Este recuerdo
personal se transforma en historia viva de todos aquellos que dejaron (…y aún
dejan), su vida en los montes.
Corría 1974 y fui
contratado por una empresa para poner en funcionamiento una finca para el
cultivo de algunas hortalizas y algodón, allá, en los pagos de Paso Viejo, a
casi 50 km al oeste de Cruz del Eje en noroeste de la provincia de Córdoba.
Si bien para mí las
técnicas de ciertos cultivos no tenían demasiados secretos, no contaba con
ninguna experiencia en desmontes. Mi decisión fue una sola, aprender de los que
saben y más tarde estudiar la teoría. Allí me encontré con cuadrillas de
hacheros locales y santiagueños que me enseñaron todo lo que hoy sé de ese
oficio.
Uno de ellos, Justino
Farías, luego de terminado el desmonte, se quedó a trabajar en la propiedad,
afincándose con su familia en una casita cerca de su lugar de trabajo como
obrero rural.
Verlo trabajar con el
hacha era un espectáculo memorable, por su agilidad, el manejo de la
herramienta, lo certero de sus golpes y su sonrisa casi permanente.
Más allá de las
anécdotas personales con Justino, a quien no vi en más de 40 años (pero alguna
vez supimos algo a través de algún amigo en común (*), vaya este sencillo
escrito como homenaje a un trabajador incansable, y en su nombre a todos los
hacheros.
Las despreciables prácticas de algunas empresas de desmonte como La Forestal en el norte santafesino, la de los pinares de Misiones (**), o algunas del chaco salteño no merecen ningún homenaje.
(*) Gracias Felipe Supaga por tu contacto con Justino en Paso Viejo (Córdoba). (**) Gracias Toto Barilari, y sus “cumpas” ex hacheros Julian Bogado y Ramón Bueno por dar testimonio vivo de sus experiencias en los pinares de Misiones y enriquecer este texto.
Ellos fueron mis maestros
En esta breve
historia personal quiero manifestar mi extrema admiración por el duro oficio de
hachero que, gracias a uno de ellos, aprendí los secretos del monte, tema este
que, cuando estudiamos agronomía, no se “dicta”.
Podemos saber como
propagar árboles, reconocer la dureza de las maderas, los hábitos de las
plantas y muchas cosas más, pero no nos preparan para hacer “una picada” recta
como su fuese marcada con un láser, ni nos avisan sobre las técnicas de
destronque ni del aprovechamiento de la madera, ni de los inconvenientes de “la
quema”.
A fines de 1974 una
empresa de Buenos Aires, sin experiencia agrícola, me contrató para poner un
funcionamiento “desde cero” una finca de 1.800 hectáreas bajo riego por pivot
central. Cuando llegué el desmonte mecánico ya había comenzado de la peor
manera para realizar agricultura.
Las empresas de
desmonte tenían experiencia para campos ganaderos y por lo tanto sus prácticas
estaban reñidas con los requerimientos de los suelos para cultivar hortalizas,
legumbres o algodón.
Se paró todo y
tratamos de corregir los errores. Cuadrillas de hacheros de más de 100 personas
se encargarían de recuperar maderas (postes, medios postes, varillas y
varillones), evitar “la quema” del rastrojo y extraer algo de leña.
Entre muchos otros
llegó Justino Farías, hombre joven, de poco más de 30 años (aunque parecía con
algunos más de los que realmente tenía), muy delgado y siempre con una sonrisa.
Don Pelliza era el
jefe de una de las cuadrillas. Un hombre bajito, encorvado y viejo, pero que
revoleaba el hacha como el mejor. Ellos fueron mis maestros.
Su nombre es Justino Simion Farías.
Nació el 16 de enero de
1941 en Serrezuela. Muy cerca de esos pagos. Hoy con 81, deja salir sus
recuerdos como si fuese ayer. Se lo ve
derechito como un poste y en su mano la prolongación de su brazo: el
hacha.
