lunes, 11 de diciembre de 2017

El día que Alfredo Palacios conoció a Sarmiento y a Perón.



Si a los que no somos profesionales de la historia nos dicen que Alfredo Palacios (el primer Diputado Socialista de América Latina), interactuó con Domingo Faustino Sarmiento y con Juan Domingo Perón, nos parecería que el calendario de la historia argentina está fallando, sin embargo no es así.

Esto ocurrió, y lo único que demuestra es que nuestra historia como país es muy corta, ya que un hombre fue capaz de conocer al 5º y al 26º Presidentes de los argentinos.




Si a los que no somos profesionales de la historia nos dicen que Alfredo Palacios (el primer Diputado Socialista de América Latina), interactuó con Domingo Faustino Sarmiento y con Juan Domingo Perón, nos parecería que el calendario de la historia argentina está fallando, sin embargo no es así.

Esto ocurrió, y lo único que demuestra es que nuestra historia como país es muy corta, ya que un hombre fue capaz de conocer al 5º y al 26º Presidentes de los argentinos.

Construyendo una simple “línea de tiempo” podemos ver que cuando Sarmiento murió, Alfredo Palacios tenía 8 años, y cuando Perón nació, Palacios tenía 17, y por muy poco (apenas 7 años), Sarmiento y Perón no fueron contemporáneos.
También nos deberíamos preguntar que tenían en común estas tres personas: NADA

Un día en que Palacios paseaba con un amiguito por la calle Cuyo en Buenos Aires rumbo a su casa, vio venir a un hombre viejo y ensimismado. Lo reconoció en el acto, había sido un Presidente de la Nación y un promotor de la educación nacional. Con sus 8 años el niño Alfredo, lo interceptó y le dijo a Don Domingo: “yo señor, soy un niño que lee”.

El viejo se paró sin entender al principio nada de lo que el niño le decía, pero cuando sus palabras le repicaron en la cabeza, estiró un brazo como para acariciarle la cabeza y le respondió: “bien hijo, así debe ser”.
Faltaban muchos años para que Alfredo Palacios estudiase las obras de ese anciano que había sembrado el país de escuelas y de sangre, y con el que jamás se hubiese puesto de acuerdo ideológicamente.

También sabía ese niño que en su casa no podía mencionarse la palabra Mitre. En una oportunidad en que también lo había conocido se lo contó alborozado a su padre, quien, recordando sus tiempos de soldado sometido y maltratado, le dio vuelta la cara de una cachetada, al mismo tiempo que le decía “ese nombre no se pronuncia en esta casa”.

Corría el año 1946. Pasaron muchos años de luchas políticas, y Alfredo Palacios defendía “a capa y espada” (nunca mejor dicho ya que se batía a duelo con frecuencia), los derechos de los trabajadores.

Palacios y Perón mantuvieron  un duro enfrentamiento dado que el legislador socialista había sido el ideólogo de muchas de las leyes laborales que el parlamento argentino aprobó con la llegada del justicialismo que antes habían sido rechazadas al no tener el socialismo quórum en el Congreso.
Fue entonces cuando a Perón, ya en vísperas de elecciones (las primeras en las que después de su triunfo, Perón asumirá en forma democrática el poder en la Argentina), se le ocurrió ofrecerle la Vice Presidencia de la Nación a Palacios.

Alfredo Palacios jamás confío en el espíritu democrático de quien fuera tres veces Presidente argentino, pero, fue Antonio López (un  dirigente sindical ex militante socialista, luego devenido en  peronista), a quien Perón le confió la misión de convencer al socialista diciendo:

“López, Palacios es capaz de ponernos en el poder, él llega a quien nosotros no llegamos, tiene en su mochila al electorado que está en contra de nosotros. Sí, Palacios es capaz de ponemos en el poder”.

López intentó persuadir a Palacios: “Doctor, los hombres que rodea­mos al Coronel Perón queremos mantener y profundizar las con­quistas obreras por las que usted luchó como nadie”. Uno de los precios que Palacios debía pagar era renunciar al Partido Socialista y abrazar la causa peronista.

Esto no lo convenció a Palacios y López arregló una entrevista entre Perón y Palacios en una casona de Tigre.

Como fue su  costumbre en los 30 años que fue factor decisivo en las decisiones de la Nación, con inteligencia y sagacidad se dirigió a Palacios:

“Doctor Palacios, los que estamos con la causa nacional debe­mos estar juntos. Después de décadas de entrega ahora estamos en condiciones de llevar adelante una política de emancipa­ción. Ahora el movimiento obrero está participando de la causa nacional. Por eso he querido ver­lo, usted es su mejor representan­te político.

Repitiendo las dudas permanentes de sobre el verdadero espíritu democrático, respondió:

  • “Coronel, yo no he venido en busca de candidaturas, vea usted la causa nacional requiere de tres columnas: independen­cia económica, justicia social y democra­cia. Sé que Uds. tienen claras las primeras dos, Coronel, si quiere que luchemos jun­tos lo que yo reclamo es democracia.
  • Estamos de acuerdo”, dijo Perón.
  • “No estoy seguro, coronel, de que de­mocracia signifique lo mismo para usted  que para mí”,  
contestó a sabiendas que el “estamos de acuerdo”, era simplemente un forma de conquistarlo con la palabra y que Perón había comprendido el mensaje.

Sin embargo, Palacios aceptó el reto y le extendió a Perón una lista de personas cuya par­ticipación en un futuro gobierno era incompatible con la democracia y la li­bertad, y por ende incompatible con él.

Para Palacios, el resultado de las elecciones con el triunfo peronista fue un: “fraude, una estafa a la clase trabajadora, una versión degradada y corrompida del fascismo”.

Esto le valió la persecución y el exilio, desde donde pudo ver cómo muchos de sus proyectos eran aprobados por un gobierno que detestaba. Siempre se negó  a reconocer los avances sociales logrados por Perón.  

Esa fue la única vez que Perón y Palacios se vieron privadamente. La lista fue para el Coronel del todo inaceptable, hecho que justificó la negativa final de Alfredo Palacios.

Un momento, y solo eso, fue lo que Alfredo Palacios compartió con Sarmiento y Perón, pero la línea corta de nuestra de historia los une, aunque no hayan coincidido en nada.


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