Como no podía ser de otra manera, lo que luego sería la República Argentina, copiaba costumbres europeas, las amañaba “all`uso nostro”, y si podía las “truchaba”.
Así fue la historia de los duelos por el honor personal, por el honor de sus mujeres, o por defensa de las ideas.
Hubo de todo. Tal vez comenzaron con Hernandarias en 1591 y terminaron con Jauretche en 1971. Siempre estuvieron prohibidos aunque no “demasiados castigados” por la ley, sin embargo hay jurisprudencia para llenar bibliotecas.
Se batieron a duelo decenas de hombres de nuestra historia: Juan Lavalle, Lucio V. Mansilla (7 veces), Hipólito Yrigoyen, Alfredo Palacios, Arturo Frondizi, Jauretche y tantos otros, muchos de los cuales no dejaron registros.
Si bien los duelos “heredados” de Europa eran “entre gente de la nobleza y buena fortuna”, tienen sus antecedentes los duelos criollos, que les llamaron riñas (…solo para “bajarles el precio”).
Para retar a duelo al adversario de clase alta se golpeaba el rostro con un guante o se tiraba el guante al suelo, pero los de los estratos más bajos de la sociedad se mojaban la oreja con saliva.
En la actualidad hay poco honor
dando vueltas, por lo que los duelos han desaparecido, a pesar de los lamentos
del ex Presidente de Uruguay “Pepe” Mujica.
Un duelo es el combate en el que se enfrentan dos personas, que suele estar ritualizado y reglamentado, y ser consecuencia de un reto o desafío previo.
Por lo general surge a
partir de una enemistad nacida de una ofensa tenida como tal por alguna
de las dos partes o por ambas, o por otra cualquier causa. Se halla vinculado a
los conceptos clásicos de honor y venganza,
y jurídicamente en la Edad Media tenía que ver con el llamado juicio de
Dios.
Origen y llegada a América
Los duelos o “lances caballerescos” tienen un origen tan remoto que
quizás comenzaron con la misma humanidad.
El combate cuerpo a cuerpo de dos trogloditas armados con sus
cachiporras hechas con huesos de algún animal, para dirimir la propiedad de
alguna de las mujeres del clan, puede haber sido el inicio.
Ya, en tiempos de la Edad Media, se hizo costumbre entre los caballeros
que lanza en ristre, montados en caballos acorazados, rompían la anatomía de un
adversario que había osado mirar a su dama, dudado de su valentía o insultado
en un momento de furia.
El duelo, como “lance caballeresco”, no se practicó en la antigüedad
clásica. No existió en Grecia ni en Roma. Fueron los bárbaros germanos quienes
lo introdujeron en Europa, donde fue rápidamente adoptado por la aristocracia,
cuyos miembros encontraron en él, un medio, no sólo apropiado para zanjar
cuestiones de honor, sino que también fue un medio para adquirir
celebridad ante los miembros de las cortes, atraer la atención de alguna dama
esquiva o como simple competencia deportiva para llenarse de adrenalina y
calmar ardores combativos.
Más tarde, ya en el siglo XIII, a pesar que la Iglesia católica prohibió
estos lances como medio legal para resolver disputas personales, su práctica se
potenció y así vemos que el auge de los duelos llegó a su máximo esplendor
durante el Renacimiento, época durante la cual, hasta se reglamentaron el
derecho a duelo y su metodología.
La costumbre fue
introducida en la península ibérica por los cartagineses, reprobada por los
romanos, regulada por Alfonso X en sus Siete Partidas, limitándolas a los “hijosdalgos” (hidalguía por linaje),
para evitar la pérdida de siervos, y finalmente prohibida por los reyes
católicos en 1480. Pero la práctica subsistió y se trasladó irremediablemente a
América.
La práctica llegó al Río de la Plata con las primeras inmigraciones
europeas. En la Argentina, sin embargo, no gozó al principio del “éxito” que
tenía en Europa y Estados Unidos.
Si bien los duelos criollos (solo con armas
blancas), ya eran conocidos, esa “otra manera”, batirse a duelo, ya sea con
espada o con revólver, tuvo su apogeo en el Río de la Plata entre las décadas
finales del siglo XIX y las primeras del XX.
Entre 1869 y 1971, solo en Buenos Aires hubo un
total de 2.467 desafíos de honor, de los cuales se concretaron en duelo solo
584. Muchos de sus participantes fueron políticos
locales, y los duelos fueron parte esencial del proceso de “construcción de la
modernidad”.
A mediados de 1880 se empiezan a crear espacios
institucionales y ámbitos de sociabilidad que brindaban a sus socios la
posibilidad de ingresar o perfeccionarse en el uso de las armas.
El Jockey Club, el Círculo de Armas, y la nueva
sede del Club del Progreso inaugurada en 1902 son los representantes más elegantes
y paradigmáticos. Hasta hubo lugares
“especializados” para batirse a duelo como La Casa del Ángel.
Debido a las prohibiciones en
Argentina, muchos duelistas se cruzaban a Uruguay ya que allí eran y fueron
legales hasta 1992.
El primero
Para algunos autores, el primer duelo se llevó a cabo en 1591 entre Hernandarias y un jefe aborigen, aunque la “historia oficial” cuenta a partir de 1814.
Hernandarias pactó con el jefe batirse a duelo
entre ellos sin que sus tropas participaran “para evitar derrame inútil de
sangre”. Lo venció y logró que su tribu se rindiera sin pelear
Seguramente después habrá habido otros lances que
ni siquiera fueron consignados en reporte alguno, porque la ley seguía
penando a los duelistas o porque tales lances no eran considerados dignos de
mención.
Durante la conquista de América hubo
duelos entre los españoles y entre éstos y los criollos. Durante las
guerras de la Independencia hubo duelos entre caudillos y también los hubo
entre unitarios y federales, entre políticos, entre fortineros y aborígenes.
Los duelos criollos
Desde la llegada
de los primeros europeos al Río de la Plata, el duelo fue
principalmente una demostración del coraje varonil, muy frecuente en las clases
“bajas” del campo.
Desde los orígenes
del tipo social del gaucho,
habitante de nuestra llanura pampeana, el duelo acompañó a las clases rurales
del Río de la Plata, pese a que fue una práctica declarada ilegal y fue
castigada casi desde sus orígenes por los patrones de estancia y las clases
dirigentes con penas de azote y
de reclusión.
