Mariquita la llamaban
sus padres cuando pequeña, pero ese diminutivo cambiaría radicalmente cuando se
transformara en una cacica casi incomparable de su pueblo tehuelche, con
habilidades impropias de su tribu y de su tiempo.
Tal vez sea quien
tuvo el dominio del territorio aborigen más extenso de nuestra actual Argentina
entre 1920 y 1940, que de norte a sur abarcaba desde el sur del Rio Negro y
terminaba en el Estrecho de Magallanes.
Poco se sabe de su
niñez y juventud, pero los relatos históricos de Darwin, Fitz Roy, Piedra Buena,
entre muchos otros, dan cuenta de quien fue María en su adultez.
Fue ella quien, en
combinación con Vernet (Gobernador de las Malvinas), planearon el desarrollo de
negocios y relaciones culturales para que fueran “fijando soberanía” sobre las
islas.
No pudo ser. La
invasión del poderío inglés de 1833 frustró el proyecto.
Esta es una linda
historia que habla de las buenas relaciones entre los dueños de las tierras y
sus “nuevos vecinos”.
¿Quién fue María?
Con ese nombre
español fue bautizada por sus padres (el cacique Vicente y su esposa Cogocha), una familia tehuelche meridional (posiblemente aónikenk), cuando nació en algún
lugar de nuestra Patagonia, tal vez en 1780.
Tuvo dos hermanos menores (Bysante y Huisel), famosos
por su corpulencia y vigor.
El nombre cristiano (María de la Asunción), de la cacica (término aceptado
por la RAE), fue fruto de su bautismo en el Fuerte Nuestra Señora del Carmen
(Carmen de Patagones, en la provincia de Buenos Aires).
La inquieta Mariquita, como la
llamaban, fue criada en las costumbres rurales aborígenes del momento, mientras
que aprendía a hablar español con la enseñanza de su madre, quien era lenguaraz
de la tribu, y que lo había aprendido en su contacto con los sacerdotes
evangelizadores y como resultado de la interacción con las colonias españolas
establecidas en el litoral atlántico a fines del siglo XVIII.
Fue el Teniente Juan
José Elizalde al desembarcar en las costas de Santa Cruz quien da referencia
por primera vez de una niña de 12 años, que por su desenvolvimiento llamaba la
atención, y que varios años después se transformaría en una cacica de notable
oratoria y capacidad para manejar pacíficamente a los guerreros de su tribu.
Se casó con Manuel,
un tehuelche que hacía gala de la denominación de “patagones” en referencia a
los hombres fornidos y de pies grandes a que hicieron referencia los antiguos
marinos españoles, con quien tuvo cinco hijos.
A pesar de las
costumbres nómades de los tehuelches, que armaban sus carpas de cueros y pieles
donde más les convenía, Manuel y María vivían con cierta permanencia en Bahía
San Gregorio en el Estrecho de Magallanes.
A los 40 años de edad,
tomó el cacicazgo heredando a su padre, Vicente, quien desde hacía muchos años
negociaba con extranjeros en varios puntos de la Patagonia.
Las habilidades de
María para ordenar, montar a caballo, lograr el respeto de su tribu, negociar carne, pieles,
mantas de guanaco y plumas de ñandú por espadas, cuchillos, tabaco, yerba mate, frenos, monturas, fusiles,
plomo para balas, paños, cuentas, harina, azúcar y alcohol, entre otros
codiciados bienes del blanco, le hicieron fama entre los cazadores de lobos
marinos y balleneros argentinos y extranjeros.
Era hábil jinete a diferencia de las otras mujeres de la tribu y no se
pintaba su cara como ellas. Se la veía siempre con un par de aros de medalla
con la imagen de la Virgen María, y prendedores de bronce (regalo de un lobero
norteamericano), que fijaban sus mantos sobre el pecho.
Fitz Roy, quien regresó a la toldería para aprovisionarse de alimentos
en una segunda expedición, tuvo oportunidad de presenciar la ceremonia religiosa
oficiada por la cacica y la devoción que le profesaban sus seguidores.
Usando una pequeña figura de madera, que María llamaba “su Cristo”, con quien decía hablar, realizaba, en un interesante sincretismo religioso, una ceremonia donde se mezclaban ritos indígenas y cristianos. Esto le habría valido el sobrenombre de “Santa María” que le puso Charles Darwin.
En un momento del ritual, la cacica ordenaba a su marido Manuel perforar
los brazos y orejas de los hombres con una lezna, provocando el sangrado, lo
cual era considerado por sus seguidores como un verdadero honor.
María tenía muchos refugiados en sus tolderías,
desertores de buques loberos o prófugos de la justicia, algunos fueron sus
protegidos y otros sus enemigos.
