viernes, 13 de octubre de 2017

José Félix Aldao. Luces y sombras entre sotanas y espadas


Este Fraile mendocino, que por recomendación del General Las Heras cambió los hábitos por la espada, fue admirado, temido e insultado durante su revolucionaria y convulsionada vida.

San Martín lo tuvo entre los suyos durante muchos años y Sarmiento se encargó de denostarlo tanto como su hábil pluma pudo, lo mismo que hiciera con el Chacho Peñaloza.

Fue cura, soldado, amante, padre, paisano, gobernante y empresario, nada despreciable como ritmo de vida de aquellas épocas.

Acertó sablazos y se equivocó tirando balas a diestra y siniestra, pero nadie le podrá enrostrar el valor y la convicción con que llevo a cabo estas acciones.

No lo mataron las balas de mil batallas en ese atribulado escenario que sería luego nuestro país.


A los 60 años se lo llevó un cáncer facial, no sin antes solicitar que fuese enterrado con sus hábitos de Dominico debajo de su chaquetilla militar.

¿Quién fue Félix?

José Félix Esquivel Aldao Anzorena (en realidad se llamaba solo Félix), es una de las personalidades más desfiguradas del período de la Federación, pues fue sometida a los espejos deformadores de la novela y del panfleto, en la pluma de Vicente Fidel López y de Sarmiento, fuentes en que abrevaron otros autores, sin ejercer la necesaria crítica, sin embargo la historiografía actual intenta su reivindicación. Fue un hombre con la violencia de esos tiempos y el valor para defender sus convicciones.

Hasta hace muy pocos años en Mendoza se discutía si su retrato debía estar colgado en la Legislatura junto con todos los otros Gobernadores provinciales.

Nació en Mendoza el 11 de octubre de 1785, hijo de un Capitán de ejército procedente de la que hoy es la provincia de Santa Fe, Francisco Esquivel Aldao, y la mendocina María del Carmen Anzorena Nieto. Fue bautizado por el dominico Fray Jacinto Gómez con el nombre de Félix, pero posteriormente el jefe federal firmaría, por razones no comprendidas, José Félix. 

Se educó en el colegio de los Dominicos, y muy pronto ingresó en esa orden (a la que pertenecieron Santo Tomas de Aquino y Fray Bartolomé de las Casas… nada menos), ordenándose sacerdote a los 21 años y doctorándose a los 23 en Santiago de Chile.

Dice Pacho O´Donnell: Ingresado José Félix Aldao a la orden de los Dominicos su vocación religiosa nunca logró dominar sus apetencias sexuales, su afición por la bebida ni su carácter violento, lo que lo llevó por caminos poco ortodoxos para un sacerdote, como que solo dos años después de tomados los hábitos tuvo una hija con Concepción Pose del Castillo, de nombre Regina,  la primera de una decena de vástagos de distintas madres que tendría a lo largo de su vida.

De regreso a Mendoza, se incorporó al Ejército de los Andes junto con sus hermanos, para hacer la campaña a Chile como Capellán de un regimiento.

Huérfano desde su adolescencia y siendo el mayor de sus hermanos Francisco y José, se transformó para ellos en un padre sustituto y también un líder al que siguieron con lealtad en sus acciones políticas y bélicas conformando algo parecido a un clan temido por sus opositores ya que eran propensos a la crueldad, haciendo del temor un instrumento político.

Cruzando la cordillera, en el combate de Guardia Vieja tomó sorpresivamente las armas y luchó junto a los soldados. De lo bien que lo hizo dio cuenta el General Las Heras quien asentó en un parte que “poco después de batirse con fusil cargó a sable sobre la fuga de los enemigos y logró hacer prisionero a un oficial de ellos”.    

Por consejo del General Las Heras a San Martín, se incorporó al Ejército como teniente del Regimiento de Granaderos a Caballo. Su contextura fuerte, grande y enérgica era más apropiada para el uniforme que para la sotana. Hizo toda la campaña de Chile, combatiendo en ChacabucoCancha Rayada y Maipú.

Hizo luego la campaña al sur de Chile después de Maipú y asistiendo al ataque de Chillán. Figura honrosamente en el parte del combate librado en Bío-Bío el 18 de enero de 1819 cerca de Los Ángeles, en que tropas de los Regimientos de Granaderos y Cazadores a Caballo, bajo las órdenes del Coronel Rudecindo Alvarado, batieron a los españoles completamente.

