jueves, 17 de noviembre de 2016

No cantemos por cantar


Mas de una vez he cantado “Cielo de los Tupamaros” de Osiris Rodríguez Castillos, (reconocido poeta, lutier, instrumentista  y cantautor uruguayo),  en la versión de Eduardo Falú, que en su poesía nombra  a Venancio Benavides y Perico el Bailarín.

No se me pasaba por la cabeza preguntar quienes eran estos personajes, que hacían en esa canción y que hicieron antes y después.

Hoy intento buscar respuestas a estos interrogantes y reflexionar sobre los personajes que dieron lugar a tantos espacios de nuestra historia.

Mañana seguiré cantando lo mismo, pero seguramente le pondré otro sentimiento y podré explicarle a “mi audiencia” quien era quien.

Como dijo una amiga y vieja compañera de peñas, no podemos cantar sin saber lo que decimos ni a quien nombramos. Cada palabra que un poeta pone en boca de un cantor necesita ser aprendida y aprehendida y así poner sentimiento en la interpretación.

Cada vez que cantábamos Cielos de los Tupamaros en la década del ’60 en alguna peña, teníamos algún problema con la policía, a quien debíamos explicar quiénes eran los Tupamaros: aquellas milicias de Artigas que luchaban por la independencia, cuando todavía no nos habíamos separado de la Banda Oriental.
Aclaremos que es que
La palabra Tupamaro designó a grupos revolucionarios del viejo y del nuevo pasado y que apocopa a Túpac Amaru, jefe de la sublevación indígena en el Virreinato del Perú en 1780.
Este fue un cacique mestizo, directo descendiente de los Emperadores Incas, que encabezó el movimiento revolucionario de mayor envergadura en los territorios del norte, cayendo traicionado y entregado a los realistas junto a su esposa para ser muerto mediante suplicio.
En noviembre de 1964 dicho nombre apareció vinculado al movimiento político uruguayo, algunos relacionándolo con revolucionario y otros con sediciosos. Pero los estudiosos del pasado dicen:
"...Allí están (en heteróclita fraternidad de gauchos, indios, portugos, negros, zambos y mulatos, rubios los unos, oscuros los otros), todos los tupamaros que la Ley y la Justicia colonial arrojaron al margen de la vida civil, y que la idea revolucionaria alzara, en montonera heroica tras el Caudillo" (Gervasio Artigas).
Ya en nuestro siglo tenemos mencionados a los Tupamaros en la obra de Osiris Rodríguez Castillos, poeta y cantautor uruguayo, el ritmo de Cielito llamado Cielo de los Tupamaros:
Cielo, mi cielito lindo,
danza de viento y juncal,
prenda de los tupamaros,
flor de la Banda Oriental.

El cielo de los matreros
miren qué oscuro que está...
Bien haiga las medialunas
que lo andan por alumbrar...

Pa’ mí que los chapetones
ya nos cuentan redotaos
y es que no han cáido en que somos
pocos, pero bien montaos...


Con Venancio Benavides
y Perico, “el Bailarín”,

saldremos a chuza y bolas
agatas suene el clarín.

¡Yo vide un águila mora
volando sobre un chilcal,
y era el alma cimarrona
campiando la libertad!

Cielo, mi cielito lindo,
danza de viento y juncal,
prenda de los tupamaros
flor de la Banda Oriental.

