lunes, 10 de julio de 2017

Rondeau, ¿Prócer argentino?


Mientras más leo sobre nuestro pasado más intento “separar la paja del trigo”. 

La “historia oficial” nos simplificó tanto el relato que una gran mayoría de los que hicieron la patria pasaron a ser “malos” y unos pocos, protegidos por el afecto y los intereses porteños terminaron siendo los “buenos”.

El caso de Rondeau es uno de ellos. Siendo padrino de Bartolomé Mitre (principal autor de la “historia oficial”), la explicación resulta más fácil.

Militar de pocas luces (…como luego lo fuera su ahijado), político poco pensante y adicto a las traiciones por sus mezquinos intereses, y su vocación de “trepador”, se enemistó con Belgrano, Güemes y Artigas, solo por nombrar algunos, tratando de imponer a cualquier precio su posición centralista.

Por su forma de actuar en diferentes frentes nunca pudo volver a los mismos, y fue buscando el costado “donde calienta más el sol” y el beneficio personal.

¡¡ Y pensar que ciudades, calles y paseos de nuestro país, llevan su nombre ¡!

¿Quién fue Casimiro?
Se llamaba José Casimiro Rondeau y había nacido en Buenos Aires el 4 de mayo de 1775. Su padre era un comerciante francés que trasladó a su familia a Montevideo cuando José era muy joven, Allí se educó. Abandonó sus estudios teológicos en segundo año para comenzar la carrera militar a los 18 años en el Regimiento de Infantería de Buenos Aires. 

Cuatro años después fue promovido a Alférez del Regimiento de Blandengues de Montevideo. Con dicho cuerpo tuvo activa participación en acciones contra los indios charrúas y minuanes, actuando también en la defensa de las fronteras de la Banda Oriental por las incursiones de los portugueses. Está considerado como militar uruguayo de origen argentino.

Se lo ascendió a Teniente de Blandengues en 1803, y poco después paso a prestar servicios en la guarnición de Maldonado, en la que fue ascendido a Capitán, en 1806.

Después de la capitulación de la plaza de Montevideo por la invasión inglesa de Whitelocke en 1807, trata de huir pero es apresado y conducido prisionero a Inglaterra,  recuperando su libertad como consecuencia de la capitulación de Whitelocke en Buenos Aires en 1807.

Reincorporado en España al servicio del Rey tuvo actuación en Galicia en el Batallón “Buenos Aires” al mando de los generales Black y Marqués de la Romana, en las luchas libradas contra el ejército napoleónico, como oficial de caballería.

En agosto de 1810 regresó a Montevideo. De inmediato, se unió a los patriotas de la Revolución de Mayo. La Primera Junta de Buenos Aires lo nombró Teniente Coronel y estuvo a cargo de las fuerzas patrióticas en la Banda Oriental (hoy Uruguay).

Escenario porteño 1: Traición 1
El Primer Sitio de Montevideo se desarrolló entre mayo y octubre de 1811. Las tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata sitiaron la ciudad de Montevideo, último bastión realista en el Río de la Plata.

El gobierno de Buenos Aires dio órdenes a Belgrano de abandonar su campaña en el Paraguay y dirigirse con su ejército sobre el Uruguay. Este incorporó a la división a José Gervasio Artigas como comandante de milicias y a José Rondeau como segundo de Belgrano.

Rondeau acompañó a Artigas en la Batalla de Las Piedras, primer triunfo importante de Don Gervasio al mando del ejército patriota de la Junta Grande de las Provincias Unidas del Río de la Plata en el territorio del Uruguay, venciendo a las fuerzas realistas del gobernador de Montevideo y nuevo virrey del Río de la Plata, Francisco Javier de Elío, en mayo de 1811.

Ascendido a Coronel, Rondeau regresó a Buenos Aires, donde tuvo oportunidad de sofocar el “Motín de las Trenzas” en 1811 (rebelión de la tropa que no quería formar parte del Ejército de Línea), en el Regimiento Nº 1 de Patricios, que mandaba el General Manuel Belgrano.