Formó parte de las legiones libertadoras que, bajo las órdenes de San Martín, partieron de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 rumbo a las costas del Perú, donde desembarcaban en la playa de Pisco el 8 de setiembre siguiente.

Aldao ya ostentaba las presillas de capitán. Hizo la primera campaña a la Sierra, a las órdenes de Arenales. Sublevó las poblaciones indígenas para quitar recursos a los realistas, apoyar al ejército patriota y hacer operaciones menores, con decenas de pequeñas batallas.

Los realistas recurrieron al terror para enfrentarlo, y Aldao también respondió con una gran crueldad. Logró en esa guerra su ascenso a Teniente Coronel. Su actuación fue premiada y sus proezas en el Perú son páginas de historia y no de novela.

A pesar de la naturaleza de los elementos con que contaba Aldao pudo mantenerse en las posiciones conquistadas hasta la llegada del coronel Agustín Gamarra, a quien San Martín había conferido el título de comandante general de las fuerzas de la Sierra, a cuyas órdenes se puso el ex-capellán del Ejército de los Andes.

Aldao le entregó a Gamarra dos cuerpos regimentados: “Granaderos a Caballo del Perú” y “Leales del Perú”, que fueron los primeros cuerpos de aquella nacionalidad organizados “para sustentar con las armas en la mano la independencia de la nueva nación”

En la segunda campaña a la Sierra que dirigió el general Arenales, los restos de la división de Aldao desempeñaron el penoso servicio de vanguardia y al término de esta campaña, ya con las presillas de Teniente Coronel, bajó a Lima. En 1823 resolvió separarse del ejército, habiendo obtenido despachos de Coronel Graduado.

Vivamente apasionado de una joven limeña, Manuela Zárate, y con la cual no podía contraer enlace por sus condiciones de fraile apóstata la sedujo para que la acompañase a tierra extranjera.

Aldao fijó su residencia en San Felipe de Aconcagua (Chile), donde se consagró al comercio, llevando una vida regular que en nada se diferenciaba de las de los demás vecinos, pero el cura Espinosa, párroco de la localidad empezó a inquietarlo, amenazando hacerlo conducir a Santiago con una barra de grillos y entregarlo a la justicia del prelado de la orden a que había pertenecido.

Esto decidió a Aldao a dirigirse con su compañera a su provincia natal, a la que llegó en 1824, se instaló, en una hacienda de Guaymallen, donde se consagró a la producción e industria vitivinícola, actividad que le dio muchas satisfacciones comerciales, aunque gradualmente se haría adicto a la bebida.

Manuela Zárate, la hermosa limeña que lo acompañó desde el Perú, fue reemplazada con el correr de los años por la riojana Dolores Torres, con quien si bien no pudo legitimar su unión por las razones religiosas expuestas, los hijos que tuvo de la misma llevaron su apellido. Estos últimos fueron: José Félix, Dolores y Adolfo.

Inicio de su vida política. Revoluciones y mutaciones

Afiliado al principio al partido liberal, con Lavalle y Barcala había contribuido, el 28 de junio de 1824, al derrocamiento del federal Albino Gutiérrez (9º Gobernador de la Provincia de Mendoza).

En una noche de julio de 1825, un motín encabezado por clérigos fanáticos rivadavianos dio por tierra con el gobierno unitario que ejercía en San Juan el Dr. Salvador María del Carril, asumiendo su lugar un español llamado Plácido Fernández Maradona. Del Carril emigró a Mendoza acompañado por las familias más encumbradas de su provincia, recabando del gobierno mendocino del federal Juan Rege Corvalán, auxilio para someter a los amotinados. 

Eran horas de confusiones y de definiciones ideológicas. En un principio Aldao vaciló en comprometerse con uno de los dos bandos en pugna, pero lo convenció su hermano Francisco, y le ofrecieron un pequeño ejército (del que formó parte Lorenzo Barcala, uno de los pocos oficiales negros del ejército), que fácilmente venció a los rebeldes, regresando al poder, paradójicamente, a uno de los más notables jefes civiles unitarios.

Los mendocinos ingresaron en la capital sanjuanina bajo una lluvia de flores y el vitoreo entusiasta del pueblo.

