Tenía 11 años cuando casi me fui al otro mundo por una peritonitis aguda que solo algunos pocos pudieron detectar en mi pueblo, de la que salí “bien parado” luego de una cirugía de varias horas en el Hospital Aurelio Crespo de Cruz del Eje.
Hace poco me enteré que este hospital fue inaugurado bajo el ministerio del Dr. Ramón Carrillo, yes por eso que quiero traerlo en el recuerdo, de un tipo que, más allá de sus posturas políticas (por las que fue usado y maltratado por “amigos” y enemigos), le dio al país más necesitado algo impensado en su momento: SALUD PUBLICA.
Ramón Carrillo era
neurocirujano, pero él se presentaba con su chispa santiagueña como
“negrocirujano”.
Al lado de sus colegas fue quien llevó a cabo hazañas para la época como eliminar prácticamente el paludismo (malaria), tifus, brucelosis, sífilis y otras enfermedades venéreas, y minimizar la mortalidad por tuberculosis. Parecía que mientras más logros obtenía Carrillo menos reconocimientos conseguía, hasta que el “sistema político” se lo sacó de encima y debió exiliarse en Brasil, donde falleció.
El reconocimiento le llegó muy tarde, y como dijo Séneca (filósofo romano nacido en el año 4), “cuando la justicia es lenta, no es justicia”
Los problemas de la Medicina, como rama del Estado, no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría. […] Solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo.
Ramón
Carrillo
¿Quién fue Ramón?
Hijo de Ramón Carrillo Saavedra y de María Salomé Gómez Carrillo, Ramón
Carrillo nació en 1906 en Santiago
del Estero, en el seno de una familia acomodada, con 10 hermanos.
Su padre fue docente del Colegio Nacional de Santiago del Estero,
periodista y tres veces diputado por el conservadurismo, siendo un referente
provincial del General Julio Argentino Roca.
En tanto, su bisabuelo, don Marcos Carrillo, fue un oficial español nacido
en Murcia,
quien luchó para el bando realista y cayó prisionero del
General Manuel Belgrano en la batalla de
Salta.
El español Marcos Carrillo no solo era el abuelo de su padre, sino
también, a su vez, el bisabuelo de su madre, razón por la cual el apellido
Carrillo se repite en ambos progenitores.
Luego de cursar sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal,
partió rumbo a Buenos Aires para iniciar la carrera
de medicina.
Cursó la misma de manera brillante y se graduó como médico a los 23 años,
obteniendo la medalla de oro al mejor alumno de su promoción.
Al acercarse el final de su etapa universitaria, comenzó con sus
primeras manifestaciones políticas públicas.
¿Qué
hizo?
Desde su época de estudiante, se inclinó hacia la neurología y
la neurocirugía. Ya graduado, abrazó
definitivamente estas especialidades y obtuvo una beca universitaria para
perfeccionarse en Europa, donde trabajó e investigó junto a los más destacados
especialistas del mundo durante tres años.
En 1930 estuvo a cargo de la
dirección de una publicación mensual, cuyo objetivo era difundir las
investigaciones médicas de los estudiantes, doctores jóvenes y de algunos
notables de la Facultad de Medicina. Dicha publicación se destacó por la
vehemencia con que sus autores abogaron por la renovación de los conocimientos,
la estructura y la sociabilidad médica.
Se perfeccionó en
Holanda, Francia y Alemania, y regresó a Buenos Aires en 1933, en plena “década infame”, una etapa que se caracterizó por la
ausencia de la participación popular, la persecución a la oposición, la tortura
a los detenidos políticos, la creciente dependencia de nuestro país y la
proliferación de los negociados.
Tomó contacto con figuras emblemáticas de una corriente de fuertes
raíces nacionales de auge en aquella época. Se vinculó con su compañero de
estudios primarios Homero Manzi y otros hombres, como Arturo
Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz impulsores de
esas ideas, donde el concepto de Patria era lo más importante.
Se asoció con la escuela neurobiológica argentina activa en el Hospicio
de las Mercedes (hoy Hospital
Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda), y el Hospital de Alienadas (hoy Hospital
Neuropsiquiátrico Braulio A. Moyano).
