Como dijo una amiga y vieja compañera de peñas, no podemos cantar sin saber lo que decimos, ni conocer a quien nombramos.
Cada palabra que un poeta pone en
boca de un cantor necesita ser aprendida y aprehendida, y así poner sentimiento
en la interpretación.
Escribí hace un tiempo algunas
reflexiones al rememorar Cielos de los Tupamaros (aquel cielito de la época
colonial), y ahora lo hago con Zamba de
los mineros, una pieza bellísima que muchos cantan y que tiene decenas de
referencias que la gran mayoría desconocemos
Localidades, costumbres y vocablos
fueron puestos en la poesía de Jaime Dávalos y que le diera música el Cuchi
Leguizamón, pero no son palabras. Detrás de cada una hay historias de gente.
Recuerdo que un amigo, cada vez que
iniciaba un viaje por nuestro país, y luego de definir el itinerario, elegía y
grababa ritmos folklóricos alusivos a los pueblos y parajes que visitaría, y
cuando llegaba a estos, se detenía y en el silencio del paisaje escuchaba y
reconocía todos y cada uno de ellos.
Detrás de cada poesía hay historias
de gente. Y de eso se trata. El estribillo dice:
“La zamba de los mineros
tiene solo dos caminos
morir el sueño del oro
vivir el sueño del vino”
Como dijo
Ricardo Alonso, un geólogo salteño: “Oro y vino, minas y mineros, vida y
muerte, recuerdos y olvidos, conforman el teatro del mundo que Dávalos
desentraña desde su privilegiada posición de poeta cósmico”.
Analicemos este caso
Hagamos un ejercicio, leamos la letra
a continuación, veamos luego las historias, que es qué y quien es quien, y
volvamos a leerla (…o a cantarla si nos animamos). Seguramente algo cambió, y
entenderemos más el fondo de la cosa.
Pasaré
por Hualfín
Me voy a Corral Quemao.
A lo de Marcelino Ríos
para corpacharme con vino morao.
Me voy a Corral Quemao.
A lo de Marcelino Ríos
para corpacharme con vino morao.
Yo soy
ese cantor
nacido en el carnaval
minero de la noche traigo
la estrella de cuarzo de Culampajá.
nacido en el carnaval
minero de la noche traigo
la estrella de cuarzo de Culampajá.
La zamba de los mineros
tiene solo dos caminos
morir el sueño del oro,
vivir el sueño del vino.
tiene solo dos caminos
morir el sueño del oro,
vivir el sueño del vino.
Molino
de maray
que mueles con tanto afán
Marcelino pisando el vino,
que mueles con tanto afán
Marcelino pisando el vino,
Paredes,
el oro del Culampajá”.
Yo no sé, yo no soy,
Ando’i porque ando’i nomas,
Cuando a mí me pille la muerte
Tan solo la zamba me recordara.
¿Dónde estamos?
Sobre la Ruta Nacional 40, en la provincia de Catamarca, el
paisaje nos deslumbra, y pasamos por un poblado humilde, pero lleno de
historias: Hualfin (o Gualfin).
Podemos venir del norte (Cafayate o Santa María), o del sur
(Belén o Londres), y allí estará esperándonos esta historia. Unos pocos
kilómetros al sur de Hualfín nace hacia el noroeste la Ruta Provincial 36.
Allí debemos desviar hasta la Puerta de Corral Quemado, y en el
cruce de la ruta 36 con la 43, tomamos esta hasta el Empalme 43 y allí enfilamos
hacia Corral Quemado. Dese Hualfin
habremos recorrido unos 30 km.
Cuentan los pobladores que en la entrada de del pueblo había un gran corral de troncos de algarrobo, destinado al ganado, la lechada diaria y la carne para el consumo. Dicen que un día vieron una gran víbora que amenazaba a la vaca y su ternero. Se decidió incendiar el sitio para matar a “la bicha” hasta que ardió por los cuatro costados y así nació el nombre de Corral Quemado.