A diferencia de
los duelos entre aristócratas criollos, que se efectuaban a la manera de sus
contrapartes europeas, los gauchos desarrollaron una tradición particular de
duelo, que pasó a llamarse duelo gaucho o duelo
criollo, que siguió las técnicas del duelo popular del sur de Italia o de Andalucía.
Se combatía con
cuchillo (que por estas regiones se denominaba facón o faca), en una mano, y
trapo, poncho o manta en la otra mano a modo de escudo.
El desafío no se
hacía con golpe de guante sino por la “mojada de oreja”, que literalmente
consistía en que el retador pasara la mano mojada con su propia saliva por la
oreja del adversario.
Durante en
el siglo XIX, el duelo se traslada a
las ciudades, que estaban atravesando un fuerte proceso de crecimiento
estimulado por la inmigración.
En los suburbios,
los “malevos”, hombres pendencieros de baja condición, y cuchilleros lo
practican para dirimir cualquier falta real o supuesta al honor, o incluso por
mero afianzamiento social.
Este “duelo de
punta y hacha” sería incorporado en la cultura del tango y
eternizado por la prosa de los escritores rioplatenses, como Jorge Luis Borges y el
uruguayo Enrique
Amorim entre otros.
En la literatura gauchesca el duelo aparece frecuentemente, siendo uno de los más célebres pasajes el llevado a cabo “a cuchillo” entre Martín Fierro y el moreno.
Sarmiento en el Facundo, en el capítulo en que describe a La Pulpería, escribió:
“…Tan profundamente entran estos hábitos pendencieros en
la vida íntima del gaucho argentino que las costumbres han creado sentimientos
de honor y una esgrima que garantiza la vida. El hombre de la plebe de los
demás países toma el cuchillo para matar, y mata; el gaucho argentino lo
desenvaina para pelear y hiere solamente.
Es preciso que este borracho, es preciso que tenga
instintos verdaderamente malos, o rencores muy profundos para que atente contra
la vida de su adversario. Su objeto es sólo marcarlo, darle una tajada en la cara, dejarle una señal
indeleble”
En las últimas décadas del Siglo XIX y a comienzos del siglo XX la costumbre del duelo se extendió
por clases altas y de las no tan altas como una forma de “ascenso” social.
Prohibido desde
Gervasio Posadas
Un decreto con fecha 30 de diciembre de 1814 que llevó la firma del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio Posadas, prohibía batirse a duelo, y establecía que el que lo hiciese iba a ser fusilado, no sólo él, sino los padrinos y hasta el médico que participaba de la ceremonia.
A pesar de ello el Código Penal Argentino lo castigaba con bastante liviandad: hasta seis meses si no había lesiones o si eran leves; hasta cuatro años si había lesiones graves o muerte, siempre y cuando los rivales se hubieran batido con intervención de padrinos que eligieran las armas y convinieran las condiciones del desafío.
Como ya se expresó,
los desafíos, y luego duelos, fueron durante casi un siglo y medio una
actividad común en la Argentina. De hecho, muchos hombres prominentes (…y no
tanto), resolvieron cuestiones con esta práctica prohibida en el país.
Belgrano, durante su
estadía en Londres en misión diplomática, siendo contrario con las ideas del
duelo, estuvo a punto de enfrentarse con el Conde de Cabarrús (un financista de
dudosa honorabilidad), cuando se enteró de los abultados gastos perpetrados por
el como “gastos de representación” para obtener el acuerdo del Infante
Francisco de Paula como príncipe del Río de la Plata.
Cabarrús no hizo nada
más que dilapidar dinero con el sospechoso aval de Sarratea. Belgrano desistió
del duelo porque podía arrojar una mala imagen sobre las colonias rebeldes
Belgrano le había expresado su desacuerdo a
San Martín por permitir que sus oficiales (Lavalle y O’Brien), se batieran por
honor, pero el General hasta redactó un Reglamento Interno (Código de
Honor de los Granaderos), disponiendo además que los oficiales “serán expulsados de la fuerza, en caso de no
admitir un desafío, sea justo o injusto o no exigir una satisfacción por las armas, cuando se halle insultado”.
Los duelos de ese
momento estaban rodeados de un ceremonioso ritual que incluía una larga jurisprudencia
para reglamentarlos y la presencia ineludible de testigos y padrinos.
La Logia Lautaro en América reguló los duelos
para evitar que se perdieran vidas valiosas para la causa, como el duelo entre
Soler y O’Higgins, que fue desaprobado para preservar a dos hombres clave para
los planes independentistas.
Un poco más acá en el tiempo Domingo Faustino Sarmiento, cuya tendencia a emprenderla a bastonazos o golpes de puños contra sus rivales era por demás notoria, en cierta ocasión en que Nicolás Calvo lo desafió a batirse a duelo, le contestó en los siguientes términos: “Acepto el desafío en las siguientes condiciones: a mediodía en Plaza de Mayo; padrinos: el obispo y el jefe de Policía. ¡No sea zonzo!”.
Entre 1870 y 1915, Buenos Aires pasó de tener 150 mil habitantes, a tener un millón debido a las corrientes migratorias. Los hombres que llegaban a la Argentina, desde España o de Italia, lo que hacían para poder pertenecer a una “clase respetable”, era incorporar a su rutina la cuestión de batirse a duelo. Si retaban a duelo, y los aceptaban, de cierta manera ya eran parte de una élite.
Asimismo, y para romper con la idea de que una de las dos partes que se bate a duelo pierde la vida, se “reglamentó” que se acordara que serían “a primera sangre”, en el cual todo finalizaba cuando alguna de las dos partes resultaba herida, aunque no fuera de muerte.
No necesariamente en el duelo muere uno de los que se enfrenta, de hecho muy pocas veces el duelo culminaba en muerte. Lo que ocurría es que quedaban heridos, especialmente si esos duelos eran con sables o espadas. Cuando los duelos eran con pistola, lo que ocurría habitualmente era que fallaban los tiros.
A pesar de las
prohibiciones, la elite “duelista”, conformada por los “dueños” de la
Argentina, igual se desafiaban.
El primer “Manual Argentino de Duelo” se publicó en
1878 y fijó las reglas de
comportamiento, sin embargo hubo varios intentos posteriores de crear una
“jurisprudencia argentina” sobre duelos de honor, que llegaron hasta la década
de 1930.
