Está ampliamente documentado que el
socialismo nunca se llevó bien con el campo, y, en los momentos de máximas
necesidades de los obreros rurales, no pudo hacer mucho a pesar del esfuerzo y
buena voluntad de sus dirigentes. Esto tiene muchas explicaciones, pero la
“madre” de esta verdad es que las ideas socialistas siempre se trabajaron en
ambientes urbanos.
También es cierto que el concepto de
“campo” aparece como una ambigüedad, ya que ser obrero o familia rural,
arrendatario, o propietario, forman parte del concepto pero no gozan de las
mismas características. Por otra parte todas estas figuras pueden formar parte
de “campo grande” o “campo chico” que a
su vez se pueden dividir en campos de subsistencia, rentables o no rentables.
El nuestro es un país urbano, aunque
no lo parezca. Hoy el 91 % de los habitantes viven en pueblos y ciudades, y se
estima que en el 2030 esta cifra se estirará al 94 %.
El límite entre campo y ciudad siempre
estuvo muy marcado desde la colonización, sin embargo nadie tuvo en cuenta que
esa no era una línea divisoria, era una franja divisoria bastante amplia que
conformaba una interfase de obreros urbanos y obreros rurales, cuyas pretensiones de ascenso social
no eran (ni son) las mismas.
Esto es tanto más grave cuanto más
grande es el perímetro urbano.
Los partidos de izquierda nacionales
en sus orígenes, por lo general, ni siquiera llegaron a la franja, y su ámbito
de acción es la urbanidad pura. Los detractores de estos los asocian a una
intelectualidad manifiesta en “la mesa de café”.
Veamos quienes y como interactuaron,
desde los partidos de izquierda, con el sector rural, particularmente a finales
del Siglo XIX y XX. Algunos propugnaban y defendían el latifundio, mientras que
otros promocionaban el libre mercado o el movimiento cooperativo autogestionado.
Más cerca en el tiempo las bases se
organizan y se generan movimientos mucho más revolucionarios y efectivos que
los del tiempo pasado.
Campo y socialismo.
Sus orígenes
Tal vez
sea más fácil comprender el alcance de personas que de partidos cuando hablamos
de problemas sociales del sector rural argentino. Por esta razón podemos
centrar la atención en dos políticos de profusa actuación: Germán Avé Lallemant
y Juan B. Justo.
A casi 130
años de la fundación del Partido Socialista Argentino, la construcción del
pensamiento socialista en nuestro país, no comienza con la simbólica fundación
del partido, sino que se remonta a varios años antes.
Le cabe un
lugar importante al ingeniero alemán Germán Avé Lallemant, considerado por
muchos autores como el “padre” del marxismo en Argentina.
Como parte
de la indagación en las ideas originales del socialismo, es interesante evaluar
el pensamiento de este solitario científico y periodista, que desarrolló una
amplia labor en ésta, su patria adoptiva, desde su llegada en 1868 hasta 1910,
año de su muerte.
Nació en 1835 y a los
33 años llegó a nuestro país. Era agrimensor de profesión pero con una fuerte formación
en varias áreas de la ciencia (minería, geología, biología de flora y fauna).
Se radicó en 1878 en
la provincia de San Luis, y mientras realizaba estudios geológicos comenzó a
militar en la Unión Cívica Radical de esta provincia y luego en el socialismo.
Fue docente e investigador en el área minera en todo Cuyo.
En sus habituales viajes a Buenos Aires se
conecta con el Club Vorwärts, formado por socialistas alemanes,
escribiendo desde entonces varios artículos sobre temas sociales para el
periódico que el grupo publicaba, en los que evidencia una postura marxista.
En 1890 y hasta febrero de 1891 se radicó en Buenos Aires, participando
activamente en las luchas sociales, principalmente en el movimiento obrero como
miembro del Club Vorwärts.
En diciembre de 1890 funda y dirige hasta febrero de 1891 el
periódico El Obrero, que será adoptado como
órgano de la primera federación obrera que intentó formarse en Argentina ese
año.