Localización de Hualfin y Corral
Quemado en la Provincia de Catamarca
Allí llegaremos a la casa de don Marcelino Ríos, dueño de lo que fue un viejo almacén de ramos
generales, y pensión de mineros, ubicado en una finca con vides, de las que don
Marcelino elaboraba un buen vino tinto, o morado,
digno para corpacharse
(espiritualizarse con alcohol).
En ese almacén iba gente todo el día, todos los días y a toda hora, a comprar azúcar y yerba, pero también iban muchos compradores de ponchos pullos que hacía la gente del mismo pueblo. Si por la noche o de madrugada, alguien necesitaba algo, siempre era atendido, porque justamente algo necesitaba.
En ese almacén iba gente todo el día, todos los días y a toda hora, a comprar azúcar y yerba, pero también iban muchos compradores de ponchos pullos que hacía la gente del mismo pueblo. Si por la noche o de madrugada, alguien necesitaba algo, siempre era atendido, porque justamente algo necesitaba.
Cuando veía que chicos o grandes andaban descalzos o con las “ushutas” rotas, los llamaba hasta el almacén y les regalaba un par de zapatillas o alpargatas. Lo mismo ocurría cuando algunas familias no tenían para el mate cocido, las ayudaba con yerba y azúcar. Por eso vivía siempre rodeado de mucha gente.
Patio actual de la pensión de Don
Marcelino Ríos
Marcelino Ríos era un hombre
divertido, de buen carácter, muy bondadoso, solidario y comprometido con las
cosas de su pueblo. Siempre andaba bien vestido, la mayoría de las veces con
traje y corbata. Así le gustaba estar todo el día.
Contribuyó a la construcción de una
capilla, era muy cristiano. A él también se lo recuerda porque construyó el
camino que va desde Corral Quemado a la Puerta de Corral y toda la red de
caminos que benefició a lugares como Papa Chacra, Culampajá, rodeo Gerván
Huasi-La Ciénega.
Marcelino falleció en 1959, a los 67
años. A los 17 años ya era un gran agricultor. Luego trabajaba en la minería y
además elaboraba el vino en una bodega que él mismo hizo construir. Cuando se
explotaba la mina de oro de Culampajá, proporcionaba la mercadería a los
mineros y a muchos de ellos les daba albergue.
La casa era como un lugar obligado de
reuniones y peñas. Fue un gran benefactor en todo lo que tenía que ver con el
progreso del pueblo y llegó a comercializar hacienda y tejidos de la zona,
especialmente pullos de vicuña y llama con Chile, Perú, Buenos Aires, Córdoba y
Santa Fe.
Las minas de Culampajá son vetas de cuarzo aurífero a 3.600 m s.n.m. Se
explotaron desde tiempos antiguos, tal vez precolombinos, en galerías
subterráneas o socavones.
Cuando menciona molino de maray se refiere al mecanismo de
molienda antigua que consistía en una roca movil que, con esfuerzo humano, se
movía para triturar sobre otra roca, las extracciones de la mima. Paredes, era un amigo de Marcelino,
responsable de moler el oro.
Molino de maray
El origen
Corría el año 1956 cuando a don Jaime
Dávalos, encumbrado y popular poeta salteño, lo invitan unos amigos mineros, (los García Pinto), que habían hecho contrato para explotar las minas de oro de Culampajá en
Catamarca.
En una estanciera de la época
viajaron por Cafayate, Santa María y Hualfín hasta Corral Quemado, en una
travesía que duraba al menos un par de días. En Corral Quemado hicieron
campamento en el almacén de ramos generales de don Marcelino Ríos.
Los mineros partieron hacia la
montaña y Jaime decidió permanecer allí el tiempo que durara la misión. Cuentan
que el paisaje, las historias del oro que contaban los parroquianos que acudían
a la pulpería de Marcelino y el rico vino morado, lo fueron inspirando para escribir
la zamba.
