La “historia oficial”
nos simplificó tanto el relato que una gran mayoría de los que hicieron la
patria pasaron a ser “malos” y unos pocos, protegidos por el afecto y los
intereses porteños terminaron siendo los “buenos”.
El caso de Rondeau es uno de
ellos. Siendo padrino de Bartolomé Mitre (principal autor de la “historia
oficial”), la explicación resulta más fácil.
Militar de pocas luces (…como
luego lo fuera su ahijado), político poco pensante y adicto a las traiciones
por sus mezquinos intereses, y su vocación de “trepador”, se enemistó con
Belgrano, Güemes y Artigas, solo por nombrar algunos, tratando de imponer a
cualquier precio su posición centralista.
Por su forma de actuar en
diferentes frentes nunca pudo volver a los mismos, y fue buscando el costado
“donde calienta más el sol” y el beneficio personal.
¡¡ Y pensar que ciudades,
calles y paseos de nuestro país, llevan su nombre ¡!
¿Quién
fue Casimiro?
Se llamaba José Casimiro
Rondeau y había nacido en Buenos Aires el 4 de mayo de 1775. Su padre era un comerciante francés que trasladó
a su familia a Montevideo cuando José era muy joven, Allí se educó. Abandonó
sus estudios teológicos en segundo año para comenzar la carrera militar a los
18 años en el Regimiento de Infantería de Buenos Aires.
Cuatro años después fue promovido a Alférez del
Regimiento de Blandengues de Montevideo. Con dicho cuerpo tuvo activa
participación en acciones contra los indios charrúas y minuanes, actuando
también en la defensa de las fronteras de la Banda Oriental por las incursiones
de los portugueses. Está considerado como militar uruguayo de origen
argentino.
Se lo ascendió a Teniente de Blandengues en 1803, y
poco después paso a prestar servicios en la guarnición de Maldonado, en la que
fue ascendido a Capitán, en 1806.
Después de la capitulación de la plaza de
Montevideo por la invasión inglesa de Whitelocke en 1807, trata de huir pero es
apresado y conducido prisionero a Inglaterra, recuperando su libertad como consecuencia de
la capitulación de Whitelocke en Buenos Aires en 1807.
Reincorporado en España al servicio del Rey tuvo
actuación en Galicia en el Batallón “Buenos Aires” al mando de los generales
Black y Marqués de la Romana, en las luchas libradas contra el ejército
napoleónico, como oficial de caballería.
En
agosto de 1810 regresó a Montevideo. De inmediato, se unió a los patriotas de
la Revolución de Mayo. La Primera Junta de Buenos Aires lo nombró Teniente Coronel
y estuvo a cargo de las fuerzas patrióticas en la Banda Oriental (hoy Uruguay).
Escenario porteño 1: Traición 1
El Primer Sitio de Montevideo se desarrolló entre mayo y octubre de 1811. Las tropas de las Provincias
Unidas del Río de la Plata sitiaron
la ciudad de Montevideo, último bastión realista en el Río de la Plata.
El gobierno de Buenos Aires dio órdenes a Belgrano de
abandonar su campaña en el Paraguay y dirigirse con su ejército sobre el
Uruguay. Este incorporó a la división a José Gervasio Artigas como comandante de milicias y a José Rondeau como segundo de Belgrano.
Rondeau
acompañó a Artigas en la Batalla de Las Piedras, primer triunfo importante de Don Gervasio al mando del ejército patriota de
la Junta Grande de las Provincias
Unidas del Río de la Plata en
el territorio del Uruguay,
venciendo a las fuerzas realistas del gobernador de
Montevideo y nuevo virrey
del Río de la Plata, Francisco
Javier de Elío, en mayo de 1811.
Ascendido
a Coronel, Rondeau regresó a Buenos Aires, donde tuvo oportunidad de sofocar el
“Motín de las Trenzas” en 1811 (rebelión de la tropa que no quería formar parte
del Ejército de Línea), en el Regimiento Nº 1 de Patricios, que mandaba el
General Manuel Belgrano.
La represión, rápida, violenta y
efectiva, contra quien había sido su
jefe hacía muy poco tiempo a cargo de Rondeau fue secundada por Miguel Estanislao Soler. Esta actitud de
traicionar a sus jefes y pares sería la primera de otras tantas.