Durante esos años, Carrillo se dedicó únicamente a la investigación y a
la docencia, hasta que en 1939 se
hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central en
Buenos Aires. Este empleo le permitió conocer con mayor profundidad la realidad
sanitaria del país.
Carrillo aportó nuevas técnicas de diagnóstico neurológico
(yodoventriculografía; tomografía, que por carencia en la época de medios
electrónicos no pudo integrar la computación, pero fue precursora de lo que hoy
se conoce como tomografía computada; su combinación con el electroencefalograma, llamada
tomoencefalografía).
Durante quince años investigó las hernias del
cerebro que ocurren en sus cisternas (hernias cisternales) y los síndromes que
ocurren tras una conmoción o traumatismo cerrado cerebral (síndromes
postconmocionales); descubrió la luego llamada enfermedad de Carrillo o
papilitis aguda epidémica; describió las esclerosis cerebrales durante cuya
investigación realizó numerosos trasplantes de cerebro vivo entre conejos, y
reclasificó histológicamente los tumores cerebrales y las inflamaciones de
la envoltura más íntima del cerebro (aracnoides),
inflamaciones llamadas aracnoiditis.
También propuso una "Clasificación de las enfermedades mentales"
que fue empleada antes de los DSM
(Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos
mentales).
Agreguemos que a esta práctica
se suman los aportes que Carrillo produjo como sanitarista, campo en el que se
le debe una obra pionera: su Teoría
del Hospital en 1951).
En ella señala tres categorías
médicas y sus respectivas equivalencias arquitectónicas:
·
La medicina asistencial, a la
que corresponde la arquitectura hospitalaria
·
La medicina sanitaria, servida
por la ingeniería sanitaria,
·
La medicina social, a la que responde
físicamente el Centro Sanitario.
En esta última categoría
sustentará Carrillo la piedra basal de su revolucionaria política de salud, en
tanto está destinada a la protección preventiva del hombre sano antes que al
tratamiento del enfermo. De esta nueva concepción emergieron dos prototipos
arquitectónicos sobre los que se levantarían las obras fundamentales del
Ministerio: el Centro Sanitario y la Ciudad Hospital.
El primero estaba integrado por un conjunto de consultorios polivalentes y un eficiente servicio social destinados a captación de enfermos, reconocimiento de sanos y tratamientos ambulatorios, tipología plasmada en los Centros levantados en Catamarca, Corrientes, Jujuy, Salta, Santiago del Estero y Tucumán, provincias del NOA y NEA históricamente abandonadas a su suerte.
A su vez, la Ciudad Hospital tenía la envergadura de un polo de alta complejidad destinado a ciudades que, por su gravitación poblacional, histórica y económica, tenían el valor de epicentros regionales. De allí que fuese planeada en Horco Molle, en las afueras de San Miguel de Tucumán (a diferencia de los Centros ésta fue parcialmente construida, y abandonada tras el golpe de 1955).
Pero es interesante señalar que
Carrillo tenía, además, opiniones fundadas sobre la arquitectura hospitalaria,
pues le importaba que ésta no se divorciase de la memoria colectiva.
Por su misma procedencia
gustaba de la tradición constructiva hispano criolla (galerías, muros blancos,
techos de teja española), que se conoció entre nosotros como “estilo
californiano”. A esto apuntaba cuando sugería que “los arquitectos deberán concebir las formas no sólo en función de su
sentir personal, que es respetable, sino del sentimiento colectivo que perdura
entre todos y permite reconocer lo que es de todos”.
No obstante sus preferencias
personales, cuando los arquitectos le proponían nuevas soluciones funcionales y
estéticas, las discutía a fondo.
Su diagnóstico del país
En el Hospital Militar tomó contacto con las historias clínicas de los
aspirantes al servicio militar, que procedían de toda la Argentina, y pudo
comprobar la prevalencia de enfermedades vinculadas con la pobreza, sobre todo
en los aspirantes de las provincias menos desarrolladas.
Llevó a cabo estudios estadísticos que determinaron que el país solo
contaba con el 45% de las camas necesarias, y gran desigualdad entre las
diferentes regiones.
