Este Fraile mendocino, que por recomendación del General Las Heras cambió los hábitos por la espada, fue admirado, temido e insultado durante su revolucionaria y convulsionada vida.
San
Martín lo tuvo entre los suyos durante muchos años y Sarmiento se encargó de
denostarlo tanto como su hábil pluma pudo, lo mismo que hiciera con el Chacho
Peñaloza.
Fue
cura, soldado, amante, padre, paisano, gobernante y empresario, nada
despreciable como ritmo de vida de aquellas épocas.
Acertó
sablazos y se equivocó tirando balas a diestra y siniestra, pero nadie le podrá
enrostrar el valor y la convicción con que llevo a cabo estas acciones.
No
lo mataron las balas de mil batallas en ese atribulado escenario que sería
luego nuestro país.
A
los 60 años se lo llevó un cáncer facial, no sin antes solicitar que fuese
enterrado con sus hábitos de Dominico debajo de su chaquetilla militar.
¿Quién fue Félix?
José Félix Esquivel Aldao Anzorena (en realidad se
llamaba solo Félix), es una de las personalidades más desfiguradas del
período de la Federación, pues fue sometida a los espejos deformadores de
la novela y del panfleto, en la pluma de Vicente Fidel López y de Sarmiento, fuentes en que abrevaron otros autores, sin ejercer la necesaria
crítica, sin embargo la historiografía actual intenta su reivindicación. Fue un
hombre con la violencia de esos tiempos y el valor para defender sus
convicciones.
Hasta hace
muy pocos años en Mendoza se discutía si su retrato debía estar colgado en la
Legislatura junto con todos los otros Gobernadores provinciales.
Nació
en Mendoza el 11 de octubre de 1785,
hijo de un Capitán de ejército procedente de la que hoy es la provincia de Santa Fe, Francisco Esquivel Aldao, y la mendocina María del Carmen Anzorena
Nieto. Fue bautizado por el dominico Fray Jacinto Gómez con
el nombre de Félix, pero posteriormente el jefe federal firmaría, por razones
no comprendidas, José Félix.
Se
educó en el colegio de los Dominicos, y muy pronto ingresó en esa orden (a la que pertenecieron Santo Tomas
de Aquino y Fray Bartolomé de las Casas… nada menos), ordenándose sacerdote a
los 21 años y doctorándose a los 23 en Santiago
de Chile.
Dice Pacho O´Donnell: Ingresado
José Félix Aldao a la orden de los Dominicos su vocación religiosa nunca logró
dominar sus apetencias sexuales, su afición por la bebida ni su carácter
violento, lo que lo llevó por caminos poco ortodoxos para un sacerdote, como
que solo dos años después de tomados los hábitos tuvo una hija con Concepción
Pose del Castillo, de nombre Regina, la primera de una decena de vástagos
de distintas madres que tendría a lo largo de su vida.
De regreso
a Mendoza, se incorporó al Ejército de los Andes junto con sus hermanos, para hacer la campaña a Chile como Capellán de un regimiento.
Huérfano desde su adolescencia y siendo el mayor de sus hermanos
Francisco y José, se transformó para ellos en un padre sustituto y también un
líder al que siguieron con lealtad en sus acciones políticas y bélicas
conformando algo parecido a un clan temido por sus opositores ya que eran
propensos a la crueldad, haciendo del temor un instrumento político.
Cruzando la cordillera, en el combate de
Guardia Vieja tomó sorpresivamente las
armas y luchó junto a los soldados. De lo bien que lo
hizo dio cuenta el General Las Heras quien asentó en un parte que “poco después de batirse con fusil cargó a
sable sobre la fuga de los enemigos y logró hacer prisionero a un oficial de
ellos”.
Por consejo del
General Las Heras a San Martín, se incorporó al Ejército como teniente del Regimiento de Granaderos a
Caballo. Su contextura fuerte, grande
y enérgica era más apropiada para el uniforme que para la sotana. Hizo toda la
campaña de Chile, combatiendo en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú.
