Lamadrid debía cruzar
Córdoba derrotando a Manuel "Quebracho" López. Si esto se lograba
bajarían ambos a Buenos Aires a terminar con el gobierno de Rosas.
Lavalle ingresa a
Corrientes, le “roba” el ejército al Gobernador Ferré y baja a Entre Ríos donde
es expulsado por el Gobernador Echagüe. Bajó por el río Paraná e invadió la provincia de Buenos Aires con 2.500 hombres,
pero fracasó en su intento de derrotar allí a Rosas, por la resistencia federal
porteña y por la falta de apoyo francés.
Marchó entonces hacia Santa Fe, persiguiendo a
las fuerzas federales, ocupando Rosario y la ciudad
capital. Allí es detenido durante un mes por sus indecisiones y por el tenaz
asedio de los santafesinos del ejército federal dirigido por el General Oribe.
En Cayastá y en
Calchines, mientras esperaba salir del acoso, hizo pastar a su caballada en
pastizales con Mio Mio, y perdió la mayor parte de las 20.000 cabezas que traía
desde Buenos Aires.
Lavalle y Lamadrid
acordaron reunirse el 20 de Noviembre en la Posta de Romero, en el centro de la
provincia de Santa Fe. Otras versiones indican que la cita era en Quebrachito,
en las proximidades del límite entre Santa Fe y Córdoba.
Lavalle, enterado
de que los franceses habían llegado a un acuerdo con Rosas, decidió llevar la
guerra hacia otras provincias. Abandonó Santa Fe rumbo a Córdoba donde esperaba
que Lamadrid le ayudara a recomponer la caballada y se dirigió hacia el lugar
de encuentro perseguido de cerca por las fuerzas de Oribe.
La ruta habitual
era vadeando el Rio Tercero (acompañando a la actual Ruta 9 hasta Villa María),
pero Oribe se lo impide y debe ingresar por la ruta de Sunchales – El Tío, una
zona de muy malos pastizales con Mio Mio y escasas aguadas. La travesía de
Lavalle por la zona desierta de Mar Chiquita fue trágica.
Cuenta un ex
soldado de Lavalle:
“Fue entonces que recibimos orden de montar para iniciar el camino de la
sed y del desierto, escapándole a Oribe y a Pacheco y buscando a Lamadrid, para
dar juntos la batalla definitiva. Casi sin caballos, diezmados en Los Calchines
por el envenenamiento del mío-mío, nos arrastramos hacia Córdoba.
La persecución de
Oribe fue tan intensa, que Lavalle (con el agravante de llevar un convoy de
civiles anti rosistas desde Santa Fe), tuvo que detenerse a cada rato para
obligarlo a formar en orden de batalla, aun cuando no pretendía presentar
combate.
Lamadrid esperó
hasta el día pactado, y sin noticia alguna de Lavalle, se retiró hacia el sur
hasta la Posta de Las Esquinas sobre el rio Carcarañá, en búsqueda de campos
sin Mio Mio, sin avisar tampoco a su compañero de esta maniobra, de modo que,
cuando Lavalle llegó a destino, Lamadrid no estaba allí, ni tampoco alguien que
supiese dónde estaba.
Esta
desinteligencia entre los jefes de ambos “Ejércitos Libertadores”, como se
hacían llamar, tuvo muy fuerte influencia en el futuro y la suerte de ambos
militares estuvo sellada.
“A Lamadrid le llamaban "Vidalita" porque en las marchas las
iba componiendo y cantando y lo hacía aún en medio de la batalla, cuando se
lanzaba enceguecido al frente de sus tropas a degollar personalmente al
enemigo. Para tristeza de la república y absoluta desazón nuestra, aquella
semana Vidalita no llegó a la cita.
Prácticamente de a pie veníamos esquivando el bulto de la pelea hasta
que no se pudo más. Oribe formó en batalla frente a la laguna del Quebracho
Herrado y debimos clavar espuela para hacer lo propio. La situación era
prácticamente insostenible. Nos jugábamos a ganar en la primera carga, porque
después no tendríamos resto”.