Debió pasar casi medio siglo del último duelo para
que la prohibición fuera acompañada de serias penas. Fue con un proyecto de ley presentado por el
Diputado por Tucumán Pablo Raúl Yedlin el 1° de agosto de 2018.
En los fundamentos se dice:
"Pretender resguardar el honor bajo un
desafío con armas resulta inaceptable en estos tiempos ya que para la defensa
del honor de las personas se han creado procedimientos especiales dentro del
ámbito jurisdiccional, siendo que hoy se encuentra a disposición de cualquier
ciudadano que se sienta ofendido en su honor la promoción de los delitos
llamados de acción privada tales como los de Calumnias e Injurias".
Las reglas de juego
Cada duelo ponía en juego decenas de cuestiones: desde los guantes,
sables y trajes, pasando por el conocimiento de las reglas y normas, hasta la
designación de directores del duelo, padrinos y médicos que asistían a los
participantes.
En el último cuarto del siglo XIX comenzó a ponerse de moda el duelo en
Palermo (Buenos Aires), que se convierte en una especie de “campo del honor”.
La mayoría se pacta a sable aunque también se practican a pistola, en ambos
casos a la “primera sangre”.
Otros tipos de duelo incluyen pelear hasta que uno de los participantes
fuera “severamente herido”, o bien “a muerte”. En el caso del duelo con armas
de fuego, cada uno de los participantes podía tirar un tiro, aunque siempre
había excepciones.
Paralelamente a la configuración del “duelo de caballeros”, desde el
Estado y desde el Código Penal se le concede el carácter de “delito especial” o
sui generis.
A mediados de 1880 se
empiezan a crear espacios institucionales y ámbitos de sociabilidad que
brindaban a sus socios la posibilidad de ingresar o perfeccionarse en el uso de
las armas. El Jockey Club, el Círculo de Armas, y la sede del Club del
Progreso, inaugurada en 1902, son
los lugares más elegantes y paradigmáticos de Buenos Aires.
¿Todos se pueden batir a
duelo?
No. Un hombre no se puede batir a duelo con una mujer, ni las mujeres se
baten entre ellas. El duelo es un asunto de hombres, sin embargo siempre hay
excepciones, y no conviene olvidar que la costumbre no fue privativa del “sexo
fuerte”.
En el siglo pasado algunas damas no vacilaron en empuñar la espada para
saldar algún problemático entuerto, difícil de resolver por métodos menos
agresivos.
Dentro de la población masculina, niños, enfermos y ancianos están
excluidos o exentos del duelo.
Desde sus orígenes
europeos los duelos podían efectuarse con las espadas de
duelo europeas, con sables o,
desde el siglo XVIII en adelante, con pistolas.
Con este fin se fabricaban artesanalmente pares de pistolas de duelo
para uso de los nobles ricos, pero ambos contendientes debían ser caballeros. Un noble no
podía batirse con un plebeyo.
Para que un duelo
pueda llevarse a cabo se denunciaba una ofensa real o imaginaria.
Los partidarios
del ofendido demandaban “satisfacción del ofensor”, explicitando la demanda con
un gesto insultante al que era imposible permanecer indiferente. Golpear al
ofensor en el rostro con un guante, o tirar el guante al suelo delante de él
(de aquí la frase “recoger el guante”), que con el tiempo se ha convertido en
sinónimo de aceptar un desafío.
Esta costumbre se
originó en la Edad media,
cuando se ordenaba a un caballero,
que recibía una palmada ritual en la cara simbolizando la última vez que la
aceptaría sin devolver un desafío. Por tal motivo, cualquiera que fuese
golpeado con un guante estaba considerado, como el caballero, obligado a
aceptar el desafío, o quedar deshonrado.
Cada parte en
disputa debía elegir un representante de confianza (segundo, o padrino) que
acordaría el sitio del “campo de honor”, cuyo principal criterio de elección
era que estuviera aislado para impedir interrupciones y que a nadie diera el
sol en la cara.
Después había que
acordar el tipo de armas que se iban a usar: espada, sable o pistola.
El padrino que
tenía calidad de testigo de fe,
tenía que verificar las armas, las reglas y en caso de que su representado
falleciera, hacerse cargo de su cuerpo para ser entregado a sus familiares y
dar parte ante la autoridad.
También era deber
de cada parte comprobar que las armas fueran iguales y que el duelo resultara
justo.
A elección de la
parte ofendida, el duelo podía ser:
·
“A primera sangre”, en cuyo caso finalizaba tan
pronto como uno de los duelistas resultaba herido, incluso si la herida fuera
leve.
·
Hasta que uno de los contrincantes fuera
“severamente herido”, de forma tal que se encontrase físicamente incapacitado
para continuarlo.
·
“A muerte”, en cuyo caso no habría satisfacción
hasta que la otra parte estuviera mortalmente herida.
·
En el caso de duelos “a pistola”, cada parte podía
disparar un tiro. Incluso si ninguno acertaba el disparo, si el desafiante se
considerase satisfecho, el duelo podía declararse terminado como generalmente
sucedía. También un duelo a pistola podía continuar hasta que uno de los
duelistas fuera herido o muerto, pero un intercambio de más de tres series de
disparos era considerado bárbaro, además de ridículo por la falta de puntería.
Bajo estas
condiciones, una o ambas partes podían intencionalmente, previo pacto, errar el
disparo con el objetivo de cumplir las formalidades del duelo sin pérdida de
vida u honor, práctica habitual de algunos duelistas que recibía el nombre
de deloper
Hacer esto,
obviamente, resultaba muy arriesgado si el oponente no estaba dispuesto a hacer
lo mismo.
El delope (engaño), fue expresamente
prohibido por el Código de duelo de 1777,
sin embargo las posibilidades variaban, y muchos duelos de pistola fueron a
primera sangre, aunque otros a muerte. La parte ofendida podía detener el duelo
en cualquier momento, si creía satisfecho su honor.
Para un duelo de
pistolas de un solo tiro, las partes debían ubicarse espalda, contra espalda
(“a la francesa”), con sus armas cargadas en la mano, y caminar un número
prefijado de pasos, volverse al oponente y disparar.