Hizo luego la campaña al sur de Chile después de
Maipú y asistiendo al ataque de Chillán. Figura honrosamente en el parte
del combate librado en Bío-Bío el 18 de enero de 1819 cerca de Los Ángeles, en que tropas de los Regimientos de
Granaderos y Cazadores a Caballo, bajo las órdenes del Coronel Rudecindo
Alvarado, batieron a los españoles completamente.
Formó parte de las legiones libertadoras que, bajo
las órdenes de San Martín, partieron de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 rumbo a las costas del Perú, donde
desembarcaban en la playa de Pisco el 8 de setiembre siguiente.
Aldao ya ostentaba las presillas de
capitán. Hizo la primera campaña a la Sierra, a las órdenes de Arenales. Sublevó las poblaciones indígenas para quitar recursos a los realistas, apoyar al ejército patriota y hacer operaciones menores, con decenas
de pequeñas batallas.
Los realistas
recurrieron al terror para enfrentarlo, y Aldao también respondió con una gran
crueldad. Logró en esa guerra su ascenso a Teniente
Coronel. Su actuación fue premiada y sus proezas en el Perú son páginas de
historia y no de novela.
A pesar de la naturaleza de los elementos con que
contaba Aldao pudo mantenerse en las posiciones conquistadas hasta la llegada
del coronel Agustín Gamarra, a quien San Martín había conferido el título de
comandante general de las fuerzas de la Sierra, a cuyas órdenes se puso el
ex-capellán del Ejército de los Andes.
Aldao le entregó a Gamarra dos cuerpos
regimentados: “Granaderos a Caballo del Perú” y “Leales del Perú”, que fueron
los primeros cuerpos de aquella nacionalidad organizados “para sustentar con las armas en la mano la independencia de la nueva
nación”.
En la segunda campaña a la Sierra que dirigió el
general Arenales, los restos de la división de Aldao desempeñaron el penoso
servicio de vanguardia y al término de esta campaña, ya con las presillas de
Teniente Coronel, bajó a Lima. En 1823
resolvió separarse del ejército, habiendo obtenido despachos de Coronel Graduado.
Vivamente apasionado de una joven limeña, Manuela
Zárate, y con la cual no podía contraer enlace por sus condiciones de fraile
apóstata la sedujo para que la acompañase a tierra extranjera.
Aldao fijó su residencia en San Felipe de Aconcagua
(Chile), donde se consagró al comercio, llevando una vida regular que en nada
se diferenciaba de las de los demás vecinos, pero el cura Espinosa, párroco de
la localidad empezó a inquietarlo, amenazando hacerlo conducir a Santiago con
una barra de grillos y entregarlo a la justicia del prelado de la orden a que
había pertenecido.
Esto decidió a Aldao
a dirigirse con su compañera a su provincia natal, a la que llegó en 1824, se instaló, en una hacienda de
Guaymallen, donde se consagró a la producción e industria vitivinícola, actividad que le dio muchas satisfacciones
comerciales, aunque gradualmente se haría adicto a la bebida.
Manuela Zárate, la hermosa limeña que lo acompañó
desde el Perú, fue reemplazada con el correr de los años por la riojana Dolores
Torres, con quien si bien no pudo legitimar su unión por las razones religiosas
expuestas, los hijos que tuvo de la misma llevaron su apellido. Estos
últimos fueron: José Félix, Dolores y Adolfo.
Inicio de su vida política. Revoluciones y mutaciones
Afiliado al principio al partido liberal, con
Lavalle y Barcala había contribuido, el 28 de junio de 1824, al derrocamiento del federal Albino Gutiérrez (9º Gobernador
de la Provincia de Mendoza).
