jueves, 26 de octubre de 2017

El degüello en nuestra historia como forma de disciplinar la política


Matar gente por degüello no es una forma mas de hacerlo. Es una de las modalidades más crueles, más escandalosa, más “disciplinaria”, y cuando tiene público más pavorosa y tendiente a generar escarmiento (castigo ejemplarizador).

Se degüella para que la sangre salga a borbollones (no a borbotones), salpique y asuste.

Nuestra historia está llena de degolladores, algunos intolerantes como los de la “mazorca”, otros seriales como Venancio Flores (el degollador de Cañada de Gómez), y muchos otros autores intelectuales del degüello (… tal vez por no tener el valor parta hacerlo personalmente), como Sarmiento que incitó a todos los “Coroneles de Mitre” para que usaran la técnica como rutina contra los gauchos y soldados enemigos.

Degollar muchas veces no terminaba ahí, se terminaba decapitando y clavando la cabeza en una pica “como escarmiento”, o tirando la cabeza en un lugar específico como un “mensaje”.

No se trata de sacar las cosas de contexto, en ese mismo contexto había mucha gente “humanizada” que no mataba ni mandaba a matar.

Buena parte de nuestras historias están manchadas de sangre, ¡¡ pero estas …..!!

La sangre derramada
En 1840 la “mazorca” rosista (una fuerza para policial “ordenadora de ideas”, y  cuya ideóloga y autora intelectual era doña Encarnación Ezcurra (esposa de Rosas), ya tenía el apoyo de la prensa. El periodista Mariño, a través de la Gaceta Mercantil fue el difusor de todo tipo de calumnias sobre los adversarios del rosismo, llegando a escribir
“¡Mueran todos los enemigos de nuestro amado Restaurador degollados como carneros!
El método preferido de muerte era el degüello, al que llamaban "la refalosa" (por refalarse en la sangre derramada), o "violín y violón" (cuando a la víctima se le introducía una mazorca en el recto).
Doña Encarnación sugería a sus seguidores que se degollara con un cuchillo con el filo mellado para que el infortunado sufriera mas.

En mayo de ese año fueron degollados a las orillas del Río de la Plata, cuando trataban de pasar a Montevideo, el Capitán del Puerto Francisco Lynch, José María de Riglos, Isidoro de Oliden y Carlos Mason.

Otra de las primeras ejecuciones que se le atribuye al grupo es la de Manuel Vicente Maza, amigo de Rosas que había solicitado clemencia para su hijo, Ramón Maza, acusado de conspirar contra Rosas. 

Poco después setiembre de 1840 caía víctima de la Mazorca Avelino Viamonte, único hijo varón del General Juan José Viamonte héroe de las Invasiones Inglesas y de la Independencia Argentina. La partida de defunción de Avelino Viamonte prueba la ejecución del joven de 22 años por el “delito” de ser unitario. 

Al día siguiente fue degollado y luego decapitado el Juez de Paz del lugar Paulino Barreiro, supuestamente por haber entregado un pase a Avelino Viamonte para seguir viaje a Uruguay como único crimen.

También Sixto Quesada, un partidario de Lavalle, pereció degollado cerca del Cementerio del Norte. El comerciante portugués Juan Nóbrega, por haber formado parte de la conspiración de Maza y a José Pedro Varangot. 
Los crímenes continuaron sobre otros diecisiete opositores. 
Los cuyanos tampoco se quedaron quietos. Luego que Nazario Benavidez y Félix Aldao fuesen derrotados por los unitarios de Mariano Acha en la Batalla Angaco (famosa por lo sangrienta)  en 1841, estos, pocos días después tomaron venganza en la Batalla de La Chacarilla.
Benavidez triunfador entregó al General Acha a Aldao, que lo hizo fusilar por la espalda el 16 de septiembre de 1841. Todos recordaban que Acha había sido el “entregador” de Dorrego para su fusilamiento.
Su cabeza fue cortada y expuesta en una pica, en las inmediaciones de la Posta de la Cabra, actualmente Jarilla, en las márgenes del rio Desaguadero, sobre la provincia de San Luis.
El degüello es casi lo opuesto a la muerte por fusilamiento, que se imponía a los perdedores. El fusilamiento era casi “una muerte digna” o “merecida” (aunque nadie merece la muerte por pensar distinto),  cuando se la compara con el degüello.

