La historiografía suele ser fraccionada en etapas a los fines de facilitar la comprensión y, de alguna manera, simplificar su estudio.
Hubo batallas, muertes,
firma de tratados, y motines que sirven de hito para separar una etapa de otra.
Así como en Mendoza, el
triunfo federal en la Batalla de Rodeo del Medio en 1841 fue el hito que sirvió
para dividir la historia desde ese momento, y sostener diez años el gobierno
federal de Juan Manuel de Rosas, la Revolución de Los Colorados entre 1866 y
1867 fue el último alzamiento
del partido federal argentino en el oeste del país y su derrota marca el límite y “muerte” del
federalismo y la consolidación de la autoridad de Mitre.
Esta revolución intentó liberar a las provincias de gobiernos impuestos
desde Buenos Aires, y terminar con la Guerra del Paraguay, conscientes que era una
guerra de los intereses porteños y del litoral. La prensa mitrista de la época intentó “bajarle el precio” diciendo que
se trataba de solo una revuelta de presos huidos de la cárcel, sin embargo poco
tiempo después debieron admitir el carácter nacional de la misma.
En noviembre de 1866 se produjo una
sublevación en Mendoza, ocho días después de la asunción del Gobernador Melitón
Arroyo, de extracción liberal.
Se trataba de un alzamiento por parte de las tropas
de milicias que iban a marchar hacia el Litoral, en plena guerra contra el
Paraguay, protestando a causa de la falta de pago por parte el gobierno
provincial.
Inmediatamente, algunos de
ellos, entre los que se contaba al Coronel Carlos Juan Rodríguez y otros
líderes federales, anunciaron el derrocamiento del Gobernador recientemente
electo. Inmediatamente, los sediciosos nombraron a
Rodríguez como Gobernador de la Provincia.
También
están en la revuelta Emilio Castro Boedo (sacerdote de origen salteño), Manuel
Frías, Felipe Saá, Estratón Maza y Manuel Olascoaga. Esos 280 “voluntarios”
iniciales, se irían incrementando rápidamente con el paso del tiempo, llegando
a ser miles.
Ante esta situación, el despojado mandatario
Melitón Arroyo delegó el mando en el Irrazabal (al asesino del Chacho
Peñaloza), y huyó precipitadamente junto a sus ministros y otros miembros del
gobierno. En una quinta cercana a la ciudad, consiguió caballos para llegar al
fuerte de San Rafael. Campos
organizó un ejército de 1.200 hombres, con una compañía del Sexto Ejército de
línea y el Primero de Caballería, pero las tropas de Juan
de Dios Videla vencieron al Ejército Nacional en enero de 1867 en Rinconada del Pocito.
Un mes después el alzamiento llegó a San Luis a
través del General Juan Saá y su hermano Felipe que regresaron de Chile y
organizaron un ejército e invadieron la provincia cuyana. Derrotaron al Coronel José Miguel Arredondo en Pampa del Portezuelo y el 7 de
febrero ocuparon San Luis. Felipe Saá
asumió el gobierno de la provincia.
El contexto de la época
La vergonzosa batalla de Pavón en 1861, en la cual Urquiza
declina su triunfo en favor de Mitre, significó el final de la Confederación Argentina y el comienzo del predominio en todo el país del partido liberal,
directo descendiente del partido
unitario.
Las resistencias federales fueron vencidas por el simple avance del
ejército porteño, o ahogadas en sangre, como en el caso de la provincia de La Rioja, cuyo caudillo Ángel Vicente Peñaloza resistió firmemente hasta caer asesinado.
En Mendoza, en particular, el partido liberal tenía muy escaso arraigo. Su
gobierno había sido una imposición de la división del ejército porteño que
había ocupado esa provincia pocos meses después de Pavón.
El gobierno de Mitre no
sólo aplastó la oposición federal, sino que además se embarcó, a partir
de 1865, en la Guerra del Paraguay en alianza con el Imperio del Brasil, intentando obligar a ese pequeño país a cambiar su gobierno por otro,
de signo liberal.
La guerra, que duró cinco años (en vez de pocos meses como lo anticipara
Mitre), fue extremadamente impopular en el interior del país, y gran parte de
los "voluntarios", que eran enganchados para pelear en el frente, se
rebelaron o desertaron.
La derrota de los aliados en la batalla de Curupaytí dejó en muy mala situación al ejército argentino, e hizo caer muy
bajo el prestigio militar de Mitre. Esta situación envalentonó a los federales
provinciales.
Falta de pago y rebelión
carcelaria en Mendoza
Las mismas fueron
apoyadas por un grupo de la policía local y de los guardias de la cárcel, que pusieron en
libertad a los presos políticos y delincuentes comunes.
Arroyo fue arrestado temporariamente durante el banquete con que
festejaba su ascenso al gobierno, acusándolo de concentrar todo su gabinete en
una sola familia (de 25 miembros, 21 eran familiares).
Ingenuamente, los “federales
del interior” (incluyendo a Felipe Varela y al Chacho Peñaloza), siguieron creyendo
que Urquiza debía tomar el mando de ese federalismo, sin embargo lejos estaba
el entrerriano de acceder a este reclamo.