En una noche de julio de 1825, un motín encabezado por clérigos fanáticos rivadavianos dio
por tierra con el gobierno unitario que ejercía en San Juan el Dr. Salvador
María del Carril, asumiendo su lugar un español llamado Plácido Fernández
Maradona. Del Carril emigró a Mendoza acompañado por las familias más
encumbradas de su provincia, recabando del gobierno mendocino del federal Juan
Rege Corvalán, auxilio para someter a los amotinados.
Eran horas de
confusiones y de definiciones ideológicas. En un principio
Aldao vaciló en comprometerse con uno de los dos bandos en pugna, pero lo
convenció su hermano Francisco, y le
ofrecieron un pequeño ejército (del que formó parte Lorenzo Barcala, uno de los
pocos oficiales negros del ejército), que fácilmente venció a los rebeldes,
regresando al poder, paradójicamente, a uno de los más notables jefes
civiles unitarios.
Los mendocinos ingresaron en la capital sanjuanina
bajo una lluvia de flores y el vitoreo entusiasta del pueblo.
Aquel hecho de armas, insignificante en sí, dio a
los hermanos Aldao prestigio muy grande y les permitió arrancar a los vencidos
mucho dinero, mediante el sistema de las contribuciones forzosas para el re
armado de los ejércitos federales.
Desde aquel instante la influencia política de
Aldao empezó a robustecerse día a día. En 1827 el Gobernador Corvalán le encomendó por, la formación de un
escuadrón de Granaderos a Caballo, con el pretexto de guardar la frontera de
Mendoza.
Se unió al ejército
provincial como comandante de la frontera sur, con sedes alternativas en San Carlos y San Rafael, ganando gran prestigio entre los soldados, los paisanos pobres y los
hacendados. Aldao instruyó y disciplinó dicha
fuerza en el Fuerte de San Carlos.
En setiembre de 1828, a los 43 años, reflexionó sobre
su vida apartada de la iglesia y trató, por medio de Rosas y de Sarratea, que
la Santa Sede lo dispensara de sus vínculos eclesiásticos para casarse y
retirarse como militar y dedicarse a la agricultura, la industria y el comercio
(para lo cual había demostrado gran habilidad), pero el recurso no prosperó y una circunstancia especial lo arrancó de aquel apacible retiro, definiendo de allí en adelante su vida de armas.
El 20 de octubre de 1828 derrotó en “Los Aucas”
(Paso del río Diamante), algunas leguas más adentro del destruido fortín San
Juan, avanzado a los de San Rafael y San Carlos, en un reñido combate, a los
Pehuenches mandados por el cacique Goyco, muerto en la pelea, por lo que
recibió Aldao una medalla de oro.
Pero los sucesos de 1828 se precipitan y Aldao se
entiende con Juan Facundo Quiroga. Producida
la revuelta de Lavalle contra Dorrego, en diciembre de ese mismo año,
la guerra civil que se encendió arrastró al Coronel Aldao, quien se embarcó
abiertamente en el bando federal.
En 1829 estalló la guerra civil, comenzando por Buenos Aires y Córdoba, donde el General unitario José María Paz derrocó a Juan Bautista Bustos, federal, en la Batalla de San Roque.
El caudillo
riojano Juan Facundo Quiroga pidió ayuda para reponer a Bustos, invadiendo Córdoba, y el
Gobernador mendocino le envió un ejército al mando del “fraile” Aldao que se incorpora con el regimiento llamado “Auxiliares de los Andes” fuerte
de cuatro escuadrones, formado en Mendoza y sometido a la más rígida
disciplina.
En la batalla de La Tablada, librada el 22 y 23 de
junio de 1829, los llaneros de La Rioja y los “Auxiliares de los Andes”,
combatieron contra el General Paz siendo derrotados por este. Aldao recibió una
herida de bala en el pecho que le obligó a retirarse con algunos cientos de
hombres tomando el camino hacia San Luis, a donde fue a curarse y a preparar
los elementos para una segunda invasión.
Mientras estaba en San Luis le llegó la noticia de que los unitarios (dirigidos por Juan Agustín Moyano), habían derrocado al gobernador Corvalán, impuesto al como Gobernador
al General Rudecindo Alvarado y arrestado a sus hermanos.