La represión, rápida, violenta y efectiva,  contra quien había sido su jefe hacía muy poco tiempo a cargo de Rondeau fue secundada por Miguel Estanislao Soler. Esta actitud de traicionar a sus jefes y pares sería la primera de otras tantas.
Artigas se unió al Segundo Sitio de Montevideo y reunió un congreso en Tres Cruces, donde los representantes de los pueblos de la Provincia Oriental eligieron sus diputados para unirse a la Asamblea del año XIII. Sin embargo, los diputados fueron rechazados por la Asamblea, que estaba dominada por la Logia Lautaro, porque llevaban instrucciones de conseguir autonomía política, económica y militar para su provincia. El gobierno porteño quería mantener una forma de estado claramente unitaria, no innovando al respecto.
Por orden de la Asamblea, Rondeau organizó su propio congreso en Capilla de Maciel, donde la mayoría de los diputados de los pueblos fueron elegidos directamente por Rondeau, excluyendo expresamente a los aliados de Artigas. 
Lógicamente, nombró diputados a la Asamblea a partidarios del gobierno, que viajaban sin instrucciones, es decir, quedaban librados a su conciencia y a la presión de los porteños.
En vista de estos hechos, Artigas se retiró del sitio de Montevideo a principios de enero de 1814, seguido por sus hombres. Pese a que esto dejó desguarnecido parte del campamento patriota, los españoles habían quedado escarmentados en la batalla de Cerrito y no lo aprovecharon.
Rondeau pidió desesperadamente a Buenos Aires refuerzos para suplir a los orientales, los que le fueron enviados en mayo, cuando ya el capitán Guillermo Brown había vencido a la flota española y dejó aislada la ciudad.
Pero, junto a los refuerzos, el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la PlataGervasio Antonio de Posadas (otro de los “innombrables” de nuestra historia), lo relevó del mando del ejército sitiador de Montevideo cuando la plaza se hallaba virtualmente tomada. 
El nuevo jefe fue Carlos María de Alvear (sobrino de Posadas), militar sin títulos, que quería para sí la gloria de tomar la ciudad, algo que ya era inevitable y como dice el dicho popular ¡¡ Traición con traición se paga ¡!
Alvear lo logró apenas unos días después ya que todo estaba resuelto de antemano, y a continuación se lanzó a perseguir a Artigas y sus partidarios.
Escenario norteño: Traición 2
Para disimular un poco el escandaloso reemplazo por su sobrino, el Director Posadas, ascendió a Rondeau a Brigadier General y lo transfirió en 1814 como jefe al Ejército del Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata en reemplazo de San Martin quien renunciara por problemas de salud.

Su propio ahijado, Bartolomé Mitre, muchos años después lo define como:
“Hombre sin las luces de la inspiración que carecía del temple del hombre de mando. No poseía las inspiraciones del guerrero, ni los talentos del organizador militar”.