En 1891 vuelve a radicarse en San Luis. En estos años publica gran
cantidad de artículos en el periódico La Agricultura de
Buenos Aires. En 1896 se radica nuevamente en Buenos Aires y se integra al
equipo estable de redactores del periódico La Agricultura. Lallemant desarrollará en este
medio una extensa colaboración periodística.
El semanario, "defensor de los intereses rurales e industriales", nacido del riñón del diario La Nación y que funcionara un tiempo en sus mismas oficinas, fue quizás una de las publicaciones más serias de la época referidas al desarrollo de la economía agraria. En ella colaboró, además de Germán Avé Lallemant, otro socialista: Antonino Piñero.
En 1896 se presenta como candidato a diputado nacional por el Partido Socialista. Es el segundo en la lista, después del doctor Juan B. Justo. En octubre de 1898 vuelve a San Luis donde es nombrado Jefe de la
Oficina de Estadísticas de la Provincia.
En 1900 ocupó brevemente el cargo de Jefe del Departamento de Topografía
y Obras Públicas. Sus años finales los pasó realizando estudios para ampliar su
mapa topográfico de la provincia, con vistas al Centenario de Argentina en
1910. Ese mismo año, muere el 2 de septiembre, en San Luis.
Fue colaborador y corresponsal de las principales instituciones
científicas argentinas, casi desde sus fundaciones: La Sociedad Científica Argentina (desde
1874), la Sociedad Entomológica Argentina (desde
1874), la Academia Nacional de Ciencias,
de Córdoba (desde 1875), la Sociedad
Geográfica Argentina y el Instituto Geográfico Argentino.
Entre sus invenciones se destacó un higrómetro,
modificando el tubo de Kundt. Usó y fabricó por primera vez
dinamita en Argentina.
Fue el primer científico “argentino” en llamar la atención sobre la importancia del petróleo y
los posibles yacimientos que podían encontrarse en el país.
Lallemant también realizó aportes importantes en materia de
meteorología, arqueología, folklore, flora. Promovió la industrialización del país y el desarrollo de la
educación técnica, en una época que la tendencia dominante del gobierno era dedicarse
exclusivamente a la producción agropecuaria y dar prioridad a la educación
general (bachillerato) y comercial.
Nació en Buenos Aires en 1865. Fue médico,
periodista,
político,
parlamentario
y escritor
argentino,
fundador del Partido Socialista de
Argentina (que presidió hasta su muerte), del periódico La Vanguardia y de la
cooperativa El Hogar Obrero.
Se desempeñó como diputado y senador nacional. Fue defensor del socialismo de libre mercado y
el movimiento cooperativo autogestionado.
Juan B. Justo realizó sus estudios de medicina en la Universidad de Buenos Aires. Tras
recibirse, viajó a Europa, donde se interiorizó de las ideas socialistas.
Sus primeros trabajos como periodista los realizó en el diario «La Prensa», como cronista parlamentario. A
principios de la década de 1890 comenzó a escribir en el periódico socialista «El
Obrero».
En 1894,
junto a Augusto Kühn y Esteban Jiménez fundó
el periódico La Vanguardia. Para costear su impresión y
difusión vendió el coche que utilizaba en sus visitas de médico y empeñó la
medalla de oro que le había otorgado la Facultad de Medicina. Dos años más
tarde, con la fundación del partido Socialista, se convertiría en su órgano
oficial.
En septiembre de 1905, «La Vanguardia» se convirtió en diario y en un
importante medio de difusión cultural, excediendo su propósito original de
difusión de las ideas socialistas. Justo dirigió el diario hasta su muerte.
Juan B. Justo formó parte de la Unión Cívica de la Juventud y luego
de la Unión Cívica en 1889. Durante la Revolución del Parque, en 1890, atendió a los
heridos del lado revolucionario.