Fusilamiento por la espalda para los traidores, degüello por la nuca para el escarmiento de quienes no coincidían con el modelo de país.

Nuestra historia está llena de degolladores, algunos seriales como Venancio Flores (el degollador de Cañada de Gómez), y muchos otros autores intelectuales del degüello (… tal vez por no tener el valor parta hacerlo personalmente), como Sarmiento que incitó a todos los “Coroneles de Mitre” para que usaran la técnica como rutina contra los gauchos.
Pero no fueron los primeros, ni serían los últimos

Los “buenos” quieren imponer ideas solo con muertes
Casi 10 años después. Batalla de Caseros, 3 de febrero de 1852. El Coronel Santa Coloma tenía al mando una división de caballería rosista. Después de la derrota federal, se refugió en la iglesia de Santo Domingo.
Fue Domingo Faustino Sarmiento quien lo sacó de allí, y con la complicidad  del abogado Francisco Seguí (unitario), quien sostenía que Santa Coloma le había robado una novia, lo hizo traer ante la presencia de Urquiza, y sin juicio alguno al día siguiente lo hizo degollar. Similar suerte siguió el Coronel Martiniano Chilavert, que fue fusilado ese mismo día, también sin juicio alguno.
Dice Manuel Gálvez: "A cada momento traían algún prisionero, y Urquiza sentenciaba. Más de una vez, se oyeron estas palabras que estremecían: “Que lo degüellen”. 
En esto, se presentó un hombre a caballo, trayendo a otro en ancas. Varios jinetes lo seguían. Algunos de estos hombres gritaban: 
- Traemos a Santa Coloma, al mazorquero Santa Coloma. 
- ¡Degüello, degüello! - gritaron muchas voces. 
- ¡Violín y violón! - exclamó otra. 
Bajaron al coronel Santa Coloma del caballo y lo condujeron ante el General. Pero oyó la orden: ¡Degüéllenlo ahora mismo! Y por la nuca. ¡Pague por los que usted ha muerto así!" 
"... pudo ver cómo arrodillaban a Santa Coloma, le agarraban la cabeza del cabello y le serruchaban con un cuchillo, que no parecía estar muy filoso, la nuca.
El reo no había dicho palabra y murió con asombroso valor. Mientras serruchaban el pescuezo de Santa Coloma, Urquiza permanecía impasible, dos o tres torcieron el rostro y uno sonrió con placer, aquel que según le habían dicho, se llamaba Sarmiento". 
Tiempo después dijo Sarmiento, al referirse al degüello del Coronel Santa Coloma: "acto de que gusté".
San Juan en 1858
El prestigioso caudillo Nazario Benavidez era su Gobernador, sin embargo por Ley de 1855 no podía ser reelecto y apoyó la candidatura de Manuel José Gómez, respetado vecino quedando él con la comandancia del ejército. Su ministro Saturnino Laspiur, de extracción liberal, apoyado de través de Sarmiento por los liberales de Buenos Aires derroca al Gobernador Gómez y encarcela a Benavidez. “La Tribuna” y “El Nacional” (redactado por Sarmiento),  instigan la eliminación del “tirano” y simulando una fuga es asesinado en la cárcel.

La crónica de Victorica da cuenta que:

“El general Benavidez medio muerto fue enseguida arrastrado con sus grillos y casi desnudo precipitado desde los altos del Cabildo a la balaustrada de la plaza donde algunos oficiales se complacieron en teñir sus espadas con su sangre atravesando repetidas veces el cadáver, profanándolo, hasta escupirle y pisotearlo”.