Confirmó de esta manera sus recuerdos e imágenes de provincia, que
mostraban el estado de atraso en que se encontraba gran parte del interior
argentino.
Este diagnóstico provocó un brusco viraje profesional, abandonando su
carrera como neurobiólogo y neurocirujano para dedicarse al desarrollo de la
sanidad pública (sanitarismo), desde donde podría concretar algunas de sus
ideas.
Creía que ésta debía orientarse «no hacia los factores directos de la
enfermedad –los gérmenes microbianos–
sino hacia los indirectos. La mala vivienda, la alimentación inadecuada y los
salarios bajos tienen tanta o más trascendencia en el estado sanitario de un
pueblo, que la constelación más virulenta de agentes biológicos”
Con doble empleo debido a su necesidad de salario, en 1942 Carrillo ganó por concurso la
titularidad de la cátedra de Neurocirugía de la Facultad de
Ciencias Médicas de Buenos Aires. Allí formó una escuadra de
talentosos discípulos, entre los que se destacó Raúl Matera,
quien sería más tarde el médico personal de Juan Domingo Perón.
Durante su ministerio, y con franco apoyo político hasta ese momento, estableció la gratuidad de la atención de los pacientes, los estudios, los tratamientos y la provisión de medicamentos. Un novedoso tren sanitario recorría el país durante cuatro meses al año, haciendo análisis clínicos y radiografías y ofreciendo asistencia médica y odontológica hasta en los lugares más remotos del país, a muchos de los cuales nunca había llegado un médico.
Su
paso por la política
En 1941 Carrillo se afilió
afiliado al Partido Demócrata Nacional, sucesor
del Partido Autonomista Nacional (PAN),
cuyo líder más destacado fue el ex presidente Julio Argentina Roca.
Fue delegado por Santiago del Estero al Comité Nacional por la fracción
renovadora del Partido Demócrata Nacional. En 1943 fue uno de los profesores de la Facultad de Medicina que apoyó
la candidatura a la presidencia de Robustiano Patrón Costas, y formó parte de
los miembros del Comité Nacional del PDN.
El golpe de estado militar de ese año, que
derrocó al gobierno constitucional del presidente Ramón Castillo, tuvo como parte involucrada al
entonces Coronel Juan Domingo Perón, quien ocupó cargos relevantes durante ese
gobierno, y más tarde se convertiría en presidente.
En ese contexto, Carrillo conoció a Perón quien lo convenció de
colaborar en la planificación de la política sanitaria de su gobierno. Años más
tarde esa relación terminó muy mal.
En 1946 Perón fue electo presidente, y en una entrevista le dijo: “Mire Carrillo, me parece
increíble que tengamos un Ministerio de Ganadería para cuidar a las vacas y que
no haya un organismo de igual jerarquía para cuidar la salud de la gente”.
El comentario de Perón será el
preámbulo de una política de Estado desconocida en materia de Salud, cuando en
1946 confirmó a Carrillo al frente
de la Secretaría de Salud Pública, que posteriormente se transformaría en
el primer Ministerio de Salud
Pública y Asistencia Social de la Nación. La esposa de Perón, Eva
Duarte, desde su fundación, coordinó su accionar con el de Carrillo y
contribuyó a consolidar su obra técnica.
En 1951 Carrillo escribía:
“Si se
tiene en cuenta que son necesarias de 10 a 13 camas por cada mil habitantes,
para atender a nuestros enfermos deberíamos contar, como mínimo, con 160.000
camas en todo el país, y solo disponemos actualmente de 70.000, es decir, menos
de la mitad. He aquí el primer problema: construir nuevos establecimientos y
darles el acento social que estamos propugnando”.
Su gestión se caracterizó por dar prioridad al desarrollo de la medicina preventiva, a la
organización hospitalaria, a conceptos como la "centralización normativa y descentralización ejecutiva".
Sentó las bases de la medicina preventiva de Argentina mediante un plan
integral que ubicó al país en la vanguardia en la materia. Como parte de los
Planes Quinquenales, abarcó la totalidad del territorio, contemplando sus
características culturales y geo-climáticas para trazar un preciso mapa
sanitario del país.