Justino miraba un
algarrobo en pie y con ese solo golpe de vista sabía cuantos postes, medios
postes y varillas se podrían aprovechar. Lo he visto pelar ramas gruesas que
cuando caían al suelo prácticamente ya se habían transformado en una varilla o
en un medio poste.
Cuando el árbol caía,
prolijamente lo desramaba y en poco tiempo, todo lo útil del mismo ya estaba
ordenado en el suelo. Solo quedaba el “tocón” que más tarde se sacaría con
ayuda de pala, hacha y tractor.
Para esos montes un
hachero puede talar con mucho esfuerzo hasta media hectárea por mes. Trabajo
duro, si los hay.
Cuando el desmonte
terminó Justino pidió quedarse como obrero de la finca, tal vez con ganas de
“descansar” de tan pesado oficio, y así sucedió. Vivía y aún vive en un rancho
muy cercano a esa finca, sobre la RN 38.
Al formar parte de la
plantilla de personal permanente, Justino pasó a ser un trabajador formal con
todos sus derechos y aportes previsionales. Recuerdo el día que cobró todos los
retroactivos.
El festejo no podía
ser de otra manera: alcohol en abundancia, pero a pesar de esto, al día
siguiente, todavía en “mal estado”, Justino asistió a su lugar de trabajo. La
tarea del día era cargar los rastrojos de ramas y tocones sobre un acoplado
mientras el tractor avanzaba por trechos.
Por cada parada del tractor Justino se acurrucaba, con su resaca al hombro, a la sombra del acoplado y mientras reía repetía incansablemente: “tengo más plata que los lagartos”. Nunca supimos a que se refería, y cuando se lo pegunté alguna vez ya no recordaba nada de esa borrachera.
Para mí, Justino
representa a miles de hacheros y en él quiero rendirles este reconocimiento.
Hacheros de ayer, hoy y ...lamentablemente de siempre
Las historias más
crueles de los hacheros en la Argentina se asocian con La Forestal, una empresa
inglesa que, para obtener durmientes para el ferro carril y tanino dejó casi
sin quebrachos al Chaco, Formosa y el norte de Santa Fe.
Logró ser la primera
productora de tanino a
nivel mundial y llegó a fundar cerca de 40 pueblos, con puertos, 400 kilómetros
de vías férreas propias y alrededor de 30 fábricas.
Esta empresa de origen inglés,
y además con capitales franceses y alemanes, fue iniciada en 1872 a
raíz de un empréstito que la Argentina obtiene con la empresa Murrieta de Londres.
Esta firma llevó a la desastrosa explotación de
2.000.000 de hectáreas de quebrachales en el Chaco Austral (norte de la
provincia de Santa Fe, sur de la provincia
del Chaco y noreste de la
provincia de Santiago del Estero).
Según algunas versiones, la explotación llegó hasta la zona de El Impenetrable chaqueño. La
empresa exportaba postes
y durmientes para el ferrocarril, rollizos y,
esencialmente, tanino.
Entre los años 1919 y 1922
sindicatos de trabajadores de la empresa, protagonizaron luchas obreras que
finalizaron en la masacre de La Forestal, una de
las mayores masacres de la historia argentina.
Un informe realizado en 2004
por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación y el Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria (INTA), estudió en detalle la
devastación de los bosques naturales y el proceso de desertificación la
provincia de Santa Fe, causados en el norte de la provincia, principalmente por
la acción de La Forestal.
Como consecuencia del tipo de
explotación forestal realizada en Santa Fe por la Forestal y otras empresas, la
provincia perdió el 86% de sus bosques.
La empresa se fue de Argentina
en la década de 1960 y cerró las ciudades que había fundado, luego de haber
talado casi el 90% de los bosques y haber causado un proceso de desertificación y un daño
ecológico calculado en 3.000 millones de dólares.
Durante los 80 años que
funcionó La Forestal, la suma abonada al Estado como en concepto de impuestos
fue mínima. Según el balance de la empresa, en 1916 pagó a la provincia 300 mil
pesos de impuestos, mientras que ese mismo año le pagó al Imperio Británico
9.000 millones de pesos, es decir diez mil veces más.