Típicamente,
cuanto más grave era el insulto, menos eran los pasos a caminar. En muchos
casos los padrinos solían demarcar el suelo previamente, indicando el punto
donde los duelistas debían detenerse, girar y disparar.
A una señal,
frecuentemente un silbato, o una voz de mando del director del duelo, los
oponentes podían avanzar hasta las marcas y disparar a voluntad. Otra técnica
consistía en efectuar disparos alternativamente, comenzando por la parte
ofendida.
“Una cosa es retarse a duelo y otra es ir y
batirse a duelo, porque estos hombres de antes mandaban a los denominados
padrinos a juntarse con otros padrinos; elegían las armas: se pactaba la
distancia que se iban a poner los tiradores; cuántos tiros iban a tirar; la
cantidad de rounds a disputar; cuánto duraba cada uno de ellos; cuántos minutos
de descanso había; si era primera sangre o segunda.
Además, al lugar del duelo iba un médico; un
director de padrino; un director de duelo. Era todo una parafernalia que se
hacía que tenía que ver más con el afuera que el realidad con la ofensa
propiamente dicha. Hacían una puesta en escena para que todos los demás vieran
lo que estaban haciendo. Había un libro de caballeresca que establecía los
diferentes pasos que se tenían que dar”.
Si no es abogado,
político, militar o periodista… abstenerse ¡!
En Argentina, hasta donde hay registros, entre 1815 y 1971, de un total de 2.700 duelos, las profesiones que más se batían eran los abogados (57 %), luego los militares (37 %), y los periodistas (7 %). También era alto el número de candidatos políticos que se batían a duelo.
A partir de 1856, después de la caída del gobierno de Juan Manuel de Rosas, empezaron a registrarse una gran cantidad de duelos. Los motivos que llevaban a que se produzcan son variados: por mujeres; por honor o por diferencias ideológicas o insultos parlamentarios. Lo interesante de los duelos es que eran las clases altas las que se batían a duelo, no las bajas.
Los
ricos, ante el miedo que tenían por la movilidad social que había en Buenos
Aires en ese momento, se apoderaron de lo que era el concepto del honor para
diferenciarse de los pobres.
Los
desafíos llegaron hasta nuestros días. Un caso no tan lejano fue el de abril de
2018, dos hombres oriundos de la
localidad de Villarino (Provincia de Buenos Aires), fueron noticia luego de que
la Policía los detuviera momentos antes de que se batieran a duelo.
Los
involucrados mantenían una vieja disputa y se les secuestró varias armas de
fuego cortas y largas y algunos cuchillos. Al parecer, tuvieron un intercambio
de palabras que de a poco subió de tono hasta que en un momento, uno de ellos
sacó un cuchillo e intentó herir al otro, quien se defendió efectuándole un
disparo de arma de fuego que no llegó a lesionarlo.
A
raíz de este enfrentamiento fue que arreglaron encontrarse en un camino en la
zona conocido como "de los molinos" para batirse a duelo, algo que no
llegó a concretarse por la intervención policial.
Al
parecer este hecho fue el que motivó a los Diputados de la Nación en agosto de
2018 a presentar el proyecto de derogación de la legislación vigente hasta ese
momento.
Van acá algunos duelos trascendentes:
· Por diferencias
ideológicas en 1814: Luis Carrera – Juan Mackenna
Después de sufrir varias derrotas en manos de los
realistas, muchos patriotas chilenos se refugiaron en nuestro país. Entre ellos
llegó el General Luis Carrera (hermano del ex dictador de Chile).
Se instaló en Mendoza donde ya vivía el General
Juan Mackenna, con quien estaba enfrentado por antiguos resentimientos. El
irlandés Mackenna había abrazado el partido de la independencia, desempeñando
importantes cargos militares y políticos, y era enemigo declarado de los
hermanos Carrera, posición que le valió ser desterrado a Cuyo.
Ya antes, estando ambos en Chile, Mackenna se había
batido con Carrera y el encuentro estuvo a punto de repetirse en Mendoza, pero
la enérgica intervención del general San Martín impidió que se concretara.
Pero un día, Carrera le envió a su enemigo un
mensaje que decía: “Usted ha ofendido el
honor de mi familia con suposiciones falsas. Tendrá que retractarse
públicamente y por las armas”.
Mackenna le contestó: “La verdad siempre he dicho y sostendré. Elija el día, lugar y hora y
hágamelo saber con tiempo para preparar las armas”.
Se batieron el 21 de noviembre de 1814 a las doce
de la noche, en el parque Lezama (en el bajo de la Residencia). Fue padrino de
Carrera el Almirante Guillermo Brown y de Mackenna, el Comandante Taylor.
En el silencio de la noche sonaron los disparos y
lo único que cayó fue el sombrero de Carrera, mientras el irlandés gritaba: “no me desdiré nunca, antes de hacerlo me
batiré todo un día”. Carrera por su parte que gritaba: “Y yo me batiré dos!”.
No fue necesario que pasara tanto tiempo. Ambos
dispararon nuevamente y uno de los segundos disparos dio en el blanco: El
disparo le atravesó la garganta y Mackenna cayó muerto.
Por la honra de una dama en 1816: Juan G. Lavalle – Juan O’ Brien
Un hecho que se registró en el Campamento de El Plumerillo, en la provincia de Mendoza, confirma la posición que el General San Martín tenía respecto a los duelos en defensa del honor.
Según lo registran las crónicas, el Teniente Juan Galo Lavalle y el Alférez Juan O’Brien (Ayudante de Campo de San Martín), se batieron a duelo para dirimir un desgraciado comentario que O’Brien había hecho sobre una dama conocida de Lavalle.
El lance fue presidido por el propio San Martín. El
duelo se efectuó a sable y se dio por finalizado cuando Lavalle hirió
profundamente la muñeca derecha de su oponente, dejándolo en inferioridad de
condiciones.
Por una broma mal hecha en 1880: Lucio V. Mansilla – Pantaleón Gómez
El extravagante Lucio Victorio Mansilla, militar,
escritor, explorador y ministro, participó en un duelo que terminó en tragedia.
En la época de su mayor esplendor, las costumbres
imponían el duelo como la forma más aceptada de dirimir problemas suscitados
entre caballeros y Mansilla, que era un humorista con un genio provocador, se
vio envuelto repetidamente en lances de honor.