Desde la gestión de Carrillo se comenzaron a cumplir normas sanitarias
como las campañas masivas de vacunación (antivariólica y antidiftérica),
y la obligatoriedad de presentar los certificados de esas vacunas en las
escuelas y para realizar ciertos trámites.
Se implementaron campañas masivas a nivel nacional contra la fiebre
amarilla, las enfermedades venéreas y otros
flagelos.
También se destaca la creación de EMESTA (Empresa Medicinal del Estado),
primera fábrica nacional de medicamentos, y el apoyo a los laboratorios
nacionales por medio de incentivos económicos para que los remedios pudieran
estar disponibles para la mayoría de la población.
Durante su gestión, se inauguraron casi 500 nuevos establecimientos
sanitarios y hospitales, por ejemplo: Hospital de Roque Sáenz Peña, Chaco; Hospital de
Jobson-Vera, Santa Fe; Hospital de Pinto, Santiago del Estero; Hospital de Chos
Malal; Hospital de Valcheta, Río Negro; y el Instituto de Gastroenterología,
Hemoterapia y de Dermatología de Capital Federal, entre muchos otros, y terminó
la construcción de varios otros que estaban abandonados, como el Hospital de
Cruz del Eje (Córdoba).
Las estructuras de varios hospitales que comenzó a construir durante su
gestión fueron abandonadas tras su exilio y nunca fueron habilitadas, muchas
fueron derribadas o abandonadas por el gobierno militar que terminó con el
gobierno de Perón en 1955.
Un mal ejemplo que de alguna manera resume las conductas de muchos de
nuestros gobiernos, es el caso del llamado “Elefante Blanco” de Villa
Lugano en la ciudad de Buenos Aires, que tenía como destino ser el
hospital más grande de toda Latinoamérica, pero nunca se llegó a cumplir, ya
que, luego de que Carrillo dejara el Ministerio, el edificio quedó abandonado.
Esta es su triste historia:
Fue proyectado en 1923 (Presidencia de Torcuato de Alvear), para dar lugar a la Liga Argentina contra la Tuberculosis, iniciativa impulsada por el legislador socialista Alfredo Palacios.
En 1935 la municipalidad de Buenos Aires donó el terreno, y el Estado nacional (Presidencia de Agustín Justo), y distintas sociedades de beneficencia reunieron el dinero suficiente para iniciar los trabajos.
En 1939 (Presidencia de Ortiz), la estructura de la obra concluyó en el piso 14º, 63.600 m2, pero no se realizaron las obras interiores por problemas presupuestarios.
La construcción se retomó en 1948 por gestión de Ramón Carillo, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, quien expropió el edificio. En 1955 el proyecto quedó abandonado por el golpe de estado de la autodenominada Revolución Libertadora.
En 1957 (Presidencia de facto de Aramburu), el edificio fue devuelto a la Liga Argentina contra la Tuberculosis, pero no se hicieron las obras por falta de fondos. Desde la década del sesenta el edificio fue ocupado a lo largo del tiempo por cientos de familias.
En diciembre de 2007 (Presidencia de Néstor Kirchner), el entonces jefe de gobierno porteño Jorge Telerman le cedió un espacio a la Fundación Madres de Plaza de Mayo, la que instaló un jardín maternal, aulas para capacitación, comedores y un taller de costura.
A fines de 2013, un recurso de amparo ordenó al gobierno porteño (a cargo de Mauricio Macri), a que “en forma urgente proceda a la limpieza del basural” y a la “limpieza periódica de los tanques de agua, la fumigación y desratización”.
Un nuevo proyecto prevé el llamado a licitación para llevar adelante un estudio estructural que permita demoler a pico y pala los 11 pisos superiores y conservar las tres primeras plantas del Elefante Blanco.
El gobierno porteño, de Rodríguez Larreta, en 2019, terminó la obra destinada al funcionamiento del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat que tiene más de 21.000 metros cuadrados.
Similar fue el destino de la ampliación del Hospital Borda, que se dejó
sin uso hasta 2004, año en que se la demolió.
Carrillo aumentó el número de camas existentes en el país, de 66.300 en
1946 a 132.000 en 1954.