Artigas se
unió al Segundo Sitio de Montevideo y reunió un congreso en Tres Cruces, donde los
representantes de los pueblos de la Provincia Oriental eligieron sus diputados para
unirse a la Asamblea del año XIII. Sin embargo, los diputados fueron
rechazados por la Asamblea, que estaba dominada por la Logia Lautaro,
porque llevaban instrucciones de conseguir autonomía política, económica y
militar para su provincia. El gobierno porteño quería mantener
una forma de estado claramente unitaria, no
innovando al respecto.
Por
orden de la Asamblea, Rondeau organizó su propio congreso en Capilla de Maciel,
donde la mayoría de los diputados de los pueblos fueron elegidos directamente
por Rondeau, excluyendo expresamente a los aliados de Artigas.
Lógicamente,
nombró diputados a la Asamblea a partidarios del gobierno, que viajaban sin
instrucciones, es decir, quedaban librados a su conciencia y a la presión de
los porteños.
En
vista de estos hechos, Artigas se retiró del sitio de Montevideo a principios
de enero de 1814, seguido por sus hombres. Pese a que esto dejó
desguarnecido parte del campamento patriota, los españoles habían quedado
escarmentados en la batalla de Cerrito y no lo aprovecharon.
Rondeau
pidió desesperadamente a Buenos Aires refuerzos para suplir a los orientales,
los que le fueron enviados en mayo, cuando ya el capitán Guillermo Brown había
vencido a la flota española y dejó aislada la ciudad.
Pero,
junto a los refuerzos, el Director Supremo de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio Antonio de Posadas (otro
de los “innombrables” de nuestra historia), lo relevó del mando del ejército
sitiador de Montevideo cuando la plaza se hallaba virtualmente tomada.
El nuevo
jefe fue Carlos María de Alvear (sobrino de Posadas),
militar sin títulos, que quería para sí la gloria de tomar la ciudad, algo que
ya era inevitable y como dice el dicho popular ¡¡ Traición con traición se paga ¡!
Alvear lo logró apenas unos días después ya que
todo estaba resuelto de antemano, y a continuación se lanzó a perseguir a
Artigas y sus partidarios.
Escenario norteño: Traición 2
Para
disimular un poco el escandaloso reemplazo por su sobrino, el Director Posadas,
ascendió a Rondeau a Brigadier General y
lo transfirió en 1814 como jefe
al Ejército del Norte de
las Provincias Unidas del Río de la Plata en
reemplazo de San Martin quien renunciara por problemas de salud.
Su
propio ahijado, Bartolomé Mitre, muchos años después lo define como:
“Hombre sin las
luces de la inspiración que carecía del temple del hombre de mando. No poseía las
inspiraciones del guerrero, ni los talentos del organizador militar”.
Se hizo cargo de dicho comando en Tucumán, en
noviembre de ese año, y se puso a organizar lo que sería la Tercera campaña al Alto Perú.
Para
la campaña la norte contaba con los refuerzos enviados desde Montevideo, es
decir, tropas que habían participado del sitio, muchos de los antiguos sitiados
y, sobre todo, un poderoso armamento capturado allí.
Cuando todo estaba listo,
recibió la noticia de que Posadas mandaba reemplazarlo en el mando del Ejército
por Alvear, pero varios oficiales se sublevaron y desconocieron públicamente la
autoridad de Alvear, obligándolo a regresar antes de llegar a su destino.
Esta
rebelión obligó a Posadas a renunciar, y en su lugar fue electo Alvear. Este
dedicó su gobierno a perseguir a sus opositores, pero apenas tres meses más
tarde fue derrocado por el motín de Fontezuelas.
El
cabildo porteño designó para sucederlo a Rondeau, que no podía perseguir a
nadie en la capital por la sencilla razón de que estaba a 2.000 kilómetros de
allí. Para suplirlo en la capital quedó el jefe de la revolución que había
derrocado a Alvear, el Coronel Ignacio Álvarez Thomas.
Todos
estos desórdenes minaron la autoridad del jefe del Ejército, que perdió meses
claves en preparativos y reorganizaciones.
Después de las derrotas del Ejército del Norte en las
batallas de Vilpapugio y Ayohúma a cargo de Manuel
Belgrano unos años atrás, Rondeau ordenó avanzar hacia el
Alto Perú, contra la opinión del jefe de la vanguardia, Martín Miguel de
Güemes.