Refieren también que la cuenta del
pensionista se hizo por demás onerosa y que cuando estaban listos para volverse
a Salta, Marcelino se encargó de recordarles lo que le debían, a lo cual Jaime
le dijo que cómo les iba a cobrar si él con la canción que escribiría en su
honor lo iba a hacer famoso. Hombre práctico, don Marcelino ejecutó la cuenta
olvidándose de la supuesta y futura fama.
Algunos cambios de la poesía
Esta zamba fue inscripta en SADAIC
(Sociedad Argentina de Autores y Compositores), un 26 de abril de 1956, bajo el
Registro 110.067, y la edición de Editorial Lagos.
Debo haber escuchado más de 20
versiones grabadas de esta zamba, y reconoczco que aparecen muchas versiones
con errores y cambios.
A esta zamba la cantaron, entre
otros, Jorge Cafrune, Los Huanca Hua, Chito Zeballos, Mercedes Sosa y la siguen
cantando Chany Suarez, Bruno Arias, Claudio Ghisio, Lucho Hoyos, Juan Falú, el
Dúo Coplanacu y sigue la lista.
Curioseando descubrí que (por algunas
“razones” que desconozco), ciertas estrofas de la zamba fueron modificadas. En
algunos casos seguramente sin malas intenciones, pero en otros, me cabe la
duda.
Entre los intérpretes aparecen
cambios propios de no haber accedido a la letra original, tal es el caso de: “molinos” en vez de “molino”; “me
tope la muerte” en vez de “me pille
la muerte”, o “tan solo la zamba me
conocerá” en vez de “tan solo la
zamba me recordará”
Donde hay mayor confusión en la mención
“molino del Maray” (como si fuese una
localidad, o un apellido), en vez de “molino
de maray” (que es el instrumento de piedra).
Algunos famosos distorsionan la letra
cantando “molino de Aimará”, y otros
“molino de mairal”.
Hay cambios más profundos cuando
desaparece don Paredes y se reemplaza por paredes (muro), diciendo “paredes de oro del Culampajá”, o se canta “para
Paredes el oro del Culampajá”, acusando al molinero como si fuese el patrón
de la mina.
Es curioso que algunos hayan sustituido parte de la tercera
estrofa donde dice “Yo no sé,
yo no soy / Ando’i porque ando’i nomas/, por “Me voy a Pirquinay/
Veta del Culampajá”, pero más curioso es aún que otros copian este error y
copian mal cantando “Me voy a pirquinear
/ Detrás del Culampajá”, aunque el reemplazo tiene alguna lógica ya que “pirquinear”
es cortar piedras para hacer pircas.
Algunos intérpretes mezclan estrofas de las diferentes
versiones, y alteran la posición de algunos versos no apegándose a la letra
original. Varias versiones escritas tienen errores de ortografía.
Reconocimiento
Don Marcelino está enterrado en un
panteón del cementerio de su pueblo, aunque antes de su muerte tuvo la
oportunidad de tener en sus manos el original de la letra de Jaime Dávalos y
algunas versiones de intérpretes famosos.
Las minas de Culampajá están
abandonadas. La memoria de aquellos hechos se borra lentamente, pero la zamba
está viva, proféticamente viva.
En 1999, al finalizar la cena de un
seminario de minería del que participaron geólogos argentinos de la mayoría de
las provincias cordilleranas, y que se llevó a cabo en la Universidad de Texas,
en los Estados Unidos, el representante de Jujuy y a la vez geólogo, minero y
cantor, César Lizárraga, actuó como maestro de ceremonia y puso a cantar la
famosa zamba a todos los presentes.
Gran sorpresa de los académicos americanos, que no entendían la letra
pero sí la fuerza de la entonación y la extraordinaria libación de los
presentes.
Hay propuestas para que esta zamba sea declarada como un himno a la
minería, aunque supongo se tratará de aquella minería artesanal en socavones y
no a cielo abierto y uso de cianuro.
Desafío
Ahora que conocemos la historia, leamos nuevamente la poesía y, si somos
audaces como para cantar, pongamos el sentimiento en cada palabra.
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