Lavalle, picado
por los federales de Oribe, se dirigió a la laguna y Posta de Quebracho Herrado
(o Quebrachito), en el extremo oriental de la provincia de Córdoba, al sudoeste
de la actual ciudad de San Francisco, punto donde tenían que hacer el alto y dar de
beber a las tropas y a los caballos, ya que hacía cuatro días que algunos no
comían ni bebían.
El 28 de noviembre
Oribe, acompañado por el General Pacheco, lo alcanza con sus 5.000 hombres
sobre los 2.500 de los cansados, hambrientos y desmoralizados soldados de
Lavalle.
El resultado solo
pudo ser uno. Mientras que Oribe pierde menos de 50 hombres, Lavalle pierde más
de 1.500.
Los recuerdos
El nombre de
Quebracho Herrado se debe a un robusto quebracho con un hierro clavado en el
tronco, que se utilizaba como referencia para delimitar las provincias de
Córdoba y Santa Fe. Tal denominación fue el primer motivo que llevó al pueblo a
los libros de historia: la creación en 1816 del Fuerte Posta, un paso obligado
en el camino que unía Córdoba con Santa Fe, lo que sería luego la Ruta Nacional
19.
Lo paradójico de
esta historia (o no tanto, cuando sabemos que la historia oficial la escriben
los centralistas porteños), es que en lugar donde se libró esta batalla, que
marcó el principio del fin del General Lavalle, hoy e llama precisamente Campo
Lavalle.
No sólo el campo de
batalla recibió el nombre del General que luchó contra Rosas, la agrupación
gaucha local se conoce como Fortín General Lavalle y la escuelita rural se
bautizó General Lavalle.
El General Ángel
Pacheco, comandante del ala derecha del ejército de Oribe, y verdadero ganador
de la batalla, se quedaría sin el reconocimiento. Todavía hoy los payadores
repiten lo que Hugo Bagnera decía:
Diezma la fila unitaria tantas cargas federales,
prometiendo a sus rivales largas horas funerarias,
cada vez más solitaria la bandera de sus huestes
y en el panorama agreste triste de Quebracho Herrado,
el campo queda sembrado de chaquetillas celestes.
No puede pensarse que
un pueblo tan pequeño pudiera encerrar tanta historia. Quebracho Herrado no
sólo fue escenario de una sangrienta batalla, sino que la leyenda popular le
atribuye "el honor" de haber sido visitado por la famosa Pulpera de
Santa Lucía (tal vez llamada Dionisia Miranda), personaje del vals escrito por Héctor Pedro Blomberg con la música de Enrique Maciel.
Escrito y cantado 80 años después de los
hechos, surgiría de la memoria de un criollo que se remonta a la época de
Rosas. La presencia de la mujer obedece a que se canta que "la llevó un payador de Lavalle, cuando el año 40 moría".
Se cree que la Pulpera de Santa Lucía
pernoctó en la zona, porque había en el ejército un payador al se le habría
autorizado llevar a su amada, llegando ambos al fuerte de Quebracho Herrado
junto con Lavalle.
La
pulpera de Santa Lucía
Era rubia y sus ojos celestes
reflejaban la gloria del día
y cantaba como una calandria
la pulpera de Santa Lucía.
reflejaban la gloria del día
y cantaba como una calandria
la pulpera de Santa Lucía.
Era flor de la vieja parroquia
¿quién fue el gaucho que no la quería?
Los soldados de cuatro cuarteles
suspiraban en la pulpería.
¿quién fue el gaucho que no la quería?
Los soldados de cuatro cuarteles
suspiraban en la pulpería.
Le cantó el payador mazorquero
con un dulce gemir de vihuelas.
En la reja que olía a jazmines
en el patio que olía a diamelas:
con un dulce gemir de vihuelas.
En la reja que olía a jazmines
en el patio que olía a diamelas:
Con el alma te quiero, pulpera
y algún día tendrás que ser mía,
y algún día tendrás que ser mía,
mientras llenan las noches del barrio
las guitarras de Santa Lucía.