Se hizo cargo de dicho comando en Tucumán, en noviembre de ese año, y se puso a organizar lo que sería la Tercera campaña al Alto Perú.
Para la campaña la norte contaba con los refuerzos enviados desde Montevideo, es decir, tropas que habían participado del sitio, muchos de los antiguos sitiados y, sobre todo, un poderoso armamento capturado allí. 
Cuando todo estaba listo, recibió la noticia de que Posadas mandaba reemplazarlo en el mando del Ejército por Alvear, pero varios oficiales se sublevaron y desconocieron públicamente la autoridad de Alvear, obligándolo a regresar antes de llegar a su destino.
Esta rebelión obligó a Posadas a renunciar, y en su lugar fue electo Alvear. Este dedicó su gobierno a perseguir a sus opositores, pero apenas tres meses más tarde fue derrocado por el motín de Fontezuelas.
El cabildo porteño designó para sucederlo a Rondeau, que no podía perseguir a nadie en la capital por la sencilla razón de que estaba a 2.000 kilómetros de allí. Para suplirlo en la capital quedó el jefe de la revolución que había derrocado a Alvear, el Coronel Ignacio Álvarez Thomas.
Todos estos desórdenes minaron la autoridad del jefe del Ejército, que perdió meses claves en preparativos y reorganizaciones.
Después de las derrotas del Ejército del Norte en las batallas de Vilpapugio y Ayohúma a cargo de Manuel Belgrano unos años atrás, Rondeau ordenó avanzar hacia el Alto Perú, contra la opinión del jefe de la vanguardia, Martín Miguel de Güemes.
Güemes, siguiendo instrucciones de José de San Martín de permanecer solo a la defensiva de la frontera norte, no concordaba con la organización de la Tercera Campaña al Alto Perú, típicamente ofensiva.
Enfrentando al caudillo salteño Rondeau traspasó entonces el mando a Martín Rodríguez, pero éste fue derrotado y tomado prisionero en El Tejar, cerca de Humahuaca, apenas entrado en la Puna jujeña. Mariano Necochea logró escapar y llevar la noticia al campamento patriota.
Poco después, Güemes y algunos Granaderos a Caballo salvaron la campaña con la victoria en el Combate de Puesto del Marqués en abril de 1815, que Rondeau se la atribuyo.
Recién entonces comenzó la expedición, pero la obstinación de Rondeau en despreciar a Güemes y sus guerrillas llevó a que éste se retirara del ejército con sus gauchos.
Apenas llegado a Salta, fue electo Gobernador de la provincia, en un acto que significaba una insubordinación contra el Director del Estado, pues iniciaba la autonomía política de esa provincia.
Tras el descalabro de Venta y Media en octubre de 1815, batalla perdida debido a la ineptitud táctica de Rondeau (en la que perdiera el brazo José María Paz y sería la razón de su sobrenombre “el manco Paz”), Rondeau intenta dirigirse a Cochabamba, 120 kilómetros al noroeste de dicho punto donde pensaba mantenerse a la defensiva hasta la llegada de mil hombres que desde Buenos Aires conducía el Coronel Domingo French.

Los realistas de Pezuela marchaban aceleradamente hacia Cochabamba, y en Sipe-Sipe ocurrió el encuentro entre ambos ejércitos, sufriendo las tropas de Rondeau una decisiva derrota en noviembre de 1815.

“Se perdió para siempre el Alto Perú y las Provincias Unidas del Río de la Plata, que acababan de declarar su independencia; quedaron solas y aisladas, dado que Morillo dominaba el territorio de la actual Colombia, Chile se encontraba sojuzgada, y el ejército realista del Alto Perú había sido reforzado por nuevos contingentes de la Península”.

Fue un desastre total. Las Provincias Unidas del Río de la Plata perdieron para siempre a las provincias del Alto Perú y cuando lograron su independencia de España lo hicieron como un estado independiente, surgiendo la República de Bolivia.

La derrota de Sipe Sipe fue la peor que sufrieron los patriotas, sólo comparable a la de Huaqui, y creaba, para la revolución independentista, un peligro gravísimo.

La actual Argentina quedaba prácticamente sola, con los Generales del Rey dominando en Chile, en el Alto y Bajo Perú, y en Nueva Granada, para no hablar de la azarosa situación de la Banda Oriental, amenazada por los portugueses y en eterno conflicto con Buenos Aires.

Con unos 1.500 soldados que le quedaban luego de la derrota y tras una retirada en absoluto desorden, Rondeau trató, al principio, de afirmarse en Tupiza y en Moraya. Pero el avance de la vanguardia realista hizo que se replegara hasta Humahuaca, donde acampó. En esos momentos, dentro del territorio altoperuano, solamente se mantenía la causa patriota en Santa Cruz de la Sierra y en el valle de Cinti.