Pero las penurias no
solo fueron del ambiente. La sufrieron los cientos de hacheros de dejaron su
vida en esos montes, trabajando 14 horas diarias por una paga muy pobre, los
malos tratos y la peor comida.
Casi todos ellos eran
analfabetos y de esa desgracia se aprovechaban los patrones.
Cobraban en vales que
la empresa había diseñado como si fuese dinero, y estos solo tenían valor en
las proveedurías de la propia empresa, al precio que la empresa dispusiera, ya
que en muchos kilómetros a la redonda no había lugares para abastecerse.
Un poema de Luis Landriscina pinta de cuerpo entero esta situación y las consecuencias de esas malas prácticas: Cuando la injusticia llega a llenar el vaso de la paciencia y el aguante, solo falta un pequeña chispa para que todo estalle, y una vez más estalló.
El 29 de enero de 2021, se cumplió un siglo de la huelga, levantamiento
y represión de las y los operarios y hacheros de La Forestal, en el Chaco
Santafecino.
La compañía de capitales ingleses se había convertido en un estado
dentro del Estado, con sus propias leyes y hasta su propia moneda, conque las y
los trabajadores canjeaban sus magras ganancias por mercadería que sólo proveía
la propia empresa.
De allí se explicó la huelga (junto a los ferroviarios), reclamando
aumento de salarios, suspensión de los despidos y reducción del tiempo a 8
horas de trabajo.
Se produjo la insurrección obrera que fue brutalmente reprimida por la
“Gendarmería Volante”, grupo paramilitar patrocinado por las empresas, dejando
el luctuoso saldo de entre 500 y 600 trabajadores muertos.
Por la misma época, hubo también, una “Forestal”, también inglesa, en el sur de Misiones, que explotaba una gran superficie, y que luego, así como así, se fueron. No se recuerdan conflictos severos, pero exterminaron el monte.
Más acá en el tiempo,
las hachas se reemplazaron por motosierras, pero donde hay obrajes madereros
las prácticas siguen siendo más o menos las mismas declaran los “motosierristas”
de los pinares de la provincia de Misiones.
Ramón Bueno es un
hombre de 84 años, que en su juventud, hace 60 años, fue hachero en obrajes. Fue obrajero, en la zona de Puerto Leoni, Paraná medio y
también en Campo Grande, zona centro de la provincia.Un amigo lo
“entrevista” y cuenta:
La cuadrilla estaba integrada por
tres personas, que:
1. Limpiaba el monte con machete y “foice” (herramienta de origen brasileña y cuyo nombre se traduce como hoz).
2. Apeaba (según el tipo de árbol), con hacha o troceadora (gran serrucho que se manejaba entre dos hombres, uno de cada lado).
3. Desramaba el árbol ya en el suelo, y separaba las ramas para leña y el fuste (tora), para vigas en el aserradero. Finalmente se cargaba todo en el cachapé y se sacaba según el destino.
Cachapé es un carro primitivo de cuatro
ruedas que toma el nombre del quechua qhachapay,
que quiere decir arrastrar.
Generalmente es traccionado
por bueyes, caballos, mulas o burros, y es empleado
para transportar troncos
talados en las forestaciones.
Consta sólo de un armazón
ligero colocado sobre los ejes,
haciendo la medida de los elementos transportados innecesaria otra estructura.
El jornal empezaba al amanecer, con una interrupción a las 14:00 y luego se continuaba hasta la caída del sol. Cuenta también que tuvo un accidente complicado. El hacha de un compañero se le clavo en el talón, y el patrón en su Jeep lo llevó al hospital más cercano en Jardín América, donde lo cosieron y le dieron varios días de reposo.
Este gesto, que el valora aun hoy,
habla sobre la "bondad" del patrón o del capanga, como opinan la mayoría de los hacheros “viejos”.