Poco después, Justo fue involucrándose en los círculos obreros y en las
corrientes socialistas, hasta que en 1896, junto a Esteban
Jiménez, Augusto Kühn e Isidoro Salomó fundó el Partido Socialista Argentino (PSA),
que presidió el resto de su vida.
Como presidente del partido, intervino en los congresos socialistas de Copenhague
y Berna.
Asimismo, fue la primera persona en traducir El capital de
Karl Marx del alemán al español.
En 1905 fundó la cooperativa El Hogar
Obrero y el 8 de septiembre de 1910, se convirtió en la primera cooperativa
"no europea" admitida en la Alianza Cooperativa Internacional.
En 1912,
Justo fue elegido diputado, cargo que ocupó
hasta 1924,
cuando fue elegido Senador, siempre por la Capital
Federal.
En 1921 se casó con la famosa defensora del feminismo en nuestro país, Alicia Moreau.
Como diputado, presidió la comisión investigadora de los trusts, y participó de los debates que llevaron a la Reforma Universitaria de 1918. Justo
presentó numerosos proyectos de ley en materia social, contra
el juego y el alcoholismo y para eliminar el analfabetismo.
Lallemant vs. Justo
Mucho
escribió Lallemant sobre la economía de la Argentina. En sus artículos en La
Agricultura, a pesar de ser una revista para los medianos y grandes
propietarios de tierras, se esfuerza por explicar pacientemente la teoría del
valor, de la plusvalía, la renta de la tierra, nociones de economía política
marxista a partir de las cuales elabora sus concepciones sobre la realidad
nacional.
Tomaremos
algunas de sus ideas para visualizar qué diagnóstico traza de nuestro país y
cuál es la vía de solución que propugna.
Lallemant
plantea que la división internacional del trabajo decidió que fuéramos un país
agrícola. Sobreponerse a esto en forma ficticia es tratar de dar vuelta hacia
atrás la naturaleza del propio país. Nuestro destino, por el suelo, la escasa
población, la historia, es ser un país agrícola y proveer de materias primas al
resto del mundo.
Se
pronuncia, claramente, en contra de una gran industria nacional. "Existen dos fábricas de cerveza, tres
o cuatro de fósforo, otras tantas de calzado, una media docena de alcohol, una
de tejidos de lana, unas seis de géneros de puntos, que no alcanzan a vender ni
la cuarta parte de lo que pueden producir con sus maquinitas (sic), una de
papel y otra de ¡dinamita!".
“No hay mercado para una gran
industria. Tenemos poca población, con hábitos alimenticios sencillísimos y un
clima muy benigno, con lo cual las necesidades de alimentos, abrigo y vivienda
son mínimas.
"La industria creada
artificialmente bajo el sistema del proteccionismo no aumenta el grado de
productividad de la nación, lo retarda más bien, porque el proteccionismo es
entre nosotros una rémora para el desarrollo de la agricultura, que necesita
hoy en día absolutamente de la mayor baratura posible de todos los medios de
subsistencia, para poder reducir el precio de costo de sus productos y salir
triunfante en la terrible lucha de competencia que tiene que sostener sobre el
mercado universal".
Coincidentemente
con la denuncia de una industria nacional artificial, aboga contra el
proteccionismo y por el librecambio.
Esto
explica, entonces, la conocida posición de Lallemant favorable al latifundio y
en contra de la soberanía económica del país. En una serie de artículos de La
Agricultura, que generaron una larga polémica, se pronuncia a favor de la
capitalización de los latifundios y en contra de la colonización inmigratoria,
que genera una masa de arrendatarios, aparceros y proletarios rurales,
alrededor y dentro mismo de las grandes extensiones de hacienda dedicadas a la
ganadería.
"¡La colonización en su forma
actual es un peligro, una desgracia y un oprobio para el país!". "La
civilización es imposible bajo esta condición de la vida humana".