Rodríguez escribe junto a
Juan Saá en esos días a Urquiza:
“el pueblo de Mendoza, Exmo. Señor, comprendió de un modo maravilloso,
que en ese movimiento se jugaban una vez más, no solo sus derechos provinciales
sino también los derechos todos de la República y plegándose a la idea del
movimiento, espontáneo (…) ayudó a la revolución con todo lo que era posible
ayudarla, poniéndose en armas”.
Irrazabal estaba
autorizado a adoptar las medidas del caso para la reposición de las autoridades
provinciales, sin embargo con la fuga de Arroyo, el pueblo había quedado en
poder de los revolucionarios de cintillo punzó.
Irrazabal poco pudo hacer para imponer su
autoridad. Fue depuesto y sustituido en el cargo por el Coronel Manuel Arias
que acababa de salir de la cárcel.
El 12 de noviembre
de 1866 se dio lugar al Combate de
Luján de Cuyo, un enfrentamiento entre las fuerzas sublevadas del Coronel
Rodríguez y un grupo del ejército al mando de Irrazabal que respondía al
Gobierno Nacional. Tras un sangriento combate, las tropas de Irrazabal fueron
vencidas.
Con el paso de los días, la revuelta fue
transformándose en revolución nacional de signo federal, llamada Revolución de los
Colorados. La prensa porteña hacía ver esta como un movimiento de presos
liberados de la cárcel, solo para “bajarle el precio” a una verdadera
revolución que luego debieron admitir.
A partir de ese momento se lanzaron a un programa político mucho más
ambicioso. En la práctica, desconocían la autoridad del Presidente Mitre y
anunciaban que intentarían detener la Guerra del Paraguay. Rodríguez fue
nombrado “Director de la Guerra”,
con la esperanza que esta estallara contra el gobierno central.
La revolución se extendió y por esto que ese
enero de 1867 Sarmiento escribe “el partido bárbaro que hemos
combatido tantos años, aprovechando la guerra del Paraguay y de la debilidad
del gobierno, empieza a sublevarse en las provincias del interior.”
El Coronel Juan de Dios Videla asumió el mando de la división más importante del ejército y avanzó
hacia la provincia de San Juan la que pidió refuerzos al gobierno nacional. Ocupó sin resistencia la
capital provincial y expulsó al Gobernador Camilo
Rojo, asumiendo él mismo la
gobernación.
Ante esta
compleja situación, el Presidente de la Nación Bartolomé Mitre envió al Coronel
Julio Campos (en ese momento también Gobernador de La Rioja), a sofocar a los
revoltosos de San Juan.
No hizo falta lanzar fuerzas sobre La Rioja, porque casi simultáneamente
había llegado desde Chile Felipe
Varela, al mando de una pequeña
división que, pasando por San José de Jáchal, habían ocupado el oeste de esta provincia.
La revolución tenía sus simpatías en la provincia de Córdoba, cuyo Gobernador, Mateo
Luque, era decididamente federal,
pero no se atrevió a apoyar la revolución a pesar de que tenía de su lado a los
"cívicos" de la capital y a los gauchos del oeste de la provincia.
Los federales siguieron pidiendo ayuda a Urquiza, nominalmente aún jefe del partido federal, pero éste, cómodamente instalado con sus negocios en Entre Ríos, se
desentendió completamente el asunto. De todos modos, los rebeldes tenían el
control de cuatro provincias y un seguro apoyo en dos más (Catamarca y
Córdoba), a condición de que triunfaran.
También podían, extremando un poco su optimismo, contar con algún apoyo
en Santa Fe, Entre Ríos e incluso Corrientes, el Paraguay y
los blancos de Uruguay.
El Presidente Mitre estaba en el frente paraguayo, pero llamado
urgentemente por el vicepresidente Marcos
Paz se trasladó hacia Rosario desde donde organizó la reacción. Hizo trasladar varios regimientos
desde el frente de batalla y desde las fronteras con los aborígenes.
Puso todas esas tropas bajo el mando del General Wenceslao
Paunero y ordenó al General Antonino
Taboada avanzar desde Santiago del Estero sobre La Rioja.
En marzo, el ejército al mando de Paunero recibió en Rosario el moderno
equipo retirado del frente paraguayo y comenzó el avance hacia Córdoba, donde el
Ministro de Guerra, Julián Martínez, se había trasladado para imponer la autoridad civil del gobierno
central.
Asegurada la fidelidad las milicias cordobesas, avanzó hacia San Luis.
Al no saber dónde se encontraba su enemigo (por la rapidez de su propio
avance), dividió su fuerza en dos: la vanguardia al mando del Coronel
Arredondo, y el resto bajo su propio mando.
El sorpresivo ataque que llevaron los federales sobre las posiciones de
Arredondo hizo que Paunero retrocediera rápidamente.