Güemes, siguiendo instrucciones de José de San Martín de permanecer solo a la defensiva de la frontera
norte, no concordaba con la organización de la Tercera Campaña al Alto Perú,
típicamente ofensiva.
Enfrentando al caudillo salteño Rondeau traspasó
entonces el mando a Martín Rodríguez, pero éste fue derrotado y tomado prisionero en El Tejar, cerca de Humahuaca,
apenas entrado en la Puna jujeña. Mariano Necochea logró escapar y llevar la noticia al campamento
patriota.
Poco
después, Güemes y algunos Granaderos a Caballo salvaron la campaña con la victoria en
el Combate de Puesto del Marqués en
abril de 1815, que Rondeau se la
atribuyo.
Recién
entonces comenzó la expedición, pero la obstinación de Rondeau en despreciar a
Güemes y sus guerrillas llevó a que éste se retirara del ejército con sus gauchos.
Apenas
llegado a Salta, fue electo Gobernador de la provincia, en un acto
que significaba una insubordinación contra el Director del Estado, pues
iniciaba la autonomía política de esa provincia.
Tras
el descalabro de Venta y Media en octubre de 1815, batalla perdida debido a la
ineptitud táctica de Rondeau (en la que perdiera el brazo José María Paz y
sería la razón de su sobrenombre “el manco Paz”), Rondeau intenta dirigirse a
Cochabamba, 120 kilómetros al noroeste de dicho punto donde pensaba mantenerse
a la defensiva hasta la llegada de mil hombres que desde Buenos Aires conducía
el Coronel Domingo French.
Los
realistas de Pezuela marchaban aceleradamente hacia Cochabamba, y en Sipe-Sipe
ocurrió el encuentro entre ambos ejércitos, sufriendo las tropas de Rondeau una
decisiva derrota en noviembre de 1815.
“Se perdió para siempre el Alto Perú y las
Provincias Unidas del Río de la Plata, que acababan de declarar su
independencia; quedaron solas y aisladas, dado que Morillo dominaba el
territorio de la actual Colombia, Chile se encontraba sojuzgada, y el ejército
realista del Alto Perú había sido reforzado por nuevos contingentes de la
Península”.
Fue un desastre total. Las Provincias Unidas
del Río de la Plata perdieron para siempre a las provincias del Alto Perú y
cuando lograron su independencia de España lo hicieron como un
estado independiente, surgiendo la República de Bolivia.
La
derrota de Sipe Sipe fue la peor que sufrieron los patriotas, sólo comparable a
la de Huaqui, y creaba, para la revolución independentista, un peligro
gravísimo.
La
actual Argentina quedaba prácticamente sola, con los Generales del Rey
dominando en Chile, en el Alto y Bajo Perú, y en Nueva Granada, para no hablar
de la azarosa situación de la Banda Oriental, amenazada por los portugueses y
en eterno conflicto con Buenos Aires.
Con
unos 1.500 soldados que le quedaban luego de la derrota y tras una retirada en
absoluto desorden, Rondeau trató, al principio, de afirmarse en Tupiza y en
Moraya. Pero el avance de la vanguardia realista hizo que se replegara hasta
Humahuaca, donde acampó. En esos momentos, dentro del territorio altoperuano,
solamente se mantenía la causa patriota en Santa Cruz de la Sierra y en el
valle de Cinti.
Rondeau
vino a establecerse, entonces, en el territorio de Martín Güemes, pero no solo
como intruso político sino como un provocador social. Mientras su ejército se
“arreglaba con nada” en términos de comodidades, él vivía con lujos y opulencia
como si fuese un pachá.
Luego de la derrota de la Batalla de Sipe-Sipe (también llamada Batalla
de Viluma), en su huida, el Ejército del Norte sólo pudo rehacer sus filas en
el límite norte de la actual Argentina.
Mientras que el Ejército realista perdía algunos cientos de hombres, los
hombres al mando de Rondeau fueron miles, y todo como consecuencia de sus escasos
recursos tácticos que hicieron que se refugiaran en un área geográfica “que
sería imposible que por allí atacaran los españoles”, y fue precisamente por
donde lo hicieron y ganaron dichas posiciones.
Desde allí Rondeau, por su miopía política y sus intereses personales,
se propuso vengar la afrenta de Martín Güemes, a quien había declarado traidor
y desertor.