"El fomento de la explotación de
latifundios es lo que necesitamos. No la propiedad de latifundios en manos sin
capital circulante, sino la explotación gran capitalista de vastas tierras en
manos de empresarios fuertes, o sociedades anónimas".
Apunta,
todavía, respecto del futuro del problema agrario:
"La época de la colonización va
desapareciendo, porque el producto del trabajo del colono no es suficiente para
poder responder a las exigencias del mercado universal, y por eso la
colonización va en decadencia"
Lógicamente,
el gran terrateniente es quien puede poseer el capital para adquirir las
máquinas más modernas y explotar el campo en forma más “racional” y eficiente.
La pequeña propiedad tendrá siempre una mecanización menor, baja eficiencia,
poco desarrollo, sufrirá el agotamiento del suelo, etc.
Sin
embargo, el latifundista se dedicó siempre a la ganadería, y los arrendatarios
y propietarios menores a la agricultura. Lallemant quiere que la gran propiedad
del campo se dedique al cultivo, sin arriendos y con inversión de capital
"genuino". Pero la ganadería ofrece grandes y fáciles ganancias al
estanciero, quien no "comprende" las razones que le ofrece el
ingeniero alemán. A éste no le queda más que lamentarse:
"Lástima que la medalla (la
ganadería), tenga un reverso tan feo: el empobrecimiento siempre creciente de
las grandes masas de la población, la acumulación de los déficits fiscales, las
moratorias y la bancarrota del Estado al fin".
En este
tema se observan una serie de contradicciones en las ideas de Lallemant. En
principio, no existe manera de que el latifundio se dedique a la agricultura si
no es por medio del arrendamiento, la pequeña parcela o la pequeña propiedad, y
esto implica ya el surgimiento de una clase campesina opuesta al latifundista,
quien oprime al campesino por medio del arriendo, del ahogo financiero o lo
explota a través del molino, del crédito, etc.
El
crecimiento de la agricultura con respecto a la ganadería, al contrario de lo
que plantea Lallemant, esconde en realidad la lucha entre la pequeña propiedad
y el latifundio.
Así, para
Lallemant, el desarrollo del capitalismo en la Argentina se dará a través del
latifundio, no a través de la industria y tampoco a través de la pequeña
propiedad agraria.
Lo que
existe de estas dos, según Lallemant, está en decadencia, sobrevive con
protección o gracias a la auto explotación desmedida del campesino, es cara e
ineficiente.
Esto
demuestra que la ruta de victoria del capital, para Lallemant, poco tenía que
ver con los modelos de Europa y Norteamérica. Allí, el capitalismo de la ciudad
necesitó la reforma agraria, la fragmentación de la propiedad fundiaria y la
maquinización de la producción del campo.
Esto
generó primero demanda de máquinas que la ciudad pudo proveer, y además, a
través de la multiplicación del trabajo del cultivo, alimentó un mercado
interno no sólo reducido a las ciudades. Es decir que el desarrollo de la
agricultura acompañó al desarrollo de la industria, y no como pensaba
Lallemant, que podía generarse un gran latifundio agricultor y maquinizado, sin
ciudades y volcado exclusivamente al mercado externo.
El
socialismo argentino no tenía una mayor elaboración sobre el problema agrario.
El programa de 1896 apenas mencionaba el hecho de que, ya ocupado todo el
territorio de la república, se abría paso a la explotación capitalista del
campo, lo cual no pasaba de ser una generalidad.
Recién en
el año 1902, después de una estadía de dos años como médico rural en el pueblo
de Junín (corazón de la Pampa Húmeda), Juan B. Justo elabora unas tesis
aprobadas luego en el cuarto congreso del partido socialista, en La Plata, en
donde se aprueba incorporar al programa mínimo del partido la abolición de los
impuestos que gravan la agricultura, exención impositiva para las viviendas
obreras rurales, contribuciones directas y progresivas sobre la renta de la
tierra, reglamentación del trabajo agrícola y otros puntos más.