Un día, el diario “El Nacional”, publicó una nota
en la que se afirmaba que su figura era más apta para un escenario, que para el
Ejército Argentino.
El hombre se sintió ofendido y mandó sus padrinos
contra el Director del diario, que era, hasta ese momento su amigo Pantaleón
Gómez, y aunque la nota no había sido escrita por él, Gómez aceptó el desafío.
El duelo se arregló para el 7 de febrero de 1880 a
realizarse en el “Paseo de la Alameda”, y a pesar de la seriedad del momento,
había un cierto aire distendido entre los dos duelistas.
Mientras Gómez anunciaba divertido que iba a
apuntar al “ridículo penacho del quepi”
de Mansilla, éste afirmaba que haría blanco “en
el botón de la chaqueta de Gómez”. En el momento en que debieron disparar,
Gómez bajó la pistola y la descargó en el suelo, mientras Mansilla apuntaba y
casi sin pensarlo, apretó el gatillo.
En ese instante tomó conciencia de lo ocurrido y
llorando desesperadamente corrió hacia Gómez, que caía herido en el pecho.
Mansilla lo sostuvo mientras agonizaba y angustiado de dolor por la muerte que
le había provocado a su amigo, escuchó que éste le decía: «Yo no mato a un hombre de talento”.
Por la honorabilidad
en 1894: Lucio Vicente López – Carlos Sarmiento
Lucio Vicente López (hijo del historiador Vicente Fidel López y nieto del autor del himno nacional, Vicente López y Planes), interventor de la Provincia de Buenos Aires, descubrió que un alto jefe militar, el Coronel Carlos Domingo Sarmiento (Secretario Privado del Ministro de Guerra Luis María Campos), pretendió cancelar una deuda por la compra de unos campos en Chacabuco simulando un pago fraudulentamente.
Le inició una acción legal y el coronel Sarmiento se defendió en cartas a los grandes diarios de la época y en discursos públicos calumniando a su acusador.
Se produjo entonces un gran escándalo potenciado por importantes editoriales y notas periodísticas que conmocionaron a la ciudadanía, que vio con asombro, que el Coronel Sarmiento era detenido y enviado a prisión, donde estuvo preso tres meses. Luego de su absolución Sarmiento tuvo duras y desagradables expresiones en contra de su acusador.
Enterado de ello, López, retó a duelo al Coronel
Sarmiento y nombró como padrinos a Francisco Beazley y al General Lucio V.
Mansilla. El Coronel Sarmiento acepó el lance y nombró como padrinos al
Contralmirante Daniel Soler y al General Francisco Bosch.
Sólo les restó a los padrinos establecer las armas
y las reglas que acotarán este duelo y elegir el lugar de realización del
mismo. Sería en el Hipódromo Nacional, a pistola, a doce pasos, el fuego a la
voz de mando y a muerte. Ambos contendientes, sus padrinos, el director del
lance, Luis Navarro y los médicos Decoud y Padilla estaban reunidos. Los
padrinos intentaron parar esa locura, pero el trámite continuó
Era la primera vez que se veían cara a cara. Se
escucharon los dos primeros disparos y los contrincantes quedaron ilesos. Ahí
podría haber terminado todo. Pero el duelo era a muerte. Se volvieron a cargar
las pistolas.
Resonaron los disparos y se vio a López caer
tomándose el abdomen. Bañado en sangre, es sostenido por varios brazos
que presurosos acudieron hacia él, mientras se le escuchó decir: “Esto que me ocurre es una injusticia. ¡Una
injusticia!”.
Llevado a su domicilio, varios médicos trataron de
salvar su vida, aunque todo fue en vano, ya que la bala, antes de salir rozando
la última costilla del lado izquierdo, en su tránsito había lesionado el
hígado, perforado los intestinos e interesado el bazo.
El sepelio de los restos de la víctima se realizó
en la Recoleta, mientras con recatado dolor el viejo Vicente Fidel López,
lloraba al hijo perdido, el Coronel Sarmiento y sus padrinos se presentaban
ante el Juez de Instrucción.
Los inculpados quedaron todos en libertad en el
término de cuatro horas, incluso el mismo Coronel Sarmiento, quien, como
ninguno de los que participaron en el duelo, sufrió sanción alguna.
Lucio V. Mansilla dijo en sus declaraciones: “Sarmiento no asesinó a López…la muerte ocurrió
a raíz de un lance caballeresco. Se mata o se muere en defensa del honor.
Cualquiera de los dos puede morir; y no tiene razón el que sobrevive ni la
pierde aquél que muere”.
Por divergencias
políticas en 1897: Hipólito Yrigoyen – Lisandro De la Torre
Lisandro De la Torre estaba cansado de los
personalismos de don Hipólito Yrigoyen, lo acusó “de egoísmo malsano y paternalismo”. De la Torre, que en para ese
entonces tenía 28 años, anunció su separación definitiva de la Unión Cívica
Radical.
“El Partido Radical, ha tenido en su seno una influencia hostil y
perturbadora, la del señor Hipólito Yrigoyen. Influencia oculta y perseverante
que ha operado lo mismo antes y después de la muerte del doctor Alem, que
destruye en estos instantes, la gran política de coalición, anteponiendo
a los intereses del país y a los intereses del partido, sentimientos
pequeños e inconfesables».
Ante esta declaración, Yrigoyen, de 45 años, lo
retó a duelo. El jefe radical no sabía nada de esgrima pero con una calma absoluta
se preparó para el duelo en pocas horas con un maestro esgrimista italiano.
Nombró como padrinos a Marcelo T. de Alvear y al Coronel Tomás Vallée.
Por su parte De la Torre (experto esgrimista que
había ganado varias competiciones), eligió para representarlo a Carlos
Rodríguez Larreta y a Carlos F. Gómez. El lugar elegido era uno de los galpones
de “Las Catalinas”, cerca del puerto de Buenos Aires. La hora: el amanecer.
Las condiciones pactadas para el duelo eran severísimas: debía realizarse con sable a filo, contrafilo y punta. El lance duró media hora y fue un encuentro de enorme violencia, donde los duelistas se asestaron sablazos furibundos y sin factura técnica alguna.
El lance debió detenerse por las heridas que tenía
De la Torre en su cabeza, mejillas, nariz y uno de sus antebrazos (para tapar
la cicatriz que le quedó en la cara, tuvo que usar barba a partir de entonces),
mientras que Yrigoyen estaba prácticamente ileso, solo con una herida en un
glúteo.