La llevó un payador de Lavalle
cuando el año cuarenta moría;
ya no
alumbran sus ojos celestes
la parroquia de Santa Lucía.
No volvieron los trompas de Rosas
a cantarle vidalas y cielos;
en la reja de la pulpería
los jazmines lloraban de celos.
Y volvió el payador mazorquero
a cantar en el patio vacío
la doliente y postrer serenata
que llevábase el viento del río:
¿Dónde estás con tus ojos celestes
oh pulpera que no fuiste mía?
¡Cómo lloran por ti las guitarras,
las guitarras de Santa Lucía!
El “culpable” de todo. Una visión técnica
El Romerillo o Mío–Mío
(cuyo nombre científico es Baccharis
coridifolia), es una especie autóctona, muy extendido en la Sudamérica
templada, endémica en el sur de Brasil, Paraguay, Uruguay y noreste de la
Argentina.
Es frecuente en
pastizales naturales y pasturas degradadas o muy longevas; ya que las labores
culturales las extirpan de los potreros. Suele estar asociada a suelos con
limitantes hídricas, por lo cual es una especie ocasional en lotes bajo
agricultura. Los relevamientos realizados en la región pampeana central indican
una presencia muy baja tanto en campos
destinados a cultivos anuales como en banquinas y bordes de alambrados.
Es una planta de
porte arbustivo, generalmente pequeña (50 a 80 cm de altura), con tallos
ramificados y lignificados en su base. En el estado vegetativo presentan hojas
alternas, lineales, enteras pero con dientes muy pequeños en el margen. En el
estado reproductivo, forman capítulos en racimos muy densos. Las “semillas” son
grisáceas a morenas, de unos 2-3 mm de longitud, con atributos para volar (papus) de unos 7 mm de longitud.
Su hábito de
crecimiento es erecto. De ciclo perenne,
rebrota durante la primavera, vegetando durante la primavera y el verano, época
en que florece. Las “semillas” son dispersadas por el viento.
Son tóxicas, ya que
producen una micotoxicosis, debida a
substancias del grupo de los sesquiterpenos (tricotecenos) producidas por hongos simbióticos que viven
en sus raíces y que circulan en toda la planta. Los hongos simbióticos que
producen las sustancias tóxicas pertenecen a varias especies (géneros Fusarium, Myrothecium, Trichoderma,
Cephalosporium, Verticimonosporium y Stachybotrys).
Los tricotecenos
inhiben la síntesis de proteínas (al bloquear la actividad de los ribosomas), e
interfieren en sistemas enzimáticos e inmunológicos.
Una vez ingeridas,
las toxinas alcanzan su pico máximo de concentración en una hora,
distribuyéndose principalmente en hígado, riñón, tejidos musculares y grasos.
Los tejidos con
células en la fase de división o con importante actividad metabólica como las
del epitelio del sistema digestivo, médula ósea, nódulos linfáticos, bazo e
hígado, son particularmente susceptibles. Los animales recién nacidos, son más
sensibles a estas toxinas que los adultos.
Baccharis exhibe la mayor toxicidad hacia el otoño
(abril-mayo), aunque sus efectos pueden permanecer hasta 18 meses después de
que la planta se ha cortado.
Por lo general, el
ganado rechaza el consumo de esta planta, pero se dan circunstancias de ingesta
accidental por animales que no conocen el lugar y/o que exhiben hambruna: en
ese caso los efectos de su ingesta son dramáticos, ya que se traducen en una
alta mortandad por lesiones hepáticas masivas y hemorragias a las 12-72 horas
de iniciarse los síntomas (inquietud, agresividad, incoordinación de marcha).
Todas las partes de la planta son peligrosas, pero las flores y las semillas
poseen la mayor toxicidad.
Baccharis también produce resinas y alcaloides y un
aceite esencial de color amarillo verdoso.
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http://www.carrizales.es/historia.php
https://es.wikipedia.org/wiki/Baccharis_coridifolia
https://es.wikipedia.org/wiki/Clarke#Batalla_del_.22Mio-Mio.22
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