Entre estos Tupamaros coloniales estaban Venancio Benavides y Pedro José Viera, alias “Perico el Bailarín”. Pero ¿Quiénes eran estos personajes que alguna vez formaron parte de nuestra historia independentista?, aunque algunas veces del lado equivocado.
Pedro José Viera (alias “Perico el bailarín”)
Pedro José Viera (o Vieyra), era un militar nativo de Viamão, en la Capitanía de Río Grande del Sur (hoy Brasil). Su participación en la guerra por la independencia americana se puede resumir así:
·         Invasiones inglesas: Vieira deserta de los ejércitos luso brasileños y se radica en la Banda Oriental del Virreinato del Río de la Plata en 1805, siendo en 1806 unos de los héroes que, junto a Liniers durante la primera invasión inglesa, lograran la reconquista de Buenos Aires.
Residiendo Viera en Montevideo, llegó al poco tiempo la noticia de la caída de la ciudad de Buenos Aires en manos inglesas, con la preocupación de que pudiera ser el objetivo principal ocupar todo el virreinato. El gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, no disponía de suficientes soldados para enviar una expedición a reconquistar Buenos Aires, contando tan solo unos quinientos hombres. Fue en ese momento que los montevideanos comenzaron a reunir un grupo de voluntarios, incluyendo a Pedro José Viera.
Ya en Buenos Aires, Viera se destacó por su acertada puntería, adquiriendo la fama de buen tirador y, una vez reconquistada la ciudad, regresó a Montevideo que lo estaba esperando con manifestaciones de aprecio.
·         El Grito de Asencio: Vieira se retiró un tiempo del servicio de las armas y se instaló en la ciudad de Santo Domingo de Soriano dedicándose a labores rurales, trabajando como capataz y relacionándose con estancieros del lugar, hasta que se convirtió en administrador de estancias, alcanzando un inmenso prestigio entre los paisanos de los partidos colindantes.
Recién para el 26 de febrero los patriotas lograron reunir unos trescientos hombres que se pronunciaron enérgicamente por la libertad, y dirigiéndose hacia Mercedes de Soriano al día siguiente, lograron rendir la ciudad. Allí se proveyeron de armamento y arriaron el pabellón español. De esta manera la población rural de la Banda Oriental comandada por Pedro José Viera junto a Venancio Benavides, tomaron el mismo día la villa de Santo Domingo Soriano.
Solicitaron auxilios a la Junta de Buenos Aires que mandó al entonces teniente coronel José Gervasio de Artigas, a quien Viera entregó su obra sumándose a la revolución y lanzando una exitosa revuelta en contra del Reino de España. 
·         Batalla de Las Piedras: José Gervasio Artigas y Pedro José Viera dirigieron sus tropas hacia Montevideo y vencieron a los realistas en la batalla de las Piedras, el 18 de mayo del mismo año. Esta batalla resultó un claro triunfo para la Revolución de Mayo. Fue luego de esta victoria que Artigas pronunció su famosa frase “Clemencia para los vencidos, curad a los heridos, respetad a los prisioneros”, en referencia a las fuerzas del ejército español. 
·         Primer sitio de Montevideo: Pocos días después, se dirigió a la ciudad amurallada iniciando el primer Sitio de Montevideo, último reducto de la colonia española en la Banda Oriental. El 30 de junio le concedieron a Viera el grado de Capitán de milicias por los servicios prestados y el de Capitán graduado.
·         Incorporación al Ejército del Norte: El entonces Capitán Pedro José Viera inmediatamente a la capitulación realista de Montevideo, fue enviado al Ejército del Norte con los efectivos de la 3ª División Oriental, bajo las órdenes de José de San Martín quien había asumido el mando, traspasado por Manuel Belgrano, y fue quien ascendió a Pedro Viera al rango de Teniente Coronel de infantería. Cuando el ejército patriota estaba al norte del pueblo de Venta y Media, llegando a Cochabamba se topó con el ejército realista que lo venía siguiendo, comandado por el General español Joaquín de la Pezuela el día 29 de noviembre de 1815, produciéndose la segunda batalla de Sipe Sipe en la que sufrieron una derrota.
·         Cruce de los Andes y Batalla de Chacabuco: Luego de la independencia formal de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que había sido declarada por el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816, el teniente coronel Pedro José Viera acompañó al cumplir 38 años al General San Martín en el Cruce de los Andes. Después del triunfo en la batalla de Chacabuco, según relata en sus memorias el General, sus soldados bailaron el Pericón Nacional durante tres días seguidos. De allí le vendría a Viera el apodo de Perico El Bailarín, aunque siempre se destacó en estas artes populares.
·         Batalla de Ayacucho: El Coronel de infantería Pedro José Viera se alista en las filas de Bolívar y Sucre, participando en las campañas peruanas y en la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 que terminó en una gran victoria, siendo la última batalla del proceso emancipador.
El Congreso General Constituyente de Buenos Aires, en 1825, declaró que, aunque las cuatro provincias altoperuanas sean argentinas, quedan en plena libertad para decidir sobre su futuro, y así fue cuando el 9 de julio se declaró la completa independencia de la “República de Bolívar”, nombre que se modificaría al de República de Bolivia.
Fue su primer presidente Simón Bolívar aunque no lo ejerció de hecho, quedando como el segundo mandatario de dicha república, Antonio José de Sucre. Por lo pronto, Pedro José Viera, con el rango de Coronel de caballería, se trasformaría en edecán de Simón Bolívar hasta 1826.