Fue amiga y colaboradora de Luis Piedra Buena, el Perito Moreno, Carlos Moyano y Ramón Lista
Muchos misioneros y aventureros pasaron por los
toldos de María, pero el destino le tenía reservado un rol más importante que
el de cacica.
Su encuentro con Vernet
Luis
Vernet, un natural del puerto de Hamburgo, fue un hábil comerciante radicado en Argentina en
1819, dedicándose con el tiempo al negocio del ganado en el sur de la provincia
de Buenos Aires.
El Gobierno de Buenos Aires le otorgó en 1823 la
concesión para el aprovechamiento del ganado
vacuno y el de los lobos
marinos de la Isla
Soledad. Las Malvinas habían sido tomadas formalmente bajo
posesión argentina el 6 de noviembre de 1820.
Vernet se trasladó
hacia la isla donde comenzó con el desarrollo del lugar, llevó caballos y
lanares, rehabilitó varios edificios que se encontraban abandonados y semi
destruidos.
No sólo realizó
una tarea colonizadora del
lugar sino que también emprendió investigaciones científicas para el mejor
conocimiento de las islas. Los estudios incluían, un estudio de los lugares
para futuras colonizaciones y posibles producciones en ese lugar. En esto
colaboró activamente su joven esposa.
La tarea de Vernet
activaba zonas comerciales nunca utilizadas hasta el momento pero además
confirmaba así la soberanía argentina en el lugar. Pese a que, la primera
expedición de 1824 fracasó, hacia 1826 el
segundo intento de establecimiento prosperó rápidamente. Para las tareas,
Vernet llevó a las islas muchos gauchos de
las pampas rioplatenses.
Vernet
hablaba de unos 300 habitantes en la isla, de los cuales la mitad eran fijos. Los 150 pobladores aproximados eran, en
su mayoría, originarios de las provincias de Santiago del Estero, Entre Ríos, Córdoba, Buenos
Aires y Santa Fe. También había
paisanos uruguayos, del Litoral argentino y Tehuelches de Patagonia, que eran mayoría y con quienes
Vernet mantuvo relaciones comerciales por el saladero de la península Valdés.
En
cuanto a los europeos, había campesinos alemanes, escoceses,
franceses, portugueses, españoles,
pescadores y marinos genoveses,
ingleses, irlandeses, holandeses,
entre otros. También hubo colonos británicos. Incluso llegaron a la isla
esclavos adolescentes africanos
tras la Guerra
del Brasil. Algunos de ellos para ganar su libertad debían pasar en las islas diez
años.
Por
orden de Vernet, al llegar, todos los colonos recibían tierras, semillas y
herramientas. Además, se creó un clima de camaradería y solidaridad entre
ellos. Los integrantes de la colonia se dedicaban a la caza, la domesticación
del ganado, construcción de corrales, ranchos, casas de piedra y salazón de
carnes.
Algunos
realizaban actividades vinculadas al comercio o algún oficio y otros eran
marineros de las naves de paso que preferían quedarse a vivir allí, por ser
desertores o sobrevivientes de naufragios.
El negocio e
Vernet era capturar el ganado salvaje para su sacrificio, y vender los
productos resultantes. También estaba entusiasmado con las perspectivas de la
caza de anfibios, salazón de cueros vacunos y equinos y el tráfico naviero.
Simultáneamente al
negocio en las Malvinas, Vernet con otros socios comenzaron a explotar el
ganado vacuno y las salinas de
la península Valdés en la
actual provincia del Chubut.
Debido a su
experiencia en la península, Vernet tuvo contacto amistoso y comercial con los
tehuelches.
Corriendo el año 1823 pactó una reunión con estos, pero hasta que no llegara el cacique la
misma no podía comenzar.
El gran jefe tehuelche arribó y Vernet quedó
asombrado que una mujer cuarentona y de muy buen porte, acompañada por más de
mil jinetes de la tribu, lo invitaba a negociar y conocer los derechos que su
pueblo tenía sobre ese territorio y su posición respecto al ganado cimarrón que
lo consideraba propio.
Vernet fue años más tarde el
primer comandante político y
militar argentino de las Islas Malvinas (y adyacentes
al cabo de Hornos en el océano Atlántico), y entre sus
principales objetivos estaba la promoción y estímulo para que algunos indígenas se instalasen en la colonia.
Más tarde, en 1831,
siendo ya Gobernador de Malvinas,
Vernet (llamado por algunos historiadores “el caballero” de las islas), invitó
a María a visitar Puerto
Luis (al noreste de la isla Soledad), reconociendo su poder.
Le ofreció transportarla junto con su gente.
El propósito de la visita era proponerle a María
“asociarse” y crear una factoría en la Bahía San Gregorio, la que
gozaba de protección por parte de la cacica.