Capanga es el capataz de los
yerbales (o yerbatales), o pinares del Noreste argentino, con ganada fama de
hombre rústico y embrutecido que
aplicaba sobre el cuerpo del peón (mensú),
el látigo real y ejercía la ley del machete. El capanga somete porque ha
aprendido el rigor de la fuerza del látigo desde el otro lado del chasquido. Él
mismo ha sido mensú, sometido al
trabajo esclavo desde su propia niñez.
Este aspecto es evidentemente cultural, debido al "muy asumido" paternalismo del patrón, dueño de la vida, no solo de su peón, sino del pobrerío en general, lo que implica dependencia laboral, de sus bienes, política, educacional, etc., y de sus vidas en general y de lo que a su vez está muy asumido por esta gente.
No siempre dormían en el monte, pero cuando lo hacían, construían un piso, “tarimba” (tarima) con varas del monte, para protegerse principalmente de víboras, que cubrían con hojas de pindó e igualmente el techo, solo que con una técnica de disposición de las hojas para que no pase el agua de lluvia. A veces les hacían paredes del mismo material.
Más tarde fueron lonas viejas y plásticos negros
son el techo. Cartones húmedos sobre la tierra hacían de cama. El monte tupido
era la pared, y un fuego pobre, que amenaza apagarse, es la calefacción.
En el “campamento” de los “motosierristas” de la
Papelera Alto Paraná, la mayor empresa de pasta celulosa de Argentina y una de
las mayores de América, propietaria del diez por ciento de la tierra misionera
y que mantenían el escalón inicial de su cadena productiva (los cortadores de
pinos), en condiciones medievales: jornadas que comienzan los lunes cuando el
sol ni asoma y finalizan los sábados por la tarde.
Traslados hacinados, cientos de kilómetros, en
camiones destruidos. Días de hasta catorce horas de trabajo. Paga mínima.
Maltratos constantes. Y “listas negras” para quien levante la voz: despidos y
proscripción laboral en la zona.
Según Julián Bogado, ex “motosierrista” de un
tercerizado de Alto Paraná, actualmente el trato es aceptablemente correcto, y
la jornada es de 8 horas. La paga es la mínima “legal”. De ningún modo esto
significa que su ingreso sea aceptable. Lo que aún persiste es la existencia de
“listas negras”, sin excepción.
Actualmente la tarea de desmonte se está
mecanizando aún más y los “motosierristas” han sido reemplazados por tractores,
que, si bien es un hombre quien los opera, apean los árboles, los desgajan y
cortan al tamaño necesario para uniformar y optimizar la carga en el camión,
todo en una sola operación y siempre en las grandes empresas.
Entre carpas improvisadas en el monte misionero, un
centenar de hombres duros dan testimonio de pesares, jornales inhumanos e
injusticias silenciadas. Hoy estos campamentos existen cuando trabajan en
montes muy alejados de sus pueblos, pero ocurren excepcionalmente.
En el monte, el “motosierrista” cumple la misma
función que décadas atrás le tocaba al hachero. Se interna entre las hileras de
pinos y derriba el árbol, corta el tronco en pedazos (llamados “toras”, de 2,2
metros de largo) y lo “limpia” cortando las ramas principales. Todo el proceso
lleva tres nombres: tumba, picada y desgaje.
Luego interviene el “raleador” que utiliza tres
herramientas: hacha, machete (para terminar de limpiar el pino) y un “diablo”
(dos ganchos tipo garfio cruzados) que se utiliza para abrazar los trozos de
pino, que pueden pesar de 70 a 200 kilogramos, y arrastrarlos hasta las pilas
de raleo, donde una grúa los sube al camión.
Hasta
hace relativamente poco tiempo (1999), se encontraban resabios de viejas prácticas
en el Chaco.
Unos 200 hacheros
trabajaban en condiciones infrahumanas cerca de Río Muerto (en el monte
chaqueño, 300 kilómetros al oeste de Resistencia), donde una empresa les paga
salarios miserables y les descuenta hasta el valor del agua sucia que les da
para beber.