Aquel hecho de armas, insignificante en sí, dio a los hermanos Aldao prestigio muy grande y les permitió arrancar a los vencidos mucho dinero, mediante el sistema de las contribuciones forzosas para el re armado de los ejércitos federales. 

Desde aquel instante la influencia política de Aldao empezó a robustecerse día a día. En 1827 el Gobernador Corvalán le encomendó por, la formación de un escuadrón de Granaderos a Caballo, con el pretexto de guardar la frontera de Mendoza. 

Se unió al ejército provincial como comandante de la frontera sur, con sedes alternativas en San Carlos y San Rafael, ganando gran prestigio entre los soldados, los paisanos pobres y los hacendados. Aldao instruyó y disciplinó dicha fuerza en el Fuerte de San Carlos.

En setiembre de 1828, a los 43 años, reflexionó sobre su vida apartada de la iglesia y trató, por medio de Rosas y de Sarratea, que la Santa Sede lo dispensara de sus vínculos eclesiásticos para casarse y retirarse como militar y dedicarse a la agricultura, la industria y el comercio (para lo cual había demostrado gran habilidad), pero el recurso no prosperó y una circunstancia especial lo arrancó de aquel apacible retiro, definiendo de allí en adelante su vida de armas.

El 20 de octubre de 1828 derrotó en “Los Aucas” (Paso del río Diamante), algunas leguas más adentro del destruido fortín San Juan, avanzado a los de San Rafael y San Carlos, en un reñido combate, a los Pehuenches mandados por el cacique Goyco, muerto en la pelea, por lo que recibió Aldao una medalla de oro. 

Pero los sucesos de 1828 se precipitan y Aldao se entiende con Juan Facundo Quiroga. Producida la revuelta de Lavalle contra Dorrego, en diciembre de ese mismo año, la guerra civil que se encendió arrastró al Coronel Aldao, quien se embarcó abiertamente en el bando federal.

En 1829 estalló la guerra civil, comenzando por Buenos Aires y Córdoba, donde el General unitario José María Paz derrocó a Juan Bautista Bustos, federal, en la Batalla de San Roque.

El caudillo riojano Juan Facundo Quiroga pidió ayuda para reponer a Bustos, invadiendo Córdoba, y el Gobernador mendocino le envió un ejército al mando del “fraile” Aldao que se incorpora con el regimiento llamado “Auxiliares de los Andes” fuerte de cuatro escuadrones, formado en Mendoza y sometido a la más rígida disciplina. 

En la batalla de La Tablada, librada el 22 y 23 de junio de 1829, los llaneros de La Rioja y los “Auxiliares de los Andes”, combatieron contra el General Paz siendo derrotados por este. Aldao recibió una herida de bala en el pecho que le obligó a retirarse con algunos cientos de hombres tomando el camino hacia San Luis, a donde fue a curarse y a preparar los elementos para una segunda invasión.

Mientras estaba en San Luis le llegó la noticia de que los unitarios (dirigidos por Juan Agustín Moyano), habían derrocado al gobernador Corvalán, impuesto al como Gobernador al General Rudecindo Alvarado y arrestado a sus hermanos.

Regresó rápidamente a Mendoza. A mediados de agosto llegó a Corocorto (hoy la Paz), y tuvo una entrevista en la posta de Las Catitas con el General Alvarado a quien conocía del Ejército de Los Andes. Intentó firmar un tratado de paz con el nuevo Gobernador, mientras trataba de ganar tiempo y mejorar sus fuerzas.

La Batalla del Pilar

Moyano se negó a aceptar el tratado y enfrentó a Aldao en la Batalla de Pilar (en las proximidades de aquella ciudad de Mendoza), entre el 21 y el 22 de septiembre de 1829.

Aldao sabía que las municiones de sus adversarios debían agotarse después de un ataque tan frontal, en el que sus propios soldados se parapetaban detrás de murallas y tapias. Finalmente una comisión de sacerdotes se aproximó al lugar del combate, logrando una suspensión de hostilidades. 

Estando en vigor el armisticio, el hermano de José Félix, Coronel Francisco Aldao, se trasladó al campo enemigo para parlamentar, pero inexplicablemente recibió un pistoletazo en pleno rostro que le cortó la palabra y el aliento, desplomándose sin vida.

La misión pacificadora había fracasado de la peor manera. El combate se generalizó desatando un pandemonio de disparos dejando en el campo muchos muertos. 