Sarmiento, desde el diario El Nacional dirá en 1858 “es acción santa sobre un notorio malvado !Dios sea loado!".

Pavón en 1861
Luego del “triunfo” de Mitre sobre Urquiza en Pavón, el interior “profundo” (como les gusta decir a los periodistas porteños), se revela contra el gobierno nacional. Se levanta entre otros el Chacho Peñaloza y Felipe Varela desde La Rioja y Catamarca. Solamente Urquiza se mantiene en San José, haciendo sus “negocios con la guerra”.

Dice Sarmiento en ese año: "Necesitamos entrar por la fuerza en la nación. La guerra si es necesario"

En carta a Mitre en Septiembre de ese año le dice:
"Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas".

El degollador de Cañada de Gómez
El 22 de noviembre de 1861, Venancio Flores (militar uruguayo, luego dos veces presidente de su país), a las órdenes de Mitre se adelanta hasta Cañada de Gómez y sorprende a los federales, a los que derrota y pasa a degüello a mas de 300.  Esta acción le adjudicaría el mote de “el degollador de Cañada de Gómez”.

Los que no fueron asesinados en esa noche fueron incorporados al ejército de Mitre, pero desertaron en la primera ocasión, por lo tanto, en adelante y como regla general, Flores haría degollar a todo prisionero federal que cayera en sus manos.

El suceso es tan aberrante, que hasta el ministro de guerra de Mitre, Gelly y Obes, muestra su espanto en el parte de la hecatombe:

“El suceso de la Cañada de Gómez – informa al gobernador Manuel Ocampo – es uno de los hechos de armas que aterrorizan al vencedor…Eso es lo que le pasa al general Flores, y es por ello que no quiere decir detalladamente lo que ha pasado. Hay más de 300 muertos que por nuestra parte solo hemos tenido dos muertos…Ese suceso es la segunda edición de Villamayor, corregida y aumentada…

Mitre no se “ensucia las manos”, ya calla mientras sus mercenarios cumplen la tarea de limpiar el interior, y poner todo “de un mismo color” imponiendo “el reino de la libertad” como dice textualmente el diario La Nación.

El que no calla es Sarmiento, que en carta a Mitre dirá:
“Sandes (otro de los Coroneles de Mitre), ha marchado a San Luis... Si va, déjelo ir. Si mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”.

Los degolladores contratados por Mitre, además de uruguayos del partido Colorado, de extracción liberal, son italianos, hábiles en degollar gauchos dormidos.

José María Roxas y Patrón (médico y político de la época), escribía a Rosas el 6 de enero de 1862:

“Una gran parte de la emigración europea que nos viene, propaga esos instintos feroces. En la matanza de Gómez, según dicen los que escaparon, los italianos hicieron despertar en la otra vida a muchos que, cansados de los trabajos del día anterior, dormían profundamente”

Era la emigración “civilizada” que el mitrismo liberal porteño traía de Europa para “civilizar” el “bárbaro” interior, en tanto Urquiza disfrutaba de su feudo entrerriano mientras los pobres gauchos morían al grito de ¡Viva Urquiza!
Y Urquiza vive.  Vive tranquilo en su palacio de San José y en su gobierno de 

Entre Ríos, porque ha concertado con Mitre que se le dejen sus negocios como proveedor casi monopólico del ejército de caballada y hacienda, también y su gobierno a condición de entregar a los urquicistas.

Entre los soldados federales que salvaron sus vidas se encontraban José Hernández, (el autor del Martín Fierro),  su hermano Rafael Hernández (destacado político de la provincia de Buenos Aires y quien sería fundador de la Universidad Nacional de La Plata), Leandro N. Alem, que todavía no había cumplido los veinte años y estaba lejos del político que crearía la Unión Cívica Radical.

Entre los muertos estuvo Joaquín Rivadavia, un hijo del ex presidente Bernardino Rivadavia, y el Coronel Pita, jefe del estado mayor de la Confederación.