Para José Aricó, esa
experiencia y el viaje de estudios que Justo había realizado a Estados Unidos
en 1895 lo llevaron a formular una propuesta para Argentina partiendo del
rechazo al modelo estadounidense, basado en la industria.
Se ubica
entonces el programa socialista en la defensa del pequeño propietario, del
agricultor y del proletario rural, víctimas todos de la explotación y el ahogo
del latifundio, el banco y el impuesto estatal.
Juan B.
Justo desarrollará una elaboración mayor en un artículo de 1914, donde ya
realiza una defensa más acentuada del campesino y un ataque al latifundio,
notándose los ecos de la protesta de los campesinos del sur de Santa Fe,
conocida como Grito de Alcorta.
De todas
maneras, en su libro Teoría y práctica de la historia, aparecido en 1907, Juan
B. Justo desarrolla un concepto opuesto al de Lallemant diez años antes: la
propiedad de la tierra, a diferencia de la industria, que tiende a
concentrarse, tiende a subdividirse hasta llegar a un punto de equilibrio, en
el que el campo es lo suficientemente grande como para realizar grandes
inversiones y lo suficientemente pequeño como para poder controlar el trabajo y
ahorrar en transporte interno.
Pero no se
puede homologar la discusión sobre el problema agrario entre Europa y la
Argentina. Las tierras no cultivadas en Europa eran una pequeña minoría,
mientras que en Argentina había millones de hectáreas dedicadas simplemente al
pastoreo o a la especulación.
El
socialismo, más que preocuparse por el logro de créditos "blandos" y
exenciones impositivas, debía exigir la nacionalización de la tierra: que el
Estado se haga cargo de la mayor riqueza que tenía el país, para entregarla a
todos aquellos que la quisieran trabajar, en beneficio de la nación y no en
beneficio de una pequeña oligarquía.
Esto
traería aparejado el poblamiento del campo, la extensión de la agricultura y la
destrucción del poder oligárquico. Lógicamente, sólo el socialismo podía llevar
a cabo este programa.
Se puede
leer reiteradas veces la denuncia de la acción del capital internacional en los
artículos de Lallemant, razón por la cual sus máximos panegiristas lo ubican en
una postura antimperialista decidida, en oposición a Juan B. Justo, propenso a
la participación del capital internacional en nuestro país.
"Sin conquistas políticas, sin
barcos ni cañones, el capital inglés exprime, pues, de la Argentina, en valor
relativo, 17 veces más de lo que extrae a sus súbditos indios".
"Cinco o seis banqueros de Londres ordenan al gobierno de Buenos Aires, a
través del embajador argentino, qué debe hacer y qué debe dejar de hacer".
"El país ya no soporta la carga y se hunde bajo el peso del imperialismo
británico y de su propia administración irresponsable".
Lallemant
no es un opositor a la acción del imperialismo en Sudamérica:
"La bandera estrellada (de Estados
Unidos) flameará pronto sobre una parte de este continente; los destinos de
estas miserables repúblicas, que son totalmente incapaces de gobernarse a sí
mismas, serán entonces determinados por la Casa Blanca en Washington. Cuando
antes esto suceda tanto mejor, porque únicamente de esta manera es posible
pensar que Sudamérica pueda alguna vez ser abierta a la cultura y a la
civilización".
"El desarrollo liberal burgués
de Sudamérica, su liberación del sistema de violencia dominante de las
oligarquías que todo lo absorben, será posible únicamente cuando el
panamericanismo extienda sus alas en este continente. La oligarquía es un
enemigo a muerte del panamericanismo".
El
pensamiento de Lallemant era, entonces, más antinacional y pro-oligárquico que
el de Juan B. Justo
¿De qué tamaño era el campo para los
socialistas?
El campo fue un elemento siempre
presente en el discurso socialista, y ocupó un lugar privilegiado en la
estrategia política que intentó implementar Justo. Pero además del escaso apoyo
conseguido por los socialistas de parte de los sectores populares rurales, una
de las causas por las cuales puede no haber sido oída su propuesta fueron las
limitaciones y contradicciones que contenía su propaganda.