Para
empeorar las cosas, Álvarez Thomas envió tropas de refuerzo a Rodeau, al mando
de Domingo French y Juan Bautista Bustos, con orden de derrocar a Güemes y después
incorporarse al Ejército del Norte. Güemes no los dejó pasar hasta haberse
asegurado de que no lo atacarían.
En
enero de 1816 ocupó la ciudad de
Salta y, tras algunas semanas de una guerra civil absurda, se firmó un tratado
entre el Director del Estado y el gobernador de Salta. En éste se le encargaba la defensa de la frontera norte del país
al gobernador salteño, tal como había sido la propuesta de San Martín.
Lo hizo muy bien, mucho mejor que lo esperado. Soportó cinco invasiones
sin ayuda externa y, finalmente, se sacó de encima a los realistas. De paso,
desgastó en su propia provincia al poderoso ejército español, que perdió la
oportunidad de defenderse en Chile y Perú.
Al comienzo, el caudillo salteño
tenía una relación aceptable con Rondeau acampado en Humahuaca, y hasta le
aportó unos centenares de milicianos. A fines de febrero de 1816, el jefe del
Ejército del Norte decidió replegarlo a Jujuy. Dejó su caballería en Humahuaca,
mientras las milicias patriotas del marqués de Yavi ocupaban los puestos
avanzados de Potrero, Casabindo y Tarija.
Corría marzo cuando empezaron a
plantearse los conflictos con Güemes. Este se movía con toda libertad, sin
importarle contrariar muchas disposiciones de Rondeau.
Hay que recordar que este, además de
jefe del Ejército, era Director Supremo de las Provincias Unidas.
Una de las libertades que se tomó
Güemes, fue apoderarse de 500 fusiles y 300 carabinas que estaban en los
depósitos militares de Jujuy. Cuando Rondeau, indignado, las reclamó, no quiso
entregarlas con el argumento de que constituían un botín arrebatado al enemigo
por sus milicias. Esto agravaba la situación de los problemas
“jurisdiccionales” entre ambas fuerzas armadas, las provinciales y nacionales.
En ese clima, Salta pronto se llenó
de rumores. Se decía que Rondeau tenía el propósito de atacar la ciudad,
ocuparla y restablecer el poder nacional sobre esa provincia, situación que
Güemes sospechaba desde siempre.
Finalmente, Rondeau decidió marchar
sobre Salta, tras ordenar que se le incorporasen dos escuadrones de Dragones
que estaban en Tucumán. El avance empezó, pero las milicias de Güemes
hostigaban constantemente a la tropa.
Esta llegó trabajosamente hasta
Cerrillos. Allí, Rondeau se enteró de que no podía contar con los Dragones de
Tucumán, ya que un escuadrón había pasado a Jujuy y el otro había sido batido
por las milicias del díscolo gobernador salteño en Campo Santo, el 20 de marzo.
Güemes lo estaba esperando con sus escuadrones gauchos, dispuesto a la pelea. Dudoso del resultado de un combate y sin apoyo popular alguno, Rondeau optó por conciliar. Así, firmó, con el caudillo de Salta, el Pacto de San José de los Cerrillos, el 22 de marzo, dos días antes de instalarse el Congreso de Tucumán.
Güemes lo estaba esperando con sus escuadrones gauchos, dispuesto a la pelea. Dudoso del resultado de un combate y sin apoyo popular alguno, Rondeau optó por conciliar. Así, firmó, con el caudillo de Salta, el Pacto de San José de los Cerrillos, el 22 de marzo, dos días antes de instalarse el Congreso de Tucumán.
El Pacto se concertó para cortar “hasta los asomos de desconfianza que unas
almas inquietas y perversas han procurado sembrar entre el Ejército Auxiliar y
las tropas de la digna provincia de Salta y en vista de los males que contra
nuestros deseos, aparecían ya amagando la destrucción de los habitantes, la
ruina de los pueblos y la pérdida tal vez del sagrado sistema de la libertad”.
El primer artículo fijaba “una paz sólida, la amistad más eterna entre el Ejército
Auxiliar y la benemérita Provincia de Salta, echándose un velo sobre el pasado
en virtud de una amnistía general”.
Como no podía ser de otra manera Rondeau se
“arrepintió” de sus antiguas demandas a Güemes “componiendo las relaciones” por
su propia conveniencia.