Las huestes de los Aldao, finalmente se impusieron por superioridad numérica. Pocas horas después, la ciudad de Mendoza caía en manos de los vencedores, completándose una etapa más de la prolongada guerra civil argentina. La muerte traicionera de su hermano se transformó en venganza y muchos vencidos fueron fusilados.

Juan Agustín Moyano huyó se refugió en casa de su primo Cornelio Moyano (de orientación federal), pero éste tuvo miedo de protegerlo y lo entregó a Aldao. Fue sometido a consejo de guerra y condenado a muerte. Murió fusilado en Mendoza el 13 de octubre de 1829.

En esta batalla también murió Francisco Narciso Laprida, quien había sido Presidente del Congreso de Tucumán, cuando se juró la Independencia Argentina.

Actualmente existen dos versiones sobre la muerte de Laprida. Una de ellas dice que, luego de la Batalla del Pilar, partió junto a otros unitarios para salvar su vida, perseguidos por una partida del General José Félix Aldao.

El tropel de los vencidos fue interceptado muy cerca del lugar en dirección al sur. Fueron apresados, pero al saber que era Laprida, uno de los que comandaba la montonera, lo ejecutó enterrándolo vivo y pasando un tropel de caballos sobre su cabeza, esto era una práctica común en ese entonces. Laprida tenía 43 años. 

En los últimos tiempos, algunos historiadores mendocinos han dado una segunda versión de la muerte de Laprida, donde explican que “Laprida fue muerto y llevado al cabildo (mendocino).  “al fallecer, su cuerpo fue enviado al Cabildo en donde el entonces juez del Crimen doctor Gregorio Ortiz, lo identificó y lo puso en un oscuro calabozo”.

Otras versiones indican que Laprida fue muerto “emparedado”, es decir atrapado entre dos paredes y muerto por asfixia.

A partir de la Batalla del Pilar la provincia de Mendoza quedó en manos de Facundo Quiroga y de José Félix Aldao. Después de la Batalla del Pilar el general Corvalán volvió a asumir el gobierno provincial.

Después de la victoria Aldao, tomó en sus manos todo el poder militar y político de su provincia y se dio a sí mismo el grado de General. Usó ese poder en una forma muy violenta, incluyendo contribuciones forzosas, azotes y penas de muerte a los unitarios.
  
Nuevamente a Córdoba en campaña contra Paz
El caudillo riojano vencido en La Tablada se apresuró a reunir un nuevo ejército para ir sobre el General Paz, y a tal efecto penetra en la provincia de Córdoba en los primeros días de enero de 1830, haciéndolo por el sur, mientras que por el norte lo hacía el General Villafañe al frente de 1.000 hombres. Aldao forma parte de las fuerzas de Quiroga en calidad de segundo jefe del ejército. 

Quiroga realiza negociaciones con Paz con el fin de ganar tiempo para la expedición de Villafañe, encargado de hacer levantar las montoneras cordobesas, pero Paz ataca al caudillo riojano en los campos de Oncativo o Laguna Larga, y desde el primer momento se impuso su táctica y su habilidad en la maniobra.

Quiroga se vio obligado a huir, pero el coronel Aldao cayó prisionero como a 20 kilómetros del campo de batalla en el curso de una persecución que personalmente dirigió el vencedor. 

Aldao fue llevado prisionero a la ciudad de Córdoba. Varios jefes unitarios pidieron su muerte a Paz, pero éste lo mantuvo en prisión, mientras invadía las provincias que conservaban gobiernos federales, incluida Mendoza.

Mendoza seguiría en la órbita del Partido Federal hasta después de la Batalla de Oncativo, de febrero del año siguiente, cuando el General unitario mendocino José Videla Castillo invadió la provincia, mientras que Corvalán, faltándole el apoyo de Aldao (por estar prisionero del General Paz), renunció al gobierno.

El sur mendocino estaba dominado por los hermanos Pincheira y sus tribus Pehuenches aliadas.

Corvalán y su comitiva, integrada, entre otros, por su consejeros, Juan Agustín Maza (Congresal a Tucumán por Mendoza en 1816), Pedro Molina, Felipe Videla, Juan lsidro Maza, José Aldao (hermano de Félix), oficiales y 30 soldados, partieron rumbo al sur del territorio mendocino en busca de una alianza con los Pehuenches para conseguir el apoyo contra las fuerzas unitarias del General Paz. 