Un intento por superarlas fue la
implementación de los “comités de zona”, modalidad que se implementó a mediados
de los años ’30 (si bien su idea estaba en germen desde la década anterior),
pensados para mejorar e intensificar la evolución de la propaganda en ese
espacio
A pesar del escaso peso del socialismo
en el campo, éste fue un elemento central en el discurso del Partido
Socialista. Muchas de esas ideas intentaron ser implementadas a través del
ámbito parlamentario.
En las tres primeras décadas del siglo XX, el
Partido Socialista Obrero Argentino se caracterizó por la amplia adhesión
electoral obtenida en grandes espacios urbanos, como Capital Federal,
Avellaneda, Mar del Plata, Bahía Blanca y Mendoza.
Esto se puede observar a partir de sus éxitos y de sus fracasos electorales, así como en una compilación que abordó su historia, en la que la mayor parte de los trabajos allí contemplados analizaron diferentes dimensiones vinculadas a esos espacios, en especial la Capital Federal. Por el contrario, en el ámbito rural los socialistas tuvieron un respaldo político más limitado.
A pesar del escaso
peso del socialismo en el ámbito rural, esta fue un elemento central en su
discurso, en especial desde que el congreso partidario de 1901 que aceptó el
“Programa Socialista del Campo”, escrito poco antes por Juan B. Justo.
En los años posteriores los socialistas intentaron implementar las ideas presentes en ese plan a través del ámbito parlamentario.
Paralelamente, las difundieron a través de diversos medios, buscando el apoyo electoral de la población urbana y rural. Jacinto Oddone opinaba que la tardanza del socialismo en tener en cuenta a los trabajadores del campo se debió a su origen urbano.
Hasta 1901 su programa mínimo sólo había contemplado las reivindicaciones de un sector de la clase trabajadora, la ocupada en las industrias y que habitaba en las ciudades, sin considerar el trabajo rural, “más importante que el anterior, dada la condición agrícolo-ganadera que tiene la república", pero a medida que el PS se extendió por el interior debió incorporar en su programa disposiciones que contemplaran "todo el problema social argentino".
La ingenuidad política del PS era mayúscula, y esa misma situación, y el desconocimiento absoluto del “problema agrario” y sus protagonistas la heredaron casi todos los partidos de izquierda hasta nuestros días.
Ante el hecho de que en su país el desarrollo capitalista se había vinculado a las actividades rurales, a diferenciaba de otras economías contemporáneas (especialmente de Europa pero no de América Latina), Justo dejo de considerar a la industrialización como condición necesaria para la transformación socialista.
En Argentina los cambios recaerían sobre la clase obrera urbana, los pequeños productores rurales y los trabajadores rurales. Se conformaría un “bloque urbano rural”, una democracia rural basada en el desarrollo agrario.
Por eso el “Programa
Socialista del Campo” se dirigía a los trabajadores y ciudadanos: asalariados y
pequeños productores urbanos y rurales, que posibilitarían al PS llegar al
poder, y esa alianza acabaría con los latifundios y el sistema oligárquico,
destruyendo a la “política criolla”.
En abril de 1901 Justo pronunció una
conferencia en el club Vorwärts, en la que expuso las ideas que debía impulsar
el PS para mejorar la vida de arrendatarios, braceros y peones de estancia.
A los primeros había que asegurarles un plazo mínimo de arriendo, la inembargabilidad de sus elementos de trabajo, la indemnización por las mejoras que dejaran al retirarse de los campos, la abolición de los impuestos que gravaban la producción, y la exoneración del pago dela contribución directa .
De acuerdo al “Programa Socialista del Campo”, el objetivo principal del PS debía ser “la defensa y la elevación del trabajador asalariado”.