Rondeau vino a establecerse, entonces, en el territorio de Martín Güemes, pero no solo como intruso político sino como un provocador social. Mientras su ejército se “arreglaba con nada” en términos de comodidades, él vivía con lujos y opulencia como si fuese un pachá.
Luego de la derrota de la Batalla de Sipe-Sipe (también llamada Batalla de Viluma), en su huida, el Ejército del Norte sólo pudo rehacer sus filas en el límite norte de la actual Argentina.
Mientras que el Ejército realista perdía algunos cientos de hombres, los hombres al mando de Rondeau fueron miles, y todo como consecuencia de sus escasos recursos tácticos que hicieron que se refugiaran en un área geográfica “que sería imposible que por allí atacaran los españoles”, y fue precisamente por donde lo hicieron y ganaron dichas posiciones.
Desde allí Rondeau, por su miopía política y sus intereses personales, se propuso vengar la afrenta de Martín Güemes, a quien había declarado traidor y desertor.
Para empeorar las cosas, Álvarez Thomas envió tropas de refuerzo a Rodeau, al mando de Domingo French y Juan Bautista Bustos, con orden de derrocar a Güemes y después incorporarse al Ejército del Norte. Güemes no los dejó pasar hasta haberse asegurado de que no lo atacarían.
En enero de 1816 ocupó la ciudad de Salta y, tras algunas semanas de una guerra civil absurda, se firmó un tratado entre el Director del Estado y el gobernador de Salta. En éste se le encargaba la defensa de la frontera norte del país al gobernador salteño, tal como había sido la propuesta de San Martín.
Lo hizo muy bien, mucho mejor que lo esperado. Soportó cinco invasiones sin ayuda externa y, finalmente, se sacó de encima a los realistas. De paso, desgastó en su propia provincia al poderoso ejército español, que perdió la oportunidad de defenderse en Chile y Perú.
Al comienzo, el caudillo salteño tenía una relación aceptable con Rondeau acampado en Humahuaca, y hasta le aportó unos centenares de milicianos. A fines de febrero de 1816, el jefe del Ejército del Norte decidió replegarlo a Jujuy. Dejó su caballería en Humahuaca, mientras las milicias patriotas del marqués de Yavi ocupaban los puestos avanzados de Potrero, Casabindo y Tarija.

Corría marzo cuando empezaron a plantearse los conflictos con Güemes. Este se movía con toda libertad, sin importarle contrariar muchas disposiciones de Rondeau.

Hay que recordar que este, además de jefe del Ejército, era Director Supremo de las Provincias Unidas.

Una de las libertades que se tomó Güemes, fue apoderarse de 500 fusiles y 300 carabinas que estaban en los depósitos militares de Jujuy. Cuando Rondeau, indignado, las reclamó, no quiso entregarlas con el argumento de que constituían un botín arrebatado al enemigo por sus milicias. Esto agravaba la situación de los problemas “jurisdiccionales” entre ambas fuerzas armadas, las provinciales y nacionales.

En ese clima, Salta pronto se llenó de rumores. Se decía que Rondeau tenía el propósito de atacar la ciudad, ocuparla y restablecer el poder nacional sobre esa provincia, situación que Güemes sospechaba desde siempre.

Finalmente, Rondeau decidió marchar sobre Salta, tras ordenar que se le incorporasen dos escuadrones de Dragones que estaban en Tucumán. El avance empezó, pero las milicias de Güemes hostigaban constantemente a la tropa.

Esta llegó trabajosamente hasta Cerrillos. Allí, Rondeau se enteró de que no podía contar con los Dragones de Tucumán, ya que un escuadrón había pasado a Jujuy y el otro había sido batido por las milicias del díscolo gobernador salteño en Campo Santo, el 20 de marzo. 

Güemes lo estaba esperando con sus escuadrones gauchos, dispuesto a la pelea. Dudoso del resultado de un combate y sin apoyo popular alguno, Rondeau optó por conciliar. Así, firmó, con el caudillo de Salta, el Pacto de San José de los Cerrillos, el 22 de marzo, dos días antes de instalarse el Congreso de Tucumán.

El Pacto se concertó para cortar “hasta los asomos de desconfianza que unas almas inquietas y perversas han procurado sembrar entre el Ejército Auxiliar y las tropas de la digna provincia de Salta y en vista de los males que contra nuestros deseos, aparecían ya amagando la destrucción de los habitantes, la ruina de los pueblos y la pérdida tal vez del sagrado sistema de la libertad”.

El primer artículo fijaba “una paz sólida, la amistad más eterna entre el Ejército Auxiliar y la benemérita Provincia de Salta, echándose un velo sobre el pasado en virtud de una amnistía general”.

Como no podía ser de otra manera Rondeau se “arrepintió” de sus antiguas demandas a Güemes “componiendo las relaciones” por su propia conveniencia.

