La intolerancia política en
nuestro país ha sido una constante desde sus inicios. Tal vez el caso de la
tumba de Facundo Quiroga sea una demostración más de que no solo no soportamos
las ideas ajenas, sino que también las queremos combatir a lo que diese lugar.
Facundo fue asesinado en
1836, y luego de mucho deambular, su féretro “se perdió” en 1877, cuando los
descendientes de sus adversarios intentaron profanar el sepulcro.
Pasaron casi 130 años hasta
que recién en el año 2004 un grupo de expertos lo descubre encerrado en una
doble pared del mausoleo familiar.
Sus descendientes aún no
autorizan la extracción de ADN y por lo tanto la Comisión Nacional de Museos, Monumentos
y Lugares Históricos no lo pueden declarar Sepulcro Histórico Nacional, como
lo pretenden algunos historiadores.