La leyenda dice que el viaje en barco fue difícil y
que María sintió la fuerza del mar en su cuerpo. La goleta al mando del segundo
de Vernet en las islas, Matthew Brisbane, había partido tiempo antes del
continente con proa al mar abierto. En las costas de la Isla Soledad, los
colonos se reunieron a la espera de los invitados.
Estaban nerviosos, sabían que los tehuelches tenían
costumbres diferentes: que no dormían en camas, vestían con cueros de guanaco o
zorrino y que jamás comerían pescado, ya que según sus creencias su dios Elal
había condenado a los primeros tehuelches a convertirse en peces por haber
violado un tabú sexual.
María aceptó la invitación y el 15 de enero se
embarcó hacia las islas acompañada de una mujer de su confianza, su hechicero y
algunos miembros de su tribu. Su escasa “adaptación” al mar abierto hizo que el
viaje sea incómodo por los mareos, pero a ella le importaban más las relaciones
humanas que una simple descompostura.
La visita fue de lo más cordial. María Sáez de
Vernet, la esposa del Gobernador, atendió a María como una visita diplomática
intercambiándose regalos. Vernet le obsequió un vestido azul, y frenos,
espuelas y estribos hechos especialmente para ella por el herrero de la isla
Soledad. La cacica le obsequió un quillango
de guanaco como ofrenda a la mujer de su anfitrión y algunas tallas de madera
representando aves marinas y ballenas.
La
primera noche María Vernet tocó el piano para la invitada. Luego la voz de la
cacica se hizo escuchar en un canto conmovedor.
María
La Grande compartió los modales de la época en la casa del gobernador. Allí vio
la bandera de Belgrano y el escudo. Allí se “sintió argentina”.
Luego de conocerla mejor, Vernet la bautiza como
María La Grande, por similitud con la conocida Catalina La Grande de Rusia.
En
sus quince días de estadía recorrió la isla y conoció los almacenes, el saladero
y la herrería. Todo parecía encaminarse para que los blancos se afincaran en
las tierras tehuelches y viceversa.
La iniciativa de la colonia quedó en nada debido a
los sucesos que ocurrieron en las islas poco después. En 1833 las islas
Malvinas fueron ocupadas por los ingleses.
Final y honores
Mientras María vivió, no hubo guerras tribales en
la región y ninguna tribu tomaba decisiones de importancia sin previamente
consultarla. Cuando murió, tal vez en 1840, María rondaba los 60 años, y ya la
llamaban “la vieja María”.
Otros relatos, no muy precisos, sostienen que
falleció alrededor de 1848. Tanto el año de nacimiento como el de la muerte
tienen diversas versiones, ya que no hay documentos que los certifiquen
formalmente.
Cuando se corrió la voz de su muerte en en toda la
Patagonia se encendieron hogueras de homenaje durante tres días desde el
estrecho de Magallanes hasta el Río Negro, siguiendo los pasos por donde María
pasaba. En su lugar de residencia sus mantas, su quillango de piel de zorrino, sus
arreos y todas sus pertenencias fueron quemados.
Su figura quedó en la historia como la mujer que
llevó la sangre tehuelche a las islas Malvinas.
Se cuenta que María La Grande tuvo una nieta también
llamada María, que tuvo mucha influencia sobre su gente. Esta a su vez tuvo una
hija, también llamada María, que dicen que era hermosa, además de blanca y
rubia.
Carlos María Moyano, un mendocino subalterno de
Luis Piedrabuena, y explorador de la Patagonia junto con el perito Francisco Moreno,
habría tenido dos hijos con esta bisnieta de María La Grande, de quienes se
hizo cargo enviándolos a Mendoza.
Esto sucedió antes de ser nombrado primer Gobernador
de Santa Cruz y de su matrimonio con Ethel
Turner la sobrina del gobernador inglés de las islas Malvinas, a quien conoció en un viaje a
las islas para comprar carbón.
Las exequias que se le tributaron a María,
presenciadas por Casimiro
Biguá (quien sería su inmediato sucesor en el cacicazgo),
son muestra fiel del poder que esta cacica llegó a alcanzar.
Luego de leer esta historia simple, a muchos de
nosotros se nos ocurre que la habilidad de la gente de aquel momento tenía un
plan táctico para recuperar y mantener Malvinas bajo nuestra soberanía,
mientras que los sucesores fueron más torpes y menos audaces.
Bibliografía
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tehuelche que comerció con Malvinas. http://www.archivoinfojus.gob.ar/nacionales/maria-la-grande-la-cacica-tehuelche-que-comercio-con-malvinas-
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WIKIPEDIA. (2020) María La Grande. https://es.wikipedia.org/wiki/Mar%C3%
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