Regresó rápidamente a
Mendoza. A mediados de agosto llegó a Corocorto (hoy la
Paz), y tuvo una entrevista en la posta de Las Catitas con el General Alvarado a quien conocía del Ejército de Los Andes. Intentó firmar un tratado de
paz con el nuevo Gobernador, mientras trataba de ganar tiempo y mejorar sus
fuerzas.
La Batalla del Pilar
Moyano se negó a aceptar
el tratado y enfrentó a Aldao en la Batalla
de Pilar (en las proximidades de
aquella ciudad de Mendoza), entre el 21 y el 22 de septiembre de 1829.
Aldao sabía que las municiones de sus adversarios
debían agotarse después de un ataque tan frontal, en el que sus propios
soldados se parapetaban detrás de murallas y tapias. Finalmente una
comisión de sacerdotes se aproximó al lugar del combate, logrando una
suspensión de hostilidades.
Estando en vigor el armisticio, el hermano de José
Félix, Coronel Francisco Aldao, se trasladó al campo enemigo para parlamentar,
pero inexplicablemente recibió un pistoletazo en pleno rostro que le cortó la
palabra y el aliento, desplomándose sin vida.
La misión pacificadora había fracasado de la peor
manera. El combate se generalizó desatando un pandemonio de disparos dejando
en el campo muchos muertos.
Las huestes de los Aldao, finalmente se impusieron
por superioridad numérica. Pocas horas después, la ciudad de Mendoza caía
en manos de los vencedores, completándose una etapa más de la prolongada guerra
civil argentina. La muerte traicionera de su hermano se transformó en venganza
y muchos vencidos fueron fusilados.
Juan Agustín Moyano huyó se refugió en casa de su
primo Cornelio Moyano (de orientación federal), pero éste tuvo miedo de
protegerlo y lo entregó a Aldao. Fue sometido a consejo de guerra y
condenado a muerte. Murió fusilado en Mendoza el 13 de octubre de 1829.
En esta batalla también
murió Francisco Narciso Laprida, quien había sido Presidente del Congreso de Tucumán, cuando se juró la Independencia
Argentina.
Actualmente existen dos versiones sobre la muerte de Laprida. Una
de ellas dice que, luego de la Batalla del Pilar, partió junto a otros
unitarios para salvar su vida, perseguidos por una partida del General José
Félix Aldao.
El tropel de los vencidos fue interceptado muy cerca del lugar en
dirección al sur. Fueron apresados, pero al saber que era Laprida, uno de
los que comandaba la montonera, lo ejecutó enterrándolo vivo y pasando un
tropel de caballos sobre su cabeza, esto era una práctica común en ese
entonces. Laprida tenía 43 años.
En los últimos tiempos, algunos historiadores mendocinos han dado una
segunda versión de la muerte de Laprida, donde explican que “Laprida fue muerto y llevado al cabildo
(mendocino). “al fallecer, su cuerpo fue enviado al Cabildo en donde el
entonces juez del Crimen doctor Gregorio Ortiz, lo identificó y lo puso en un
oscuro calabozo”.
Otras versiones indican que Laprida fue muerto “emparedado”, es decir
atrapado entre dos paredes y muerto por asfixia.
A partir de
la Batalla del Pilar la provincia de Mendoza quedó en manos de Facundo
Quiroga y de José Félix Aldao. Después de la
Batalla del Pilar el general Corvalán volvió a asumir el gobierno provincial.
Después de la victoria
Aldao, tomó en sus manos todo el poder militar y político de su provincia y se
dio a sí mismo el grado de General. Usó ese poder en una forma muy violenta,
incluyendo contribuciones forzosas, azotes y penas de muerte a los unitarios.