Desde
Mendoza, San Martín expresaría gran contento por el arreglo. “Más que mil victorias he celebrado la mil
veces feliz unión de Güemes con Rondeau”, escribió al diputado Tomás Godoy
Cruz. Le contaba que había dedicado al pacto el homenaje de “una salva de 20 cañonazos, repiques y otras
mil cosas”.
Tragando su amargura, Rondeau regresó
a Jujuy con sus soldados. Allí le llegaron pésimas noticias: Lamadrid no había
podido sostenerse en Tarija, Vicente Camargo, su gran esperanza en el valle de
Cinti, había sido batido y degollado por los realistas, y las milicias del
marqués de Yavi ya no estaban en sus posiciones en Casabindo y Pascaya.
Un cuadro tan deprimente movió a Rondeau a renunciar al mando del Ejército del Norte, el 26 de abril. Levantó el campamento e inició la marcha de la fuerza rumbo a Tucumán, situación que alarmó a los Congresales que velaban por la independencia.
Un cuadro tan deprimente movió a Rondeau a renunciar al mando del Ejército del Norte, el 26 de abril. Levantó el campamento e inició la marcha de la fuerza rumbo a Tucumán, situación que alarmó a los Congresales que velaban por la independencia.
Temían que Rondeau quisiera disolver el Congreso. Los Congresales ordenaron a Rondeau que no se acercase a
Tucumán. A principios de mayo de
1816 Rondeau fue reemplazado como Director del Estado por Juan Martín de Pueyrredón.
Ni bien designado Director Supremo,
el General Pueyrredón partió a entrevistarlo. En varios días de conversación,
Rondeau tuvo que digerir otra amargura. Supo que, antes de aceptar su dimisión,
ya el Congreso lo había reemplazado por Manuel Belgrano.
La novedad determinó que se retiraran
de la fuerza varios oficiales que eran fieles partidarios de Rondeau, como
French, Manuel Pagola, Juan Ramón Rojas y Rafael Hortiguera, pero permanecieron
en los cuadros otros como Alejandro y Felipe Heredia, Aráoz de Lamadrid, Juan
Bautista Bustos, José María Paz y Francisco Fernández de la Cruz, para citar
los principales.
Dos semanas después de la declaración de la
Independencia, el 23 de julio de 1816, el Ejército del Norte acampaba en
Trancas (Tucumán, límite con Salta). Partió hasta allí su nuevo jefe Manuel
Belgrano, y el 7 de agosto se hizo cargo de esa fuerza que ya había mandado desde
1812 hasta 1814. La condujo a Tucumán, para acantonarla, parte en La Ciudadela
y parte en San José de Lules.
Allí permanecería el Ejército inactivo durante más
de dos años y nunca logró hacer una Cuarta Campaña al Alto
Perú.
Escenario porteño 2. Pasión
por los “cargos” cómodos
Rondeau
volvió a Buenos Aires y a su pedido se instruyó un sumario levantado por el Coronel
Holmberg para juzgar su conducta, sobreseyéndosele en la causa. Pueyrredón lo
nombró Jefe del Estado Mayor General, ejerciendo por un tiempo esas funciones.
Cumplió
una breve gestión en calidad de Gobernador interino de Buenos Aires aunque
su autoridad era simplemente delegada del Director. En junio de ese año, la
renuncia de Juan Martín de Pueyrredón lo llevó al puesto de Director Supremo de las
Provincias Unidas del Río de la Plata.
Su
mando no era efectivo fuera de Buenos Aires. Los gobernadores de Cuyo y
Salta se consideraban, en la práctica, sólo aliados del Directorio. Los de
Córdoba y Tucumán, nombrados por Pueyrredón, se manejaban con mucha autonomía.
Por su parte, las provincias litorales (la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe), negaban toda autoridad al gobierno porteño y se
mantenían hostiles.
Una
tensa tregua mantenía la paz con Santa Fe, e incluso se mantenían en pie
algunas peligrosas montoneras en Córdoba. La Banda Oriental, o al menos sus
ciudades costeras, estaba dominada por los invasores portugueses, con apoyo
evidente del gobierno central.
Rondeau
se abocó a terminar cuanto antes con los federales,
obstinado en no cederles la autonomía que reclamaban. Ordenó a José de San Martín que trajera el Ejército de los Andes a luchar también en la guerra civil.