Carteándose con Norbert Wiener (llamado "creador de la
cibernética", Carrillo la aplicó al arte de gobernar con el nombre de
cibernología, creando un Instituto de Cibernología o Planeamiento estratégico
en 1951.
Su amplio criterio y su visión de futuro le
permitieron decir:
“El hombre de hoy ha
hecho sus esclavos a la electricidad y a la fuerza nuclear y será pronto el
empresario de las fuerzas del mar y del sol. Estamos frente a un poder
catastrófico que puede ser peligroso para el hombre mismo. La civilización
vuela en aviones y cohetes, mientras que la cultura recorre todavía a pie los
caminos del mundo. El hombre actual ha perdido la buena costumbre de la
reflexión y la meditación. Llegará a la luna antes de haber extirpado de sí
mismo algunos resabios bárbaros que lo empujan a la guerra y a la destrucción.
A la destrucción de su propia obra. ¡Tremenda y trágica paradoja!”
Socios
y ejemplo para el mundo
Carrillo manifestaba:
“Frente
a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y
el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad,
son unas pobres causas”.
Aseguraba que la medicina más efectiva era disponer de agua potable y
cloacas.
Obviamente no todo lo hizo solo. Por un lado contaba con respaldo
político, y por otro supo aprovechar la capacidad de sus colaboradores a
quienes respaldó con fuerza.
Llevó adelante una campaña para erradicar el paludismo o
malaria, dirigida por los doctores Carlos Alberto Alvarado (compañero en la
Facultad de Medicina y notable investigador), y Héctor Argentino Coll.
Al Dr. Alvarado le llamó la atención que la malaria era típica de zonas
húmedas y pantanosas (donde el paludismo se mostraba en brotes epidémicos de corta
duración), pero aparecía con mucha fuerza en Catamarca, La Rioja o Santiago del
Estero, donde la enfermedad se presentaba en forma endémica), y cuyo ambiente
era completamente distinto.
Sus investigaciones lo llevaron a concluir que los controles se los
mosquitos trasmisores que se realizaba hasta ese momento era el utilizado en
zonas húmedas y pantanosas, sin efectividad y que en regiones áridas los
mosquitos hembras necesitaban aguas limpias y clima soleado y seco para
proliferar.
La enfermedad, que generaba 120.000 víctimas anuales se consideró
erradicada en solo dos años, con solo 120 casos, mediante una técnica
meticulosa y práctica de ir cercando las fuentes de aguas claras.
Estos descubrimientos logrados por Carrillo y Alvarado fueron
silenciados por “la envidia, los celos y
la pequeñez de amigos y enemigos” al decir de Arturo Jauretche, reconocidos
muchos años después cuando otros países utilizaban la técnica desarrollada en
el nuestro.
Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y
otras enfermedades venéreas. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de
130 por 100.000 a 36 por 100.000. Terminó con epidemias como el tifus y
la brucelosis.
En tanto que la mortalidad infantil bajó del 90 por mil en 1943 al 56 por mil
en 1955.
¿Porque
lo denostaron y lo usaron?
Carrillo, que no gozaba de la simpatía de Raúl Apold (el Secretario de
Prensa y Difusión del gobierno peronista), comenzó a exigirle al gobierno una
mayor “apertura política”, que terminara con la “propaganda reiterativa”, que
realizara un “replanteo de la política educativa” y que se terminara con la
“falta de imaginación” del aparato propagandístico.
La situación se fue desgastando, y en 1954, Perón le exigió la renuncia,
tanto por sus dichos como por la enemistad de Carillo con el
vicepresidente Alberto Teisaire (por ser este último
masónico y anticatólico), y quien traicionó a Perón luego de su caída.
Ramón Carrillo se negó a renunciar oficialmente, pero dejó una carta a
Perón en la que le expresó su dolor por el hecho de que lo hiciera renunciar,
señalando asimismo que no hacía falta su renuncia escrita ya que hacía más de
un año que sus palabras no eran escuchadas.
Tras ello, el Dr. Carrillo debió exiliarse.