En las sesiones parlamentarias, los radicales les preguntaban una y otra
vez, con sorna, a los demócratas progresistas cuál era la razón por la que De
la Torre no se afeitaba la barba. A lo que los demócratas progresistas
respondían: “Por la misma que Yrigoyen no
se baja los pantalones”. A pesar que ambos siguieron largamente su vida
política, no hubo reconciliación.
Una ofensa en 1911: Jorge Newbery - Alex Hock
Alex
Hock, en aparente estado de ebriedad, se burló de las proezas aéreas de Jorge
Newbery y arrojó en un descuido una copa de vino sobre el vestido de su esposa.
Esto era algo que iba mucho más de lo que Jorge Newbery podía tolerar. Se
enfrentaron con el torso desnudo y espadas de combate.
Newbery,
que era diestro en el arte de la esgrima comenzó una tarea de demolición
después de estudiar al adversario y lo fue lastimando de a poco con tajos
leves, hasta que al comenzar el quinto asalto y después de una estocada
punzante en el antebrazo, Hock le dijo al director que no podía seguir, dándose
por concluido el duelo.
Una tragedia en 1913: Oscar
Posse - Carlos Juárez Celman
Concertado un lance a sable entre Oscar Posse y
Carlos Juárez Celman, el
encuentro debía celebrarse en un stud
pero no lo permitió el tiempo lluvioso, así que los duelistas tuvieron que
buscar otro sitio, resolviéndose que el lance se llevara a cabo en un salón del
Pabellón de las Rosas, local hoy de la Sociedad Sportiva Argentina.
Comenzó el duelo y en el segundo asalto, Posse recibió una herida leve en
el antebrazo derecho. Los médicos se opusieron a que continuara el lance y éste
se dio por terminado y se suscribieron las actas.
Cuando
el duelo ya había terminado por consenso de ambas partes, llegó el padre de Posse
quien identificando al agresor de su hijo comenzó a dispararle. Uno de los proyectiles disparados por el señor Posse hirió en el brazo
derecho al doctor Urquiola (médico del duelo), y otro al señor Juárez Celman,
rozando el parietal derecho.
Para
defenderse, Juárez Celman arrebató un revólver de uno de los presentes
efectuando dos disparos, uno de los cuales atravesó el corazón de Francisco
Posse, quien cayó fulminado.
Una
vez que se hizo presente el juez de instrucción doctor Eduardo F. Newton, éste
dispuso que duelistas y testigos fueran conducidos detenidos al departamento
central, aunque, tras presentar una fianza, recuperaron su libertad.
Por
“dimes y diretes” en 1912: Alfredo Palacios – Estanislao Zeballos
Estanislao
Zeballos, declaró sentirse injuriado por comentarios presuntamente ofensivos
hacia su persona formulados por el socialista Alfredo Palacios en su cátedra de
la Facultad de Derecho, enviándole a sus padrinos para retarlo a duelo y poner
a salvo su honor.
El diputado aceptó el desafío y nombró como padrinos al
Capitán de Fragata Mariano Beascoechea y al médico Fermín Rodríguez. A raíz de
esto Palacios fue expulsado del partido socialista (que él había creado), dado
que el estatuto partidario lo prohibía expresamente por considerarlo un
"vicio burgués".
Los cuatro padrinos se reunieron, y los de Palacios explicaron que fue
porque Zeballos, unos días atrás, lo había ofendido a él. Los representantes de
Zeballos respondieron que su ahijado jamás había pretendido ofender a Palacios.
Entre todos resolvieron que si uno no había dicho lo que se supone que
había dicho, entonces el otro se retractaba de lo que había respondido. Se
dieron la mano y cada pareja le envió una nota a su ahijado para comentarle el
feliz desenlace.
A Palacios no le pareció que ésa fuera la solución. Les escribió a sus
padrinos agradeciéndoles la gestión y les informó que de todas maneras iba a
publicar su denuncia en los periódicos para dejar en alto su honorabilidad.
Duelo “trucho” en 1915:
Alfredo Palacios – Fermín Rodríguez
Tres años después los padrinos de Palacios se sintieron ofendidos con su
ahijado y le mandaron sus representantes para retarlo a duelo. Correspondía a
los representantes de Palacios definir el contendiente y optaron por el Capitán
Beascoechea, mientras que los delegados del marino escogieron las armas y el
método: pistolas de caño largo y dos series de disparos a 25 metros de
distancia. Buena opción, porque Palacios era un esgrimista notable y hubiera
sido una pésima idea escoger sables.
Beascoechea faltó a la cita por haber sido detenido por la policía, ya
que los duelos estaban prohibidos y el pleito había tomado estado público. Hubo
cumbre de padrinos y se decidió que el doctor Fermín Rodríguez ocupara el lugar
del Capitán. El duelo se consumó por la tarde en la tradicional Casa del Ángel.
Luego de las dos rondas de disparos, ninguno había dado en el blanco y allí
terminó el duelo, con abrazo de los contendientes.
Ambos salvaron sus vidas ya que el dueño de casa, que había puesto balas
de fogueo.
Por honores femeninos en 1927: Leopoldo Lugones - Rodolfo Quesada Pacheco
Leopoldo Lugones mantenía un romance clandestino con una de sus estudiantes, Emilia Santiago Cadelago, de poco más de 20 años, a quien no se cansaba de declararle su amor en cartas fogosas, todo en secreto y entre bambalinas.
Enterado de un comentario realizado al respecto por Rodolfo Quesada Pacheco durante una reunión social, Lugones decidió faltarle el respeto, enviándole una carta incendiaria para así obligarlo a batirse a duelo.
El Barón Antonio De Marchi y el Dr. Wenceslao Paunero, en representación del Dr. Rodolfo Quesada Pacheco, y los señores Generales Enrique Mosconi y Alonso Baldrich, en representación de don Leopoldo Lugones, resolvieron que los representantes de ambas partes concertaron celebrar un encuentro entre dichos caballeros, eligiéndose como arma la espada de combate a pedido de los representantes del doctor Quesada Pacheco.
Un día después de acordadas las condiciones, ambos hombres quedaron frente a frente en la Sala de Armas de la Casa del Angel. El Barón De Marchi fue el Director del duelo.