Nuevamente a Córdoba en campaña contra Paz
El caudillo riojano vencido en La Tablada se
apresuró a reunir un nuevo ejército para ir sobre el General Paz, y a tal
efecto penetra en la provincia de Córdoba en los primeros días de enero de 1830, haciéndolo por el sur, mientras
que por el norte lo hacía el General Villafañe al frente de 1.000
hombres. Aldao forma parte de las fuerzas de Quiroga en calidad de segundo
jefe del ejército.
Quiroga realiza negociaciones con Paz con el fin de
ganar tiempo para la expedición de Villafañe, encargado de hacer levantar las
montoneras cordobesas, pero Paz ataca al caudillo riojano en los campos de
Oncativo o Laguna Larga, y desde el primer momento se impuso su táctica y su
habilidad en la maniobra.
Quiroga se vio obligado a huir, pero el coronel
Aldao cayó prisionero como a 20 kilómetros del campo de batalla en el curso de
una persecución que personalmente dirigió el vencedor.
Aldao fue llevado prisionero a la ciudad de
Córdoba. Varios jefes unitarios
pidieron su muerte a Paz, pero éste lo mantuvo en prisión, mientras invadía las
provincias que conservaban gobiernos federales, incluida Mendoza.
Mendoza seguiría en la órbita del
Partido Federal hasta después de la Batalla de Oncativo, de febrero del año siguiente, cuando el General
unitario mendocino José Videla Castillo invadió la provincia, mientras que Corvalán, faltándole
el apoyo de Aldao (por estar prisionero del General Paz), renunció al gobierno.
El sur mendocino estaba dominado por los hermanos Pincheira
y sus tribus Pehuenches aliadas.
Corvalán y su comitiva, integrada, entre otros, por
su consejeros, Juan Agustín Maza (Congresal a Tucumán por Mendoza en 1816),
Pedro Molina, Felipe Videla, Juan lsidro Maza, José
Aldao (hermano de Félix), oficiales y 30 soldados, partieron rumbo al sur del
territorio mendocino en busca de una alianza con los Pehuenches para conseguir
el apoyo contra las fuerzas unitarias del General Paz.
Allí, el Gobernador
Corvalán y su comitiva, traicionado por los nativos inducidos por los hermanos
Pincheira, fue muerto, por quienes debían darle refugio, en la conocida
Tragedia del Chacay (paraje próximo a la actual ciudad de Malargüe).
En mayo de 1831
caía prisionero el General Paz en manos de una división federal al mando de
Francisco Reynafé. Su ejército unitario pasó a las órdenes del General
Lamadrid, el cual pocos días después iniciaba su marcha hacia el Norte,
llevándose consigo al general Aldao.
Los primeros días de noviembre Quiroga vence a
Lamadrid en la Ciudadela (Tucumán), pero los derrotados se llevaron consigo a
Salta a Aldao. Un mes después el vencedor acordaba que el Gobernador salteño,
General Alvarado, pusiera en libertad a Aldao, aunque con ciertas cláusulas.
Aldao debió trasladarse momentáneamente a Bolivia
en virtud de la condición que impusieron los unitarios para liberarlo. De
regreso Aldao a su provincia natal, fue reconocido como General y abonados sus
sueldos, computándolos desde que cayó prisionero en Oncativo, el 6 de mayo de 1832.
La campaña al desierto
A fines de 1832 regresó a Mendoza, donde se le dio el cargo de
Comandante General de la Provincia. Hizo una campaña contra los nativos del sur
(pehuenches y ranqueles),
y en 1833 hizo otra, combinada con
la que había organizado en Buenos Aires Juan Manuel de Rosas.
Aldao al frente de dos batallones de infantería con
tres piezas de artillería y dos regimientos de caballería de las provincias de
Mendoza y San Juan, emprendió su marcha siguiendo por el río Diamante hasta el
río Atuel, para dirigirse al Sur que lo conducía al río Barrancos y de aquí al
Neuquén.