Degüello de El Chacho Peñaloza
Sarmiento declara el estado de sitio en las provincias vecinas y se dedica a confiscar bienes y exterminar opositores y a los que supone cómplices de los federales. Como Mitre trata de frenar sus ímpetus,  Sarmiento le dice:

“Yo mande a ejecutar Baouna (estanciero de tradición federal), el gobernador de Mendoza por mi orden ha hecho ejecutar la sentencia a un Fonsalida (también estanciero), Sandes (uruguayo al servicio del ejercito de línea) ejecutó a Minuel (un paisano) en las Lagunas”.

Amparado en el estado de sitio manda a matar por abigeato a un pobre paisano “a la pena ordinaria de muerte que se ejecutará a tiro de fusil en la plaza principal de la ciudad, debiendo ser descuartizado su cadáver y puesta su cabeza y cuartos en los diversos caminos públicos”.

Se jacta ante Mitre “Es de admirar la pasión con que la chusma ha entrado en el movimiento, fusilaré media docena de pícaros”
El Chacho, ya viejo y cansado, se refugió en la casa de su amigo Pablo Oros en Olta (La Rioja), junto con su esposa y su hijo adoptivo. Desde allí le escribe a Urquiza:
“Tomaré el partido de abandonar la situación retirándome con todo mi ejército fuera de nuestro querido suelo argentino a mendigar el pan en el extranjero antes que poner la garganta a la cuchilla del enemigo”.
Esto no iba a ocurrir. El Mayor Irrazabal, oficial uruguayo bajo las órdenes de Sarmiento, cruza una partida de siete soldados chachistas, y los tortura en la búsqueda del paradero de su jefe. Seis no sobrevivieron al “cepo colombiano” (una tortura en la que se muere por ruptura de todas las coyunturas), pero un tal Pancho “el Minero” es el infidente que denuncia su paradero.
Irrazabal envía una avanzada de 30 hombres a cargo del Capitán Ricardo Vera (pariente de Victoria Romero, esposa de El Chacho). En la madrugada del 12 de noviembre de 1863 Peñaloza, a sus 65 años, entrega su única arma (un puñal, regalo de Urquiza), al Capitán, en señal de rendición incondicional. Como Vera y Peñaloza se conocían, este supuso que tendría un trato digno de soldado a soldado. No por nada era General de la Nación.
Pero nada tan lejos de esto. El Mayor Irrazabal llega y pregunta ¿Quién es el bandido del Chacho?, a lo que el Chacho le responde Yo soy el Gral. Peñaloza, pero no soy un bandido. Sin mediar palabra Irrazabal le quita la tacuara a un soldado, lo lancea en el vientre, lo apuñala, lo acribilla a balazos y lo decapita.
Ese mismo día el asesino informa al Coronel José Arredondo: “Pongo en conocimiento de VE el buen éxito de nuestra jornada, que ha dado el triunfo sobre el vandalaje”.
Expone su cabeza en una pica en la Plaza de Olta, le corta una oreja y se la envían a Natal Luna en La Rioja, quien la tendrá durante mucho tiempo sobre su escritorio. Sarmiento premia a Irrazabal y a Vera con un ascenso.
Al conocer la noticia Sarmiento le escribe a Mitre: “No sé qué pensarán de le ejecución del Chacho. Yo inspirado en los hombres pacíficos y honrados he aplaudido la medida precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza al inveterado pícaro, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”.
Dicen que Mitre desaprobó las palabras de Sarmiento y la muerte del Chacho por no ajustarse a derecho. Peñaloza era un General de la Nación designado por el Congreso, y debió juzgarse en un Consejo de Guerra.
José Hernández le anticipó a Urquiza… “no se haga ilusiones General Urquiza. El puñal que acaba de cortar el cuello del General Peñaloza, bajo la infame traición de los unitarios en momentos de proponerles paz, es el mismo que se prepara para él en medio de las caricias y de los halagos que le prodigan traidoramente sus asesinos”.
Dice Sarmiento en 1865, debatiéndose entre los diferentes “tipos” de muerte:
"Es preciso emplear el terror para triunfar. Debe darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos. Todos los medios de obrar son buenos y deben emplearse sin vacilación alguna, imitando a los jacobinos de la época de Robespierre" "A los que no reconozcan a Paz debiera mandarlos ahorcar y no fusilar o degollar. Este es el medio de imponer en los ánimos mayor idea de la autoridad".