Lugones era un excelente espadachín y se entretuvo durante varios asaltos, cansando a su oponente, hasta que en el cuarto asalto comenzó a lastimarlo de a poco, hasta ocasionarle una herida penetrante en la parte interna del muslo derecho que obligó a los médicos a parar el combate.
Lugones “enamoradísimo” le escribió una de sus tantas cartas a Emilia, dejándole en claro que se había batido por ella.
Por la defensa de sus ideas en 1933: Raúl Scalabrini Ortiz - Ramón Doll
Ramón Doll, un ácido periodista escribió sobre el libro El hombre que está sólo y espera de Raúl
Scalabrini Ortiz, un comentario impiadoso: "Biblia
para el zonzaje". Scalabrini, que además de ingeniero y escritor era
boxeador, se sulfuró lo suficiente como para retarlo a duelo. Doll aceptó sin
trepidar y se batieron a espada a primera sangre.
Finalmente Doll, que no por obeso escatimó la esgrima, resultó herido en
un brazo con lo que se dio por finalizado el lance, para impotencia de
Scalabrini que no podía calmar su sed de revancha. Años después, honrosamente
arreglado el entuerto, los duelistas se convirtieron en grandes amigos.
Ofensas de delito de corrupción en 1935: Lisando De la
Torre – Federico Pinedo
Después del acalorado debate de las carnes y del
asesinato de su compañero de bancada en el Senado de la Nación, Enzo
Bordabehere, los denunciados ministros del corrupto gobierno del General Justo
Luis Duhau y Federico Pinedo se sintieron ofendidos y retaron a duelo a De la
Torre.
Don Lisandro rechazó el reto de Duhau porque dijo
que ni siquiera era un caballero, pero acepto batirse con Pinedo. Un De la
Torre dolido y desconsolado por el asesinato de su amigo tiró al aire y Pinedo
apuntó a la cabeza pero falló.
Terminado
el desafío, ante la pregunta del director del duelo, General Adolfo Arana, si
deseaban reconciliarse, Pinedo se negó y De la Torre contestó que nunca habían
sido amigos así que no podían reconciliarse.
Solo por un insulto
en 1950: Arturo Frondizi – William Cooke
Como consecuencia de un debate parlamentario en que Frondizi trató a Cooke de “converso” y este se enojó airadamente y lo desafió a duelo. Los padrinos de Cooke (apoderado del Movimiento Nacional Justicialista luego del golpe cívico-militar autodenominado Revolución Libertadora de 1955), fueron los diputados Vicente Bagnasco y Oscar Albrieu y los de Frondizi fueron Miguel Ángel Zavala Ortiz y Raúl Uranga.
El director del duelo fue el armero Rafael Demaría quien preparó las pistolas y dio las últimas directivas. Se contaron los 25 pasos y dio la orden de fuego a viva voz, pero ambos fallaron sus disparos.
Entre Generales en 1956: Juan
Domingo Perón - Pedro Eugenio Aramburu.
El General Aramburu en un medio periodístico trató
de cobarde al General Perón (“huyó tan
rápido como le dieron las piernas”), cuando este estaba exiliado en Panamá
luego de la Revolución de 1955.
Enterado de esto Perón lo retó a duelo en una carta
durísima en la que lo trata de “la gallina
que siempre fue”, invitándolo a pelear fuera del territorio nacional “no utilizando las armas de la Patria para
hacer asesinar a sus hermanos”.
El duelo jamás se llevó a cabo y nunca más
mantuvieron relación alguna.
En defensa de su jefe en 1959: Isaac Rojas - Roberto Galeano
El diputado de la UCRI (Unión Cívica Radical Intransigente), por Misiones Roberto Galeano, retó al Almirante Isaac Francisco Rojas a raíz de una publicación en la que Rojas llamó a Frondizi “marioneta de Perón”.
El duelo, que se llevó a cabo en Pilar, fue a pistola, con la particularidad de que se realizó “a la francesa”, comenzando de espaldas a una cuenta regresiva de quince.
Se pactaron cuatro disparos, dos por lado pero se ejecutaron seis después de que en el segundo a Rojas le quedó el proyectil trabado en la recámara y Galeano le disparó igual.
Una particularidad fue que como al terminar el duelo, Galeano, enfurecido, no paraba de insultar a Rojas. Se conformó después del duelo un Tribunal de honor y le quitaron a Galeano el título de “caballero”.
La
condición de “caballero” era sustancial a la posibilidad de duelo, de lo
contrario se trataría de una riña, siempre que no hubiera un delito mayor, como
el que debía afrontar el gaucho cuando decidía defender su amor propio
envolviendo sobre un antebrazo el poncho y tomando el facón en su otra mano.
En defensa de la República en 1968: Benigno Varela – Yoliván Biglieri
El Almirante Benigno Varela era el representante de la Marina en la Junta militar, que, de la mano del General Juan Carlos Onganía, en 1968 derrocó al Presidente Arturo Umberto Illia. La participación de Varela en el golpe había indignado a los radicales, ya que poco antes había jurado y firmado un acta de lealtad a las autoridades constitucionales y al sistema republicano.
El periodista Yoliván Biglieri había permanecido junto al Presidente Illia hasta último momento y nunca había perdonado a Varela lo que consideraba una traición. Durante más de dos años mantuvo su encono en privado, hasta que el 14 de octubre de 1968 decidió hacerlo público en un artículo que publicó en el diario que dirigía, Autonomía.
Allí no se guardó palabras y repasó la carrera del marino, pintándola como un cúmulo de traiciones. “Varela era el mismo que juró lealtad a Perón después del 16 de junio de 1955 y el que después del 16 de septiembre quería fusilar peronistas. Era el mismo que mostraba lealtad al almirante Rojas y lo apostrofaba después que el doctor Frondizi asumió el gobierno. Era el que había realizado mejoras en su casa utilizando personal y fondos de las fuerzas armadas”, escribió.
Varela indignado retó a duelo al periodista quien aceptó el desafío. Hicieron falta tres reuniones para definir el duelo. Los representantes de Varela sostenían que su apadrinado era el ofendido y que eso le daba derecho a elegir las armas. Los padrinos de Biglieri aceptaron que el arma fuera sable de filo, contrafilo y punta, un arma que el radical manejaba con destreza. El duelo se realizó en una quinta de la localidad de Monte Chingolo, Partido de Lanús.