Pedro José Viera muere a los 65 años repentinamente en la iglesia matriz Nossa Senhora da Conceição de la ciudad riograndense de Piratiní,  sin ver cumplido su sueño de conformar una gran nación rioplatense de la que formaría parte su tierra natal.
Venancio Benavides
Venancio Benavides era un paisano nativo de Soriano (hoy Uruguay), y cabo de milicias de la guarnición de Santo Domingo Soriano. Su participación en la guerra por la independencia americana se puede resumir así:
·         El Grito de Asencio: El 28 de febrero de 1811, junto a Pedro José Viera, y ante la inminencia del pasaje de José Gervasio Artigas a filas de la Revolución de Mayo, reúnen a un grupo de hombres sobre las costas del arroyo Asencio, proclamando su adhesión a las Juntas de Asunción y Buenos Aires, abrazando la causa patriota. Fue la decisión tomada por criollos de la Banda Oriental emprendiendo así las primeras acciones revolucionarias contra las autoridades realistas españolas de Montevideo, adhiriendo a la Junta de Buenos Aires.

·         Ocupación de espacios realistas: La participación de Benavides en la primera etapa de la revolución oriental es trascendente, siendo el jefe de las tropas que en forma sucesiva capturan las poblaciones de El Colla, San José y Colonia del Sacramento. Benavides el 26 de mayo, luego de sitiar Colonia del Sacramento, terminó por ocuparla el 2 de junio del mismo año, y por lo cual Artigas fue aclamado “Primer Jefe de los Orientales”.

·         Incorporación al Ejército del Norte: junto a sus hermanos Manuel y Juan, y buena parte de su tropa, se incorporó al Ejército del Norte al mando de Manuel Belgrano. Obtuvo el cargo de capitán con grado de teniente coronel, dirigiendo la Compañía de Orientales, siendo sus hermanos teniente y alférez de la misma. De paso de su compañía hacia Salta, Juan queda enfermo en Tucumán, de modo que solo fueron conocidos los dos hermanos mayores.

Benavides  es considerado por algunos historiadores como “veleidoso y fatuo”, (inconstante, mudable, falto de razón o de entendimiento). Por resentimientos personales con el jefe de su cuerpo, Venancio se pasó como desertor al ejército realista, los que hasta ese momento habían sido sus enemigos, y luego le siguió Manuel.
En la batalla de Salta se encontraban ambos hermanos en el interior de la ciudad, atrincherados y hostigados en la plaza mayor por las tropas revolucionarias.
Al ver una moral muy baja, Venancio insta a los demás a una defensa desesperada y, como nadie o muy pocos siguieron su ejemplo, se colocó exprofeso en medio de una calle donde el fuego patriota arrasaba.
Una bala le atravesó la cabeza, lo tendió en tierra dejando sin vida su gigantesca figura. Su hermano Manuel no quiso seguir su ejemplo y esperó a que las tropas revolucionarias tomaran la plaza para entregarse resignadamente. 
Nadie en su momento entendió el porqué de tal deserción de un valiente soldado que luchó por las causas independentistas.
El General Manuel Belgrano, que conocía a los Benavides y sabía de sus primeras patrióticas hazañas, lo trato muy bien a Manuel como prisionero, lo dejó en libertad y le dio recursos para que volviese a su lugar de origen.
 A modo de epílogo
Ni la voz más melodiosa interpretando poemas, que ignoramos en su contenido, será capaz de darle a cada personaje de la historia su verdadero espacio. Benavides (hasta con sus errores), y Perico el Bailarín deberán formar parte del sentimiento cuando se canta este Cielito que los menciona.



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