Entre los jefes que
acompañaron a Aldao, se contaron los futuros gobernadores de San Juan, Martín Yanzón y Nazario Benavídez. Habiendo llegado hasta las márgenes del Colorado,
tomó prisionero al cacique Borbón, al que había derrotado con sus 800 indios, y
recuperó gran cantidad de artículos casi todos robados en los malones.
Su parte de la campaña comenzó con éxito, llegando al Río Colorado y fijando el límite sur de su provincia en ese río, pero su
retirada fue desastrosa, acechado por la sed y el hambre.
En 1835, desde San Juan el Coronel Barcala (uno de
los pocos oficiales negros del ejército), de posición unitaria, meditaba un
plan de conspiración contra Pedro Molina, en su tercera gobernación.
Aldao, fiel a su estilo, solicitó del gobierno de
San Juan la entrega de Barcala, quien, sometido a un consejo de guerra, fue
pasado por las armas en la plaza pública de Mendoza, el 1º de agosto de aquel
año. Otro de los cortocircuitos de la historia.
Este acto, entre otros similares, permitió que se convirtiera en jefe de los federales del oeste del país, e impuso su
autoridad sobre los gobiernos de las provincias vecinas, San Juan y San Luis. Después de la muerte de Quiroga, Aldao adoptó una postura de
obsecuencia para con Rosas.
Nuevamente la guerra civil
En 1840, al formalizarse la liga unitaria del norte contra Rosas,
Aldao fue nombrado jefe del federal Ejército Combinado de Cuyo, que incluía a
las fuerzas sanjuaninas que comandaba Nazario Benavidez.
“El zarco” Brizuela, Gobernador de La Rioja, se
declaró contra Rosas, fue entonces que Aldao, en combinación con Benavidez,
marchó sobre él. Pero cada movimiento de tropas implicaba dejar a manos de los
enemigos estos territorios. Ausente de Mendoza estalló en esta ciudad un
movimiento revolucionario que derrocó al Gobernador Justo Correas, a quien sucedió el General Pedro Molina, en su
cuarta gobernación.
Hallándose Aldao en el norte de San Luis, tuvo
conocimiento de lo ocurrido en su provincia y se puso en marcha por caminos
desusados. Llegó a Mendoza se declaró a través de un bando declarándose
delegado del gobernador propietario Correas.
Luego de tres Gobernadores en muy poco tiempo (Juan
Isidro Maza, José María Reina y el golpe de Araoz de Lamadrid), en mayo de 1841 Aldao fue nombrado gobernador de
Mendoza, pero sin ocupar el puesto hasta el año siguiente por haber salido a
campaña.
En efecto, se había dirigido al frente de 2.700
hombres, para batir a Lavalle que se encontraba en La Rioja. En
Machigasta, batió completamente una columna al mando del coronel Acha, y en
junio del mismo año, batía completamente a las fuerzas riojanas del General
Brizuela quien murió en la acción.
Después de este combate, Aldao se apostó con Benavidez
en La Rioja, para estorbar el paso de las tropas de Lamadrid que descendían del
Norte. En las inmediaciones de San Juan, campos de Angaco o El Albardón,
el 16 de agosto Acha derrota a Aldao en una de las mas sangrientas batallas de
esa guerra civil, quien se dirige luego hacia Olta (La Rioja).
Acha se retiró hacia la ciudad de San Juan, pero fue
sorprendido en aquel punto y obligado a rendirse después de tres días de
lucha. En la batalla del Rodeo del Medio, ganada el 24 de setiembre de
1841, por Pacheco, Aldao no tuvo ninguna intervención, pero aquella acción de
guerra le devolvió el gobierno de Mendoza.
Aldao emprendió su viaje a Buenos Aires, a donde
llegó en noviembre de 1841, siendo recibido con honores por Juan Manuel de
Rosas. Permaneció en esta ciudad hasta principios de 1842, regresando luego a Mendoza a tomar el gobierno por el que
había sido nombrado tiempo atrás.
