No se sabe con
precisión cuando llegaron las primeras vacas a nuestro actual territorio ni
como fue que este cuadrúpedo, tan venerado sobre la parrilla, se multiplicó en
la riqueza de las pampas.
A pesar de esto
alcanzaron notoriedad no solo en la economía de los pueblos liroraleños y
pampeanos, sino que también fueron protagonistas de “grietas” entre provincias.
El “derecho a
vaquear” entregado a los “accioneros” por los Cabildos provinciales autorizaban
(como en un coto de caza), a matar determinado número de ganado cimarrón, pero
no hacían referencia a donde debían hacerlo y cuales eran los límites
territoriales.
Esto trajo muchos
dolores de cabezas a los futuros caudillos provinciales que reivindicaban sus
espacios en función de donde se había “vaqueado” tradicionalmente.
Muchos años después,
este derecho tuvo valor jurídico, y nuestras provincias se delimitaron por
“culpa” de las vacas.