La denuncia involucra
a la empresa Agrocentro, que, según el gremio,
recuerda la triste historia de La Forestal. En una oportunidad Camilo Paiva un hachero resume con una precisión que
humilla:
“El tata abuelo y mi padre
fueron hacheros. Tres de mis cuatro hermanos son “motosierristas”, como yo. Mis
hijos seguirán estos pasos. Quizás ellos vivan mejor. Mientras espero eso,
ojalá los porteños se enteren cuánto brazo, espalda y sacrificio hizo falta
para su papel de computadora”.
Con la tercerización, estas grandes empresas
se sacan de encima las responsabilidades patronales y mejoran su imagen.
El resultado de la tala irracional se
sintetiza en: especies valiosas en vías de extinción como Palo Rosa, Caroba,
Cancharana y muchas otras; degradación de suelos; degradación de humedales y
demás áreas de captación de agua; degradación y extinción de cursos de agua,
etc.
El folklore rescata a estos duros oficios
Casi siempre
encontramos entre los poetas y músicos de nuestro país, rescates y reclamos de
los más postergados, y al decir de Horacio Guarany: Si se calla el cantor…¿Quién habrá de luchar
por sus salarios?
Algunos buenos recuerdos
son:
Hubo pago en el obraje
– Luis Landriscina: https://www.youtube.com/watch?v=2s7vVQAtOgI
Maturana – Mercedes
Sosa: https://www.youtube.com/watch?v=If6keuPbRE4
Zamba
del hachero-Los gauchos de Güemes: https://www.youtube.com/watch?v=aXEb9CQS3BI
Eleuterio
Sosa, un correntino de Ley –Los 4 de Córdoba y L. Landriscina: https://www.youtube.com/watch?v=L5RU8tDG7RQ
Reconocimientos
El Monumento Nacional al
Hachero está emplazado en la ciudad de Vera, provincia de Santa Fe. La obra
fue inaugurada en el año 1984, por la ordenanza municipal Nº 541.
La cinematografía también
reflejó la historia de las luchas sociales, la masacre de 1921/22 y la
devastación socio-ambiental causadas por La Forestal, a través de la película Quebracho en 1974
En 1984 se estrenó en el
Teatro La Comedia de Rosario la "Crónica
cantada La Forestal. Un hachazo a la dignidad del hombre",
interpretada por Enrique Llopis y Emilio Lenski.
La Forestal, escrita por
Rafael Ielpi con música original de Jorge Cánepa y José Luis Bollea, fue
dirigida por Néstor Zapata en un disco grabado en directo en Rosario.
Hoy sigue siendo la obra con
mayor convocatoria de público en la historia del teatro santafesino.
Crónica de un olvido –
Enrique Llopis - https://www.youtube.com/watch?v=gGTA1CFv-Ss
Otras obras artísticas sobre
La Forestal es el cortometraje de animación titulado Viaje a la tierra
del quebracho (2008) de Manuel Quiñones, y el filme documental Herencia de la Forestal (2012), de Gustavo Semprini.
Bibliografía
ARANDA, D. (2007). Los
hacheros del siglo XXI. https://www.pagina12.com.ar/
diario/sociedad/3-82615-2007-04-01.
CLARÍN (1999). Provincias: en el Chaco cobran alrededor
de 200 pesos por mes. Denuncian que 200 hacheros sufren un régimen de
esclavitud. https://www.clarin.com/sociedad/denuncian-200-hacheros-sufren-regimen-esclavitud
MARGHERIT, L. (2016). Los
hacheros y la ley de bosques. https://inta.gob.ar/
noticias/ los-hacheros-y-la-ley-de-bosques
UNIVERSIDAD NACIONAL DE
BUENOS AIRES. (2021). Levantamiento y represión de las y los operarios y
hacheros de La Forestal. http://relacionesdeltrabajo.sociales.uba.ar/2021/01/29/levantamiento-y-represion-de-las-y-los-operarios-y-hacheros-de-la-forestal/
WIKIPEDIA. La Forestal. https://es.wikipedia.org/wiki/