La “guerra de policía”
En enero de 1867, Sarmiento reunido en el Congreso dice:

“Todos los individuos que tomaran las armas o hayan tomado parte en la ejecución de atentados cometidos por los revolucionarios de Mendoza…y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto a la jurisdicción nacional contribuyan con actos deliberados a estimular, fomentar o mantener aquel estado de anarquía, serán considerados como rebeldes y traidores a la patria, y sometidos por la fuerza a la justicia nacional para ser juzgados como tales con toda severidad de las leyes”.

Mitre decide un cambio de estrategia frente a los caudillos del interior. Él no va a confrontar ideas y no está dispuesto a aceptar críticas a su gestión por que se mate al que piensa distinto. Entonces inventa y declara una “guerra de policía” cambiando la “carátula” del adversario pasándolo de enemigo político a bandido fuera de la ley.

Con esto su ejército (integrado por militares uruguayos de conocida ferocidad), tiene “carta blanca” para matar a mansalva. Ya no serían crímenes políticos, ahora serían muertes justicieras a los fuera de la ley.
Mitre no se conforma con la ley propuesta por Sarmiento, y lejos de cumplirla, nombra a Sarmiento Director Guerra y le dice:

“Quiero hacer una guerra de policía. La Rioja es una cueva de ladrones que amenaza a todos los vecinos y donde no hay gobierno que haga la policía. Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones, lo que hay que hacer es muy sencillo”.

Tal vez para no comprometerse, no se lo dice directamente, se lo insinúa, pero Sarmiento, que además de buen entendedor siente un odio visceral hacia el gauchaje, no necesita mucho para embalarse, comienza una masacre salvaje en las provincias sublevadas.

Uniformar la política
Mitre llamó a su política “Expedición pacificadora del ejército de Buenos Aires”, y declarará alborozado en la Legislatura “La mayoría de las provincias hermanas han uniformado su política con la de Buenos Aires”.

Hubo un “pequeño detalle”. Esta “uniformización de las políticas” por parte de las provincias (“los trece ranchos” a decir de Don Bartolo), cuando el gobierno de Mitre terminó, en octubre de 1868, dejaba como saldo la muerte de 4.728 argentinos durante las rebeliones contra el centralismo mitrista, según denunció el senador liberal Nicasio Oroño, ex Gobernador de Santa Fe.

Algunos otros dichos de Don Domingo Faustino
Sarmiento, considerado por muchos como el “maestro de los maestros”, y “padre de nuestra civilización”, guardaba en su pecho resentimientos, odios y fobias impropias de un verdadero docente. Mandar a matar para él era rutina y así se manifestaba

Sobre los indios: “Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso.

Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”. (“El Progreso”, 27 de septiembre de 1844)

“Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes por quienes sentimos, sin poderlo remediar, una invencible repugnancia…” Nueva Crónica dela Conquista del Tucumán, Madrid, 1926).

Sobre los gauchos -“Tengo odio a la barbarie popular… Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo…”. (Carta a Bartolomé Mitre, del 24 de septiembre de 1861) –

“En las provincias viven animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”. (Informe enviado a Mitre en el año 1863).

“No trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla, incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos”.(Carta a Bartolomé Mitre, 20 de septiembre de 1861).

Sobre los argentinos -“(son) una dañosa amalgama de razas incapaces e inadecuada para la civilización”. -“Los argentinos somos pobres hombres llenos de pretensiones y de inepcia, miserables pueblos, ignorantes, inmorales y apenas en la infancia. Somos una raza bastarda que no ocupa, sino que embaraza la tierra”.