En 1901, para el PS el trabajador asalariado rural era más importante que el pequeño productor. Pero Juan B. Justo mencionaba que los beneficios no podían limitarse a los asalariados rurales diseminados por la pampa.
Dudaba que la voz socialista llegara a ellos si antes no la conocían los productores independientes, que hacían vida común con los proletarios.
El socialismo necesitaba apelar también a los agricultores y criadores que producían en una escala moderada, en tanto sus costumbres eran similares a las de los asalariados.
En los años posteriores, el discurso socialista acentuó el rol de los chacareros arrendatarios y propietarios en lugar de los trabajadores asalariados del campo.
Como era de prever, los “comité de zonas” fue un gran esfuerzo destinado de antemano al fracaso, en parte por su carácter pampacentrista (abarcaba solo algunas áreas agrícolas de la provincia de Buenos Aires urbanas y sub urbanas), por no definir el destino de sus acciones y por desconocer el patrón de comportamiento de los diversos estamentos de la sociedad en el campo.
Mezclar la problemática económica y social pampeana (cereales, oleaginosas, bovinos, etc.), con la de otros ambientes agrícolas (maní, yerba mate, frutas, hortalizas, vid, algodón, olivo, etc.), y ganaderos del país (caprinos, camélidos, ovinos, etc.), y pretender darle las mismas soluciones de fondo, es no conocer la realidad.
En mayo de 1901, Enrique Dickmann (dirigente socialista luego asociado al peronismo), lamentaba la “falta de conocimientos sobre la vida de la parte más numerosa de la clase trabajadora que habita la vasta extensión de la República”, y consideraba que la explicación para ello era sencilla. Se debía a la ausencia, entre los trabajadores de esas localidades, de personas capaces de elaborar una reflexión y un análisis sobre las causas de su situación.
“Ignorantes y analfabetos en su inmensa mayoría, los trabajadores de las zonas rurales sentían instintivamente su gran malestar, sin darse cuenta de dónde proviene, ni conocer su causa”.
Epílogo
Con
“socialistas” que apoyen el latifundio en mano de los grandes capitales, el
libre cambio y la eliminación de la industria, apoyando principalmente a la
agricultura y ganadería de la pampa húmeda, no nos falta mas nada. Solo la presencia y la
palabra rectora de Manuel Belgrano:
"Es pues forzoso atender primeramente á
"
“Se han elevado entre los hombres dos clases muy
distintas. La una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada
solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y
riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades
y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra”.
“Mis palabras no son de engaño ni alucinamiento (cuando
digo), que hasta ahora han tenido a los desgraciados naturales bajo el yugo de
fierro, tratándolos peor que a las bestias de carga hasta llevarlos al sepulcro
entre los horrores de la miseria e infelicidad. Yo mismo estoy palpando su
verdadera desnudez, sus lívidos aspectos y los ningunos recursos que les han
dejado para subsistir”.
“Cuando vemos a nuestros labradores en la mayor
indigencia; llenos de miseria e infelicidad; que una simple choza los liberta
de las intemperies; que en ellas moran padres e hijos; que la desnudez está
representada en toda su extensión, no podemos menos que fijar el pensamiento
para indagar las causas de tan deplorable desdicha, que no es otra que la falta
de propiedad de sus tierras”.
“Es tiempo ya que manifestemos nuestro concepto diciendo
que todos estos males son la causa cual es la falta de propiedad de los
terrenos que ocupan los labradores. Esto es el gran mal de donde provienen
todas las infelicidades y miserias y de que esta sea la clase más desdichada de
estas provincias, debiendo ser la primera que formase la riqueza real del
estado: riqueza constante y valedera que el hombre no puede destruir”.
“El mejor medio de socorrer la mendicidad y miseria es prevenirla y atenderla en su
origen”.
Don Manuel
pudo decir todo esto (…y mucho mas), porque “caminó
pata en tierra” estos territorios. Hasta que los dirigentes no hagan lo
mismo, los diagnósticos siempre estarán equivocados.
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