En el primer ataque, Biglieri le cortó parte de la oreja derecha a Varela. En la carga siguiente, lo hirió en el brazo derecho. Varela no se quedó atrás y lastimó a Biglieri en la mano. Con un rápido movimiento Varela le hizo saltar los anteojos a Biglieri y lo lastimó en el puente de la nariz: había tirado un hachazo a fondo que por poco no le partió la cabeza.
En el segundo round, Varela cortó a Biglieri en el pómulo y en el abdomen, pero tampoco la sacó gratis, ya que Biglieri le metió un puntazo en la cadera izquierda. El duelo duró 28 minutos. Extenuados y con heridas sangrantes, los dos hombres no querían darse por vencidos. Los médicos impidieron que el combate continuara.
Después de
tres asaltos rabiosos, los dos estaban heridos en distintos lugares del cuerpo,
los dos seguían odiándose y habrían seguido peleando si el juez no se los
hubiera impedido. Si por
ellos fuera no habrían parado de pelear hasta que uno cayera sobre el pasto,
sin vida, porque su determinación era pelear hasta la muerte.
Esto es para que ustedes, los militares, aprendan que los radicales no somos ningunos maricones, gritó el hombre con el rostro ensangrentado, mientras un médico intentaba detener la hemorragia.
El otro hombre se detuvo. Caminaba con dificultad por el dolor que le provocaba la herida en la cadera. Giró la cabeza sin darse vuelta y contestó: Reconozco su valentía, pero no puedo decir lo mismo de todos los radicales.
El duelo se dio por finalizado contra la voluntad de los contendientes. Ni Varela ni Biglieri querían parar, y mucho menos reconciliarse. Me voy a reconciliar el día que Biglieri publique una retractación de las ofensas a las que fui sometido – dijo Varela a través de sus padrinos.
No habrá tal retractación, ni reconciliación –
contestó Biglieri, también por intermedio de sus representantes. Benigno Varela nunca habló del duelo. Yoliván Biglieri aceptó una
entrevista y reconoció la valentía de su rival: “Se quedó para morir. Le podría haber cortado la carótida y no lo
hice”.
1971: Arturo Jaurteche – Oscar Colombo
Finalmente, quizás el último duelo que se llevó a cabo en la República Argentina, enfrentó al escritor y político Arturo Jauretche con el General Oscar Colombo, Ministro de Obras Públicas del régimen militar de entonces. Este último lo desafió a duelo con pistola por un artículo publicado sobre la política petrolera.
En ese momento,
Jauretche tenía casi 70 años y el Código de Honor lo autorizaba excluirse.
Rodolfo Galimberti (luego miembro de la organización Montoneros), que en ese
momento tenía 24 años, se ofreció a reemplazarlo, pero don Arturo se opuso y
marchó al campo del honor.
Los padrinos de
Colombo eran el General Roberto Arredondo y el Coronel Jorge Lenain, en tanto
Jauretche había nombrado a Oscar Alende y al Mayor Felipe Lavalle. Se
enfrentaron una fría mañana en el criadero avícola La Tacuarita, a 50 Kilómetros
de la Capital Federal.
El director del lance
dijo “Fuego, 1-2-3”. El General Colombo torció su cintura, se agazapó
ligeramente e hizo fuego sobre el número 1. Jauretche giró erguido y disparó
entre los números 1 y 2. El Código de Honor establece que no se puede disparar
antes del “Fuego” ni después del 3.
Ambos fallaron.
Terminado el lance, sus seis participantes se quitaron el sombrero
simultáneamente como saludo, por unos instantes. Cada bando emprendió la
retirada por el mismo sitio en el que había ingresado.
Por la tarde Jauretche fue al bar “El Galeón” de Córdoba y Esmeralda donde un amigo le reprochó, que a los 69 años ya estaba grande para esas cosas y tanto más cuando el código de honor ponía el límite de edad en los 65, a lo que Jauretche le respondió: “Los médicos dicen que los hombres tienen la edad de sus arterias. Yo diría que en realidad tienen la edad de sus ilusiones.”
¿Y
nuestros vecinos que?
El ex presidente de Uruguay José Batlle y Ordóñez retó a
duelo en 1920 al joven periodista Washington Beltrán Barbat,
quien murió como consecuencia del enfrentamiento.
El acontecimiento
alcanzó tal grado de notoriedad que llevó a que ese mismo año se promulgara en
Uruguay la Ley 7.253, conocida como “Ley de duelos”, que reglamentaba los
duelos estableciendo las condiciones bajo las cuales podían realizarse.
Mientras tanto, la
práctica de duelo en
Uruguay se intensificó en ese período, en medio
de las críticas situaciones políticas y sociales de la década de 1970,
y se hicieron habituales los duelos entre políticos y militares uruguayos.
De estos
enfrentamientos se destacan los que tuvieron lugar entre Manuel Flores Mora y Julio María Sanguinetti, Manuel Flores Mora y Jorge Batlle, Danilo Sena y Enrique Erro y entre Liber Seregni y Juan Pedro Ribas.
El rechazo de la
opinión pública uruguaya y extranjera a los duelos se hizo manifiesto en 1990,
cuando el periodista Federico Fasano Mertens,
director del diario La República, fue desafiado
por el inspector de policía Saúl Clavería (director de la Dirección Nacional de
Información e Inteligencia entre 1970 y 1974,
durante el gobierno dictatorial).
La ley de duelos
fue finalmente derogada por medio del artículo 1º de la ley 16.274 del 6 de julio de 1992.
El Senador uruguayo José “Pepe” Mujica lamentó la derogación de la “Ley de Duelos”, que
reguló los “duelos de honor” en Uruguay hasta la década del 90.
“Hablar es facilísimo en este país. Hay cosas que hay que resolver de
otra manera”, dijo el ex presidente, en medio de
cuestionamientos y denuncias sobre su gobierno.
Por
otra parte en Chile se llevó a cabo
el último duelo de honor el 6 de agosto de 1952.
Fue
entre los entonces Senadores Salvador
Allende y Raúl Rettig,
siendo el desafiante este último pues impugnó los dichos del doctor Allende en
el Senado. Aunque dispararon a matar, ambos
erraron sus disparos.
Bibliografía
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Referencias