Manuel
Belgrano, a cargo del Ejército del Norte, obedeció y dejó el mando en manos
de Francisco Fernández de la Cruz, y
como segundo al General Bustos. Como San Martín se negó, envió al general Juan Ramón González de Balcarce a
tomar el mando de su ejército y traerlo a Buenos Aires, pero los gauchos
de Estanislao López detuvieron el convoy.
José
Rondeau decidió que la tregua estaba rota y ordenó a Manuel Belgrano trasladar
el Ejército del Norte enteramente a la guerra contra Santa Fe. Hizo también algo
mucho peor, invitó al gobernador portugués de
la Banda Oriental, Carlos Federico Lecor, a invadir las provincias de Entre Ríos y Corrientes. Es decir que se negó a expulsar a los invasores
de parte del territorio que gobernaba y los invitó a invadir otras porciones de
su territorio.
Traicionar
a su patria por enconos políticos define la postura de este “prócer de la
comodidad y los lujos asiáticos”
Por
renuncia de Pueyrredón se desempeñó como Director Supremo debido a la decisión
adoptada por el Congreso, desde el 9 de junio de 1819 hasta el 11 de febrero de
1820, en que el Cabildo le intimó la
cesación del mando con motivo de haber sido derrotado en la Cañada de Cepeda (febrero
de 1820) por las fuerzas de Ramírez y López, que exigían la desaparición del
Congreso y del régimen directorial y que el pueblo de la ciudad y campaña de
Buenos Aires designaran libremente sus gobernantes.
En
octubre, el caudillo entrerriano Francisco Ramírez pasó a la ofensiva e invadió el norte
de la provincia de Buenos Aires. Rondeau salió a campaña y se puso al frente
del ejército porteño.
En esa fecha el Ejército del Norte se movió hacia
Córdoba, para terminar disolviéndose en enero de 1820, tras el Motín de Arequito (Santa Fe), que fue la sublevación del Ejército del Norte contra la autoridad del Directorio. El General Bustos, un hombre clave del federalismo
interior, se negó a participar en un guerra fratricida.
Esto motivó que se apartara de la guerra civil contra los federales e intentara retornar al frente norte para continuar el
auxilio en la lucha contra los realistas del Alto Perú.
Rondeau
quedó solo frente a López y Ramírez, que el 1 de febrero de 1820 lo enfrentaron
en la Batalla de Cepeda. El
Director mostró una vez mas su inutilidad para las tácticas militares. La
batalla duró diez minutos, y la huida de la caballería directorial arrastró a
Rondeau. El resto del ejército tuvo que retirarse hacia San Nicolás de los Arroyos y
embarcarse de regreso a Buenos Aires.
Todo
el norte de Buenos Aires fue invadido por los caudillos, que llegaron en pocos
días a los alrededores de la Capital. Rondeau renunció el 11 de febrero, y en
marzo abandonó la ciudad trasladándose a Montevideo. Su caída causó la caída
del Directorio y del Congreso de Tucumán. En buena parte por su culpa hasta mediados
de 1862 no
hubo un gobierno nacional reconocido por todas las provincias argentinas.
A pesar de
su fuerte ideología unitaria le prestó su cooperación al Coronel Dorrego en la
campaña que dirigió contra el General Alvear y el caudillo chileno José Miguel
Carrera, siendo designado Inspector General de Tropas y Milicias.
Durante
la década siguiente Rondeau ayudó al gobernador de la Provincia de Buenos
Aires, Martín Rodríguez. En 1822
fue incluido en la reforma militar con el grado de Brigadier. En 1824, fue designado Jefe del Ejército
que se formó para combatir los aborígenes del sur de la provincia de Buenos
Aires, expedición que sólo llegó hasta las proximidades de lo que fue luego
Bahía Blanca. Cesó en la Inspección y Comandancia General de Armas y regresó a
Buenos Aires.
En 1825 hizo
una campaña general sobre la frontera pero, una vez mas, fue completamente
derrotado en Toldos Viejos, cerca de Dolores. Desde entonces pasó a ejercer su mando desde una
cómoda posición urbana en Buenos Aires.
Estando
en guerra las Provincias Unidas del Río de la Plata contra
el Imperio del Brasil por la recuperación de la Banda Oriental, fue
nombrado Comandante del ejército que debía operar en la Banda Oriental, pero el
Ministro de Guerra, Alvear, lo reemplazó por sí mismo como ya había ocurrido
varios años atrás.