En el gobierno de Mendoza
Todo parece suponer que su salud
declinaba como consecuencia de su alcoholismo y mas tarde el cáncer que lo
llevó a la muerte.
Dio mucho que hablar un decreto
suyo, de mayo de 1842, por el cual declaró locos a los unitarios, confiscó
parte de sus bienes y les nombró como tutor y curador al jefe de Policía.
En contraste, su
gestión de gobierno impulsó el desarrollo de la provincia; en particular en el
sur, donde favoreció obras de riego y el establecimiento de poblaciones en el
desierto.
El final
Cierto
día el Fraile despertó con una protuberancia en la frente que se reveló como un
tumor maligno al cual inicialmente se le aplicaron remedios caseros que resultaron
ineficaces que
fue expandiéndose, por lo que sufrió
una atroz agonía durante su último año y medio de vida.
En
los tiempos dramáticos que sucedieron la limeña y la riojana, sus últimos
amores, lo acompañaron y lo instaron a reconciliarse con Dios. Se dice que el
caudillo mendocino lo hizo, arrepintiéndose de sus pecados y alejando de sí a
las dos mujeres, llamando a frailes de su congregación para atenderlo.
Fue objeto de dos cirugías durante
1844. La primera de ellas, realizada el 15 de julio por el médico español
Doctor Garvizo, y la segunda, efectuada en setiembre por el Doctor Miguel
Rivera, cuñado de Rosas, que operó el tumor maligno de que padecía. Los precarios
tratamientos de la época no pudieron frenarlo.
Hubo tercera intervención el 2 de octubre, con
exiguos resultados. El mismo Aldao lo comunicaba a Rosas:
“Dos comisionados del pueblo que habían asistido a dicha junta se
dirigieron después a mi para que arregle mi conciencia, que es decir que no hay
que dudar de mi fallecimiento”.
Haciendo un supremo esfuerzo dicto esta carta para:
“despedirme del amigo más tierno, más querido en mi corazón, protestando
que si los méritos de Jesucristo me llevan a la mansión celestial, desde allí
no cesaré un momento de rogar a Dios Nuestro Señor por la conservación del
Padre de la Patria Argentina y del más consecuente amigo. Adiós mi querido
amigo, hasta la eternidad, si la Providencia por su infinita misericordia no
dispone otra cosa”.
En el mismo tono iba la respuesta de Rosas del 15
de noviembre, recomendándole “la
confianza en la divina Providencia. Dios es justo y su bondad infinita”.
Aldao murió el 19 de enero de
1845, a los 60 años. Fue asistido espiritualmente por el prior de los
Dominicos, Fray Dionisio Rodríguez, reconciliado con su Orden. Por expreso pedido
suyo fue enterrado con el hábito de los Dominicos y su chaquetilla militar.
A Antonio Caponnetto se le atribuyen estas líneas
en “Campanas de Tierra y Cielo”
Me dicen que ya muero, confesor.
Que me disponga religiosamente.
Cuando soy sólo apenas esta carne,
con la que fui al pecado y a la guerra,
salida de los huesos, sobre un tiento.
Que me disponga religiosamente.
Cuando soy sólo apenas esta carne,
con la que fui al pecado y a la guerra,
salida de los huesos, sobre un tiento.
Veo el cielo en carretas, lujanero.
Ya no sé si es mi cielo o lo he perdido.
He nacido en Mendoza y me hice Fraile
en un huerto brotado de violetas.
Capellán de la Iglesia para siempre
dominicanamente consagrado.
Vino un día a buscarme la batalla,
la justa, la del cuero por la tierra
en el Valle de Jauja o Chacabuco.
La del morrión de San Martín al Ande
o la de Juan Manuel entre ranqueles.
Sin una cicatriz en las agallas,
supe librarla a rifle y caronero.
o la de Juan Manuel entre ranqueles.
Sin una cicatriz en las agallas,
supe librarla a rifle y caronero.
Pero llegó la otra, la invisible.