Allí, el Gobernador Corvalán y su comitiva, traicionado por los nativos inducidos por los hermanos Pincheira, fue muerto, por quienes debían darle refugio, en la conocida Tragedia del Chacay (paraje próximo a la actual ciudad de Malargüe).

En mayo de 1831 caía prisionero el General Paz en manos de una división federal al mando de Francisco Reynafé. Su ejército unitario pasó a las órdenes del General Lamadrid, el cual pocos días después iniciaba su marcha hacia el Norte, llevándose consigo al general Aldao. 

Los primeros días de noviembre Quiroga vence a Lamadrid en la Ciudadela (Tucumán), pero los derrotados se llevaron consigo a Salta a Aldao. Un mes después el vencedor acordaba que el Gobernador salteño, General Alvarado, pusiera en libertad a Aldao, aunque con ciertas cláusulas. 

Aldao debió trasladarse momentáneamente a Bolivia en virtud de la condición que impusieron los unitarios para liberarlo. De regreso Aldao a su provincia natal, fue reconocido como General y abonados sus sueldos, computándolos desde que cayó prisionero en Oncativo, el 6 de mayo de 1832.

La campaña al desierto
A fines de 1832 regresó a Mendoza, donde se le dio el cargo de Comandante General de la Provincia. Hizo una campaña contra los nativos del sur (pehuenches y ranqueles), y en 1833 hizo otra, combinada con la que había organizado en Buenos Aires Juan Manuel de Rosas.
Aldao al frente de dos batallones de infantería con tres piezas de artillería y dos regimientos de caballería de las provincias de Mendoza y San Juan, emprendió su marcha siguiendo por el río Diamante hasta el río Atuel, para dirigirse al Sur que lo conducía al río Barrancos y de aquí al Neuquén. 

Entre los jefes que acompañaron a Aldao, se contaron los futuros gobernadores de San Juan, Martín Yanzón y Nazario Benavídez. Habiendo llegado hasta las márgenes del Colorado, tomó prisionero al cacique Borbón, al que había derrotado con sus 800 indios, y recuperó gran cantidad de artículos casi todos robados en los malones.
Su parte de la campaña comenzó con éxito, llegando al Río Colorado y fijando el límite sur de su provincia en ese río, pero su retirada fue desastrosa, acechado por la sed y el hambre.
En 1835, desde San Juan el Coronel Barcala (uno de los pocos oficiales negros del ejército), de posición unitaria, meditaba un plan de conspiración contra Pedro Molina, en su tercera gobernación.

Aldao, fiel a su estilo, solicitó del gobierno de San Juan la entrega de Barcala, quien, sometido a un consejo de guerra, fue pasado por las armas en la plaza pública de Mendoza, el 1º de agosto de aquel año. Otro de los cortocircuitos de la historia.

Este acto, entre otros similares, permitió que se convirtiera en jefe de los federales del oeste del país, e impuso su autoridad sobre los gobiernos de las provincias vecinas, San Juan y San Luis. Después de la muerte de Quiroga, Aldao adoptó una postura de obsecuencia para con Rosas.

Nuevamente la guerra civil
En 1840, al formalizarse la liga unitaria del norte contra Rosas, Aldao fue nombrado jefe del federal Ejército Combinado de Cuyo, que incluía a las fuerzas sanjuaninas que comandaba Nazario Benavidez.

“El zarco” Brizuela, Gobernador de La Rioja, se declaró contra Rosas, fue entonces que Aldao, en combinación con Benavidez, marchó sobre él. Pero cada movimiento de tropas implicaba dejar a manos de los enemigos estos territorios. Ausente de Mendoza estalló en esta ciudad un movimiento revolucionario que derrocó al Gobernador Justo Correas,  a quien sucedió el General Pedro Molina, en su cuarta gobernación. 

Hallándose Aldao en el norte de San Luis, tuvo conocimiento de lo ocurrido en su provincia y se puso en marcha por caminos desusados. Llegó a Mendoza se declaró a través de un bando declarándose delegado del gobernador propietario Correas.

Luego de tres Gobernadores en muy poco tiempo (Juan Isidro Maza, José María Reina y el golpe de Araoz de Lamadrid), en mayo de 1841 Aldao fue nombrado gobernador de Mendoza, pero sin ocupar el puesto hasta el año siguiente por haber salido a campaña. 