Desde Mendoza, San Martín expresaría gran contento por el arreglo. “Más que mil victorias he celebrado la mil veces feliz unión de Güemes con Rondeau”, escribió al diputado Tomás Godoy Cruz. Le contaba que había dedicado al pacto el homenaje de “una salva de 20 cañonazos, repiques y otras mil cosas”.

Tragando su amargura, Rondeau regresó a Jujuy con sus soldados. Allí le llegaron pésimas noticias: Lamadrid no había podido sostenerse en Tarija, Vicente Camargo, su gran esperanza en el valle de Cinti, había sido batido y degollado por los realistas, y las milicias del marqués de Yavi ya no estaban en sus posiciones en Casabindo y Pascaya.

Un cuadro tan deprimente movió a Rondeau a renunciar al mando del Ejército del Norte, el 26 de abril. Levantó el campamento e inició la marcha de la fuerza rumbo a Tucumán, situación que alarmó a los Congresales que velaban por la independencia.

Temían que Rondeau quisiera disolver el Congreso. Los Congresales ordenaron a Rondeau que no se acercase a Tucumán. A principios de mayo de 1816 Rondeau fue reemplazado como Director del Estado por Juan Martín de Pueyrredón.

Ni bien designado Director Supremo, el General Pueyrredón partió a entrevistarlo. En varios días de conversación, Rondeau tuvo que digerir otra amargura. Supo que, antes de aceptar su dimisión, ya el Congreso lo había reemplazado por Manuel Belgrano.

La novedad determinó que se retiraran de la fuerza varios oficiales que eran fieles partidarios de Rondeau, como French, Manuel Pagola, Juan Ramón Rojas y Rafael Hortiguera, pero permanecieron en los cuadros otros como Alejandro y Felipe Heredia, Aráoz de Lamadrid, Juan Bautista Bustos, José María Paz y Francisco Fernández de la Cruz, para citar los principales.

Dos semanas después de la declaración de la Independencia, el 23 de julio de 1816, el Ejército del Norte acampaba en Trancas (Tucumán, límite con Salta). Partió hasta allí su nuevo jefe Manuel Belgrano, y el 7 de agosto se hizo cargo de esa fuerza que ya había mandado desde 1812 hasta 1814. La condujo a Tucumán, para acantonarla, parte en La Ciudadela y parte en San José de Lules.

Allí permanecería el Ejército inactivo durante más de dos años y nunca logró hacer una Cuarta Campaña al Alto Perú.

Escenario porteño 2. Pasión por los “cargos” cómodos
Rondeau volvió a Buenos Aires y a su pedido se instruyó un sumario levantado por el Coronel Holmberg para juzgar su conducta, sobreseyéndosele en la causa. Pueyrredón lo nombró Jefe del Estado Mayor General, ejerciendo por un tiempo esas funciones.