En abril de 1867
tuvo lugar el choque en la localidad de San Ignacio (entre San Luis y Villa
Mercedes, sobre el Rio Quinto). Los federales estuvieron a punto de vencer, pero la decisiva acción de la infantería de Luis María Campos dio vuelta la batalla y los revolucionarios
fueron destrozados y dispersados. Prevaleció el mejor armamento y dirección del
ejército nacional, que logró la victoria.
La batalla de San Ignacio significó el comienzo del fin de la resistencia federal. Los Saá
no lograron volver a reunir a sus hombres y debieron desalojar la capital de su
provincia.
Los fugitivos trasmitieron el desaliento a los federales de Mendoza y
San Juan, que huyeron en gran cantidad hacia Chile.
Evaluando correctamente sus posibilidades y riesgos, Rodríguez dirigió
la huida de todos los comprometidos con su revolución a través de la cordillera (antes de que el otoño cerrara los pasos andinos), salvándolos de una
seguramente cruel represión.
El triunfo de los
nacionales permitió a Paunero colocar en el gobierno de Mendoza a don Nicolás
Villanueva en carácter de Gobernador Provisional, hasta que Melitón Arroyo se
hiciera cargo nuevamente, cosa que no ocurrió.
Por su parte, Taboada ocupó la ciudad de La Rioja, saqueándola. La
noticia alcanzó a Varela cuando se lanzaba con un enorme ejército de 5.000
hombres sobre la provincia de Catamarca.
Varela cometió dos errores graves: decidió lanzarse sobre La Rioja para
no dejar enemigos a su espalda, abandonando a sus aliados de Catamarca, y lo
hizo sin asegurarse la provisión de agua en su marcha, lo que en esos parajes desérticos
era vital.
La falta de agua lo obligó a presentar batalla en inferioridad de
condiciones (a pesar de su gran superioridad numérica), en la batalla de Pozo de Vargas, el 10 de abril.
Fue completamente derrotado por Taboada y debió huir hacia el oeste riojano.
En abril de ese año, estalló una nueva revolución federal en el sur de
Salta, con sublevaciones de tropas en La Candelaria y Metán.
Dirigidos por el General Aniceto
Latorre, se trasladaron hasta Chicoana, pero fueron derrotados en el combate de El Bañado.
El principio del fin
Varela se negó a huir a Chile. Seguramente no hubiera podido porque ya
el otoño estaba muy avanzado y los pasos cordilleranos cerrados. Resistió en el
interior de la provincia de La Rioja, e incursionó varias veces sobre el oeste
de Catamarca y de Córdoba.
Venció a las fuerzas de Arredondo y a las del Coronel Linares y luego
ocupó la capital de la provincia, pero debió abandonarla y pasó al oeste catamarqueño. Desde allí llevaría una épica invasión sobre los Valles Calchaquíes, la ciudad de Salta y Jujuy, y
terminaría asilado en Bolivia.
En Córdoba, el Gobernador Luque nunca se había animado a unirse a la
revolución. Tras varios meses de indecisión, el Coronel Simón Luengo lo quiso
obligar ocupando el gobierno en su ausencia, pero Luque dejó que el ejército
nacional aplastara la rebelión de Luengo.
En reconocimiento a su lealtad, el gobierno nacional intervino la
provincia y lo reemplazó por el liberal Félix de la Peña, liquidando al partido
federal cordobés. Luengo sería, años más tarde, responsable de la muerte del General
Urquiza.
Todavía duraría dos o tres años más la resistencia de los montoneros
federales en Cuyo y La Rioja. Pero ya sólo serían andanzas de bandoleros
rurales, sin posibilidad de organizar ejércitos, y que asaltaban por sorpresa,
indistintamente, a la policía, a los hacendados o a los viajantes.
En enero de 1869, Varela fue derrotado en Pastos Grandes, en la puna, fracasando su último intento de resucitar al partido federal.
En Catamarca, Santa Fe y Corrientes, el regreso del partido federal se
disfrazó de rebelión interna del partido liberal y dio nacimiento al Partido Autonomista.
Los últimos intentos del partido federal tendrían lugar en Entre Ríos,
donde Ricardo López Jordán se alzaría contra el gobierno nacional en 1870,
nuevamente en 1873, y finalmente en 1876,
pero no contaría para nada con los dispersos ex federales del oeste argentino.
Entonces, finalmente, los federales desaparecieron como partido.
Resumiendo
La Revolución de los Colorados iniciada por Juan de Dios Videla, Juan
Saa y Felipe Varela, y contra atacada por Julio Campos, Wenceslao Paunero y
Antonino Taboada, que involucró a mas de 15.000 hombres, dejó 5.000 muertos y
5.000 exiliados
Reflexiones
Curiosamente, ni los historiadores liberales ni el revisionismo han dado a esta revolución la importancia que tuvo.
Los segundos rescatan la quijotesca figura de Felipe Varela y su épica
campaña de resistencia, pero se deja de lado la importancia histórica de una
revolución que logró dominar cuatro provincias y que estuvo a punto de
extenderse a otras dos, poniendo en jaque al gobierno nacional y a la victoria
de los aliados en la Guerra del Paraguay.
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