Por
renuncia del general Rodríguez se encargó del mando del Ejército de Observación
en 1826, ante el conflicto desatado
que epilogó en la guerra con el imperio del Brasil.
Destinado
a la plana mayor del ejército el 18 de diciembre de 1826, se lo designó
nuevamente Inspector y Comandante General en 1827. Desde julio a octubre de 1828,
se desempeñó como ministro de Guerra y Marina por designación del gobernador
Dorrego.
Escenario oriental: cada vez más cargos
Terminada
la guerra con el Brasil, la Asamblea Constituyente del Uruguay lo eligió
Gobernador y Capitán General provisorio de la nueva República Oriental con el
fin de sosegar las aspiraciones de mando de los generales Rivera y Lavalleja. Gobernó
el nuevo estado americano independiente hasta el 17 de abril de 1830.
Radicado
definitivamente en el vecino país, se lo incluyó en el escalafón con el grado
de Brigadier General, incorporándose al Estado Mayor General, el 19 de
noviembre de 1830.
Durante
la presidencia de Rivera se le designó encargado de negocios del Uruguay
ante el gobierno argentino, el 28 de diciembre de 1832, y fue Presidente de la Junta de Higiene Pública en 1836. Finalizado el destino
diplomático, lo nombraron Jefe del Estado Mayor del ejército, desempeñando esas
funciones hasta el 5 de abril de 1838,
en que las abandonó por enfermedad.
Fue
nombrado ministro de Guerra y Marina el 6 de febrero de 1839. Rivera elegido por segunda vez Presidente de la República el
1 de marzo, lo ratificó en ese puesto, del que fue relevado por enfermedad en 1840. El último cargo que desempeñó fue
el de presidente del Consejo del Estado en 1842.
Falleció en Montevideo, a los 70 años, el 18 de noviembre de 1844, cuando la ciudad sufría el sitio
de las tropas mandadas por Oribe. Poco antes de morir en
Montevideo, entregó su espada a su ahijado, el Sargento de Artillería Bartolomé
Mitre, su ahijado.
Enterrado
con excepcionales honores, sus restos, que descansan en el Panteón Nacional del
Cementerio Central, fueron solicitados en 1891 por
la Argentina a
fin de reintegrarlos a su patria natal, pero Uruguay determinó
que sus cenizas debían permanecer en su suelo, al cual había servido como
patria propia.
¡¡
Está bien, si lo quieren, que se lo queden nuestros vecinos y amigos ¡!
Epílogo
Muy
pocos agentes de nuestra historia “utilizaron” tantos cargos como Rondeau, y la
mayor parte de ellos por su “comodidad” y caracterizados por la falta de
compromiso patriótico.
En 31
años ocupó los cargos de:
· 1811. Comandante a cargo de las fuerzas porteñas en
los Sitios de Montevideo
·
1814. Jefe del Ejército del Norte
·
1814. Director Supremo
·
1816. Director Supremo Interino
·
1818. Gobernador interino de Buenos
Aires
·
1824. Jefe del Estado Mayor General
·
1826. Jefe del Ejército de Observación
·
1827. Inspector y Comandante General
·
1828. Gobernador
y Capitán General provisorio de la nueva República Oriental
·
1828. Ministro de Guerra y
Marina de Buenos Aires
·
1832. Encargado de negocios del Uruguay
ante el gobierno argentino,
·
1836. Presidente de la Junta de Higiene
Pública
·
1836. Jefe del Estado Mayor del Ejército
de Uruguay
·
1839. Ministro de Guerra y Marina
·
1842. Presidente
del Consejo del Estado de Uruguay
Estos
no fueron producto de sus virtudes (aunque algunos así lo creen), sino de la
capacidad acomodaticia para estar siempre “en el candelero” y mientras más
cómodo mejor.
La “inestabilidad laboral” (menos de 3 años de promedio por cargo, y en algunos
casos unas pocas semanas), indica su “vocación de estar”, ya sea en Higiene
Pública o como Presidente del Consejo de Estado, ya sea de este lado o del
“otro lado del charco”.
Utilizando
el vocabulario de hoy se lo podría considerar como un “trenzero y trepador”, y
con el vocabulario de siempre como un militar poco útil y traidor, y así y todo
tiene su nombre estampado en pueblos, calles y paseos de nuestro país.
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