Cumplió una breve gestión en calidad de Gobernador interino de Buenos Aires aunque su autoridad era simplemente delegada del Director. En junio de ese año, la renuncia de Juan Martín de Pueyrredón lo llevó al puesto de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Su mando no era efectivo fuera de Buenos Aires. Los gobernadores de Cuyo y Salta se consideraban, en la práctica, sólo aliados del Directorio. Los de Córdoba y Tucumán, nombrados por Pueyrredón, se manejaban con mucha autonomía. Por su parte, las provincias litorales (la Banda OrientalCorrientesEntre Ríos y Santa Fe), negaban toda autoridad al gobierno porteño y se mantenían hostiles.
Una tensa tregua mantenía la paz con Santa Fe, e incluso se mantenían en pie algunas peligrosas montoneras en Córdoba. La Banda Oriental, o al menos sus ciudades costeras, estaba dominada por los invasores portugueses, con apoyo evidente del gobierno central.
Rondeau se abocó a terminar cuanto antes con los federales, obstinado en no cederles la autonomía que reclamaban. Ordenó a José de San Martín que trajera el Ejército de los Andes a luchar también en la guerra civil.
Manuel Belgrano, a cargo del Ejército del Norte, obedeció y dejó el mando en manos de Francisco Fernández de la Cruz, y como segundo al General Bustos. Como San Martín se negó, envió al general Juan Ramón González de Balcarce a tomar el mando de su ejército y traerlo a Buenos Aires, pero los gauchos de Estanislao López detuvieron el convoy.
José Rondeau decidió que la tregua estaba rota y ordenó a Manuel Belgrano trasladar el Ejército del Norte enteramente a la guerra contra Santa Fe. Hizo también algo mucho peor, invitó al gobernador portugués de la Banda Oriental, Carlos Federico Lecor, a invadir las provincias de Entre Ríos y Corrientes. Es decir que se negó a expulsar a los invasores de parte del territorio que gobernaba y los invitó a invadir otras porciones de su territorio.
Traicionar a su patria por enconos políticos define la postura de este “prócer de la comodidad y los lujos asiáticos”
Por renuncia de Pueyrredón se desempeñó como Director Supremo debido a la decisión adoptada por el Congreso, desde el 9 de junio de 1819 hasta el 11 de febrero de 1820, en que el Cabildo le intimó la cesación del mando con motivo de haber sido derrotado en la Cañada de Cepeda (febrero de 1820) por las fuerzas de Ramírez y López, que exigían la desaparición del Congreso y del régimen directorial y que el pueblo de la ciudad y campaña de Buenos Aires designaran libremente sus gobernantes.
En octubre, el caudillo entrerriano Francisco Ramírez pasó a la ofensiva e invadió el norte de la provincia de Buenos Aires. Rondeau salió a campaña y se puso al frente del ejército porteño.
En esa fecha el Ejército del Norte se movió hacia Córdoba, para terminar disolviéndose en enero de 1820, tras el Motín de Arequito (Santa Fe), que  fue la sublevación del Ejército del Norte  contra la autoridad del Directorio. El General Bustos, un hombre clave del federalismo interior, se negó a participar en un guerra fratricida.
Esto motivó que se apartara de la guerra civil contra los federales e intentara retornar al frente norte para continuar el auxilio en la lucha contra los realistas del Alto Perú.
Rondeau quedó solo frente a López y Ramírez, que el 1 de febrero de 1820 lo enfrentaron en la Batalla de Cepeda. El Director mostró una vez mas su inutilidad para las tácticas militares. La batalla duró diez minutos, y la huida de la caballería directorial arrastró a Rondeau. El resto del ejército tuvo que retirarse hacia San Nicolás de los Arroyos y embarcarse de regreso a Buenos Aires.
Todo el norte de Buenos Aires fue invadido por los caudillos, que llegaron en pocos días a los alrededores de la Capital. Rondeau renunció el 11 de febrero, y en marzo abandonó la ciudad trasladándose a Montevideo. Su caída causó la caída del Directorio y del Congreso de Tucumán. En buena parte por su culpa hasta mediados de 1862 no hubo un gobierno nacional reconocido por todas las provincias argentinas.
A pesar de su fuerte ideología unitaria le prestó su cooperación al Coronel Dorrego en la campaña que dirigió contra el General Alvear y el caudillo chileno José Miguel Carrera, siendo designado Inspector General de Tropas y Milicias.
Durante la década siguiente Rondeau ayudó al gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez. En 1822 fue incluido en la reforma militar con el grado de Brigadier. En 1824, fue designado Jefe del Ejército que se formó para combatir los aborígenes del sur de la provincia de Buenos Aires, expedición que sólo llegó hasta las proximidades de lo que fue luego Bahía Blanca. Cesó en la Inspección y Comandancia General de Armas y regresó a Buenos Aires.
En 1825 hizo una campaña general sobre la frontera pero, una vez mas, fue completamente derrotado en Toldos Viejos, cerca de Dolores. Desde entonces pasó a ejercer su mando desde una cómoda posición urbana en Buenos Aires.
Estando en guerra las Provincias Unidas del Río de la Plata contra el Imperio del Brasil por la recuperación de la Banda Oriental, fue nombrado Comandante del ejército que debía operar en la Banda Oriental, pero el Ministro de Guerra, Alvear, lo reemplazó por sí mismo como ya había ocurrido varios años atrás.
Por renuncia del general Rodríguez se encargó del mando del Ejército de Observación en 1826, ante el conflicto desatado que epilogó en la guerra con el imperio del Brasil.