Su
triste final
En octubre de 1954, Carrillo se embarcó rumbo a Nueva York con
el fin de exiliarse en Estados
Unidos. Allí dio una serie de conferencias en la Universidad de Harvard, no obstante,
comenzó a enfrentar dificultades económicas, ya que debió exiliarse sin recibir
ninguna ayuda del gobierno.
A raíz de una progresiva enfermedad se sometió a un intenso tratamiento
con el cual logró algunas mejorías transitorias. Debido a que la vida en Nueva
York se le hizo demasiado onerosa, Carrillo consiguió un empleo en la empresa
norteamericana Hanna Mineralization &
Co., la cual tenía una explotación en Brasil,
a 150 kilómetros de Belem do Pará.
En noviembre de 1955 llegó a Brasil,
y desde el primer momento se vinculó con el hospital de la universidad local de
Belem do Pará, el llamado Santa Casa de Misericórdia, sin darse a
conocer, sin embargo, en el hospital le dijeron que no podían emplearlo como
médico, a lo que él le respondió que solo deseaba colaborar.
Allí conoció a un joven médico, el doctor Jourdy, quien se convirtió en
su amigo y discípulo. Los avanzados conocimientos que Jourdy recibió de
Carrillo llamaron la atención de los profesionales del hospital.
Por esta razón, sus autoridades pidieron informes a Río de
Janeiro sobre el doctor Carrillo, a través de las cuales se
enteraron de su actuación científica y política. Desde ese momento, Carrillo
fue llamado para importantes consultas, exponer en conferencias y dar clases en
el Hospital de Aeronáutica de Belém y en la Santa Casa de Misericórdia.
Pese a su actividad en Belem do Pará, en marzo de 1956, Carrillo, luego
de analizar un examen médico que se había realizado le anunció a su esposa que
le quedaban pocos meses de vida. Su pronóstico fue acertado: el 28 de noviembre
de 1956 sufrió un accidente cerebrovascular y el creador del sanitarismo
argentino falleció el 20 de diciembre de ese año, con apenas 50 años.
Mientras
tanto, en Buenos Aires sus propiedades fueron allanadas y Carrillo fue acusado
de enriquecimiento ilícito y malversación de fondos. Le dijo a un amigo:
«Si yo desaparezco,
queda mi obra y queda la verdad sobre mi esfuerzo donde dejé la vida. No tengo
odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando
el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino»
A
Ramón Carrillo lo tironearon de varios lados, y lo usaron tanto como pudieron.
Lo usó el peronismo para su propaganda y luego lo echó de su lado. La
“Revolución Libertadora” suspendió todas las obras iniciadas. Pocos se
encargaron los gobiernos sucesivos para reparar tanto daño por el olvido, y,
como una forma de popularizarse, un Presidente de facto (Lanusse), repatrió sus
restos en 1972 (18 años luego de su exilio y 16 después de su muerte.
Los
homenajes
En 2005 su hermano, Arturo Carrillo, editó un libro que expone la
magnitud de sus logros y sacrificios.
El 9 de diciembre del mismo año, el gobierno argentino decretó a 2006 "Año de homenaje a Ramón Carrillo",
produciéndose numerosos actos de desagravio y volviéndose a publicar las ideas
de medicina social que guiaron su labor.
En 2023, un billete de $ 2.000 honra su memoria.
Bibliografía
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ORDOÑEZ, M.A. (2004). Ramón Carrillo, el Gran Sanitarista Argentino. Electroneurobiología 2004: 12 (2): 144–147.
PETRINA, A. (2023). La historia de Ramón Carrillo, el "negrocirujano" que será la cara de los billetes de dos mil pesos. Página 12. https://www.pagina12.com.ar/264709-la-revolucion-de-ramon-carrillo
PIGNA, F. (¿?). Ramón Carrillo, precursor del sanitarismo argentino. El
Historiador. www.elhistoriador.com.ar
TISSERA, E. y PEREYRA, G. (¿?). Carrillo, un profeta de la APS. El
aporte del pensamiento y obra del Dr. Carrillo a la atención primaria de la
salud en la argentina. Facultad
de Psicología Universidad de Buenos Aires. pdf. 22 p.