En efecto, se había dirigido al frente de 2.700 hombres, para batir a Lavalle que se encontraba en La Rioja. En Machigasta, batió completamente una columna al mando del coronel Acha, y en junio del mismo año, batía completamente a las fuerzas riojanas del General Brizuela quien murió en la acción.

Después de este combate, Aldao se apostó con Benavidez en La Rioja, para estorbar el paso de las tropas de Lamadrid que descendían del Norte. En las inmediaciones de San Juan, campos de Angaco o El Albardón, el 16 de agosto Acha derrota a Aldao en una de las mas sangrientas batallas de esa guerra civil, quien se dirige luego hacia Olta (La Rioja). 

Acha se retiró hacia la ciudad de San Juan, pero fue sorprendido en aquel punto y obligado a rendirse después de tres días de lucha. En la batalla del Rodeo del Medio, ganada el 24 de setiembre de 1841, por Pacheco, Aldao no tuvo ninguna intervención, pero aquella acción de guerra le devolvió el gobierno de Mendoza.

Aldao emprendió su viaje a Buenos Aires, a donde llegó en noviembre de 1841, siendo recibido con honores por Juan Manuel de Rosas. Permaneció en esta ciudad hasta principios de 1842, regresando luego a Mendoza a tomar el gobierno por el que había sido nombrado tiempo atrás. 

En el gobierno de Mendoza
Todo parece suponer que su salud declinaba como consecuencia de su alcoholismo y mas tarde el cáncer que lo llevó a la muerte.

Dio mucho que hablar un decreto suyo, de mayo de 1842, por el cual declaró locos a los unitarios, confiscó parte de sus bienes y les nombró como tutor y curador al jefe de Policía.

En contraste, su gestión de gobierno impulsó el desarrollo de la provincia; en particular en el sur, donde favoreció obras de riego y el establecimiento de poblaciones en el desierto.

El final
Cierto día el Fraile despertó con una protuberancia en la frente que se reveló como un tumor maligno al cual inicialmente se le aplicaron remedios caseros que resultaron ineficaces que fue expandiéndose, por lo que sufrió una atroz agonía durante su último año y medio de vida.

En los tiempos dramáticos que sucedieron la limeña y la riojana, sus últimos amores, lo acompañaron y lo instaron a reconciliarse con Dios. Se dice que el caudillo mendocino lo hizo, arrepintiéndose de sus pecados y alejando de sí a las dos mujeres, llamando a frailes de su congregación para atenderlo.

Fue objeto de dos cirugías durante 1844. La primera de ellas, realizada el 15 de julio por el médico español Doctor Garvizo, y la segunda, efectuada en setiembre por el Doctor Miguel Rivera, cuñado de Rosas, que operó el tumor maligno de que padecía. Los precarios tratamientos de la época no pudieron frenarlo.

Hubo tercera intervención el 2 de octubre, con exiguos resultados. El mismo Aldao lo comunicaba a Rosas:

“Dos comisionados del pueblo que habían asistido a dicha junta se dirigieron después a mi para que arregle mi conciencia, que es decir que no hay que dudar de mi fallecimiento”.

Haciendo un supremo esfuerzo dicto esta carta para:

“despedirme del amigo más tierno, más querido en mi corazón, protestando que si los méritos de Jesucristo me llevan a la mansión celestial, desde allí no cesaré un momento de rogar a Dios Nuestro Señor por la conservación del Padre de la Patria Argentina y del más consecuente amigo. Adiós mi querido amigo, hasta la eternidad, si la Providencia por su infinita misericordia no dispone otra cosa”.

En el mismo tono iba la respuesta de Rosas del 15 de noviembre, recomendándole “la confianza en la divina Providencia. Dios es justo y su bondad infinita”.

Aldao murió el 19 de enero de 1845, a los 60 años. Fue asistido espiritualmente por el prior de los Dominicos, Fray Dionisio Rodríguez, reconciliado con su Orden. Por expreso pedido suyo fue enterrado con el hábito de los Dominicos y su chaquetilla militar.

A Antonio Caponnetto se le atribuyen estas líneas en “Campanas de Tierra y Cielo” 

Me dicen que ya muero, confesor.
Que me disponga religiosamente.
Cuando soy sólo apenas esta carne,
con la que fui al pecado y a la guerra,
salida de los huesos, sobre un tiento.