Destinado a la plana mayor del ejército el 18 de diciembre de 1826, se lo designó nuevamente Inspector y Comandante General en 1827. Desde julio a octubre de 1828, se desempeñó como ministro de Guerra y Marina por designación del gobernador Dorrego.

Escenario oriental: cada vez más cargos
Terminada la guerra con el Brasil, la Asamblea Constituyente del Uruguay lo eligió Gobernador y Capitán General provisorio de la nueva República Oriental con el fin de sosegar las aspiraciones de mando de los generales Rivera y Lavalleja. Gobernó el nuevo estado americano independiente hasta el 17 de abril de 1830.

Radicado definitivamente en el vecino país, se lo incluyó en el escalafón con el grado de Brigadier General, incorporándose al Estado Mayor General, el 19 de noviembre de 1830.

Durante la presidencia de Rivera se  le designó encargado de negocios del Uruguay ante el gobierno argentino, el 28 de diciembre de 1832, y fue Presidente de la Junta de Higiene Pública en 1836. Finalizado el destino diplomático, lo nombraron Jefe del Estado Mayor del ejército, desempeñando esas funciones hasta el 5 de abril de 1838, en que las abandonó por enfermedad.

Fue nombrado ministro de Guerra y Marina el 6 de febrero de 1839. Rivera elegido por segunda vez Presidente de la República el 1 de marzo, lo ratificó en ese puesto, del que fue relevado por enfermedad en 1840. El último cargo que desempeñó fue el de presidente del Consejo del Estado en 1842.
Falleció en Montevideo, a los 70 años, el 18 de noviembre de 1844, cuando la ciudad sufría el sitio de las tropas mandadas por Oribe. Poco antes de morir en Montevideo, entregó su espada a su ahijado, el Sargento de Artillería Bartolomé Mitre, su ahijado.

Enterrado con excepcionales honores, sus restos, que descansan en el Panteón Nacional del Cementerio Central, fueron solicitados en 1891 por la Argentina a fin de reintegrarlos a su patria natal, pero Uruguay determinó que sus cenizas debían permanecer en su suelo, al cual había servido como patria propia.
¡¡ Está bien, si lo quieren, que se lo queden nuestros vecinos y amigos ¡!

Epílogo
Muy pocos agentes de nuestra historia “utilizaron” tantos cargos como Rondeau, y la mayor parte de ellos por su “comodidad” y caracterizados por la falta de compromiso patriótico.

En 31 años ocupó los cargos de:

·       1811. Comandante a cargo de las fuerzas porteñas en los Sitios de Montevideo
·         1814. Jefe del Ejército del Norte
·         1814. Director Supremo
·         1816. Director Supremo Interino
·         1818. Gobernador interino de Buenos Aires
·         1824. Jefe del Estado Mayor General
·         1826. Jefe del Ejército de Observación
·         1827. Inspector y Comandante General
·         1828. Gobernador y Capitán General provisorio de la nueva República Oriental
·         1828. Ministro de Guerra y Marina de Buenos Aires
·         1832. Encargado de negocios del Uruguay ante el gobierno argentino,
·         1836. Presidente de la Junta de Higiene Pública
·         1836. Jefe del Estado Mayor del Ejército de Uruguay
·         1839. Ministro de Guerra y Marina
·         1842. Presidente del Consejo del Estado de Uruguay

Estos no fueron producto de sus virtudes (aunque algunos así lo creen), sino de la capacidad acomodaticia para estar siempre “en el candelero” y mientras más cómodo mejor.

La “inestabilidad laboral” (menos de 3 años de promedio por cargo, y en algunos casos unas pocas semanas), indica su “vocación de estar”, ya sea en Higiene Pública o como Presidente del Consejo de Estado, ya sea de este lado o del “otro lado del charco”.

Utilizando el vocabulario de hoy se lo podría considerar como un “trenzero y trepador”, y con el vocabulario de siempre como un militar poco útil y traidor, y así y todo tiene su nombre estampado en pueblos, calles y paseos de nuestro país.

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