Y me alisté en la tropa equivocada.
Se llamó apostasía mi derrota,
crueldades, naipes, faldas que se rinden,
un grito impío, el codicioso juego.
La soledad fue sombra cada noche.
Perdone, Confesor, a la Dolores,
a la Manuela, a la Romana Luna:
ellas nombran mis faltas, no sus yerros.
Perdóneme el combate de Las Leñas
en contra de la Fe de mis hermanos.
Dígale al Padre, padre, Usted que aún sabe
de mi presencia en granaderas marchas,
del ataque en Chillán o en Bio-Bio
capitaneando hombrías y pendones.
Diga que débil fui mas no unitario,
y que un balazo rojo en La Tablada
condecoró mi pecho por Facundo.
Déle a Rosas mi lanza mazorquera.
Me muero, Confesor, que me sepulten
con el hábito aquel que yo llevara,
cantor del Coro de Santo Domingo.
Refugium peccatorum, no me dejes.
Me muero, Confesor. Viva la Patria
Una paradoja mas
Una
paradoja es un hecho o expresión aparentemente
contrarios a la lógica, y esto es lo realmente sucede con la Plazoleta Batalla del Pilar en la ciudad de Godoy Cruz
(Mendoza).
En la misma, el monumento que se
encuentra es el de Francisco Narciso Laprida, quien si bien tuvo una destacada actuación en la Declaración de
la Independencia, en esta batalla fue un soldado mas perteneciente a la facción
que perdió la batalla.
También es paradójico que desde 1976 es considerado
monumento nacional. No hay referencias al enfrentamiento armado, ni mucho menos
quienes fueron los triunfadores.
Se sabe que “la historia la
escriben los vencedores”, sin embargo esta ha sido una excepción.
Esto no es lo único extraño. En
los años ´70 el monumento (esculpido en 1956) “se perdió” y terminó en un zanjón,
pasando después a la casa de un vecino. Años después fue recuperado y vuelto a
la plazoleta, pero fue nuevamente atacado por vándalos y colocado mirando hacia
una pared que la rodea.
Un vecino lo sacó del pedestal y lo guardó un tiempo, entregándolo luego
a la Municipalidad, pero con los cambios de gestión nadie se acordó del busto
de Laprida
El intendente de turno dijo durante la re inauguración de la plaza en
2016. "Poner en valor la figura de
estos dos hombres que lucharon por el país y para Argentina se constituyera
como república nos parece digno de difundir”.
Cuando se refiere a “dos hombres”
no se refiere a Aldao, está hablando de Domingo Faustino Sarmiento, de quien se
dice también participó en la batalla.
No
poner, o tan siquiera mencionar la figura de José Félix Aldao, triunfador de
dicha batalla, “parece” el trabajo de alguna mano negra con claros intereses en
borrar una parte de la historia. Si el triunfador de una batalla fue “bueno”,
el monumento será de él, pero si fue “malo” será de quien la perdió.
También se inauguró un mural de la Batalla del Pilar.
Bibliografía
FRIAS, A. 2013. Aldao es un hombre de su tiempo. Diario
Los Andes. 30 de Abril.
HISTORIA Y BIOGRAFIAS. José Félix Aldao: El
héroe sanguinario. http://historiaybiografias.com/caudillo3/
MANZONI, C. Una
biografía inmoral: la vida de Aldao. Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/una-biografia-inmoral-la-vida-de-aldao
O’DONNELL, P. 2008. José Félix Aldao. En: Caudillos
federales. Edit. Norma. Buenos Aires. p. 205-220
REVISIONISTAS. José Félix Aldao. www.revisionistas.com.ar
SARMIENTO, D.F. 1947. El general Fray Félix Aldao.
En: Vidas de Fray Félix Aldao y
El Chacho. Buenos Aires. Edit. Argos.
WIKIPEDIA. José Félix Aldao. Edición
de página 3 de junio de 2017. https://es.wikipedia.org/wiki
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