Veo el cielo en carretas, lujanero.
Ya no sé si es mi cielo o lo he perdido.
He nacido en Mendoza y me hice Fraile
en un huerto brotado de violetas.

Capellán de la Iglesia para siempre
dominicanamente consagrado.
Vino un día a buscarme la batalla,
la justa, la del cuero por la tierra
en el Valle de Jauja o Chacabuco.
La del morrión de San Martín al Ande
o la de Juan Manuel entre ranqueles.
Sin una cicatriz en las agallas,
supe librarla a rifle y caronero.

Pero llegó la otra, la invisible.
Y me alisté en la tropa equivocada.
Se llamó apostasía mi derrota,
crueldades, naipes, faldas que se rinden,
un grito impío, el codicioso juego.

La soledad fue sombra cada noche.
Perdone, Confesor, a la Dolores,
a la Manuela, a la Romana Luna:
ellas nombran mis faltas, no sus yerros.

Perdóneme el combate de Las Leñas
en contra de la Fe de mis hermanos.
Dígale al Padre, padre, Usted que aún sabe
de mi presencia en granaderas marchas,
del ataque en Chillán o en Bio-Bio
capitaneando hombrías y pendones.

Diga que débil fui mas no unitario,
y que un balazo rojo en La Tablada
condecoró mi pecho por Facundo.

Déle a Rosas mi lanza mazorquera.
Me muero, Confesor, que me sepulten
con el hábito aquel que yo llevara,
cantor del Coro de Santo Domingo.

Refugium peccatorum, no me dejes.
Me muero, Confesor. Viva la Patria

Una paradoja mas 
Una paradoja es un hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica, y esto es lo realmente sucede con la Plazoleta Batalla del Pilar en la ciudad de Godoy Cruz (Mendoza).
En la misma, el monumento que se encuentra es el de Francisco Narciso Laprida, quien si bien tuvo  una destacada actuación en la Declaración de la Independencia, en esta batalla fue un soldado mas perteneciente a la facción que perdió la batalla. 

También es paradójico que desde 1976 es considerado monumento nacional. No hay referencias al enfrentamiento armado, ni mucho menos quienes fueron los triunfadores.


Se sabe que “la historia la escriben los vencedores”, sin embargo esta ha sido una excepción.

Esto no es lo único extraño. En los años ´70 el monumento (esculpido en 1956) “se perdió” y terminó en un zanjón, pasando después a la casa de un vecino. Años después fue recuperado y vuelto a la plazoleta, pero fue nuevamente atacado por vándalos y colocado mirando hacia una pared que la rodea.

Un vecino lo sacó del pedestal y lo guardó un tiempo, entregándolo luego a la Municipalidad, pero con los cambios de gestión nadie se acordó del busto de Laprida

El intendente de turno dijo durante la re inauguración de la plaza en 2016. "Poner en valor la figura de estos dos hombres que lucharon por el país y para Argentina se constituyera como república nos parece digno de difundir”.

Cuando se refiere a “dos hombres” no se refiere a Aldao, está hablando de Domingo Faustino Sarmiento, de quien se dice también participó en la batalla.
  
No poner, o tan siquiera mencionar la figura de José Félix Aldao, triunfador de dicha batalla, “parece” el trabajo de alguna mano negra con claros intereses en borrar una parte de la historia. Si el triunfador de una batalla fue “bueno”, el monumento será de él, pero si fue “malo” será de quien la perdió.

También se inauguró un mural de la Batalla del Pilar.




Bibliografía

FRIAS, A. 2013. Aldao es un hombre de su tiempo. Diario Los Andes. 30 de Abril.

HISTORIA Y BIOGRAFIAS. José Félix Aldao: El héroe sanguinario. http://historiaybiografias.com/caudillo3/

MANZONI, C. Una biografía inmoral: la vida de Aldao. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/una-biografia-inmoral-la-vida-de-aldao

O’DONNELL, P. 2008. José Félix Aldao. En: Caudillos federales. Edit. Norma. Buenos Aires. p. 205-220
REVISIONISTAS. José Félix Aldao. www.revisionistas.com.ar
SARMIENTO, D.F. 1947. El general Fray Félix Aldao. En: Vidas de Fray Félix Aldao y El Chacho. Buenos Aires. Edit. Argos.
WIKIPEDIA. José Félix Aldao. Edición de página 3 de junio de 2017. https://es.wikipedia.org/wiki



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