“Nuestro pueblo no está preparado sino para degollar, robar, haraganear, devastar y destruir”.

Sobre los pobres, huérfanos y enfermos: – “Si los pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas de huérfanos se han de morir, que se mueran: porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma. El mendigo es un insecto, como la hormiga. Recoge los desperdicios. De manera que es útil sin necesidad de que se le dé dinero. ¿Qué importa que el Estado deje morir al que no puede vivir por sus defectos

“Los huérfanos son los últimos seres de la sociedad, hijos de padres viciosos, no se les debe dar más que de comer”. (Del discurso en el Senado dela Provincia de Buenos Aires, 13 de septiembre de 1859).

Uso de la ViolenciaMantuvo una crueldad extrema por su desprecio a las víctimas. Amparado en el estado de sitio manda a matar por abigeato a un pobre paisano “a la pena ordinaria de muerte que se ejecutará a tiro de fusil en la plaza principal de la ciudad, debiendo ser descuartizado su cadáver y puesta su cabeza y cuartos en los diversos caminos públicos” (J. Victorica) y se jacta ante Mitre

“Es de admirar la pasión con que la chusma ha entrado en el movimiento, fusilaré media docena de pícaros”

Es tan alevosa la muerte por ejemplo del Chacho Peñaloza, que en Buenos Aires se levanta una protesta pero “el loco” (así le llamaban) Sarmiento, descontrolado, le escribe a Mitre:“he aplaudido la medida precisamente por su forma” ya que “es legal matar a lanza y cuchillo” y “sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, no se habrían aquietado las chusmas en seis meses” (Sarmiento. Carta a Mitre, 18.11.1862.)

“Córteles la cabeza y déjelas de muestra en el camino” (Carta a Arredondo, 12/4/1873). “Si el coronel Sandes mata gente (en las provincias) cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición (esos provincianos que defienden sus autonomías) que no sé que se obtenga nada con tratarlos mejor” (Informe de Sarmiento a Mitre, 1863).

Dijo en oportunidad del fusilamiento en masa de un batallón correntino: "brillante conducta".

A los sublevados entrerrianos en 1868. "Proceda a diezmarlos, pasando por las armas a los que le toque en suerte". "Los sublevados serán todos ahorcados, oficiales y soldados, en cualquier número que sean".

En carta a Arredondo en 1873, Sarmiento le dice: "Córteles la cabeza y déjelas de muestra en el camino".

Tan trágicas han sido nuestros orígenes y nuestras guerras civiles y por la independencia que uno de los mayores distritos poblados (le llaman la quinta provincia), se llama precisamente La Matanza. Es tan rica nuestra historia de muertes que ni siquiera se sabe a ciencia cierta por que se llama así.

Sea cual fuere la hipótesis de su nombre, no nos enaltece mucho que digamos.

Bibliografía
FERREYRA, N.E. 2011. Próceres de papel y héroes olvidados en la independencia argentina. E-book
GALVEZ, M. 1954. Y así cayó don Juan Manuel. Colección Austral.
GRISTELI, OLIVERA de. M.V. Día de san-Miento, gran Maestre argentino. https://histeducarg.wordpress.com/efemerides/
MERCADO LUNA, R. 2006. Los coroneles de Mitre. Alción Editora. Córdoba.   
ROSA, J.M. 1972. Historia Argentina. Tomo IV. Unitarios y Federales, Editorial Oriente S.A. Buenos Aires
www.lagazeta.com.ar/mitre.htm. MITRE: Hombre funesto para tres repúblicas.
www.lagazeta.com.ar/patriotas_y_cipayos.htm. Patriotas y otras yerbas 
www.revisionistas.com.ar. Batalla de Cañada de Gómez
www.diarioregistrado.com. Cuál es el origen del nombre La Matanza. Diario Registrado. Edición del 5 de junio de 2014.

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